Y si de amor tengo que hablar, lo menciono a él, en primer lugar

no es un gran galán, ni regala flores para impresionar

con sus palabras puede enredar, cambiando el mundo de su lugar.

Al castillo nunca pudo llegar, aunque al dragón intentó matar

ni él es un príncipe, ni yo una princesa que se rescata.

Cuando me quiso enamorar, con un beso al despertar

primero había que hablar de lo que podía pasar

quizás él, engañó al dragón y yo ya estaba despierta.

Cuando la rueca quise tocar, sabia lo que podía pasar

el dedo me podía pinchar y el corazón debía entregar

a un hombre desconocido, que el destino iba deparar.

El pobre príncipe debía aceptar, no hacer preguntas y luchar

enamorarse en el azar de una rosa y condenar.

Ni el castillo está lleno de espinas que no se puedan quemar

ni un zapato que no coincida con otro par

el vestido no me puede entrar, y a las doce y media puedo llegar

aunque el príncipe me quiera besar, puedo despertar antes y amar igual.

Las princesas no son esclavas, ni el príncipe un fiel señor

ambos podemos ser libres por una mutua decisión

podemos matar al dragón, sin espadas, ni armazón

tirar la corona y salir corriendo por el callejón,

no perder la magia, la elegancia y la valentía.

Podemos burlar el destino, elegir nuevos caminos

probarnos nuevos vestidos, andar descalzos sin motivo

transformar la calabaza, reirnos de éste cruel camino

enfrentarnos al destino y elegir a quien amar.

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