Crónicas de la soledad

I

Quisiera dejar asentado en estas palabras, que estoy bien, aunque sola en una casa pequeña.

Estar encerrada me ha enfrentado inevitablemente a su nombre poderoso, a su silencio y a su distancia.

Alejandro no sabe, que escribo poemas porque no sé como desnudar el amor de frente en palabras sencillas.

No lo he vuelto a ver, no hemos vuelto a hablar y los días siguieron sucediendo mientras yo me atragantaba con las ganas de abrazarlo.

No me quedó más que su música, para recordar la intensidad de su voz antes del abismo.

En este encierro aprendo a lidiar con las cosas que no puedo cambiar, él no está interesado en mí y lo entiendo, yo tampoco me interesaría en mí si estuviera en su lugar.

La casa que habito es pequeña para mí y todos mis demonios.

II

Es en este momento, cuando me entero de lo sola que estoy, me doy cuenta de lo poco que me he comunicado, en lo deshonesta que he sido para exteriorizar las revoluciones internas.

Nadie me ha llamado, por eso tengo tiempo para pensar en la certeza de mi soledad, en su anchura desdemedida que parece en estos días, infinita.

Tampoco he llamado a nadie, solo les pregunto si están bien, yo no les hablo de mí, supongo que me averguenza reconocer lo frágil que en realidad soy.

Tengo mucho más llanto para derramar sobre la habitación, mucho tiempo para derrumbarme, para entender que soy la única responsable.

III

Sigo encerrada, en las noticias anunciaron que la situación ha empeorado y que el aislamiento deberá extenderse. Ya no aguanto estar conmigo misma, verme en los espejos de la casa, deteriorada y sola.

Escribir me salva, me mantiene lejos de los peligros que implica la locura y la soledad.

Intento cada tanto, establecer alguna comunicación pero ni siquiera sé decir que necesito ayuda, así que solo sigo preguntandoles a los otros si están bien, que si necesitan hablar pueden llamar y que les haré compañía desde la virtualidad. Sigo siendo deshonesta.

Pero me consuela pensar que me hago fuerte, a pesar de sentirme tan rota.