La señora B. Ballay Gustavo Daniel.
Y se irán anegando las corazonadas, los silencios. Tomarán la casa como el ronroneo de tus pasos en la escalinata.
Se irán con las miradas más o menos inquisidoras. Sin que te vuelvas…
No podré recordarte, no habré advertido tus perlas, tu tocado. Los mármoles desgastados.
Desde la sala, una aguardentosa melodía tomará el jardín y tu te irás para siempre. Nosotros sin volver a verte. Los demás excusando tus dejos, esas muecas vulgares con que los compras… y luego, la noche larga.
Las tropelías de la orquesta incesante.
Las copas del salón principal y una señora bella hablando de Roma.
Y nosotros forzados a escapar.
Y la luna empapando al mayordomo que me alcanza una tarjeta blanca.
Y el carmín inconfundible en mi bolsillo dejando la casa.
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