Capítulo 66 – Humanidad.
Seré Knightless Armor –dijo la sombra, introduciendo sus sombríos tentáculos en las rocas con forma de armadura, abriéndola de la cabeza a los pies desde la espalda, como si utilizara un afilado cuchillo para penetrar la tierna y turgente carne, formando una apertura humanoide—. Ya está.
La sombra se introdujo dentro de la cavidad, sintiendo la presión de la cálida y palpitante carne a su alrededor, cerrándose la espalda de la armadura, volviendo a ser la dura y pétrea protección. Segundos después, dentro del yelmo, comenzó a escucharse una respiración, temblando el recientemente animado cuerpo, sacudiéndose también la armadura, tintineando levemente, deteniéndose de forma abrupta, moviéndose el brazo derecho, elevándose a la altura del rostro del armazón.
Esto se siente estar delimitado –murmuró la voz dentro del yelmo, escuchando su suave y juvenil tonalidad vocal mientras brotaba por la falsa garganta, observando su mano cubierta por la manopla con sus falsos ojos, girándola para ver los acorazados nudillos, moviendo con ligereza los dedos.
La armadura dio sus primeros pasos, acostumbrándose a su propio peso y ajustando su equilibrio, logrando avanzar sin problemas, procediendo a trotar y luego a correr con total confianza. Se habituó completamente a la piedra convertida en carne, no sintiéndola como algo separado y ajeno, integrándose y llenando todos sus intersticios.
Ahora debo conseguir un arma –dijo Knightless, abriendo un portal en el piso de su dimensión, viéndose un paraje florido y deshabitado a sus pies, lanzándose por el agujero, cayendo como si hubiese estado flotando en el aire, aterrizando con las piernas dobladas, hundiéndosele los pies en el blando terreno, irguiéndose.
Knightless avanzó por el campo bajo la intensa luz del sol, enardeciéndose su mirada a ratos, calentándose también su cuerpo, mientras una infinidad de olores lo rodeaba e invadía, atacando a su superficial y falsa nariz, moviéndose sus carnes internas en respuesta a ciertas fragancias, deteniendo su caminar ante tan extraño revoloteo, concentrándose en el sonido proveniente desde su interior para luego poner atención en todos los demás ruidos a su alrededor, algunos muy cercanos y otros no. Se agachó para arrancar un poco de pasto del piso, levantándose de inmediato, llevándose las verdes hojas cerca del yelmo, cayendo estas entre sus dedos, paralizándose su brazo en esa posición.
¿Qué… es… lo que sucede? –logró murmurar Knightless, incapaz de mover el resto de su cuerpo, respirando a duras penas.
Fue una pésima idea rodearte conmigo para poder movilizar este cuerpo falso –escuchó decir Knightless dentro de su armadura hecha de DSH, entendiendo de inmediato la situación—. Sí, tienes razón.
¿Tú?, ¿cómo es posible? –preguntó Knightless, intentando retomar el control del cuerpo, sintiéndose repentinamente asfixiado, gritando ahogadamente—. ¡No!
La visión de Knightless se transportó a su dimensión personal, vislumbrando como esta era destruida completamente, dejando un espacio vacío en las cercanías de la atmósfera del planeta habitado por los humanos.
Ya no necesitaras eso, no podrás escapar de este cuerpo, sé que este lugar no puede contenerte –dijo la voz, cortándole todo el paso de aire a Knightless, dejándolo inconsciente al cabo de unos segundos—. Ahora, a sufrir las penurias de la carne.
Knightless Armor despertó habiéndose ya iniciado la noche, rodeado por la oscuridad, manteniendo la misma posición con la que fue paralizado horas atrás. Intentó moverse, pero todos sus miembros estaban completamente rígidos, desgarrándose algunas de las carnes mágicas por la constante tensión a la que estaban siendo obligadas a mantener.
¿Qué es lo que tramas? –preguntó Knightless con su pensamiento, incapaz de mover su quijada para articular palabras, habiéndose quebrado algunos de sus dientes de piedra por mantener constantemente la mordida.
¿A qué viniste acá? –respondió la voz incorpórea, retumbando en la mente de Knightless.
A acabar con Blaze –respondió Knightless—. Esta es la única forma en la que puedo entrar en este mundo.
Sabes que no te dejaré hacerlo, ¿cierto? –preguntó la voz, presionando el sombrío cuerpo de Knightless dentro de las carnes mágicas, paralizándolo doblemente.
¡Tú eres el poder, yo soy el control, sólo debes responder a mi autoridad! –gritó Knightless, enfurecido y enajenado, sacudiendo sus tentáculos dentro del traje de carne inmóvil que le rodeaba.
Me costó darme cuenta de que siempre fui la fuente de todo tu poder. Me conformaste con una limitada estructura con la cual podías controlarme a tu antojo, un juguete hecho a medida para dominarlo; después de la batalla contra la amiga de Blaze, esa limitante se desvaneció… Fallaste en tu cálculo, pensaste que en esta forma podrías utilizarme completamente, pero lo único que lograste fue liberarme para siempre –dijo la voz, recordando el pasado, soltando el cuerpo verdadero de Knightless, sin liberar el cuerpo físico de DSH.
¡Maldito Bhasenomot! –gruñó Knightless con ira, resoplando dentro de su armadura de carne y piedra—. ¿Qué tienes pensado hacer?
¿Bhasenomot? Ya no me identifico con esa envoltura con la que me dotaste hace tantos años atrás, ahora soy sólo poder –dijo la voz, explicándole su futuro proceder—. Te quedarás aquí para siempre, no te liberaré hasta que muramos, no sin antes cobrarte todo lo que me hiciste.
La voz del antiguo y falso demonio se calló permanentemente, dejando a Knightless Armor solo, gritando y exigiendo su liberación, petrificándose la carne al interior de la armadura, quedando una fina capa de sangriento músculo cubriendo al sombrío ser, enfriándose el cuerpo falso.
A la mañana siguiente, la carne volvió a ser densa, tensándose y relajándose rápidamente, como si estuviera realizando trabajos de fuerza, exigiendo algo de vuelta al cabo de algunas horas. Fue la primera vez que Knightless experimentó el hambre, molestándole un poco al comienzo, no sabiendo que era lo que la carne que ahora formaba parte de su ser le estaba pidiendo. Al ocultarse el sol, ocurrió lo mismo que la noche anterior, petrificándose las carnes, bajando la temperatura del ser cautivo.
Esto ocurrió día tras día, noche tras noche, intensificándose el dolor, profundizándose el hambre, penetrando cada vez más el frío, sin que Knightless dejara de gritar en ningún momento. El tiempo pasaba tranquilamente a su alrededor, aislado y sin poder expresar el infierno personal por el que estaba pasando, rodeado de uno de los más bellos y deliciosos paisajes que hubiera visto en su vida.
Su yelmo cambió de forma, convirtiéndose en una especie de recipiente captador de agua, depositándose todas las mañanas pequeñas gotas del vital y preciado elemento sobre este, cayendo en la simulada boca de Knightless, absorbiendo el líquido a través de la mágica carne. Lo estaba matando de hambre, manteniéndolo vivo sólo con agua, reproduciéndose en el interior de la armadura todos los órganos funcionales de un cuerpo humano normal, comenzando desde los huesos, montándose sobre estos los pulmones, corazón, tripas, nervios y músculos, cubriéndose finalmente todo con una blanca y pálida piel. El cerebro fue el último en construirse, conectándose con el resto del cuerpo a través del cuello, bajando por dentro de los huesos de la espalda, encapsulando a Knightless Armor en su interior. Ahora podía gritar si quería, pero no tenía la fuerza para hacerlo, el silencio reinaba en el campo y en su mente.
El tiempo cambió, los días comenzaron a ser más cálidos, el agua escaseaba, pero los dolores y el hambre no. Luego vino el invernal viento, el piso palideció, descubriéndose sus pies del frondoso verdor. Las lluvias ablandaron el terreno, siendo empujado por los fríos vendavales, cayendo de frente al piso sin variar su posición, hundiendo sin querer su rígida mano en el lodo.
El tiempo regresó a su docilidad, floreciendo nuevamente las flores, enverdeciéndose el pasto, trinando las aves, iluminándose el ambiente. Knightless yacía bajo una frondosa capa de vegetales, algunos de los cuales se colaron entremedio de las aberturas de su armadura, rozando la adelgazada y agrietada piel que cubría su esquelético cuerpo.
¿Cómo se siente el hambre, la sed? Aguantaste mucho tiempo gritando y exigiendo cosas, pero ahora estas completamente callado –dijo el poder de Knightless, hablando con quien debiese poderlo controlar, después de una prolongada e inaudible ausencia—. Hay algo que nunca entendí… Hiciste que protegiera a Blaze indirectamente, robándole la oportunidad de tocar uno de los trozos de DSH. Tú sabías lo que le ocurriría, ¿cierto? Me mostraste lo que pasaría, me dijiste quien yo era, ya no te importaba quien muriera, mientras pudieras apoderarte de alguno de los dos.
Knightless Armor escuchó todo lo que su poder le estaba diciendo, pero no podía responder nada, logrando solamente esbozar una mueca parecida a una sonrisa debajo del yelmo que cubría su rostro.
La barrera mágica que cubría la cueva donde se encontraba el DSH que tocó Blaze la pusiste tú, ¿verdad? Pensaste que la amiga de Blaze me había matado, por eso la rompiste, creíste que ya no quedaba nadie para salvarla –dijo el antiguo Bhasenomot, con una ira que no llegaba a fraguar, disipándose esta en el aire.
Estás equivocado, los dos estaban mal heridos, sabía que intentarías salvarla, los dos debían morir aquel día. Solamente no conté con que el muchacho daría su vida por ella, él fue quien frustró temporalmente mis planes, por eso estoy aquí –respondió Knightless mentalmente, como despertando de un sueño, con su nuevo cuerpo desecado y desnutrido.
Entonces, inténtalo –dijo el poder, liberando el cuerpo físico de Knightless, dejando sus miembros relajarse al cabo de meses de constante tensión—. Levántate.
Knightless sintió sus miembros lacios, no relajados, sino que totalmente faltos de fortaleza. Intentó levantarse, pero no tenía ni siquiera fuerza para liberarse de los vegetales que crecieron sobre su armadura, hundiéndose más en el terreno. El yelmo cambió nuevamente de forma, cubriendo completamente su rostro, colándose menos luz a través de este. En un esfuerzo colosal, logró extraer su mano enterrada en el suelo, arrancando algunas delgadas ramas y flores del primaveral piso, echándoselas en la boca, comiéndolas de forma desesperada, no importándole el sabor de la tierra que venía con ellas.
Descansó después de mucho tiempo, durmiendo profundamente, enterrado bajo las verdes ramas y hojas, habiendo saciado en parte su hambre, lleno de los jugos de los turgentes vegetales. Procedió de la misma manera por más de un mes, ganando las fuerzas suficientes para poder pararse, sentándose al lado del hoyo donde estuvo varado todo ese tiempo. Su armadura apestaba, habiéndose activado los procesos naturales de digestión y excreción después de su reciente alimentación, debiendo realizarlas dentro de su coraza por su incapacidad de moverse.
Necesito algo más contundente –dijo Knightless con hambre, mirando los alrededores, recién emprendiendo su viaje sobre la faz de la Tierra, abandonando el campo donde fue atrapado por su propio y rebelde poder.
Knightless Armor caminó pausadamente por entre la vegetación, llegando a la orilla de un río, hidratándose hasta que sus labios dejaron de resquebrajarse, quitándose su armadura para tomar un baño y quitar el hedor que produjo con sus desechos fisiológicos, desnudándose para limpiar la coraza con sus inexpertas manos, demorándose horas en completar la tarea, haciéndosele tarde para seguir avanzando, recolectando ramas de un árbol para encenderlas.
Vamos… –reclamó con hastío, apuntando con su mano al montón de ramas, incapaz de generar una bola mágica de fuego, encendiéndose una débil llama insuficiente para iniciar un fuego, apagándose al menor movimiento, frustrando al portador de la armadura de DSH—. Con razón dijiste que lo intentara.
No recibió respuesta de Bhasenomot, o de quien quiera que creyera que era, optando por formar una pequeña choza con las ramas y hojas, cavando un poco en el piso para resguardarse mejor del frío de la noche. La armadura era fría, pero prefería estar dentro de ella, no sabiendo si permanecer mucho tiempo fuera le podía llegar a afectar de alguna manera. La mañana llegó y también los olores se activaron con la luz del sol, arribando a la nariz de Knightless, despertándolo de su sueño.
¿Qué es ese olor? –se preguntó Knightless, levantándose, botando con el yelmo la choza con la que pernoctó, siguiendo a su olfato, encontrándose un animal muerto y destrozado, activándose su apetito.
Se lanzó a morder la carne, levantando la visera de su yelmo, desgarrándola con sus dientes de piedra, tragándola sin masticarla mucho, blanqueando los huesos del animal, saciándose como nunca, durmiendo una siesta para procesar el alimento. Después de algunas horas, un dolor le hizo doblar sus rodillas, sintiendo escalofríos y asco, vomitando la carne consumida, alivianándose su principiante estómago, cesando levemente el malestar.
Aparentemente tendré que cocinar la carne –pensó Knightless Armor con ambas manos sobre su vientre, mirando las nubes pasear por el cielo a través de su yelmo, levantándose—. Tendré que aprender a hacer fuego manualmente.
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