Lo que prosigue son las memorias perdidas del anterior rey lobo en la era de las tres reynas de Hielo (Avarosa, Serylda y Lissandra), escritas por el escriba rackjorano Ephidauro, tras la traición del Freljord y la subsecuente traición de la Reyna Serylda.
Parte I
«Acerba semper et inmatura mors eorum qui immortale aliquid parant.»
[Siempre resulta cruel y prematura la muerte de aquellos que proyectan algo inmortal.]
Ephidauro, escriba Rackjorano.
Memorias:
«He sido el hombre más poderoso del mundo, pero también el más traicionado.»
«La maldición de la reina Norse, «Enea», se a cumplido. Hubo un momento en el tiempo en el que pensé que mi caída era imposible. El orgullo y los alagos con frecuencia nublan nuestra mente y niebla nuestra razón. Sin embargo, la vanidad….. No, nunca fui vanidoso, siempre intente mostrarme humilde ante mis hermanos y ante mis enemigos, pero la vanidad si que era característica de la persona que me traiciono: Serylda. La maldigo. Maldigo a la reina Temeraria.
«Luego tras mi caída y tras la traición de Serylda, empece a temer por mi pueblo, por mi familia y sabia que si yo caía, ellos caerían. Por suerte no fue así. Luego, comprendí que mis aliados me habían dejado solo y al final me llego la humillación mas absoluta, cuando me entere de que las tres habían hecho un trato con un vigilante, lo comprendí, solo nos habían usado. Que idiotas fuimos, debimos haber dejado de lado la clemencia y matar a esas dos y quiza recluir a la tercera, a veces la piedad no es la mayor de las virtudes. Luego entendí que lo que ningún extranjero, ascendido Shurimano o demonio que me persiguió en el campo de batalla había logrado, lo había logrado la propia Reyna Serylda, solo ella fue capaz de abatirme y Lissandra fueron capaces de abatirme, pero fue la reina temeraria la que dio el mayor de los golpes, fue ella la que hizo que mis hombres, mis propios hijos de la tormenta me traicionaran desde el corazón de mi propio pueblo.
Ver a mis hijos de la tormenta servir y seguir al Volibear me dolió, me quebró. Llore.»
«Ellos y su maldito nuevo Dios me remataron, me lastimaron. Solo ellos y la reina traidora fueron capaces de herirme para siempre.
Se que Serylda esta contenta y el Volibear también, disfrutando con mi caída y se que el Freljord me olvidara por mucho tiempo. Se hablaran de las hazañas de las tres: De avarosa, de Serylda, de Lissandra, del poder magnánimo del Volibear, de Ornn, de Anivia, pero nunca se hablara de nosotros, los tres reyes guerreros de Urthistan. Seremos olvidados, ellos, los traidores y las tres, creen que para siempre. Pero llegara un día, quizá no ahora, sino dentro de mil o dos mil años…. Llegara un día en el que los vigilantes las traicionen y avancen sin freno sobre las tres, llegara un momento en el que una de las tres sintiendo las fuerzas del enemigo avanzar y arrasándolo todo a su paso, se acuerde de mi y de mis hermanos, y nos heche de menos.
Entonces nos buscaran. buscaran nuestro consejo, pero ya todo se habrá perdido y sera demasiado tarde. Mi espíritu vagara entonces en las tierras frías del Freljord y contemplare la caída de las tres con la indiferencia del traicionado, aunque es posible que una de ellas sobreviva a la desgracia. Lissandra siempre a sido una traidora, auqnue la maldita sepa ocultarlo con una verdadera capa de servilismo y sumision ciega. Pero toda memoria debe empezar con orden o de lo contrario no se entenderá nada y es crucial que se sepa lo que ocurrió tras la batalla en Acarnania, y tras la traición de la reyna Serylda… Es crucial que se tenga conocimiento preciso de los acontecimientos que tuvieron lugar desde aquella derrota, desde aquella traición.»
«En primer lugar, mi nombre es Vulvain Barbato Asina, fui rey, fui nombrado dos veces edhil y princesp senatus en Urthistan. Mi madre siempre me decía que fuera humilde y que sirviera a mi pueblo con honor y lealtad, debo admitir que no pensaba en escribir unas memorias; creo que en mi vida ha habido sucesos sobresalientes: Como la batalla en Ghullfrost, donde derrote a la Reyna Avarosa o como en la batalla de Apela, donde expulse al temible Volibear. Muchas de estas hazañas quizá sean recordadas y referidas por cantantes o poetas, y muchas quizás olvidadas, pero se que sin duda quedaran en los anales de la historia. Solo agradezco que mi madre, la gran Viana de Roca Gris este muerta, para no tener que presenciar la «Traicion del Freljord». La caída en desgracia de sus tres hijos.
Pero debo empezar desde aquí: creo que en mi vida ha habido sucesos sobresalientes, algunos de ellos referidos por poetas y que pensé que, sin duda, quedarían en los anales de la historia, pero las circunstancias actuales han llegado a tal extremo que he considerado necesario que yo mismo deje por escrito mis pensamientos sobre todo lo ocurrido en estos últimos años en el Freljord, un tiempo en el que este país o región ha pasado de ser un centro importante e a convertirse en la capital de un inmenso imperio, un imperio al que yo no veo límites claros aún. Todo esto no habría sido posible sin mi contribución al estado y sin mi ayuda a las tres.
Mis trabajos han sido notables, mi esfuerzo ímprobo, el precio que he pagado desolador. He perdido a hermanos, las personas que más me enseñaron en esta vida, en aras de una larguísima guerra a la que yo mismo puse fin. Y he sufrido en mi propia descendencia el pavor que provoca la guerra. Y, después, he terminado enfrentándome con todos los que me quieren y a todos he hecho daño. Esto, sin duda, es lo que más me duele.
He conquistado las islas ursinas, ciudad a ciudad, empezando por la inexpugnable Ahkarhadah, protegida por el Volibear.
En aquel sector derroté uno tras otro a tres ejércitos Ursinos. Recuperé para Serylda a los Hijos de la Tormenta y con ellos me atreví a lo que Serylda, Avarosa y Lissandra consideraban una locura: me adentré a las tierras salvajes del Noroeste Freljordiano y, al contrario de lo que ocurrió con Lissandra, yo salí victorioso de la empresa, derrotando uno tras otro a los reyes y reynas de aquella oscura y mórbida región, pero todo a costa de perder a mis mejores oficiales y amigos. Pese a ese nuevo sacrificio, tras ello continué sirviendo al Estado Freljordiano y a las tres en innumerables trabajos que requerían de mi experiencia, ya fuera en negociaciones con tribus o en el campo de batalla en lejanas tierras donde se ponía en peligro nuestra red de alianzas para mantener el Freljord fuerte y seguro frente a los darkin y belicosos reyes demoniacos, siempre acechantes y deseosos de apoderarse de nuestros territorios.
«Tras la batalla en Phamas pensé que sería respetado en el Freljord de forma perenne, constante, inquebrantable. Y, sin embargo, ¡qué azaroso y voluble es el pueblo freljordiano y más aún cuando es manipulado por dos mujeres cegadas por el odio y la envidia! Ahora, desde la lejanía, veo llegado el momento de poner en claro los acontecimientos que ocurrieron tras la batalla en Acarnania y tras la traición de la Reyna Serylda. He de remontarme más años atrás de la fecha actual, antes de que Lissaandra hiciera el trato insensato con los Vigilantes. Vigilantes que destruyeron mi amada Urthistan y que a su momento destruiran el Freljord conocido. Escribo en el año 569 de la primera estacion Freljordiana desde la fundación de las levas y las turmas, pero sólo remontándome al pasado se puede entender lo que ocurre hoy conmigo y lo que acontece en el Freljord. Sé que Lissandra se esforzará en borrar toda huella mía y sé que pondrá todo su empeño en que sólo quede en la historia su versión de todos estos hechos; es probable que intente acabar también con mis hijos, mis amigos y hermanos, por eso escribo estas memorias y por eso lo hago en secreto, porque no quiero que nadie sepa que estoy plasmando por escrito todo lo que ha ocurrido, no por ahora, no hasta que decida el momento y la persona a la que deba desvelar este preciado secreto. Y escribo en rackjorano, para que mis pensamientos queden preservados para el mayor número de personas que en el futuro puedan acceder a estos humildes rollos de historia. Si estos rollos se irán del Freljord, irán a Targon, donde quizá algún día mi encarnación las lea y mire quien fui y quien soy.»
«Empezaré mi relato de los sucesos.»
«Tras la batalla en Apela todos pensamos en el Freljord estaba conjurado para siempre y, más aún, pensamos incluso que era ya indestructible, pues si habíamos sobrevivido al Volibear, nada peor podía desafiarnos. ¡Qué equivocados estábamos! ¡Qué soberbia es la ignorancia del ser humano! Pero estoy dejándome llevar por los sentimientos y no debo anticipar acontecimientos o mi relato quedará confuso. No. He de ser meticuloso. Después de la victoria en Apela, meses antes de la batalla de Panion, cuando aún estaba en las tierras ursinas, recibí la que pensé que debía ser la última mala noticia que escucharía en mi vida sobre mi familia: Ulric, mi querido hermano había muerto. Tuve el consuelo de saber que conoció por boca de la Reyna Avarosa y de mi lugarteniente la victoria que había conseguido en Apela. Fue doloroso saber de su muerte y más aún estando en el extranjero, pero que los hermanos mueran forma parte del curso natural de la vida y, de un modo u otro, estamos preparados para ello. Lo que nadie puede soportar es ni tan siquiera la posibilidad de que el curso natural de las cosas se trastoque. Una vez más divago.
(AQUI EL REY LOBO SONRÍE Y EL ESCRITOR TARGONIANO LO MIRA CON TRISTEZA)
«Tras la batalla en apela y la batalla en Phamas, desde el punto de vista político, todo marchaba bien para mi pueblo, muy bien, demasiado bien.»
«La verdad es que me alegro de que mi hermano Ulric, el rey dios y mi hermano Askelad, el rey umbrío, no tuvieran que presenciar la traición del Freljord. La traición de las hermanas y su trato perverso con el Embaucador, uno de los vigilantes mas peligrosos de la época.»
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