A mí nadie me ha enseñado que el olor del tabaco mezclado con alcohol y saliva de un desconocido sea olor a vicio, sin embargo, es lo que me inspira.

Nuestra intuición dice cosas, nuestra inteligencia incosciente recaba información y se la reporta a nuestra conciencia, que nos informa sobre si estamos haciendo algo que nos gusta o no.

No me gusta ese olor, tampoco me gusta su sabor, el de las bocas ajenas en mitad de la noche, pero de vez en cuando, llevo esta vida sin poder evitarlo. Mi mente se divierte imaginando, y en el preludio de la fiesta nunca recuerda el olor a vicio.

Después toca volver a casa, con la sensación del vicio en la mirada. Con el olor del vicio que nadie me ha dicho que es pecado pero yo intuyo que es pecado, pegado al cuerpo.

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