Atado de pies y manos, preso de la melancolía paso mis noches intentando descifrar el porqué de tu ausencia.
Sobre mí vuela el recuerdo de tu amor: Fiero y atento se posa violentamente frente a mí: una vez más soy su presa.
Despiadado se alimenta de mis entrañas y despedaza mis deseos de volver a tus brazos con sus incesantes puñaladas de realidad. Cuando sacia su sed de dolor, emprende huida ante la llegada de la mañana, con la promesa de volver la noche siguiente a repetir su cruel rutina de tristeza; rutina macabra que se extiende durante la eternidad como si del castigo prometeico se tratara.
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