En la oscuridad de mi habitación una silueta con apariencia humana se me estaba acercando.
El miedo se apoderó de mí.
–¿Quiii… quién eres?–pregunté tartamudeando.
–Vengo a conocerte, tenemos mucho en común–dijo la sombra con un hilo de voz.
El acento de la desconocida me resultaba familiar.
Por fin la débil luz de la lámpara puesta en la mesilla de noche iluminó su rostro.
Tenía ojos verdes y un precioso pelo castaño.
Era como si me estuviera mirando a un espejo. Era igual que yo.
Me dio un empujón con las dos manos y en lugar de caerme empecé a flotar.
Todo a mi alrededor empezó a desaparecer.
Vi cómo se abría una inmensa vorágine.
Vencida por la tormenta infernal, me desmayé.
Cuando volví a abrir los ojos la disposición de los muebles había cambiado, estaba todo al revés.
Miré por el espejo.
Ella, mirándome con odio, me dijo: «¿Qué se siente cuando se llega al infierno, hermanita?».
BY
JOE RIDER
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