Paso al Doppelgänger

Quien se mira en el espejo a media noche, dicen los que lo han hecho, no son los mismos que se peinan frente a él en la mañana, ni se acomodan la corbata antes de comer. Quien se mira al espejo a medianoche, dicen los que lo han hecho, que son ellos por un breve instante, por el momento nada más de dos segundos en los que tarda la apropiación del otro, después, la arrebata transición para darle paso al Doppelgänger, se comprende algo así como un letargo en los ojos, los parpados se sienten vivos, pero también más pesados, ungidos de alquitrán, la garganta se siente seca, tosca, en lugar de cuerdas custodia cadenas, la campanilla detrás del paladar se libera, golpea las paredes a diestra siniestra provocando un vomito lejano, amargo y biliar, de lejano solo tiene que va y vuele, la lengua no es lengua, es un reptil de carbón desesperada porque el rojo de la brasa la consume sin escapatoria, sin ir al frente porque solo hay barrotes, sin retroceder por el miedo a la fosa eterna.

En ese momento cuando el vómito baja, la campana va por el centro, la serpiente coge aire, las cadenas se tensan y los ojos dejan caer por un instante sus ventanas: El vidrio se pone oscuro y un frio lívido pasa su extraño cuerpo por las pieles desde las uñas hasta el cabello.