Las noches son amargas para aquellos que no las saben sufrir y no supieron dejarse adoptar por el dolor o los neófitos de la desdicha que renacen en la pena al caer el sol.

Arropados por los centenares de estrellas milenarias los ojos cuentan los infortunios de los corazones quebrantados que dibujan caminos de tristeza que agrietan las frías mejillas de los hijos de Ezis.

Y las almas ancladas a la nefasta vida terrenal , bailan en utópicos sueños que se rompen cual cristal y cortan la frágil promesa de días felices con la llegada del amanecer.

Se contraen pechos desnudos ante el tormento de la soledad que dejan escapar sollozos que viajan con la brisa hasta inundar el aire de melancolía.

Mas, acostumbrados a ser abrazados por el frío de la noche, la reciben con serenidad los corazones abiertos que disponen sus aposentos a ser bañados y purificados por el dolor, pues es el elixir que da cuenta de la endeble vida.

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