Siempre iba al trabajo por la misma calle. La misma acera. Cada día lo mismo y sin variar. La única ocasión en que hice un cambio a la rutina fue aquel bendito día que me levanté tarde y no tuve tiempo de cocinar, ese día fui a buscar algo de paso y, a la mitad del camino, encontré un restaurante de comida china. Me atendió un chino que hablaba bastante mal el español, sólo sabia decir toscamente «¿va a ser bufete o plato? ¿para aquí o para llevar?». Yo pedí mi bufete y me senté a comer. Fue en ese maravilloso instante que, del cuarto de limpieza, salió la hija del propietario. 

¡Dios, era preciosa!

Su forma de trapear me cautivó. ¡Y su cara cuando el padre la regañó por derramar el agua del cubo en los pies de un comenzal era la cara de regaño más tierna del mundo!

Desde entonces frecuenté el lugar, así podía estar cerca de ella y verla. Pero mis sentimientos, ocultos en el fondo de mi alma, los callaba.  Me limitaba a señalarle con el dedo la imagen del plato, sin siquiera mirarla directamente a los ojos. Con el tiempo su padre me veía familiar, expresando cierta alegría de que volviera, y me saluaba, de un modo que yo no podía entender, ignorando que mis constantes visitas no se debían a la comida.

Un día amanecí particularmente lleno de energía. Fantasee con decirle a la mujer que deseaba conocerla, pedirle que compartiese conmigo algunas horas de su tiempo. Me arreglé como siempre y luego fui al restaurante.

Llegué al mostrador y ella me atendió. Aún no sé por qué, cómo fue, me atreví a mirarla a los ojos, lo cual, pienso yo, provocó que me sonriera. Ese gesto, dirigido exclusivamente a mí, me dio valor y determinación suficientes para declararle lo que sentía, en inglés para que entendiera.


Oh beauty chinese, you come from my dreams 

when I look your eyes, as blues as the sea, 

the only one thing that I can feel

is the grace of the lord  (if there is such thing).

That soft brown hair reminds me the woods 

and those pretty white hands every day make my food. 

and the voice of an angel that works in the counter 

makes me fall away when it speaks to me lauder. 

You whole take me away to a wonderful place

that’s why I wanna know as a first step your name. 

so, I want you to ask if may I come again 

going out after work, so what do you say?

Los comensales, aún siendo latinos, sabían lo que estaba ocurriendo. Sentí todas las miradas al mismo tiempo que empezaron a reírse. Pero eso no doblegó mi alma. Lo que me hizo salir corriendo, en el paroxismo de la humillación y las lágrimas, fue la pregunta que mi amada me hizo: «¿Para llevar?».

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