Ya es hora de decirte adiós.
De enterrar tu recuerdo a los pies
De cualquier árbol que encuentre.
En cualquier jardín o parque que vea.
Tú me dijiste adiós hace casi un año.
Tú me hiciste mierda el corazón.
Me destrozaste y bailaste encima
De los restos como cualquier gitano
En fiestas alegres y febriles.
Tú me enterraste en cualquier
Fosa común que encontraste.
Cualquier nido de ratas.
Cualquier cantina.
Cualquier ciudad moribunda.
Tú, tú. Solamente tú fuiste capaz de cortarme la cabeza de tajo y dársela de comer a los buitres.
Aquella hermosa mujer.
De sonrisa perfecta.
Ojos defectuosos.
Mente brillante.
Detalles inigualables.
Tú.
La ladrona de media noche.
Aquella de la firma bajo la mía.
Tú, la misma que aún tiene mi corazón.
Yo. El que dejó todo por ti.
El que hizo a un lado cualquier consejo común y enseñanza artesanal.
El mismo que dejo de lado toda platica motivacional con fines de superación.
Yo.
El que te entregó el corazón en bandeja de plata, misma que usaste como canastilla ante la trituradora.
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