Les yeux

Les yeux

kicdo

29/03/2020

CAPÍTULO 1

Abro los ojos. Puedo sentir que es un día cualquiera de otoño. El sonido de la lluvia es reconfortante pero no lo suficiente para mantenerme acostado. Me siento sobre la cama y tomo una bocanada de aire.

Miro al suelo fijamente mientras pienso en el día que me espera. Será lo mismo de siempre: el jefe nos asigna un caso, investigaré, encontraremos al malo y si no, archivaremos el caso y después me encerraré a beber hasta que tenga la valentía de terminar con esto. Me levanto de la cama de un empujón y reviso el móvil. No hay mensajes. Todo sigue igual. ¿Cómo es que llegamos al día en que lo primero que hacemos al despertarnos es mirar el móvil?

Entro al baño. Necesito orinar y aún estoy semi dormido. Así que me siento en la taza para no ensuciarla. Desde joven no se me ha dado bien la puntería a la hora de orinar, así que en las mañanas prefiero hacerlo sentado. Alguna vez leí que era mejor para tu organismo. Igual no comento al respecto esto con nadie, de hecho, la única que lo sabía era Vivian y nunca le pareció raro, al contrario, decía que me hacía más consciente con el uso de la taza.

Termino de hacer del uno y me lavo las manos. Me veo en el espejo y no me reconozco. Tengo el aspecto de una persona de 35 años que lleva un año sin dormir y pasa la mayoría de su tiempo libre bebiendo en la soledad de su casa, lo cual es parcialmente cierto. Ya no soy el hombre feliz que alguna vez fui. De eso ya no queda nada. Me lavo la cara para despertarme completamente y me dirijo a la cocina, pongo el café y espero en la habitación mientras miro el móvil.

Veo que hay de nuevo en el mundo. Las acciones de Pumble siguen subiendo, la plataforma cada vez es más lucrativa y muchos más usuarios la usan. Muevo con el dedo la pantalla y aparece otra noticia, ahora hablan sobre el aumento de suicidios en la ciudad. Me entra un frio en el cuerpo y no dudo en leer la noticia. Me hace preguntarme… ¿en qué estaba pensando para hacer algo tan egoísta? ¿Por qué Vivian tomó esa decisión? ¿Por qué nunca me dijo cómo se sentía? Me detengo por un momento. El recuerdo viene y es muy doloroso todavía. Ojalá yo tuviera las fuerzas para hacerlo y así ser una cifra más de esa noticia.

Tomo una bocanada de aire, y continúo leyendo. Ya cuando iba por el quinto artículo, escucho la cafetera. Desde que entré a la academia me ha gustado el café. Eso de que los policías les gusta el café y las donas, aunque es un estereotipo, es real, al menos en mi caso. Me encanta el café y ni se diga las donas.

Tomo mi café (sin azúcar) mientras sigo en el móvil. Siento que ya he visto lo suficiente y miro la hora, las 8:10 de la mañana. Mónica pasará por mí dentro de poco así que mejor me alisto. Entro a la ducha, me baño rápido y cuando salgo, caigo en cuenta que olvidé la toalla. No importa, siempre me pasa, así que salgo desnudo a la habitación, mojando todo a mí alrededor. Tomo la toalla que está al lado de mi cama y me seco con ella. Luego la tiro al suelo y seco con ella el reguero que dejé.

Me pongo un pantalón, camisa blanca larga y un blazer negro. Sin corbata, me siento ahorcado cuando uso una. La verdad es una pinta muy detectivesca, casi que si buscas la palabra detective en el buscador de Pumble, encontrarías mi vestimenta.

Ordeno un poco la habitación y cuando ya estoy dejando la cobija en su lugar escucho que alguien pita. Me asomo por la ventana y es Mónica. Miro nuevamente el móvil, son las 9:00am. Como siempre Mónica es la más puntual de los dos, si ella no pasara por mí seguro llegaría a almorzar a la estación. Tomo el móvil, un paraguas,agarro el cinturón con el arma aún puesta y me lo pongo, bajo las escaleras rápidamente y me subo al automóvil.

– Hola guapa.

– Hola guapo, ¿cómo estuvo tu descanso?

– Bien – digo sin dar muchos detalles.

– De acuerdo – responde a secas.

Mónica ya no es tan habladora como solía ser y eso me gusta. Básicamente ella conduce y yo miro por la ventana. Siempre me concentro en ver a las personas, sus vestimentas, sus expresiones o incluso, cuando nos detenemos, alcanzo a escuchar algo de sus conversaciones.

Una vez precisamente, cuando no éramos detectives sino patrulleros, nos detuvimos en un semáforo de esos que duran cinco minutos. Por ese entonces Mónica le gustaba conversar mientras conducía y estaba contándome lo mal que le fue en una cita el día anterior. Yo no la estaba escuchando, me concentraba más en la conversación que un tipo de una Van sostenía por teléfono. Un poco sospechosa. Ya de por sí el tipo era sospechoso, se veía desaliñado y como si llevara días sin bañarse.

Detuve a Mónica en la parte en la que el tipo de la cita le decía que tenía unos pies muy lindos y le pedí que siguiéramos la Van. Al cabo de unos minutos, el conductor se enteró de que lo seguíamos y aceleró. Mónica es prudente para conducir pero en ese momento no tuvo nada que envidiar a las películas. Aceleró lo más que pudo y lo estuvimos siguiendo por cinco minutos; pasamos por calles, callejones, intersecciones hasta que llegamos a la autopista. Ya habíamos pedido refuerzos y al final, con ayuda de una barricada, el hombre no tuvo otra opción que detenerse. Descubrimos que tenía kilos de narcóticos en la parte trasera del vehículo y gracias a eso obtuvimos un reconocimiento en la estación.

Desde ese entonces Mónica me habla lo justo y me deja observar y escuchar. Eso y que también no sabe cómo levantarme el ánimo desde la muerte de Vivian. Simplemente ha optado por dejarme ser. Al inicio me decía lo mucho que quería, que no me iba a abandonar, que jamás me dejaría solo pero al ver que no respondía a sus palabras, simplemente un día no dijo más. Creo que se cansó de intentarlo. Así que habló con el jefe de mi situación. Sin embargo yo seguía cumpliendo con mi trabajo, llegaba a tiempo, hablaba lo necesario e incluso hacía bromas de vez en cuando. No pudieron suspenderme o enviarme a terapia de por vida aunque así Mónica lo quisiera. Ella sabía que no estaba bien y yo simplemente nunca toque el tema con ella. Sabía que si lo hacía, entonces sí tendría motivos para alertarse y alertar a los demás.

Llegamos a la estación sin ningún contratiempo. Solo escuché un par de conversaciones acerca del clima y vi como un vagabundo buscaba refugio de la lluvia. Entramos al edificio, tomamos el ascensor y nos dirigimos al cuarto piso, Homicidios. Me gusta el orden del piso, sales del ascensor y lo primero que ves es un pasillo, una sala de reuniones a la izquierda, otra a la derecha y si sigues derecho te encuentras con un salón donde están los escritorios de los detectives, los baños al fondo a la derecha (como siempre) y la oficina del jefe al fondo. Las paredes y el piso son blancas y las puertas negras. El que diseño el edificio trató de mantenerlo todo en su mínima expresión. Lo único que tiene algo de color son los archivos, fotografías y demás artículos de oficina que se encuentran sobre los escritorios.

Me senté en mi escritorio, como es usual, tomé mi taza de “el mejor detective”, me serví un poco de café y me reporté con el jefe. Mi escritorio queda al frente del escritorio de Mónica. Desde ahí la veo toquetear su cabello rubio o como se muerte el labio cuando está a punto de encontrar algo que cambia el rumbo de la investigación. Mónica es guapa pero yo no la veo con esos ojos, nunca lo hice. Desde que nos conocimos supimos que seríamos compañeros y que cuidaríamos nuestras espaldas. Trato de que no haya secretos con ella.

Me quedo mirándola mientras tomo mi café. Luego escucho a los demás detectives hablando de un nuevo caso y desvió mi mirada hacia allá. Parece un caso de esos mediáticos pero no presto mucha atención, no me meto en casos de otros detectives salvo que me lo pidan. Veo que el capitán llama a Mónica y se levanta moviendo sus caderas hacia su oficina. Puedo notar que los otros chicos interrumpen su conversación para mirar cómo ella se contonea hasta la oficina del jefe, aunque no se atreverían a decirle algo. Ella les patearía el trasero sin pensarlo.

Me quedo observando como la lluvia golpea la ventana, que da la casualidad que está atrás del puesto de Mónica. Vuelvo a mi café y veo que ya casi lo acabo, cuando una voz interrumpe mi momento de meditación.

– Chris, el capitán acaba de asignarnos un nuevo caso.

Mónica deja el informe del nuevo caso sobre mi escritorio y se queda esperando a que reaccione. Así que tomo un sorbo de café y asiento. Ella continúa:

– Salimos en 15 minutos, así que lee el informe y te espero abajo – entonces se retira sin antes devolverme una tierna sonrisa y agregar – Y por cierto, limpia ese escritorio ya no se puede ver el teclado de tu computador.

Es cierto. He sido un poco desordenado cuando he tratado de no serlo, al menos en mi apartamento. Aparto algunas cosas, boto unos papeles que sobran y abro el informe. Lo leo detenidamente.

Hombre caucásico encontrado muerto por una herida en el cuello. Claramente a causa de un objeto corto punzante, probablemente un cuchillo. El hombre estaba tendido en la mitad de su sala boca abajo. Hay fotos de su sala, parece un desastre, artículos de periodo pegados en la pared, fotos y comida podrida (y yo preocupándome por un poco desorden en mi escritorio). Continúo leyendo.Su identificación dice que se llama Oliver Caleb y nació en New City. Tiene 28 años aunque aparentaba menos y tipo de sangre O.

Digito su nombre en el Registro Único de Ciudadanos (RUC) y sigo revisando el informe. Una vecina escuchó un estruendo a eso de las 2 am. Aunque esperó hasta el otro día para contárselo al casero. Tocaron, nadie contestó y al abrir la puerta encontraron el cadáver y llamaron a la policía.

Mi lectura es interrumpida por el pitido de que se ha encontrado al sujeto en el RUC. Reviso su perfil y confirmo los datos de su identificación. Fue estudiante destacado de la universidad de New City, estudió Historia y obtuvo las mejores calificaciones. ¿Cómo diablos acabó en un apartamento de mala muerte en el centro de la ciudad? Anoto los datos de su madre, su nombre, teléfono y dirección. Bloqueo el equipo y volteo a mirar el escritorio de Mónica que se encuentra vacío. Al parecer ya debe estar abajo alistando todo para nuestra salida.

Me levanto del puesto, veo que los chicos siguen hablando del nuevo caso. Esta vez me detengo y presto un poco más de atención, al parecer se encontró un cadáver partido a la mitad en el bosque. Lo curioso, es que los arboles también estaban partidos a la mitad, como si una gran sierra hubiera arrasado con todo y matado al sujeto al instante. Claramente es un caso más mediático y más entretenido pero me conformo con el mío. Salgo de la oficina, tomo el elevador y me dirijo al parqueadero.

Ya en el carro, Mónica me advierte que iremos al apartamento donde encontraron el cadáver.

– Hay que contactarnos con la policía de New City, para que busquen a sus familiares y le den la noticia. – me dice Mónica en un tono muy calmado. Claramente se ha convertido en la Mónica conductora.

– Tengo sus datos apuntados, llamaré para que vengan a buscar el cuerpo.

Nuevamente nos limitamos a hablar del caso. Llegamos al lugar. Un edificio viejo del centro con una fachada desprendiéndose. Entramos al lugar, hablamos con el casero y la vecina que encontró el cuerpo y confirmamos sus declaraciones. Hay un oficial afuera del apartamento, custodiando que nadie entre. Hago un gesto con la cabeza, muestro mi placa y entro. Mónica se queda hablado con el oficial.

Verlo en fotos es una cosa pero en realidad este hombre vivía en total abandono. Papeles por doquier, fotografías, noticias en la pared. Parece que elhombre llevaba una investigación. Entro a la única habitación que hay. Nada extraño, ropa en el piso, un maletín con más ropa, cigarrillos en la mesa de noche y una escarapela sobre la cama.

Me acerco a leer.

Woods

Nombre: Oliver Caleb

Edad: 28 años

Pase: Exclusivo

Motivo: Depresión

Confía nuevamente en tu futuro

¿Depresión? Eso explicaría el lugar y como un estudiante destacado terminaría en un sitio como este. Aunque el nombre Woods me llama la atención. Me devuelvo nuevamente a la sala, analizo cada uno de los documentos que están en la pared. Hay noticias sobre asesinatos ocurridos en el año, algunos los reconozco porque fueron asignados al departamento y quedaron sin resolver. Otros parecen que fueron asignados a otro distrito. Tomo nota. Continúo leyendo y me fijo en la noticia con el titular “Hombre local, el nuevo salvador que cura la depresión”. La leo detenidamente.

Balbourde City tiene un nuevo salvador. El joven de 30 años Jonas Woods se ha convertido en una luz de esperanza para los locales del distrito de Hampshire. Sus consejos han ayudado a cientos de personas que le exigen nuevamente verlo. Al parecer el joven solo atiende una única vez a sus clientes y tiene como política no volver a tener contacto con ellos.

La historia continúa, menciona cómo sus consejos ayudaron a algunas personas y que solo atiende a gente que ha sido recomendada por alguno de sus clientes. Parece ser una exclusiva clínica mental. El reportero finaliza la nota asegurando que nadie quiere dar declaraciones sobre que se dice o que se hace en sus terapias. Termino de leer la noticia y veo algunas fotografías. Aparece un hombre delgado entrando a un establecimiento. Otras donde sale el mismo hombre abordando un vehículo, esta vez custodiado por otros dos hombres. Supongo que debe de ser Woods.

Mónica entra a la sala, su cara delata que también le impresionó el estado del apartamento. Me quedo viéndola hasta que sale de su trance. Le sonrío un poco y le entrego la escarapela que encontré en la habitación.

– Encontré esto en su habitación. Al parecer estuvo haciendo una investigación sobre ese sujeto Jonas Woods. – Arranco de la pared las fotografías y las pongo en una bolsa de evidencia. También tomo fotos de las noticias sobre asesinatos. ¿Qué tiene que ver esta serie de asesinatos con Woods?

– Jonas Woods… me suena. ¿No es el sujeto que se ha hecho famoso haciendo terapias psicológicas?

– ¿Lo habías escuchado antes? – miro extrañado a Mónica.

– Claro, al parecer ayudó a una amiga de mi hermano a superar su duelo. – Mónica observa como mi reacción cambia. Sabe que la palabra duelo no es bienvenida en mi vocabulario.

– Dice que se necesita una invitación de alguien para poder ser visto, ¿crees poder pedirle a tu hermano que me la consiga? Dile que lo considere un pago por mantenerte con vida todo este tiempo.

Mónica suelta una risa ahogada. Y continúa:

– ¿Por qué simplemente no vamos y nos presentamos como la policía?

– Parece ser que Woods lidera un club exclusivo. Si Oliver Caleb lo estaba investigando, lo menos que podemos hacer es alertarlo.

–Está bien, veré que puedo hacer con mi hermano. – Me mira con nostalgia y agrega – Quizá te ayude a ti también.

Mónica siempre se preocupa por mí. Esta vez simplemente asiento en respuesta a su consejo. Ya satisfecha con mi reacción, decide buscar el baño, lo inspecciona y vuelve a la sala haciendo un gesto de que no ha encontrado nada. Yo sigo viendo los artículos y me enfoco esta vez en unos símbolos tallados en la pared que no tienen mucho sentido. Le tomo fotos de cerca para analizarlos después y le pregunto a Mónica que opina. Ella simplemente responde que se trata de un vagabundo que estaba obsesionado con asesinatos y con Woods y que hubiera preferido el caso del cadáver partido a la mitad. Aunque todo parezca indicar que ella está en lo cierto, aún tengo la sensación de que no es así. De que hay algo más detrás de este asesinato. Por ahora ya no hay nada más que este lugar me pueda decir.

– Creo que tenemos algo con que empezar. ¿Nos vamos?

Mónica me mira aliviada y sale primero del lugar. Yo echo un último vistazo a mí alrededor y la sigo.

CAPÍTULO 2

Apenas dejamos el apartamento ya siento alivio, necesitaba aire. Veo a Mónica y también comparte el mismo sentimiento que yo. Estuvimos haciendo preguntas a los demás vecinos a ver si conocían a Oliver Caleb y todos coincidan con que era un joven silencioso que no se metía nadie. El casero aseguró que siempre fue cumplido con el pago y que no recibía visitas ni correspondencia. Mónica y yo dejamos el edificio y continuamos hablando de cómo proceder. Acordamos que mientras Mónica consigue la invitación al club psicológico de Woods, lo mejor es ir a la morgue y después viajar hasta New City para hablar con los conocidos de Caleb. Decidimos que si vamos a ir a la morgue, que sea con el estómago lleno.

Nos detenemos en Don’us. Mónica pide un café y una galleta de chocolate; yo pido un café una dona de chocolate. A ambos nos gusta el chocolate. Como ya no estamos en el auto, Mónica me cuenta un poco de su hermano, de su novio Ethan y de la vez que fueron juntos al zoológico. Yo me limito a escuchar. Siempre he sido de pocas palabras pero con Mónica solía hablar más. Me sentía cómodo hablando con ella, siempre positiva, dando excelentes consejos y muy perspicaz y buena en su trabajo. Los silencios incomodos nunca existieron desde que empezó nuestra amistad y por eso podíamos pasar horas sin decirnos una palabra. Vivian nunca tuvo celos de ella, de hecho eran buenas amigas. Si las dejaba solas confabulaban contra mí y cuando volvía me recibían con un ataque de risa. Nunca pregunté de qué hablaban pero me parecía que era algo que ellas compartían y que solo las dos entenderían. Vivian cuidaba de mí en el hogar y Mónica en el trabajo. Ahora Mónica trata de hacer ambos roles pero no es suficiente. El vacío que dejó Vivian nunca será llenado.

La mesera nos sirve más café, nos sonríe y me da una palmadita en la espalda.

– ¿Se te ofrece algo más, cariño?

– Gracias, Doris, estoy bien – Le respondo con una sonrisa.

– ¿Y tú guapa? ¿Necesitas algo? – Le pregunta esta vez a Mónica. Claro, sin duda es la más guapa del lugar.

– Todo genial Doris, gracias.

Doris es una mujer de unos 65 años, baja, delgada, de cabello color ceniza, ojos verdes, casi igual de blanca que yo y lo más sorprendente es que no tiene ni una arruga. Mónica un día le preguntó qué productos usaba para mantener su rostro tan joven y ella simplemente le respondió:

– Clara de huevo y agua fría todas las noches, querida.

Desde entonces Mónica sigue el ritual de Doris en las noches. Ya le he dicho que le están tomando del pelo y que seguramente Doris se habrá hecho algún procedimiento estético, pero no me cree.

– Tiene que funcionar… quizás el agua no es lo suficientemente fría – respondió una vez que se lo dije.

Doris siempre nos ha atendido bien desde que encontramos este sitio. Al inicio pensábamos que iba a ser como cualquier sitio cerca al centro: mala atención o comida sin sabor, pero nos equivocamos. Desde que llegamos, ella nos hizo sentir como en casa y la comida nunca ha dejado de sorprendernos.

Terminamos de comer y nos dirigimos a la morgue del distrito de Hampshire. Al llegar, nos recibe Eva, la forense, y sin mucho protocolo nos muestra el cadáver y nos da detalles de la hora del deceso, la cual coincide con lo reportado por la vecina de Caleb. La herida efectivamente fue hecha por un objeto filudo, curvo, de punta corta y que se hace más grueso a medida que acerca al mango. Algo así como una daga estilizada de las que uno ve en las películas. O eso cree Eva.

Veo el cadáver y observo que tiene un tatuaje con un símbolo que ya había visto antes. Reviso mi móvil y confirmo que se trata de uno de los símbolos que estaban tallados en la pared del apartamento. Esta vez, desde la piel de Caleb, puedo ver con claridad que se trata de una estrella de ocho puntas encerrada en un cuadrado.

Le enseño a Mónica lo que acabé de descubrir y se toca el mentón con la mano, como si estuviera pensando o tratando de juntar todas las piezas que hemos recolectado hasta el momento. Luego volteo y le pregunto a Eva si hay algo más que debamos saber:

– Bueno, si te interesa… lo último que comió fue pizza. – Añade Eva.

– Supongo que ahora nos dirigimos a New City – dice Mónica aun tocándose el mentón y sin apartar la vista del cadáver.

New City está a 3 horas de Balbourde City, por lo que si salimos ahora nos tocaría comer en el camino y ambos no solemos comer en carretera. Hemos tenido malas experiencias gástricas con los restaurantes de paso. Así que decidimos volver a la estación, recopilar la información e informar al jefe de lo que hemos encontrado.

Nos subimos al auto y no cruzamos palabra, supongo que ambos estamos pensando en el caso. Ya en la estación, me siento de nuevo en mi escritorio mientras Mónica se dirige a la oficina del jefe para ponerlo al tanto. Saco el móvil y decido mirar nuevamente el símbolo, desbloqueo el computador y busco sobre estrellas de ocho puntas en el buscador de Pumble.

Todo lo que aparece es sobre magia, hechizos, conjuros para enamorar, cacería de brujas en la inquisición o cualquier otro tipo de rituales paganos. No soy creyente de este tipo de cosas; sin embargo, no pierdo la oportunidad de buscar “como revivir a un ser querido”.

Veo que Mónica sale de la oficina y se acerca a informarme que tenemos autorización para salir a New City. Luego se sienta en su escritorio y la escucho hablar con la policía local para coordinar cualquier apoyo que necesitemos. Vuelvo mi mirada hacia la pantalla del computador que pone “revivir seres queridos en 10 simples pasos, sin cadáveres”. Aunque me causa curiosidad el título… pienso que si voy a revivir a alguien al menos debe haber un cadáver involucrado. Cierro la pestaña y busco esta vez “octograma” (sí, en mi primera búsqueda aprendí lo que realmente es un octograma).

El resto de la mañana básicamente es entre buscar información sobre octogramas y tomar café, hasta que Mónica se acerca y me hace su cara habitual de que es hora de almorzar. Nuevamente bloqueo el equipo,me levanto y observo que solo estamos los dos en la sala.

Salimos de la estación y cruzamos la calle. El restaurante de siempre se llama “Owen’s”y tendría todo el sentido del mundo sino fuera porque su dueño se llama Antonio, un latino bajito y de barba pronunciada que atiende el lugar con su esposa e hijas. Nos sentamos en una mesa afuera del restaurantey al instante aparece la hija mayor de Antonio y nos saluda como si no nos hubiera visto en semanas. Le pido que me traiga un bistec a caballo y Mónica ordena una ensalada tropical.

Esta vez le cuento a Mónica lo que encontré sobre octogramas, incluyendo los detalles mágicos y ocultistas.

– Te digo, en internet hay de todo. Quizá podemos hacer un ritual para que quedes embarazada pronto.

Ella me mira fijamente ocultando una sonrisa. Mónica no quiere tener hijos, o por lo menos aún no. A sus 34 años dice que todavía tiene metas laborales que lograr y si va a tener un hijo es para dedicarle toda su atención.Aparte siempre me repite lo mismo:

– No estoy casada, Chris. Hasta que Ethan no se me declare, la fábrica de bebés está cerrada.

Esta vez simplemente dice – muy gracioso, Chris – yo le respondo con una sonrisa y sigo comiendo mi bistec. Al terminar, nos levantamos y pagamos en la caja, esta vez la menor de las hijas de Antonio nos saluda y aprovechamos para dejar una buena propina. Ambas chicas son muy especiales con nosotros pero siempre he creído que le caemos mejor a la mayor.

Regresamos a la estación, tomamos lo necesario y salimos con destino a New City.

CAPÍTULO 3

¿Por qué será que los nombres de las ciudades incluyen la palabra “city”? ¿Es que acaso no sabemos que ya son ciudades?New City… si pudiera elegir un lugar en el que NO quisiera estar es en New City. Se podría decir que es la hermana gemela de Balbourde City. Ambas son igual de grandes y ambas tienen casi la misma población. Sin embargo, los ciudadanos de una no soportan a los ciudadanos de la otra. La competencia entre las dos ciudades siempre ha existido y por eso es que, por ejemplo, los eventos localessiempre se hacen a puerta cerrada.

La competencia desleal y toxica incluye a todos los ciudadanos, y cuando digo a todos, incluyo también a los policías. En New City la fuerza pública es una pesada. Siempre quieren tener la razón y el control de las investigaciones que se hacen en conjunto. Yo los dejo, en cambio, Mónica trata de conciliar con ellos, e increíblemente llega a acuerdos bastantes beneficiosos para sea lo que sea que estemos haciendo en la maldita New City. Simplemente no puedes odiar a Mónica. Ellos no lo hacen, yo no lo hago… ¿habrá alguien que odie a Mónica?

Giro mi cabeza y veo que canta una canción pop pegajosa de los años 90s mientras conduce por la carretera. Sonrío porque me gusta su compañía y ella nunca está triste… siempre está feliz para mí. El recorrido es largo y tranquilo, así que inclino el asiento y me echo a dormir.

Habrán pasado unas casi 3 horas porque en el momento en que abro mis ojos estamos llegando a la estación de policías del distrito de Cali en el centro de New City. Dejo que Mónica haga toda la gestión (como siempre): habla con otros agentes, consigue que una patrulla nos acompañe a la dirección de la madre de Caleb y hasta nos ofrecen café. ¿Cómo lo hace?

Salimos de la estación, nos subimos al vehículo y seguimos a los patrulleros que se ofrecieron a guiarnos. Durante el recorrido atravesamos complejos de oficinas, casas de piedra rojiza, parques y luego, después de cien edificios parecidos, veo como el paisaje empieza a volverse más rural.

– ¿La madre de Caleb vive en los suburbios?

– Sí, Chris. Si hubieras prestado algo de atención cuando estábamos en la estación seguramente ya sabrías que la señora Caleb vive en uno de los vecindarios más ricos de New City.

– Sí hubiera prestado atención… pero no lo hice. Estuve muy ocupado pensando en lo que haré cuando llegué a Balbourde City

– ¿Beber y emborracharte hasta desmayarte?

No le daré la razón. Así que simplemente digo lo obvio:

– Parece ser que ya estamos llegando.

– Sí, parece ser… – me responde con un tono acusador mientras aparca al frente de una de las tantas mansiones.

No respondo. Es mejor dejar las cosas así.

Nos bajamos del vehículo y seguimos por un camino cubierto de rosales en cada lado. No caminamos mucho y ya nos habíamos topado con una casa blanca de dos pisos. En el primer piso tiene ventanales a los lados con cortinas blancas semi transparentes y una gran puerta negra de dos alas. En el segundo piso sobresale un balcón que es sostenido por dos columnas griegas. El resto de las ventanas del primer y segundo piso ocultan el interior de la casa con cortinas oscuras.

Tocamos el timbre y retumba un sonido profundo y aterrador que no va acorde con el estilo blanco de la casa. Un ala de la puerta negra se abre y aparece una señora bajita con uniforme de mucama. Los patrulleros, vestidos con uniforme de policía, se encuentran atrás de nosotros y no tardan en alertar a la mucama de lo que está pasando. Así que saco mi placa y simplemente digo:

–Me gustaría hablar con la señora Caleb.

La mucama nos hace señas de que esperemospero no nos invita a pasar. Cierra de nuevo la puerta y desaparece de nuestras vistas. Esperamos por tres minutos hasta que la puerta se abre de par en par y sirve de entrada a una señora rubia, vestida de blanco muy al estilo griego, con joyas en sus manos y un collar dorado. Tardo un poco en reaccionar.

– ¿Señora Caleb?

– Así es, ¿y usted es?

– Détective Christopher Saber de Balbourde City. Y ella es mi compañera la detective Mónica Lapointe.

– Un gusto – responde Mónica.

– Hemos venido para hablar sobre su hijo Oliver – le comento.

– ¿Qué hizo ahora? – pregunta la mujer.

– ¿Disculpe? – responde Mónica.

– Oliver, ¿qué hizo ahora?

– Será mejor que nos permita entrar y hablar al respecto – respondo sin pensarlo.

La señora Caleb suelta un respiro como de frustración y nos invita a pasar. Dentro, la casa es tan lujosa como se espera que sea cuando se mira por fuera. Nos sentamos en la sala que da a uno de los ventanales. Los sillones son blancos al igual que las paredes y casi muchas de las decoraciones del interior.

La señora Caleb se sienta con las piernas sobre el sillón en una pose como si la fuéramos a dibujar. De repente aparece la mucama pero esta vez trae consigo té, agua, café y un plato de galletas.

– Sírvanse, responde la señora Caleb – apartando la mirada mientras sacude su mano.

Yo no tomo nada y Mónica tampoco. Los otros dos patrulleros lo hacen sin pensar como si no estuvieran acostumbrados a este tipo de cosas y no es que yo esté acostumbrado a una vida de lujos, es solo que la mujer me desagrada y no quiero recibirle nada. Mónica pensará lo mismo pero jamás lo reconocerá.

–Señora Caleb, lamento informarle que su hijo Oliver Caleb fue hallado muerto en un edificio del centro de Balbourde City –lo suelto sin anestesia.

–¿Y qué estaba haciendo en Balbourde City? Vaya lugar para morir. Mi hijo nunca tuvo clase. No es como sus otros hermanos. – dice la mujer sin siquiera reaccionar.

Yo no digo nada. Simplemente miro a Mónica que está con los ojos abiertos, sin parpadear y apunto de soltarle algo a la señora Caleb.

–Perdóneme señora Caleb pero estamos hablando de su hijo. Está muerto.

–Y yole entiendo… señorita. Pero entienda que yo no hablo con mi hijo desde que dejó sus estudios hace cinco años. Adoptarlo es uno de mis mayores arrepentimientos.

Mónica tragó entero y permaneció en silencio. Así que esta vez hablé yo.

– ¿Caleb era adoptado? ¿Por qué no apareció en los registros?

– Le sorprendería saber… detective, lo que el dinero y unas cuantas llamadas pueden hacer. Por un tiempo mi esposo ocultó el hecho de que nuestros hijos no eran nuestros. Le avergonzaba que supieran que era estéril. Lo hacía menos hombre, decía.

– ¿Y por qué ahora no es un secreto?

– El maldito murió hace dos año. Vera tuvo un…accidente.–Con el tono que lo ha dicho me queda claro que no es un accidente pero la maldita bruja es de New City, así que probablemente aquí todos los matrimonios terminan matándose entre ellos y para el par de patrulleros, que no se enteran por estar comiendo, debe de ser normal.

– ¿Y sabe usted con quien frecuentaba su hijo, si tenía algún conocido en Balbourde City? ¿Algún familiar? – añado rápidamente, dejando pasar todo lo que ha dicho previamente.

– No conocemos a nadie de allá, gracias a Dios. Aunque si quieren saber de él… ¿Por qué no van a la universidad de New City? Creo que sus cosas están en un depósito de ahí y ahora que está muertoya no lo pienso seguir pagando.

Veo a Mónica… horrorizada. Veo a los patrulleros que se han comido todas las galletas y ahora le sonríen a la señora Caleb como si la hubieran escuchado todo este tiempo.

– Creo que eso haremos. Muchas gracias por su tiempo señora Caleb.

– De nada detective.

– Por cierto – agrego – debe identificar el cadáver en Balbourde City así que le dejaré los datos para que pueda proceder con la entrega del cadáver.

– No hace falta… pueden hacer lo que quiera con él. Désenlo a la ciencia, supongo – nuevamente sacude su mano. Como si eso significara algo para mí.

Asiento sin responderle nada a la señora Caleb y me levanto de la silla. Los patrulleros me siguen y Mónica simplemente sonríe, o trata de hacerlo. De todas formas dejo los datos para la recuperación del cuerpo con la mucama – en caso de que se arrepienta la señora – le digo. Salimos todos. Los patrulleros se suben a su vehículo de policía con la intención de que los sigamos nuevamente para ir a la universidad de New City y Mónica simplemente me dice:

– Conduce tú.

Lo hago sin pensarlo.

Llegamos a la universidad que estaba a unos quince minutos de la casa de la señora Caleb y nos presentamos con la seguridad del campus. Ellos nos llevan al lugar dónde están los depósitos de los estudiantes que han dejado sus pertenencias y no han regresado por ellas. Al parecer es muy común que eso suceda. El depósito de Caleb es abierto después de que los agentes de seguridad llamaran a la señora Caleb para pedir su autorización. Yo solo pienso en qué habrá dicho la señora Caleb y me rio en mis adentros.

Al entrar, lo que veo es que Oliver Caleb era una persona normal, al menos en esta época de su vida. Una cama normal, ropa normal (según mí criterio), libros y una consola.

– No hay nada. Esta persona es totalmente diferente a la que vimos en Balbourde City – le digo a sin quitar la mirada a las cosas del depósito.

– Será mejor que hablemos con algún profesor o alguien que conociera a Oliver – añade Mónica con un tono tenso, posiblemente por nuestro encuentro con la maldita señora Caleb.

Antes de irme veo un libro que sobresale de la pila de libros que se encuentra al lado de la camaque solía ser de Caleb. Lo tomo. No tiene autor o fecha de publicación perodice “Muerte” y me llama la atención lo suficiente como para llevarlo conmigo. Mónica simplemente no me dice nada, solo voltea los ojos y sale del depósito. Al salir, los de seguridad ni notan que he sacado algo porque están hablando con el par de patrulleros que nos están acompañando. Yo me pregunto si todos los policías de New City son como esos dos o solo nos dieron a los más estúpidos porque no nos quieren acá.

Después de un rato, Mónica da con un profesor que lleva enseñando Historia Medieval durante quince años en la universidad. Así que con solo el nombre ya reconocía a Oliver Caleb como uno de sus más apasionados estudiantes.

– Era muy avanzado para el semestre en el que estaba, detective. – le responde a Mónica porque a mí ni me determina.

– ¿Sabe usted por qué abandonó los estudios? – le pregunta Mónica, que está retomando su calidez poco a poco.

– La verdad me tomó por sorpresa. Un día simplemente dejo de venir.

– ¿De casualidad sabe cuál era su círculo social? ¿Con quién socializaba?

– No mucho. Era muy reservado. Aunque los trabajos grupales siempre los presentaba con la señorita Gil. Creo que tenían un grupo de estudio. Lo recuerdo porque sus trabajos han sido los mejores en todos mis años como profesor.

– ¿La señorita Gil sigue en el campus?

– No… pero para su fortuna yo mantengo contacto con mis estudiantes más destacados.

Nos da el número de Elizabeth Gil. Y agrega:

– Actualmente trabaja como historiadora en el museo nacional de Balbourde City. Siempre me envía invitaciones para eventos pero la verdad es que no me ha quedado tiempo para asistir.

Agradecemos al profesor y salimos del campus. Está apunto de anochecer así que Mónica y yo decidimos que es hora de volver. Hablamos con los patrulleros y les decimos que ya regresaremos a Balbourde City. Veo en sus caras que se sienten aliviados de no tener que lidiar más con nosotros pero el sentimiento es mutuo, así que todos nos despedimos de mano con una gran sonrisa.

Ya cuando me voy a subir al auto, Mónica dice:

– Yo conduzco.

Y yo obedezco, así que entro por el lado del copiloto. Ella entra al auto, enciende el vehículo, toma una bocanada de aire, la sostiene por dos segundos y mientras libera el aire dice:

– Ahora sí… larguémonos de esta maldita ciudad.

CAPÍTULO 4

Hemos llegado a Balbourde City al anochecer y Mónica me ha dejado en casa. Busco en la alacena y saco una botella de Ron que es lo único que no me da resaca. Me siento en el sillón de la sala, pongo los pies en la mesita baja y abro la botella. Bebo por el día de hoy: el apartamento desagradable de Oliver Caleb, el viaje a la condenada New City, los patrulleros desubicados, la señora Caleb, Mónica perdiendo su fe en la humanidad y por último, bebo por Vivian. El recuerdo de ella acecha todas las noches. El día de hoy tenía mi cabeza ocupada en el caso pero ya a esta hora es como si todo el dolor volviera de un solo golpe.

Siento la ausencia de ella y de lo que pudo haber sido nuestra familia. No lloro, ni siquiera lo hice el día de su funeral. Mónica siempre estuvo a mi lado, sosteniendo mi mano y soltando uno que otro sollozo; mientras que los padres de Vivian, que estaban al otro lado del ataúd, lloraban desconsolados y cuando tenían la oportunidad, me miraban como si yo hubiera sido el culpable de todo. Y en parte lo fui, no vi las señales y no hice nada al respecto.

Bebo otro sorbo. Y ahora recuerdo el día que conocí a Vivian. Habíamos quedado de vernos en el centro comercial más grande de la ciudad. Yo estaba nervioso, nunca había utilizado una aplicación de citas y menos concretado una cita en línea. Era la primera vez que utilizaba una cosa de esas pero ante la insistencia de Mónica accedí – A mí me ha funcionado. Anda… es hora que conozcas a alguien – decía. Y no es que mantuviera solo, o que las mujeres no me consideraran atractivo o que sea torpe socialmente, es simplemente que ninguna de las mujeres que conocía me despertaba el interés suficiente para pasar al siguiente nivel.

Ese día por algún motivo estaba nervioso de conocer a una chica. Así que mientras esperaba la hora (porque llegué treinta minutos más temprano de lo pactado) mes senté en un muro al lado de la fuente a jugar en el móvil. No me di cuenta cuanto tiempo pasó pero de repente sentí un dedo en mi frente y cuando a alcé la mirada, ahí estaba ella, era la misma mujer de las fotos pero mucho más hermosa. Me sonrió y dijo:

– Ya no se encuentran hombres puntuales hoy día, detective Saber.

Me tardé en reaccionar. No tengo ni idea de la expresión que hice pero Vivian siempre me recordaba lo ridículo que me vi esa vez.

– Eres tú – no se me ocurrió decir otra cosa.

– ¿Y quién esperabas que fuera? – me responde con la tranquilidad que la caracterizaba.

– ¿Un hombre de 40 años que vive con 3 gatos y no se corta las uñas de los pies? – respondí sin pensar.

Ella simplemente se ríe y yo me levanto y estrecho su mano. Decimos nuestros nombres y ya no estaba nervioso. Su postura relajada, su voz y sus ojos azules tomaron todo el miedo que sentía y lo ocultaron en lo más profundo de mi mente. A partir de ahí recorrimos el centro comercial unas diez veces mientras hablábamos. Hablar con Vivian era algo de otro mundo… reaccionaba a mi humor, se reía a carcajadas y era directa, no se guardaba nada. Después de un rato, fuimos por un café. A mí me gustaba con azúcar, hasta que la conocí a ella. Ese fue mi primer café sin azúcar.

– Anda, pídelo sin azúcar, Chris. Sentirás más el sabor del café, te lo prometo. – me alentaba mientras estábamos haciendo la fila en la cafetería.

En esa ocasión no me gustó pero después de un tiempo le tomé cariño. Ahora hasta el café en la mañana me recuerda a ella. Tomo otro sorbo de Ron y sigo recordando.

Nos quedamos en la cafetería hasta que oscureció y decidimos cenar en un restaurante de pasta. Hasta ese momento sabía principalmente lo siguiente: Vivian era diseñadora de modas, le gustaban más los perros que los gatos, tomaba el café sin azúcar, nunca había tenido una cita a ciegas (al igual que yo), no temía ser directa cuando era necesario y siempre sonreía. Ese último detalle lo compartía con Mónica y supuse que serían buenas amigas.

Al finalizar el día coincidimos en que debíamos volver a salir. Yo la llevé hasta su casa y antes de bajarse del auto me besó en la mejilla. Fue un beso tierno y tan dulce que todavía lo siento cada vez que lo recuerdo. Me tocó la mejilla y bebo otro sorbo. La botella está casi vacía.

Recuerdo que llegué a casa y no me aguanté y le escribí a Mónica. Por supuesto, Mónica preguntó todos los detalles y se alegró de que por fin hubiera accedido a alguna de sus locas ideas. – Debes hacerme caso más de seguido, Chris – escribió y yo simplemente respondí con un emoji.

No pasó mucho tiempo hasta que supe que ella era la indicada. Ahora me encuentro en este apartamento vacío, bebiendo mi ron habitual y mirando a todas las cosas que me recuerdan a ella. Vivian… mi Vivian… ¿Por qué me has dejado?… Cierro los ojos y siento como mi cuerpo se deja llevar, es tarde y estoy cansado. Simplemente espero que este día acabé pronto.

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