Ella a simple vista parecía una adolescente de 14 años como cualquier otra, una chica que hacia las mismas cosas que las personas de su edad, pero la verdad es que nadie conocía sus verdaderos pensamientos.
No era una chica de tener muchos amigos, pero si era lo bastante sociable. Personas en las que de verdad confiaban solo eran 4, todos amigos. Su vida se desarrollo como cualquier otra, o eso pensaba ella. Hasta sus 11 años todo iba bien, ella iba a la escuela como cualquier otra alumna, pero en un momento, de a poco, se fueron formando “grupitos” de amigos/as, y ella no encajaba en ninguno, siempre se sentía muy sola y excluida de todos lados, así pasaron los años, y siempre todo seguía igual. En ese tiempo su única amiga que tenía y de verdad amaba mucho era Agustina, siempre contaba con ella y estaban juntas.
Llegó el momento de pasar al liceo, el momento que más estaba esperando que pasara, al fin cambiaría de compañeros, para ello convenció a su madre de que la anotara en un liceo que no estuviera en su ciudad, se anotó en el liceo de Valdense. Al principio tenía la esperanza de que al fin pertenecería a un grupo de amigas, pasaron días, semanas y meses, nunca perteneció a ninguno. Solo tenía una amiga que apreciaba mucho, Josefina, pero para su mala suerte iba a otro salón de clases. Pasaron dos años y seguía todo igual.
En un momento, cuando paso a tercer año de liceo, por fin creyó que pertenecía a un grupo, en el que estaban sus compañeras de viaje, eran tres compañeras. Ese pensamiento duro casi tres meses, hasta que de dio cuenta que no era así. Seguía sin encajaran en ningún lugar, sin tener a alguien que pensara como ella, que le trasmita que de verdad le importa a alguien.
Poco a poco su tristeza crecía, al punto que se convirtió en enojo y sufrimiento. Todos los días se miraba en el espejo y se decía a ella misma: ¿Qué hago de mal? ¿Por qué nadie me hace sentir como los demás? ¿Por qué no soy como las demás, que encajan en algún lugar?
Esas preguntas rondaban todo el día por su cabeza, ella no entendía el porque de esas preguntas. Trataba a los demás bien, incluso hacía los mayores esfuerzos, era amable, hasta no hablaba y sólo se reía por miedo a decir algo que le molestara a los demás, trató de ser ella misma, pero ninguna de esas cosas hizo que algo en su vida cambiaba para bien. No encontraba su lugar.
Su vida familiar tampoco la ayudaba en nada, su familia era pequeña pero tenía demasiados problemas familiares. Su padre no la quería, solo le daba dinero para que no lo molestara, él creía que con eso ella era feliz, nunca pensó que le faltaba el cariño de un padre, nunca pensó que ella lloraba con mucha frecuencia por su ausencia y falta de amor. Su hermano era una persona que no era muy buena, no le prestaba atención ni a su propio hijo mucho menos se la iba a dar a ella. Sus abuelos por parte de madre fueron siempre un desastre, como mucho los vio 4 veces en su vida. Su abuela paterna era muy buena con ella, se amaban, pero la novia de su padre les tenían prohibido verse, y la pobre abuela le tenía miedo, por eso le obedecía. Su madre era la que estaba más presente, la cuidaba, le daba amor y cariño, pero había una cosa que ella siempre noto, no era la hija perfecta para su madre, lo era su hermano, siempre le hizo notar que era su hijo el preferido, aunque siempre lo negó, se notaba muy bien. Su vida era toda un infelicidad.
A causa de esas cosas su angustia, tristeza y enojo aumentaron con el pasar del tiempo, pero todo llega a su punto. Un día ya cansada de toda su vida, decidió que ya no quería sufrir más, ya no quería cargar con todo esto. Lo pensó muy bien, cada detalle, y tomo una decisión, la última decisión. Espero que su madre se fuera a trabajar, se baño muy tranquila, arreglo todo en el baño, se puso su pijamas, y se sentó a escribir dos cartas, una para su madre y otra para su padre.
La carta para su madre decía: Se que vas a sufrir mucho por esto, pero ya no aguanto más, no lo puedo soportas y sé que vas a seguir adelante a pesar de todo esto. Antes de que me juzgues quiero que sepas que he sufrido mucho, por muchos años, y ya no veo otra salida, ya tome mi decisión. Te amo, eso siempre lo sabrás, quiero que seas feliz, que conozcas a alguien que pueda llenar tu vacío y quiero que sepas que me voy feliz porque por fin voy a dormir por siempre sin preocuparme de todos los problemas que me guardo. Te amo muchísimo, tu hija.
La carta para su padre decía: Aunque has sido un padre muy ausente, que nunca se preocupo por mi, que nunca me fue a buscar a la escuela, no me llevaste cuando llovía pero a otras niñas que no eran tuyas sí, aunque nunca buscaste un carné mio, y aunque nunca me diste el amor y el cariño que necesite, quiero decirte que te perdono, ya que vos tampoco nunca tuviste una figura paterna, pero también espero que sientas un poco de culpa, ya que el sufrimiento que yo sentí por tanto tiempo no me lo va a quitar nadie y en parte por ti, tome esta decisión. A pesar de todo te amo demasiado, tu hija.
Al terminar de escribir las dos cartas, entró al cuarto de su madre le robo dos cajas de “Parnox”, eran unas pastillas que toma su madre para dormir, vació las dos tabletas y se las tomo a todos con una botella de agua, antes de que hicieran efecto dejó las cartas arriba de la mesa de la cocina y dejó todas las puertas abiertas, para que no tuvieran que romper ninguna cerradura para poder entrar. Se fue a acostar y en cuestión de menos de diez minutos quedo dormida.
Por fin consiguió la paz que siempre quiso tener, ya nunca mas sería infeliz.
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