El destino
Salí una noche a recorrer las calles, como lo había hecho muchas veces, simplemente a caminar. Era verano, hacía calor, pero sofocante, era agradable, me sentía feliz, mis pasos sonaban con un ruido apretado, algo rudo, era un lento caminar. Distraida miraba los negocios con sus vidrieras a penas iluminadas, de vez en cuando el dulce balbucear de un tranvía despejaba el silencio de la noche de mi barrio. De pronto, como un eco, se escuchaba el suave tañir de las campanas de la iglesia más cercana. Y yo contaba, una, dos, tres, cuatro, eran las cuatro de la mañana. Volví a casa y me acosté, hacía calor, esperé, corrí la cama más cerca de la ventana, quería sentir el aire fresco del amanecer sobre mi cuerpo acalorado. Me dormí, quizás pensando, en algún enamorado de turno.
Cuando desperté, la luz de la mañana iluminaba mi cuarto y mi cama en el pequeño balcón sonaba ridícula y absurda a esa hora, en que todo el ajetreo comenzaba. Rápidamente cerré las persianas y volví la cama a su lugar.
Eran las ocho de la mañana del día lunes, pensé, tengo que ir a trabajar, qué calor!. Bueno, mamá me había dejado el desayuno preparado en la cocina. Rápidamente bebí el café con leche, me vestí y salí sintiéndome muy libre, fresca y extrañamente bien.
Había comenzado un nuevo día y todo estaba como a mí me gustaba. La historia recién empezaba.
Caminé como siempre lo hacía por la calle Las Heras y esperé el tranvía. No venía. Entonces decidí caminar y a paso firme llegué a mi trabajo, pero no, el local no estaba allí, había desaparecido, en su reemplazo había una enorme fosa.
Me quedé mirando muy asustada, qué había pasado?. A mi alrededor había muchas personas, que hablaban y comentaban lo que allí había sucedido pocos momentos antes. Pregunté muy asustada, dónde está?. Dónde está mi trabajo?. El local donde yo había trabajado tantos años?.
Una voz sonora me contestó, no, no está más, desapareció, una nube negra se lo llevó, no queda nada. Desconsolada me senté, he intenté comprender, pensé, pensé; miré hacia abajo y ví una sombra que danzando se perdía en el pozo y un enano que me hacía señas, me acerqué, más y más. Una mujer muy bella giraba sobre sí misma en una loca danza. Entonces fue cuando lo ví. Él estaba allí y me miraba. Y cuando ví sus ojjos atormentados por el cansancio de una vida entera comprendí, comprendí que me estaba esperando.
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