Confesiones al atardecer
No sé cómo comenzar con esto, supongo que lo haré diciendo la razón por la que escribo. Por supuesto que no busco reconocimiento ni convertirme en un best seller o alguna de esas pavadas; mi intención, pese a lo que puedan pensar los que me conocen, es de las más humildes. Busco algo que nunca encontré en mi hogar; ni en mis amigos; ni en mi psicóloga, aunque reconozco que la pobre se esforzaba por hacer un buen trabajo; ni siquiera en los hombres con los que me acosté y con los que seguro lo seguiré haciendo: busco ser escuchada y tengo la remota esperanza de que alguno de mis lectores pueda llegar a comprenderme un poco, y quien sabe quizás esta termine siendo mi verdadera terapia.
Antes de empezar a narrar mi historia debo dejar en claro dos puntos importantes: inicio este proyecto a los 21 años –la edad va a resultar importante, ya lo sabrán después–lo segundo es mi carácter, ¡uf qué carácter! no solo soy muy complicada; además, soy extremadamente voluble y bueno tal vez es por eso que soy complicada ¿no creen? Caigo fácilmente en contradicciones, mis ideas se pelean todo el tiempo y por ende también mis decisiones. Aclaro esto para que no se confundan a medida que van leyendo, bueno de todas maneras ya tendrán ocasión de comprobar lo que digo.
De acuerdo, ya basta de explicaciones ahora sí empecemos. Como suelo ser un poco pesimista, tocaré primero los temas incómodos y qué hay más incómodo que mi familia, para los que saben qué es eso. Aquí viene la primera contradicción: aunque me considero una persona sensible y hasta vulnerable, suelo ser muy directa y hasta cruda para hablar de los demás, especialmente de los más cercanos. En el caso de mi padre por ejemplo lo más resaltante no es su bella pluma sino su apego a la botella, pasó de ser alcohólico social a ser un completo adicto. A veces creo que es lo único que le funciona como medicina, por eso no me explico por qué no lo dejan en paz ya él verá si eso lo lleva a la cura o a la tumba. Mi mamá, mi hermana, hasta yo nos cansamos de su carácter cada día más irritable, de sus delirios de grandeza, de sus caprichos; y pensar que todo se acabaría si lo complaciésemos con lo que tanto quiere.
Supongo que soy una de las pocas que piensa así, ya que yo quisiera lo mismo para mí. Sin embargo, en mi caso, no tengo la certeza de que resultaría.
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