De nuevo en casa

De nuevo en casa

yomismosoy

02/03/2020

Me costó reconocer la fachada remozada de la casa, tuve que recurrir a mi memoria y observar las construcciones vecinas en busca de alguna referencia para recuperar las imágenes de hace 20 años. Al final recordé la montaña con su mueca en forma de silla que sólo se ve al trepar el viejo Samán en la acera de enfrente, prueba inequívoca de que había llegado al lugar indicado. Una vez adentro, los muebles viejos y las cortinas de relieves dorados irrumpieron tras de mí trayéndose recuerdos a granel que sustituían las esculturas, los reflectores y los cuadros abstractos. “Me gustaría ser una casa para poder rejuvenecer fácilmente”, pensé mientras acariciaba las paredes.

Luego, cuando nos fuimos haciendo más cercanos, él me explicó que había comprado el lugar apenas lo vio, hechizado con sus inmensos ventanales y la discreta ubicación, que le permitía dedicarse a la pintura sin interrupciones. Me pareció un hombre frágil, de finos modales y lenguaje impecable, pero envuelto en un aura de soledad y nostalgia.

Husmeé las habitaciones sin encontrar nada de la vieja decoración. Ni un solo detalle parecía haber sobrevivido al paso del tiempo. Pero cuando entré al salón y me topé con el desgastado piano de cola, reconocí inmediatamente su cuerpo de madera negra y sus flores ocres pintadas a mano. Un recuerdo fugaz entró en mi cerebro, punzante y doloroso como una descarga eléctrica. Me vi escondido tras la cortina, mientras el marido de Mamá, borracho a más no poder, se montaba toscamente sobre mi hermana. Podría detallar con total precisión la escena: La
mirada perdida de Susana, el cabello tambaleándose en cada embestida, los ojos caídos de mi padrastro y las manos sosteniendo su nuca.

Dentro de mi mente las imágenes irrumpían a gran velocidad, adelantándose y retrocediendo sin orden aparente. Ellas me empujaron hasta la oscuridad de mi cuarto. Acostado, con el cuchillo escondido bajo la almohada, volví a escuchar mi respiración apresurada y el corazón latiendo a mil por hora, aguardando sus pasos en la habitación. Seguramente Mamá había salido a atender algún paciente en el hospital.

La película avanzó nuevamente. Sangre, doctores, el hombre muerto de quince cuchilladas. Mi Madre escupiéndome la cara y llamándome asesino. La policía, mi escape… sentí las piedras y las estillas hundiéndose en mis pies descalzos mientras
corría montaña abajo. Volví a dormir a la intemperie, a pedir dinero, olí pegamento, me escondí.

Tras ese viaje de recuerdos mi cerebro retornó a la sala de mi antigua casa, emprendió una nueva carrera y retrocedió hacia los tiempos felices, cuando Papá vivía. Era de nuevo el niño que entonaba canciones junto al Piano, batiendo mis rodillas al ritmo del Twist. Corría desde una punta del salón para deslizarme sobre las rodillas mientras mis manos simulaban descargar una guitarra eléctrica.

El grito de terror del nuevo propietario se esparció por toda la habitación y detuvo la música que sonaba a todo volumen en mi cabeza. En un parpadear de ojos desaparecieron Papá y su música, y me encontré en medio de la sala ante la mirada petrificada del hombre en pijamas. Era obvio que había terminado la fiesta.

Sentado en un moderno sofá, sostengo una botella de vino en una mano y un cigarro en la otra. El humo se eleva haciendo curiosas maromas hasta disolverse en la inmensidad del techo. Sobre el piano reposa el cuerpo del pobre diablo, conté una a una las quince cuchilladas que le di después de sostener su nuca y penetrarlo con furia.

La mente me juega bromas, asustado llamo a mi hermana. Mis gritos buscan por toda la casa pero no logro encontrarla. Ya casi amanece y no entiendo porqué Mamá no termina de llegar del hospital.

Texto a

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS