Juana,  trae una silla y ponla en el centro. Llévame hasta allí por favor. Gracias.

¡Buenas noches posadero y demás gente de buen corazón! ¡Acérquense a mí, beban de mis palabras, emborráchense con ellas! Yo, un humilde ciego he venido a traerles una historia que les pondrá los pelos de punta ¡Siéntese los que están de pie! Acerquen sus sillas hacia mí, relajen sus espíritus, abran sus almas.

Vengo de muy lejos, tan lejos que ni lo imagináis…shshshsh 

Oigo todavía ruido de voces ¡Silencio por favor! Esta historia que traigo es más importante que todo lo que estáis haciendo ¡Silencio!

Esto que voy a contaros es tan real cómo mi ceguera, como mi condición de pecador,¡lo fui!, es cierto pero no voy a hablaros de eso ahora. Hoy sólo me presento cómo un pobre ciego que acompañado por su hija viene a contaros lo que está pasando en otros países, lo que vendrá. Algo que os hará estremecer, que cambiará vuestros semblantes.

Vuestros semblantes  que sonríen ahora al ver un ciego, al que consideráis un loco, se convertirán después de mi historia, en rostros llenos de miedo y preocupación ¡No os riáis! Es la verdad ¡Pobres ignorantes! Pronto, muy pronto os daréis cuenta de que no miento.

La historia que traigo comenzó en un pueblo tan pequeño y olvidado cómo éste. Cómo vosotros,  sólo conocían el trabajo de sus manos, la bondad de sus vecinos, la generosidad de sus hogares. Un día, apareció un carromato lleno de chatarra por el camino. Lo conducía un hombre que llevaba a sus pies un bastón. Los campesinos de ese pueblo se preguntaron qué querría ese hombre, quizás, era sólo un vendedor de chatarra.

El carromato se detuvo en la plaza. El hombre dio un golpe al bastón. Con el golpe los trozos de metal se ordenaron, se irguieron, cogieron vida, ¡sí amigos! Esos trozos cómo si fueran seres vivos bajaron del carromato andando. Os preguntaréis que martillo habría forjado esos pedazos brillantes, qué mano lo habría empuñado, os aseguro que había sido el diablo ¡Hombres de metal!  Corpulentos, altos, sus ojos fríos sin color definido , su boca una abertura sin más. Sus manos del tamaño de vuestros rastrillos, sus dedos más grandes que los dientes de ellos.

¡Ay ese hombre! Sólo verle el vello de la piel te erizaba. Su mirada arrogante, calculadora. Un enviado del mismísimo satanás. ¿No me creéis ? Es verdad que no tengo la vista vuestra pero soy capaz de sentir el miedo, la crueldad, la valentía. Mis ojos ven más allá de los vuestros. Os aseguro que es verdad , yo estaba allí.

El hombre habló a los campesinos y les dijo : » Ya no hacéis falta , ya no os necesitamos, hemos construido estos seres diferentes, se llamarán robots, ellos harán vuestro trabajo». Los campesinos preguntaron : «¿Qué haremos entonces? ¿Cual será nuestra vida ?¿ Podremos quedarnos aquí ? El hombre dijo : » El mundo ha cambiado, es de ellos ahora, ellos serán los que vivan aquí, los que trabajen, en cuanto a vosotros debéis de empezar en otro sitio» pero ¿dónde ? preguntó el más joven del pueblo.

«No lo sé, recoger vuestras cosas , marcharos. »

Uno a uno fueron saliendo del pueblo. Me preguntaréis dónde fueron. No lo sé, yo sólo llevo esta historia de pueblo en pueblo para avisaros. No dejéis entrar ningún carromato que porte chatarra, que lo guíe un hombre con un bastón y tenga escarcha en su mirada. Si lo hacéis será vuestra perdición.

Mi cometido está terminado señores , ahora quisiera pediros alojamiento por esta noche y algo de cena a cambio de mi historia. Debemos de descansar.

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