De repente estalla mi mente, se despiertan mis sentidos, mis ojos dormidos reaccionan ante la primera luz. El sol me saluda desde un cielo muy azul. Mi cuerpo aletargado tarda en reaccionar, me cuesta poner mis pies en movimiento. Adentro, la oscuridad de los ambientes, todavía prisioneros de las ventanas, mantienen una calma oscuridad. Mi casa, mi refugio, mi lugar recóndito en el mundo, pero no por mucho tiempo, la vida estalla afuera en sonidos y en colores, las calles son como ríos que, sin parar y presurosos no detienen sus aguas, y alli estamos nosotros , cada nuevo amanecer, parados mirando fijamente y esperando el instante justo de lanzarnos a esa corriente que nos llevará por quién sabe donde. Ese es nuestro destino, nuestra vida cotidiana, lanzarnos y enfrentar la aventura, el agua va corriendo presurosa, no se detiene nunca, y nosotros debemos enfrentarla, dominarla y día a día salir a flote. Aguas mansas o estrepitosas, lluvias tenues o diluvios, ese es el desafío.
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