Anabella, con apenas 5 años de edad, era tan bonita como el mar que la vio crecer. Nació y sigue creciendo rodeada en la inmensidad de la costa.
Aunque día tras días, ella contempla las olas llegar e irse de la orilla de su playa; teme acercarse.
«No ves que es un gigante», me dice mientras corre.
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