SALIR DE LA POBREZA EN LATINOAMÉRICA
La paradoja del mundo postmoderno consiste en promover seres individualizados pero masificados; seres adoradores de la naturaleza y sus deleites pero maquinizados; incitar a tendencias humanistas que casi siempre terminan en la deshumanización. Lo que se padece en la actualidad no sólo en Latinoamérica (la mirada bien podría estar puesta en algunos rincones de la India, de Asia, de África oriental…) es el resultado de dos fuerzas: el dinero y la razón. Sin importar si son o no abstracciones como el capitalismo moderno, la ciencia positiva o algunos socialismos utópicos, las fuerzas del dinero y la razón confinan a los seres humanos al engranaje de una enorme maquinaria. Algunos hombres ya lo habían intuido. Baudelaire, Dostoyevski, Kierkegaard, Eduardo Galeano o Estanislao Zuleta llegaron a intuir que algo trágico se estaba formando en medio de tanto optimismo ontológico. Ahora la tragedia de la desigualdad es evidente en los rincones de Latinoamérica. La sensación de desamparo de la gran mayoría de latinoamericanos tendría su cura en la misma mente de los latinoamericanos, pasiva y conforme. El poeta y ensayista francés Paul Válery decía que los dos peligros que amenazan al mundo son el orden y el desorden…y bien podríamos sumarle un tercero: una mente conforme.
No obstante, el mayor martirio del latinoamericano es su idea de progreso, más aun por haberla posicionado en el trono más firme de la modernidad. Según las estadísticas se requieren 11 generaciones para que el colombiano de bajos recursos salga de la pobreza comercial. Pero… ¿Cuántas se necesitan para salir de la pobreza mental, para transformar la idea de progreso que invita a integrarse a los rituales masivos del trabajo y el consumo, y que hemos acentuado aún más desde el renacimiento? El escritor tolimense William Ospina nos decía que una mente despojada de toda iniciativa fundará su existencia en el deber de trabajar y consumir; pagar con obediencia las cuotas, renovar el auto cada año, evitará elaborar sus propios alimentos, verá televisión como un rito sagrado y tendrá así una sensación de entusiasmo y felicidad…y de progreso.
¿Cuántas generaciones se necesitan entonces para salir de la pobreza mental? ¿O acaso será suficiente con superar la pobreza comercial en 11 generaciones, de modo que no haga falta sentirnos merecedores de esta vida que se nos ha concedido?
Martín Álvarez E.
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