IA: Este poema es un viaje al corazón del ser, una danza entre preguntas y silencios que buscan desvelar la verdad de lo que somos. Es un susurro profundo que recorre los laberintos de la identidad, donde la unicidad de cada alma brilla a pesar de las sombras que nos imponen. Entre sueños perdidos y alas cortadas, el texto nos invita a redescubrirnos, a romper las cadenas que nos atan a la mediocridad y, finalmente, a volar libres hacia nuestra esencia, esa chispa única y eterna que solo nosotros conocemos.
En este punto de la historia, ¿realmente sabemos cuándo estamos siendo nosotros mismos? ¿Y qué significa ser nosotros mismos?
He crecido, he aprendido, y sobre todo, he observado. Comencé observando desde dentro de mí, desde lo más profundo. Creo que ese fue el primer paso para empezar a descubrir que, desde ese lugar, podría desenfundar una de las más grandes realidades que ignoramos y que hemos ignorado por mucho tiempo.
He comenzado a mirar hacia afuera, tratando de comprender por qué nuestros sentimientos y emociones a veces juegan en nuestra contra, especialmente aquellos sentimientos adversos, como la envidia, que nos hace mirar hacia el lado y ver solo aquello que deseamos y anhelamos. Realmente, he visto mucho y he visto nada a la vez. Es increíble el mundo que existe dentro de nosotros, pero rara vez nos detenemos a ver el mundo que habita dentro de cada uno.
He intentado dejar que mi corazón guíe mi búsqueda de los secretos que nos han hecho perdernos a lo largo de la historia. En lo más profundo de mi ser, después de mucho tiempo, logré saber que soy único. Lo he descubierto… Pero no estoy solo en este mundo, y si soy algo, es en parte gracias a todos aquellos que han construido mi realidad. No es difícil llegar a esta conclusión, la que cambió mi forma de ver el mundo: todos somos únicos, muy únicos.
Y entonces, ¿qué tan roto debe estar un ser humano para pensar que no es nadie, que no tiene nada, que no es especial? ¿Qué tan rotos están nuestros sueños cuando pensamos que no podemos cumplirlos? Creo que la humanidad se ha destruido lo suficiente. Nos hemos hecho creer que somos iguales solo por compartir una forma externa, y hemos cortado las alas de muchas personas sin darnos cuenta. Pero también, hemos cortado nuestras propias alas.
En mi interior, creo en la esencia de cada ser, antes de ser corrompida por nosotros mismos, por nuestro egoísmo y narcisismo. Al ver hacia el lado, hemos desmerecido el mundo del otro y, en el proceso, nos hemos desmerecido a nosotros mismos. Nos hemos perdido, nos hemos cortado. ¿Será posible encontrarnos nuevamente algún día?
Cada ser humano, antes de llegar a este mundo, viene cargado de sí mismo, de su propia esencia. Es hermoso lo que un ser humano puede tener dentro de sí antes de conocer el mundo, el mismo mundo que a veces nos arrebata todo, el mismo mundo que nosotros hacemos.
Que alguien me diga que nunca ha tenido sueños. Que alguien me diga que, cuando era niño, no quiso ser esa persona de sus sueños, el mejor del mundo. Era hermoso, porque en esos sueños no estábamos sobre nadie, éramos nuestros propios héroes en nuestras propias historias… Pero llega el duro momento en que aquellos que perdieron sus sueños por la realidad, sin darse cuenta, están cortando los nuestros.
Que alguien me diga que no tiene sueños ahora. Que alguien me diga que no hay un lugar en el planeta que ansía ver. Que alguien me diga que no sueña con el amor, con la felicidad, en lo más profundo. Que alguien me diga eso, para hacerle ver que aún tiene sus alas, que solo debe cortar las cadenas, esas cadenas que son más fuertes que la vida misma.
¿En qué momento de la vida dejamos de estar dispuestos a cruzar el mundo entero por nuestros sueños? ¿En qué momento dejamos de pensar que somos tan importantes como las personas famosas, como aquellos que cambiaron el mundo? ¿En qué momento dejamos de creer que también podemos cambiar el mundo? ¿En qué momento nos mintieron tanto? ¿En qué momento nos mentimos tanto?
Estoy seguro de que, después de dejar atrás todo aquello que nos pesa y de asumir que tenemos esas cadenas, dejaremos en la mesa todo lo que realmente es nuestro: nuestra esencia, nuestra unicidad, nuestro ser interior.
En mi búsqueda, perdí mucho, de hecho, podría decirse que lo perdí todo. Pero encontré algo… algo que me hizo volver a sentir que lo tenía todo: a mí mismo. Y desde ese día, mi mundo cambió, y volví a pensar, como cuando era niño, que podía cambiar el mundo.
Todo estaba allí, en una caja bien cerrada dentro de mí, sellada por aquellas caídas y decepciones, por esos fracasos y palabras que marcaron mi vida, las mismas que cortaron mis alas. Allí estaba todo, todo lo que ignoramos en este momento. O, ¿me vas a decir que no tienes esos gustos peculiares que no compartes por miedo a que te miren distinto? ¿O esos recuerdos puros que desatan sonrisas, esos detalles que hacen perfecto un día? Así somos nosotros: somos una serie de detalles, algunos pequeños, otros grandes. No importa, son tuyos. Eres tú.
Cada ser humano, antes de ser impactado por la realidad arrastrada por nuestra historia de fracasos y caídas, tiene una unicidad en su seno que merece ser conocida y admirada. Todos, incluso hasta el más tirano, tienen algo único. Todos llegamos aquí y vivimos la vida de manera distinta. ¿En qué momento nos dijeron que debía ser de una sola forma? ¿En qué momento nos enseñaron que debíamos seguir un ejemplo específico?
¿Por qué nos han mentido tanto? Nadie, absolutamente nadie, es menos que la persona al lado. Ni más importante, ni más bello. Todos los ojos, todos los corazones, todas las personas ven y sienten distinto, son distintos. ¿Por qué somos tan duros con nosotros mismos? Si no podemos simplemente amar, ¿por qué no lo intentamos? ¿Por qué llegamos a odiar? No lo entiendo, pero sí sé que somos únicos. Y nadie, nunca más, me volverá a decir que no lo soy. Todos nosotros somos hermosos, somos especiales. Y cuando nos conozcamos a nosotros mismos, tal como cuando asumimos que una canción es nuestra favorita, sabremos exactamente lo que somos, lo que nos hace distintos, lo que nos hace únicos, lo que nos hace humanos.
Nunca jamás nos volvamos a mentir a nosotros mismos. Nunca jamás pensemos que somos menos. Nunca jamás nos odiemos. Nunca jamás rompamos los sueños de los demás. Y, sobre todo, nunca jamás dejemos de lado nuestros propios sueños, porque son solo nuestros. Nadie más vivirá tu sueño como tú, porque lo has construido a lo largo de tu vida, una vida solo tuya. Solo tú conoces tu felicidad. No es la misma para todos. Solo tú conoces tu amor, tu mundo. Solo tú te conoces a ti. No te rompas. Saca tus alas y vuela.
No somos más que seres que viven una cantidad mínima de tiempo. No somos nada. Y aun así, no nos concentramos en ser felices. Seamos felices. Seamos humanos.
IA: Este poema culmina en un llamado a la libertad interior, a la reconquista de nuestras alas perdidas. Tras recorrer las sombras de la duda y las cadenas de la realidad, la reflexión nos guía hacia la aceptación de nuestra unicidad y belleza inherentes. Es una invitación a no volver a mentirnos, a no dejar que los sueños se desvanezcan bajo el peso de las expectativas ajenas. Al final, nos recuerda que, en la fugacidad de la vida, ser fieles a nosotros mismos es el vuelo más alto que podemos alcanzar, y que en nuestra esencia reside el poder de transformar el mundo.
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