Textos con pretextos

Textos con pretextos

Chabela

20/04/2020

La expedición de cinco lágrimas

Nunca supe muy bien si las gestaba una herida, el recuerdo de un alma ausente, el dolor actual de la frustración nuestra de cada día o simplemente esa extraña sensibilidad que padecemos quienes nos animamos a creernos hacedores de algún arte.

Pero sí se con certeza, que en ese proceso de parir lágrimas, la tristeza va pateando cada esperanza que surge, va sacudiendo las risas hasta estrellarlas contra el helado hueco de la nostalgia. La apatía que no puede lidiar más con su suerte, se acurruca contra esas pequeñitas gotas de sal y les insufla la pizca de aliento con la que sobrevivía.

Así se acomodan como en fila india, tomando distancia con un manojo de cerdas, dispuestas a fregar cada centímetro de víscera que encuentran a su paso; a pulcras nadie les puede ganar, llegan bien hasta el fondo y hasta que no remueven el suspiro más acongojado, no dejan de hurgar.

Las tres primeras son las más urgentes, las que venían preparándose desde hacía tiempo sin poderse asomar; la barrera de la censura las volvía una y otra vez para atrás. Regordetas ellas, cargadas de hastío, cualquier emoción las hacía tambalear.

  De las tripas, al corazón viajaban en primera, se estacionaban por un rato oprimiendo el músculo hasta la angustia y con el solo empuje de los latidos se dejaban deslizar a la garganta, donde devorándose toda la tribulación que acumulaba el silencio, terminaban explotando en un sollozo que aún así no las dejaba caer al vacío.

Presas de imágenes afligidas, ávidas por intensificar la emoción justa que pudiera eyectarlas, piden regodearse con las letras de las canciones más lacrimógenas del romanticismo estoico; y si a eso, le podemos sumar alguna que otra toxina inspiradora; entonces y sin pedir permiso rodará la primera, desconcertada y disculpándose en surcar la mejilla. Antes que la puedan secar, llegaran las otras dos secuaces, a mostrarse con todo el desparpajo de quien se enorgullece en exhibir su vulnerabilidad. 

Esa caída desprolija y aplomada que rápidamente las manos quieren ocultar, en pos de fingir una fortaleza que excede a cualquier humano. Las secamos aunque su color ya tiñó el momento de una lúgubre pesadumbre, mientras los ojos ajenos se giran para consolarlas y ellas siguen prefiriendo la soledad para desintegrarse sin mucha vuelta ni cuestionamiento y encima con pretensiones de escribir…

Las últimas dos son el sosiego, da placer sentirlas rodar como si dibujaran crisálidas en su andar; con la convicción de estar pasando por las agitadas contracciones que suponen salir del capullo a un nuevo tiempo; instantes que se esperan de felicidad; porque la dicha es esa sucesión de momentos que deseamos interminables aunque su envase lleve impresa la fecha de caducidad.

Entre la excursión de las lágrimas y una renovada sonrisa se necesita imperiosamente una exuberante dosis de amor en todas sus formas; porque sólo a partir del amor es posible volver a gestarlas.

……..

Apestaba a vino peleón

Y en contrapartida exacta a un exquisito añejo, Gilberto bebía sin pausa, sin degustar siquiera la maloliente miseria que deseaba olvidar.
Impregnado de la embriaguez de penurias, que todo su cuerpo emanaba, no se permitía soñar con el regodeo.
Ahogaba lágrimas en el recuerdo de una infancia que, todavía hoy, anhelaba. Mientras, sus manos desgajadas por la tierra, decretaban otra primavera.
Desamparo de la estrella que lo vio nacer en el destierro yermo. Caprichosa voracidad de catar cuánto caldo encontraba, aliento entrecortado que, sin fuerzas, seguía retando a la batalla.
Buscador incansable del óbito que faena infiernos de plegarias dormidas. Discriminado, maltratado y aborrecido hasta por tu progenie, has encontrado por fin el vergeltinto de la última cena.
Apestaba a vino peleón y, sin embargo, sus ojos se hundieron en el edén de una sonrisa.

……….

Porque me bulle el alma

Soy capaz de encontrarle sentido al más vago complejo humano de deshojar margaritas. En ocasiones me disfrazo de Eva y emprendo el más audaz discurso solidario en medio de una vorágine capitalista que desafía mi corazón adolescente.
Porque me bulle el alma, es posible que al mismo tiempo represente a Alicia, mientras mis yemas tipean un mundo de maravillas. Me pesa el cuerpo y sin embargo tengo clase ejecutiva en las estrellas. Y habito una nube que tiene acceso restringido a la tristeza.
Osada vehemencia que no accede a entender que la rutina se hace presente cada día y con su punta afilada nos estalla los sueños de una carcajada. Mientras los conejitos de Cortázar amenazan con pasarme la letra y el teléfono no deja de repicar, la radio anuncia alerta meteorológico y el candor y la sal de la vida…
Y a pesar de los pesares; siempre la poesía…

…….

Casi una oración profana (donación de órganos)

Los melodramas que otros vivencian, a la gran mayoría nos resbalan inadvertidos; a veces por distracción, otras por omisión, algunas por egoísmo y demás; sabrá nuestro Señor por qué nos resistimos a darnos por enterados, aunque con ello casi dejemos de ser solidarios y humanos.
Eso sí, somos opinólogos de primera hora para discutir o alzar el dedo inquisidor cuando nos interrogan acerca de temas tan intrínsecamente complejos, que movilizan todas las aristas de nuestro motor físico y espiritual, como es el argumento de la donación de órganos.
Si lo pienso desde el lugar del amor, encuentro válido este pliego para intentar la exhortación. Y si esto genera entendimiento y salva aunque más no sea una vida, será una satisfacción inmensa haber podido colaborar en tan valiosa empresa.
Es por eso que mi reflexión apunta a cada uno de aquellos que habremos de jugar un rol ante este desafío, en un intento de sentir en lo íntimo de mi ser, lo mismo que hará vibrar la profundidad de la conciencia de cada uno de ustedes. Les pido entonces, que acepten esto que pretendo expresarles como la revelación de una confidencia que, a la vez, es casi una oración profana.
Pienso en el médico que habrá de decidir, casi siempre con urgencia, si el donante está vivo o está muerto, y me apiado de él. Es quizás más de lo que podemos exigir a un ser humano. Por eso pido por él, no tanto por el médico, sino más bien por el hermano enfrentado a dilemas que exceden largamente su dimensión profesional.
Pienso en el enfermo que necesita un órgano y en sus familiares; en cómo será el tiempo de espera, cuál habrá de ser la calidad de ese tiempo de dependencia del prójimo que quiera compartir con ellos la aventura de la vida y la muerte. Y pido por ellos. Pido porque si se salva esa vida, sea dedicada a completar el aprendizaje que este transito terrenal nos propone. El donante, ya en otra dimensión, recibirá de este modo el mejor homenaje.
Pienso en el donante, y admiro su coraje. Y reverencio su fe en la Ciencia. Pido que no sea defraudado; no hay pena capaz de saldar los delitos contra el alma.
Pienso en el indeciso. Pido respeto para él, porque nadie tiene derecho a cuestionar lo que cada uno decide hacer con su cuerpo, con su vida y con su muerte.
Pienso en el indiferente. No me siento capaz de censurarlo, quizás porque estoy convencida que hay un tiempo para todo. Por eso pido para él paciencia y comprensión.
Pienso en los investigadores científicos. Y también pido por ellos, para que no dejen de buscar hasta encontrar la manera de que no sean necesarios los trasplantes; aunque esta invocación parezca un contrasentido.
En esencia, lo que estoy pidiendo es cada vez más luz para las mentes esclarecidas, para los espíritus tenaces y para los corazones desbordantes de amor de nuestros legos investigadores; siento desde mi fe, que no puede estar lejano el día en que la ciencia nos asombre, una vez más, con un nuevo avance en la preservación de la vida; que haga de esta maravilla de los trasplantes una honrosa memoria en el archivo de nuestra estirpe.
Pienso en Dios, en el Dios que cada uno tiene, a veces a pesar suyo. Y a Él le pido todo lo que pido para cada uno de nosotros. Luz, mucha luz para todos, especialmente para acelerar la fuerza incontenible del amor que, en última instancia, es el sentimiento que hoy me impulsa a compartir esta inquietud con ustedes.

…………

Urgente!

Brujita anónima regalería mágica, se encuentra en la búsqueda de un distinguido caballero, licenciado en ciencias de la buena urbanidad, máster en deferencias, especialista en cortesías y con vasta experiencia en habitar pasiones, para cubrir la vacante full time del cargo de Director romántico e incurable de la feliz empresaria que suscribe.
Se requiere que:
-Domine a nivel superior los idiomas ancestrales del amor y sepa abrir balcones para salir juntos a volar.
-Tenga más de cincuenta años de estar fascinado con la risa y recoja margaritas de los jardines para conquistarme.
-Desee viajar a los paraísos afrodisíacos de mi piel tentado de deleitarse y con el afán de seducirme.
-Sea frágil como una libélula y feliz como Gulliver con la princesa en Lilliput.
-Pueda protegerme de futuras inclemencias como a su propia sangre y generoso en admiración agasajándome hasta el vértigo.
-Escoja libremente cambiar su biografía por mis sueños y me espere todas las noches con una dulzura en la almohada.
-Prepare fogosos desayunos de besos y cenas ardientes de estragón.
-Decida cada luna y cada estrella estar conmigo hasta que la muerte nos separe.
Se valorará especialmente:
-Que haya aprobado las tres eses del doctorado en simpatía: sensibilidad, sinceridad y seguridad interna.
-Destreza en el uso de la autoestima y honestidad.
-Habilidad destacada en la transparencia.
-Veteranía en los jadeos del alma.
-Sugiera dote de buena gente y en lo posible vista de azul.
Se ofrece:
Incorporación inmediata a mi corazón, de inmejorables condiciones afectivas y proyección de crecimiento aventurero a corto plazo.
Contrato renovable cada Nochebuena e indefinido al amanecer.
Formación mutua con objetivos específicos de mieles y requiebros.
Interesante remuneración de ludos y arrumacos, según valía.
Vacaciones gratis en la pelusita de mi ombligo, viajando por la agencia del lunar hasta mis caderas “all inclusive”.
Para mayor información, solicitar entrevista personal de admisión, descubriéndome a la niña y colgándome globos rojos de invitación en el castillo de mis entrañas, en cualquier horario y con un buen pretexto.
Lujuriosa y encantada, responderé a la mayor brevedad con la calidez que me caracteriza.

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