En una habitación que presume de asepsia y de contar con tanta luz que hace que las corneas griten de dolor, un tenue ventilador de techo emite un ruido sordo pero penetrante. La velocidad es constante y hace que el aire se mueva sin mucha emoción.

La temperatura es baja, igual que en las frías tardes junto al mar, esas tardes dispuestas para caminar por la rambla y despejan la mente. Esos días, para recordar lo que era el mundo y ya jamás será. Unas tardes frías, secas y con falta de humedad.

Una mesa de acero gris esta colocada justo en el centro de la habitación, de cada lado hay dos sillas de la misma tonalidad. El suelo de un color blanco e igual de frio, que los iglúes de las fabulas que cuentan las abuelas, esas que rememoran a los tiempos de antaño. Tiempos con otros paisajes y otras culturas. El techo es de un color celeste claro que nos lleva a pensar en la bandera mundial. La habitación espera por sus habitantes, se respira tención y agotamiento.

Una particularidad de esta construcción aséptica es que, en una de sus paredes grises claras, aparece un espejo enorme que vigila con impaciencia todo lo que se aloja frente a su esmerilado cantar.

La puerta pesada y contundente de acero chirria al abrirse. Entra un hombre de unos 50 años, alto, canoso, esbelto, con paso firme, enfundado en un delantal blanco que deja claro su nombre. Dr. 321.

El Doctor toma asiento y comienza a escribir en su cuaderno táctil digital. Al cabo de unos minutos, por la puerta entra lo que parece ser un soldado, todo negro, sin rostro, corpulento y con una altura que lo asemejaba a un gigante. El soldado traía a un hombre joven, unos 30 años, con cabellos rojo, delgado, con una corpulencia olvidada, vestido con una fina capa plástica trasparente que deja ver todos sus atributos y que camina con un andar dubitativo. Cómo si fuera la primera vez que lo hace.

El soldado sienta al hombre y ata unas cadenas a un saliente de la mesa. El Doctor mira al hombre, mientras el soldado sale de la habitación y cierra la pesada puerta. El doctor sonríe con una expresión macabra y que recuerda a como solía sonreír ese personaje de la antigüedad, que los libros de historia nombraban como Drácula o Drakul.

Doctor

Buenos días viajero 890.789. Queríamos ver como se encontraba. Esperemos que sus conocimientos nos sirvan. Lo recompensaremos con un estilo de vida eterna. Le haremos preguntas de control, le sugiero que responda con serenidad y prontitud.

Comencemos. ¿Cómo es el sabor de un huevo duro?

Hombre

¿Qué es un huevo?

Doctor

¿Cómo suena un cacahuate al moverlo?

Hombre

No se de lo que habla, nunca vi esas cosas. Por favor, ¿donde están mis mujeres e hijos?

Doctor

¿Cómo suena un vaso de plástico cuando se tira a un suelo de madera?

Hombre

¿Madera?

Doctor

¿Cómo huele una fresa?

El hombre comienza a llorar levemente mientras el Doctor lo mira y apunta datos en su cuaderno digital táctil. El Doctor recoge una lagrima de la mejilla del hombre y la contempla cómo si fuera un objeto extraño y sacado de las paginas mismas del olvido.

Doctor

Le sugiero que demuestre su valía, o será descartado. ¿Cómo es el tacto de un cuchillo de acero inoxidable?

El hombre mira al doctor cómo implorando ayuda para entender el significado de las extrañas palabras que pronunciaba. Desesperado, el pobre hombre comenzó a forcejear con las cadenas. El Doctor al ver esto hizo una señal en dirección al espejo, el techo se abrió y un brazo robot decenio y le inyecto un líquido verde al pobre hombre que continuaba llorando.

Doctor

¿Cómo es el tacto de la gelatina?

Hombre

No lo recuerdo, fue hace generaciones

Doctor

¿Qué es el amor?

Hombre

Lo que siento por mis esposas e hijos

Doctor

Excelente, excelente, al fin un progreso. Muchas gracias por su tiempo. Lo separaremos para consultarlo en el futuro. Lo ha hecho muy bien. Ha ganado un estilo de vida eterna.

Hombre

¿Puedo irme? Por favor. Se lo suplico.

Doctor

De una forma, si se ira. Pero de otra vivirá para siempre. Pocos viajeros como usted, han logrado este honor. Gracias a su capacidad de respuesta podemos descartar un siglo. Nos proporcionó un dato clave en nuestra investigación. Y como recompensa, lo preservaremos para analizarlo o consultarlo en el futuro inmediato. Claro que el resto será aprovechado como alimento.

El hombre no comprendió esas palabras del doctor, pero los pelos del cuerpo comenzaron a erizarse como si algo fuera peligroso. La sonrisa macabra del Doctor, también lo inquietaba. Otra vez como Drácula.

Frente a los ojos atónitos del hombre, el Doctor volvió a realizar un gesto hacia el espejo. El brazo del techo reapareció, pero esta vez, sostuvo con fuerza la cabeza del hombre que empezó a gritar mientras el brazo tiraba y la desprendía del resto del cuerpo. Los gritos duraron hasta que la ultima vertebra se deslizó fuera de la carne.

El Doctor no se inmutaba, solo seguía escribiendo. La sangre brotaba y manchaba todas las paredes, pero unos pequeños robots motorizados aparecieron de golpe y comenzaron a limpiar. El soldado volvió a entrar y retiro el cuerpo decapitado, pero aún caliente. El Doctor, sin levantar la vista de su cuaderno que seguía recibiendo sus escritos, se dirigió al soldado.

Doctor

Que lo usen como alimento.

Los robots dejaron la habitación impoluta. El Doctor dejo de escribir y miro al espejo.

Doctor

Qué traigan al próximo viajero.

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