Azahar y del bueno fue lo que pidió Alberto en la tienda. Pagó lo justo, pero hubiera pagado lo que fuera, por tener la dicha de aquel olor una vez más.
_ “Quédese con el vuelto Don Cosme, y se lo da a Juancito de mi parte. A propósito de Juancito”, dijo Alberto dando media vuelta. _“Mire que anda distraído ese muchacho. Ayer me dio mal el vuelto. Y no es la primera vez. ¿Será que está enamorado? ¡Ay, las mujeres!”
Alberto salió sin esperar respuesta, con la misma rapidez que el suspiro de su boca. Llegó a su casa y notó que su esposa ya había cambiado las sábanas como todos los domingos. Abrió el frasco y las salpicó con la fragancia que lo llevaba a los naranjos del fondo de la casona de Pilar. Ella, jamás quiso abandonar Andalucía, ni siquiera por él.
_ “La comida está lista”.
_ “Ya voy”. Alberto volvió a la realidad.
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