El mirlo de la abuela

Un mirlo de pico anaranjado se asoma a la ventana. En el interior una mujer en bata de casa pone la mesa: el mantel, tres platos, tres vasos, cubiertos, servilletas…sirve la cena en uno de los puestos y se sienta rodeada de sillas vacías. Con el tenedor se lleva a la boca un pedazo de pastel invisible. Se imagina que habla con sus nietos y ellos la felicitan por el postre. En la radio dan las noticias de las diez instando a quedarse en casa para evitar el contagio. Ella lo confunde con una radionovela, aunque se extraña de que sus vecinas no hayan subido las persianas en todo el día. La ropa tendida sin recoger marca el paso de un tiempo detenido. No recuerda cuándo las vio por última vez. Como cada noche antes de acostarse sale al balcón para regar los geranios y el silencio es sobrecogedor como si el mundo entero hubiera enmudecido de miedo. Menos ella. La mujer sueña que su hija la llama para que no salga y que una ambulancia se para en el portal. Entreabre los ojos y sabe que no está en su habitación, un pitido constante y un rumor de voces la adormecen mientras ve a un mirlo de pico anaranjado posado a los pies de la cama de hospital. En sueños pasea a la orilla del río y empieza a llover.

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