Acababa de salir con mi esposa, después de semanas de trabajo sin descansar en la oficina. Fuimos a la ciudad, la pasamos muy bien, excelente comida y una buena botella de vino. Al regresar tomamos el metro, ella (recostándose en mi) me hablaba de lo mucho que me amaba y de todo lo que yo significaba para ella.
Sin darme cuenta algo llamo mi atención, un perfume, una fragancia corporal, el exquisito olor de un cuerpo, mi mente tardo pocos segundos en transportarme, a una habitación extraña, a una cara conocida, mi primera vez… ella, recordé cuanto la ame, cuanto fue ella para mi, y tuve miedo de mirar hacia atrás y ver si era ella o no. Mi mujer seguía hablando pero yo ya no escuchaba, solo prestaba atención a los latidos de mi corazón. Todo el camino el mundo se detuvo en ese vagón de tren, solo estaba yo y aquel perfume acompañado por la banda de mi corazón que no dejaba de tocar fuertemente.
Cuando llegue a mi destino al bajar pude ver hacia atrás y vi a una joven de 17 años aproximadamente muy bella y comprendí que no era ella, era solo su perfume y al mirar mi reloj, observe detenidamente mis manos y vi con tristeza que ya no tenían 18… y comprendí con cierta resignación que seria quizás la última vez que sentiría aquel perfume. Vire mi cabeza y mire detenidamente a mi esposa y la bese, pensando que quizás todos tenemos ese perfume en el alma, pero solo es eso un perfume. Que sentimos un día en la vida, y cuando metemos la mano al bolsillo para comprarlo descubrimos que es muy caro y no lo podemos tener.
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