«Tuve la gran oportunidad de conocer a un personaje que llamaremos “el borrachito”, era un hombre de contextura delgada, de unos 68 años, parecía de 80 años, su piel era entre blanca y roja, estatura pequeña, con unos ojos grandes con expresión de tristeza, permanecía la mayor parte del tiempo con sus manecitas aceitosas, nunca supe exactamente el por qué, era un hombre cariñoso, ah y lo mejor, tenía calva su cabeza, un viejito menudito que veía de costumbre, merodeando por las calles del barrio, frecuentaba la charcutería de la esquina, donde de niña vivía con mi tía abuela, se consideraba amigo de todos, charlatán y coqueto, un tanto grotesco, contaba historias de no creer.
Recuerdo algunas, en especial la concerniente a su quiebra económica, cuando le vendieron una finca donde tenía una guaca que nunca encontró. Tenía el palito para fracasar en los negocios.
De tanto ir y venir en el barrio, ya conocíamos su actuar, salía una semana completa a tragar guaro, sin entrar a su casa y luego se escondía semanas enteras sin salir de casa, se le notaba la falta de baño a menudo, al final de cuentas sin muchas ganas de mantener sobrio, sus hijas y su esposa no lo querían, cada que le veían le decían “borracho”, “huele maluco”, y lo tiraban a su habitación algo separada de la casa donde no supieran de él.
Es pobre tipo con mala suerte, en ocasiones en las fiestas de fin de año, alcanzaba a verme y “ Hola mi linda, linda con la espalda..jejejej” venga mi niña, acompáñeme, tomémonos juntos un traguito”; yo me sonrojaba un poco y de inmediato me sentaba a su lado, el empezaba con sus historias, y miraba al cielo para contarlas, permanecía horas a su lado, oliendo su llanto, y corriéndolo de mi regazo, no paraba de extrañar a sus hijos, los que había perdido unos por malos pasos, otros por su desapego y dos más pequeños, de esos si me acordaba de lo dulce que eran, decía con voz enredada y con la lengua pesada y los ojos casi cerrados,: “ cuando nació mi pequeño, no fuo a acompañar a su madre a la clínica, ah, ella salía como podía de la casa en Manizales, vivíamos en la pendiente de villa linda, eran como las 4am, pero yo me hice el pendejo y me hice el que seguía durmiendo, ni plata para el trasporte le dí”…fumaba su cigarro con apuro.. “ a los tres días volvía con un pequeño entre los brazos, no lo cargaba, lo buscaba cuando estaba en edad de chutar el balón, pero de esto no lo miraba mucho…era costumbre, mi apa tampoco me miro mucho cuando era pequeñito” y prendía el cigarro con otro igual…suspiraba, en silencio, después de un buen rato, decía: “uno de ellos murió de fiebre, no logro superarla, era chico…” entre el humo del cigarrillo se ahogaba hondamente que terminaba tosiendo de una manera incomoda. Continuaba, lento, ya casi dormido…” el otro salió una mañana a perseguirme, -luego de una tunda que se ganó la mamá por embolatarme la plata del arriendo-, corrí al billar, el chico se distrajo a jugar con un tarro impregnado de querosene, el tarro explotó de momento, y el niño se prendido en llamas su diminuto rostro, quedo tirado en la calle, en schoc, cuando me avisaron, ya habían arrancado por el su cara desfigurada, había quedado desfigurado, pero no aguantó, en la clínica, perdió todos sus signos vitales, me contaba un vecino que estuvo con el pequeño, su madre cansada de buscarlo…murió de un paro respiratorio.” De pronto, se le cayó el cigarro de la boca, se paró de repente a buscar otro trago, empujo a alguno de los asistentes de la fiesta, quien se molestó, y lo apuñalearon… todo paso tan rápido, ya ni me acuerdo de la familia del pobre borrachito. »
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