Haciendo algo bien

Haciendo algo bien

ariel andrada

09/04/2020

– ¨ ¿Papi te acostas conmigo? Tengo miedo. El hombre de la capucha me va a venir a buscar¨.

Otra vez la vocecita infantil, desde la otra habitación.

– ¨Ya está grande, cinco años tiene. Ya debe acostumbrarse a dormir solo¨. Mi señora me reprocha desde la cama. La miro y digo (otra vez)

– ¨pobre, se asusta todavía¨

– ¨Otra vez te vas a dormir en su cama. Me parece que es una excusa para no acostarte conmigo. Estas demorando la discusión de nuevo, total yo me duermo acá, vos allá, y así pasa otro día. ¿no?¨

Y sí. Estoy demorando la discusión. Es más, ya no recuerdo porque inició la discusión. Tampoco me importa mucho. La vocecita suena aterrada, con miedo real e infantil a la vez. Y es importante que vaya a su camita y lo abrace fuerte. Para calmar su temor infantil, prender una lámpara y desaparecer al hombre de la capucha aunque sea por esta noche. Y sí, estoy cansado. Trabaje todo el día, llegue a la casa molido por la presión del día con más ganas de derrumbarme en la cama que de espantar espectros, pero la vocecita me reclama.

-¨voy un rato. Hasta que se duerma. Vengo enseguida¨

Mi señora dándose vuelta. Otra vez la no respuesta. A ver si no me duermo esta noche, así no la empeoro. Llego al otro cuarto, enciendo la lámpara y la radio y lo abrazo fuerte, fuerte. Su cuerpecito calmándose me calma a la vez. Algo estoy haciendo bien.

-¨ ¡OTRA VEZ TE DORMISTE EN SU CUARTO! ¨ ¿cuándo vas a aceptarlo? ¿Cuándo vas a venir a hablar conmigo? Entre sollozos me despierta bruscamente la voz de mi esposa.

– ¨ ¡hace ya un año que estamos así! ¿Cuándo vas a asumirlo? ¿Cuándo?

Se aleja casi corriendo desconsolada y yo la sigo desesperado. Ya es momento de hablar. Ya lo demoré demasiado. Me acerco y la miro y la toco y esta fría, y ahí donde miro y toco digo

-¨lo siento¨ .

Y lo que más siento es que lo que miro y toco no es su cara sino esta fría placa de mármol, que está a la derecha de otra más pequeña y que ambas me sobrevivirán cuando vuelva el hombre de la capucha, ese que no se ve intimidado por una lámpara encendida, la que nunca apagué en su cuarto ni en el mío.

Y yo que pensaba que estaba haciendo algo bien.

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