Cobijo de mis placeres, senda voluptuosa,
satén de húmedos amaneceres fundidos en verso y prosa,
laberinto emocional en el que gusto perderme,
asunto de matriarcado en el que tiendo a deberme.
Tierra eres, naturaleza germinadora,
tan cruel como delicada encandilas, fulminadora;
objeto de mis sueños, protagonista de los anhelos,
aquellos que guardo con llave alumbrados por mil velas y un cielo.
Paisaje de mis entretelas, tus pechos son montañas a escalar,
tu ombligo pozo en el cual sondeo, tus nalgas dunas candentes,
tu pelo, ondas creadas por los lagos de tus ojos, gemelos sin par;
y qué decir de tu lengua, juguetona y lasciva, escoltada por perlados dientes.
Hada inspiradora, musa recurrente del genio,
te escoge la esplendidez, te desea lo mediocre,
atraes a Reyes y a mendigos, tanto el oro como lo ocre;
comprendote, depositaria sin par de altos y bajos sentidos,
entiendo que entre la candidez de tus muslos convivan afanes y desvaríos.
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