El siguiente relató es una anécdota que me sucedió hace un año.Solo que con la variación de cómo lo sentí yo.

Había un aroma a vainilla en todo el lugar, el sol hacia que todas las cosas tuvieran una luz individual, el ruido de los taxis eran minimos,como el ronroneo de un gato.Las nubes moviéndose en el cielo tenian particulares y diversas figuras.Me recordaba a mi infancia, mi dura infancia.

Una gran y vieja estatua se cernía al medió del inmenso parqué, tan vieja,podría decir,como la taza de mi abuela.Y ahí en la base de la estatua estabamos yo y mis amigos.Disfrutando el paisaje. Acostados en lo que parecía era una gran roca bien definida yo y mis amigos hablabamos de cualquier cosa.

Cuanto añoro ese momento.Por la sencillez de el ambiente, por la cálida sensación de estar en una nueva “familia»,por que me senti libre por unos instantes.Ya no era un preso por la moral o la ley.Era libre y eso era lo que me importaba.

La cabellera de todos se movia por la fuerza de la brisa veraniega.Derecha, izquierda, izquierda,derecha y así sucesivamente sin tiempo definido. Yo estaba situado a la derecha de Jarold,un niño conocido por defender a su familia aunque sea por un insulto,recuerdo bien como,en el receso en clases se agarro a trompadas con un chico de otro salón por que este habia dicho “puta» a su madre,obvio gano Jarold.Pero aunque era muy serio en ese aspecto era uno de mis grandes y mas sinceros amigos,nunca me separaba de él, le tenía y tengo respeto.

Fue épico estar ahí, con la mirada totalmente asombrada por el tono azul del cielo y la vista hacía un sol que iba bajando por los edificios. Hasta que la tarde acabó pero la sensación seguía ahí.


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