Reportajes desde el dolor

Reportajes desde el dolor

Aldo Difilippo

26/04/2017

Recopilación de reportajes realizados

por Aldo Roque Difilippo, y que fueran publicados

entre los años 2011 y 2012

en la revista HUM BRAL.

Mercedes, Uruguay, noviembre/2012

Los niños cautivos de la dictadura cívico-militar

Guidaí Oleaurre, Jorge Giordano, Daniel Tarocco, contaron sus experiencias como niños presos de la dictadura cívico-militar uruguaya. Un período oscuro y desgarrador de nuestra historia en el que hasta niños fueron rehenes y víctimas del gobierno de facto.

Niños de pocos meses de vida, incluso bebés nacidos en cautiverio, con número de presos, similares al de sus madres, recluidos en recintos donde no ingresaba la luz, con apenas recreos diarios en patios reducidos donde si contravenían las órdenes eran sancionados. Incluso los más grandecitos (de no más de 4 años) comían «rancho», y si necesitaban recibir asistencia médica iban a parar a la sala 8 del Hospital Militar, el mismo lugar donde iban los presos políticos.

«Fuimos niños presos políticos; nuestras madres no podían hablar entre ellas y nosotros no podíamos jugar con los demás», comentó Jorge Giordano, «si pasábamos la línea divisoria, nos sancionaban, quedábamos sin recreo».

Un relato conmovedor y prácticamente desconocido: los niños nacidos en cautiverio, o que con apenas meses de vida, acompañaron a sus madres en los calabozos de la dictadura cívico-militar.

«Nosotros nos llamamos al colectivo «Niños en Cautiverio Político», porque pasamos nuestros primeros años de vida en cautiverio con nuestras madres y varios de nosotros estuvimos juntos», comentó Jorge Giordano. «Hay mucho espacio para seguir generando memoria. Este pueblo se merece sacarse la tapa que quisieron imponernos con nuestro pasado», agregando «¿qué podemos hacer? ¿Quejarnos del pasado? No, debemos construir el futuro». Recordando que “las primeras reuniones eran como una catarsis. Una de nuestras compañeras, Laura, contaba un sueño que tenía poco antes que el padre saliera de la cárcel, tendría 14 años en 1984, 85.

Soñaba que militares entraban a su casa, desordenaban y rompían todo. En mi sueño, cuando era chico, no eran militares, sino monstruos que entraban a mi cuarto y desordenaban todo. Después buscando las historias de cautiverio con nuestras madres, encontramos que era cierto, que cuando estuvimos junto a ellas, había requisas nocturnas, y así como las madres debían ir al suelo cuando decían «cuerpo a tierra», los niños también. Revolvían, tiraban la comida, los juguetes; ese sueño que tuve mucho tiempo”. Más adelante Giordano agregó: “Gabriel, un compañero que tiene dos años más que nosotros recuerda que no teníamos recreos, nos hacían desfilar”. Muchas de estas historias comenzaron a aparecer después de intercambiar pedazos de recuerdos compartidos, comentaron los tres, ya que por esa época los mayores apenas si tenían 4 años de vida. También del testimonio de sus abuelas y demás familiares que se encargaron de mantener presentes el recuerdo y la presencia de sus padres. Sumado a las traumáticas experiencias vividas años después cuando ya estaban en libertad pero iban quincenalmente a los cuarteles a visitar a sus padres, y donde los militares los sometían a nuevas presiones, y vejámenes en los controles de ingresos.

«Nuestras madres defendieron que tuviéramos la posibilidad de tener madre, además si nos sacaban del lado de ellas no era seguro que fuéramos a dar a los familiares», agregó Giordano. «A más de una le ofrecieron plata, o le decían que íbamos a estar mejor si nos daban a los militares. Mi madre, cuando la detienen, tenía 20 años, hoy yo tengo 38 años. Para mí era una niña, hizo lo que pudo. Con mi vieja tuvimos muchos conflictos. A través de esto, y de empezar terapia, revisar para atrás, me di cuenta que mi madre no me había abandonado como yo pensé durante muchos años. Hoy puedo estar con ella, mirarla, abrazarla». Más adelante agregó «cuando llegamos al IMES (Instituto Militar de Estudios Superiores) nos llevan a 30 madres con hijos. Nos dividen en dos salones, tapiados, no teníamos luz, nos daban una hora de recreo, una de mañana y otra de tarde. Teníamos el mismo régimen que un preso político. En cuanto a la alimentación, nuestras madres comían el famoso rancho que era la comida del cuartel, y lo que nos llegaba extra era llevado por los familiares. Esos dos grupos de los dos salones, entre las madres no podían hablarse, pero tampoco podíamos jugar entre los niños, teníamos el recreo a la misma hora y en el mismo patio. Los milicos habían dividido con colores diferentes las baldosas, y el que cruzaba esa línea era sancionado, perdía el recreo. Nuestras madres estaban pendientes que no cruzáramos la línea». Tiempo después lograron recuperar sus historias clínicas del Hospital Militar, una de ellas decía «el niño hace tres meses que no toma sol» lo que pautaba en las condiciones en que estaban recluidos estos bebés uruguayos.

«Mirtha, una de nuestras compañeras ­agrega Giordano-, tenía problemas de bronco espasmo. Una noche estaba atacada. Las madres con toallas trataron de generar ambiente en el baño para que reaccionara y no lo hacía». Algunas madres amenazaron con hacer un motín ante la negativa de los militares de trasladarla para que recibiera asistencia médica, hasta que consiguieron el objetivo. Pero previamente la camioneta pasó por la casa de un militar de rango que había terminado su turno, y recién después llevaron a la pequeña hasta el Hospital Militar. Por todo eso «los militares dijeron, «se amotinaron, plantón». Todas las madres de plantón toda la noche y nos dejaron solos, cuidados por alguna policía femenina. Una de las madres recuerda que fue el primer motín de bebés. Empezamos a llorar a todos y tuvieron que desarmar el plantón».

Guidaí Olearre acota «contar nuestras historias era un disparador para que la gente se encontrara con su propia historia. Nos pasó que contábamos nuestras anécdotas y cada uno recuperaba su pedacito de historia. La campaña de silencio, de no hablar del tema, de no contar lo que sucedió, nos afectó. Empezamos a salir de eso y me siento contenta con el reencuentro porque nos ayuda a construir memoria, a tener presente, como sociedad, lo ocurrido». En tanto Daniel Tarocco nació en cautiverio. «Mucha gente no sabe que hubo niños presos políticos. Esa es la verdad. Yo nací cuando mi madre estaba presa. Estuvo en el Hospital Militar y después nos llevaron al IMES». Daniel nació en 1975. «nos enviaron al Aeropuerto, y tenía un número de preso para mi madre y otro para mí, era un preso más». Recordando que muchas veces su madre fue presionada por los militares: «tu hijo no va a estar bien contigo, yo le puedo dar un buen futuro, una buena educación, dejá que me lo lleve»; hasta que un día mi madre dijo, «quiero entregarlo a mi madre».

Después de estar casi un año con ella en la Base Aérea N° 1 me llevan con mis abuelos, y es trasladada al Penal de Punta de Rieles».

Cien niños presos

Entre 80 y 100 fueron los niños que padecieron el cautiverio en las cárceles uruguayas entre 1972 y 1974. Daniel Tarocco es hijo de Waldemar Tarocco que estuvo preso en el Penal de Libertad hasta 1985, y de Nibya López que estuvo presa en el Penal de Punta de Rieles hasta 1985. Daniel nació en 1975, en cautiverio, en el Hospital Militar.

Guidaí Oleaurre, es hija de Máximo Oleaurre, y de Ana Kristof que estuvo presa durante 9 meses en el Cuartel de Blandengues, cuando su hija tenía apenas dos meses y medio de vida. Jorge Giordano, es oriundo de Durazno. Es hijo de Carmelo Giordano, y María de los Angeles Aldaya. Carmelo Giordano estuvo preso entre 1972 y 1977. Angeles Aldaya estuvo presa entre 1973 y 1977. «Pasamos primero por el Cuartel de Durazno» recuerda Jorge. «Ahí estuvimos en el Pozo de Durazno que se ve en la película «El Círculo». Después nos trasladan al 4° de Caballería, donde estuvimos hasta más o menos marzo de 1973. En ese Cuartel pasamos ese pre golpe de Estado, del 9 de febrero, que fue un momento muy jodido, y después vamos a dar al IMES hasta fines del ’74».

Maternidad encarcelada

Ex presas políticas cuentan su peripecia post dictadura

“Fuimos condenadas a más tiempo. El silencio es horrible, es otra forma de tortura. El no poder identificarte, decir sí, yo viví esto”…


“Somos las invisibles. Siempre se dice “los hombres”, incluso se menciona a los rehenes de la dictadura, y se olvidan que hubieron mujeres rehenes. Nunca se habla de nosotras. De las madres y los niños. Somos “las invisibles”, dijo Graciela Valdés, una ex presa política durante la pasada dictadura cívico militar, que estuvo en Mercedes junto a otras mujeres a presentar el libro: “Maternidad en prisión política. Uruguay 1970-1980”.

En Uruguay en la pasada dictadura cívico militar alrededor de 80 mujeres no solo padecieron la cárcel y la tortura, sino que parieron sus hijos en los cuarteles o en condiciones sumamente precarias. Otras perdieron sus embarazos en la tortura. Mujeres jóvenes que padecieron las aberraciones y los vejámenes de un régimen donde el brazo ejecutor no solamente fue el militar, sino que hubo también muchos civiles que contribuyeron en esta macabra tarea.

Nibia Díaz y Graciela Valdés dialogaron con HUM BRAL sobre estos temas y cómo pudieron reconstruir sus vidas luego de los años de prisión. Aunque su condena duró mucho más que los 12 años de la dictadura.

¿Como ha sido el recorrido después de haber salido en libertad, y cuál ha sido el proceso que ustedes han tenido que hacer con sus familias y especialmente con sus hijos para poder

asimilar esta historia y seguir adelante con sus vidas?

Graciela Valdés: -Fue difícil. En todo el período de la prisión, durante la convivencia con los chiquitos, formamos una

comunidad que nos permitió estar muy pendientes de ellos, vivíamos todo el día para ellos; más allá que igual nos tomábamos nuestros tiempo para otro tipo de cosas, para crecer, porque éramos muy jóvenes, para estudiar, hacer manualidades. Logramos una sociedad comunitaria muy linda, muy importante dentro de la cárcel. Tal es así que esa relación, más allá que pasemos años sin vernos, perdura en nosotros, y eso se trasmitió a los chiquilines.

Una vez que fuimos separados de los chiquitos en el 74, y nos llevaron al Penal (de Punta de Rieles), intentamos por todos los medios, mantener el vínculo a través de cartas, juegos, regalos, de tratar de estar cerca de ellos en todas las visitas.

Nibia Díaz:-Y fue fundamental la familia.

GV:-Las familias estuvieron en el 99% de los casos, pendientes de esos niños, y eso ayudó al vínculo, porque los llevaban a todas las visitas, siempre les hicieron ver que ellos eran los abuelos o los tíos, y que las mamás estaban donde estaban.

Hubo realidades muy distintas. La nuestra, va del 72 al 74, que fue esa experiencia de concentración en dos lugares, Blandengues y el IMES (Instituto Militar de Estudios Superiores). Nosotras tuvimos la suerte de tenerlos (a sus hijos) prácticamente dos años con nosotras. Hubo otros casos de maternidad en donde fueron apenas unos meses que se les permitió tener a los niños; hubo experiencias muy variadas.

Una cosa que nosotros quisimos reflejar en el libro, es que ellos (los militares) nos dieron determinadas condiciones, nos obligaron a vivir así, pero a eso nosotros opusimos otra forma de ver la vida, y eso no se perdió. El habernos organizado para la limpieza, para el cuidado, la comida, todo eso fue algo paralelo y enfrentado a las condiciones que se nos proporcionaban, y nosotros valoramos mucho a eso.

Esta concentración de madres e hijos fue una experiencia muy discutida, incluso dentro del Ejército. Había quienes nos decían nosotros queremos que ustedes estén acá porque están las 24 horas ocupadas y no van a conspirar. La que primó fue la otra postura, de separarnos de los niños y trasladarnos al Penal de Punta de Rieles.

ND:-Pero les costo dos años, del 72 al 74.

GV:-La coordinación represiva más grande ocurre a partir del golpe de Argentina en el 76. Allí se endurece. Nosotras cuando caímos embarazadas no nos pasaba por la cabeza el hecho de la desaparición. Todavía tengo cartas donde le escribía a mi madre y le decía, voy a entregar la niña solo a ti. Planificaba lo planificable, porque también estábamos en situación muy inestable, no sabíamos cuándo íbamos a ser procesadas y cuantos años nos iban a dar. Pero de alguna manera teníamos certezas que los niños no iban a desaparecer; no era algo que estuviera en la cabeza nuestra.

Lo que llama la atención que con todos estos casos se enfatiza en la participación militar o policial en la represión y la tortura, y no en la participación civil.

ND:-A nosotros también los llama la atención…

Ustedes fueron víctimas también de civiles: médicos, enfermeras, personal que se supone estaba para salvaguardar la vida y no para reprimir. ¿Qué reflexión les merece?

ND:– A nosotros nos llama poderosamente la atención que no se haga hincapié en ese tipo de cosas, y cada vez que tenemos la oportunidad lo decimos, que fue un régimen cívico militar, y que los cívicos también tuvieron gran parte de participación. Hay dos solamente presos, y sin embargo hay médicos que nosotros hemos denunciado y no ha pasado nada; incluso en la parte de ética médica.

¿Eso por qué, por un corporativismo o por una falta de énfasis en la denuncia?

ND:-No, es la realidad uruguaya.

GV:-Todo lo que ha sido judicializado no corre. Creo que en Uruguay hay muy poco hecho de concientizar a la sociedad, sobre todo cosas que han ocurrido y que no deben ocurrir más. El nunca más no tiene sentido si no se conoce.

El interés nuestro es un aporte a la memoria para que se conozca que son las cosas que no deben ocurrir nunca más.

Pero hay otros que sostienen el discurso de hay gente que pasa permanente mirando el pasado y hay que mirar el futuro.

ND:– Si la gente no conoce lo que pasó eso va a volver a suceder.

¿Ustedes sienten que el Estado uruguayo les ha dado las condiciones como para poder reconstruir sus vidas?

GV:-Yo salí a fines del 84. Había un hueco imposible de llenar. Si ibas a buscar trabajo no podías decir que te habías pasado 12 años preso. Fuimos condenadas a más tiempo. El silencio es horrible, es otra forma de tortura. El no poder identificarte, decir si yo viví esto…

ND:-Aparte hubo gente que salió antes y no pudo retomar su carrera universitaria o docente; era imposible. No se le permitía estudiar. Se conocen algunos casos de compañeros que fueron a la Universidad pero siempre ocultándose para no aparecer en las listas, pero la gran mayoría no pudo inscribirse porque no se lo permitían. Hay un caso de una compañera que intentaron secuestrarle el título. Ella estaba por recibirse cuando es capturada, y estuvo 8 meses presa. Se va del país y vuelve cuando se instaura la dictadura en la Argentina. Retoma la carrera y se recibe. Mandan los títulos a la Facultad e inmediatamente se dan cuenta de quien era la persona que se había recibido, entonces le piden al Decano que los devuelva. Él la llama y se lo entrega, y le dice: te lo llevas y te lo secuestras vos. A partir de ese momento nunca más se entregaron los títulos en la Universidad porque se les escapó ese. La intención era secuestrarle el título. Ese caso lo conocemos pero debe haber habido otros.

Con Roberto Sari Torres

Relato de un ex preso político


“La dictadura me hizo combatiente, cuando yo no lo era”comenzó diciendo Roberto Sari Torres.

Ex dirigente sindical de OSE, integrante del Partido Comunista, y compañero de redacción de HUM BRAL, relató cómo fue apresado y torturado por las fuerzas represoras de la dictadura uruguaya, cuando simplemente era un trabajador, casi sin militancia política. Torres fue detenido en Maldonado y torturado “a cielo abierto” junto a la laguna del Sauce, por cinco largos meses. “Durante muchos años creí que era gente que iba a pescar ahí” comentó, porque periódicamente se veían fogatas junto al agua, al lado de un rancho viejo, pero después supo en carne propia que “cuando prendían fuego era porque estaban torturando prisioneros”. El 14 de enero de 1976, Roberto Sari Torres fue detenido por un comando militar frente a las oficinas de OSE de Maldonado. Tenía 31 años y su vinculación política con el Partido Comunista, era escasa. En esos meses del verano de 1976 padeció incontables torturas. Su caso, como el de tantos uruguayos, evidencia cómo la dictadura sembró el terror, torturó, y en algunos casos desapareció a personas por el simple hecho de pensar.

¿Por qué supones que te detuvieron?

-Una de las causas fue que a fines de diciembre, principio de enero, llevaron preso como a 30 y pico de compañeros. En ese verano en Punta del Este estuvieron reunidos Agosti, Massera y Videla planeando el golpe de Estado en Argentina. Entonces, para encubrir la actividad de estos generalotes, todo el mundo se distraía: “mira metieron preso a

fulano”, “algo pasó”. Todos los días había allanamientos. En la Usina de Maldonado fue

horrible, porque me habían llevado preso a mi, un tipo que era un trabajador, y nunca tuve siquiera una escopeta entre las manos.

¿A dónde te llevaron detenido?

-Al cuartel de Maldonado, donde me torturan, día y noche y me preguntan por las armas. En aquel tiempo estaba muy de moda acusar a los comunistas de tener las famosas AR 15, armas rusas creo que eran. Yo no sabía nada. “Allá vas a ver lo que es”, me dijo uno, y me llevan directo para el fondo de la laguna del Sauce. Tirado en el fondo de la camioneta uno piensa cualquier cosa. Creí que me iban a tirar al agua. Me desatan una mano para estaquearme de pies y manos en el suelo…

¿A cielo abierto?

-Si. La pregunta era dónde estaban las armas, y yo no tenía nada. “Dónde está el papel de la orga”, o sea la organización del Partido.“Quiénes son los del Partido”. Por suerte no conocía a nadie. Habíamos dicho que había que echarle la culpa al principal dirigente. Yo les decía “conozco a Arismendi, a Sócrates Martínez y al Pepe Frade”, el histórico dirigente de la 1001. ¡Que vivo!, si estaban presos. Entonces me daban y me daban; y empecé a mentir. En realidad era un irresponsable con mi propia vida. Les dije “tengo enterrado unos rifles y un revólver en el parque de la OSE, al lado de mi casa. Van a ver que hay una lengua de pinos, y al lado de un pino grande tengo enterrado las armas”. Me daban unos picanazos para confirmar. De repente aparece uno y dice “basta”. Me llevan al rancho contra la laguna, me bañan. ¡Una satisfacción! Casi me quedo dormido abajo del chorro de agua. Vamos allá. Ese día Mirtha, mi mujer, con los tres gurises estaba en casa. Yo no podía ni moverme, porque estaba absolutamente descoyuntado de las colgadas. Ellos me daban agua porque no podía levantar los brazos, era un pedazo de carne; como si fuera el máximo jefe de la subversión. Llegué allá completamente desfigurado, y veo que un milico saca a Mirtha con los tres nenes apuntalada con una ametralladora en la espalda, como si mi mujer fuera lo más peligroso del mundo.

¿Por qué los llevaste a tu casa?

-Creí que no iban a agarrar viaje. Mi casa estaba como a 30 metros de ese pino grande. Los milicos empiezan a cavar. ¡Un calor!, y adentro de un bosque de pinos mucho más. Cavan y cavan, y yo echado en la pinocha, alegre, más allá de todo. Aunque te parezca mentira, nunca vamos a saber por qué, en ese momento tan dramático el hombre piensa en cosas bellas. Sabés lo que es estar acostado en la pinocha, sin capucha. Me tranquilicé, se

me fueron los dolores, mirando la copa de los pinos. Y estos cavaban y resoplaban. Me decían “pichi vos estás seguro”, “si, denle para abajo” les decía yo (se ríe). Cuando quedaron hundidos hasta la altura del pecho, sudando como loco, dicen“vámonos este bolche podrido nos quiere hacer trabajar”.

Después aprendí que hay 48 horas de respiro. Me dieron de comer, y durante 2 días me trataron fenómeno. Después vienen y otra vez a preguntar si estuve en tal lado. Resistía una semana. Volvía a mentir otra vez. En la segunda mentira no agarraron viaje enseguida. Descansaron y vinieron a torturarme al otro día. Y allá los llevé, al Cerro de la Gloria. Otra vez tirado entre los pinos y estos cavando. Imaginate lo que es cavar en la ladera de un cerro, tuvieron que llevar barreta. Sacaban chispa, yo les decía que hacía unos años que había enterrado las armas. ¡Mentira! Cavaron una zanja como de 2 o 3 metros, y se encontraron con la roca sólida. Otra vez a la laguna del Sauce. Yo estaba desecho de las palizas. Venía el doctor, me revisaba y decía “denle, pero cuidado”. Estaba dispuesto a morir. Si hubiera tenido la oportunidad de manotear un revólver mataba al primero que se cruzara. Ahí es que me ponen el mote de Palito Ortega, porque decían que Palito era un mentiroso porque cantaba Changuito Cañero y nunca fue a cortar caña. La tercera vez los llevo a la misma Usina de OSE. Era fines de febrero o principios de marzo. Una bruta calor, a las tres de la tarde se les ocurre ir. Les dije que las armas estaban debajo de un muro de piedra, que es el linde del antiguo potrero de la Usina. Unas piedras que han de pesar más que una bolsa de portlan. Imaginate a estos dos milicos agarrando esas enormes piedras. Desarmaron un pilón…

Por supuesto que después me torturaron de nuevo, y al final me habían agarrado de experimento. Venían nuevos alumnos y los expertos les enseñaban cómo no pasarse en la picana, cuánto tener un tipo bajo el agua, cómo pegarle.

La cuarta vez ya no fue una mentira mía, se ve que un camarada que adoptó la misma técnica. Me llevaron a Maldonado, no sé por qué, y me torturaron en una pieza que tenía un pocito con agua. Te paraban ahí y te daban picana. Yo buscaba que me desmayaran porque había aprendido que en el desmayo me aliviaba. Cada vez que me desmayaba tenía un día aliviado. Después venía el doctor, me auscultaba, y daba la orden de seguir. Cuando me llevan a la pieza con el charco de agua, el milico se descuidó, va todo campeón, me sostiene sin el guante, entonces lo tiro para adentro del charco y el picanazo lo recibió él. Seguro, después me dieron picanazos hasta desmayarme, y arrestaron a ese milico y otro más.

Después me llevan para el Cementerio de Maldonado…

Una visita al infierno

“La causa de los Derechos Humanos tiene que ser una empresa nacional”

El Dr. Gustavo Mora es siquiatra. Durante el anterior gobierno del Frente Amplio ocupó algunos cargos de responsabilidad política en el área de la Salud. En la década de los años 70 con poco más de 20 años militaba en el PVP (Partido por la Victoria del Pueblo), y trabajaba en la empresa ONDA cuando fue detenido y torturado hasta cumplir más de 6 años de prisión en el Penal de Libertad. Pero previamente pasó por el centro de reclusión clandestina “300 Carlos” y el Batallón 9° de Caballería. Hace pocos días junto a un grupo de ex presos políticos y la jueza Mariana Motta ingresaron al “300 Carlos” el tristemente conocido lugar de torturas de la dictadura uruguaya, luego de sortear el escollo impuesto por el Ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro que había impedido el ingreso de cámaras fotográficas a ese recinto en una anterior oportunidad.

El Dr. Mora dialogó con HUM BRAL sobre esa experiencia, sobre su visión política del tratamiento que el gobierno viene dando al tema de los derechos humanos, y por supuesto de los militares, alguno de los cuales, paradójicamente ha tenido que brindar asistencia en su rol de médico siquiatra.

“Caímos en el año 1976”, comenzó diciendo. “Fuimos llevados al 300 Carlos

que funcionó en el Batallón Nº 13 de calle instrucciones cerca de la Virgen de Lourdes. Por distintos recuerdos que teníamos, identificamos donde habíamos estado, por las palmeras, las características del terreno, etc. Todos nos manejábamos con recuerdos parciales, porque andábamos siempre vendados. Juntando información y datos se llegó a la conclusión que habíamos estado en el “300 Carlos”. Hicimos la denuncia en diciembre del año pasado con este grupo de compañeros donde había otra denuncia donde estaba el periodista Rodolfo Porley, de la misma característica que estaba llevando adelante la Jueza Motta.

Entramos al cuartel. A los fondos está la barraca donde habíamos estado nosotros. Un galpón grandísimo. Un gran espacio con una edificación de dos plantas, una escalera y unas barandas con varios cuartos abajo y arriba. Un baño arriba y otro abajo, lo mismo que nosotros conocíamos y donde habíamos estado. Entramos con la jueza, los actuarios, estaba también el Abogado Alvarez Petraglia.

Yo tenía recuerdos de un baño de la escalera, de una baranda donde colgaban las cuerdas, identificamos donde estaba el caballete, donde estaba el tacho para el submarino”.

Cuando Ud. dice identificamos…

-Ubicamos el lugar…

¿Qué modificaciones había de aquellos recuerdos que tenían del lugar?

-Ninguna, porque el caballete estaba en uno de los cuartos de arriba que está igual, con un baño al lado. Las barandas están, lo que si nos preguntamos es si aguantarían 4 o 5 personas colgadas. Capaz que no, fue la única duda. Pero después esta todo igual.

¿Cómo llega al 300 Carlos? ¿Cuánto tiempo estuvo allí?

-Estuve un mes, un mes y medio más o menos no recuerdo exactamente. A mi me detuvieron en el trabajo, en la ONDA, y le llevaron ahí. Recuerdo que identifiqué unas palmeras que todavía están al frente del cuartel, y después no me acuerdo más.

Con el tiempo de estar ahí uno se va dando cuenta, mira por debajo de la venda. Incluso algunos compañeros se sacaban la venda, o los mismos militares le sacaban la venda. Una compañera incluso se puso a discutir con ellos cara a cara; tampoco les importaba mucho ocultar la identidad.

¿Había algún compañero de Mercedes?

-En los mismos días que yo fue detenido Fernando Funcasta, que también es de Mercedes, y que estaba viviendo en Montevideo. Se había ido a estudiar. Yo también de hecho estaba viviendo y militando en Montevideo.

¿Ud. identificó militares de Mercedes en el 300 Carlos?

-No.

Identifique a los que me detuvieron. Después los vengo a identificar por las fotografías y la exposición pública que han tenido: Silveira (Jorge) y Arab (Ricardo) [Ambos procesados junto a José Gavazzo, y Gilberto Vázquez como coautores de homicidio muy especialmente agravado de María Claudia García Irureta de Gelman]

¿Cómo fue el grado de tortura?

-Como en todos lados: el tacho, el submarino, te colgaban. A mi lo que más me tocó fue la colgada, y después plantones, garrote y todo.

¿Ellos apuntaban a alguna información en especial?

-En general buscando información acerca de las organizaciones. Cómo funcionaban, en fin.

Después de ahí fuimos al 9no. de Caballería que era una especie de depósito. Ya habían terminado los interrogatorios y quedabas ahí medio como en reserva, porque también de ahí algunos compañeros fueron sacados nuevamente.

Más allá que hubiera otros lugares de interrogatorio, en Montevideo estaba centralizado en el 300 Carlos.

En el año 76 cayeron muchos compañeros del Partido Comunista.

¿Ese fue el primer centro de detención donde estuvo?

-Si.

¿Después de ahí a dónde lo llevaron?

-Pasé al 9no. de Caballería, donde estuve 6 meses. Después de ahí pasamos al Penal de Libertad .

¿En algún momento temió por tu vida?

-Si. Ahí en el 300 Carlos.

Uno lo ve ahora en perspectiva, el Batallón 13 es un gran espacio. El lugar que nosotros visitamos era como 5 cuadras para adentro del Cuartel.

Lo que yo identifiqué me parecía que era una fábrica todavía sigue siendo, son los barracones del Cuartel. O sea un gran espacio.

Ahí estabas en medio de la nada, a merced de lo que pudiera pasarte.

¿Tiene conocimiento que hubiera muerto gente ahí?

-No estoy seguro. Un compañero piensa que podría haber estado Elena Quinteros allí. Él tiene indicios que de que estuvo ahí.

¿En el 300 Carlos ubicó a algún detenido más de Mercedes?

-No.

El Cuartel y el Penal

¿En el 9no. de caballería identificó a algún detenido de Mercedes?

-No, tampoco.

¿En el Penal de Libertad?

-Si.

¿Cómo fue el trato en el 9no. de Caballería?

-Cada cuartel tenía su peculiaridad. Pasamos bien. Estábamos en depósito. Empezamos a recibir visitas, a recibir paquetes con comida. O sea la familia ya había sido avisada. En los primeros tiempos la familia desconocía dónde estábamos.

Ahí pasamos bien. Ahí no había apremios físicos.

¿En el Penal de Libertad?

-La misma característica. Apremios físicos pero aislados…

¿Cuánto tiempo estuvo en el Penal de Libertad?

-Seis años y dos meses.

¿Cómo era el trato?

-Variaba, iban rotando las guardias. Había algunas que aflojaban un poco. Otras que eran más duras. En realidad las condiciones de vida en el Penal de Libertad, parece paradójico decirlo, pero eran mejores que la que teníamos en los cuarteles, porque teníamos espacios, podíamos hacer manualidades, deportes, teníamos una biblioteca. En ese sentido fue mejorar la condición.

¿En el 9no. de Caballería o en el Penal de Libertad identificó algún militar de Mercedes?

-En el noveno si, al Capitán Ubillos (Ariel) que estaba al frente del S2.

Lo recuerdo porque en ese cuartel estábamos con Fernando Funcasta (“Facha”) y como éramos de Mercedes nos llevaron a su despacho y nos trataron de sonsacar y amenazar sobre qué teníamos que ver con el tema del Mayor Criado (Teniente Gustavo Criado Carmona, quien fue baleado en la puerta de su casa el 3 de abril de 1972).

Nosotros no teníamos nada que ver porque éramos de otra organización. Pero una o dos veces nos llevaron frente a él, amenazándonos y el Facha a su vez era pariente político. Él es Funcasta y la mujer de Criado es Funcasta.

Como éramos de Mercedes nos llevaron frente a él pero la verdad me parece que era para joder.

¿Cómo fue el trato con Ubillos?

-Neutral.

-Al Facha lo llegó a amenazar bastante mal. En realidad no tenía nada que ver pero como tenía ese parentesco aparecía como sospechoso.

¿En el Penal de Libertad a quiénes recuerda de Mercedes?

-De varios pero en el Penal de Libertad en realidad el trato fue sin ninguna verdugiada. En realidad fue a distancia, cada quien en su lugar y más nada.

A su vez la gente que iba de acá las características no eran de las más resaltables.

Lucha política, descarnada y muy dura

¿Con el tiempo se llegó a cruzar con alguno de ellos?

-Si.

¿Entablaron algún trato?

-Con alguno si y con otros no.

Con los que pudo hablar, ¿cómo fue ese trato? ¿Le pidieron disculpas?

-No. Pero tampoco no me lo planteo. Cada cual en su función.

¿Llegaron a hablar del tema?

-No.

En realidad si, hablé con “El Capincho” Sierra, el Heladero, que en ese tiempo era un soldado.

“El Capincho” fue de los pocos que decía: ¿Gustavo, precisás algo?

¿De los militares de Mercedes que concepto tenés?

-Neutral. Ellos cumplieron su función. Conmigo no se excedieron y nada más.

Era una relación de respeto, te impresionaba más eso, alguno si te verdugiaba.

¿Con el tiempo la relación llegó a darse médico-paciente?

-Con alguno.

¿Qué sintió la primera vez que te tocó atender a uno de esos militares?

-Me pareció paradójico, pero nada más. Hago lo que tengo que hacer y trato de hacerlo lo mejor posible.

¿Cómo se hace para salir del encierro y la tortura con la cabeza limpia?

-Fue una experiencia muy embromada pero para mi fue una escuela de aprendizaje y de maduración. En ese momento tenía 24 años, lo que hoy tiene mi hijo más chico. En realidad salí fortalecido.

Hoy por hoy uno recuerda con mas emotividad. Se generó todo un vínculo tan estrecho de acompañamiento, de fortalecimiento y de solidaridad que se daba incluso afuera entre los familiares, que en realidad era un excelente espacio de sostén y de acompañamiento. No te sentías solo, sino que eras parte de una troupe, compartiendo una experiencia que había que llevar delante de la mejor manera posible.

En general era es lo más fuerte que recuerdo. La consistencia del grupo heterogéneo de presos, que no obstante había una comunión en cuanto a la necesidad de fortalecer los vínculos, y afianzar el apoyo unos con otros.

¿Cómo se sale sin sed de venganza?

-Nunca estuvo en nuestra cabeza. Porque en realidad forma parte de la lucha política, descarnada y muy dura, pero es así. Lo que no quiere decir que uno diga está todo bien. No está todo bien.

Hoy por hoy yo me imagino en el lugar del torturado y no me veo. No me saldría, es de tal deshumanizad y fuera de contexto que me resulta difícil concebir eso.

Lucha política y no de guerra.

-Es una lucha política.

Distintas visiones

Ud. sigue siendo una persona de izquierda. ¿Qué siente que un Ministro de Defensa de la izquierda tuviera la reacción conservadora al impedir se tomaran fotografías y entrara a investigar en un centro de torturas emblemático como el 300 Carlos?

-En principio me dio rabia. Me pareció fuera de lugar el frenar una investigación de estas características, que en realidad lo que quiere es trasparentar estas cosas.

A mi me parece que la causa de los Derechos Humanos tiene que ser una empresa nacional, que no lo es. Que un Ministro de Defensa impida el ingreso de una jueza a los efectos de investigar, me parece una cosa desproporcionada.

¿La defensa de los Derechos Humanos no son una causa nacional porque el Gobierno no tiene voluntad política?

-En parte el gobierno no tiene voluntad política de darle la jerarquía que debería tener. Por otra parte a nivel de la justicia también pasa que depende del juez que toque en la causa…

La biblioteca que aplique.

-Exacto. El juez que participó en la causa nuestra, como la jueza Motta tienen características similares, en el sentido del tipo de preguntas, o el espacio que crean para la efectivización de la denuncia, que era de contención; que no fue por ejemplo lo que le pasó a Jacqueline Gurruchaga. Eso es así.

Como hablábamos del Ministro de Defensa. Hay visiones conservadoras y progresistas en todos los ámbitos. Entonces la justicia también va a depender del juez que esté, y de la biblioteca que utilice.

¿Que el gobierno no actúe tiene que ver con que haya habido algún pacto?

-No soy capaz de decir eso. Creo que tiene que ver con visiones políticas distintas. Creo que esas visiones conservadoras y equivocadas que pretenden ocultar y entorpecer, que están equivocadas, que no contribuyen…

¿En esa visión incluye al Presidente Mujica?

-No lo incluiría pero en última instancia forma parte de un aparato que en algún sentido tampoco son los temas prioritarios. Que no digo tampoco que sea el prioritario, creo que lo que importa es que todos tengamos para comer, lo educativo, la salud, que hiciéramos de eso lo central.

El Presidente Mujica ha dicho el tema se va a solucionar cuando los que protagonizamos estos hechos estemos muertos.

-No comparto esa idea. Es un tema que tiene una vigencia principal independientemente de quienes sean los protagonistas.

La causa por los Derechos Humanos tiene que ser eterno y de todos los días.

Yo lo asumo desde mi profesión. No sé si me sale del todo, pero constantemente uno se tiene que estar llamando la atención. Desde dónde estoy posicionado para cumplir una función.

Vivencias del horror

Esa estuvo presa

Un grupo de 24 ex presas políticas presentaron una denuncia contra más de 100 policías, militares, médicos y enfermeras por delitos de torturas y abusos sexuales durante la pasada dictadura cívico militar.

Por primera vez la denuncia incluye violación a los Derechos Humanos cometidos en el Batallón N° 5 de Mercedes y en la Dirección de Investigaciones, realizadas por militares, policías, incluyendo la participación de civiles, ya que un par de médicos del medio.

Las denunciantes aseguran que se realizaban prácticas tales como la desnudez, la introducción de objetos en la vagina y ano, tocamientos, así como insultos degradantes y amenazas por la sola condición de ser mujeres llegando en muchos casos a la consumación de la violación. Además se mencionan las torturas: plantones, picana, submarino, entre otras. Una práctica sistemática que buscaba el debilitamiento físico, moral y sicológico de las detenidas.

HUM BRAL dialogó con tres de ellas: Brenda Sosa, Beatriz Bezano y Jacqueline Gurruchaga, quienes rememoraron esas vivencias de los años del horror.

¿Los carceleros eran mujeres o varones?

Brenda Sosa: -En el Cuartel eran hombres. Los oficiales eran quienes nos torturaban y nos interrogaban, y los soldados, que algunos participaban de eso, pero en general no lo hacían, pero si eran nuestros custodias.

¿En las torturas participaban cargos jerárquicos solamente?

BS: -Si. Los oficiales y algunos sargentos o cabos, que estuviera integrado a ese equipo.

Brenda Sosa

Beatriz Bezano: -Incluso nosotros denunciamos a todos los oficiales, al Comandante por ser el responsable primero, y después a todos los oficiales que sabían, aceptaban y permitían eso. Nosotros denunciamos violencia sexual. No era que uno se pasara con alguna mujer; era un plan sistemático que habían aprendido en la Escuela de las Américas, y que tenían que poner en práctica, y con todas. A veces podían pasarse con las más jóvenes o las mas lindas, en los comentarios obscenos; pero era con todas.

BS: -El abuso sexual era para ellos un arma de destrucción, física y moral, para hacernos pomada sicológicamente. Para ellos nosotros éramos el enemigo en términos bélicos, y nos tenían que destruir. No éramos sindicalistas, amas de casa, personas. Éramos el enemigo, y como mujeres doblemente trasgresoras, porque para ellos que son un reducto de mentalidad patriarcal y machista que una mujer intervenga en política no lo podían soportar. Era un agravante. El tema de la violación y la violencia sexual era una forma de destruirnos, que aparte algunos capaz la aprovechaban porque ellos también llegaban a un nivel de degradación horrible.

BB: -Éramos un botín de guerra, y creían que podían hacer cualquier cosa con nosotros, y nos lo hacían sentir.

¿En la tortura no participaban mujeres militares, o supervisando las torturas como enfermeras o médicas?




Beatriz Benzano

BS: -En los cuarteles no. Después hubo una época que ellos formaron un cuerpo de policía militar que eran mujeres, diferente a la tropa, porque eran reclutadas en un estrato social más arriba. La tropa generalmente eran soldados que provenían de la frontera, de familias muy pobres, que la única opción que tenían era la de enrolarse, en cambio estas mujeres la mayoría cuando las reclutaban tenían el Liceo completo, y provenían de hogares de trabajadores, culturalmente un poquito más arriba.

Hacían un proceso de selección a través de la formación que les daban, que era terrible. Les daban formación militar e ideológica, y las convertían en máquinas de reprimir terribles. A partir del 1973, 74 empezaron a formarlas. Era la guardia que estaba destinada a Punta de Rieles, pero también las llevaban a unos lugares de tortura que eran masivos, en el 75, 76; y algunas de ellas también iban a esos lugares. Así que también participaron de la tortura.

BB: -Ése fue el gran invento de los milicos, porque les lavaron la cabeza y nada mejor que mujeres para cuidar a mujeres. Realmente estaban ahí como esbirras, dedicadas a eso, a hostigarnos, a hacernos la vida imposible día y noche. Golpeaban las rejas y los candados, lo más que podían, no nos dejaban ir al baño y en los distintos trabajos nos reprimían…

LA LECTORA DE LOS SOLDADOS

Habitualmente se habla de la tortura que padecieron las personas que estuvieron encarceladas, pero había otro tipo de tortura que era hacia la familia. ¿Cómo era la relación con los padres, las parejas, o los hijos?

BB: -Los familiares la pasaron negra.

BS: -Fue terrible lo que ellos sufrieron. Nosotros estábamos juntas, nos apoyábamos mutuamente, y de alguna manera nos sosteníamos pensando que más allá del compromiso de cada una, había una causa que era común; porque todas estábamos ahí porque habíamos participado de actividades ya sea política o sindical, o lo que sea; por un ideal. Pero los familiares su situación era una consecuencia. Y los niños ni que hablar. En la etapa del Cuartel las compañeras que tenían hijos pasaban meses y meses sin saber nada de ellos. Después las embarazadas que cayeron las torturaron con sus hijos en la panza.

Jacqueline Gurruchaga

Los bebés el primer año y medio estaban recluidos con las madres en los cuarteles en un clima de represión terrible, porque además los usaban como instrumento de presión para las madres.

En Punta Rieles la visita de los niños era otra tortura, porque el lugar donde recibían a los niños era un patio minúsculo, todo rodeado de alambrado, con soldados con ametralladoras apuntando. En un clima muy represivo.

Jacqueline Gurruchaga: -Todo podía generar alguna sanción. Previo ingresar, con una revisión muy minuciosa que al niño le generaba problemas…

BB: -Les revisaban los pañales, la ropita todo.

JG: -Tenemos carta de los niños que ahora son grandes y que dicen nosotros somos los que nos aprontábamos para ir. Los que nos revisaban los cuadernos, los juguetes.

BB: -La visita de los mayores también era horrible. Primero que los hacían caminar muchísimo. Dos quilómetros a pie, desde camino Maldonado al Penal, y después la revisación era espantosa.

La visita se hacía con un milico a cada lado de nosotros, y si se llegaba a hablar algo que no fuera, la podían interrumpir y muchas veces arbitrariamente decían que no teníamos visitas…

JG: -Estaba prohibido decir paloma, libertad, cosas que tuvieran algún símbolo de algo.

Mi madre iba del interior con mucha dificultad económica se pagaba el pasaje y llevaba dulce de membrillo, manzana, artículos de limpieza. Toda la suma no podía pesar más de 5 quilos. Cuando llegaba se les había ocurrido que dulce de membrillo no, que el jabón tenía que estar rallado, pero ella había llevado dulce de membrillo porque el mes anterior dejaban.

Mi hermana me contaba como una picardía, sabiendo que lo militares no podían leer muy

bien, que les decía espere, que yo leo más rápido, y si veía que la nomina decía membrillo no, ella decía dulce de batata y mi mamá pasaba las cosas. Los familiares temblaban, pero ella como el soldado no sabía leer muy bien, leía la nómina y hacia pasar todo. Ella se convertía en la lectora de los soldados para que pasara todo.

NOS TUVIMOS QUE RECONSTRUIR

JG: -Después que cumplís la pena te podía pasar que los milicos pensaban que no estuviste suficiente. La pena que ellos mismos te dieron, con la justicia que ellos inventaron, con el abogado de oficio que ellos mismos te impusieron; y entonces estabas preso otro poco mas por “medidas prontas de seguridad”. Entonces un grupo de compañeras estuvimos retenidas por medidas prontas de seguridad. Mis padres fueron a la cárcel y les dijeron que no sabia donde yo estaba.

Estar preso por medidas prontas de seguridad era estar con visitas más inciertas, con recreos más inciertos. Era un retroceso con respecto a aquella Cárcel que ya era horrible, pero en el quilómetro 14 de camino Maldonado era más horrible, y se daba una situación particular porque nos juntábamos con otra gente que estaba muy cerca en un centro clandestino de detención. Entonces juntaban presas que hacia mucho tiempo que estaban con gente que recién caía, y que venia de centros clandestinos de detención. Gente joven pero envejecida, despedazada, muy mal, y nosotros a levantarlas.

A su vez nos llevaban a ver a los familiares encapuchados, vendados, cuando ya nuestras familias ya nos habían visto un poquito más aseados, y no con vendas y haciendo un trencito…

BS: -Imaginate que hasta para nosotros nos provocaba ver eso, más para los familiares.

Una vez me llevaron al Hospital Militar porque tenia un problema cardíaco, y cuando estaba esperando que me atendieran veo venir un trencito de compañeros de la Cárcel de Libertad, caminando uno a tras del otro, todos vendados, o encapuchados, con los mamelucos, uno con la mano del hombro del otro como guía. Eso es terrible. Entonces imaginate lo que era que los familiares vieran eso.

JG: -Así íbamos a las visitas.

Después del quilómetro 14 nos llevaron a Paso de los Toros. No sabíamos dónde íbamos, entonces nos repartimos lo que teníamos. A mi me tocó poquitito de leche y una sexta parte de una naranja. Nos mandaron en un ómnibus verde con los vidrios tapiados. Todo el viaje esposadas, encapuchadas. De a ratos nos acostábamos y tratábamos de mirar a ver si veíamos ruta. En el viaje me dio una diarrea impresionante, una cosa espantosa por lo que había comido. Entonces empiezo a pedir que me dejen bajar. Bueno, todo un tramite, porque adelante y atrás iban camiones (del Ejército). Resuelven autorizarme a bajar para hacer mis necesidades, después de un trámite impresionante.

Preguntan cómo es el operativo de seguridad. Resuelven cortar la ruta. Preguntan cómo: encapuchada no, esposada de piernas no, todo por radio.

Resuelven esposarme una mano a una soldado, y ronda de soldado. Preguntaban si los soldados de espalda o de frente, todo eso conmigo ahí mientras aguantaba. Me bajan y me sacan la capucha. Veo el ómnibus, camiones adelante y atrás, los jeep cortando la ruta, en el medio campo desolado. Los milicos hacen una ronda, ametralladora en mano y yo esposada a la soldado, con una mano me bajo la ropa y me tenía que concentrar lo que tenía que hacer porque sino me mataban de una paliza.

En Paso de los Toros nos recibió un ginecólogo. Otra humillación, con un milico ahí al lado, con una absoluta falta de higiene y el tipo parado ahí con un arma,

Es decir la sistematización de la humillación para denigrarnos fue generalizada, y parte de un plan.

¿Cuando salieron en libertad ustedes recibieron apoyo sicológico, sea de parte de las instituciones médicas, o del Estado?

BS: -A la salida de la democracia hubo, gracias a gestiones de compañeros del exterior, unos fondos que destinó un organismo de Derechos Humanos para montar un servicio que asistiera a los presos y sus familiares que hubieran tenido secuelas graves. Ese servicio funcionó muy bien, pero los fondos eran limitados y tenían un ámbito de acción muy limitado, porque solo podía tratar a personas que tuvieran serios problemas siquiátricos y sicológicos. Esa iniciativa era privada y no hubo ninguna cobertura por parte del Estado.

¿Cómo se entiende que estemos transitando el segundo período de gobierno de izquierda, donde ha habido mayoría parlamentaria como para impulsar esta clase de iniciativas, y que no haya habido sensibilidad para atender estos casos?

BB: -Eso es lo difícil de entender.

Pensando que alguno de los parlamentarios también pasaron por la cárcel y la tortura.

JG: -Es como una negación de la cosa.

BS: -Los gobiernos anteriores al Frente Amplio fundamentaron la impunidad en función de que acá hubo una guerra, y que en ella uno tiene que pagar un precio, que hubo dos bandos militares

enfrentados, uno perdió y el otro ganó. Cosa que nosotros negamos rotundamente.

Creo que hay gente en la izquierda que también piensa en esos términos. Cuando lo empezamos a hacer presente, cuando empezamos a hablar de eso, y tengo experiencia de haberme reunido con parlamentario de todos los grupos, nos miraban con extrañeza. Pero no era un problema político solamente. Incluso hay algunos compañeros que tienen un rechazo a considerarse victimas porque definen víctima de una forma peyorativa.

Puede haber causas diversas para que no haya habido esa iniciativa por parte de la izquierda, pero creo que es una falta de conciencia de lo que es la problemática a posteriori de toda la represión, de los derechos que tenemos. También pienso que puede haber cálculo político electoral. Esto no da votos.

¿Y cómo se hace para vivir con todo eso? Con los hijos, con las parejas…

BB: -Con nosotros.

BS: -Primero con nosotros, en nuestra vida.

En la mayoría de los casos no tuvimos apoyo técnico, salvo las pocas que lo pudieron haber tenido por propia iniciativa. Nos tuvimos que reconstruir como pudimos. Una de las cosas más frecuentes es la negación. Decir esto me pasó y no lo tengo que estar recordando porque me hace mal.

A todas nos pasa que cuando empezamos a hablar de estas cosas o nos entra angustia y empezamos a llorar, o nos salen granitos, o se nos hinchan las articulaciones, porque el organismo reacciona.


LIBERTAD VIGILADA

Jacqueline Gurruchaga: -“Después de salir en libertad teníamos que ir una vez al cuartel. Teníamos que ponernos de espalda al Cuartel y esperar. Te podés imaginar un empleador en Mercedes que te de trabajo y le digas yo el viernes tengo que ir hasta el Cuartel. No sé cuánto voy a demorar. Me tengo que parar de espalda al cuartel y esperar. Cuando se les antoja yo firmo. Un plantón para que no me olvide, y cuando se les antoja cruzo y firmo”. (…)

“Después pido permiso para ir a un cumpleaños familiar a Santa Catalina. Allá me tuve que presentar la comisaría. Hola que tal, vengo a un cumpleaños. A media mañana de vuelta, mira que sigo en el cumpleaños. A media tarde mirá que me voy del cumpleaños. La cara de los milicos de pueblo te la podés imaginar.

Cumplí la pena que ellos me dieron, y mi arma, por si alguno le queda dudas era tener un volantecito y gritar cualquier consigna que se me antojara en una manifestación”.

Mimetizarse

Jacqueline Gurruchaga: “Me sacaba un muchacho a bailar y al otro día siempre había alguien que le decía “mirá que esa estuvo presa”. Una vez salgo a bailar y el muchacho me dice “hay esta música es divina, del grupo ABBA”. Le digo “no tengo la más pálida idea de lo que es el Grupo ABBA”. “Y por que no sabes”. “Porque los últimos años estuve presa”. Y ya me miró raro. No conocía la música de la época. Volvés a un lado y no sabés nada. Caí con las polleras cortas y cuando salí las polleras eran largas. Tuvimos que mimetizarnos, porque si lo decís espantás a un mundo, y sino también.

Beatriz Bezano: -“Lo importante es que ellos querían que nosotros sintiéramos que seguían teniendo el poder. Nos dieron la libertad porque no tenían más remedio, pero querían seguir vigilándonos como vigilaban a toda la sociedad”.

LA DENUNCIA

En la denuncia presentada por estas ex presas políticas, relatan que: “Los denunciados tuvieron activa participación durante la detención y prisión de las denunciantes en los distintos establecimientos carcelarios, siendo todos ellos responsables directos e indirectos por acción u omisión de la comisión de delitos calificados como de lesa humanidad cometidos en forma sistemática y planificada consistentes en delitos sexuales (violencia sexual, violación, desnudez, tocamientos, entre otros) y torturas (tales como plantones, picana, submarino, entre otros), afectando su integridad física y mental y su derecho a la dignidad, principalmente”. Y que “la conducta desarrollada por los denunciados formó parte de un plan sistemático orquestado por quienes detentaban el poder en forma ilegítima cuya finalidad era la destrucción física, moral y psicológica de las detenidas con particular énfasis en su condición de mujeres, menoscabando su integridad física y mental y su dignidad con prácticas tales como la desnudez, la introducción de objetos en la vagina y ano, tocamientos, así como insultos degradantes y amenazas por la sola condición de ser mujeres llegando en muchos casos a la consumación de la violación”. Desprendiéndose que las mujeres “eran doblemente victimizadas, tanto por su ideología como por su condición de mujer, utilizándose su cuerpo como un botín de guerra”. Donde “los incesantes traslados de carácter ilegal a los que eran sometidas tanto en Montevideo como en el interior, con total desconocimiento de las detenidas así como de sus familiares quienes perdían toda comunicación, configuraban en si mismo una violación a sus más elementales derechos fundamentales, siendo esta práctica de carácter sistemática y repercutiendo en forma por demás dañina en su salud física y psicológica”. Agregando que “todas estas prácticas realizadas no sólo buscaban destruir a las detenidas sino que también procuraban morbosamente el placer de los torturadores en sus distintas manifestaciones, ya sea tocándolas, impidiéndoles el aseo por tiempo prolongado y cuando lo permitían observándoles permanentemente y apuntándoles con un arma, realizándoles plantones totalmente desnudas, no dejándolas dormir, soltándoles perros, no brindándoles agua ni alimentos, impidiéndoles realizar sus necesidades básicas e incluso colocándole ratas en los genitales habiendo sido previamente untadas con grasa”.

“La violación sistemática de los derechos humanos de las detenidas con particular énfasis en su condición de mujeres se traduce indudablemente en violencia de género ejercida por agentes del Estado sin que las detenidas pudieran recurrir a ningún tipo de autoridad en su defensa”. (…) “En efecto, de las prácticas realizadas se desprende no sólo el grado de ensañamiento empleado por los actores directos sino también el ensañamiento de los agentes de la represión por su condición de mujeres reafirmando su poder institucional y reproduciendo las relaciones de poder desiguales entre varones y mujeres. No se contentaban con utilizar mecanismos reñidos con la ley para obtener información si no que por el contrario disfrutaban perversamente de sus acciones”.

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