Creo que el amor verdadero existe. Existe un amor incondicional, aquél que se brinda sin una negociación previa, cuyo soporte se encuentra en querer siempre, con todo el corazón, el bienestar de alguien de forma desinteresada… Darle a esa persona todo de lo que a ti, por unas circunstancias u otras te ha faltado en la vida; enseñarle y cuidarle con el alma y no dejar que algo malo le pase. Personalmente, aún no lo he sentido, y muchos de los que leáis esto tampoco y no sé si algún día tendréis la suerte de sentirlo. A mí, sinceramente me encantaría experimentarlo en algún momento. Aunque sí puedo decir, que todos lo habéis recibido.

Éste amor al que me refiero, es el amor que nos dan a todos antes de conocernos, antes de vernos la cara, antes de sentirnos físicamente y antes de traernos a la vida. Es ese sentimiento tan inmenso que nos dan nuestros padres.

Ellos son, bajo mi punto de vista, las personas más afortunadas que hay en el mundo por poder abarcar un sentimiento tan grande desde el primer segundo en el que saben que venimos a acompañarlos en la vida.

Me gustaría recalcar, que a pesar de ser un amor incondicional, no es, o no debería ser un amor ciego. Por ello, pienso que tienen una tarea muy difícil, ya que deben separar este sentimiento de los errores que comenten sus hijos, y enseñarlos y educarlos para que no vuelvan a cometerlos.

Cuanto más amor hay, más dolor ocasiona cualquier error, o cualquier hecho que desencadene el sufrimiento de un hijo.

Por ello, cuando hay algo que nos esté haciendo daño y nos robe la alegría de cada día, ese dolor se hace mil veces mayor en ellos.

Si saben educar y enseñar, serán capaces de aconsejarnos, consolarnos y acompañarnos en cuerpo y alma. Tanto por nuestros errores como por un dolor ocasionado externamente.

Una vez pasada la barrera del error, si el daño externo sigue sin dejarnos respirar, harán todo lo posible por acabar con ese daño desde la raíz.

No he escuchado el caso en el que alguien critique la forma de actuar de unos padres que ven a su hijo sufrir, tengo la suerte de rodearme de buenas personas. Pero en el caso de que alguien escuche algún comentario poniendo en duda la forma de actuar de unos padres por su hijo, debería cuidar las relaciones con dichas personas. Porque, posiblemente, esas personas que se toman la libertad de comentar ese tema, seguro que no son padres o nunca han recibido un «machaque» externo de gran magnitud, por tanto ( y lo cual me da mucha pena) no tendrán la suerte de entender nunca esto que escribo.

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