ERKS

LA PRIMERA PUERTA HACIA

ELOAH

Una historia tan real como soñada

Dedicatoria y agradecimientos

A mi familia, a los amigos de siempre y a todos los que se atreven a soñar cada día con un mundo mejor.

ÍNDICE

Introducción

Erks

Prólogo

Capítulo I

Abriendo las puertas del cielo

Capítulo II

Un pueblo encantado

Capítulo III

Un mágico regreso

Capítulo IV

El tren a casa

Capítulo V

Donde duermen los recuerdos

Capítulo VI

Recuerdos del futuro

Capítulo VII

Señales del alma

Capítulo VIII

Contacto

Capítulo IX

De regreso a Eloah

Capítulo X

Invisible

Capítulo XI

La última puerta hacia la luz

Capítulo XII

La despedida

Capítulo XIII

Detrás de la luz

Capítulo XIV

Renacer

Introducción

ERKS

La Primera Puerta Hacia Eloah… abre las puertas del cielo permitiendo la expresión de los sentimientos y sensaciones, provocados por los sueños y experiencias que habitan fuera de los parámetros de lo normal. Aquellas situaciones, que muchas veces no tienen explicación desde la lógica, pero que sí, forman parte de la cotidianidad. Sensaciones que deambulan por nuestro interior y buscan alguna respuesta, quizás inútilmente, en este laberinto llamado vida.

Sabino

Prólogo

Existe un mundo al cual, solo unos pocos privilegiados han tenido la bendición de acceder a pesar de hallarse al alcance de todos.

El camino hacia él se manifiesta claramente a los ojos de aquellos que posean la capacidad de buscarlo entre tanta nebulosa de codicia e incredulidad. Es por eso que tengo la certeza de que alguien, un día cualquiera, se presentará ante mí para preguntarme cómo puede ser posible que un mero hombre como yo tenga la confirmación que existe este maravilloso lugar al que hago referencia. Entonces simplemente responderé que el destino me permitió llegar hasta donde la

verdadera felicidad desplaza por completo a la razón.

Comenzó un siete de agosto, cuando unas seguidillas de situaciones se fueron suscitando, y al cabo de unos cuantos días se dio el momento en el que todo cambiaría por siempre.

Recuerdo que la oscuridad de la noche no nos permitía siquiera ver nuestras propias manos, el viento se detuvo de pronto y las estrellas que brillaban como nunca antes las había visto, parecieron apagarse repentinamente.

Así se mostraba el paisaje mientras nos encontrábamos parados, inmóviles, sobre la cima de unos de los picos más altos de aquel mágico lugar.

Lo visto hasta entonces, ya era suficiente para justificar la travesía de haber viajado el lapso de tres horas por el angosto y oscuro camino de ripio, sobre el que solo nuestro viejo vehículo transitaba.

Y aunque desconocía el motivo, era evidente que algo estaba por suceder. Quizás porque todas las vivencias ocurridas durante los días anteriores nos habían señalado que así sería.

Súbitamente y sin explicación alguna, comenzamos a descender del panorámico lugar, en diferentes direcciones, separándonos para perdernos entre la vegetación del gigantesco e imponente paisaje.

Al cabo de unos minutos ya me encontraba completamente solo y lo único que podía percibir era el crujir de las pequeñas piedras al pisarlas en cada uno de mis pasos.

No tuve temor, a pesar de la tremenda oscuridad y de la desoladora situación en la que me encontraba. Caminé, algo me empujaba a seguir adelante y creo que si hubiese querido detenerme no habría podido lograr tal cometido.

Pensé que el instinto heredado de nuestros antecesores primitivos era mi guía entre la frondosa vegetación, además la razón se había desconectado de mis actos por completo.

No sé con exactitud cuánto duró mi acelerada marcha, para entonces no tenía noción del tiempo ni referencia del espacio, solo caminé sin interrupción hasta que por fin, llegué.

Pero me parece pertinente detenernos aquí, pues es mejor comenzar a recorrer el camino desde el principio. Tal vez así, tengamos la dicha de acceder al mundo al que solo unos pocos han tenido el bendito privilegio de llegar, abriendo las puertas del cielo.

Capítulo I

Abriendo las puertas del cielo

La leyenda cuenta cosas totalmente diferentes a lo que sostiene la ciencia en sus variadas ramas y enmarañados caminos.

Es obvio que la ciencia tiene infinitamente más peso que cualquier leyenda o incluso mito.

Eso sí, nadie puede negar lo maravilloso que puede ser pintar con un poco de historias fascinantes la rutinaria y no pocas veces, cruel realidad.

Ahora. ¿Qué pasaría si se descubriera que aquello que es dado por cierto en los libros, haciendo referencia al mundo, sus inicios, su evolución y lo que se sigue sosteniendo y afirma aún hoy aferrándose a simples y endebles hallazgos terrenales o a complejos y exhaustivos estudios,

estuvieran,por completo equivocados? ¿Qué sucedería si la realidad fuera desmentida por lo maravilloso y lo fantástico?

Hoy cualquiera podrá tener la fortuna, siempre y cuando haya leído estas líneas, de ser invitado a un sitio tan asombroso como real.

Eso sí, la única exigencia es creer, pues todo lo que suceda de ahora en adelante es tan hermoso como cierto.

Así que abran sus corazones y tengan en cuenta que el destino puede sorprendernos y cambiar de rumbo en cualquier instante y para siempre.

Bienvenidos.

Capítulo II

Un pueblo encantado

El destino. ¿Qué es el destino? ¿Puede ser posible que éste haya sido definido, o como el común dice, escrito de antemano? Y de ser así: ¿Por quién? ¿Para qué? ¿Por qué?

Tal vez sean demasiadas preguntas, pero no caben dudas de que vale la pena buscar las respuestas que nos permitan hallar algún tipo de explicación a las situaciones que de manera inesperada se presentan en nuestras vidas cambiando el rumbo del indescifrable destino.

Aquel día, si mal no recuerdo como cité antes, era un siete de agosto, llegué junto a mi familia al lugar donde pasaríamos los próximos quince días descansando del estrés que significa vivir en la ciudad. De inmediato al descender del ómnibus en la vieja terminal, me acerqué a la pequeña boletería para retirar los pasajes de vuelta.

Pensé que era necesario organizar el regreso y de esta manera evitar futuros sobresaltos, ya que al volver me estarían aguardando las obligaciones de mi rutinaria vida.

Luego de ultimar aquellos detalles me liberé y automáticamente me convertí en un típico turista.

Jamás había visitado estas tierras, pero mi curiosidad se alimentó de las historias que escuché sobre este sitio cargado de fábulas, fantasías y misterios, que terminaron por convencerme de que debía intentar vivir unas vacaciones diferentes.

Recuerdo no tener mucho conocimiento sobre los pormenores que hacía tan especial al extraño pueblo, pero debo reconocer que, el aire encantado que flota por las calles, sus habitantes en extremo distendidos y su maravilloso e imponente paisaje, creaban un clima tan particular que alimentaban mis expectativas por conocerlo.

En él y en los aledaños se vive a diario entre historias de avistamientos de ovnis, enigmáticas ciudades subterráneas, leyendas sobre portales relacionados con los habitantes originarios de estos suelos y no sé cuántas cosas más, que hacen un cóctel perfecto para despertar el espíritu aventurero de cualquier persona, en especial de aquellos que llevamos una vida tan estructurada como convencional. Así que no tardé mucho en convertirme en esa clase de turistas que al llegar a un lugar con estas características, intenta obtener la exclusividad de las pruebas que verifiquen todo aquello.

Podría compararse este tipo de comportamiento que comenzaba a surgir desde mi interior, al del periodista que intenta toparse con una primicia o con la noticia de su vida.

Según dicen por allí, esto es normal en la mayoría de los que llegan al pueblo. Así que yo no fui la excepción y apenas pude ubicarme junto a mi familia en la vieja casa previamente alquilada, preparé mi gran e improvisado equipo de explorador. Una vieja cámara de fotos, binoculares, linternas fósforos, un cuchillo, un par de metros de soga, una vianda frugal y por supuesto un calzado todo terreno que me librara de imprevistos o posibles sorpresas.

Poco a poco, me fui sintiendo un experto cazador de misterios.

Entonces comencé mi fantástica búsqueda en altas horas de la noche.

No sé por qué, pero es un común denominador que todo lo extraño suceda en medio de la más absoluta oscuridad. Quizás arrastremos estos sentimientos de épocas remotas, cuando nuestros antepasados veían en la noche el momento de mayor peligro ante los depredadores o enemigos naturales.

Pero creo que en mi caso, esto de salir a cazar misterios apenas se ocultaba el sol, era más bien una cuestión cinematográfica. Pues todo lo que conlleva al suspenso o al terror en la mayoría de las películas ocurren en ese horario.

No podría argumentar muy bien porqué, pero lo que sí puedo afirmar es que en esas noches de aventurero me topé con muchas cosas y vivencias inesperadas. Tales como deambular en medio del penetrante frío del duro invierno de la zona entre perros que me desconocían y por ende me atacaban mostrando desde sus fauces abiertas intimidantes colmillos que hacían sintiera aún más extremas mis fatigas, pues mi estado físico no era muy atlético como para soportar los ascensos a los pequeños picos, desde los que pensaba tendría una vista panorámica acorde a mi búsqueda.

Eso sí, con lo que menos tropecéfue con los enigmas que había ido a descifrar. Igualmente no debo quejarme, ya que todas estas vivencias definitivamente daban un toque de color diferente a mis días de turista.

Pero como era de esperar la llama de la aventura se fue apagando, como consecuencia de mis reiterados fracasos.

Finalmente opté por hacer las actividades que el resto de la familia realizaba. Así conocí el cine, algunos restaurantes y el pequeño y pintoresco centro comercial del lugar.

Y aunque en varias ocasiones pensé en retomar la búsqueda, a los pocos segundos de imaginarme nuevamente en la negrura de la noche padeciendo el frío, atisbando en la neblina, sufriendo el ataque de algún perro o cualquier animalejo que por desconocido me representara una fiera; mi espíritu aventurero desistía automáticamente a la idea.

Pero estaría faltando a la verdad si dijera que aquella quimera había dejado de seducirme. Ya que mis ansias por encontrar alguna respuesta seguían encendidas.

Siempre he sido un hombre testarudo y esto me llevó a no entregarme tan fácil a la irresistible idea de ser el protagonista de un gran hallazgo.

Para entonces otra vez me encontraba inmerso en mi rol de aventurero o cazador de enigmas, quizás por eso sentía que debía conocer y descifrar algunos de los tantos enigmas que se encontraban ocultos entre aquellos relatos fabulosos. Así que durante los siete días restantes volqué mi atención a la lectura, pues en el pueblo había gran cantidad de información bibliográfica sobre todos aquellos temas.

De esta manera disimulaba un poco mi fracaso como expedicionario. En ese lapso de tiempo me volví un comprador compulsivo de todo libro que contuviera referencias, detalles, cualquier dato al respecto que me pusiera tras una pista.

Pero sí hubo algo de mis expediciones que seguía respetando. Pues mis largas horas de lectura las realizaba durante las noches. Al calor de los leños y con una taza de café bien caliente. El silencio y la distancia que reinaba en la vigilia ofrecían cierto bienestar a mis pensamientos por lo que disfrutaba de las mágicas horas de lectura, en donde mi imaginación se sumergía en historias y narraciones tan fantásticas como sentidas. Me volvía tan libre entre todo ese mundo literario, que en reiteradas oportunidades y sin darme cuenta el amanecer me recordaba que debía descansar.

La soledad de la noche de pronto se llenaba de luz, de una energía tan placentera y confortable que sería imposible describirla en simples palabras. Debo ser sincero, en aquellas noches he llegado a interpretar y conocer más sobre todos estos temas, que durante mis heladas y sufridas caminatas.

Y a pesar de ser solo un turista, forastero en tierras lejanas a mi historia personal, he llegado a comprender algo de toda esa magia tan indescifrable como fascinante. Recuerdo que durante la ante última noche, mientras recorría extasiado el cósmico relato de un viejo libro, me topé con un pequeño papel doblado en varias partes, entre las páginas desgastadas por el tiempo. Al desplegarlo pude darme cuenta que se trataba de una servilleta, en la que se podía distinguir con claridad un extraño mapa.

El mismo señalaba cómo llegar a la puerta de una ciudad. Y a pesar de no tener nombre alguno escrito, supuse de inmediato que se trataba de la ciudad intraterrena de Erks pues hacía referenciaentre otros temas, a los tantos secretos que guarda esta ciudad y sus alrededores. Aquella que desde hacía más de medio siglo había sido buscada por espiritualistas, aventureros y especialistas contactados por seres de otros mundos. Para entonces sabía, por toda la información obtenida, que existían afirmaciones de este asombroso lugar. Maravillosa ciudad, habitada por seres extraterrestres desde tiempos remotos… Es más, hay quienes sostienen que los últimos en convivir directamente con estas sorprendentes entidades fueron los aborígenes autóctonos de la zona.

Si algo le faltaba a todo lo que hasta entonces me había sucedido en aquel pueblo encantado, era toparme con semejante descubrimiento.

No podía creer lo que tenía entre mis manos, me sentía tan confundido como pleno por lo que acababa de descubrir. Un escalofrío recorría mi cuerpo produciéndome un cosquilleo desde la cabeza hasta los pies.

Mi asombro era tan grande que en reiteradas oportunidades busqué pruebas para asegurarme que no se tratara de un sueño, no sería extraño que esto pasara, debido a mi creciente obsesión por estos temas.

Pero de inmediato constaté que todo lo que estaba sucediendo era un prodigio sí, solo que esta vez estaba ante mí y era real.

Allí me encontraba yo, un aventurero frustrado que había renunciado a mis duras expediciones, al pie del cálido hogar acompañado por el silencio de la noche, mientras el viento golpeaba las viejas ventanas de madera, con un descubrimiento tan extraordinario como inesperado entre mis manos.

No podía encontrar explicaciones a esta situación. Me pregunté una y otra vez ¿cómo había ido a parar aquel mapa amarillento a las páginas de ese desgastado libro?

Calculé por el color del papel y su rigidez que llevaba muchos años allí, era evidente que nadie lo había descubierto.

En ese preciso instante se me vino a la mente la imagen de uno de los tantos soñadores optimistas que habían intentado dar con aquel sitio, dibujando el mapa sobre aquella servilleta en algún viejo café del pequeño pueblo. Sentí nostalgia ante esa escena, ¿quién habría sido aquel hombre?

¿Había encontrado la puerta de Erks? Me quedé un buen rato reproduciendo en mi mente aquella imagen, buscaba respuestas sobre ese sujeto, que obviamente no hallaría.

Pero de pronto la lógica me trajo nuevamente a la tierra. Entonces pensé que probablemente esto que acababa de descubrir sería solo un borrador de una de las tantas investigaciones sobre el tema. Seguramente el verdadero mapa ya terminado y los detalles del mismo se encontrarían en algún otro libro.

Trataba así de quitarme protagonismo ante semejante prueba, pues al fin y al cabo, yo no era nadie para tener este privilegio. Pero a la vez no podía evitar alegrarme al observar entre mis manos la imagen de un bosquejo que supuestamente señalaba como acceder a un sitio al cual solo unos pocos venturosos habrían podido llegar.

Para entonces la noche de lectura se había prolongado tanto, que el cansancio terminó por vencerme.

Al día siguiente, mejor dicho un par de horas después, desperté pensando en ir a buscar el libro que contuviera el mapa de Erks ya terminado, y así desechar por completo la idea remota que yo tuviera algo que ver con todo aquello aunque ya estaba agarrada a mi conciencia como quien se aferra a una roca para no caer al abismo.

De ninguna manera podría ser cierto que tal descubrimiento me perteneciera.

Así que me tranquilicé y me dirigí junto a mi familia al centro comercial donde iríamos a comprar algunos presentes regionales para nuestros allegados. Obviamente que mi interés principal no estaba en adquirir ningún regalo, pero sería bueno compartir la soleada mañanacon los míos.

Además tenía pensado pasar por la vieja terminal para constatar el horario de partida hacia la ciudad, lugar desde donde abordaríamos el tren de regreso a casa.

Debo reconocer que siempre he sido un tanto meticuloso, es por eso que veía necesario ultimar los detalles del retorno que emprenderíamos a primera hora del día siguiente.

Una vez en el centro nos dispersamos, cada uno fue en búsqueda de lo que quería comprar, en ese momento me pareció oportuno recorrer las pequeñas y exóticas tiendas perfumadas de sahumerios de todo tipo, en donde había adquirido la mayoría de mis libros.

Ingresé a cada comercio preguntando una y otra vez, si tenían algún libro con el mapa que indicaba el lugar exacto en donde estaba ubicada la puerta hacia la mágica ciudad intraterrena.

Pero una y otra vez también la respuesta fue la misma por parte de aquellas amables personas, quienes afirmaban que no existía tal mapa, y que mucho menos un libro que contenga semejante información.

Lo tomé con calma, pensé que seguramente más tarde encontraría una explicación racional a todo este tema, que por cierto me comenzaba a intrigar un poco, sobre todo porque algo en la expresión de la mirada de todos a quien consulté parecía turbarse luego de mis preguntas. .

Ahora debía ocuparme de la partida del día siguiente.

Pues como dije antes soy un tanto meticuloso y no quería dejar pormenores al azar.

Fue allí cuando la tranquilidad típica del lugar se vio alterada por primera vez en tantos días, pues al llegar a la estación de ómnibus, un pequeño grupo de personas con pancartas en sus manos claramente reclamaba algo.

Era una situación rara e inesperada entre tanta calma y sinceramente me sorprendió un poco, pero mayor fue mi asombro cuando luego de indagar entre las personas que se encontraban allí, descubrí entre el clima hostil que podía percibir, que quienes estaban reclamando eran los choferes de los micros que unían el alejado pueblo con la ciudad principal. Intenté obtener algún tipo de información, lo cual se transformó en una tarea difícil entre tanto alboroto, pero al cabo de unos minutos una de las ventanillas se abrió y desde el interior se pudo oír claramente una voz que informaba a los pasajeros que nos encontrábamos rodeando las boleterías.

La noticia fue contundente y decepcionante, absolutamente todos los servicios se suspenderían por el lapso de 48 horas.

A partir de ese preciso instante ningún ómnibus saldría del pueblo.

Solo se limitaron a decirnos que los motivos eran de índole privados, luego la ventanilla se cerró de manera enérgica y ya no se volvió a abrir.

Me quedé parado sin comprender demasiado, naturalmente no lo podía creer, pues luego de la tajante información, se había desmoronado en un segundo todo lo que había planificado de manera anticipada.

Enseguida me di cuenta que el problema era aún mayor, pues la casa debía ser deshabitada por la mañana siguiente, ya que los nuevos inquilinos llegarían apenas nos hubiéramos ido. Como si todo esto fuese poco debíamos sumarle a la lista de inconvenientes que perderíamos el tren a Buenos Aires sino llegábamos a tiempo para arribar al mismo.

El problema era serio por donde se lo mire y si bien me sentí desorientado al principio, rápidamente me di cuenta que debía tomar al toro por las astas y buscar algún tipo de solución lo antes posible. Así que comencé a actuar, tomé como primer medida buscar entre la hospitalidad de los lugareños alguna salida. Pero estas personas en extremo distendidas, solo atinaban a responderme sin preocuparse demasiado, que me tranquilizara.

La razón era sencilla, no había mucho por hacer. Pues la única solución era que los ómnibus comenzaran a funcionar pronto, ya que no existía otra manera de llegar a la cada vez más lejana ciudad.

Sentí que nadie en este lugar entendía lo que me estaba ocurriendo, y debo ser sincero, tanta pasividad y tranquilidad por parte de esta buena gente, comenzaba a ofuscarme de manera extrema.

Para entonces mi desesperación aumentaba y era más que entendible mi desequilibrio emocional, pues me encontraba entre montañas, con poco dinero, debía abandonar la casa rentada y para colmo no podía abordar el micro a pesar de contar con mis boletos.

De golpe me di cuenta que el tiempo había pasado precipitadamente, quizás como jamás me había sucedido y en medio de todo eso, la noche comenzaba a adueñarse del paisaje. Aquí terminé por convencerme de que estaba en apuros. Entonces comenzamos a caminar sin rumbo fijo, mientras la resignación se acrecentaba a cada paso.

De pronto en una esquina alejada del centro, pude observar sobre la fachada de una antigua casa un pequeño cartel escrito a mano en el que se podía leer claramente «viajes a la ciudad, salimos mañana 6.00 am».

No lo podía creer, pensé que nuestra suerte comenzaba a cambiar.

Sin dudarlo me acerqué de inmediato, anticipándome a cualquier persona que estuviera pasando por lo mismo, pues sentí algo de temor ante la posibilidad de no conseguir los cinco lugares que necesitaba para toda la familia.

Al llegar intenté disimular mi desesperación, pues era más que evidente que el sujeto que ofrecía la solución que aparecía frente la nada, debía ser un oportunista, que enterado de lo que estaba sucediendo querría sacar el mayor de los réditos, especulando con la situación por la que estábamos atravesando los desahuciados pasajeros. En uno de los costados de la añeja puerta colgaba una pequeña campana de bronce, inmediatamente la hice tintinear esperando que saliera aquel especulador, que me trasladaría hasta la ciudad cobrándome una suma de dinero afín a mi necesidad de regresar. Pensé.

Mis sentimientos mutaban súbitamente, pues apenas unos minutos atrás el modo tan despreocupado y optimista con el que se posicionaban ante las dificultades aquellas personas, me hicieron anhelar las oportunidades que se me presentarían en la gran ciudad, entre tanta gente codiciosa, al buscar solucionar mis problemas en una situación de esta índole.

Pero al encontrarme parado esperando ser atendido, me sentí decepcionado, sintiendo que era una pena que en aquel mágico pueblo, también existieran personajes capaces de aprovecharse de la necesidad de los demás.

Enseguida me di cuenta que no era momento para ponerme a profundizar sobre todas estas cuestiones, ya que lo primordial era asegurar la vuelta al hogar de todos nosotros.

Así que toqué de nuevo y por fin la desvencijada puerta se abrió, haciendo tanto o más ruido que la campana.

Del otro lado se asomó un hombre de cabellera blanca y un aspecto realmente insólito, al igual que todo en aquel sitio.

-¿Sí?

Preguntó, como queriendo demostrar poco interés.

-Buenas noches señor, disculpe la molestia, pero me acerqué porque vi el cartel y simplemente quería averiguar al respecto.

Respondí señalando el improvisado letrero con el dedo índice y traté de disimularmi enorme afán por obtener los lugares para todos.

-¿Qué cartel?

Dijo doblegando la apuesta. Pensé.

-¡Cómo qué cartel! Ése en el que claramente dice que mañana a las 6.00 am sale un vehículo hacia la ciudad. Por favor hombre no se haga el distraído, que si estoy aquí es porque sí o sí necesito llegar a tiempo mañana mismo a la estación para abordar el tren a Buenos Aires.

Al terminar de expresarme me di cuenta de mi gran error, acababa de perder la pulseada con aquel oportunista, ya que le había demostrado el grado de mi problemática.

Me quedé parado sintiéndome un idiota ante un ambicioso que ahora se aprovecharía de mi debilitada billetera. -Cierto el cartel, lo había olvidado. – Respondió indiferente

-Quédese tranquilo que mañana a la hora señalada paso por ustedes, además tengo lugar de sobra para todos.

Concluyó y se perdió detrás de la inmensa puerta sin dar más explicaciones. Tampoco se me ocurrió pedirlas, a ver si todavía se arrepentía de querer llevarnos. Raudamente me dirigí rumbo a nuestro circunstancial hogar, debía apresurarme a dejar todo listo y en orden, pues al día siguiente tendríamos que madrugar.

Para entonces, todo lo mágico y fantástico se había desvanecido, incluso creo que dejé de prestarle atención al maravilloso paisaje que envolvía a ese hermoso pueblo, el mismo que nos había deslumbrado desde el primer día. Era lamentable, pero mi mente y mi corazón ya se estaban alejando de todo sentimiento mágico. Pensé que era una lástima no poder despedirme de aquel sitio en otro contexto. Era como si la nada que me abrumó e hizo que desistiera de mis exploraciones en busca de misterios en las noches, reapareciera, pero esta vez no para que desistiera de la búsqueda, sino para inmovilizarme, impidiendo mi vuelta al lugar al cual pertenecía. Reconozco que me sentía apenado y mientras acomodaba mi ropa en la valija, se me venía una y otra vez la imagen de las personas que habitan en esas tierras. Su amabilidad y la forma de ver la vida de manera tan optimista, codeándose a diario con leyendas e historias fantásticas, que sumadas al bello paisaje y su mágico e indescifrable cerro, nos estimulaban a intentar buscar quienes somos.

Si alguien me preguntase ¿por qué?, no creo tener la respuesta, pero si puedo asegurar que en este pueblo hay algo que nos cambia y nos mejora como personas. Es por todo esto que no tengo dudas, que voy a recordar por siempre este lugar, y agradezco al destino el haberme permitido conocerlo.

Mientras todo esto daba vueltas por mí cabeza. Me acobijaba la idea de sentir y darme cuenta de que algo de aquel sitio vendría conmigo, pero también no tuve dudas de que algo de mí se estaba quedando para siempre en ese hermoso y mágico lugar y que todo esto de la partida frustrada era como una señal, tal vez para que no me fuera porque ya había comenzado a pertenecer al entorno que me envolvía. Ya no iba a alejarme jamás de estas entrañables tierras. Sentí que tal vez el primer renglón de mi nuevo destino comenzaba a escribirse en ese preciso instante.

Capítulo III

Un mágico regreso

La noche parecía eterna y al terminar de ordenar por completo el equipaje, recién pude detenerme a pensar con mesura en todo lo ocurrido durante ese largo y agitado día.

Entonces, innumerables preguntas sobre lo sucedido comenzaron a dar vueltas por mi mente, intentando comprender los extraños sucesos que se me habían presentado de manera repentina.

Fue allí, en medio del silencio, mientras observaba a mi familia durmiendo, cuando me di cuenta que jamás había cerrado un trato de manera concreta con aquel desconocido y raro sujeto, quien había prometido llevarnos a la ciudad. No llegaba a comprender como se tornó tan complicado el simple hecho de regresar, si todo marchaba bien y sin sobresaltos hasta ese último día. Pero inesperadamente unas seguidillas de acontecimientos emergían desde cualquier recoveco poniéndonos trabas para no marchar, comencé a hacerme preguntas sobre si esto se trataba de algo premeditado, y si era así ¿por qué y por quién o quiénes?

¿Cómo había llegado hasta esa esquina? Es más, si debería regresar a tocar nuevamente la pequeña campana de bronce, lo más probable es que no lo consiguiera por el simple motivo de que no recordaba el camino. Pues a pesar de haber recorrido minuciosamente cada rincón del pueblo en mi afán por conocer, jamás había visto aquella solitaria esquina y su envejecida fachada. Que por cierto en mi rol de turista, me habría detenido a observarla, ya que siempre me llamó laatención este tipo de construcciones antiguas. Sobre todo por la imponente puerta de madera labrada, cuyo grosor llevaba a pensar que guardaban la entrada a un sitio muy especial como una fortaleza, un templo, un castillo.

¿Sería suficiente el escaso dinero con el que contaba para pagar por segunda vez mi complejo regreso? Además éste último seguramente sería más costoso. ¿Pasaría por nosotros aquel sujeto a las 6:00 am como lo había prometido?

Mi mente deambulaba por una nebulosa de confusas preguntas, sin siquiera tener una sola respuesta concreta para alguna de ellas. Las horas fueron pasando aletargadas por la ansiedad de la espera durante la fría noche de Punilla.

Debo haber visto cientos de veces el antiguo reloj de pared en mi insomnio lleno de cavilacioneshasta que de pronto una de las tantas preguntas soñolientas me dejó tan helado como el vidrio de la ventana sobre el cual me estaba quedando dormido, apoyando mi rostro sobre el mismo. ¿Cómo haría para llegar hasta nosotros, si jamás le había dado la dirección por dónde debería pasar a buscarnos?

No lo podía creer, había cometido un gigantesco e imperdonable error, que ponía nuevamente mi viaje a la ciudad en riesgo.

Entre tanta confusión había olvidado el detalle más importante, de inmediato me puse de pie despabilándome por completo en apenas segundos. Comencé a

despertar a todos y entre mis gritos y elaturdimiento de los demás, de pronto pude oír una bocina que sonaba con insistencia desde la calle.

Miré el reloj una vez más, marcaba con exactitud la hora que habíamos fijado,salí rápidamente atravesando el escarchado patio, entonces pude ver al codicioso y puntual sujeto al volante de un gran vehículo. Era una de esas camionetas que son transformadas en minibús, por lo general tienen dieciséis butacas aproximadamente, no es que yo sea un experto en este tipo de transportes ni mucho menos, simplemente he viajado en reiteradas oportunidades en varios de ellos.

En fin, le hice seña de que me aguardara un instante porque debía ir por mi familia y el equipaje, a lo que el hombre respondió asintiendo con su cabeza.

Apresuradamente tomamos todas nuestras pertenencias y nos dirigimos hacia la parte trasera de la camioneta, pues allí se encuentra ubicado el baúl en donde los viajantes colocan sus bolsos. Pero el sujeto que hasta entonces no había emitido palabra alguna, bajó del vehículo para abrir la puerta lateral del mismo y nos pidió amablemente que pusiéramos nuestras cosas sobre el resto de las butacas.

-¡Pero no hombre! Las demás personas no viajarán cómodas si colocamos nuestras valijas allí. -Dije intentando ser solidario con los demás pasajeros.

-¿Qué otras personas? Ustedes son los únicos que debo llevar a la ciudad, ya que nadie más parece haber visto mi cartel. – Respondió mientras esbozaba una muy leve sonrisa.

Hicimos caso a lo solicitado y comenzamos a ubicar cuidadosamente todas nuestras pertenencias sobre los asientos, ocupando no más de ocho en total, quedando vacíos los demás.

Nuevamente pensé sobre lo costoso que me saldría todo aquello, ya que por lo menos este hombre debía justificar su trabajo y el combustible requerido para tantos kilómetros. Evidentemente en el aspecto económico estaba en serios problemas.

Pero ya no había mucho que hacer al respecto, además lo imprescindible era iniciar nuestro regreso de una vez por todas, el resto de los detalles veríamos luego cómo resolverlos.

Así que nos ubicamos y nos dispusimos a emprender el viaje. Mi esposa y yo nos sentamos en la fila donde habíamos colocado los bolsos, mientras que nuestros tres hijos, Agustín, Felipe y Camilo enla siguiente, justo detrás de nosotros.

El hombre cerró el portón lateral, subió ubicándose al volante, puso a andar el motor y comenzamos el ansiado retorno. Creo que no habían transcurrido aún treinta minutos desde que abordamos el vehículo, para cuando toda mi familia se había quedado dormida.

Era comprensible, pues tanta tensión vivida el día anterior, sumado a tener que madrugar, no les permitió descansar lo suficiente.

Así que solo quedábamos despiertos aquel hombre enigmático y yo, en absoluto silencio, lo cual debo reconocer, era una situación un tanto incómoda. Entonces me quedé mirando por la ventanilla, esperando que el sueño también me sorprendiera, permitiéndome descansar y reponer energías, pero en lo profundo de mi conciencia no sabía si eso era lo que me convenía hacer, algo me tenía inquieto.

Al cabo de algunos minutos pude darme cuenta que el sueño no vendría por mí, entonces pensé en reiteradas oportunidades en entablar un diálogo, aunque desistí de la idea, pues me parecía imposible conversar con un sujeto cuya expresión no revelaba ninguna sensación y además lo señalaba como el tipo introvertido al ciento por ciento.

Pero además de la impresión que tenía de él, no podía imaginar de qué podríamos hablar. Así que opté por desechar la idea de la conversación por catalogarla de imposible.

Pero cuando comenzaba a acostumbrarme al silencioso viaje y para mi sorpresa, quien inicio la charla fue él.

-¿No puede dormir? -Me preguntó mientras bajaba el volumen de la radio. -Sinceramente no tengo nada de sueño. Respondí sorprendido, encogiendo mis hombros.

-Mucha tensión, seguramente está pasado de sueño por tanto nervio. Trate de calmarse que ya está todo encaminado. Dijo con tono acogedor.

En ese instante, se me vino a la mente la imagen de aquellos lugareños y su cálida hospitalidad.

-Puede ser, sinceramente pensé que no iba a poder irme nunca de su hermoso pueblo.

El diálogo parecía tomar rumbo.

-Es que a veces mi hermoso pueblo, como usted lo llama, no quiere que ciertas personas se marchen de él.

Pude sentir en estas palabras algo de aquella magia merodeando por el aire.

-¿Cómo es eso?

Entusiasmado, me acomodé en el asiento para escuchar más.

-Venga siéntese aquí, así charlamos un rato. Dijo señalando la butaca del acompañante.

A lo que hice caso inmediatamente.

-Cuénteme eso de que el pueblo… Dejé brotar mi entusiasmo pues quería escuchar más sobre aquellas tierras. -Sí cómono, pero antes dígame a qué hora sale su tren hacia Buenos Aires, que quiero proponerle algo.

¿Proponerme algo? ¿Qué será? -Me pregunté.

Pero sin cuestionar nada, tomé de mi billetera uno de los pasajes para verificar correctamente el horario de partida y respondí.

-Córdoba –Buenos Aires horario de salida 17 horas.

Leí textualmente lo que estaba impreso en el pasaje.

-¡Qué bueno entonces tenemos tiempo de sobra! -Exclamó.

-¿Tiempo de sobra para qué?

-Le explico, claro, siempre y cuando usted esté de acuerdo, podemos tomar otro camino que si bien es más largo igualmente llegaríamos a tiempo.

No había escuchado que existiera otro camino, pero algo internamente me impulsaba para que aceptara la propuesta.

– Y dígame, ¿qué tiene de especial ese otro camino? –Indagué.

-La belleza del paisaje es diferente a todo lo que haya visto hasta ahora, pues se va atravesando las sierras, pero principalmente lo que tiene de especial este recorrido, es que pasaríamos por un lugar que según dicen, guarda un gran secreto relacionado con unas de las tantas historias que habitan por aquí. Quizás por mis expediciones truncas y mis ganas de no marchar definitivamente de aquel sitio, no lo dudé y acepté de inmediato la tentadora propuesta.

-Me parece buena idea, además si usted dice que contamos con el tiempo suficiente, no hay impedimentos, así que vayamos por ese camino.

De inmediato el sujeto cambió de rumbo, recuerdo que giró hacia la izquierda y al cabo de unos pocos minutos de marcha ininterrumpida el paisaje comenzó a cambiar de manera extraordinaria.

Por cierto que por aquella zona todo lo visto había sido muy atractivo, pero lo que mis ojos observaban en ese instante era maravillosamente distinto.

Recuerdo que el camino parecía perderse entre las sierras, a tal punto, que de no ser algo imposible, tranquilamente podría afirmar que nos introducíamos en ellas. Todo era muy diferente a lo que había conocido, de pronto el paisaje se volvió tan atípico e irreconocible, que llegué a pensar que habíamos viajado a un sitio asombroso y totalmente ajeno al mundo que conocía hasta ahora.

Enseguida la razón me decía que esto no era viable, pues el lapso de tiempo no hacía factible la posibilidad de alejarnos demasiado.

Pero cuando mi mente intentaba manejar la situación y mis pensamientos, enseguida todo lo que me rodeaba volvía a atraparme y perdía nuevamente cualquier noción del tiempo y del espacio.

Entre tanta belleza era impresionante el verde de las inmensas paredes de aquello que ya no reconocía como simples sierras, además un caudaloso arroyo se iba abriendo camino a medida que avanzábamos, como persiguiéndonos en nuestra marcha.

Me encontraba suspendido en un estadio inexplicable y confuso.

Otra vez la idea de que estaba soñando deambuló por mi cabeza, pero en esta oportunidad era tan placentera mi situación que preferí no constatar tal posibilidad.

Pude observar como aquella hermosa e imponente montaña quedaba a nuestras espaldas, mientras que el camino se iba angostando sin que pudiéramos distinguir qué había al final del mismo.

Y cuando pensé que ya nada podría sorprenderme, pude sentir la presencia de alguien más en los alrededores. Entonces busqué con desconfianza mirando atentamente hacia afuera.

En un principio simplemente creí ver otras personas, pero al afinar mi vista, constaté que quienes se encontraban allí no eran seres convencionales, tampoco podría describir su fisonomía ya que la imagen no llegaba a ser nítida por la luz que irradiaban.

Lo que sí puedo asegurar es que estos seres parecían no conmoverse con nuestra presencia, a pesar de que era evidente que sabían que estábamos entre ellos.

Sentí la aceptación mientras que una sensación de paz descomunal invadía por completo mi interior.

El camino de pronto comenzó a diluirse, provocando un extraño vacío, por este motivo me sentí atraído a mirar hacia el exterior nuevamente, pero lo que las imágenes me devolvían era algo inexplicable.

Parecíamos flotar entre infinitas luces, mientras que una energía tan intensa como acogedora, nos envolvía acompañándonos por aquel extraño recorrido.

De pronto el bellísimo e inalcanzable paisaje se comenzó a apreciar nuevamente, y aquellos seres de luz se volvían imperceptibles a medida que avanzábamos por el camino que otra vez se hacía sentir debajo de nosotros.

Quise ver más, no quería marcharme, pues esa sensación que viajaba por mi interior era asombrosa e incomparable. Pero súbitamente el recorrido se tornó más terrenal, otra vez me encontraba en un paisaje hermoso y tangible.

De pronto fue como volver en sí, se escuchaba nuevamente el motor de la camioneta y de súbito, me acordé del chofer, así que lo miré esperando encontrar en su rostro un grado de asombro como el que habitaba en mí. Pero no fue eso precisamente lo que sucedió, aquel hombre seguía conduciendo mirando hacia el frente como si nada hubiera pasado.

Pensé que me había quedado dormido durante el viaje y que este sujeto simplemente no quiso interrumpir mi delirante y placentero sueño.

-¿Qué le pareció el lugar? – Dijo de pronto.

Era extraño que no se diera cuenta de la siesta en la que me había sumergido profundamente, estando él sentado junto a mí, pero a la vez me pareció bien que no se enterara, pues no quería que se sintiera defraudado por mi falta de respeto.

-Increíblemente hermoso. Respondí luego de un lapso de silencio. Y continué.

-Debo agradecerle el haberme permitido conocer este lugar. Dije sosteniendo mi mentira piadosa. Y pensando en lo que creía que había sido un sueño bello, admirable.

-Está bien no hay problema, ahora si me permite le cuento que es lo que lo hace tan especial a este sitio y vemos si de esta manera podemos reconfortar un poco su desanimado espíritu aventurero.

¿Mi desanimado espíritu aventurero?

¿Cómo sabe este sujeto?…

-¡Mire hacía allá!

Exclamó interrumpiendo lo que estaba pensando.

-¿Hacia dónde?

-Allí entre esos picos, detrás de toda esa maleza.

-Sí veo, ¿Qué hay allí?

-¿Acaso no recuerda que anduvimos por esos sitios? -Dijo con tono desanimado.

Sinceramente el lugar que me estaba señalando me parecía familiar, pero no era exactamente lo que había visto. Entonces pensé que el cansancio me había jugado una mala pasada y que era muy probable haber mezclado en mi estado soñoliento la realidad con la imaginación.

-Claro que recuerdo. -Respondí dubitativo El sujeto esbozó una sonrisa pícara, pensé entonces que todo ese tiempo supo muy bien de mi irrespetuosa siesta.

-Bueno entonces continúo. Según cuenta la leyenda es justo allí donde se encuentran los portales que conducen hacia la ciudad de Eloah, rodeados de verdes y frondosas paredes de vegetación. El paisaje es muy similar al cerro mágico de mi pueblo aunque mucho más grande. -También dicen que su belleza descomunal no pude ser comparada con nada de este mundo y que sus habitantes son seres que irradian tanta paz y bondad que hacen que este sitio se asemeje al paraíso, o que lo sea.

Además la leyenda dice que es tan poderosa su energía que quienes habitamos en sus alrededores de alguna manera somos influenciados por ella. Quizás eso explique el motivo que hace especial a la gente de mi pueblo.

-¿Eloah? Disculpe que lo interrumpa, pero jamás había oído, ni leído sobre ese lugar.

En cambio sí obtuve información de la ciudad de Erks. – comenté sin ánimo y con timidez de interrumpir el entretenido relato.

-Erks está al alcance de aquellos que sepan entender los mensajes que allí habitan. Tal vez porque las respuestas que nuestras existenciales almas buscan en esta transición llamada vida, nos estén aguardando con los brazos abiertos para encontrar el verdadero sentido de este recorrido que nos llevará por fin a dónde pertenecemos todos. En este plano es en Erks donde nos preparamos para abrir por fin la puertahacia el sitio más difícil de acceder. Esta comarca a la que hago referencia se encuentra en lo más profundo de nosotros mismos, es allí donde el infinito universo se expande sin que seamos conscientes de esto. Ambas Eloah y Erks de algún modo están comunicadas, pues no se puede llegar a la meta sin antes haber transitado el camino hacia la misma. Pero para entender el final, querido amigo, hay que comenzar por el principio.- Afirmó con absoluta seguridad, y continuó.

-Eloah es un lugar que solo pude observarse con el corazón, solo cada uno de nosotros posee la capacidad para descubrirlo puesto que no se encuentra oculto, ni siquiera está debajo de nada. Sino que se halla al alcance de los que abren sus almas.

El camino es como cada uno lo imagine y lo dibuje en su mente.

Un sujeto hace ya mucho tiempo dijo haberlo conocido incluso lo describió con lujos de detalles, pero jamás dejó nada escrito, ya que solo daba estas descripciones a través de sus relatos en un viejo café de mi pueblo a quienes se disponían a oírlo.

Muchos se burlaron de este hombre, incluso llegaron a tratarlo de loco. -Solo unos pocos lo tomaron enserio y creyeron lo que él decía. Estos últimos fueron quienes mantuvieron viva esta leyenda pero tengo la certeza de que algo más intuían porque eligieron mantenerlo en secreto. El hombre es tan extraordinario como impredecible y por eso lo preservaron solo a través de algo legendario y anecdótico. Quizás para resguardar aquella historia de futuros oportunistas.

Leyenda que hoy vuelve a tomar sentido, pues en un mundo donde la codicia y la maldad se impusieron al resto de los valores, las almas buscan inevitablemente el éxodo hacia Eloah, tratando de retomar el camino espiritual.

Camino que por cierto, se comienza a transitar en la sorprendente y quizás milagrosa, ciudad de Erks, donde nos reconoceremos con los seres de luz que guiarán a nuestras almas al inicio de un eterno vuelo.

Nadie supo jamás quien era aquel hombre, ni cómo se llamaba y mucho menos de donde había llegado. Dicen que cansado de que no le creyeran la historia en la que describía aquel paraje y en la que contaba cómo llegar a Eloah, dibujó un mapa en una servilleta, dando por única vez una prueba escrita para demostrar de modo fehaciente, la veracidad de sus dichos.

Pero al ver que aquellas personas seguían siendo incrédulas e incapaces de abrir sus corazones, rápidamente guardó el mapa entre las páginas de uno de los libros que llevaba consigo y desapareció, algunos dicen que se esfumó entre la gente como si fuera un haz de luz.

Ya nunca más volvieron a verlo en el pueblo y hoy muchos lamentan las burlas que le hicieron sino, no haberprestado atención a lo que con tanto empeño explicaba una y otra vez a quien quisiera prestar oídos.

Siempre quedará la duda entre todos nosotros de lo que habría sucedido si la actitud tomada hubiera sido escucharlo y seguir sus pasos.

Tal vez aquel simple hombre, tenía razón y sabía cómo llegar al sitio que hoy tantos años después seguimos buscando y añorando e imaginando para que se transforme en una realidad de vida para todos nosotros.

En fin, esto es apenas un resumen de la leyenda sobre Eloah y de aquel visionario o iluminado, vaya uno a saber, que por cierto ha dejado un legado involuntario que vuelve a tener sentido.

-Y usted, más allá de todo lo que me ha estado refiriendo, ¿qué piensa de todo esto? – lo interrumpí, porque necesitaba que me dejara volver con el pensamiento al mapa, a mi mapa, a mi Eloah, porque ahora estaba seguro que el destino no había puesto el libro en mis manos por casualidad. El hombre respondió continuando con el relato.

-Si fue cierto o no, quién pude saberlo. Y aunque sea difícil de creer hay quienes afirman que aún hoy, el tan ansiado mapa, sigue dando vueltas por mi pueblo entre las páginas de algún viejo libro.

Culminó su relato y un silencio absoluto se adueñó de la escena, mientras que yo simplemente no podía creer lo que acababa de oír, me quedé absorto en aquella butaca sin poder emitir palabra alguna.

No sabía si se trataba de una broma de mal gusto. Lo cual descarté de inmediato pues era imposible, ya que ni siquiera mi familia estaba informada sobre el mapa. Pero bien podía ser parte de algún tipo de estrategia del chofer para incrementar el costo del viaje, y si así fuera, qué esperaba de mí. No soy un hombre adinerado, ni nada que se le parezca, lo que descartaba esa absurda presunción de mi parte.

Y si bien me sentí un tanto observado por un instante, me tranquilicé al darme cuenta que solo yo sabía de mi gran hallazgo. ¿O no era así? ¿Por qué solo nosotros fuimos sus viajeros?

Sin ánimo de conversar solo atiné a mirar por la ventanilla, tratando de acomodar mis ideas ante todas estas extrañas situaciones que se iban sucediendo en una simple camioneta durante aquel viaje que se había tornado realmente raro. Tampoco quería hablar demasiado, temía que los nervios y la intrigan por todo lo que venía ocurriendo me jugaran una mala pasada.

Además aquel hombre que en un principio había sido para mí un oportunista y luego se transformara en un amable chofer, de pronto se convirtió en alguien que a través de sus relatos era capaz de crear un clima sumamente mágico, al punto de hacer sentir a quien lo escuchase, la sensación de que conocía realmente aquella ciudad a la que hacía referencia. Es más hasta llegué a oler sus aromas y respirar su aire al que imaginé o creí liviano, etéreo, puro en extremo, prístino.

Este extraño sujeto parecía respetar nuevamente mi silencio y aunque parezca raro, por momentos tuve la sensación que podía inmiscuirse en mis pensamientos. Eso me hizo dudar y por un instante pensé en contarle sobre mi hallazgo, pues me sentía observado en mi interior.

No, no podía ser. Imposible. Mi afán de aventurero, explorador fallido buscaba cualquier excusa para obtener un trofeo. Enseguida me di cuenta que todo aquello era algo ridículo. ¡Cómo podría saber lo que ocurría en mi mente! Me di ánimo internamente ante la absurda idea.

Entonces intentando disimular mí secreto y para que no se haga evidente que algo ocultaba, decidí entablar nuevamente nuestra amena y entretenida conversación.

-¿Y usted? – Pregunté intentando parecer relajado.

-¿Yo qué?

-¿Qué piensa usted de todo esto que me cuenta?

-Es que no se trata de pensar, sino de sentir ¿No le parece?

Su tono de voz me llamó la atención, no sé muy bien porqué, pero sonaba sumamente convincente.

-Si está muy bien todo esto que usted dice, pero qué pasaría si algún día se encontrara el mapa, seguramente todo cambiaría. Ya que de esa manera se sabría con exactitud si existe o no aquella ciudad. Respondí mirando el paisaje, sintiéndome el dueño de la verdad absoluta y creyendo que tenía entre mis manos una prueba contundente e irrefutable.

-Le repito amigo mío, se trata de sentir y creer. El mapa solamente es un papel, pues el verdadero camino hacia Eloah se halla únicamente con el corazón.

Además, si alguna vez alguien encontrara el mapa debería tener la sabiduría suficiente para comprender semejante señal.

Ese tipo de señales sepa usted, solo pueden comprenderse con el alma, pues la razón que desde tiempos remotos nos marcó el camino a seguir, no tendría la capacidad de entender todo aquello que no encaja en lo que llamamos normal.

No se olvide que a los hombres que alguna vez dijeron conocer un lugar diferente, en donde reinaba el amor, la bondad y lo justo, se los vapuleó y se los expulsó de éste mundo de sabios. Sabios que se creen capaces de manejar los parámetros de lo racional y que ven a estos maravillosos individuos como escollos para su codicia y su maldad. Mientras tanto como ovejas de rebaño simplemente aceptamos como naturales sus egoístas ideas.

¿Se da cuenta de lo anormal que resulta ser lo normal? Es por eso que sostengo que nadie puede sentirse dueño de la verdad absoluta.

Definitivamente este hombre no era un chofer común y corriente, y otra vez tuve la sensación de que podía saber lo que pasaba por mi cabeza. Ya no era un hecho casual que sus palabras fueran siempre una respuesta a mis pensamientos.

Decidí hacer silencio y tratar de acomodar esas extrañas ideas que deambulaban por mi interior.

¿Podía ser posible que este sujeto supiera lo que estaba pensando?

Al cabo de varios minutos la razón, esa que tanto criticaba este hombre, me hizo pensar que todo esto estaba alterándome, al punto que había perdido el eje por un lapso prolongado durante el viaje.

Me aferré a la idea de que me encontraba ante un fanático con buena oratoria y gran poder de convicción. Al fin y al cabo era el chofer que al llegar a la ciudad me cobraría una suma abultada de dinero. La cual esperaba no se hiciera aún mayor por la excursión y todo el entretenido cuento. Después de todo podría tratarse de una persona que miente y cree en sus mentiras, alguien que crea su propia realidad como una forma de escape hacia otros mundos.

Así que busqué resguardarme en una postura absolutamente opuesta a todo lo que había escuchado hasta entonces, ya que no era sensato o habitual por lo menos, nada de lo que había estado pasando y eso obviamente me inquietaba bastante.

O sea que la razón y lo normal me traían nuevamente a la cotidianidad, rescatándome de todo aquello que no llegaba a comprender, pero que a la vez me resultaba placentero y entretenido. Pero como buena oveja del rebaño, diría este sujeto, opté por la posición más cómoda. Y ya no quise continuar conversando.

Lo que me seguía incomodando, era que en esos silencios, en los que creía hallar cierto resguardo entre tanto misterio, aquel hombre simplemente sonreía mientras conducía mirando al frente como si pudiera interpretar mis secretos.

Para entonces todo lo que estaba ocurriendo era muy raro. Pero aquel hombre y yo a través de un invisible pacto parecíamos haber aceptado las reglas del juego.

Hablábamos sin pausas por momentos prolongados y de repente el dialogo, que se tornaba tan ameno como mágico, caía en baches de silencios tan profundos como los pensamientos que daban vueltas por mi cabeza. Tal vez en la mente de él estuviera ocurriendo lo mismo. Imaginé. Pero lo más extraño era que luego la conversación continuaba, pero no era el hilo conductor lo último que habíamos mencionado, sino que nuestra charla era una prolongación de lo que estábamos pensando, como si estuviésemos conectados de algún modo.

Para entonces, ya tenía bien en claro que esta situación no encajaba para nada en los parámetros de la lógica, y seguramente él también debería tener la misma idea.

Más allá de todo, nos fuimos internando en una increíble y afianzada conversación una y otra vez a lo largo del viaje.

De repente aquellas sensaciones de estar sumergidos en un mundo de emociones e imágenes fantásticas, comenzaron a diluirse. Al mismo tiempo que ese maravilloso paisaje se tornaba cada vez más palpable, vivo y presente.

Entonces pude ver otros vehículos circulando, cosa que hasta ese momento no había sucedido. Tal vez no porque no estuvieran allí, sino porque seguramente no habría prestado atención. Pensé.

A lo lejos se podían observar de forma aislada alguna que otra casa, y más allá los picos de los edificios se asomaban, supuse que sería el principio de la urbanización.

-Estamos llegando a destino. Dijo el chofer, ratificando mi suposición. Ante el aviso me fui hacia la parte trasera de la camioneta, donde los demás aún dormían profundamente.

-¡Vamos todos arriba que ya estamos llegando!

Fui despertándolos mientras pensaba que era una verdadera pena que no vivieran aquella maravillosa y paradójica experiencia. Aunque debo reconocer que ni siquiera yo sabía, que era exactamente lo que había ocurrido en el confuso trayecto.

En pocos minutos el chofer había estacionado la gran camioneta justo en la entrada de la estación del ferrocarril.

Fuimos descendiendo rápidamente bajando los bolsos, mientras que el amable sujeto nos ayudaba. Después saludó de manera cordial a cada uno de los integrantes de la familia, para luego estrechar mi mano con firmeza, mirándome fijamente a los ojos.

-Bueno llegamos. Dije tímidamente soltando su mano para tomar mi billetera de uno de mis bolsillos.

-¿Qué hace buen hombre? Exclamó -Pagarle, es lo que corresponde ¿no?

-Y dígame, ¿Cuánto va a pagarme? Si usted y yo, sabemos muy bien que jamás cerramos un trato de manera concreta.

-No voy a aprovecharme de su hospitalidad, además tengo dinero suficiente para pagarle. Insistí. Mientras la vergüenza por haber pensado mal de aquel hombre se adueñaba de mí por completo.

-No piense eso, usted no tiene la culpa de que siempre la necesidad de algunos, alimente la codicia de otros.

Otra vez parecía leer mis pensamientos. -Y por cierto, el poco dinero que le queda puede ser de gran utilidad, pues aún tiene que recorrer muchos kilómetros en ese tren.

Me palmeó el hombro amablemente y se fue hacia la camioneta ubicándose al volante de la misma.

Creí que debía agradecerle semejante gesto, así que fui rápidamente hacia donde se encontraba, antes de que se marchara.

-¡Oiga, no se vaya! Me acerqué y apoyé ambas manos en la ventanilla.

-Muchas gracias, pero sepa usted que si alguna vez vuelvo a su pueblo le voy a resarcir este inmenso favor.

-¿Alguna vez? – Preguntó, esbozando una sonrisa.

-Usted y su familia, aunque aún no se han marchado, sé muy bien que ya están volviendo.

Me quedé parado intentando entender lo que acababa de decir.

-Eso sí, solo quiero que sepa una cosa más. Cuando eso suceda no me busque, ni a mí, ni a nada que desee encontrar verdaderamente, utilizando un mapa hecho por otra persona. Simplemente déjese guiar por su corazón, pues para llegar a donde usted se dirige la única exigencia es creer.

Capítulo IV

El tren a casa

Al arribar al viejo vagón de madera, imaginé que el sueño por fin me atraparía y entonces podría descansar un poco de todo el duro trajín vivido hasta ese momento.

Pero a los pocos minutos me di cuenta que dormir sería una tarea difícil, pues mi familia que había descansado lo suficiente durante todo el viaje en camioneta, estaba tan despierta como ruidosa.

Los niños no paraban de jugar y cantar, mientras que mi esposa les comenzaba a preparar un refrigerio para calmar el abundante apetito, debido a que no habían probado bocado alguno desde la mañana.

La escena era agradable y divertida, y no dudo en reconocer, que en otra ocasión yo también hubiese participado de la misma. Pero sentía algo raro en mi pecho, no entendía muy bien que era lo que me sucedía y aunque tenía hambre y sueño para entonces, no podía dejar de pensar en las diferentes circunstancias que se habían suscitado durante la estadía en aquel pueblo que se me hacía encantado.

Todo daba vueltas por mi cabeza. Pensaba en la cordialidad y amabilidad de los lugareños, cualidades que ya comenzaba a añorar. Pues en aquel tren el clima entre las personas se percibía diferente. Tal vez me encontraba susceptible ante todo lo que me rodeaba, pero era evidente como la indiferencia mantenía distante a tanta gente, a pesar de estar todos en un mismo vagón.

Aún podía sentir el crujir del pedregal mientras caminaba por las calles desniveladas que conducían hacia aquel hermoso y mágico cerro, rodeado de un río cristalino que parecía abrazarlo, embelleciendo aún más el paisaje. El frío de sus noches, el viento golpeando y haciendo crujir las viejas ventanas, las leñas ardiendo en el rústico y antiguo hogar. Pero principalmente todo aquello que no podía verse era lo que hacía más mella en mi corazón.

Pues era claro que, ahora encontrándome en un contexto más real, que nosotros mismos habíamos sido diferentes en nuestra estadía en un sitio, donde las almas parecían liberarse.

Jamás me había sentido tan bien y tan feliz, como en aquellos lugares que recorrí durante mi quimérico sueño.

Pero, en verdad. ¿Habría sido un sueño?

De pronto sentí perderme, me encontraba nuevamente en un confuso estadio, aun profundamente sorprendido por aquel hombre y su magnífica descripción sobre la prodigiosa ciudad de Erks, la misma que se hallaría a tan solo pasos de todos nosotros y que sería el camino hacía Eloah, lugar donde las almas se envuelven en luz definitivamente.

Entonces volví a recordar los ojos del amable sujeto, no había visto nunca tanta expresión en la mirada de alguien, ni experimentado una sensación como la que sentí, como si mi alma se abriera a múltiples universos reconociéndonos. Y a pesar de tener plena consciencia de dónde me encontraba, por momentos parecía que mi mente se marchaba hacia todo aquello que ya antes de partir, comenzaba a extrañar.

Como dije antes, algo de mí se había quedado en aquel lugar, pero también era indudable, que algo de allí vendría conmigo. De pronto sentí como el cansancio se hacía presente. Los párpados me pesaban mientras que el resto de mi cuerpo comenzaba a relajarse por completo.

Así la tranquilidad de haber alcanzado el objetivo, me permitía disfrutar de un merecido descanso, para reponer fuerzas durante el largo trayecto que tenía por delante.

Fui cerrando los ojos observando la simpática escena de mis hijos cantando, hasta que de repente, la nada misma me envolvió con un manto de calma tan acogedor como profundo.

Al despertar todo estaba en absoluto silencio, las luces del viejo vagón de madera se encontraban apagadas y los pasajeros en su totalidad dormían, al igual que el resto de mi familia.

No uso reloj, así que no sabía qué hora era, atiné a mirar por la ventanilla corriendo la cortina con la mano y pude ver como el cielo de color rojizo comenzaba a dar lugar al tenue sol del amanecer.

Luego de desperezarme por un instante y al ver que nadie mostraba signos de despertar, me pareció una muy buena idea disfrutar de un café bien cargado en el coche comedor. Mientras tanto podría hojear aquel libro en el que aún seguía guardado el viejo y amarillento mapa. Debo reconocer, que más allá de todo, la remota posibilidad de tener algo que ver con semejante prueba me seguía movilizando internamente.

Recordé que lo había guardado en mi bolso de mano. Así que de inmediato, en medio de la oscuridad comencé a tantear entre las cosas que llevábamos junto a nosotros hasta que di con él.

Ansioso y con ganas de tomar el café, caminé atravesando varios vagones entre el tambaleante y típico movimiento de los trenes. Al ingresar al coche comedor ya había algunas personas tan madrugadoras como yo desayunando, así que me ubiqué en una de las mesas, hice mi pedido al amable mozo e introduje mi mano en el pequeño bolso para tomar mi insólito y portentoso hallazgo.

Al segundo me di cuenta que el libro no se encontraba allí, incluso vacié todo el contenido sobre la mesa para asegurarme y nada.

-¡Qué extraño! -Murmuré en voz alta, pues estaba seguro de haberlo guardado en el pequeño bolso para tenerlo a mi alcance en cualquier momento oportuno. Intenté hacer memoria, pensé en qué otro lugar lo podría haber puesto. Pero una y otra vez se me venía la imagen a la mente del libro en mi equipaje de mano. Y si bien la idea de haberlo extraviado se me cruzó por la mente, llegándome a poner un tanto incómodo, enseguida me auto convencí de que seguramente estaba confundido. Pues unas de las valijas que viajaban en el vagón de equipajes, era muy similar a éste de mano, aunque mucho más grande.

Logré tranquilizarme pensando que al llegar a Buenos Aires lo encontraría allí. Y mientras guardaba mis pertenencias nuevamente, pude ver como el mozo se acercaba haciendo equilibrio con la bandeja trayendo mi orden.

Fue entonces cuando se me ocurrió preguntarle a él, cuánto tiempo calculaba que faltaría para llegar a destino, pues debo reconocer que la idea de la valija no me había convencido en lo más mínimo. -Déjeme ayudarlo. -Le dije mientras tomaba con mis manos la tambaleante bandeja.

-Bueno gracias, es raro que alguien sea amable en estos tiempos.

Comentó con tono un tanto resentido, quizás por tanta indiferencia, pues durante el pequeño lapso de tiempo en el que había estado en este vagón, pude observar como mucha gente había borrado de su vocabulario la palabra gracias y el olvidado por favor.

Otra vez la imagen de aquel pueblo y el recuerdo de sus habitantes acudieron a mi mente, pero esta vez como un remolino que me atraía hacia su centro.

Tanta hospitalidad. Aquel extraño hombre y su gigantesco gesto de solidaridad hicieron que me sintiera orgulloso de haberlos conocido.

Además en pequeños actos, como el simple hecho de ser amable, me hacían sentir que algo había aprendido de todos ellos.

-Créame hombre, aún existen muchas personas buenas dando vueltas por ahí. Es más, hace apenas unas cuantas horas estuve en un lugar…- comencé a decir… -Disculpe señor, estoy ocupado ¿precisa algo más? -Dijo cortando mi relato de manera tajante.

Por cierto, me molestó su mala educación, pero no podía enojarme. Deduje que quizás no estaba preparado para oírme, o tal vez era yo, quien no contaba con la habilidad suficiente para hacer de mi relato algo atractivo y convincente, o este hombre, no había tenido la posibilidad de que el destino lo involucre en una experiencia tan movilizadora tal y como sucedió conmigo.

Ignoré la desagradable situación. El mundo corre más a prisa que el tiempo, hoy es frecuente que no haya momentos para escucharnos…me limité a preguntar: -Si necesito algo más, solo quiero hacerle una pregunta. -Bueno dígame entonces.

-¿Puede decirme en cuánto tiempo, calcula usted, estaríamos llegando a Buenos Aires?

-¿Cómo dijo? – Respondió un tanto sorprendido.

Tal vez no me había oído muy bien por el ruidoso andar del tren. Pensé. Entonces en un tono más elevado repetí la pregunta.

-Lo que oye buen hombre ¿En cuánto tiempo, calcula usted, estaríamos llegando a Buenos Aires?

Debo haber gritado demasiado, pues todos los pasajeros que se encontraban desayunando se dieron vuelta para observarme.

-Así que Buenos Aires ¿es una broma? Preguntó esbozando una sonrisa, al mismo tiempo pude ver que todos allí sonreían.

-No, no es ninguna broma. Además no entiendo de qué se ríe.

Ahora si comenzaba a enojarme con aquel irritante sujeto.

-Si no es una broma, entonces es más grave de lo que pensé. Pues este tren salió desde Buenos Aires con destino a Córdoba. Lugar al que arribaremos en pocos minutos. -Dijo, para luego alejarse mientras se miraba y sonreía de manera cómplice con los demás.

-¡Qué extraño es todo esto! -Mascullé avergonzado, mientras me sentaba apoyando mis codos sobre la mesa, tomándome la cabeza con ambas manos.

Me encontraba confundido por la situación y comenzado a hacer esfuerzo por no ofuscarme.

-Aquí tiene la cuenta. -Otra vez el mozo se acercó exhibiendo una sonrisa burlona de oreja a oreja.

De inmediato tomé el ticket buscando alguna referencia. Entonces pude leer la fecha impresa en la parte superior del mismo. Allí decía claramente, siete de agosto.

Mis vacaciones acababan de comenzar…

Capítulo V

Donde duermen los recuerdos

Aún desconcertado debido al para estas alturas, curioso «sueño», que por cierto había sido tan real como lo que estaba sucediendo en ese preciso instante, me quedé sentado en el coche comedor intentando ordenar mi desconcertada cabeza.

Apretaba fuerte la mesa, con disimulo me pellizcaba el antebrazo o buscaba algún indicio entre todo lo que me rodeaba, para asegurarme de que esta vez, por fin había despertado.

No podía ponerme de pie, en realidad no quería. Pues los murmures de aquellas personas que habían sido testigos del diálogo que mantuve con el mozo, sumadas a las carcajadas contenidas que podían oírse tibiamente, me iban acorralando cada vez más, dejándome tan inmóvil, que podía sentir la rigidez en mis articulaciones.

De pronto, el paisaje que hasta entonces se había mostrado como si fuesen diapositivas borrosas, que se pasan de manera acelerada, comenzó a tomar forma al observarlo a través del vidrio de la ventanilla.

Además el tambalear del tren y el típico sonido que acompaña su marcha se fueron diluyendo.

Todo indicaba que estábamos a solo segundos de llegar a destino.

A pesar de haberlo notado, pensé que sería una buena idea, esperar a que todos los irritantes y sonrientes pasajeros descendieran antes que yo y se perdieran en la hacinada terminal.

Pero momentos antes de que la marcha se detenga por completo, una enorme sonrisa se posó frente a mis ojos y justo detrás de la misma se podía observar el rostro del mozo, que disfrutando con una incontenible malicia, me repitió dos o tres veces que habíamos llegado a Córdoba. Obviamente me comporté de manera indiferente ante el irritante sujeto y de inmediato me dirigí hacia el vagón donde mi familia se preparaba para el descenso. En el corto trayecto que me separaba de los míos, dudé varias veces con lo me encontraría al llegar, pues la inseguridad se había adueñado de mis pensamientos y lo único que anhelaba para entonces, era que realmente por fin, estuviera despierto. Al ingresar al vagón, automáticamente uno de mis hijos me salvó de la profunda duda que deambula en mi interior.

  • ¡Ahí está papá!- Exclamó Felipe, rescatándome de la nebulosa.
  • Dale que tenemos que bajar las cosas y Agustín no puede solo. Dijo mi esposa mientras alzaba al pequeño Camilo.

Levanté la mano saludándolos y una enorme alegría me invadió silenciosamente.

Sin pensarlo comencé a colgarme todo el equipaje posible en mis hombros, brazos y manos, no me daba cuenta si pesaba demasiado, pues el hecho de saber que todo se había tratado de un extraño sueño y que finalmente había concluido, me producía tanto alivio, que una dosis de energía extra parecía fortalecerme. Comenzaba a alejarme de todas aquellas sensaciones confusas a medida que la realidad se adueñaba por completo de la escena. Por fin el tren se detuvo del todo y un silbato tan bochinchero como el grito del guarda, nos avisaba que habíamos llegado a la terminal de Córdoba capital. Me tomé un momento para pensar en lo sucedido, mientras que algunas ideas por cierto extrañas, se comenzaron a inocular en mi mente. De pronto miré extasiado la ternura que guarda la realidad en lo simple y lo cotidiano. Sonreí al recordar la cantidad de veces que renegué de todo aquello y me pareció sorprendente como el temor de alejarme de mi equilibrio rutinario, provocado por un sueño, me hacía valorar esas simples cosas que en muchas ocasiones se ignoran tanto, que hasta llegan a volverse invisibles ante nuestros ojos.

Bajé los escalones del vagón y mi atención se detuvo en Romina. Miré a mi esposa que cargaba en sus brazos al pequeño Camilo, mientras que observaba a sus otros hijos para no perderles el rastro ni un solo segundo.

Sin saber por qué, comencé a reparar en cada comportamiento que resaltaba su rol de madre, era evidente que aquel sueño no había despertado únicamente el sentimiento de confusión, algo más se iba acrecentando en mi interior, permitiéndome observar todo lo que pasaba a mí alrededor con una mirada más sensible.

Comencé a notar todo esto que me estaba ocurriendo, mientras cruzábamos la avenida que separa la estación del tren con la terminal de ómnibus, en la que abordaríamos minutos más tarde el micro hasta el pueblo donde pasaríamos los próximos quince días de vacaciones.

La terminal estaba tan ruidosa como repleta, los micros entraban y salían continuamente, todo era un torbellino, pero por alguna razón, yo no me desprendía de mis pensamientos apacibles y de una extraña sensación de paz.

Al subir al ómnibus emprendimos el viaje inmediatamente, y la calma volvió a posarse entre nosotros.

Mi mente se había quedado varada en aquella imagen tan sencilla como armoniosa, observé a Romina, mientras se acomodaba en la butaca colocando a la “cría” sobre su pecho, para luego dormirse ambos y de esta manera descansar un poco del extenso viaje, que aún no había concluido.

Me sorprendió ese comportamiento tan instintivo como sentido de una madre para con sus hijos. Y sin entender por qué, cada cosa que sucedía tomaba dimensiones relevantes ante mi mirada, sobrevalorando todo lo que ocurría a mi alrededor.

Casi sin notarlo, me fui adentrando en mis recuerdos, éstos comenzaron a deambular por mi mente, tal vez, buscando un reconocimiento similar al que estaba teniendo con los acontecimientos que se suscitaban en el presente.

Pero no se trataban de los recuerdos inmediatos, sino de aquellos que dormían en el olvido desde hacía ya mucho tiempo. No podía evitar la emoción ante las imágenes que se posaban frente a mí. Todo era muy extraño y a la vez en extremo placentero.

De pronto sentí como una irreconocible energía me envolvía y me trasladaba a un paisaje muy distinto a todo lo acontecido hasta aquí.

Repentinamente me hallaba frente a un pequeño niño, que no tendría más de tres años. Éste se encontraba parado en una galería bien iluminada y de color blanco. Todo ocurría frente a mí, aunque era evidente que mi papel en esta ocasión, sería solo la de un mero testigo, que no tendría injerencia en todo lo que estaba por suceder.

O por lo menos así lo sentí en ese momento.

El niño comenzó a murmurar, intentaba hablar con alguien. Pero el cuadro era confuso, pues nadie se encontraba frente a él.

Los susurros continuaron y fueron acompañados por tiernas sonrisas por parte del pequeño. Y si bien aquel lugar me parecía familiar, no podía saber qué era lo que me unía a este recuerdo.

De pronto el niño señaló con su dedo índice hacia la pared, recién allí miré más allá de la cercanía inmediata.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, pero no por temor ni mucho menos, sino porque sentí que aquella silueta que se hallaba parada frente al pequeño era alguien cercano a mí.

Pero cuando intentaba acercarme para ver su rostro, la puerta que daba a la galería se abrió de golpe y una joven mujer salió del interior, dirigiéndose hacia el niño sin notar la presencia de aquella silueta ni la mía. Parecía preocupada. -¡Acá estabas! ¡Qué susto me diste! – Dijo mientras corría de su cara el ondulado cabello, para luego abrazar al pequeño poniéndose de pie.

Entonces sentí como las rodillas se me aflojaban, al darme cuenta que aquella joven mujer que acababa de entrar en escena, era mi propia madre y que el niño que me miraba fijamente mientras se alejaban era yo a los tres años.

A pesar de la asombrosa situación giré la cabeza para observar la silueta, buscando reconocer de quien se trataba.

Pero fue en vano, lo único que observaba era la ventanilla del micro en el que me encontraba viajando. Había regresado otra vez de otro inusitado acontecimiento.

Ya nada tenía sentido, pero a la vez todo era demasiado agradable, y en lo más hondo de mi ser, sabía muy bien que no me opondría a cada situación extraña que se me fuera presentando.

Entonces comencé a pensar en mi madre, aún después de tanto tiempo, podía sentir su cálido cuidado. Vino a mi mente la imagen de sus ojos y aquella mirada con la que me envolvió al resguardarme en sus brazos. Esa sensación de protección que sentí entonces, se había diluido con el tiempo. Pensé. Y no podía comprender cómo era posible haberlo olvidado. Era raro no tener registro alguno de aquellos sentimientos que seguramente, se habían prolongado en el tiempo.

Pero en cada oportunidad en la que intentaba afirmarme en alguna de todas estas imágenes y sensaciones, nuevamente de manera caprichosa aquella energía me atrapaba y me trasladaba adonde ella quisiera.

Cambiando a cada instante los paisajes y los sentimientos que se posarían en mí ser.

Entonces nuevamente sentí que me estaba yendo hacia otro lugar.

Poco a poco una voz comenzaba a oírse en esta nueva escena. Era mi esposa que mientras tomaba mi mano me repetía que todo estaría bien y que de no ser así igualmente ella me acompañaría siempre. Todo ocurría frente a mis ojos como si se tratase de una película.

Podía sentir en mis entrañas el miedo de marchar, el horror que provoca sufrir, pero lo que más lamentaba era irme lejos de ellos, de mi familia, entonces el sentimiento de extrañarlos se volvía infinito y más doloroso que todo lo demás que podía llegar a sentir.

Pero entre tanta angustia, cuando todo parecía desmoronarse, cuando podía sentir los brazos tan agotados que ya se me hacía imposible dar batalla, aunque no era claro a lo que me enfrentaba, percibía la presencia de la mujer que me cuidaba y la calma adormecía cualquier sufrimiento.

No podía salirme de aquella escena, pero lo que necesitaba era ver el rostro de mi compañera en aquel recuerdo, cosa que hasta entonces no había sido posible. Así que al igual a cuando uno fuerza el final de un sueño, intentando que éste tenga el desenlazase que uno espera, comencé a buscar su cara. Entonces extendí mi brazo para alcanzarla y al tomar su hombro, obligándola a mirarme, me quedé perplejo al descubrir un rostro maltratado y castigado por el tiempo, era ella, mi mujer, pero encerrada en un cuerpo tan anciano, que me costó varios segundos reconocerla.

-¡Esto no es un recuerdo! – Exclamé en voz alta sin darme cuenta

Miré a mí alrededor temiendo nuevamente haberme expuesto al ridículo por mi comportamiento, al igual que sucediera en aquel coche comedor.

Pero esta vez la suerte se echó de mi lado, pues nadie en aquel ómnibus había notado nada. Un poco de alivio frenó las incipientes gotas que en mi frente pugnaban por delatar mi nerviosismo, me repuse y guardé silencio intentando retomar las imágenes.

Pero ya sería imposible, al parecer, se habían marchado al tiempo al que correspondían, espantadas por mi asombro o mi incontenible reacción. Sabía muy bien que esta vez no estaba soñando, lo podía presentir, esto que sucedía era en absoluto muy diferente a lo ocurrido en el tren.

Y tampoco cabía la posibilidad que fuese un recuerdo. Si bien aquel rostro era el de mi esposa, ésta era una joven de apenas treinta y cuatro años y poco tenía que ver en la actualidad con aquella anciana. Sinceramente, ya no buscaba demasiadas respuestas ante cada una de estas situaciones, es más, para entonces ya comenzaba a dudar de mí mismo y de mi integridad psíquica.

Todo era demasiado equívoco, impreciso, como para explicárselo a alguien sin que dude de mi equilibrio mental, incluso mi propia familia no sería capaz de comprenderme.

En apenas minutos pude ver frente a mí, la frescura de mis tres años y la ternura de mi madre al cobijarme en sus brazos, hasta llegar a sentir el agotamiento que trae aparejado la llegada de la vejez y el inminente desenlace hacia un final tan incierto, como todo lo que estaba sucediendo.

Opté por el silencio mientras observaba por la ventanilla del micro.

Entonces recordé el sueño, en el que viajaba con aquel extraño sujeto hacia la ciudad. El cuadro era muy similar, pues allí mi comportamiento ante las misteriosas situaciones que se iban suscitando era el mismo una y otra vez (mirar hacia afuera y hacer silencio ante la falta de respuestas).

Busqué en el paisaje alguna otra similitud con lo visto durante aquel desconcertante viaje en camioneta,

Sin embargo nada de eso sucedería, pues la normalidad absoluta, habitaba en lo que se podía observar desde el interior del micro.

Para entonces presentía muy dentro de mí, que nada había sido casual y algo en mi vida estaba por cambiar de rumbo mi destino.

Inevitablemente al ser un hombre tan testarudo esa idea ya no se marcharía, entonces, igual que en aquel sueño, un extraño espíritu aventurero se adueñaba poco a poco de mí. La búsqueda de respuestas había comenzado.

Lo tomé como un juego, tal vez, para no volverme loco ante todas estas inexplicables circunstancias que se repetían a cada instante sin darme tregua.

De pronto, mientras el ómnibus detenía su marcha, pude ver claramente un enorme cartel que nos daba la bienvenida al pequeño pueblo; habíamos llegado luego de un interminable viaje.

Entonces todos los pasajeros nos pusimos de pie y comenzamos a descender ordenadamente, Agustín, mi hijo mayor, se dirigió a bajar los bolsos del buche, los mismos eran alcanzados desde el interior por un joven que cumplía con esa labor por la propina de los viajantes. Mientras tanto, Felipe y yo descendíamos el exagerado equipaje de mano.

Al cerrarse el buche y antes de que el micro se perdiera en la ruta de nuevo, me sentí impulsado por la curiosidad, así que me dirigí hacia la puerta por donde habíamos descendido.

-¡Oiga chofer! – Ahí estaban otra vez mis extraños comportamientos haciéndose dueños de mis actos.

-¡Chofer! -Volví a gritarle pensando que no me había escuchado.

Pero ante mi insistencia el conductor, aunque sin mirarme, me respondió.

-¿Sí?, – en voz baja

-Disculpe la molestia, solo quiero hacerle una pregunta antes que se marche, porque creo que usted conoce más que nadie estos caminos.

-Bueno, si es lo que usted piensa, pregunte nomás.- Respondió mirando por el espejo retrovisor, atento a los vehículos que pudieran venir desde su mano izquierda.

-Solo quiero saber si existe algún otro camino para llegar a este pueblo.-Formulé esta pregunta solo porque buscaba algún tipo de respuesta a todo lo sucedido en aquel sueño, que por cierto estaba directamente relacionado con el pueblo al que acababa de llegar, aunque por alguna razón sentía que ya había estado allí.

– ¿Otro camino? – repreguntó y continuó… -Escuche buen hombre. -Dijo sonándome muy familiar ese modo de expresión

-Caminos existen muchos, aunque a veces es necesario volver al comienzo, para que el rumbo de nuestras vidas puedan encauzar nuestros destinos. -Disculpe, no entiendo lo que me quiere decir, yo quería saber si existe alguna otra ruta que…

-Tranquilo buen hombre, ya entenderá absolutamente todo, solo abra su corazón y deje de dudar. Pues no existen mapas para llegar adonde usted se dirige, solo hace falta creer.

Al culminar, la puerta se cerró y el micro se alejó raudamente.

Me quedé parado, absorto, ante otra situación inexplicable. Y mientras veía como el micro se perdía en la inmensidad del camino escuché la voz de Felipe llamándome.

– ¡Papá te estoy hablando!

-¿Qué pasa Felipe? – Respondí volviendo momentáneamente de mi asombro -¿Qué quiso decir el chofer? Lo miré confundido todavía.

-¿Vos escuchaste lo que dijo ese hombre? -¡Claro Pá!, si estoy a tu lado. – Respondió con la típica frescura de un niño.

En ese preciso instante me sentí inmensamente feliz, ya que evidentemente no solo yo sería protagonista de esta maravillosa historia que comenzábamos a transitar.

Capítulo VI

Recuerdos del futuro

Luego del dudoso episodio, al descender del micro, nos dirigimos hacia la pequeña casa que habíamos rentado desde Buenos Aires y en la que nos quedaríamos por el lapso de quince días.

Y si bien lo insólito se había vuelto reiterativo, para entonces ya había tomado la decisión de no confrontar con todo aquello. Es más, creo que mi mente en vez de abrumarse ante los impredecibles acontecimientos, actuaba a la inversa. Pues comenzaba a ver con normalidad cada una de las cosas que nos acontecían.

De manera desafiante, comencé a juguetear con todo lo inexplicable, intentando descomprimir lo que habitaba en mi interior, así busqué de alguna manera hacer partícipe al resto de la familia.

Entonces recordé algunos detalles de la casa, en la que me había desvelado durante el extraño sueño mientras leía sobre todas aquellas historias fantásticas, relacionadas con el mágico pueblo. Historias que por cierto, aún debía investigar cuánto de verdad había en todas ellas, pero luego me ocuparía de esos otros detalles.

Por ahora solo tenía como objetivo probarme de que algo de todo lo ocurrido en mi mente durante el extraño viaje, de algún modo estaba vinculado con lo que en realidad sucedía.

Así que exponiéndome al ridículo ante mi familia, comencé a hacer predicciones sobre lo que hallaríamos al ingresar al transitorio hogar.

-Seguro que al ingresar encontraremos un hogar a leña justo frente a la puerta. Dije, sintiendo un poco de vergüenza. -¡Mira vos! No sabía que eras adivino. Exclamó mi esposa y continuó: – Entonces, ya que sos adivino, por qué no me decís como son las ventanas.

Doblegó la apuesta señalando con su dedo índice unas de las persianas del frente, las mismas, no nos permitían ver cómo eran en su interior aquellas ventanas. Su postura era más bien lúdica.

Mientras que yo inmerso en un disimulado mutismo intentaba hallar alguna explicación a todo lo sucedido. Ahora lo único que esperaba era que nada de lo que predijera fuera similar a lo que encontrásemos en la casa. Buscaba cierto resguardo en esta idea, ya que si esto ocurría, sería la comprobación de que esa seguidilla de extrañas situaciones solo habrían sido pura casualidad.

-Son de madera, y desde mi punto de vista, tan antiguas como la enorme mesa que se halla justo en el centro de ese mismo ambiente, acompañada de cuatro sillas de similar material.

Mientras hablaba, recordaba claramente las imágenes del sueño durante mis eternas horas de lecturas, en las que incluso me había quedado dormido más de una vez apoyando mi frente en los helados vidrios de las ya mencionadas ventanas.

Eran tan reales aquellas imágenes, que parecían recuerdos de alguna vivencia del pasado, o tan solo algo que había soñado. Mi mujer me miró y continuó jugando, mientras que los pequeños se sumaban al divertido cuadro.

-Todos escuchamos lo que acaba de decir papá ¿no?

– ¡Sí! -Exclamaron los niños exhibiendo su inocente alegría

Me pareció agradable observar ese comportamiento tan natural por parte de ellos.

-Dale mamá vos también vas a tener que adivinar algo.

Dijo Agustín, el mayor de mis hijos, quizás para que el juego se generalizara y de esta manera lo ridículo no recayera únicamente en mí. Pensé.

-Está bien. Exclamó Romina justo antes de ingresar. Y mientras tomaba el picaporte, echó a rodar su predicción.

-Cuando se abra esta puerta, veremos frente a nosotros un reloj de color negro, tan antiguo como los muebles que describió papá.

Concluyó con una gran sonrisa dibujada en su rostro y abrió la puerta.

Mientras que los niños se quedaron viendo fijo hacia la dirección señalada por su madre, pues allí debería estar el antiguo reloj.

-¡Taran! -Gritó Romina al abrir la puerta, como lo hacen los magos al culminar un truco.

Yo levanté los brazos como si fuera su asistente y observé a los niños esperando ver el momento justo en el que soltarían las contenidas carcajadas al no encontrar nada de lo anunciado por sus padres. Pero al abrirse por completo la puerta, aquellas sonrisas se fueron diluyendo. Mientras que el asombro comenzó a manejar los gestos de en las caritas. -Hay un reloj negro colgado en la pared, justo donde dijo mamá.

Con voz seria y pausada confirmó Felipe. -La mesa es de madera y está en el centro del lugar. Además hay cuatro sillas, papá también adivinó. –Afirmó Agustín, mientras sostenía a Camilo en brazos. Romina sin siquiera mirarme, entró a la casa para constatar de que no fuese una broma de los pequeños. Cosa que a los pocos segundos, me confirmaría por sus expresiones que no se trataba de ninguna broma.

-¡No te lo puedo creer! ¡Todo es cómo se dijo!

-¿Podés apurarte? Me insistió para que ingresara y viera las ventanas, la mesa, las sillas y el hogar. Todo era tal cual lo había descripto antes de que se abriera la puerta.

-Esto es increíble. Exclamé.

Pero mi asombro no respondía únicamente a la coincidencia de nuestros dichos con lo que encontramos. Sino porque todo lo demás era idéntico al sueño, las paredes, la vista desde el interior, un viejo calefón a leña, incluso el olor añejo me trasladaba vaya a saber uno dónde.

-Que largas fueron las noches de lectura en este sitio, junto al hogar y mi taza de café bien caliente. Dije añorando aquellos momentos.

-¿Qué decís? Pude oír la voz de Romina rescatándome del delirio una vez más. -No dije nada. -Respondí, comportándome como un niño ocultando algo evidente.

Ella solo me miró, me perdí un segundo en sus pupilas, en la profundidad de sus ojos y su mirada dijo mucho más de lo que su boca podía expresar. Me sentí comprendido, y sin que mediáramos palabra alguna, supe de inmediato que me estaba acompañando de algún modo, en todo este extraño recorrido.

Nos quedamos en silencio, mirándonos, hasta que el bochinche provocado por los niños, mientras correteaban por la casa, nos sacó de ese instante.

Y sin saber por qué, miré por algún motivo el reloj. Era exactamente igual a como lo recordaba al verlo por última vez en aquel sueño, cuando el extraño sujeto nos pasó a buscar con su enorme camioneta, aquella helada madrugada.

Algunas imágenes comenzaron a deambular por mi cabeza y una sonrisa se posó en mi cara al verme desesperado intentando despertar a todos, al creer que no vendrían por nosotros.

Entonces miré el reloj otra vez, como repitiendo la escena a medida que la recordaba. Y pude ver claramente como este, señalaba exactamente una hora determinada.

Me refregué los ojos como intentando borrar algún recuerdo que se hubiera posado en ellos, evitando que viera lo que estaba sucediendo realmente. Pues cada vez que observaba el viejo reloj, éste parecía encaprichado en mostrar la misma hora, a pesar de que era indiscutible que estaba funcionando con total normalidad. Así que ante la duda y haciéndome el distraído acudí a mi mujer. -¿Me decís qué hora es? Nunca entendí del todo estos relojes.

-Podés aprender, no es tan complicado. Dijo esbozando una pícara sonrisa. Y agregó:

-Parece que no funciona, está trabado marcando las seis. Culminó y se dirigió hacia una de las habitaciones llevando parte del equipaje.

Las seis era la hora exacta que marcaba el reloj, al verlo por última vez en aquel sueño, cuando nos estábamos marchando de la casa a la que acabamos de llegar.

Capítulo VII

Señales del alma

Debo reconocer que me encontraba en una especie de laberinto, y que cada vez se me hacía más difícil hallar la salida.

Todas estas situaciones se presentaban ante mí como puertas que se iban abriendo, y cada una de ellas me trasladaba a experiencias tan extrañas como agradables. Y si bien en varias oportunidades, intenté regresar al comienzo del camino, solo lo lograba por momentos, en los que pensaba que acababa de despertar de algún inexplicable sueño.

Me hallaba suspendido en una especie de dimensión entre lo conocido y lo que podía reconocer como un estado de ensueño. Así que me dejé llevar hacia donde el indomable destino se dirigiera, ya no intentaría oponer resistencia a lo que vendría.

Tal vez porque sentía que no contaba con las fuerzas necesarias para seguir luchando ante tanta confusión, o quizás, porque no encontraba en la lógica la llave para abrir la puerta hacia lo racional.

Y aunque en lo más profundo de mí ser, seguía viva la idea de que en cualquier momento despertaría y todo volvería a ser como antes, algo me decía que en cada puerta que se abriera, me seguiría alejando de lo que alguna vez fui.

De repente, mientras me encontraba deambulando entre todos aquellos pensamientos, sentí como otra puerta se comenzaba a abrir frente a mí, marcándome el camino hacia lo que para entonces, había decidido llamar señales del alma.

Pues en aquel recorrido, solo mi alma seguía acompañándome, ya que los personajes que habitaban cada una de las extrañas situaciones, se esfumaban al abrirse la siguiente puerta. Claramente mi alma sería quien siguiera conmigo hasta el final del extenso laberinto.

Entonces pude observar cómo la nebulosa de mis pensamientos comenzaba a dar lugar a la nitidez de las imágenes.

En ese preciso instante alcé la vista, me encontraba en el pico más alto de una especie de cerro. A mi lado se hallaban mis dos hijos mayores, Agustín y Felipe, que miraban fijamente hacia adelante. Mi reacción fue automática, así que yo también desvié mi atención en esa dirección.

Fue allí que otra grata sorpresa decoraba la extravagante escena, pues unos metros más arriba se encontraba parado Leonardo, un amigo del alma, a quien hacía muchos años no veía.

Leonardo se mostraba ansioso por llegar al lugar de donde él creía que tendríamos una vista panorámica del extenso paisaje. Al llegar al sitio señalado por mi viejo amigo, me quedé en silencio, contemplando la belleza que nos regalaba el cielo, con sus infinitas estrellas, las cuales parecían estar al alcance de nuestras manos.

La luna nos brindaba su luz permitiéndonos observar la inmensidad del valle y su frondosa vegetación, las estrellas fugaces nos recibieron con un espectáculo inigualable, mientras que una cálida brisa sumaba infinitas sensaciones a la perfección del lugar.

Nos mirábamos entre nosotros y sabíamos que había valido la pena el largo viaje hasta ese sitio, al que solo unos pocos se atrevían a visitar a esas horas de la noche. Ya que era verdaderamente dificultoso atravesar el largo y sinuoso camino de ripio, que se volvía aún más peligroso por la profusa oscuridad.

Todo era increíblemente perfecto, no recuerdo haber admirado con tanta paz y contemplación lo que la naturaleza suele ofrecernos. Entonces pensé con un poco de tristeza en la cantidad de veces que seguramente me hallé en momentos similares, sin tener la capacidad de observar con el corazón la belleza de lo simple y natural.

Mi mente se llenó de imágenes, de pronto me encontraba recorriendo infinidades de lugares. Todo era de una belleza descomunal, aunque debo reconocer que durante ese lapso de tiempo, hasta el simple hecho de observar un árbol en mis recuerdos, se transformaba en algo grato y placentero.

Pero al igual que todo lo anterior, mis pensamientos terminaban llevándome una y otra vez a la ciudad de Eloah, entonces la paz parecía apropiarse de mi alma por completo.

Podía sentir claramente la presencia de aquellos seres de luz, que nos recibieron en ese maravilloso sitio, no podía borrar de mi mente las sabias palabras de aquel buen hombre, que constantemente hacía hincapié en el amor, lo justo y la solidaridad.

Todos estos valores parecían resurgir desde mi interior en cada una de las experiencias por las que estaba atravesando.

De pronto recordé el viejo mapa, sonreí, ya que comprendí cuánta razón tuvo al decirme que ningún mapa me llevaría al lugar que buscara, en este preciso instante me hallaba dentro de un laberinto y solo mi alma era capaz de guiarme hacia la última puerta que debería abrir.

Y si bien era muy difícil abandonar la fascinante experiencia por la que estaba atravesando durante este recorrido, fue inevitable no hacerlo al oír los gritos de Agustín.

-¡Miren allá arriba! – Dijo exaltado, trayéndome nuevamente, mientras señalaba hacia el horizonte. -¿Qué es eso?- Preguntó Felipe.

Sin embargo yo no busqué de inmediato lo que había despertado la atención de los niños. Pues me detuve unos segundos en observar, cómo había cambiado el entorno en pocos minutos.

El viento cálido se había detenido por completo, mientras que la luz de las estrellas y de la luna, parecían habernos abandonado. Todo estaba tan oscuro, que el solo hecho de intentar verme las manos se hacía dificultoso.

-Es increíble. -Dijo Leonardo claramente embelesado.

Recién en ese instante me di cuenta que algo serio estaba sucediendo, enseguida miré hacia donde todos apuntaban. Lo que estaba pasando era tan asombroso como indescriptible, un colosal y brillante objeto que se movía aparentemente muy lento, se posó sobre el filo del cerro que teníamos justo frente a nosotros.

Era una luz inmensa y centelleante, nos quedamos perplejos al darnos cuenta que era inexplicable para nuestra razón.

Luego de unos cuantos minutos, esta luz comenzó a moverse, parecía venir hacia donde nos encontrábamos parados. Ninguno de nosotros era capaz de emitir palabra alguna, atónitos nos quedamos observando como aquello, que se acercaba, se situó a unos pocos metros por encima nuestro.

El silencio más profundo que he presenciado en toda mi vida se apoderó de la escena. Solo nos limitamos a observar la inmensidad de lo que ahora sí, podíamos distinguir como una especie de nave.

Recuerdo que su forma era romboidal y que más allá de la fuerte luz que nos encandilaba, se podía observar el color plateado de su superficie, además otras luces más pequeñas la contorneaban, por lo menos en el sector que pude ver durante ese lapso de tiempo.

Pero lo que más me sorprendió, fue cuando pude distinguir una especie de claraboya, por donde se asomaban varias siluetas. Enseguida supe que nos estaban observando, era maravilloso sentir la presencia de aquellos seres, el miedo parecía esfumarse mientras que la curiosidad, tampoco tomaba protagonismo en la escena.

Todo pasaba por una especie de intercambio de sensaciones, lo armonioso y lo placentero tenían la primacía en ese momento.

No podría afirmar cuanto duró esta situación, además el tiempo parecía pasar demasiado lento, al punto que me atrevería a decir, si no fuese algo imposible de imaginar, que se detuvo en ese instante.

De repente y de manera inesperada la nave comenzó a alejarse, mientras acompañábamos con la mirada su incierto recorrido.

Entonces pudimos ver cómo se posaba sobre el terreno, a unos mil metros de donde nos encontrábamos. Ahora la inmensa luz brillaba sobre el valle que habíamos contemplado minutos atrás. Súbitamente y sin explicación alguna, todos comenzamos a descender del panorámico pico en diferentes direcciones, separándonos para perdernos cada cual por su camino entre la vegetación del gigantesco e imponente paisaje.

Al cabo de unos minutos ya me encontraba completamente solo y lo único que podía escuchar era el ruido de las pequeñas piedras al pisarlas en cada uno de mis pasos.

No tuve temor a pesar de la tremebunda oscuridad y de la desolada situación en la que me encontraba. Tan solo caminé, algo me empujaba a seguir adelante y por cierto creo, que si hubiese querido detenerme, no habría podido lograr tal cometido.

Pensé que el instinto heredado de nuestros antecesores primitivos, era mi guía en la espesura de la vegetación, además la conciencia se había desconectado de mis actos por completo. Me sentía tan liviano que de no ser por el chasquido de las piedras bajo mis pies, podría asegurar que me encontraba flotando por encima del terreno.

No solo el miedo se había esfumado para entonces de mi alma, ya que era tan agradable el estadío en el que me encontraba, que pude apreciar claramente, cómo cada uno de aquellos sentimientos, que muchas veces contaminan nuestro interior, se desprendían de mi ser al acercarme hacía donde me dirigía. Pensé que ése era el motivo por el cual me sentía tan ligero, pues me había desecho de todas aquellas humanas miserias que nos hacen sentir la pesadez de tener que cargarlas cada día.

No sé con exactitud cuánto tiempo sostuve mí acelerada marcha, no tenía noción del tiempo, ni referencia del espacio. Solo caminé sin detenerme, hasta que por fin, llegué.

Capítulo VIII

Contacto

Si bien, ya me había dado cuenta que aquella luz no era únicamente un destello, no pude evitar que un estremecimiento apresara toda mi humanidad cuando al acercarme distinguí, como una especie de cúpula formándose detrás del brillo que producía. Y aunque me encontraba parado a unos pocos centímetros de ella, no llegaba a observar nítidamente su interior.

Me quedé inmóvil, mientras una agradable y cálida energía me recorría el cuerpo, el estupor que me había atrapado unos instantes atrás, se había evaporado. La mente, que se me había puesto en blanco por completo, durante mi instintiva carrera, lentamente comenzó a recuperar su lucidez.

Entonces fue que tuve noción de la magnitud de lo que estaba sucediendo, pero no lograba entender cómo había llegado a esta situación.

Pues esto que estaba ocurriendo, había comenzado directamente encima de aquel panorámico pico, tal vez con un vago recuerdo de lo duro que había sido llegar hasta este sitio por el desmejorado camino de ripio y piedras. Pero nada me daba algún indicio de que había sucedido previamente.

No encontraba lógica alguna y la confusión se apoderó a tal punto de mí, que durante algunos minutos, dejé de lado la trascendencia de la situación en la que me hallaba…

¡Acababa de ver un ovni, sus tripulantes nos observaban desde las claraboyas y ahora me encontraba frente a una cápsula que irradiaba una enceguecedora luz!

-¿Cómo es que llegué hasta aquí? -Me pregunté en voz baja, asombrado y confundido.

Inmediatamente, como si se tratase de una respuesta a mis pensamientos, comencé a recordar la tarde, en la que previamente habíamos planificado junto a mis hijos y Leonardo, la fantástica aventura de visitar este sitio. Otra vez los recuerdos se hicieron presentes en forma de imágenes tangibles, en ese momento esbocé una sonrisa, al observar como preparábamos nuestro precario equipo, de inexpertos expedicionarios. Me provocó nostalgia el entusiasmo de mis hijos frente a las historias contadas por aquel amigo mío, quien insistía que en este sitio las almas se liberan y toman contacto con los seres de luz que nos guían hacia un mundo mejor.

-¡Cómo es posible que haya olvidado todo lo ocurrido hacía apenas algunas horas!, concluí decepcionado, pues no era factible que estas imágenes fuesen otro recuerdo. No era posible ninguna explicación, ¡no podría haber olvidado semejante acontecimiento! Esto debería ser si o si, el presente. Deduje de inmediato.

-¿Algunas horas? -Pude oír una voz que verdaderamente me resultaba familiar. Rescatándome del divague que cada tanto me extraía del tiempo en el que me hallaba.

Presente o pasado, eso ya no lo podía afirmar, pues cada vez que intentaba aferrarme a cualquier imagen, que se presentaba como una especie de recuerdo, me fundía en aquel nebuloso camino por el que había llegado. -Puedes entrar, estás listo para oír y ver lo que vienes buscando.

Avancé hacia el interior de la cápsula, recién en ese momento supe sin que nada ni nadie lo dijera, que estaba autorizado a ingresar.

Una vez adentro, pude reconocer al ser que se estaba comunicando conmigo. Pero irradiaba tanta luz, que no llegaba a observarlo con nitidez. No sabía cómo actuar ante su presencia, me encontraba verdaderamente intrigado por lo que había mencionado, poniendo en duda el tiempo transcurrido. Pues para mí lo que estaba sucediendo ahí y en ese ahora, era el resultado de lo que habíamos planificado solo algunas horas atrás, junto a mis hijos y Leonardo.

-Solo observa lo que tienes que ver, entonces comprenderás cada una de las imágenes que se han posado ante ti. No busques en la razón la respuesta, pues solo tu corazón puede llevarte hacia donde te diriges.

En ese preciso instante una energía similar a la que había sentido en reiteradas oportunidades, aunque ahora claramente era más intensa, me trasladó hacia otra de las puertas que debía abrir para dilucidar de una vez por todas hacia donde me llevaría el final de aquel laberinto.

Capítulo IX

De regreso a Eloah

No necesitaba ver hacia atrás puesto que sabía muy bien que no era yo quien viajaba por todos los lugares en los que había estado y por los que me restaban visitar, mi cuerpo se hallaba dentro de aquella cápsula y me aguardaría en aquel sitio mientras mi alma se alejaba en búsqueda de respuestas.

Entonces comencé a visualizar cada una de las imágenes que se me habían presentado fugazmente durante mi extraño recorrido hasta aquí.

Otra vez me encontraba parado en aquella galería a los tres años, pero ahora ya no era un mero espectador porque veía todo cuanto me rodeaba desde los ojos del niño que alguna vez fui e inter actuaba con ese mundo del que no me sorprendía sino que todo lo contrario, compartía y disfrutaba lo que allí sucedía.

Intentaba decir algo, pero solo oía los murmullos inocentes típicos de un pequeño de tres años, mientras una diminuta luz que se posaba frente a mí, iba tomando forma permitiéndome distinguirla como algo reconocible ante mis ojos humanos.

Una enorme alegría me invadía al contemplar en aquella silueta, el ser de luz que me acompañó siempre en cada una de mis vidas. Y si bien comprendí de inmediato que nuevamente otro camino se nos presentaba por delante para ser recorrido juntos, mi mente que se tornaría cada vez más terrenal, iría borrando de mi conciencia todo y cada uno de mis recuerdos.

Debía emprender este destino intentando mejorar cada vez más, puliendo mi alma de cualquier impureza que me alejara de todo lo hermoso que existe al final de cada laberinto, que aquí es llamado vida. Supe que no estaríamos lejos, pero también era consciente de que por algún tiempo solo nos veríamos de manera intermitente y yo no tendría la posibilidad de reconocer estos encuentros. Al diluirse esta visión, comencé a oír el sonido de un motor, allí estaba yo regresando de mi primer viaje al mágico pueblo, me sentía fuerte y muy joven. Observé como toda mi familia descansaba sobre las butacas de la camioneta que nos trasladaba. No pude evitar que un agudo sentimiento de tristeza me abrumara. Me alejaba de aquel pueblo que se había metido tan dentro de mí; a pesar de que había llegado hasta él para descansar unos pocos días junto a mi familia.

Pensaba que algo de mí se estaba quedando en aquellas tierras y la simple idea de no regresar me ponía un tanto nostálgico. Comprendí que el destino no es manejado por la voluntad.

Otra vez mis pensamientos me recordaron lo complejo que se había vuelto aquel regreso, de inmediato se hizo presente en ellos el buen hombre que vino por nosotros a las 6 am, más allá de no haberle dado nunca nuestra dirección, automáticamente levanté la vista y lo miré.

Como era de esperar, lo reconocí al instante, allí estaba aquel ser que en silencio me acompañaba guiándome, dándome su protección a donde quiera que fuera.

Me miró esbozando una sonrisa mientras me invitaba a sentarme en la butaca del acompañante.

-No debes ponerte triste, ya sabes bien que el destino se presentará ante ti regalándote siempre una nueva oportunidad, solo déjate llevar por tu corazón. Culminó y me invitó al dialogo. -Es que no quiero marcharme de este sitio, pero tampoco comprendo que es lo que me atrae tanto de este lugar. Puedo sentir claramente que lo que me ocurre va más allá de su belleza y de la hospitalidad de su gente. La armonía y la calma que ha impuesto en mí van más allá de cualquier suposición. Lo que sé, es que quiero pertenecer a lo que todo esto significa, se lo diré de otro modo, creo que aquí he llegado a rozar con mis manos el horizonte, la infinitud, algo que no puedo siquiera explicar, las palabras no pueden revelar lo que mi espíritu vive…

-Es que si bien tu alma te permite sentir, tus ojos cada vez más humanos, no te dejan ver lo que hay verdaderamente a tu alrededor. Para que eso ocurra deberás aguardar un tiempo más. Ahora voy a permitirle a tu alma observar porqué se siente tan atraída por estas tierras.

Entonces descubrí que aquello que durante años recordé como un hermoso sueño, no había sido únicamente eso. De pronto comenzamos a introducirnos entre las sierras, el paisaje se tornó mágico y bello. Ahora sabía muy bien adonde nos dirigíamos, lo podía sentir, mientras una paz descomunal se adueñaba de mí a medida que nos acercábamos.

Todo era luz, pude ver mi alma reconocerse con aquel sitio y con las infinitas almas que habitaban allí.

Sentí al amor envolviéndome, me acerqué a todos aquellos seres que habían compartido mi estadía terrenal y que ya no se encontraban junto a mí, advertí claramente cómo me abrazaban regalándome su presencia una vez más. Nada más lo supe. No debía recordarlos con dolor, pues se encontraban felices, libres y resguardados, en el lugar más admirable que podía existir. Y si bien en mi calidad de humano, los seguiría extrañando, ahora sabía que sería solo cuestión de tiempo el ansiado reencuentro.

Nada malo se percibía y era algo en extremo grato despojarse de todo cuanto nos aleja de lo que verdaderamente somos.

Supe que aquellas tierras me atraían porque me acercaban a Eloah, el lugar al que todos pertenecemos del que con certeza, yo, llevaba grabada la esencia en la profundidad de mi ser.

Repentinamente comencé a oír el motor de la camioneta, sabía que estábamos volviendo.

-¡Quiero regresar!- Exclamé, casi suplicando, al darme cuenta que me alejaba de mi eterno hogar.

-Tranquilo, aún debes transitar tu camino. Pero no olvides que los mapas cargados de rumbos hacia la codicia y lo material, que se irán presentándote a lo largo de tu vida terrenal, solo te harán creer que te diriges hacia la felicidad, cuando quizás lo único que logres es confundirte, retrasando tu llegada hacia el lugar al que te diriges.

Únicamente debes creer y dejarte llevar por tu corazón, sin olvidar jamás que en este sitio somos todos iguales.

El camino de pronto comenzó a verse normal, podía observar otros vehículos transitando alrededor, sin poder hacer nada para detenerlo, comencé a sentir un cansancio incontenible.

-Solo quiero que sepas una cosa más. Esto vas a recordarlo como un hermoso sueño al igual que el resto de los encuentros que tu alma tenga con todo lo que representa a Eloah. Y no olvides, que si bien aún no te has marchado, siempre estarás volviendo hacia donde tu corazón te quiera llevar.

Me vi despertar, al mismo tiempo que el resto de mi familia, mientras que el amable chofer nos informaba que habíamos llegado a destino. Mi rostro se veía diferente al del resto, un gesto de alegría y confusión a la vez, lo invadían por completo.

Y pude ver cómo mi alma comenzaba a transitar un camino que ya no tendría retorno. Comencé a sentir el crujir del pedregal en cada paso que daba. La escena era idéntica a la que me había llevado hacia aquella cápsula. Pero era evidente que no formaba parte del presente, sino que era la reproducción de otro de los recuerdos que se me iba mostrando.

Allí estaba yo, dirigiéndome hacia la luz que se había posado sobre el pastizal del extenso valle. Esta vez volteé para observar a los demás, era obvio mi comportamiento, pues debía saber si mis hijos y nuestro amigo venían conmigo en búsqueda de lo que hacía instantes habíamos reconocido como una nave extraterrestre.

Fue entonces cuando descubrí, porqué solo yo había llegado hasta aquella luz, pues al darme vuelta, observé como ellos tres habían descendido del pico y se dirigieron hasta el viejo automóvil de Leonardo. Quizás buscando protección, pues ante semejante cuadro, sería normal sentir temor. Pensé en aquella oportunidad.

Pero yo no podía evitar continuar mi marcha. Una necesidad incontrolable por acercarme, me empujaba hacia aquella energía que se manifestaba ante mí. Así que continué sin reparar en nada, hasta que de nuevo me hallaba dentro de la cápsula.

La luz poco a poco comenzó a hacerse más tenue y el rostro del ser que se encontraba conmigo allí dentro, gratamente me dejó ver que se trataba de quien me había guiado a lo largo de toda mi vida.

Sin mediar palabra, nuestras almas se reconocían nuevamente. Allí me permitió darme cuenta que esta situación correspondía al año siguiente de aquella primera visita al pueblo, al que había añorado regresar desde mi partida. Automáticamente recordé sus cálidas palabras diciéndome, que aún no me había marchado y ya estaba volviendo. De modo incuestionable y con algún propósito, mi destino me permitió regresar.

Me encontraba parado frente al él, prodigioso ser de luz que me había citado para otro encuentro en aquel indescifrable lugar.

-Te preguntarás porqué te he llamado nuevamente.

Respondí afirmando con un leve movimiento de cabeza. Aunque sabía muy bien que no era necesario ningún gesto, ni palabras para comunicarnos y entendernos.

-Quiero que sepas que no debes temer ante la decisión que te permitirá acercarte aún más, al destino que te muestra a cada paso, cual es el lugar que debes ocupar en esta vida que hoy te toca transitar. Todas las personas están siendo guiadas para mejorar cada uno de sus instantes. De esa manera todo aquello que parecía imposible, comenzará a verse más optimista si se mira con los ojos del alma. Vuelvo a repetirte viejo amigo, solo se trata de creer y te darás cuenta que las puertas hacia un mundo mejor pueden ser abiertas si se utilizan como llave el amor, lo justo y todos aquellos valores que no por casualidad se vuelven más terrenales en estos tiempos.

Aquí, en estas tierras estarás más cerca de Erks, lugar en el que se encuentra uno de los tantos portales que les permitirán a aquellos que sean capaces de creer y de abrir sus corazones, acercarse hacia donde tarde o temprano todos llegaremos. Cada cual desde su lugar aportará lo suyo y nada tendrá mayor o menor relevancia ante el resto. Para que entiendas voy a mostrarte hacia dónde te diriges, entonces comprenderás que el temor no tiene ningún sentido, ya que el camino te llevará una y otra vez hacia el mismo lugar, podrás tardar más o menos tiempo en estar preparado, hasta que por fin comprendas para qué has venido a esta vida.

En ese preciso instante otra imagen se adueñaba de la escena, observé mis manos queriendo alcanzar algo, parecía ser el rostro de una mujer, me sentía cansado y hasta ese simple movimiento se me hacía imposible de llevar adelante.

Los ojos se me cerraban y sentía una enorme pesadez en mis párpados, pero por instinto, oponía resistencia.

Hasta que por fin haciendo un gran esfuerzo abrí mis ojos y la imagen se volvió más clara. Entonces pude ver mis manos, estas se veían tan arrugadas como enflaquecidas y débiles, sin comprender miré hacia un costado y allí, me vi reflejado en él vidrio de la ventana del lugar, que inmediatamente reconocí como mi cuarto.

Era yo con toda mi vida encima, evidentemente me encontraba dando los últimos suspiros en esta tierra, allí comprendí el porqué de mi cansancio. Pero no podía mantener los ojos abiertos, pensaba en mi familia y una tristeza enorme se apoderaba de mí, al darme cuenta que marcharía lejos de todos ellos. Hasta que una voz, que sonaba tan familiar como acogedora, me rescataba haciéndome ver que no me hallaba solo en esa penosa y desolada situación.

Era mi esposa, que mientras tomaba mi mano, me repetía que todo estaría bien y que de no ser así, ella me acompañaría siempre.

Entonces extendí mi brazo para alcanzarla y haciendo otro descomunal esfuerzo pude abrir nuevamente mis ojos, miré su rostro maltratado y castigado por el tiempo, la reconocí de inmediato pues era la mujer que había estado junto a mí, toda la vida.

Me perdí un segundo en sus pupilas, en la profundidad de sus ojos y su mirada dijo mucho más, de lo que su boca podía expresar.

Me acarició el rostro como despidiéndose y dejó caer una lágrima sobre mi frente. Pude sentir su suavidad y su calidez y cómo se deslizaba sobre mí, tal vez porque sería la última sensación tangible en esa vida que llegaba a su fin.

Ya no tenía fuerzas para sostener la mirada hacia el frente, así que dejé que mi rostro girase sin poder dirigir siquiera su rumbo, allí sin que nadie más que yo lo notara, estaba él, mi viejo amigo, envuelto en luz, esperando el inevitable desenlace para guiar mi alma nuevamente hacia Eloah.

Capítulo X

Invisible

No tuve tiempo de asimilar las imágenes perturbadoras, que me señalaban cómo se apagaría mi vida, pues apenas se diluyó la escena, ya me encontraba otra vez dentro de la cápsula, acompañado de aquel ser de luz que con solo su presencia alejaba de inmediato cualquier indicio de temor.

Me resguardé en el silencio, simplemente esperando la llegada de algún otro recuerdo.

Había visto gran parte de mi vida pasar frente a mí en ese lapso de tiempo, en el que descubrí todo lo maravilloso que envuelve nuestra existencia terrenal y sentí una felicidad absoluta al darme cuenta hacia donde nos lleva cada pasaje del laberinto al culminar su recorrido.

Además ya no me sentiría solo nunca más, pues comprendí que nuestras almas son guiadas en compañía de aquellos seres que nos protegen y nos preparan para que evolucionemos durante nuestra eterna existencia, por medio del amor, la solidaridad, la compresión y todos aquellos valores que nos acercarán cada vez más hacia nuestro verdadero hogar llamado Eloah.

Era hermoso sentir que el universo no era únicamente la inmensidad que nuestros ojos humanos pueden observar. Sino que aquella inmensidad se expandía en el interior de cada uno a través del espíritu. Nada se compara con esa cosmovisión que nos hace descubrir que todos somos maravillosamente iguales, pues nadie va hacia otro lugar y tarde o temprano nuestras almas se reconocerán al despojarse por completo de aquello que no nos deja ver más allá de lo que denominamos normal.

Me alejé por un instante, olvidándome de todo, pero al regresar extasiado de aquel recorrido por mi interior, inmediatamente miré hacia donde se hallaba mi viejo amigo.

Fue entonces cuando observé, cómo su figura más bien terrenal se iba convirtiendo en una luz en forma de círculo.

-De ahora en más amigo mío, es necesario que el camino que aún te falta recorrer, lo vayas descubriendo tú mismo. Yo voy a estar a tu lado hasta el final, ya lo has visto, pero hasta ese día me volveré invisible ante tus ojos humanos. Lo miré sin comprender a qué se refería, si incluso esto era uno de las tantas evocaciones que se me presentaban durante mi presencia en la cápsula que me envolvía, un año después de esta primera experiencia en aquel frondoso valle.

Automáticamente y a modo de respuesta, se me fueron mostrando imágenes de mí vida luego de aquel último encuentro. Allí estábamos los cuatro, mis dos hijos, Leonardo y yo, contándoles a los amigos y familiares lo que había sucedido esa noche en aquel mágico y hermoso lugar. -Era una luz inmensa. -Dijo notablemente sorprendido Agustín.

-Y se acercó hacia donde estábamos nosotros y se fue. -Continuó Felipe.

-La próxima vez seguro que vemos algo más.- Afirmó Leonardo.

Yo solo sonreía, evidentemente sin recordar nada, pero al observar mis ojos noté claramente que mi mirada no era la misma de siempre.

De pronto el cuadro comenzó a cambiar de forma y una nueva imagen se presentaba. Esta correspondía a cinco años más tarde, era el día que llegábamos al pueblo que se había adueñado de nuestros corazones, allí estábamos descendiendo todas nuestras pertenencias de un gran camión de mudanzas, pues habíamos decidido instalarnos definitivamente en aquellas tierras.

La felicidad desbordaba en cada uno de nosotros, quizás para entonces sabíamos muy bien que no nos marcharíamos más de aquel lugar indefinible, especial. Inconscientemente nos habíamos sumado al silencioso éxodo, de aquellas almas que buscaban acercarse a la maravillosa ciudad intraterrena de Erks.

De pronto los niños se habían convertido en hombres, incluso Camilo que era el más pequeño, ahora se encontraba con un avejentado Leonardo, quien nos visitaba cada año y llenaba de mágicas historias nuestra casa, planificando la próxima expedición.

Nuestro hogar se veía cálido y lleno de amor, evidentemente habíamos hecho las cosas relativamente bien.

Aunque era notorio que solo abundaba el amor entre toda la humildad que nos rodeaba, entonces recordé felizmente que lo material no había sido la meta de nuestras vidas, me sentí orgulloso al reconocernos como personas honestas y solidarias, con nuestros defectos, los cuales siempre fueron reconocidos y mejorados a través del ya mencionado amor.

Pero el tiempo es algo que no se detiene, así que la vejez nos comenzó a avisar que habíamos tenido una vida tan hermosa como pasajera.

De pronto la imagen se fue diluyendo, comprendí entonces que lo que ocurría en este momento, no correspondía al pasado cercanos ni mucho menos, igualmente a esta altura, el tiempo iba y venía de tal manera que se me hacía casi imposible obtener referencias claras de éste. Ese no era el fin del largo camino, así que me dejé llevar, quizás así descubriría la verdadera y contundente respuesta del porqué de todas estas incomprensibles vivencias.

Y de pronto otra vez me vi en la cápsula frente a la luz de energía que me brindaba su contención, mientras recorría lo que pensé sería uno de mis últimos recuerdos. -Cuando estés dentro de esta cápsula, viviendo realmente esta experiencia, será porque habrá llegado el momento en el que verdaderamente te encuentres preparado en tu existencia terrenal para recibir este mensaje, entonces cualquier tipo de duda que aún habite en tu interior comenzará a disiparse.

Pero además, a través de este contacto tu alma será provista de toda información, que luego guardarás por un tiempo como meros recuerdos, hasta que descubras como trasmitir todo esto que has visto aquí.

Hasta entonces creerás haberme visto únicamente en tus sueños, pues es necesario que tu corazón y tu alma te guíen de ahora en adelante, en cada paso que te toque dar en el extenso camino que tienes frente a ti.

Esta es tu vida querido y viejo compañero, ahora ve y hónrala intentando ser mejor de lo que alguna vez fuiste e imaginaste, ha llegado el momento, solo déjate llevar pues ya te encuentras allí, en el lugar indicado, abriendo las puertas del cielo.

Capítulo XI

La última puerta hacia la luz

Al regresar de aquel que supe internamente había sido el último de mis recuerdos, reconocí de inmediato el presente que me envolvía.

Sentí que me encontraba dentro de la cápsula, pero lo único que podía ver era la luz que irradiaba el interior de la misma. Y si bien ya no era posible observar al ser que se encontraba acompañándome desde siempre, aún sentía claramente su presencia.

De pronto toda aquella luminosidad comenzó a mostrar una abertura, como si la cápsula que me contuvo durante todo aquel recorrido, se estuviera agrietando. Pude distinguir una especie de camino, aunque nada se observaba a su alrededor, ni mucho menos en su horizonte. Una energía tan acogedora como potente, me impulsaba a tomar el rumbo que marcaba dicho camino.

Comencé a dirigirme en esa dirección y al mismo tiempo la cápsula parecía desvanecerse. Mientras todo esto ocurría, una silenciosa invitación me llamaba a darme vuelta por última vez.

Inmediatamente giré para observar qué sucedía. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Infinitas almas se habían posado en la inmensidad que me rodeaba, dibujando el cielo más bello y brillante que existe en todo el universo.

Advertí como un “hasta pronto” me acariciaba el alma y continué mi camino hacia el destino que me aguardaba detrás de aquella última puerta que debía abri.

Capítulo XII

La despedida

-Ahora es ahora, este es el presente que te despide, hacia el futuro que deberás escribir con lo que has aprendido una y otra vez a lo largo de tu existencia.

Ten en cuenta que jamás te encontrarás solo, pues nadie está solo en el lugar al que te diriges, más allá que muchas veces no te des cuenta de esto.

No busques respuestas en lo distante ni en lo complejo, allí tal vez no las encuentres. Ante las dudas que se te presenten, ve hacia tu interior, pues ahí es donde el universo se expresa de la forma más pura, aunque no lo notes de inmediato. Recurre a lo simple de las cosas para valorar lo que te rodea, de esa manera sabrás cuanto tendrás al alcance de tus manos.

Ten en cuenta que sentir no es simplemente un acto reflejo, sentir es lograr ver con los ojos del alma, entonces podrás observarte en todo la que habita a tu alrededor.

Siente con el alma y te reconocerás con otras almas. Si logras despojarte de todo aquello que te aleja de tu esencia, descubrirás el maravilloso mundo que

verdaderamente tienes frente a ti. Vive sin la pesadez de la codicia y reconocerás el verdadero valor de ser libre.

Aprende a perdonar, porque alguna vez te encontrarás tú mismo pidiendo que te perdonen.

Amor es la palabra que define todo lo que debes dar en este recorrido que ahora emprendes, aunque muchas veces a ti, se te sea negado. Si lo logras, entonces lo eterno y lo bello te envolverán en su luz definitivamente.

Ahora debes irte viejo amigo, ya no puedes demorarte más, pues hay quien te espera al final del camino.

Capítulo XIII Detrás de la luz

De pronto aquel camino comenzó a cerrarse a medida que sentía como avanzaba hacia mi destino. Y si bien aún recordaba todo lo sucedido en aquel maravilloso lugar, las sensaciones que recorrían por mi interior, comenzaron a mostrar destellos de algunos sentimientos que durante mi estadía en la cápsula habían desaparecido por completo.

Era una clara señal, de que me estaba alejando de aquel sitio de manera acelerada. En varias oportunidades intenté darme vuelta, pero ni siquiera podía girar mi cabeza, aunque aún no sabía el porqué del motivo.

Una extraña energía me absorbía hacia ella, sin que yo pudiera hacer algo al respecto. En varias oportunidades pensé en utilizar mis brazos y piernas para frenar mi rápida marcha, aunque enseguida desistía de la idea, pues no quería desobedecer las indicaciones de mi viejo amigo. En ese momento intenté recordar algunos de sus consejos, pero me sorprendió como la mayoría de sus sabias palabras se habían esfumado de mi mente.

Nada me cerraba en esto que me estaba pasando, incluso llegué a dudar si no estaba ocurriendo algo malo en todo aquello. Ahora era más que innegable, que me encontraba lejos del lugar en el que había comenzado este recorrido, pues la duda y el temor eran sentimientos que no existían en aquellas tierras de ensueño.

Un torbellino de confusiones iba y venía, a medida que la energía se tornaba cada vez más fuerte, llevándome hacia ella rápidamente.

Entonces tomé la decisión de frenar mi fugaz marcha, pues debía intentar hacer algo para resolver esta inhóspita situación. Fue allí cuando descubrí que no podía controlar, ni siquiera sentir mis extremidades, es más, al cabo de unos pocos segundos, mis ojos, ya no eran capaces de distinguir absolutamente nada a pesar de percibir que se hallaban abiertos.

Todo se fue borrando de mi mente a la misma velocidad que mi acelerado viaje me impulsaba hacia el final del camino. Supe que me acercaba al final del mismo, porque de pronto una muy pequeña luz se dejó ver, como un punto apenas perceptible.

Eso me animó de tal manera que sentí de inmediato como la fuerza, que pensé que había perdido, se adueñaba de mi cuerpo otra vez. Volví a sentir mis piernas y mis brazos, y utilizando toda mi renovada energía comencé a dirigirme lo más rápido posible hacia la salida.

Observé que aquella luz, luego de cada uno de mis agotadores esfuerzos, parecía estar más cerca, así que ya no iba a detenerme hasta lograrlo.

-¿Y esos gritos? Me pregunté a mi mismo mientras oía claramente los gritos desgarradores de alguien que no podía ver entre tanta confusión.

-¿Y esas voces?

Se entremezclan las voces de varias personas con los gritos que ahora, se oían más nítidos.

En ese momento el miedo había desaparecido, solo las ganas de salir de allí, era lo que importaba para entonces. -Debo llegar hasta esa luz, ya casi lo logro. ¡Está tan cerca!

-¡Lo estoy logrando! ¡Es ahora o no lo será nunca!

Volví a realizar otro descomunal esfuerzo, sabía internamente que éste sería el último.

De pronto una luz tan familiar como enceguecedora me atrapó, mientras sentía que mi cuerpo extremadamente exhausto, era trasladado por una extraña fuerza elevándome. Tuve un inmenso temor ante esto que me estaba pasando, abrí mis ojos y pude ver de manera borrosa varias siluetas que presenciaban el extraño cuadro.

No comprendía nada. Mi mente ahora sí, se encontraba completamente en blanco. Eso me asustó aún más, intenté gritar, quizás para pedir ayuda. Pero solo se oyó el llanto de un bebé, entonces miré mis manos, allí descubrí que éstas eran tan frágiles como pequeñas.

De pronto observé cómo una joven mujer, que se encontraba recostada, extendía sus brazos para alcanzarme. Se acomodó mientras me abrazaba, corrió el cabello ondulado que cubría su rostro y de inmediato sentí como nuestras almas se reconocían solo porque ella, era mi madre.

Entonces una voz tan familiar como acogedora me abrazó el alma, como dándome la bienvenida al lugar al que acababa de llegar, llenando de mágica luz aquel momento.

-Te das cuenta viejo amigo, aún no te habías marchado y ya estabas volviendo.

Mi vida, acababa de comenzar.

Capítulo XIV

Renacer

Hace ya mucho tiempo has pasado por esta experiencia, siempre supiste lo difícil que sería. Sabías que te distanciabas de tu eterno hogar, pero aun así decidiste comprometerte por amor. Y aquí estamos. Naciendo una y otra vez. Atravesando obstáculos, pero vivos al fin. Hemos nacido y vivido. Hemos regresado a la extraordinaria Eloah y otra vez hemos vuelto a recorrer este extraño laberinto llamado vida. Intentando mejorar el Universo que nos envuelve, pero también perfeccionando nuestras almas en un extenso aprendizaje, para llegar por fin a transformarnos en luz. No hace falta llegar al final del camino para comenzar una vez más. Solo hay que creer, sentir y buscar en el infinito mundo interior de cada uno, quienes somos y descubrir hacia dónde nos dirigimos. Hemos llegado hasta aquí con una finalidad, solo debemos encontrar el rumbo y encausar el destino hacia la meta que nos aguarda. Si lo logramos, comenzaremos a recorrer un camino distinto, conociendo nuestra misión y reconociéndonos en este plano. Podremos sentir la fuerza y la divinidad que habita en nuestro interior. Somos luz y somos amor. Debemos recordarlo. Abran sus corazones, liberen sus almas, crean.

Entonces verán nacer lo que verdaderamente son y descubrirán lo imprescindible de su labor. Es aquí y ahora, debes abrazar tu responsabilidad, de esto dependen civilizaciones enteras. Los seres de luz que habitan en la inmensidad de la galaxia, te observan y admiran.

Es ahora, has el último esfuerzo. Sigue la luz. No temas, pues no te encuentras solo. Cree. Y te verás renacer espiritualmente.

Experiencia ERKS

Mensaje a los lectores:

Nada es un invento, todo es producto del recorrido que he transitado
luego de que una serie de experiencias vividas permitieran que aquella
primera puerta se abriera. Esa, que me dejó ver y sentir, el verdadero
valor de nuestra existencia.
A partir de aquel día ya no volvería a ser el mismo, y si bien en esta
hermosa aventura, mis errores, mis tropiezos y mis miserias se hacen
presentes de vez en cuando, pues aún el camino del aprendizaje me pone a prueba.

Sé muy bien que ya no existe retorno posible al incrédulo ser terrenal que alguna vez fui.
Nada nace en mí, pero si puedo afirmar que todo pasa por nosotros.
Frente a nuestros ojos. Manifestándose de diferentes formas, todo tiene un sentido, un porqué. Absolutamente, nada es casualidad. Todo
lo que ocurre en este maravilloso universo ocurre por algo. Cada suceso encierra un fin que tarde o temprano habremos de descubrir.
Entonces podremos observar más allá de lo que nuestros ojos humanos nos lo permiten. Siempre y cuando seamos capaces de ver con los ojos del alma…

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