El impacto de mis pisadas sobre la nieve blanca era lo único que se escuchaba a tales horas de la madrugada. Persianas bajadas, puertas cerradas, farolas casi apagadas… El mundo ya descansaba. Yo, sin embargo, hacía tiempo que había olvidado lo que era dormir. Totalmente sumido en mis pensamientos mi cuerpo recorría una y otra vez lo que hace años había sido “la bonita villa de Wolf Street”. Mi mente, en cambio, viajaba mucho más lejos, a aquella fatídica noche del 29 de febrero.
Las personas tenemos tendencia innata a amar lo inusual. Nos apasiona todo aquello que es capaz de sorprender al ojo humano, o como mínimo, mostrarnos algo que no podemos ver todos los días. Probablemente fue esto lo que pasó en mi querido pueblo el 29 de febrero de hacía ya casi quince años. La emoción de poder vivir un día que aparecía en el calendario con la misma sutileza con la que desaparecía nos atrapó a todos, incluido a mí. Por desgracia, se nos olvidó un detalle importante, ¿acaso lo inusual siempre tiene que ser bueno?
Eran casi las cuatro de la madrugada y yo seguía caminando sin rumbo aparente. Desde hace quince años, cada noche, a la misma hora, realizo este maldito recorrido. No sé exactamente por qué lo hago, pero sea cual sea el motivo, me tranquiliza bastante, me hace sentir vivo. Como diría mi madre, el dolor me recuerda que yo, al menos, no estoy muerto.
– Hola Lucas, pensé que no vendrías – suelta una voz tras de mi, con tono desconcertante.
– Sabes que necesito acabar con esto, ha pasado ya demasiado tiempo – le digo con una serenidad espeluznante mientras por dentro, mi yo interno, solo desea matarle.
– Cuánto lo siento amigo, nadie te obligó a hacerlo. Tú escogiste el camino, fuiste tú el egoísta.
Su sonrisa gatuna y su mirada congelada me recuerdan que no ha cambiado nada. Sigue siendo el mismo tipo frío y calculador de hace quince años. El mismo hombre capaz de truncar los sueños de docenas de personas en la noche más mágica del año. El mismo hombre sin sentimientos que mató a todo un pueblo a cambio de nada, solo por dinero. Poco a poco, los recuerdos invaden mi mente y las lágrimas, mis ojos. La rabia empieza a apoderarse de todo mi cuerpo y sé que es el momento de poner fin a tanto sufrimiento.
– He esperado quince años. Durante este tiempo he intentado encontrar un solo motivo para comprender por qué lo hiciste, pero me ha sido imposible. Mereces morir Garrett – le espeto a la vez que saco una pistola y le apunto a la cabeza con firmeza. Disparo.
Por un momento, me siento poderoso. Esta sensación, sin embargo, me dura solo una fracción de segundo. Garrett ya está muerto, es cierto, pero yo siempre seguiré siendo el incrédulo que confió en alguien que no merecía ese privilegio.
OPINIONES Y COMENTARIOS