La cafetera, el móvil y el retrato de la abuela

La cafetera, el móvil y el retrato de la abuela

Milana

13/04/2020

Dicen que aún tenemos para largo. Tiene cosas buenas, como levantarse a la hora que te da la gana, ver seis horas seguidas de tele sin sentirse culpable o pasar de alisarte el pelo. O como descubrir que, gracias a todo lo que habita tu universo, sigues adelante. Y cuando digo todo, va en serio. Me refiero a ti, que todas las mañanas me preparas un café mientras tacho un día más del almanaque de la cocina. O a ti que, sin desmayo, me mantienes en contacto con el exterior. Después de tres semanas de confinamiento, una escapada al súper, tres a tirar la basura y el aplauso diario asomada a la ventana es como si os viera por primera vez, como si descubriera que sin vosotros mi vida no sería lo que es. Por eso, por rarito que suene, os doy las gracias. Sin vosotros, me habría vuelto loca. Y no porque la soledad sea abrumadora, que a ratos lo es. Ni tampoco porque cada tarde lamente algo que hice o dejé de hacer hace un año, tres, quince. Me habría vuelto loca de pensar en la de cosas que I took for granted, que he dado por sentadas. Cosas importantes de verdad como tú, que siempre que te he necesitado has estado ahí, sin pedir nada a cambio, sonriente. De carne y hueso. No de papel, vidrio y madera. Como ahora. Por eso, te prometo que cuando acabe la cuarentana y todo esto pase, iré a verte y a abrazarte hasta que me digas basta. Y ahora te dejo, que son las ocho. Te quiero, abuela.

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