Ahora que, en esta orilla,
las olas mojan mis pies.
Que después del Otoño
me ofrecen sombra los árboles.

Ahora que ya no escribo
dos nombres sobre los márgenes.
Que ya tengo un fuego
dónde calentar mi piel.

No echo de menos el frío,
pero anhelo su paisaje
de niebla, lluvia y viento
dónde construí mi cárcel.

No quisiera volver,
aunque sé que es necesario
no olvidar esos folios
ni la sequedad en mis dedos.

No quisiera que vuelva,
aunque afirme lo contario.
Pero sé que volverá,
aunque recite mis plegarias.

Estaré preparado,
volveré para contarlo.
Nacerán nuevas letras
bautizadas por las lágrimas.

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