El cántico incesante de gritos sordos,
Las manos quietas,
la espalda recta,
La mirada gacha y
el golpe certero del rigor
son mi alma.
El tiempo se acaba,
la paz de mi haber,
con ella se marcha.
Escribo sin métrica,
escribo por miedo,
escribo por encierro,
escribo por letras torcidas
que se desfiguran en la boca
de un espíritu que calla,
que consume la alegría ajena,
por miedo a la
vida cotidiana.
Si supiera las respuestas,
Es probable que por la puerta mi alma se marchara,
pero como no las sé,
Espero atento por el golpe riguroso de la familia,
por la ventana casi suicida
de una crisis que ni por dinero,
ni por amor nos liberaría.
Si me paro en ella y miro hacia abajo,
el piso sabrá con certeza, que luego de él,
nada me espera,
y por eso estoy calmo,
porque el tiempo pasa,
y con el, incluso si es apenas visible
mi vida se desgasta.
Día a día,
dejó ir un poco más de mi espíritu
que solo se digna a vivir dentro de
tres pantallas,
que además de luz
nunca devuelven nada.
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