…En la esquina de mi casa hay un agujero sucio y feo. Quizá es por el material tan horrible y desgastado del que esta hecho todo el cuarto. Los ladrillos grises le dan un toque deplorable, no como otras casas con azulejos y regaderas. El agujero está arriba, se llena de telaraña, moscas y otros insectos feos que recorren la casa y se meten ahí, quizá les gusta mucho la oscuridad y el olor a humedad. No lo sé. No tengo la altura para llegar ahí y matar a los bichos esos. Mamá y papá dicen que mientras no los moleste no hacen ningún daño. Pero es horrible verlos. A veces mi hermano echa insecticida para que se mueran, funciona bastante bien, pero al cabo de unos días se llena de nuevo.
Últimamente no miro al agujero, creo que le perdí el interés. Pero me di cuenta de algo. Hay un insecto muy feo y horrible. Tiene una cara muy asquerosa, la saliva le sale de su boca, esta rodeada de criaturas mucho mas pequeñas que ella, seguramente sus hijos. Sus patas se mueven muy incomodamente, me dan muchas ganas de aplastarla, pero no llego, y creo que el insecticida ya se acabó.
Han pasado los meses y la cosa esa sigue ahí. Viendome y creo que riéndose, mientras sigue poniendo huevos. Miro más de cerca y veo cómo se come a sus hijos. Los agarra y les arranca la cabeza, los mastica y se los traga mientras, lo que parece ser sangre, recorre su vientre baboso y vómito. Me ve y ríe, su boca se abre y una hilera de dientecillos interminables hacen una grotesca mueca. Cómo quisiera aplastarla
«¿Qué me miras chiquillo malcriado? Si mi nombre quieres saber, déjame decirte que no te lo voy a decir, no eres digno de aquello. Solo puedo decirte que vivo aquí, en este agujero. Tuve un millón de hijos que se han ido lejos a habitar otras casas feas y desgastadas como la tuya. Mi comida son mis hijas, ellas no sirven en lo absoluto, ni siquiera para una buena comida, tengo que comerme un millón para saciar apenas el apetito. No me mires más y vete a hacer tus asuntos.»
En el rincón hay un insecto desagradable a la vista. Tuvo 10 millones de crías, se comió a 7 millones y el resto se fue por las grietas y demás agujeros que encontraron. Un día se atragantó con una cría que no quería ser devorada, tal era su devoción que después de ser masticada y tragada se atoro a propósito en la garganta, dándole muerte a aquel ser.
En el rincón había un insecto. Se cayó de la telaraña que la sostenía, pues es muy grande y el peso terminó por ganarle. Aún conserva esa sonrisa cruel y lúgubre. Era un sábado por la mañana cuando la encontré en el suelo, la mire y la maldije mi entrás mi chancla hacía el trabajo sucio y tenía bastante con aquello. Un crujido resonó por la habitación, momentos después eché agua para limpiar el desastre y vi hacia el rincón, ahora no hay nada salvo huevos muertos que serían comidos por el bicho ese, quizá estén mejor sin salir, o quién sabe…
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