Es una historia inmensa. Pero no es para nada una historia común. A veces nos damos cuenta un poco tarde que nos ha tocado la suerte de compartir con un héroe. A veces es tan increíble la situación, que nos toca compartir con varios de ellos y, sin tener que esperar ni pedirlo muchas veces, nos tocan el alma con su luz especial y sus poderes mágicos.
Hoy contaré una historia real. Grande y con muchos poderes. La historia de nuestros héroes sin capa.
Provienen de lejos. Tan lejos que a veces cuesta saber su verdadero origen. Sólo se conoce lo actual, sin embargo para llegar a convertirse en héroes han transitado muchas galaxias. Desde donde nacen llamada Escogidos, hasta la mayor de todas, llamada de manera muy simbólica galaxia de la Entrega y la Abnegación. Y el camino es largo.
Conocí a varios. Pensaban que podían esconderse (esto porque no les gusta presumir de sus poderes), en un hospital de una ciudad que a primera hora de la mañana de un día reciente en el tiempo, amanecía con la noticia de una nueva enfermedad.
Se preguntaba todo el mundo si era posible que algo tan pequeñito como un virus, una cosita redonda con puntas tendría más poder que los grandes gobiernos del planeta Tierra. Era algo increíble. Todos hablaban y deliberaban sobre el tema. Iban y venían hacían llamadas. Reuniones y todo lo que la tecnología permite hacer para comunicarnos. Aunque a veces con ella estamos más lejos de nuestros semejantes, pero esa es otra historia.
Ese día, un grupo de héroes sin perder el tiempo, acordó que para enfrentar a esa cosita redonda y con puntas que atacaba a los humanos deberían usar un traje de un color específico y esconder capa y botas bajo un traje de héroe más resistente pero menos vistoso. Ese traje debería cumplir con varios propósitos y el principal era que debía ser un mensaje directo de esperanza; por eso el color era verde. Para que todos los que necesitaran que les aplicaran los súper poderes pensaran en la naturaleza. Y se aferraran a la vida pensando en lo bonito que sería volver a caminar en un prado o bajo las hermosas hojas de un árbol cualquiera. Era excelente la elección del color.
También pensaron en cubrirse la mayor parte de la cara con una mascarilla. Así no los reconocieran por sus facciones que no se veían. Los humanos fijarían la atención sólo en el poder de su mirada, la cual transmitía su calor y energía positiva atravesando unos súper lentes de acrílico transparentes, por lo tanto no se desperdiciaba la energía para nada. Y en todo caso, lo último que esperan los héroes sin capa es que les halaguen. Sienten que aunque las personas no lo hagan muy a menudo, sus poderes están allí para los demás. No son de ellos. Los tienen para utilizarlos en el momento preciso…Y éste era un gran momento.
Se colocaron pues su traje especial de héroes, aunque algunos buscaban y les costaba encontrarlos porque ésta nueva enfermedad sobrepasaba todos los límites. Sin embargo ninguno dejó de emplear sus poderes en cada humano que llegaba envuelto en unos seres pequeñitos redondos y con puntas…y se le decía Coronavirus. Los héroes lo supieron y pusieron manos a la obra. ¡Había mucho por hacer!
A pesar de revestirse con una dosis triple de poder y energía, los héroes sin capa sentían que en algunos momentos se agotaba la provisión de ella. La usaban día y noche, por encima de la necesidad de recargar. La sacaban de las reservas que estaban ya gastadas, pero siempre venía un compañero, súper héroe también, a entregarle un poquito de la propia para lograr que arrancara de nuevo la producción de una energía especial llamada Entrega. Y de otra no menos importante llamada Abnegación.
Llegaban y llegaban muchos humanos, y en muchas ocasiones, más de lo que querían los héroes sin capa, no lograban que sus súper poderes los levantaran de esas camas. Y sus ganas de ayudar bajaban entonces vueltas líquido y salían por sus ojos. Los últimos ojos que esos humanos veían antes de cerrar los suyos para siempre. Eran muchas horas seguidas como súper héroes. Había que descansar. Y hasta los héroes empezaron a caer con los poderes agotados en esas mismas camas, y otros súper héroes los venían a ayudar.
Se podía mirar cómo se unían los súper héroes sin capa verdes con los azules que tenían una nave tripulada con una sirena. Y los amarillos. Y los blancos. Y los rojos. Todos sin capas pero todos con poderes para salvar a los humanos.
Y así mirando desde un rincón apartado, uno podía ver como crecían los súper héroes sin capa aunque ellos mismos no se daban cuenta.
Miraba como los humanos empezaron a aplaudir tan fuerte que movían toneladas de energía positiva desde sus propios corazones para llenar el tanque de energía de los héroes sin capa. Y ellos lo sentían. Y se volvían más fuertes por momentos. Y la luz de su mirada volvía a brillar…y la gente empezaba a sanar. Y los que pensaban que tenían que ir al cine y comprar palomitas para ver a los héroes, se dieron cuenta de que los tenían entre ellos mismos. Y seguían aplaudiendo. Y ellos seguían ayudando a las personas de todas las maneras posibles en las que un héroe puede ayudar. A veces como un héroe y otras como un hijo. A veces como un esposo y otras como un nieto. A veces como un familiar y otras como un amigo. Pero nunca solamente como un trabajador.
La gran historia aún no está totalmente escrita. Hay muchos héroes sin capa escondidos que siguen en su labor. Y cuando salgan a la luz, serán tan luminosos en su accionar que nunca necesitarán más capa que no sea la del Agradecimiento.
¡La luz de cada alma traspasa los trajes y brilla a través de los ojos!
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