Lo más íntimo de la Tierra
Copyright Fernando Baena Vejarano
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
Autoedición
Año 2013
Diseño carátula: Adriana Castro
Todos los derechos reservados.
Este libro no puede ser reproducido por ningún medio impreso,digital, electrónico, virtual, sonoro, visual o de cualquier otro tipo, ni en todo ni en parte, sin permiso del autor
Fernando Baena Vejarano
Lo más íntimo de la Tierra
DEDICATORIA
A Maria Victoria Baena
PROLOGO DEL “AUTOR”
Por unos años he dudado en hacer público este documento inaudito. Me he movido entre dos extremos. A veces me decía que las revelaciones hechas aquí no merecían estar solamente en mis manos, y en ocasiones me contestaba que en todo caso nadie las tomaría en serio. Cuanto más leía la bitácora que aquí se reproduce, más me parecían salidos de mi imaginación los eventos que relatan estos seis expedicionarios colombianos y su amigo inglés. Sus autores me pidieron que lo presentara como propio, precisamente para que un lector desprevenido pudiera acusarme de inventar el tipo de cosas que aquí se cuentan. De ese modo sus verdaderos autores quedarían en el anonimato y libres de cualquier compromiso. Yo, por mi parte, sostendría mi apariencia pública de ser un escritor imaginativo y el documento quedaría a la vista del público pero a la vez enmascarado como una novela. ¿No es toda realidad una novela y viceversa? Llamamos ficción a lo que no coincide con nuestra colección de prejuicios, pero los viajes a la luna salieron de los insomnios de la literatura y nuestro llamado “mundo cotidiano” no es más que el resultado de nuestra insistencia en aferrarnos a lo seguro. Como dice el budismo, todo es un fluir incesante de ilusiones vertiginosas en las que nada substancial existe.
La totalidad del documento que aquí se entrega me lo regaló una mujer a quien conocí en circunstancias inusuales que paso a relatar. Ella misma era una de las autoras del escrito. Yo estaba desde octubre de 2011 en la isla de Providencia en el mar Caribe. Mi plan era tomarme un tiempo para leer a mis anchas, estar cerca del mar y hacer algún boceto de una novela. En una tertulia que tuve con el dueño de las cabañas donde me hospedaba, vino por azar la mención de Rene Rebetez, un escritor y filósofo colombiano que había muerto hacía algunos años en la isla, poco antes de dar a conocer un libro esotérico que tenía en proceso –“El peón y la dama”–. Se rumoraba que en octubre del año 2005 el huracán “Beta” había arrasado la cabaña en la que vivía.
Yo me preguntaba si alguien habría salvado los borradores del libro. Entré a una heladería y le puse conversación sobre ese tema al dueño del negocio, como esperando que la casualidad me llevara donde quisiera. Y de hecho el vendedor me comentó que unas dos horas atrás una mujer que se hospedaba enfrente –la podría reconocer porque venía “vestida de Hindú”– había estado también haciendo preguntas sobre Rebetez. Crucé la avenida.
Su sari era de seda azul y ondeaba como una bandera al capricho de la brisa marina. Aunque tenía un cuerpo esbelto y se veía muy joven, daba la impresión de estar curtida con cierta madurez. Tomaba su desayuno. No fue amable sino suspicaz. Estaba sorprendida por haber venido, equivocadamente, a hablar con un escritor que ya había fallecido. Le pregunté sus motivos y me miró de reojo, como sin confiar en mí. Cuando le hablé del ajedrez esotérico su desdén disminuyó pero me dijo que no perdiera mí tiempo. Lo que sí le gustó fue que yo fuera novelista pues se puso a interrogarme con ahínco hasta que ya se portó más disponible. Y entonces me contó lo que la había traído a la isla en búsqueda del escritor isleño. Quería legarle la bitácora de un viaje que ella y su grupo de amigos habían hecho a la Antártida.
Seis colombianos y un inglés habían recorrido el polo sur en vehículos individuales propulsados por motores de hidrógeno, motivados por una convicción más espiritual que geográfica. La misión había sido financiada por el padre multimillonario del joven londinense –un empresario que había demostrado notable visión para las inversiones–. Y mi interlocutora pensaba que Rebetez era la persona indicada para disfrazar como suya una historia destinada a un bajo porcentaje de la población mundial capaz de distinguir una revelación de otra cosa.
Le pregunté por qué tanto afán de sus autores por esconder como ficticio un testimonio. Me contestó que lo mejor era que los lectores no preparados para el conocimiento oculto que se estaba entregando lo tomaran como una simple diversión literaria; por lo cual el texto debería aparecer firmado por un escritor de ficción. Dijo que si se presentaban los hechos como verdaderos, el texto sería objeto de burla, quedaría clasificado como basura de Internet. Argumentó que quienes tuvieran “un nivel de conciencia elevado” –esa fue la frase textual– comprenderían que la revelación era legítima
Me sometió a un interrogatorio exhaustivo, me hizo prometer total lealtad a su causa y cuando ya confiaba en mí me entregó la información. La tenía en un dispositivo USB. El trato fue que yo haría pasar como mío el texto. Y no creo que confesar mi plagio en este prólogo convenza a nadie de que el documento es real. Más bien parece un truco literario, por lo que da lo mismo asegurarle al lector que todo lo inventé yo o argumentar lo contrario.
A mí siempre la curiosidad me ha pesado más que la honestidad, por lo que le juré que esta sería mi siguiente novela, pero secretamente pensaba desecharla si llegaba a desagradarme. Cuando prendí el computador esa noche e inicié la lectura, mi esposa, que intentaba dormir, me recriminó por tener todavía la luz prendida. Yo creía que no llevaba más de unos minutos leyendo pero habían pasado tres horas. Mi fascinación se debía a una certeza que no sé cómo transmitir. Todo de lo que se daba testimonio allí era nítido como la verdad y fantástico como la mentira. Así que me puse a investigar si la información que revelaban sus autores sobre la historia oculta de la Tierra estaba disponible en otras fuentes. Y aunque encontré autores y libros que paso a referenciar al final de esta bitácora, no me imagino cómo alguien pudo hilar en un todo coherente todo ese material de una manera tan coherente como se presenta aquí. Eso me ayudó a confiar aun mas en la veracidad del documento.
Este texto tal y como lo entrego al lector, -aunque con algunos errores de estilo que preferí modificar -, conserva la mayor parte del léxico que usaron sus autores, cambiando ocasionalmente –y no todas las veces- algunas de las expresiones cuando creí que podrían ser incomprensibles para el lector no familiarizado con términos coloquiales. He añadido significados de algunas palabras colocándolos entre paréntesis y especificando con la abreviatura “N del A” (Nota del Autor) que se trata de una nota explicativa de mi cuño. Y puesto que la mujer de Sari azul me dijo haber encontrado abundante literatura que complementaba la extraordinaria revelación que me estaba dando -bibliografía que anexó al documento, la incluyo al final de acuerdo con sus deseos de que así fuera.
Un añadido lógico para que se enrede todavía más el problema de la veracidad de la bitácora: he pensado que no importa si en todo caso firmo como autor de este texto además de advertir que se trata de un plagio. Porque ¿Qué pensará el lector acostumbrado a las novelas? Que se trata de un truco literario para agregarle verosimilitud e intensidad a la lectura afirmar que no es mío, si insisto en ello. Pero como ese sería un truco muy común que cualquier novelista relativamente inteligente evitaría, un lector podría también pensar que precisamente por eso no se trata de un falso testimonio. Y que yo se que si lo presento como una simple ficción se sospechará que el relato es verídico, que es precisamente lo que sus autores no quieren; mientras que si por otro lado simulo que es un plagio se tomará todo como una ficción bien presentada, que es lo que precisamente conviene para camuflarlo todo.
LO MÁS ÍNTIMO DE LA TIERRA
BITACORA GRUPAL
RAMESH. DIA UNO. MARZO 10
Somos siete. Nunca nos propusimos venir al polo sur. Nos proponemos ubicar la entrada al interior de la tierra y hacer el recorrido hasta su núcleo hueco, de donde traeremos noticias reveladoras con las que la humanidad podrá hacer lo que quiera: tomarlo a la ligera y burlarse de nosotros, comprender nuestra locura como un producto de la desolación o hacer por fin un giro evolutivo.
Encuentros casuales que luego se revelaron como destinos nos convirtieron en un grupo. Primero en Colombia, luego en India, nos fuimos volviendo amigos unos con otros. Seis somos colombianos, uno más es inglés nacido en Londres, de madre Bogotana. Nos volvimos inseparables en un caserío olvidado a diez kilómetros de Rishikesh. Fuimos peces atrapados en la misma red: una mujer hinduista que nos ofrecía su casa para darnos enseñanza. Y no estamos juntos porque hubiéramos pensado seriamente en venir al polo. Ni siquiera creíamos en la teoría de la tierra hueca. Búho la había mencionado en broma, una vez, a la medianoche, en una de esas acampadas insomnes que hacíamos al pié de la laguna del Neusa; y sólo por conversar de cosas raras apoyadas por la oscuridad de la luna nueva.
No habríamos podido regresar a vivir a Colombia. Detestábamos la idea ¿Volver a qué? ¿A hacer un post grado? ¿A buscar la felicidad haciendo vidas normales? ¿A pensionarnos para morir dulcemente viendo crecer a nuestros nietos, sin haber averiguado por lo menos que es todo este misterio de estar vivos? Cuando has estado en India no te queda fácil volver a tus hábitos provinciales como si nada hubiera pasado. Ya no te adaptas. Para cada uno de los siete vivir tenía más sentido cuando estábamos juntos. Lo demás habría sido el día a día con la vergüenza de no vivir a lo nómade en países en los que tienes la libertad de ser anónimo. Ronald, por su parte, no encaja en Europa. Solamente con nosotros se siente en familia.
Nos decimos en broma que somos los siete mosqueteros. Nuestros apodos y nuestros nombres espirituales son un poco nuestras máscaras de superhéroes, yo creo. Y en cierto modo tenemos esa doble identidad que se necesita para usar una máscara y luchar por la verdad. Brujita es Carmen Moreno, Retozo es Diana Contreras, Búho es Hector José Rosero, Shakti es Daniela Sinesterra, Parvati es Mireya Hoyos, Ramesh es Lucas Mondolfo y el apellido de Ronald es Westwalley. ¿Qué gracia tiene presentarnos así? Ninguna porque lo que somos no es lo que fuimos, sino eso en lo que nos hemos convertido. Nadie se pondrá a averiguar si estos nombres aparecen en un registro civil, si son, a su vez, identidades falsas.
Hemos hecho un voto de silencio. Nos hemos aislado unos de otros para evitar toda distracción y prepararnos mejor para la incursión. Hemos puesto hoy en marcha nuestros módulos individuales, carro-casas dotados de motor de hidrógeno que funcionan con deslizadores apoyados en orugas de seis ruedas con transmisión de cadena. A primera vista se ven como neveras rodantes montadas en fuselajes de tanques de guerra. Los estamos poniendo a prueba por primera vez, supuestamente para batir un record Guiness y hacer famosa una empresa que quiere ganarse un contrato para fabricar los vehículos que usarán los primeros colonos de Marte. Esa es nuestra fachada, lograr eso no importa.
La preparación interior es más valiosa que cualquier consideración práctica y consistirá por ahora en un minucioso autoexamen de vida. Y aunque se pueda pensar que en estas condiciones sería mejor estar agrupados, no nos hace falta estar juntos. Esperamos que al frío intenso lo reemplacen pronto oleadas de brisa cálida, lo que sería inexplicable en un campamento antártico. La tierra eructa calor no solamente por los volcanes sino también por sus entradas polares, de acuerdo con los testimonios de alguien que hizo este viaje antes que nosotros, el Vice Almirante Byrd, un Cristobal Colón ignorado por la geografía académica.
Si alguien lee este testimonio alguna vez, que sepa cómo se produjo esta bitácora. Nos comunicamos unos con otros digitando estas notas en un documento compartido, que se transmite en simultánea por una red de microondas sencilla a cada pantalla de cada módulo individual de transporte. Es como escribir en el muro de Facebook. Cada comentario llega a todas las terminales. Si volvemos con vida del viaje, a lo que resulte le buscaremos un impresor y un autor ficticio, siguiendo las instrucciones de nuestra maestra Ananda. O lo colgaremos en Internet. Cada cual dice a su modo lo que le viene a la mente, ojalá habiendo leído antes lo que los demás hayan escrito. De nuestra aventura debe quedar algún registro, así sea para aleccionar a ingenuos como nosotros.
Yo escribo este texto y mis amigos ven que aparece en las pantallas del computador principal de sus vehículos, ellos lo leen a veces y si quieren comentan o responden. Lo importante es que todo quede registrado. Si en medio del texto que producimos se tiene que aclarar algo que se salga un poco del tema, pero que contenga información adicional en la que un lector hipotético podría estar interesado, la pasamos a una nota al final de la bitácora, referenciándola debidamente. Recuerden: se referencia acotando “ver nota numero “tal” y escribiendo el texto añadido al final del manuscrito grupal, siguiendo la numeración que corresponda). Escribamos, eso sí, en esta bitácora, -en el encabezado de cada comentario- el autor y el día.
BUHO. DIA DOS. MARZO 11
Yo no los oigo a ustedes cuando cada quien se mete en su unidad móvil, estamos muy lejos unos de otros. Y la noche no es lo mío, me siento mucho mejor de día, como cuando los veía hace unas semanas a todos arreglando sus corotos del desayuno, prendiendo las estufitas de gas que les compré -de un solo fogón – para hacerse un café con leche en polvo.
Respetemos este voto de silencio con la esperanza de que nos guíe hacia alguna parte. Pero llevemos la bitácora sin falta para estar seguros de que los otros están vivos. Ayer tuve miedo de morir congelado, por ejemplo. Me puse a pensar en lo que pasaría si fallara el sistema de calefacción. Hemos registrado temperaturas de hasta veinte grados centígrados de día, con el sol a 23 grados. Pero ¿no habrá más adelante o alrededor nuestro un geiser, un volcán o algún fenómeno geológico que caliente el territorio desde hace milenios, más allá de los 66 grados latitud sur? Tal vez comprobemos que conforme más cerca estemos de la abertura de la tierra más cálido se pondrá el aire. ¿No se supone que en el interior de la tierra hay un sol flotante que da vida a jardines y bosques, y que su calor se escapa por la abertura polar?
Tengo demasiada angustia como para poder pensar sobre mi pasado, como sugiere Ramesh. Todo ha sido muy precipitado, creo que a ustedes les pasa lo mismo. Hace apenas un año estábamos en India, felices de haber podido resolver nuestras heridas de infancia, disfrutando un clima que no nos amenazaba de muerte sino que nos divertía con sus sorpresas.
Me espanta el silencio sordo del polo sur hasta que pasan las horas, lo acepto y logro dormir, pero un segundo después me levanta a patadas el griterío de las ventiscas y las tormentas. Confieso que me tienta volver sobre mis pasos para refugiarme en los módulos del “Halley VI”, la mejor estación móvil que han construido los ingleses. ¿Les dije que está preparada para soportar vientos habituales de hasta 100 kilómetros por hora y temperaturas de -30º centígrados, que llegan incluso a extremos de -55º centígrados? Nuestros módulos individuales, en cambio, se hicieron sin poner a prueba la resistencia de la estructura y aunque también tengan extensores de apoyo ¿qué nos garantiza que no quedarán enterrados en el hielo?
Valió la pena toda la aventura de bajar por Chile, de hacer el cruce de lagos saliendo de puerto Montt para llegar a Bariloche, de seguir bajando por Argentina en pleno verano antártico con la ayuda de la fuerza naval, de ser recibidos por los equipos científicos. Añoro el buen sentido del humor de los compatriotas de Ronald que nos recibieron en la base inglesa y los partidos de futbol que le ganamos en el verano al equipo de científicos que estaban allí investigando el cambio climático. Fue una suerte que se creyeran el cuento de que un objetivo de nuestro viaje era romper un record Guiness. Y ni se diga lo suertudos que hemos sido de habernos conseguido como patrocinador a un millonario, el papá de Ronald. Si hubiéramos intentado llegar al polo sur por la base norteamericana nos habrían investigado más a fondo, con lo paranoicos que son los gringos; y habrían detectado rapidito que solamente somos un grupito de neo-hippies con la suerte de tener un amigo inglés capaz de convencer al papá de gastarse una fortuna.
Pero no estoy seguro de que nos convenga estar incomunicados, es una prueba demasiado dura. En todo caso estemos tranquilos en lo que se refiere a temas técnicos. Confiemos en los módulos de fibra de vidrio reforzado que nos hicieron los ingleses para construir esta, la primera caravana móvil de un grupo de civiles. Créanme, se los repito: las firmas “Faber Maunsell y Hugh Broughton Architects” -que ganaron la licitación para la estación de investigación Halley VI- tienen experiencia en el tema. Nuestros módulos los armaron los mismos profesionales que hicieron los seis contenedores de investigación -que al lado de los nuestros parecen gigantes- en la plataforma de hielo “Brunt. El invento de aislar el frío -haciendo una habitación casi suspendida dentro de un domo externo a ella- permitirá evitar los riesgos de congelación. La detección automática de movimientos aledaños por señales infrarojas nos permitirá mover los módulos a tiempo para no quedar atascados- si ese fuera el caso.
¿No les encanta saber que somos pioneros? Cada uno de nuestros módulos está construido sobre esquís gigantes móviles que convierten nuestras habitaciones en los primeros iglús con patas capaces de deslizarse como robots. Los rotores auxiliares, con transmisión de cadena -como la de los tanques de guerra-, aportarán tracción cuando haya que escalar y empuje cuando baste con pequeños apoyos para el deslizamiento. No necesitaremos tracción animal. No tendremos que empujar nosotros mismos un pesado fardo de viandas ni usar perros entrenados que lleven elementos para la travesía. Seremos la primera expedición en llegar mecánicamente al polo sur y el papá de Ronald estará feliz. Nuestros vehículos darán fama a su empresa, que por lo tanto será contratada para diseñar los vehículos que dentro de unas décadas colonizarán la superficie marciana.
Pero recuerden seguir las instrucciones. Para pasar al interior cerremos primero la primera puerta, la del domo externo, y solamente cuando hayamos calentado el aire intermedio abramos la segunda escotilla que nos lleva a estos cuatro metros cuadrados en los que apenas caben nuestros cuerpos para dormir, meditar y escribir la bitácora. Hay que hacerlo todo exactamente igual que cuando hicimos el simulacro.
La sociedad gestora de la expedición británica en la Antártida, la “British Antartic Survey”, nos ha permitido usar como estaciones de paso sus instalaciones a cambio de financiación extra. ¿Será que no les importa si nos morimos en el intento de soportar un invierno en el polo sur? Si la tierra es hueca y habitable por dentro y esto es un secreto de estado que comparten las cuarenta naciones que tienen bases en esta antípoda y que han firmado el pacto de “conservación” de la Antártida, entonces tal vez no nos hayan dado permiso para venir de puro ingenuos. En vez de impedirnos la entrada alimentando con ello sospechas, nos lo han facilitado todo para que pensemos que los hemos timado con nuestras excusas tontas para venir -y en realidad han calculado nuestras posibilidades de supervivencia, riéndose de comprobar que son pocas.
Cada vez dura menos el día y más la noche. Desde abril veremos cada vez menos la luz del sol y finalmente en unas semanas todo será penumbra, habrá llegado la noche polar. Cuando se me cae el ánimo me digo: ¿Qué clase de estupidez estamos haciendo? ¿Vamos a arriesgar la vida solamente para demostrarle a una maestra espiritual de la India que somos capaces de obedecerle ciegamente? ¿Hasta cuándo serán útiles las baterías? ¿Y los motores de hidrógeno extraído del hielo fallarán en este clima? Pero es mi mente loca, confundida por la emoción. No hay que hacerle caso.
Cuando me altero recuerdo que en realidad es una ironía que estemos todos aquí, porque nos importa un pito la geografía. Y a veces me da vergüenza. Hemos mentido en la base inglesa porque a ninguno de nosotros le interesa aparecer en un libro de Records. Hemos engañado al papá de Ronald porque no nos interesa demostrar que es posible llegar al extremo sur de la tierra con vehículos que resistirían las condiciones atmosféricas de Marte desafiando de paso a los geógrafos de la “Royal Society” aportando pruebas de que la tierra es hueca. Nada de eso es lo que en realidad nos ha metido en este lío.
PARVATI. DIA TRES. MARZO 12
Yo estoy aquí por Ramesh. Y para aprender de mi lado oscuro, porque toda la vida me he escondido tras una máscara de niña cándida. De entre todos he sido la más interesada por sacar mi fuerza a flote, para bendecirla como la contraparte que siempre me había faltado. En los grupos de terapia descubrí que la presión conventual de mi madre por hacer de mí una buena niña era mi principal obstáculo para encontrar la diosa interior que, como se sabe, tiene dos rostros: basta con que gire su cuello ciento ochenta grados para que la virgen maría le de paso a la destructora huracanada que llevo dentro. Soy doble: un día juego con los perros que se me acercan por las aceras de las calles, o me enfrasco una tarde entera en viendo el canal de Walt Disney. A la mañana siguiente, hoy por ejemplo, estoy eufórica con la apuesta de la muerte. Lo que más disfruto de estar aquí es este sentimiento total de abandono. Estoy desposeída y no me hace falta nada.
Sufriría si algo le pasara a Ramesh. No le he dicho “soy tu novia” porque detesta mis frases posesivas y sale corriendo como todos, convencido de que su masculinidad depende de la velocidad de sus piernas en fuga hacia otras mujeres. Pero no me dan celos: otras viejas ( genérico por “mujeres””, N del A) sólo usan su inteligencia para aprender de cada cosa sabia que dice y luego lo descartan para darle paso al siguiente novio de una colección vanidosa. Soy mujer de un solo hombre. Y estoy tan segura de su amor que puedo soportar los recuerdos de sus escapadas sexuales con “Retozo” en India como anécdotas de amigos que le saco en cara no por dolor, ni por celos, sino de las simples ganas de hacerle recordar lo niño que ha sido.
Retozo siempre estaba al acecho de nuestras peleas de amantes para ofrecerle sus senos paraditos. Pero a Ramesh lo que lo enamora es la afinidad y en eso sólo yo doy la talla. Por eso me necesita: porque se pierde en la maleza de sus teorías. Es como todo intelectual, siempre alejándose de lo que siente para pensar en lo que dice y no darse cuenta de lo que en realidad lo hace vibrar. Yo soy simple. Le recuerdo cuales son en realidad sus sueños cuando me consiente mi nariz respingada y me dice cosas cursis.
RONALD. DIA CUATRO. MARZO 13
A mí no me pongan a escribir sobre mi vida. Me preocupa el presente, mi pasado no importa. Además no se imaginan lo que sufro escribiendo en español, es algo que para mí se volvió un sinónimo de obligación y tortura. Mi madre colombiana sentía una especie de añoranza por su tierra que descargó en contra mía, obligándome a aprender la lengua hasta escribirla sin errores y luego presionándome con sutileza hasta que terminé estudiando literatura hispanoamericana. De niño, en vez de salir a jugar con mis amigos, me obligaban en vacaciones a quedarme en casa con una tutora.
Y sin embargo me imagino que ustedes, tan juiciosos como son con las órdenes que les dan, seguirán haciendo su auto terapia escrita. ¿Pero quién va a explicar en la bitácora por qué fue que este suicidio colectivo tuvo lugar? Pues yo. Se los dije antes de acompañarlos y se los digo ahora. El motivo de nuestra expedición no tiene sustento. Yo estoy aquí por lealtad con ustedes, no por otra cosa. La teoría que dice que la tierra es hueca por dentro y tiene dos entradas, por los polos norte y sur –aunque también por cavernas de enigmática ubicación en todos los continentes- es de lo más psedudocientífico que pueda hoy en día plantearse. Nuestra maestra espiritual, que sabe bien poco de geografía moderna, nos ha pedido que entremos en el interior terrestre y hemos sido tan devotos que hasta pudimos conseguir financiación para venir. Esto me encanta, que el dinero que mi padre ganó gracias a trucos financieros, inversiones en la bolsa y otras estafas legalizadas por el capitalismo; sirva ahora para una misión desquiciada de unos espiritualosos sin remedio como nosotros.
Pero aunque la expedición fuera científicamente razonable, no tenemos ni la hoja de vida de un alpinista, ni la de un explorador de la arqueología experimental, ni la de un fotógrafo de la National Geographic. ¿Y cómo es que estamos aquí? Por el poder del dinero y un poquito de manipulación, otro tanto de mentira, cuando le dije una tarde al viejo – que me miraba sin terminar de creer que le estaba hablando en serio- algo así:
-Los viajeros del ártico suelen hacer observaciones en sus diarios de campo, que luego nadie toma en serio. La gente piensa que tuvieron alucinaciones debidas al clima extremo y el miedo a la muerte. Pero todos los expedicionarios parecen coincidir en preguntarse ¿Por qué se encuentran semillas, plantas y árboles tropicales flotando en el agua fresca del interior de los icebergs? ¿Por qué miles de pájaros y animales tropicales emigran al norte durante el invierno? Si la Tierra en los polos no es hueca ni calurosa, ¿cómo es que el polen colorea vastos territorios? ¿Por qué hace más calor en los Polos que a 1500 kilómetros de distancia de ellos? ¿Por qué el viento norte del Ártico se vuelve más caluroso a medida que uno traspone los 70 grados de latitud?
Pocos años antes del viaje de Colón resultaba una solemne estupidez la hipótesis de que la tierra fuera redonda, pero eso no significa que cualquier cosa que amenace nuestro delicado sentido de la cordura pueda ser cierta simplemente porque parezca revolucionaria. Yo no lo creo. Más bien pienso que formo parte de un grupo de desadaptados que no saben qué hacer con sus vidas y que nos persigue la esperanza narcisista de igualarnos a Américo Vespucio y a Magallanes con la pretensión no menos egoísta de lograr las cumbres espirituales en el intento.
En Google se pueden buscar sin dificultad imágenes que “prueban” la teoría de la tierra hueca y como cualquier afirmación que aparezca en internet puede ser verdadera o falsa. Hay fotografías satelitales de los polos que se pueden bajar, tanto las que al parecer la NASA ha censurado colocando un círculo blanco para impedir ver la entrada, como las que muestran que otros planetas también se formaron como el nuestro. (ver nota # 1)
Le mostré esas imágenes a mi padre esa tarde y le recordé unas cuantas cosas que las agencias de inteligencia inglesas sabían que la NASA estaba ocultando. El mismo me había dicho que aprendiera a dudar de las verdades de los poderosos si quería saber cuál era el mundo real. Mi padre ya está viejo y llevaba años esperando que me apasionara por algo. No podía negarme el capricho de salir con mis amigos del alma a recorrer el mundo por una buena causa, sobre todo luego de comprobar que el dinero no sirve para nada más que para darse gusto, que es algo que por fin entendió, a su edad, tras tantas décadas dirigiendo empresas y destruyendo los sueños de sus competidores para no llegar a ser más feliz en el intento.
Primero le propuse hacer el viaje a nombre de una de sus empresas de calzado deportivo, para hacer un reportaje continuo de nuestras aventuras con el fin de respaldar el Slogan “para ir más allá” que le habían puesto a la línea de zapatos para montañismo. Objetó: me dijo que esa misma fama se podría conseguir con expediciones menos arriesgadas y más baratas. Entonces le cambié el argumento recordándole que unos inversionistas con los que siempre rivalizaba estaban interesados en participar en la convocatoria para diseñar los vehículos que los chinos usarán para colonizar la superficie de Marte. Le dije: “Si nuestros módulos experimentales logran hacer la travesía, llevándonos y trayéndonos sanos y salvos al lugar más inhóspito de la tierra, tu empresa de ingeniería – Con un record Guiness por ser el primer equipo humano en llegar con vehículos robotizados al polo sur- ganará automáticamente el concurso de contratistas.”
Me daba risa estar yo convenciendo a mi padre en vez de haberle puesto esa tareíta a Ramesh o al Búho, quienes confunden con más facilidad la verdad y la mentira. Pero como tenía que hacer bien mi papel le aseguré –hasta casi convencerme yo mismo- que en el centro de la tierra habría un interior esférico en el que flota un pequeño sol que alumbra – es la loca idea de Julio Verne. Su luz sería verde esmeralda, de acuerdo con los testimonios de incursionistas que habrían viajado allí por medio de complejas redes de túneles desde cavernas de entrada tan distantes entre sí como Azerbaikhan en Rusia o Matto Grosso en Brasil. En Estados Unidos un buscador de oro, de apellido White, cuenta que en 1935 durante una de sus incursiones en busca de mineral se adentró por unas cavernas naturales hasta llegar a una sala de vastas proporciones donde yacían centenares de cadáveres humanos sentados en escaños de piedra tallada, vestidos con ropas hechas de un material “semejante al cuero”, que resplandecían como estatuas de oro fundido pues el lugar estaba nítidamente iluminado por una extraña fluorescencia verde. Esta luz provendría de un sol interior que flota porque sobre él ejerce gravedad de manera simétrica toda la capa terrestre sólida. (ver Nota # 2)
Yo ya estoy muy grandecito para tragarme cualquier afirmación sin comprobarla, pero algunos datos me parecen extraños y por esas aberturas me entraba la esperanza de que fuera cierto, mientras se lo exponía a mi padre. Le pedí que fuera razonable. La Lógica dicta que cuando un dato observado no quede explicado por alguna teoría, se necesita una nueva teoría. Y agregué que no podíamos ignorar –no sería científico hacerlo- las evidencias que parecen coincidir con la hipótesis de que la tierra sea hueca. Comparé al polo norte y al sur para que mi padre creyera que lo que se sabía sobre Groenlandia y sus alrededores fuera comparable a nuestro destino antártico. Le dije que uno de los hechos más enigmáticos de la exploración del Ártico es que, aunque es un área cubierta de agua que se congela por encima, muchos exploradores señalan que hay grandes extensiones de océano abierto en los puntos más cercanos al polo norte , mientras que más al sur hay más hielo. Algunos aventureros dijeron que hacía mucho calor y que a veces debieron quitarse sus abrigos. Inclusive hay un registro de un encuentro con esquimales desnudos. Se cree que el origen de esta raza es el norte extremo, de donde emigraron al sur hasta su habitat actual. Es probable que su hogar original más al norte fuera más cálido que el actual –le dije a mi padre.
Luego recordé que el truco de hablar de personas ejemplares que hicieron caso omiso de la burla de sus contemporáneos había sido una de las estrategias que mi madre usaba para inspirar a su esposo a tomar riesgos. Y me puse a hablarle del más legendario de todos los viajeros de los polos, el almirante Richard Evelyn Byrd (Gran Canciller de la Orden de Lafayette y de La Cruz del Mérito, Secretario perpetuo de La Academia Federal de La Marina Americana y de las Ciencias). Yo había traído, para mostrarle, un artículo de Jean Brun (de la revista Nostra n° 425 de la semana del 29 de Junio al 4 de Julio de 1980) donde aseguraba que el Almirante Byrd habría vivido una aventura «extraordinaria» en los Glaciales del Polo Norte. Le leí una sección que todavía me sé de memoria:
“Byrd, acompañado de 3 personas iban caminando horas sobre el hielo, escalando los picos. De pronto en una cumbre descubrieron un espectáculo inolvidable: Un valle estrecho y profundo cubierto de una vegetación abundante y permanentemente iluminada por un Sol caliente. Un verdadero Oasis de vida en medio de un gran Desierto de Hielo”. Consultando su termómetro la temperatura era -50°C. Su colega el Capitán Fitin escribe en el periódico de la misión: «Estamos a 14 de Junio de 1926 a 74 metros de Altitud y son las 12h 08”. Sigue el texto:”Los 4 hombres se pusieron a utilizar sus cuerdas para llegar a la maravillosa vegetación que se extendía sobre una centena de metros. Después de una larga hora de bajada, habían cambiado de mundo. Encontraron una vegetación abundante. El calor suave (el termómetro indicaba 19.8°C) los obliga a quitar sus trajes de exploradores polares. Byrd y sus compañeros vieron pequeñas riveras, lagos y colinas con vegetación. A 1500 m. aproximadamente vieron una mancha gris que se movía lentamente. Con sus binoculares, el Almirante Byrd observa un animal con pelaje gris. Un animal que se parecía a un Mamut. Se les hizo tarde y la exploración tenía que terminarse. El cansancio, la falta de provisiones, la descarga de las baterías de la radio los obliga a regresar a la base. Después de recuperar fuerzas y renovar los equipos, Byrd y sus compañeros tomaron de nuevo el camino para tratar de encontrar lo que ellos llamaron «el paraíso perdido». Pero les fue imposible encontrar de nuevo el valle. Situado a algunos kilómetros del polo geográfico, le había sido imposible al capitán Fitin efectuar la medida de las coordenadas topográficas.”
Afirmar que Byrd tuvo una alucinación no era tan fácil – le aseguré a mi padre, quien tras una hora de cantaleta ya empezaba a disminuir su reticencia al tema-, porque era un aventurero experimentado, objetivo, que había hecho otras exploraciones polares en 1929, 1936, 1947 y 1956. Y entonces le di más datos, con los que me había preparado como si fuera a asistir a un examen oral de la Universidad. Le dije que en la expedición de 1947 había sobrevolado el polo norte saliendo desde territorio norteamericano cubriendo distancias superiores a 2700 Km sin toparse al otro lado con países o tierras como las de Siberia, Spitzberg, Alaska, Finlandia, Noruega, Groenlandia o Islandia. La reserva de carburante de su avión disminuía y había tenido que regresar. Y rematé contándole la más fantástica de sus experiencias, que había ocurrido en 1956, el 13 de enero, en la otra antípoda de la tierra, cuando comandaba una expedición americana que hizo un vuelo de 4300 Km desde la base de McMurdo Sound, situada a 640 Kilómetros al oeste del polo sur. Byrd penetra la Antártida en avión, sobrevolándola, cruzando el territorio por un tramo de 3700 km más allá del polo, según el mensaje emitido por radio en relación con la expedición Antártica, confirmado por la prensa americana del 5 de febrero de 1956. Su avión avanzaba más allá del polo y aparecieron regiones libres de hielo, con lagos y con montañas cubiertas de árboles y también un animal que se parecía a un mamut prehistórico. Le leí a mi padre la declaración de Byrd en marzo de 1956, al regresar: «La actual misión de exploración ha abierto un nuevo y vasto territorio más allá del polo. ¿Por qué evita decir “al otro lado” es decir, por ejemplo “en las latitudes del otro lado de la tierra”?-le pregunté a mi viejo, que ya empezaba a emocionarse. Y argumenté con más o menos las siguientes palabras:
“Si la tierra fuera sólida y uno llegara a la latitud de 90 grados y siguiera caminando en línea recta , entonces por una parte la brújula dejaría de dar datos coherentes y por otra parte empezaría a pasar de nuevo en dirección al paralelo 89 al otro lado de la tierra, pero no podría recorrer 3.700 kilómetros sin que de nuevo funcionara la brújula o de nuevo se pudiera establecer que uno se está dirigiéndo otra vez hacia la línea ecuatorial luego de haberse alejado al máximo de la misma. Y para que ese enigma geográfico se resuelva, se necesita postular lógicamente que, si hay más superficie sobrevolada en los inmensos territorios congelados observados que la que se calcularía, entonces uno está volando hacia adentro de la tierra y no por encima de la superficie. Por eso el Vice Almirante Byrd calificaba esos territorios de » Gran Misterio». ( Hay mas detalles sobre este tema, si quieren vean la Nota # 3)
Sé que esta intervención en la bitácora del grupo no fue una introspección sobre mi vida, como sugirió Ramesh. ¿Pero cómo no dejar en claro el truco con el cual finalmente convencí a mi padre de financiar ideas extraídas de la cabeza de un delirante, que soportaron esta empresa absurda que nos va a enterrar bajo el hielo? Cuando en unos siglos alguien descubra nuestras momias congeladas, que por lo menos se recuerde que yo no era uno de los creyentes.
PARVATI. DIA CINCO. MARZO 14
No me agrada tu escepticismo, Ronald. Puede que seas el más aterrizado del grupo. Sin embargo ¿de qué sirve esa energía que le estás poniendo a esta expedición, este tono de tragedia o esa burlita con la que nos miras? Para ti este viaje es una aventura más de tu vida, como cuando estuviste en Suráfrica con tus amigos suizos. Pero no estás tomando en serio lo que hacemos, si lo que crees es que somos unos quijotes de la geografía. ¿Por qué dices eso, si tú mismo viste lo milagroso que era estar en el Ashram (escuela espiritual, N del A) , si tú también tocaste tus más profundas heridas cuando Ananda te ayudó a perdonar la frialdad de tu padre? Tú sabes que no estamos en manos de cualquier maestra, que hay una misión espiritual muy seria detrás de todo esto. ¿Entonces para que te haces el inteligente, el crítico? Otra cosa es que nos ayudes como grupo a ser menos volados, eso está bien. Si crees que debemos volver, pues no hay nada malo en echarse para atrás. Pero solamente si se trata de sobrevivir. ¡Yo no vine a morirme ni a entregar mi vida por una causa perdida!
Aun así no me suena bien que a los cinco días de iniciada la marcha ya hayamos enfrentado un promedio de diez interrupciones diarias de recorrido por motivos técnicos. Búho nos ha dicho las primeras veces que se trataba de ajustes en el sistema de interconección robótico, que a veces la maquinaria no “comprende” las señales de retroalimentación de los escáneres sensores y que hasta que no se regularicen los modelos tridimensionales del recorrido podrán presentarse más interrupciones de movilidad. Yo entiendo eso, estamos probando nueva tecnología. Pero aun así no me da buena espina y no es que sea agüerista, las señales no son buenas, he estado teniendo pesadillas desde antes de venir y hay algo que no me cuadra. No me digan que me están dominando mis temores, que no me debí haber hecho leer el tarot de esa gitana en Quito, cuando veníamos recorriendo Suramérica antes de enfrascarnos en la Patagonia. Les aseguro que es una buena Tarotista y que mis amigas ecuatorianas que se hicieron la lectura con ella no salieron sicoseadas ni nada, no es su costumbre alertar sobre peligros inminentes. Pero cuando me dijo que me veía en un ambiente frío, a oscuras, rodeada de vehículos atorados y a punto de morir… ¿no fue demasiado sospechoso? Ella no sabía nada de mí, ni de ustedes, ni mis amigas estaban enteradas de que íbamos rumbo a la Antártida. ¿Por qué dijo eso?
RETOZO. DIA SEIS. MARZO 15
Cuando Parvati estudiaba biología en la Universidad de los Andes yo era la loca de los malabares callejeros recién escapada de la casa materna. Mi papá me pagaba el arriendo de una habitación de mala muerte en el barrio la candelaria y yo me sentía con permiso de explorar lo que se siente tener diecinueve años y poder acostarme con quien quisiera.
Una mañana temprano conocí a Ramesh y por horas no pude más que pensar en él. Cuando salí de clases a practicar mi espectáculo callejero al mediodía, cometí tres errores en el semáforo de la quinta con diecinueve: se me cayeron los bolillos al piso, las antorchas no encendieron y no supe escupir a tiempo el alcohol de mi boca. Los labios me quedaron con un sabor reseco que produce el combustible puro cuando uno no lo convierte a tiempo en un chorro de fuego. En vez de generar admiración produje lástima en los conductores que esperaban que la luz cambiara a verde. Y era que en vez de concentrarme en los malabares, se me venía a la mente su nariz aguileña y de paso el refrán que dice que del tamaño de lo uno es lo otro. Para que mentirles, estaba alborotada.
Recordaba cuando Ramesh se me había acercado en la fotocopiadora. Había sentido venir por mi espalda un calorcito creciente, como si el sol estuviera saliendo por la mañana. Estaba afanada esperando que Búho ordenara unas hojas y me dejara los originales para el examen parcial de estadística, pero perdí la noción del tiempo y me dejé engatusar por sus ojazos verdes que decían no se qué cosa contra el eurocentrismo en la antropología cultural. El tampoco ponía atención a lo que lo recitaba, que evidentemente parecía un cortejo más que una postura teórica. Mientras tanto parecía clavarme la mirada preguntándose si mis dos frutas eran operadas o naturales (porque es raro que con este tamaño no se caigan sino que se vean erectas como ofreciendo miel al primer héroe que las descubra, ji ji ji).
Como yo pretendía ser no solo una saltimbanqui que criticaba el neoliberalismo mediante magias callejeras, sino también una antropóloga uniandina (de la universidad de los Andes, N del A) que ocuparía posiciones ejecutivas; no podía desatender los argumentos de Ramesh ( quien entonces todavía no recibía su nombre espiritual y se llamaba Lucas). Traté de explicarle que yo no hacía maromas sino malabares y que había toda una llanura filosófica por atravesar para no confundir un vulgar payaso con un artista comprometido en despertar las conciencias dormidas de los Bogotanos mediante malabares en espacios urbanos. Pero no quiso entenderme y hasta me apodó “Retozo”, dando a entender que todo me lo tomo en broma.
Lo que me importaba eran sus cejas pobladas, su pecho velludo y su indumentaria mochilera. Le dije que tenía ganas de comer. Nos fuimos para Hippo, la pizzería, como si de verdad quisiéramos hacernos creer mutuamente que el motivo de la cita era un cruce de referencias bibliográficas, pero unas miradas y dos o tres frases lanzadas no nos permitieron postergar más el descaro. Lo hicimos. Nos fuimos a un motel del centro esa misma tarde, después de que lo esperé por los lados de la escultura del Bobo, a la salida de su examen de arqueología. Allí parecían conocerlo pero no hice preguntas capciosas cuando vi la pericia que tenía para saber mezclar el agua usando las llaves del Jacuzzi –como si ya le conociera las mañas. Y luego que nos desnudamos para tomar un baño de espuma me siguió dando sus clases sobre el clímax tántrico.
No me importa que ahora tenga de novia oficial a Parvati. Pienso que si no hubiera sido por su animal de monte que satisfizo mi ninfomanía, no hubiera pasado a esta etapa tan casta de mi vida-que me sorprende de mi misma. Ser buscadora espiritual no estaba en mi agenda. Pero tampoco es pecado seguirle la cuerda al hombre del que te enamoras. Si mi hermana Paula iba al hipódromo todos los domingos con el novio cuando nunca antes le había interesado ningún cuadrúpedo que no fuera su mesa de trabajo ¿por qué no iba yo a tener derecho de conquistar a Ramesh acompañándolo a sus retiros de meditación y a sus conferencias de contactados por extraterrestres que anunciaban los nuevos tiempos? De tanto oír cháchara se me fue pegando la carreta de que la vida es una escuela evolutiva y la tierra el salón de clase.
Me creo que estamos al borde de un agujero borrado digitalmente de las fotografías satelitales y que si decidimos ingresar podremos, antes que ningún otro equipo de exploradores,-, ser los pioneros que pasaron por encima de las burlas sobre el tema. También figuraremos como el primer parche (grupo de amigos, N del A) de colombianos que ingresó a la tierra hueca.
Pero no llegué a este nivel de credibilidad así sin más. Convertir mi vida en algo más que un acto de diversión continua… eso es difícil para una caleña de nacimiento. No diré que esto de estar a punto de descender no me entusiasme. Pero no era lo que me esperaba. Yo sabía que Ramesh se había ido a la India y que se lo había tragado la manigua porque no llegaba ni un correo electrónico, ni una postal, ni nada. Y el muy maldito sabía que yo añoraba su abrazo de macho sudado y sobre todo las conversaciones que nos daba por armar después de tirar como locos, charlas hasta la madrugada sobre temas en collage con los que se armaba un tierrero: Lyotard, la globalización, el poder mediático, ética y estética en el cine cubano, lo que uno quisiera. Aprendía más con el que con mis profesores y con frecuencia pasé un examen no por haber estudiado sino por haberlo escuchado a él con atención después de un buen polvo. Así que cuando por fin asomó la cabeza fue desde Auroville, en el sur de India. Me tenía todo listo para que mandara los papeles y me recibieran becada en una escuela de danza en Pondicherry.
¿Qué más podía pedir? Cada vez que se aparecía en Colombia una bailarina de la India yo corría como loca a verla y de regreso en mi casa soñaba con practicar a la perfección los 13 gestos de la cabeza, las 36 diferentes miradas y los 67 “mudras”, posturas de la mano con significados místicos que habían compilado las mujeres a las que yo deseaba apasionadamente parecerme. Y el abecedario corporal de mi estilo preferido, el de la escuela Bharata Natya, era el que precisamente aprendería si armaba maletas y lo dejaba todo tirado. Ya graduada de antropóloga dejé el puesto que me habían ofrecido en el ministerio de cultura, la especialización en ecología social y el compromiso que tenía con el grupo de teatro juvenil del barrio “los mártires”. Todo lo boté. Si Ramesh me decía que esa era la quintaesencia de la danza, el ADN del arte teatral, era porque tenía que ser así.
Ramesh se había ido cuando llegué. Me había dejado una nota sucia en una hoja de cuaderno rasgada, que me entregó con desgana el administrador del último hotel en el que estuvo hospedado. Me pedía que lo perdonara por no estar para recibirme. No me prometía volver por mí. Sonaba extraño. Primero pensé que se había fumado verde la ganya (Cannabis, N del A). Hablaba de una gran revelación, de una gran prueba, de un secreto que le acababan de confiar. Me confesaba que para completar su extraño experimento místico se necesitaban siete almas gemelas y que en sueños le habían revelado que yo era una de ellas. Por eso me había pedido venir a India. Pero ahora le ordenaban alejarse de mí e ir a no sé donde, mientras yo pasaba mi prueba de adaptación y de pagos kármicos en Pondicherry.
La beca era un hecho y me quedaba orgullo y amor propio como para no llorar su ausencia ni por un minuto, pero prometí no volver a ser su amiga. Y me quedé a sudar los calores purgatoriales de un salón de clases pintado a medias. La profesora parecía una prefecta de disciplina, bella cada curva de su cuerpo de guitarra, intachable en cada gesto porque había entrenado por décadas desde que era niña. Me exigía sin compasión que mi cuerpo se convirtiera en una caja de resonancias donde pudieran venir a poner sus dedos los dioses. Me pedía que mis labios fueran cuerdas de un laúd y que en mis manos reencarnaran las de las prostitutas sagradas que siglos atrás habían descendido de los cielos para deleite de los reyes. Pero ya no aguanté más la comida picante -la soledad- y tuve mi crisis nerviosa para escándalo de todo el alumnado.
Me negué a salir del camarote que me habían designado en un cuarto húmedo de la clínica ayurvédica en la que me internaron. Ni los lavados por el recto ni los masajes con aceite de sésamo ni el cambio de dieta me levantaron el ánimo ¡Yo necesitaba hablar con alguien en español, quería ser algo más que un robot de secuencias de movimientos y gestos de muñeca, me estaba enloqueciendo de no ser nadie en un país de mierda al otro lado del mundo sin un hombre a mi lado diciéndome cosas bonitas y tomándose una puta coca cola conmigo! ¡Yo no quería que los médicos me armonizaran nada , sino poder ser la de siempre, la desordenada, la incoherente, la intensa. Y para eso necesitaba que Búho tomara un avión y viniera a rescatarme.
Lo llamé, le hice una escena por teléfono para hacerlo sentir culpable por no estar a mi lado y usé todas mis otras estrategias de mujer desprotegida para manipular su tierno corazoncito de amigo con derechos. Tres días después estaba conmigo. Engañamos a mi profesora prometiéndole que no perdería su pupila preferida, que estaríamos de vuelta tan pronto yo me hubiera recuperado con unos baños de mar allí cerquita, al sur, en Goa. Y cogimos un tren para Rishikesh, al norte.
Allí reconocimos a Shakti como colombiana de nacimiento cuando a la entrada de las escalinatas del Ashram de los devotos de Krishna quiso guardar sus botas de excursionista en una mochila Kogui, en vez de dejarlas a la entrada como todo el mundo. Un colombiano siempre está haciendo lo que pueda para evitar que lo roben y sólo después de unas semanas en India se aprende que nadie se roba los zapatos de nadie aunque se dejen por horas a la entrada de los lugares sagrados. Y las mochilas Koguis son inconfundibles. Le dirigí la palabra para explicarle dónde era menos ruidoso el efecto de los parlantes y advertirle que hiciera una almohada con su ropa doblada para que no le doliera el culo sentada por horas interminables. El plan era oír los mantras que los niños vestidos de naranja iban a recitar en ese atardecer. Estaba agradecidísima, no de mis consejos, sino de encontrarse con alguien que pudiera sentarse con ella a añorar el sabor de una ternera a la llanera ( plato típico de Colombia, N del A). Me habló de una pataleta que la había tenido al borde del hospital psiquiátrico por forzarse a estudiar no se qué cosa en Colombia y me hizo sentir que yo no era un caso tan raro por haber hecho mi crisis nerviosa semanas antes.
Resultaba que Búho y Shakti ya se conocían de la universidad, pero ella se había pintado el pelo y adelgazado tanto que solo hasta que le oyó la voz él comenzó a sospecharlo. Shakti nos explicó cómo fue que India le había echado el anzuelo, nos contó su historia, pero no mencionó a Ramesh. Que hubiéramos tenido al mismo amante en Colombia y que el deseo de volverlo a ver hubiera sido un motivo común para venir no habría sido algo que, de haberlo descubierto entonces, nos hubiera gustado. O tal vez nos hubiéramos muerto de la risa y de la rabia al tiempo, o hubiéramos planeado matarlo en equipo. No era el momento de saberlo. En todo caso ya éramos tres de los siete, juntos, sospechando que había un lazo antiguo que nos reunía desde vidas pasadas. Shakti, Búho y yo pronto conoceríamos allí mismo a Ronald.
BUHO. DIA SEIS. MARZO 15
Es una pena que no hayamos conseguido un avión para hacer un primer sobrevuelo de reconocimiento. Ramesh lo intentó pero el problema no era pagar el arriendo –eso lo habría resuelto el papá de Ronald- sino la prohibición de sobrevolar establecida por las naciones unidas y por el tratado antártico. Pero yo había hechos los cálculos junto con Ramesh para no perdernos en el intento de localizar la entrada al interior terrestre mediante un simple sobrevuelo. Nos habría bastado no cometer ciertos errores relacionados con la corrección de altitud en un viaje aéreo hacia una abertura abrupta (ver Nota # 4)
Hay demasiadas naciones vigilando que no sean amenazados sus intereses – más de cuarenta y seis ya. Unos países se excusan para ocupar la zona diciendo que lo que les importa es investigar el cambio climático, otros más sinceros -empujados por empresas farmacéuticas que investigan anticongelantes producidos por microorganismos polares- confiesan abiertamente que quieren estar aquí para desarrollar productos de cirugía y cremas para la piel. Todas las naciones del tratado antártico están esperando a que se descubran los recursos explotables del continente blanco para lanzar el zarpazo. Tampoco parecía agradarle nuestra presencia a las fuerzas militares norteamericanas, que supimos que ya habían rechazado peticiones similares de parte de civiles. Y si nos hubiéramos hecho pasar por turistas nos habrían aconsejado más bien tomar un crucero y formar parte de los miles de admiradores de la masa que contiene el 70% del agua dulce del planeta. Eso no nos habría acercado ni un poco a la meta. Nos habrían puesto a avizorar ballenas y de vuelta para Colombia o India.
Pero bueno, pasando a otro tema, necesito que pongan más atención a las instrucciones que les di sobre cómo poner en funcionamiento los deslizadores sin que haya que disminuir la velocidad ni detenerse a cambiar las baterías recargadas por los generadores de hidrógeno. Necesito que desayunen más temprano y pongan a andar los módulos con la primera aparición del sol. De lo contrario no vamos a avanzar lo suficiente hacia las coordenadas propuestas en la agenda. Si les parece muy tedioso no lean la Nota # 5, pero si no me creen que es indispensable seguir una estricta disciplina en la avanzada por favor estúdienla con cuidado. En realidad se trata de un reto dramático y está en juego nuestra vida. (ver Nota # 5)
Está claro. Queremos suicidarnos de una manera elegante, jugando a los expedicionarios. Pero yo, por lo menos, moriré contento. Nunca había estado más excitado. Arriesgar la vida es trascender la muerte. ¡Que viva la locura!
RETOZO. DIA SIETE. MARZO 16
Para nada apoyo tu airecito heróico, Búho. Y si tú quieres, Parvati, nos devolvemos juntas. No me gusta esta rutina de poner a andar cada amanecer estas tractomulas de prueba disfrazadas de orugas sofisticadas, revisar paneles de instrumentos con los que apenas si tuvimos tiempo de familiarizarnos en los simuladores, esquivar espejismos de hielo y confiar ciegamente en que Búho sabe por donde llevarnos, cuando esta es también para él la primera intentona de dirigir una caravana por el continente helado. Me ahogo mirando por esta diminuta ventanita frontal nada más que la soledad de la llanura blanca y oyendo el sonsonete del sistema de tracción y deslizamiento ¡Seamos más valientes devolviéndonos ahora que muriéndonos más tarde! Ya van siete días de expedición y ni por una sola vez las cosas han salido como estaban planeadas. La ruta la hemos corregido cada tres horas, por contradicciones entre los sistemas de orientación satelital. A las tres horas de recorrido diario, como mínimo, hay detención de la caravana por varias horas más hasta que casi de milagro Búho logra que los sistemas se compadezcan de nosotros. Ayer tuvimos malfuncionamiento temporal del sistema de calefacción del módulo de Ramesh y el muy tonto no salió a tiempo a refugiarse en cualquiera de nuestras unidades, dizque para no violar el voto de permanecer aislados. ¿Qué es más importante, comportarnos como si esto fuera un retiro espiritual, o salir ilesos? Ramesh tiene gripa y eso no es un chiste. Es una gripa en el polo sur, una condición que puede convertirse en neumonía sin que haya tiempo de buscar ayuda médica profesional-yo apenas tomé un curso de primeros auxilios. ¿No lo entienden? Esto no es un juego. Quiero convocar una reunión de urgencia para mañana, una hora antes del amanecer, para discutir por el tiempo que se necesite sobre las decisiones que se tengan que tomar.
BRUJITA. DÍA OCHO. MARZO 17
A Shakti la conocí en un taller de meditaciones catárticas, pero no fuimos amigas sino hasta febrero. Quería obtener la certificación y volver a Colombia con los permisos para armar una sucursal criolla del “Bliss Resort International” ese Spa espiritual en el que estuvimos, siguiéndole los pasos a las actrices de televisión colombianas que se escapaban de la fama huyendo a India. Pasaron meses en que no la volví a ver para nada. Iba de un curso a otro gastándose los dólares que le giraba su mami, quien prefería tenerla lejos de Colombia que en casa haciendo muecas por una carrera universitaria en la que no creía y armando dramas existenciales que ninguna sicóloga le había ayudado a desenredar. Cuando estábamos en el “Bliss Resort” la envidiaba por tener plata y cuando convivíamos en el ashram de Ananda me sacaba la piedra porque Ronald me echaba el ojo solo cuando ella le hacía el quite, es decir, cada vez que se escapaba con Búho a los hoteles de Rishikesh sin que mi evidente tristeza les generara la menor culpa. Así que mi terapia contra el desánimo era pasarla bien con Ronald, aunque a sabiendas de que yo era para él su venganza libertaria, es decir, un personaje de segunda. Para mantener mi autoestima en alto yo no me enamoraba de Ronald sino que me lo gozaba lo suficiente y se lo devolvía a Shakti desbaratado, porque el pobrecito se enamoraba de cada una con tanta facilidad que se confundía con su inocencia de niño inglés, que es mucho más lastimosa que la de un colombiano promedio. Y volvía a lo mío, que es una soledad desgonzada que aprendí a solventar. Como soy llenita y mi aspecto mas bien boyaco no causa mucha impresión en los hombres, desarrollé la habilidad de ser feliz sin compañía. Aun así tengo piedra de que muchos manes (hombres –viene del inglés, N del A) sean tan maricas que no se den cuenta de lo mucho que puedo enriquecerles la vida.
Pero con Ronald no era así, tal vez por ser europeo. Me tomaba como amante haciéndome por un momento creer que era su novia y me consolaba saber que nunca se refería a mí como la feíta con la que se compensaba de los cachos que le ponía Shakti. Teníamos el trato implícito de hacerle entender a ella y al búho que eramos tan librepensadores como ellos. Pero no debo decir “poner los cachos” porque la frase tiene una connotación de algo indebido, de un acto de deslealtad. Y se supone que los siete practicábamos lealtad aunque nos diéramos permiso de probar la infidelidad. Lo llamábamos “tener experiencias”, y decíamos que sirve para no caer en la jaula de la monogamia, la propiedad privada y los otros males de la sociedad patriarcal. Teníamos un término éramos “poliamorosos”. Significa que debíamos festejar las excursiones a otros brazos y a otras formas de hacer el amor en nombre de la búsqueda de la libertad. Era una especie de regla tácita que el que añorara algo más tradicional sería excomulgado. Yo, por lo tanto, me quedaba callada. No quería perder la buena opinión de tanta gente inteligente, ni menos la de Ramesh, que siempre era tan académico para sostener su posición de acuariano imperturbable que no puede evitar tener siempre la razón. Pero es que así él podía seguir siendo no solo el macho alfa, sino el Jeque árabe con el que todas menos yo querían tener una noche de intimidad. Y por eso si yo me hubiera puesto en contra habría pasado por ser la nerdita ( del inglés “Nerd”, N del A) simplona del grupo.
De modo que intentábamos nuestra armonía sesentera sin tener otra referencia que la que nos daban las canciones de los Beatles, los Rolling Stones, Queen y otros grupos clásicos que no nos había correspondido, generacionalmente, idolatrar; pero que estábamos de acuerdo en tomar como ídolos. Y aunque nos imaginábamos que así habríamos vivido de habernos correspondido ser una comuna Hippie, sabíamos que este era un remedo trasnochado. Preferíamos eso que parecernos a nuestra propia generación, una mano de jóvenes alcoholizados y políticamente indiferentes. Nos sentíamos responsables de combatir la privatización del mundo a manos de las multinacionales, de prevenir el cambio climático, de contrarrestar el olvido de las sabidurías ancestrales y la pérdida de la relación poética con la vida. Acusábamos la comercialización de lo espiritual y todos los demás innumerables síntomas de un mundo del que nos negábamos a formar parte. Y creíamos que a todo esto no podía acoplarse sino el esquema de parejas abiertas.
En nuestros códigos de relación había tres niveles de compromiso que terminaron por definirse: “pareja oficial”, “escapaditas”, y “pasar cosas”. No siempre había connotaciones sexuales cuando usábamos el término “me escapé con fulanito” o “me pasaron cosas”. Lo que si tenía que ocurrir, por lo menos en teoría, era que los encuentros sirvieran para algo: para mirar en los conflictos y en las afinidades lo que pudiera decirnos el otro, tomado como espejo. Ramesh con Parvati y Shakti con Ronald eran parejas oficiales hasta el punto que les hicimos rituales de matrimonio. Tenían derecho, sin embargo, a escapaditas. Retozo y Búho no tenían pareja permanente pero se gozaban el uno al otro y por supuesto tenían escapaditas o les ocurrían “cosas” con los demás. Pero Ramesh experimentaba con Retozo, Shakti con Búho y yo con Ronald. Lo que si parecía un tabú era que hubiera monogamia estricta o castidad total. Toda sociedad tiene sus normas ¿no? ¿Entonces por qué nuestra anti-sociedad no iba a tener las suyas? La exclusividad sexual era un “pecado” y el penitente tenía que ser repudiado. Acusábamos al profano de practicar la posesividad celosa que tipificaba el mundo machista. Y toda esta telenovela anarquista hacía confusas las cosas para cualquiera que intentara entrar al grupo. Cuando eso pasaba yo era la encargada de hacer la explicación pertinente, mediante un simple cuadro en Excel, a tres columnas y siete filas, que escandalizaba generalmente al intruso para risa de todos.
Mi soledad era bendita. Mientras los demás gastaban sus cartuchos intentando que el amor romántico los hiciera felices, yo usaba mi infelicidad de mujer Muisca y caderas de chanchita para escuchar en serio las charlas de Ananda ma. Llegué casi de primera a India, esa es la prueba. Y no por demostrarle a Ramesh que la búsqueda espiritual era su prioridad -como lo hizo Parvati- , ni por viajar a oriente para consolar a Retozo, como nos confesó Búho. Sino porque ya había hecho un camino y nada me llenaba más que la enseñanza del Dharma (enseñanza espiritual, N del A). Pasé primero por otros ashrams pero luego recordé el consejo de una compañera de la facultad de administración de empresas. Me había insistido en que fuera a buscar a Ananda Ma. Yo sabía que esto de la búsqueda espiritual me estaba metiendo en un laberinto con vericuetos emocionales que solo comprendería después de años. Y que me saldrían al paso toda clase de mercachifles disfrazados de mensajeros celestiales, como cuando casi nos encuartelan a los siete en el Lupanar ese de Bombay. Pero la alternativa era seguir de ejecutiva subiéndome a un avión tres veces por semana a organizar negocios que solamente servirían para aumentar el desempleo en Colombia; mientras los propietarios de la empresa se enriquecían con más fusiones y más desmantelamientos. ¿Iba a ser feliz dentro de diez años, -cuando por mi edad me cambiaran por una recién egresada que se desgañitara por un sueldo menor-, con unos ahorros conseguidos sin haber servido a alguien que realmente lo necesitara? Para mí Ananda Ma llenaba los requisitos. Tenía una voz suave que hablaba con convicción del proceso que lleva a la iluminación, sin vender la idea como si fuera un detergente ni ocultar lo raro que sería que alguno de nosotros lo lograra. Yo no iba a desaprovechar mi vida en algo menos ambicioso que encontrarle un sentido al paso de los años. Y esa meta tal vez me esté esperando aquí mismo, a unos días, a lo que se demore bajar al centro de la tierra. O tal vez esté loca y lo estemos los siete.
PARVATI. DÍA NUEVE. MARZO 18
La reunión fue un fiasco. No nos ponemos de acuerdo. Búho está empecinado en que todo tiene una solución técnica y en que lo importante es avanzar. Ramesh lo apoya con argumentos espirituales, dice que el espíritu de Ananda no puede traicionarnos, que su evidente asma en progreso será curada con bañitos de energía cósmica, o no sé qué cuentos. Ronald se les une porque no le interesa volver y quedar ante su padre como un perdedor, como un cobarde. Brujita está indecisa, argumenta que ha tenido sueños premonitorios tanto a favor como en contra y que por otro lado sus experiencias espirituales son cada vez mejores, más lúcidas sus visiones cuanto más nos alejamos del mundo. Piensa que Ananda nos ordenó hacer este viaje para estimular nuestras habilidades parapsicológicas más que para comprobar la teoría de la tierra hueca. Shakti apoya esto último, señala que las meditaciones que nos mandó a practicar Ramesh desde que tocamos tierra suramericana son lo más poderoso que ha tenido y que aunque no todos lo recordemos nos estamos encontrando en el mundo de los sueños y estamos construyendo un ser colectivo, una psique grupal capaz de resistir el viaje más avezado. Retozo y yo queremos volver, pero no vamos a intentarlo solas, ni queremos abandonar al grupo. Yo no puedo abandonar a Ramesh en este momento.
BRUJITA. DÍA NUEVE. MARZO 18
Lo que dices es cierto, Parvati, la situación es gravísima, no hay vuelta atrás. Se lo digo a todos, no porque sea hora de retroceder, sino porque no puede hacerse nada. Luego de la reunión, -que fue más bien una constatación de desacuerdos-, me quedé con Búho haciendo cuentas de provisiones, agenda y energía disponible. Si fuéramos expertos en expediciones, si por lo menos hubiéramos hecho anticipadamente un viaje de prueba, alguna probabilidad habría de regresar con éxito. Pero el terreno que hemos recorrido es en declive de para acá y de subida hacia la base de apoyo más cercana, que ya no cuenta ni con provisiones ni con espacio para recibirnos si volviéramos. Allá no tienen capacidad para un grupo de siete tontarrones que se arrepintiera, no podrían hospedarnos ocho meses mientras vuelve el verano. El invierno viene peor que el del año pasado, lo hemos constatado con mediciones precisas. No tenemos la preparación para salir de nuestros módulos mecánicos y sobrevivir como expedicionarios de a pié y no es técnica ni climatológicamente posible volver. Estamos presos. Si alguien sufre de claustrofobia que se pegue un tiro. Esto va a durar meses, no sabemos cuánto. Hay que permanecer moviéndonos al ritmo que nos digan, conduciendo nuestras “tractomulas” -como las llamas tu, Parvati-, durmiendo bien, siguiendo la caravana al mando de Búho.
Vamos a tener que atender a Ramesh como se pueda para evitar que enferme más. Por ahora sigamos con la bitácora y obedezcamos el plan de ruta. Búho parece haber comprendido mejor lo que estaba fallando en los sistemas de orientación. Yo que me estaba gozando toda esta adrenalina de aventura, ahora estoy muerta de miedo. Voy a practicar la meditación que Ramesh nos ha dado, es el legado de Ananda y es todo lo que tenemos por ahora: eso, escribir en la bitácora, hacer de cuenta que todo está bien, ahorrar provisiones de acuerdo con lo estipulado según la nueva agenda y nada más. No hay más que hacer. Estamos en medio de la nada y solamente nos queda seguir la rutina.
BUHO. DÍA DIEZ. MARZO 19
Lo de búho no me viene por los anteojos enormes. Sino por trasnochador. De todos soy el lector furibundo al que le llega la madrugada escarbando en la enciclopedia británica las genealogías completas de los faraones egipcios. Por eso nos caímos tan bien con Ramesh, que no deja de preguntarse cosas como buen filósofo y pésimo investigador. Yo lo complemento. Soy un Sherlock Holmes de la antigüedad, mientras que el es un profeta de los tiempos que vendrán. Pero el futuro del planeta tierra, estoy seguro, es un retorno al pasado remoto y a lo que tantas leyendas han querido decirnos. Los adornos tecnológicos de nuestra civilización son en cierta manera avances respecto al conocimiento de la naturaleza que tenían los atlantes, pero no puede negarse que ni en la época de la guerra fría -que fue cuando más se investigaron los secretos de la mente- se llegó siquiera a sospechar lo que estamos a punto de comprobar.
Soy un búho, si. Tengo los ojos bien abiertos. A Ramesh se le cierran cada vez que Retozo le ofrece cama, entonces todo lo que filosofa se le olvida y se porta como un hombre corriente, se hace el de la vista gorda. A mí me encanta cuando Shakti me pone a prueba y suelto la baba por ella pero no se me van las luces. No me la paso días enteros rumiando mi propia dualidad, sintiéndome culpable pero intentando liberarme del moralismo a punta de lecturas de Osho, ni enturbiando aún más el conflicto como cuando Ramesh resuelve el dilema de amar a Parvati o a Retozo gozándose a Brujita por un rato.
Yo me mantengo enfocado. Seré un ratón de Biblioteca; pero sé para donde voy. Llegué a India con la excusa de caerle a Retozo, porque estaba atontada con lo de la adaptación a ese país. Y sí, también para estar lejos, a un océano de distancia de mi padre, donde no pudiera tentarme con sus buenas razones para que me convirtiera en un “hombre hecho y derecho”, que era como él llamaba a mi hermano menor. Me quería ver como a él, casado, con tres hijos, horario de 8 am a 8 pm de lunes a sábado y asistencia obligada al Club los Arrayanes el domingo para socializar de nuevo con los mismos robots sociales -a los que les pediría en el futuro favores para negocios y altos cargos ejecutivos.
Pero aunque me vine huyendo me quedé por convicción. Hasta me gustó que en India manejaran los triciclos motorizados como si fueran carros chocones del parque de diversiones de Ciudad Salitre. Retozo solo me necesitaba para demostrarse por un rato que yo era capaz de validar mi amistad incondicional saltando el charco ante una simple pataleta suya. Se puede decir que no fuimos pareja por más de dos semanas seguidas. Pero no me dio amor de Patria ni me quise devolver.
Lo que me hizo sentir raíces en India no fue lo exótico tampoco. Y ni hablar de mi odio al mugre, que en todo ese país pulula. Pero, primero que todo, tiene historia. No es una provincia aletargada que se atrasa cada vez más a punta de guerritas civiles, como Colombia, sino que es la huella viva de la humanidad: se pueden oler los sobacos de los mercaderes persas en la época de la ruta de la seda, se puede uno teletransportar a la época en la que Jaipur era una ciudadela de película con un rey más interesado en la astronomía de posición que en las podredumbres del poder, se puede tocar con la mano la resignación del sistema de castas para vivir en carne propia lo que pudo haber sido la época de la esclavitud en Roma. Está viva y por eso es tan repulsiva y fascinante.
En segundo lugar el grupo me dejó amarrado y sin ganas de viajar a ninguna parte. Ya sólo quería oír las risotadas de Shakti por la mañana, las convicciones desmesuradas de Brujita al mediodía, los alegatos ecologistas de Parvati luego del té picante de la media tarde; y los ocasos silenciosos de los siete en las orillas del Ganges, asombrados todos nosotros de que el color rojizo del sol no se atragantara el fervor del hinduismo hasta impedirle salir de nuevo por la mañana.
Sin el grupo estoy muerto. Y por eso me convertí en un ancla que pudiéramos tener, me daba lástima verlos tan desubicados, sin quien les explicara cómo conseguir una prórroga en la visa, cómo hacer un negocio con los Sikhs sin que salieran estafados, cómo decir mentiras creíbles a los pocos parientes que desde Colombia todavía pudieran girarnos unos dólares. Además me sentí amado. Y comprobé que mi erudición no significaba nada si no se ponía cada cosa en su contexto hasta generar una fórmula coherente colocando los corchetes de la manera apropiada. Una fórmula matemática tiene signos, letras, números, exponenciales, variantes. Y estaban allí, sobre el tablero. Pero no había quien los hiciera colocarse en el orden correcto. Ananda lo lograba. Nos explicaba todo de tal manera que cada acontecimiento de la historia, por ruin que pareciese, tomaba forma como parte de un gran plan para la evolución de la humanidad en el que íbamos a tomar parte.
Los compañeros que se graduaron conmigo en ingeniería tal vez pensarían -si les contara en lo que estamos – que de lo que se trata todo esto es de violar un dogma geográfico. Yo lo dudo. Es verdad que cuando cambian las coordenadas sobre el lugar en el que estamos parados cambia la versión que la humanidad hace de sí misma y todo queda patas arriba. Dijimos “la tierra no es plana” y comenzamos a sentirnos parados de cabeza. Comprobamos que la tierra es la que gira alrededor del sol y vimos que el sol estaba quieto. Einstein planteó que el espacio-tiempo se curva bajo el influjo gravitatorio y puede alargarse en relación con la velocidad del observador y empezamos a inventarnos películas con máquinas del tiempo para volver al futuro. Algo así sucederá cuando llamemos prensa y demos la noticia de nuestro hallazgo.
Pero que la tierra tenga entradas hacia su centro por el agujero antártico es solo el preámbulo. Lo presiento. A mí lo que me interesa es el cuerpo de la noticia, el núcleo de la revelación, otra cosa que falta por presenciar. No se trata de crear envidia en los de Cambridge cuando vengan a preguntarse cómo fue que no lo descubrieron ellos primero. Tampoco hemos hecho este viaje para darle material a los periodiquillos amarillistas de la moda esotérica, de la metafísica de panfleto.
Shakti no nos lo dice, pero lo sabe y también Ramesh. No tenemos idea en lo que nos estamos metiendo. Y no es que no tengamos dudas de nuestra propia cordura. Pero de lo que sí estamos seguros es de no mirar atrás. Es como si hubiéramos nacido para huir y lanzarnos al vacío. Y no habrá otra oportunidad como esta. Podemos hacer un oso colosal y satisfacer para siempre a todos los que se negaron a patrocinar nuestro proyecto. O podemos convertirnos en las estrellas de moda que le sirvan al país para tener algo más que exhibir, diferente de García Márquez, Rodolfo Llinás, Shakira y Juan Valdez.
Aunque en realidad no nos importa. A Shakti tal vez un poco. En Chile me confesó que esto se le había convertido en una obsesión que reemplazaba las otras que ha tenido: ser actriz de cine, ser astronauta, otras vanidades. Y me dio la razón, no estamos aquí para probarles a nuestros padres que somos exitosos exploradores de nada. Cuando se trata de desenmascarar toda la mentira que uno se ha dicho sobre sí mismo, no hay criterio ni evaluación posible que pueda hacer alguien.
SHAKTI. DÍA ONCE. MARZO 20
Desde que era niña y dirigía a los cinco años de edad grupos de oración, hablaba en lenguas y vociferaba citas del nuevo testamento como una docta teóloga de la iglesia; supe que mi destino iba a ser inusual. Energías que no termino de comprender me han usado y me siguen usando como canal. De noche mi madre me contaba cuentos tiernos y yo me hacía la dormida, pero unos minutos más tarde me empezaban los escozores en el vientre parecidos a dolores de estómago. En realidad eran partos en mi cuerpecito sin estrenar. Era energía sexual. Y yo no tenía a mi lado quien me dijera lo que me estaba pasando. Oía los pensamientos de mi padre en la habitación, haciéndole el amor a mi madre mientras cavilaba en sus negocios pendientes. Veía con nitidez las pesadillas que en ese mismo instante padecía mi hermanita menor como si me estuvieran ocurriendo a mí. Presentía que la empleada doméstica intentaría desocupar la casa trayendo a su novio para robarse las joyas y los videojuegos importados que les cupieran en el Chevrolet viejo en el que él la recogía los domingos. Y una semana más tarde estaba mi mamá dando alaridos por toda la casa, inspeccionando cajones para ver qué más se habían robado. Todo esto era la sintomatología típica de que se me estaba despertando la sagrada fuerza. Me lo corroboró Ananda cuando me explicó que la energía Kundalini se eleva como una serpiente desde su nido entre mis genitales y mi ano, en ese punto del cuerpo vital que llaman “primer Chakra”
Colombia era el peor lugar para que esto me estuviera ocurriendo. Un país en el que todos hablan de futbol, de reinados de belleza y de farándula; no predisponía a mi madre, -cuando le conté todo lo que me pasaba-, a que me tomara en serio. Me llevó donde el cura del barrio, quien no pudo pensar sino en remitirme con su exorcista de confianza. Mis padres, católicos hasta los tuétanos, iniciaron cadenas de oración con los grupos carismáticos internacionales, pidiendo la liberación de mi alma y la expulsión de los malos espíritus. Creo que fue efectiva. Tantas personas deseándome lo mejor generaron el mejor efecto energético. Mis habilidades, aumentadas, ya no me incomodaban ni me hacían sentir un bicho raro. Hice acopio de lecturas que una amiga del colegio me prestaba de la biblioteca esotérica de su abuelo rosacruz y preparé mi propio sancocho de explicaciones metafísicas sobre la escuela de crecimiento espiritual que es la Tierra y mi papel en ella.
Soñar lo que iba a ocurrir y tener que aceptarlo una y otra vez me dió de una sola bofetada la lección de que todo lo que ocurre es perfecto. Solamente cuando juzgamos los hechos desde nuestra limitada capacidad para saber lo que es conveniente o inconveniente, bueno o malo, es que las cosas parecen injustas. Y eso no está mal tampoco porque si no tuviéramos esa percepción equivocada de que el mundo puede mejorar, no tomaríamos la responsabilidad de intentar ser un mejor planeta. Hay que jugar a pasar el examen, venir a esta ficción tridimensional que es la universidad de la vida. Pero el propósito último no es hacer de la tierra un paraíso, sino, intentándolo, descubrir a punta de golpes que no solo no hay nada que cambiar para que el mundo sea mejor, sino que no hay en realidad un mundo allá afuera.
¿Habrá entonces un mundo aquí adentro? Y nos la pasamos sintiéndonos culpables por no ser mejores, por no haberlo pensado o hecho de la manera “correcta”. Lo máximo que conseguimos, la mayoría de las veces, es no crear un infierno. Eso es posible, no hacer de este el peor de los lugares posibles, no desaprovechar el misterio de estar vivos. Y morir tranquilos de no dejar las cosas peor de lo que las encontramos.
Pero yo, como siempre, era más ambiciosa: quería dejarlo mejor. Y pensé que mis habilidades podrían servirme para eso. Cuando empecé a escuchar voces internas ya había leído a Stanislav Grof, y el psiquiatra había descrito con todo detalle la diferencia que hay entre un psicótico, un esquizofrénico y una persona que pasa por una “emergencia espiritual” como era mi caso. Yo no estaba perdiendo mi capacidad natural para actuar de tal manera que mis padres tuvieran que acudir de nuevo a la liga internacional de rezanderos anónimos. Sacaba las mejores notas en el colegio, tenía novios que vivían en buenos barrios y pasaba semanalmente por el salón de belleza. Pero tenía una doble vida: por las noches salía consciente y deliberadamente de mi cuerpo dormido, visitaba lugares antiguos, presentes y futuros de este planeta y de otros muchos (que eran igualmente escenarios holográficos), escuelas de aprendizaje a las que me invitaban como huésped de honor las voces que oía de día en mi cabeza. Leí que eso se llamaba hacer viajes astrales. Eran reales. Puesto que mis visitas las hacía no con mi cuerpo sólido sino con otro más sutil que está dentro de este y se le parece mucho, llamado cuerpo astral; entonces los seres y los escenarios que yo conocía no podía palparlos tan sólidamente como la mesa de mi sala. Sin embargo mi lado escéptico me inclinó a hacer pruebas para asegurarme de que no estaba loca. Fui ganando confianza cuando leí en los libros de Carlos Castañeda que este arte se llama “ensoñar” o “sueño lúcido” y que es una habilidad cotidiana de los brujos descendientes de los nativos Toltecas. Y en todos los casos alimenté mi confianza en mi propia cordura. Una vez me hice enseñar en un sueño frases complejas en Sánscrito escritas hace tres mil años en India y luego comprobé que las que copié en un papel al despertarme eran idénticas a las de una edición bilingüe del “Isha Upanishad”, un libro antiguo que se desconocía en mi país. Ni yo sabía el idioma, ni tenía noticia de que tal libro existiera. Entonces ¿cómo iba a ser mentira que yo viajaba, estudiaba y aprendía de primera mano lecciones espirituales en viajes astrales diarios?
Me despertaba tipo cuatro de la mañana y me dormía sin desdoblarme de nuevo hasta las seis, cuando mamá se encargaba de hacer ruido suficiente con la exprimidora de naranjas mientras hacía el desayuno. Nunca sentí un cansancio como el que deja haber trasnochado. Mas bien estaba siempre lúcida, alegre. No era necesario contarle a nadie para que me creyera, porque esa era, simplemente, mi otra vida; y mis guías eran mis otros amigos de allá que me reconocían como soy verdaderamente. Esta de acá era mi vida de apariencia, mi disfraz de señorita de buena posición social obediente con sus padres y feligrés puntual de las misas de domingo.
Lo difícil vino cuando hubo que escoger carrera, no sé por qué. Hubiera simplemente podido escoger hotelería y turismo, arquitectura, sicología; cualquier pendejada para satisfacer a mis padres y a mi novio de turno. Pero me entró la rasquiña de actuar por convicción, de hacer algo que tuviera sentido, de encontrar una vocación auténtica. Hacía un semestre de lo uno, entraba en crisis con el plan de estudios o con algún profesor y me metía el siguiente período a otra carreta diferente.
La frecuencia de mis viajes astrales empezó a disminuir, seguramente porque estaba haciendo el amor más de la cuenta y me quedaba poca energía por las noches. Estaba fascinada con toda clase de experimentos sexuales, no solo con mi amante oficial sino con varios ocasionales que me fui consiguiendo en los rumbiaderos ( de “rumbiar”, bailar, N del A) de la carrera séptima en chapinero y eso me desconectaba de mi otra vida, me hacía creer en esta, me hacía pensar que tenía que darle un sentido a mis 21 años de edad y “sentar cabeza”. Pensaba en casarme, en tener hijos, toda la programación social que me habían dado en la familia se estaba apoderando de mí, apagando mi conciencia espiritual. Pero algo adentro luchaba por no dejarse opacar.
Y la tensión me enfermó. Caí deprimida. Rompí mi relación sin dar explicaciones y suspendí el semestre sin presentar los segundos exámenes parciales. La menstruación se volvió irregular, al punto que me llegaba a veces cada dos semanas, a veces cada seis. No podía dormir. El psiquiatra de la familia hizo su mejor esfuerzo por convencerme de seguir los consejos de mis padres, hasta que le rompí su vitrina de trofeos de golf con un pisapapeles que cogí de su escritorio y me largué del consultorio no sin antes cantarle sus tres verdades y recordarle que su deber era con mi propia felicidad, no con los dueños de la cuenta corriente que le giraban sus cheques mensuales. Y por supuesto perdí del todo mis habilidades: ni viajaba astralmente en la noche, ni leía la mente de nadie, ni me funcionaba la intuición al echarle el tarot de Osho a mis amigas del colegio, que venían a darme ánimos y a contarme sus desgracias para que yo viera que lo mío era solo una crisis de niña malcriada.
Entonces me acordé de Ramesh. Me había invitado a acompañarlo a India dos años atrás, quería que yo también conociera el mundo. No le hice caso. Le dije que no se ilusionara con un país que ya pensaba más en la carrera atómica, la globalización y las películas de entretenimiento familiar producidas en Bombay; que en la iluminación espiritual. El me refutó, me hizo notar que todavía en Varanassi se seguían las costumbres de la adoración ancestral a Shiva, que le habían dado refugio al Dalai Lama. No me importó y no volví a pensarlo. Solamente, como para salir de dudas, interrogué a unos de mis guías, al maestro kuthumi, en uno de mis viajes astrales; y el me dijo que no era mi hora de recibir las vibraciones de esas tierras.
Ramesh no había vuelto a Colombia. Me había enviado postales desde Nepal, Thailandia y Tibet. Las primeras veces eran pastorales de veinte páginas, que le aconsejé convertir en un Blog, porque eran más tratados de espiritualidad que recuentos anecdóticos para mí, como yo esperaba. Yo quería que me tratara como a su amiga del alma, la que le había ayudado a superar la tusa de la traición de su novia de toda la vida, la que le conseguía boletas para los conciertos de Juanes. Pero el insistía en su tonito doctoral, en su pose de aventurero experto que miraba mi sedentarismo como prueba de que mi inquietud espiritual no le daba la talla a la suya. Y yo me reía por dentro. Yo aprendía cien veces más en una noche que él en un año con una simple visita a los planos astrales. Aunque, si voy a ser justa, para la época en que volví a pensar en su invitación ya casi no recordaba con nitidez las lecciones recibidas. Se habían evanescido en mi conciencia, aunque estuvieran intactas en alguna zona de mi mente, como si el cordón umbilical que me unía a los seres de otras dimensiones que me instruían estuviera a punto de cortarse. Y eso era lo que me tenía enferma. Entonces pensé que India, al fin y al cabo, estaba al otro lado del mundo, es decir, lo más lejos posible de mi madre que ya me sacaba de cabales con su insistencia en que me asentara.
No sabía el paradero de Ramesh, pero yo confiaba en que nos encontraríamos, no me pregunten por qué. Y en una semana organicé todo, dejando boquiabiertos a mis padres que juraban que volvería con el rabo entre las piernas en menos de un mes. Pensaban que se me pasaría la fiebre, como cuando me pagaron la estadía en Boston para que aprendiera inglés -me devolví luego de un año de mamitis y de extrañar el arequipe y los ajiacos (comidas colombianas, N del A). La pobreza del subcontinente no me espantó -ni la mendicidad, ni la exposición repetida a las llagas de los leprosos, el olor de las calles, el smog de Nueva Delhi. Yo solo veía mi propia libertad, por fin respiraba libre de ser la señorita decente con un plan de vida trazado para complacer a mis tías y a otras excelentísimas damas de la sociedad bogotana.
Me fui de mochilera “play”, es decir, con morral profesional para escalar los Himalayas, fajos de billetes de cién dólares escondidos en un “canguro” pegado a la ropa interior y reservas en hotel de 5 estrellas. “Connaught place” era mi lugar favorito para entrar a las heladerías y burlarme a solas del peinado con gomina estilo John Travolta de las parejitas modernas que se atrevían a desafiar a sus padres teniendo novia y yendo con ella al cine antes de la boda. (Creían que estaban desafiando todas las tradiciones propias imitando las cándidas modas de los años cincuentas, haciendo sus propias versiones coreografícas de “Saturday night fever” y de otras películas pasadas ya a los archivos históricos junto con las pintas de Elvis Presley). Me enternecían los de mi edad en India, su buena alma de niños jamás iba a servirles para entender las libertades sexuales de mi generación o la insurgencia armada de mi país, por ejemplo.
Luego de un mes en Delhi me refugié en Puna, en un resort de meditación con todos los lujos, para tener un lugar limpio y con comida que no me causara diarrea, mientras me acostumbraba del todo al País -allí conocí a brujita. Nos hicimos amigas y me convenció de ir a la ciudad sagrada de Rishikesh, que fue donde Retozo me presentó a Ronald –quien me fascinó desde el primer momento con sus cejas pobladas y su cuerpote de nadador consumado. Allí volví a ver a Ramesh.
Todo lo que les he contado se resume en mi nombre, por eso me bautizó así Ananda. Soy no solamente esta mujer común, sino que en mí hay una dimensión cósmica. Shakti significa “energía femenina”, la compañera cósmica de Shiva, quien a su vez es el gran falo productor de vida. Son términos hinduistas, pero lo podría explicar de cualquier otro modo. Yo soy pasividad pura y energía creativa incesante, deseo infinito de manifestación de más y más universos. Por eso cambié mi nombre, en ceremonia sagrada de iniciación oficiada por Ananda. Ella vio eso en mí, como sintió en Ramesh la energía complementaria. Nos dijo que entre los dos podemos hacer funcionar la maquinaria del universo. Y que por eso actuaríamos como los inseminadores espirituales del grupo
Y eso fue lo que logré con Ramesh tan pronto como lo conocí, inseminarlo, porque aunque tenía la vocación espiritual no tenía sin embargo los chakras abiertos. Son ruedas de energía que llevan milenios cerradas, tal vez hace mas de 13.000 años ningún ser humano las había despertado en su propio organismo, con la excepción de algunos pocos guías de la humanidad incomprendidos, deificados en contra de su propia voluntad, o masacrados por sus coetáneos.
No es poca cosa este experimento que estamos haciendo, es jugar con fuego sagrado. Sin embargo hay que hacerlo. Hemos recibido una orden a la que no podemos negarnos. Hay una voluntad de un poder supremo que está ávido de entregarse como amor compasivo a cada unos de los seres que pueblan el mundo. Pero es tan poderosa que parece que se comporta como si no tuviera el menor reparo en destruir todo a su paso para conseguirlo. Y tal vez nos haga trizas. Quizás nos haya tomado a los siete por tubos de ensayo para sus primeros experimentos. Por eso el grupo.
RONALD. DÍA DOCE. MARZO 21
Cuando Shakti estaba de pelea con su madre, siempre quería hablar mal de Colombia. Yo le decía que no, que el futuro está en América. Ella me respondía que idealizo, porque lo ajeno siempre parece mejor que lo propio. Y sí, estoy cansado de un continente viejo, lleno de museos y de recuerdos y de glorias bastardas. Ser inglés me ayuda a identificar lugares donde abunde lo que más me faltó a mí. ¿De qué me sirvió una educación cerebral? Aprendí estudiando en Washington la eficacia gringa y viviendo en Francia las poses de la buena cocina. Naciendo en Londrés aprendí el desprecio por los inmigrantes, especialmente si llamaban “Alá” a si Dios. Todo me lo enseñaban al revés y nadie me mostraba el amor hasta que entré a formar parte de los siete. Esto no habría podido ocurrirme con ingleses ni con franceses. La prensa mundial se arrepentirá de haber ensuciado la imagen de Colombia con historias de narcotráfico y la misma vergüenza sentirán los productores de cine colombianos dedicados a exportar historias de violencia y “mulas”. Siempre supe que Suramérica guardaba un tesoro. Europa presentía lo que significaba ese continente largo y esbelto que ocultaba los tesoros de “El Dorado”. Se imaginaban toneladas de oro, pero la verdadera riqueza la tuvieron siempre enfrente, sin poder reconocerla: era el alma inocente de colombianos como mis amigos.
Cuando conocí a Shakti lo supe, fue inmediato. Ella me atrajo al universo de la gente con buen corazón, me trajo a Suramérica. Siempre fui bueno para sospechar lo que se oculta tras los telones, y detrás de sus ojazos verdes y sus intentos enrevesados por hacerme comprensible sus mundos astrales y todas sus otras fantasías de loca de atar yo sabía que había, para mí, un “Dorado”. Shakti y Búho estaban en el restaurante de comida Israelita jugando ajedrez para matar el tiempo antes de ir al “Sat Sang” (reunión espiritual, N del A) con el nuevo gurú que Ramesh les había recomendado, un tal “Ravi Shankar”. Retozo los acompañaba, aburrida. Ella y yo nos habíamos cruzado un par de veces en el café internet. Me vio y me hizo un guiño para que me acercara.
Yo estaba estrenando libertad. Recién llegado de Africa con un par de amigos suizos, probaba lo que se sentía no estar en un país desarrollado ni tener que tomar una decisión laboral. Ya era profesor de Español y licenciado en Literatura hispanoamericana, pero me faltaba la especialización, la maestría, el doctorado. Y no quería entrar todavía en esa estúpida competencia por tener más postgrados para ufanarme de ellos en una hoja de vida que me diera una cátedra en Londres. Cuando entré al restaurante Shakti levantó la mirada sin motivo, o molesta por las risotadas nuestras que la distraían de su Jaque Mate. Me asusté de verla mirándome fijamente, como si tuviera derecho de hacer lo que quisiera con mi temblor de niño asustado. Pero luego volvió a concentrarse en el juego como si hubiera estado mirando al vacío y no volvió a dirigirse a mí hasta que retozo tuvo la ocurrencia de presentarme a sus amigos. Me preguntó la hora haciéndome entender que le importaba un centavo mi respuesta y me atacó enseguida con un seriado de preguntas sobre temas espirituales que me apenaron más todavía. Entonces hizo un Jaque Mate para humillar al Búho, quien salió del Restaurante con Retozo, disgustado. Nos quedamos solos.
Shakti me habló sin piedad. No sabía escuchar. Me empezó a dar cátedra sobre Lobsang Rampa y otros escritores de menor cuantía, mientras mis amigos suizos me hacían muecas de aburrimiento insinuándome que me deshiciera de la Colombiana. Y se fueron a la cita con las italianas que nos acabábamos de levantar, sin esperarme. Yo no podía adivinar qué era lo que me engatusaba de Shakti, si su cintura menudita de latina por conquistar, o su estatura de maestra espiritual en ciernes, o el tono suave de su inglés norteamericanizado pero gracioso, sin duda aprendido en Boston por los declives al final de la frase.
Shakti era una fanática de todo: el buceo, las carreras de caballos, el Tai Chi, las novelas de Harry Potter, las Hamburguesas con tocineta. Me lo hizo saber en media hora, sin haberse enterado todavía ni de mi nombre, ni de mi país de procedencia, que parecían no importarle. Lo que si era evidente es que necesitaba urgentemente acostarse con alguien y que yo reunía todos los requisitos: no era colombiano, estaba de paso y le gustaban mis cejas pobladas. Pero cuando le insinué que nos fuéramos a mi hotel empezó a dejar a un lado su cuestionario espiritual para saber si éramos almas afines, y comenzó a escucharme por fin. Mi honestidad la excitaba más todavía. Le expliqué que era normal para muchos europeos como yo, así como para los Israelitas que empezaban a atestar el restaurante; liberarse de la presión de iniciar una vida productiva haciendo viajes de bajo costo en países baratos como India, con la excusa del montañismo y el canotaje, para tener amoríos furtivos con mochileras como ella. No le importó. Entendió que mis móviles no eran espirituales y que el país podía ser llamativo por algo más que por sus Gurús y sus monumentos mogoles. Pero no veía obstáculo en ello como para no inducirme a experimentar una nueva modalidad del yoga que estaba pegando internacionalmente desde que varias actrices famosas de Hollywood habían adelgazado practicándola. Me estaba invitando a la academia matriz, que estaba cerca, allí mismo, en Rishikesh, al otro lado del puente de “Ram Jhula”.
-¿ y para que iba a adelgazar yo? –yo estoy es más bien flaco-le dije.
Pero ella apoyaba su teoría de que el Vynyasa yoga tenía un aspecto exotérico, que era el que le vendían a los occidentales; y otro esotérico que era el que podía interesarme. A mí me interesaba más bien saber si la fama que tienen los hombres latinos como amantes era extensible a las Bogotanas de buena familia, como ella. A esa edad no habría podido pedirse otra cosa de mí.
RETOZO. DIA DOCE. MARZO 21
Hoy tengo la paranoia alborotada. Y como en estos casos, cuando uno cree que puede morirse en cualquier momento, hay que confesar lo que no se haya dicho. Tengo un secreto para confiarles antes que mi módulo se precipite en un falso piso de un glaciar y yo caiga hecha un puntico dos kilómetros abajo.
Un día de plenas lluvias en India, en junio, en medio de un diluvio monzónico, Ananda y yo nos quedamos a solas en la cabaña de los brahmanes, ya saben, esa bonita de techo bajo en la cima de la colina, a la entrada del camino en el que vimos pelearse a dos elefantes. ¿Se acuerdan? Allí íbamos todos a tomar el té mañanero y a hacer una sesión de preguntas, pero esa vez los demás no pudieron llegar porque la inundación de los terrenos bajos llegaba a los dos metros de altura. Había fango corriendo y metiéndose por todas partes. Yo había ido temprano antes que nos aplastara el agua para preparar la cocina y limpiar. Ananda había dormido en el lugar. Cuando notamos que la reunión sería imposible me dijo:
–Esto es por algo. Me acaba de llegar la certeza de que tengo que escogerte a ti para que sepas una cosa que todavía no le puedes contar al grupo de los siete.
Y comenzó a hablarme. Era una situación extraña, porque yo me sentía la menos apta y la más alejada de sus afectos. Ananda siempre te ponía a ti, Ramesh, o a ti, Brujita, o a Shakti, a cumplir misiones especiales.
Me dijo que con el paso de los meses, tal vez los años; nos iría preparando para un viaje increíble. Habló de la madre tierra y del cuerpo humano y los misterios conocidos por los Pandits (cantores de himnos espirituales antiguos, N del A) que recitaban el Rig veda. Yo no le entendía muy bien ni recuerdo al detalle todo lo que argumentó, pero me quedaba claro que así como nuestro cuerpo tiene un corazón del que depende su vida, este planeta tiene el suyo, que también late. El viaje que me proponía, según entiendo, era similar a una especie de familiaridad que debíamos alcanzar, no usando el cerebro, sino el corazón. Y se refirió muy específicamente al órgano físico con sus aurículas y ventrículos, deteniéndose mucho en la descripción de un punto neurálgico que al parecer no debe ser tocado jamás en una cirugía, porque si eso ocurre se enloquece todo el sistema de bombeo del flujo sanguíneo -ya no hay ritmo ni coordinación de nuevo y el paciente muere. Dijo que es como si hubieran descubierto el corazón del corazón, un núcleo neuronal complejo que es mejor no analizar porque nunca, jamás, se ha visto que funcione mal. No existen enfermedades relacionadas con él, así que ¿para qué hacerle análisis de tejidos, pruebas microscópicas?
Ananda parecía desvariando. ¿Para qué me revolvía temas de anatomía con asuntos espirituales y que tenía que ver todo eso con la madre tierra? Dijo que del resultado de la travesía dependería que encontráramos o no un cofre. Lo comparó con el lugar secreto del corazón y añadió que su contenido era el tesoro más valioso que pudiera existir; no solamente por la belleza cristalina que emanaba de él, sino por la sabiduría y el amor que insuflaba a quien lo tocara con sus manos. Pero que no podía ser visto. Que siempre que alguien abriera el cofre debería seguir un ritual especial que ella me enseñaría. Me advirtió también que no todos estaríamos preparados para la experiencia, porque tocar el objeto producía también un impacto tan fuerte en el alma, que podía impedir volver del mundo astral al cuerpo físico. Y agregó que la humanidad elevaría por fin su nivel de conciencia si ese objeto saliera de su escondite gracias a nosotros. Las guerras, la desigualdad, la banalidad; dejarían de ser una noticia cotidiana si lo encontrábamos y lo entregábamos a los líderes de la tierra.
Yo no sabía qué responderle. ¿Me estaba poniendo una metáfora? ¿O se lo tomaba literalmente? ¿Y quería de verdad que le creyera? Me sentía como cuando le confían el anillo al héroe de la epopeya de J. R.R. Tolkien.
Ananda se divertía con mi cara de sorpresa, creo, pero estaba más seria que nunca. Casi estaba furiosa, o tal vez arrepentida de haber hablado tan pronto. No era fácil deducirlo. ¿Estaba probando que tan ingenua podía ser yo? ¿Íbamos a morirnos de la risa del carretazo (retahíla, N del A) que me acababa de echar? Y no dijo ni una palabra más ni me permitió hacer preguntas o comentarios, pero con un gesto que nunca voy a olvidar me hizo entender que había cumplido con su deber al decírmelo y que ya era mi problema si lo creía o no, si yo estaba o no a la altura de su profecía. Inmediatamente cambió el tema como si nunca hubiera mencionado una palabra y aunque me notó estupefacta inquisitiva durante las dos horas siguientes que duró el palo de agua (aguacero, N del A) ; no me dio chance de averiguar más.
Esto se los digo porque me pregunto qué pasaría si me muero y no se los cuento. Si es cierto lo que me anunció, todos tenemos que tenerlo en cuenta. Puede que esa sea la tarea más concreta a la que nos haya enviado: a hacer algo en el centro de la tierra con una especie de cofre que serviría de antídoto contra la evidente estupidez de los líderes del mundo. Sé que suena a película de Hollywood. ¿Pero este viaje tan loco no es de todas maneras un poco cinematográfico? No lo sé, pero no me lo podía callar. No digan nada. Como yo cuando lo escuché, a ustedes les parecerá rarísimo. Yo les puedo parecer una mitómana. Pero he cumplido.
RAMESH. DÍA TRECE. MARZO 22
No se quiere llegar al corazón de la tierra sin antes sufrir un cambio desgarrador. Esta será la primera vez que cuente mi historia completa, porque ni siquiera a ustedes se las he contado del todo. No era el momento. Pero lo que estamos por presenciar requiere un preámbulo. Y sé que en parte se debe a mi influencia que ustedes hayan venido hasta acá, arriesgándolo todo por saber de qué se trata este experimento. Sé que me han creído porque les he dejado saber que estoy bien informado.
Cuando estábamos en Rishikesh yo les daba piezas del rompecabezas para que nuestras mentes estrechas pudieran irse abriendo paulatinamente. Quise ser pedagógico, mejor dicho. Y me sirvió para enseñarme a mí mismo lo que no comprendía aunque lo hubiera entendido, haciéndoselo sencillo a ustedes primero. Pero no fue así como tuve yo que abrirme a una percepción completamente nueva de la historia humana y de mis posibilidades. A mí me tocó a la fuerza.
Mis primeras sospechas de que la realidad que me mostraba mi sociedad era parcial e incoherente comenzaron por un hecho sin importancia. Yo tomaba unos cursos libres en la Universidad de Los Andes. En una visita al museo del oro, en Bogotá, organizada por mi profesor de arqueología comparada, me detuve a mirar un objeto que a todos les paso desapercibido, pero a mí llegó a obsesionarme. Era un modelo dorado de lo que durante mucho tiempo se consideró un ave, mariposa o pez volador, y que fue encontrado en una tumba junto a otros objetos enterrados cuya antigüedad se estimó en 1.800 años.
Me van a perdonar que les dé los detalles técnicos sobre la pieza, pero de lo contario no van a comprender nada. Supe que, posteriormente a su hallazgo, este artefacto fue examinado con lentes de aumento por Ivan Sanderson, quien sospechaba que no era una réplica de un organismo vivo, sino de un objeto mecánico de gran parecido a un avión con alas en forma de delta, compartimiento de motor, cabina y parabrisas, todo ello situado como en un diseño moderno. Estaba dotado incluso de cola y alerones. Este objeto fue mostrado a varios pilotos e ingenieros, como J. A. Ulrich, profesor de aerodinámica que luchó como piloto en las dos guerras mundiales. Cuando le preguntaron qué era, -sin advertirle de dónde provenía- , dijo que se trataba sin duda del modelo de caza F-102, por las alas curvas en los extremos de un aparato a chorro. Señaló que algunas de sus características, como la falta de elevadores traseros (que el F-102 tampoco tiene) eran similares a las de un nuevo aparato Sabré, recientemente desarrollado en Suecia. Un comentario de Ulrich que encontré después y que tengo aquí mismo en mi computador portátil fué: “Su forma es válida sólo para ciertos tipos de vuelo. Esa clase de ala es adecuada para la atmósfera hasta una altura de 15.000 a 18.000 metros, la curvatura es para prevenir vibraciones al superar la barrera del sonido. La estructura del ala indica posibilidades supersónicas ya que cuando se vuela a una supervelocidad se forma un colchón – hasta podría volar debajo del agua sin que le fuesen arrancadas las alas. Si se quisiera mover un vehículo a gran velocidad en un medio submarino debería ser construido de esta manera.”
Todo lo que volaba me fascinaba desde niño. Mis padres tenían chistes sobre mi embeleso, porque solo pedía juguetes que pertenecieran al elemento aire. Llenaba la repisa de mi habitación con helicópteros, globos de hidrógeno, dirigibles, avionetas de hélice, aviones de turbina y paracaidistas. A la salida del colegio vendían unas hélices de lata disparadas desde un eje hecho de varios alambres enrollados que le daban impulso, yo me pasaba horas descubriendo sus mecanismos y aprendiendo a fabricarlas. Luego vinieron las colecciones de aeromodelismo, los juegos de video con simulación de cabinas de pilotaje en los que me la pasaba fines de semana completos sin salir a la calle aprendiendo a despegar y aterrizar en todos los aeropuertos del mundo. Y a los quince años en vez de ir a fiestas me quedaba probando el “space simulator” que tenía varios tipos de naves interplanetarias. Aprendí las leyes de la física en ambientes no atmosféricos y me deleitó saber que sin la fuerza de la gravedad la inercia hacía de las suyas llevándome indefinidamente por espacios inconmensurables y vacíos silenciosos en los que descubrí la verdadera dicha de la soledad. Tan pronto tuve la mayoría de edad, por supuesto, mis padres apoyaron el costoso curso de aviación privada y luego la profesionalización como piloto comercial. Leí y releí a Richard Bach, no por ser un gran escritor, sino por ser un gran soñador. Era mi ídolo. Los ovnis estaban de moda en películas que vi docenas de veces. Me sabía de memoria las especificaciones de todos los aviones de la segunda guerra mundial, ya fueran los de los aliados o los de los nazis.
Hasta aquí lo normal. Habrían podido describirme, simplemente, como un muchacho con una vocación temprana y admirable por la aviación. Pero lo preocupante para mí era soñar que volaba –algo que no comunicaba a nadie para no ser tomado por loco. Todo el mundo tiene sueños de volar y eso no es lo extraño. Pero a mí, específicamente, me parecía que volar al soñar era más real que despertarme y volver al cuerpo. Más real. Tan verdadero que desde los cinco años de edad, al despertarme, me sentaba en la cama a poner en práctica los trucos aprendidos en mis sueños lúcidos, convencido de que tenían que funcionar despierto. No veía por qué no marchaban bien las cosas si cuando estaba durmiendo yo tenía un cuerpo igual al que tenía al estar despierto, con brazos y piernas. En cada experiencia onírica descubría nuevas técnicas, pero a diferencia de las que iba a conocer para hacerlo con simuladores virtuales o aeronaves reales, la influencia de mis emociones en los resultados era notable. Uno puede calibrar un timón de mando con precisión para hacer una aproximación suave a una pista inclusive en medio de un gran estado de pánico, pero la más mínima brizna de temor puede dañar por completo un giro cuando se vuela en sueños. Todo eso lo iba aprendiendo, perfeccionando y era lo que en realidad me interesaba. Pero ningún niño de mi edad entendía de lo que le hablaba cuando yo le confiaba cuales eran mis verdaderos juegos. Ni la psicóloga del colegio me tomó en serio cuando le expliqué que me gustaba más dormir que ir a fiestas para conseguir novia. Ella no entendía que dormir era para mí estar más despierto que cualquier otro adolescente. Me declararon melancólico, depresivo, hipoactivo; y me prescribieron clases de karate que detestaba pero con las que cumplía para tranquilizar a todos y demostrar que iba a ser un bachiller normal, exitoso y competitivo. Me prometí no volver a hablar del asunto y continuar por mi cuenta.
Para despertarme mientras dormía y ponerme a volar simplemente me lo proponía. Me decía a mi mismo: “tan pronto tengas tu cuerpo de volar activo y hayas dejado dormido el que está hecho de materia, voy a despertarme en el primero”. Y así comenzaba mis sueños lúcidos. No lo lograba siempre. Perseveraba día tras día. Antes de lograrlo, una noche, me desperté creyendo que estaba sonámbulo. Soñaba estar al borde de mi cama, intentando no tropezarme con el armario y encontrar el baño, cuando me di cuenta que algo no era normal. Intenté identificar la anomalía. Cuando me movía sentía una especie de torpeza y el armario cambiaba de sitio cada vez que intentaba esquivarlo, poniéndose enfrente mío como si quisiera impedirme que fuera a orinar. Uno es muy lógico en esos estados y puede concluir cosas. Deduje que no estaba en mi cuerpo de tierra, el torpe, el que no sabía volar; y que por eso intentaba moverme con las leyes físicas comunes.
Puesto que los objetos comunes no se comportan según las leyes de lo que llamé “mundo del aire”, no saben lo que quieres ni lo que sientes y no reaccionan en consecuencia. Se quedan donde estás y parecen muertos. Por eso el armario, que era un objeto onírico, me afrentaba sabiendo que yo deseaba orinar y temía no alcanzar a llegar a tiempo al inodoro. Y este armario “sabía” que yo temía orinarme en la cama, estaba tomando robada esa emoción de mi y la estaba convirtiendo en su propia existencia ilusoria, haciendo cumplir mi temor, es decir, impidiéndome llegar al sanitario.
Los objetos de los sueños son como personas: tienes amigos, enemigos y neutrales. Y este era un enemigo. No son, como dicen los psicólogos, una pura y simple proyección de tu mente. Tienen existencia propia. Pero existen porque te roban parte de tu energía, que se vuelve independiente de ti, para convertirse en ellos. Estas eran las leyes de la anomalía onírica que yo intuí en una fracción de segundo. De inmediato me puse a la tarea de transformarlas para mi propio beneficio. Decidí confiar en que, puesto que se trataba de un sueño, yo no corría peligro alguno de orinarme, así estuviera en mi cama durmiendo y mi vejiga estuviera llena y con ganas de vaciarse. Las ganas aumentaron y eso me despertó más, así que la torpeza con que me movía disminuyó, permitiéndome despertar mas todavía dentro del sueño. Bien lúcido me di cuenta que había estado moviéndome por la habitación en estado de sueño consciente, es decir, inconsciente de haber pasado a mi cuerpo de volar. Y que no lo estaba usando para lo que era, es decir, para flotar, trasladarme, teletransportarme a donde quisiera. Mi primera conclusión, ya despierto, fué que uno sale al otro cuerpo pero sigue dormido, inconsciente en él; y que hay que aprender a darle conciencia para que se ponga a funcionar, como hay que darle gasolina a los aviones mecánicos para que despeguen.
Cuando uno se ha ejercitado en despertar mientras duerme (para poder volar en sueños) viene la segunda etapa, que desde preadolescente dominé con destreza. Es la etapa de saberse direccionar, que es muy difícil, porque los sueños están llenos de objetos fascinantes que quieren tu atención para alimentarse de ti en vez de dejarte llegar adonde te has propuesto. No es muy distinto de la vida cotidiana, vienes a cumplir una misión y te encuentras con millones de experiencias que o te atraen, o te espantan o te son indiferentes. Vas volando y un universo nuevo está contigo, eres tú mismo, disperso en todo lo peor y todo lo mejor que vas creando a tu paso. No te das cuenta de que lo estás materializando, porque estás acostumbrado a que las cosas que produces se parezcan a ti. Y este tipo de cosas parecen muy diferentes de cómo te has venido definiendo a ti mismo. No sabes que eres un ángel, así que ves uno en tu sueño y piensas que es una ilusión. No sabes que eres un dragón y te pasa lo mismo. No los tomas en serio. O los tomas demasiado literalmente y entonces te apegas a ellos si te gustan, o sales despavorido si te disgustan, o pasas de largo si no te dicen nada. Eso tampoco es lo correcto, porque son reales. Son más reales que la vida cotidiana. Y yo lo sabía desde niño, nunca llegué a dudarlo. Lo repito de nuevo, se los repito como un mantra: los objetos que produces en los sueños lúcidos son más reales que la verdad que te circunda si estás plenamente despierto cuando duermes. Pero para eso hay que aprender a estar alerta, a no dormirse, a no convertirse uno en un fantasma sonámbulo. De lo contrario los fenómenos que visites te van a atrapar.
Cuando supe despertarme dentro de un sueño fue porque logré no estar ansioso de lograrlo. Siempre que me dormía con ganas furiosas de volar, -que era lo más satisfactorio que conocía-, me levantaba a la mañana siguiente sin recordar nada o tenía lo que yo llamaba “sueños de mentiras”, es decir, experiencias en las que sucedía una de dos cosas: 1- Los objetos soñados se presentaban tan al azar y dispersos que no se podía armar una historia con ellos -como en un “collage” de un esquizofrénico. 2- Las cosas soñadas habían sido tan coherentes que mi conciencia había quedado totalmente convencida de la realidad que presentaban -lo que me había causado o una gran alegría o una profunda desdicha que me había impedido volar.
Si me iba a la cama más sereno y contento era más frecuente poder elevarme hasta alturas enormes y convertirme en naves exóticas con las que era posible viajar aun más lejos. Por lo tanto tener problemas académicos o de otro tipo no me convenía. Si estaba a disgusto con mi vida normal me sentía pesado y eso me hacía desear con ansiedad la salvación que me brindaban las experiencias nocturnas. Ninguna de esas emociones negativas era una buena gasolina para despegar. Mas bien me clavaban al piso y al día siguiente estaba desesperado de tener que vivir en el mundo físico. Este universo en el que vivimos atrapados los seres humanos, comparado con el otro, es bien sonso. Los objetos comunes no cambian de identidad a nuestro antojo sino que persisten en parecer iguales. Un paraguas es un paraguas y nada más, no puedes sino romperlo en pedazos o conservarlo como una reliquia, pero eres incapaz de decirle que se convierta en serpiente e inicie una batalla con los bastones de tus enemigos a ver quien se come a quien. No es divertido.
Necesité aprender a serenarme y a tener dos vidas, igual que te tocó a ti, Shakti. Por eso somos almas gemelas, me he sentido totalmente identificado con lo que escribiste. Uno era el niño juicioso, el orgullo de mi familia; y otro el navegante del “mundo del aire”. Cuando vi en televisión brujas que volaban en escobas supe que esas leyendas tenían un asidero y la enciclopedia que celosamente había coleccionado mi padre años atrás me informó sin tardanza que en la edad media se atribuía esa cualidad a las mujeres curanderas, yerbateras perseguidas por la iglesia y quemadas vivas por sus pecados. Mi vergüenza aumentó, supe que era un brujo. Supe que aunque en mis tiempos no funcionara la inquisición había una prohibición en el ambiente. Pero no dejé de levitar. Por el contrario, decidí perfeccionar mis habilidades porque todo me decía que no había llegado al límite. Y entendí de lo que se trataba “Juan Salvador gaviota”, un libro escrito por otro mago disfrazado de escritor de ficción. En esa novela la gaviota protagonista llegaba a niveles enormes de velocidad, hasta alcanzar la teletransportación instantánea. Eso quería yo.
Fue al cumplir los dieciocho años de edad cuando encontré la primera de siete técnicas para conseguir la maestría. Ya había aprendido a convertir mi “cuerpo del aire” en diversas naves espaciales que había visto en series de ciencia ficción, pero creía que poseían las limitantes especificadas en el simulador virtual. Mi mente, limitada por el entrenamiento en el computador casero, no se desprendía de esas reglas del software -cuando soñaba conducir primero, y convertirme luego, en el modelo escogido.
Mi preferida era la “Odissey”, de la serie televisiva “Stargate” mejorada de una versión terrícola por los “extraterrestres de Asgard” antes de que se extinguieran y le dejaran el cuidado de la galaxia a los humanos. Tenía cuatro motores hiperespaciales, escudo de dilatación de tiempo, compensadores de inercia y sintetizador de materia. Era un truco sencillo convertirme en ella y soñar desde el viernes hasta los sábados al mediodía, al punto que mi madre llegó a pensar que yo estaba enfermo. Me llevaron al médico por si se trataba de alguna deficiencia endocrina, porque no era natural que un muchacho se acostara a las ocho de la noche un viernes en vez de irse de rumba, y se levantara solo a punta de gritos y sacudidas al mediodía de la mañana siguiente sin haber desbaratado el tendido de la cama. De modo que estaba bien familiarizado con naves en las que sabía convertirme, obras de la imaginación cinematográfica, pero me limitaba a sus características, como si las cualidades que les habían otorgado los escritores de ciencia ficción tuvieran una especie de patente que me impidiera perfeccionarlas. No volaban más rápido, ni tenían más eslora, ni podía mutarse su sistema propulsor.
Yo me pregunté por muchos meses a que se debía esa restricción. Cuando se trataba de generar cualquier tipo de paisajes, personas y seres fantásticos, mi mente no encontraba problemas y me soñaba con ellos a voluntad. Tenía que impedirles a tiempo que me robaran mi energía, porque esa es su tendencia inherente y eso te impide seguir volando. Pero no había ningún otro problema. Hasta que la respuesta comenzó a revelarse, la noche el 24 de febrero en que yo estuve particularmente enfermo. Tenía un estado avanzado de desnutrición, porque llevaba más de dos años sin comer carne y además me había dado varicela. Mi sistema inmune estaba lo más bajo posible, era un estado de debilidad extremo. Con el paso de los años he observado que mientras más me estorbara la experiencia de estar en mi cuerpo más fácilmente me iba y por más tiempo me quedaba.
Y esa noche me sentía más y más desprendido. Entonces, no sé por qué, -cuando ya había disfrutado de sobrevolar unas ciudades que se me habían vuelto familiares-, empecé a sentir que mi “cuerpo del aire” se transformaba, no ya en lo que tenía acostumbrado, -naves de ciertas especificaciones estrictas-, sino en un extraño avión supersónico que zumbaba de una manera desconocida. Mis oídos retumbaban. El sonido se parecía al de los cuencos tibetanos cuando se frotan, mediante un efecto de sumatoria de ondas que también puede lograrse pasando varias veces en sentido circular un dedo húmedo por el borde de una copa de vidrio fino. Me sentí incapaz de transformar mi cuerpo a voluntad en la nave que yo quisiera. En vez de eso me convertí en un huésped de una burbuja alargada, una especie de domo reflejado en sí mismo, como repetido en la imagen de un espejo, de unos 22 metros de diámetro. Parecía a un O.V.N.I. pero muy pronto adquirió –no me lo van a creer- la forma exacta de la nave que yo iba a ver en el Museo del Oro en Bogotá.
Y yo decidía, ahora sí, ir a cualquier velocidad, hacer cualquier maniobra sin ninguna limitación que no fuera mi propia imaginación y mi propia capacidad de soportar lo impensable; porque cualquier cosa que deseaba se materializaba al instante. La nave se fue concretando tanto que las sensaciones táctiles, visuales; -que en los sueños de volar suelen ser más bien difusas-; rápidamente se volvieron específicas. Como tal vez ya les dije, si una sensación se vuelve específica en un sueño de volar es porque uno se está dejando atrapar. Pero en este caso no podía impedirlo, sino que cada vez entraba más y más en la certeza de estar allí, aceptando que la sensación de realidad me consumiera a niveles mayores, hasta que definitivamente me sentí en ese mundo como me siento en el mundo de la vigilia. ¡Es decir que no había diferencia, ninguna diferencia!
Fue una revelación, la más terrible que he recibido en mi vida. ¡Había descubierto cómo crear una realidad sólida en un tiempo lineal, igual en todas sus características a la de la vida cotidiana! Pero tras unos minutos de regocijo por mi descubrimiento, tras un rato de jugar con los controles e interpretar el curioso lenguaje en el que estaban escritos los símbolos de las pantallas abordo, comencé a temer lo peor. Primero temí estrellarme. Si esa nave real se estrellaba y yo moría en ella, entonces no sería posible despertarme en caso de accidente y salir ileso. Segundo, tuve pánico de no ser capaz de volver a la vigilia porque desconocía las reglas para ir hacia atrás. Tercero, me espantaba sentir terror porque la emoción me estaba robando la capacidad de volar, no me estaba ayudando a despertar de la pesadilla.
La nave, en vez de desdibujarse, volaba cada vez mejor y respondía rápidamente a mis comandos. Yo comprendía intuitivamente los símbolos de los paneles de control, que eran de un lenguaje que sin embargo no conocía. Miré por una ventanilla para averiguar por qué no se veía nada y por qué los instrumentos no detectaban ni montañas, ni tierra firme, ni cosa alguna bajo mis pies; y quedé totalmente desorientado, no me rodeaba ningún cuerpo. La nave estaba sola, sin flotar en el espacio ni tampoco en atmósfera alguna. Por lo tanto, ¡se sentía completamente estática! Era tenebroso y fabuloso a la vez, era obvio que yo estaba atrapado en una cárcel, en un espacio ni flotante, ni sumergido, ni enterrado. Ni siquiera me rodeaba la oscuridad o la luz, las ventanillas daban al vacío.
Observé mi reloj y los dígitos cambiaban. Deduje que aunque no existía el espacio transcurría el tiempo. Los objetos sólidos eran tan concretos como ahora lo son nuestros módulos de transporte y el hielo que nos circunda. Simplemente acepté que me estaba yendo para siempre de mi vida anterior, de mi universo conocido. Admití que no podía evitarlo y entré en un éxtasis maravilloso como el que han de experimentar las almas en el cielo. No recuerdo nada más.
Desperté en el hospital. Era un milagro que hubiera aparecido de nuevo en mi mundo de siempre y rodeado de mi familia. Llevaba dos meses en coma. Mi cuerpo nunca volvió a ser el mismo, era como si hubiera perdido la confianza al caminar, vacilaba al alargar la mano para tomar un vaso y beber un sorbo de agua. No era como recuperarse de la inmovilidad ni como restablecerse de la pérdida de fuerza muscular en una pierna cuando ha estado enyesada muchos meses. Algo cambió porque desde entonces no me he envejecido –no visiblemente- , y por eso ustedes no me tomaron en serio cuando les dije que yo era el más viejo del grupo, hasta que les mostré mi cédula.
Todo esto se los he contado para que puedan ponerse en mi lugar y se imaginen lo que sentí cuando me encontré la misma nave en la que había estado atrapado, en el museo del oro de Bogotá. ¿Cómo podía estar allí? ¿Cómo podían los chamanes indígenas, supuestamente más atrasados que los conquistadores españoles, haber imaginado ese aparato volador? ¿Y por qué este, a diferencia de todos los modelos que yo había proyectado en mis fantasías nocturnas, tenía la propiedad de volverse real y de doblegarme a su realidad ominosa? Yo me preguntaba además por qué en mis ensueños cualquier aeronave creada por la imaginación cinematográfica era incapaz de superar sus propias limitaciones y en cambio esta no. Se supone que la imaginación no tiene límites y que la realidad, en cambio, está sujeta a las leyes de la solidez. Por tanto ninguna nave tendría que impedirme soñar a mi antojo, ni las producidas por las mentes del hombre moderno, ni las originadas por la fantasía artesanal de los indígenas de América. Y sin embargo este vehículo, a la vez que se acoplaba a mi mente y a mis deseos como un perro dócil, me había casi que arrastrado a una realidad paralela. Concluí que estaba en un dilema: o la “nave de oro” como decidí llamarla, había sido imaginada de otra manera -con una materia de la fantasía que tenía propiedades diferentes a las de las mentes de los escritores de ficción-, o positivamente tenía que haber existido alguna vez.
Hay un momento en el que un ser humano intuye la misión para la cual ha nacido. Y ese instante de epifanía para mí fue cuando me quedé mirando la aeronave Muisca en el museo del oro hasta que los guardias de seguridad me dijeron que era hora de cerrar. Yo me había quedado inmóvil viéndolo, sin poder oír ni ver otra cosa que mi propia sensación de estar allí adentro, reconociendo que ya había estado habitando esa forma dorada. ¡Yo tenía que averiguar cómo era posible que los universos que se me revelaban en mis sueños conscientes se dieran la mano con mi realidad cotidiana! Y ese objeto contenía la clave para saberlo.
Desde entonces sabía que mi tarea en el mundo sería investigar la relación entre estas dos, o quizás más, realidades paralelas. Y no se me ocurría que hubiera ninguna profesión o carrera académica que pudiera brindarme siquiera alguna pista, excepto la de piloto comercial. Una vez certificado comencé por aceptar un trabajo en aviones de carga, que llevaban y traían mercancías desde Bogotá hasta Leticia. Pero los narcotraficantes querían reclutarme para sus filas y eso me dio el impulso para pasarme a trabajar en una compañía aérea que me regalaba millas gratis además de un buen sueldo. Leí todo el material disponible en librerías sobre tecnologías ancestrales, que es altamente especulativo y no menos fascinante. Había algunas referencias sobre posibles aeronaves asociadas con las pistas de Nazca en Perú, intrigantes pasajes del antiguo testamento, atrevidas especulaciones acerca de grabados en piedra en pirámides mayas y aztecas que evocaban la imagen de astronautas intergalácticos percibidos por los indígenas como dioses venidos de los cielos. Viajé a Méjico y conocí las pirámides, me extasié en Tenochtitlan sintiendo que yo había sido uno de sus pobladores en épocas remotas. Chichen Itza me pareció una ciudad sospechosamente parecida a otra que ya había visto ensoñando, una urbe aeroflotante, Atlantis, de 21 kilómetros de eslora.
Pero seguía desesperado. Todo esto que yo estudiaba, que podría llamarse “arqueología especulativa” debería convertirse alguna vez en una ciencia comprobada que escandalizara a nuestra civilización occidental demostrando que la historia conocida se quedaba en pañales comparada con el esplendor espiritual y científico de civilizaciones pre diluvianas. Ni siquiera estaba muy claro en qué consistiría tener una evidencia, pero me intrigó sobre todo una obtenida en Palenque, México. Es una figura maya semireclinada y labrada en piedra sobre la tapa de un sarcófago que se encontró dentro de una pirámide. No se sabe lo que representa la figura en detalle. Observé que las interpretaciones de estos enigmas son fantasiosas en proporción directa al deseo de que los libros se vendan, pero que también son objeto de burlas injustas que ponen celosos a prestigiosos colegas académicos de los escritores más arriesgados. Eso no demerita ni la objetividad de los arqueólogos escépticos ni la osadía de los escritores efectistas, pero sí me dejaban permanentemente en un limbo que no era ni sabiduría ni ignorancia. Un erudito decía, por ejemplo, que la figura de palenque presenta a un monstruo terrestre sobre el cual se inclina una figura, mientras el conjunto parece estar dominado por un árbol. El escritor científico Alexander Kazantsev, en cambio, sugería que la figura reclinada está encerrada en un vehículo espacial muy estilizado, que podría compararse en construcción y diseño a los cohetes de la actualidad. Incluso la posición del hombre (o piloto) sugeriría una postura similar a la de nuestros astronautas dentro del cohete. Vista de cerca se pueden reconocer todos los detalles; desde la antena, el sistema de dirección de vuelo, el turbocompresor, el tablero de control, los tanques de combustible, la cámara de combustión; hasta la turbina y el tubo de escape -aunque algunos elementos parecían modificados, para conseguir efectos estéticos. Lo sé porque la tuve frente a mí por un rato, sin forzar la percepción como con las pruebas de manchas que hacen los psicólogos -en las que uno termina viendo lo que le sugestionan que vea.
En España me uní a una expedición que deseaba hacer arqueología submarina, primero en las islas canarias y luego en las islas Bimini, donde pudimos apreciar escaleras y plataformas gigantes hechas de rocas octaédricas repartidas por kilómetros de superficie sumergida. Dimos el aviso a la prensa. Pero cuando llegaron, convencidos de estar listos para dar la noticia de un nuevo descubrimiento de la Atlántida, las aguas se revolvieron de lodo y algas y no fue posible hacer descensos debido a tormentas y frentes fríos que se sumaron a la obligación de devolvernos por falta de fondos.
El patrocinador de nuestras actividades no quería dar a conocer su nombre, pero yo tenía amigos en Barcelona que formaban parte de una logia masónica que trabajaba en forma semipública y tenía contacto con el mecenas que estaba tras el telón. No se dejaba conocer pero nos seguía los pasos, evaluaba nuestros reportes y nos entregaba dinero para cada etapa del viaje. Aunque no llegué a saber su nombre, supongo que mis averiguaciones indiscretas lo pusieron en alerta y me hizo acudir a un bar de Cadiz, donde un desconocido se me acercó a hacerme preguntas. Se presentó como alguien que había sido encomendado para ayudarme, si evaluaba que mis intenciones no representaban los intereses de logias rivales. Pidió fechas, nombres, documentos, itinerarios de mis viajes; y volvió a citarme dos meses más tarde para entregarme un manuscrito, sin dar más explicaciones. Me ordenó leerlo tres veces, cada una más detenidamente que la otra. Me habían investigado no solo objetivamente, sino mediante psíquicos de confianza que aseguraban que mi interés principal era el conocimiento, -no el poder-, y que sería capaz de recibir más información o hasta hacerme parte de un grupo selecto si todo salía como esperaban. No me interesaba grupo alguno, pero sí el manuscrito.
Me advirtió que el documento – excluido el comentario de Ananda- no era una propiedad exclusiva de la orden y que inclusive había sido hecho público. Si les interesa su historia detallada y perfectamente documentada, lean la Nota # 6. (ver Nota # 6)
¿Cuándo fue escrito el texto original? Ustedes no van a creerme al principio, aunque se los mencioné casualmente, pero seguramente pensaron que eran chistes o exageraciones mías. ¿Recuerdan que hablábamos de monumentos antiguos y de lo obtusa que era la historia como nos la habían enseñado en el colegio y la universidad? Cuando una teoría no coincide con nuevas observaciones, es usual que el descubridor sea rechazado por sus colegas y eso no es bueno para su bolsillo ni para su prestigio, así que muchas veces se queda callado.
Ténganme paciencia, lo que les digo es para que estén listos para la aventura que se nos avecina, que tiene mucho que ver con el arte de volar. ¿Qué tiene que ver una nave de oro Muisca, mi pasión por el vuelo, un viaje por el agujero del polo sur para llegar al centro de la tierra y ser discípulos de Ananda Ma? Sé estarán haciendo estas preguntas pero no se las puedo responder sin ampliarles mi historia. Por favor escúchenme un poco más.
Pues bien, yo creo que este libro que me habían dado habría sido concebido en la época de Rama, hace seis mil años o antes, porque había leyendas de hace siete mil años acerca de ese héroe de la India subido en una máquina voladora que lo llevó en minutos a Ceilán a combatir a su enemigo Hanuman. Y ahora el texto estaba en mis manos, comentado por nuestra guía espiritual, Ananda Ma. ¡Era el Vymanika Sastra, escrito por Bharadvaja, comentado por la mujer que yo reconocería tiempo después como mi gurú.
Ustedes se preguntarán por qué en la biblioteca del Ashram de Ananda nunca vimos ese texto en la colección de obras completas. Pues porque aunque el texto publicado en India era de dominio público entre los seguidores del tema, el texto comentado fue exclusivamente realizado para este grupo secreto, que me estaba confiando una copia. ¿Y de que trataba? ¡De la construcción de aeronaves en la India Antigua!
El texto fuente había sido escrito a mano en el siglo décimo después de Cristo para reemplazar el manuscrito más antiguo del siglo Cuarto D.C. que estaba deteriorado y borroso por el paso del tiempo. Bharadvaja afirmaba que el texto original era aun más antiguo, procediendo de alguna época alrededor del año cinco mil antes de Cristo y que el idioma habría sido alguna ramificación del dravidiano. Los historiadores de India hablan sin pena del imperio de Rama, que habría tenido que combatir a los atlantes en esas épocas y de cuyas batallas sería evocación el poema épico del Ramayana. Los académicos europeos no admiten una fecha igual a esa ni siquiera para la existencia de una civilización allí, mucho menos una capaz de producir artefactos voladores que se supone que solo “una inteligencia y sofisticación superior como la occidental” es capaz de dar a luz.
Pero el texto desafiaba mi escepticismo inicial. Compuesto por 230 aforismos, el también llamado “ Samarangana Sutradhara” indica paso a paso la forma de construir, ensamblar y pilotear una aeronave de 31 piezas capaz de elevarse por el aire, sostenerse inmóvil, hacerse invisible, hacer giros de 90 grados sin traumatismos para el piloto, llegar a regiones estratosféricas, ir de un continente a otro, hacer daño a naves enemigas o producir desmayos en sus tripulantes, sumergirse en los océanos y navegar por ellos sin inundarse ni encontrar resistencia en el agua; y por supuesto hacer caso omiso de la gravedad en cualquier circunstancia. Es algo que ni el más sofisticado de nuestros aviones puede lograr. Esa máquina estaría propulsada por un motor a base de mercurio y protegida de todo tipo de peligros ambientales mediante “yantras”, antídotos cuidadosamente colocados en lugares específicos de la cabina y de la sección de maquinas. Como soy piloto tengo habilidad para diferenciar un manuscrito sobre ingeniería aeronáutica falsificado; de uno legítimo. Y este no estaba creado para documentar las leyendas de las edades doradas de la India, en las que creen sin dificultad muchos historiadores de ese país.
Era un objeto auténtico, no por el papel ni por la tinta; que eran más modernos. Sino por el contenido. Y el texto es un laberinto de conceptos consecuentes con los que tendría una persona que hubiera vivido hace miles de años en ese subcontinente. Incluía detalles para la confección de la ropa de los pilotos, para la cocción de los alimentos en la cabina, para la aleación de los metales de la nave, -que tendrían que resistir la fricción de las enormes velocidades de desplazamiento. El autor sabía hablar a su manera de los campos electromagnéticos y de la posibilidad de anular la fuerza de gravedad mediante la generación de dos campos contra rotatorios. En su propio lenguaje conocía la existencia de radiaciones peligrosas para las naves, – lo que hoy llamamos tormentas solares-, y de sus efectos nocivos cuando estuvieran en el espacio y se enfrentaran a ellas. Prescribía cómo esquivar esos tornados cósmicos.
¿Cómo podía tener un conocimiento tan preciso de los peligros de viajar en el espacio un autor de escasa educación científica, en India, en 1917, mucho antes de la creación de la NASA? Para construir hoy en día alguno de los modelos de una de esas naves, llamadas vymanas, se requeriría un equipo completo de lingüistas, filólogos, ingenieros, eruditos en cultura de la india, físicos nucleares, técnicos metalúrgicos, herbólogos y botánicos; dirigidos por expertos en diseño aeronáutico.
Pero de todas las características de la nave hubo una que me desveló por muchas noches seguidas. ¡Podía cambiar de apariencia y forma a voluntad, tal y como yo estaba practicando en mis sueños conscientes! ¿No les parece el colmo? El libro decía que la nave podía mostrarse como un animal capaz de escupir fuego por su boca como un dragón, o adquirir la apariencia que se requiriera para espantar los elefantes de los ejércitos rivales, o parecer una deidad maligna igual a la que temieran sus enemigos de acuerdo con sus propias creencias religiosas. ¿Por qué y cómo era posible que un aparato supuestamente rígido, de metal, de “materia” cambiara de forma con la misma plasticidad que las naves que yo conducía en mis sueños lúcidos? Esta pregunta me obsesionaba.
Lo que me costaba más trabajo era comprender los comentarios de Ananda a los versos y líneas del autor. Primero porque no eran comentarios precisos, sino borrosamente relacionados con el tema. Ananda había escrito comentarios espirituales sobre un libro de ingeniería aeronáutica antigua. ¿Qué tenía que ver lo uno con lo otro? Mi contacto en Cadiz no volvió a dar signos de vida, por lo que me sentí mas frustrado que nunca.
Solo me quedaba un remedio, que era averiguar más sobre Ananda Ma, de quien me había hablado Brujita. En Colombia Brujita y yo habíamos jugado a ser, respectivamente, discípula y maestro. Ese era el rol que yo había jugado. Yo le enseñaba lo que sabía y ella aprendía lo que podía, que no era mucho, porque en esa época yo no pasaba de ser un fiel exponente de modas “nueva era”. Le enseñé Tai Chi, meditación, Chi Kung y doctrinas orientales básicas. Estaba muy sedienta. Yo empecé mis viajes y perdí contacto, luego supe que se había ido a India buscando las enseñanzas de Ananda. Nada es coincidencia y por eso el manuscrito era un claro indicio de que la siguiente pista era ella. Hacía años que no hablábamos, ni chateábamos por internet. La busqué en Facebook, le pregunté si seguía con Ananda Ma, me dijo que pues claro, que era su discípula. Y nos pusimos una cita en Dharamshalla aprovechando que ella estaba allí y que yo podía viajar gratis a Delhi desde Madrid.
Me la encontré por la calle principal de la capital del gobierno en exilio del Tibet, residencia del Dalai lama. Es un caserío con aspiraciones de pueblecito pintoresco, que de inmediato me hizo pensar en mis paseos por Boyacá. Si no fuera por los molinos de oración que hacen rotar a toda hora con una mano mientras con la otra se desenvuelven en el mundo, los tibetanos exiliados parecerían campesinos del altiplano Colombiano. Comenzaba el verano y se podía salir en camiseta aunque el paisaje fueran las faldas de los Himalayas. Los paseos por Mc leod y por otros alrededores me entretuvieron montones. Me sentía en otra época de la historia, como si en cualquier momento el Buda mismo pudiera cruzarse por el camino con su séquito de monjes. La tierra, cultivada a parches, parecía un ajedrez de vida y verdor. Y lo mejor era vestirse de cualquier manera, con una camisa larga estilo hindú, la Kurta, dejando que el viento limpio la sacudiera con fuerza. Por varios días me olvidé completamente de mis lecturas del manuscrito, de mi búsqueda frenética de una solución a los enigmas históricos que planteaba; como si presintiera que algo mucho más importante iba a ocurrirme -que formaba parte de la respuesta del universo a mis preguntas, aunque no fuera así a primera vista.
Casi se me había pasado el afán de encontrarme a la que en ese momento no era más que una alumna de clases cuyos temas habían dejado de interesarme. Una tarde yo salía de un restaurante en la calle principal, intentando olvidar el sabor grasoso de un té tibetano que acababa de probar por curiosidad, cuando vi venir una mujer bajita hacia mí, alzando sus manos y corriendo a abrazarme como si me conociera. Brujita estaba casi irreconocible, había adelgazado bastante, tenía el cabello recogido, la silueta atlética y el rostro más fino, la piel más suave. Era mucho más ágil al caminar y alegre, sobre todo alegre por primera vez y de verdad, no como solía estar en Bogotá cuando ganaba dinero y reconocimiento profesional. Pero dejaré que seas tú, Brujita -si quieres hacerlo- quien cuente por qué mi vida se partió en dos ese día.
PARVATI. DÍA CATORCE. MARZO 23
No sé cómo hacen ustedes para concentrarse en escribir la bitácora. Y me desespera no saber lo que les está pasando ahora. ¿Es que aceptaron la muerte? No voy a perder mi tiempo contando chismes acerca de cómo fue que viajé a India a encontrarme con Ramesh cuando me escribió esos correos electrónicos prometiéndome el paraíso si me volvía discípula de Ananda. ¿Es que no se asoman por la ventanuca a darse cuenta de que los días son cada vez más cortos, que el sol se ha vuelto tacaño, que los desplazamientos no se están llevando a cabo de acuerdo a lo planeado? Las máquinas han fallado en suministros de energía, es lo que dicen los paneles de color rojo, en el tablero a la izquierda del indicador barométrico. ¿No lo han visto? ¿No les importa?
Ramesh está mal ¿me oyen? Está peor. Su estado de ánimo es buenísimo, como lo indica el escrito que acaba de dejarnos. Pero nos oculta que el asma se ha agudizado. He ido tres veces al día a hacerle nebulizaciones calientes pero la expectoración ha aumentado y así comienza una neumonía. Rompí el voto de aislamiento por una buena causa, no quiero que la mala suerte en este viaje aumente con un enfermo entre nosotros.
Y dejen ya de contarme sus vidas, me las sé de memoria. Parecen escribiendo para un lector que nunca va a existir, porque esta Bitácora puede que nunca se conozca. Hablemos entre nosotros, esto no es un espectáculo ni un “reality show”.
BRUJITA DÍA CATORCE. MARZO 23
A mí me había pasado un año antes lo mismo que le iba a suceder a Ramesh cuando nos encontramos en India. Los roles se invirtieron y el pasó a ser quien recibiera, por intermedio mío, las enseñanzas de Ananda Ma. Yo estaba feliz de verte, Ramesh, porque ser una latina perdida al otro lado del mundo intentando adaptarse a un País tan diferente al suyo no es reto pequeño. Eras una prueba de que yo había tenido otra vida, de que hablaba español. Pero lo que me tenía eufórica era sobre todo que iba a poder mostrarte la vida como ahora la estaba percibiendo, saturada de llanuras para recorrer a caballo, de islas por descubrir, de tesoros para desenterrar. Yo era de nuevo una niña jovial, sorprendida de cada cosa que se me acercaba, del pajarito que venía puntualmente a probar mi desayuno cuando yo colocaba los chapatis (tortilla, N del A) calienticos en la mesa y me asomaba a mi balcón en el Ashram, feliz. Yo te dije y se lo digo a todos los siete, que no se trataba de rendirle culto a Ananda como persona, ella nunca quiso eso. Pero sin duda la energía no era la misma estando cerca suyo que estando lejos. Era una diferencia abismal la que sentíamos entre vivir en una ciudad atestada de ladrones como Bogotá y estar en la comuna que nuestra maestra, sin querer, había terminado organizando para que los visitantes internacionales vinieran a hacer un alto en la estupidez de sus vidas occidentalizadas. Yo estaba feliz por ti, Ramesh, y cuando finalmente terminamos los siete de vecinos, yendo juntos a los Sat Sangs, a las charlas y los silencios espirituales que se ofrecían todas las mañanas, estaba más realizada que nunca, tenía combo, tenía parceros colombianos conmigo.
Ya que propones que les explique a todos lo que te pasó, voy a hacerlo. Pero no sé si pueda. Lo que ocurre en el alma es muy secreto como para darle nombre, eso lo sabemos todos. Nadie puede hacerlo por uno, nadie, y eso es lo lindo, que sea uno libre hasta el extremo. Ni siquiera los ángeles puedan impedirle a un adicto que deje a un lado la jeringa con heroína. Lo que hacen personas como Ananda es observar con amor la escena en la que nos damos contra las paredes y nos hacemos los sordos. Nada más. Nos dejan sufrir no porque no quieran que encontremos la felicidad, sino porque saben que el regalo que es vivir consiste en tener la experiencia de una soledad profunda, sin la cual nuestra libertad no sería posible. Saben que aunque la penuria parezca interminable, habrá otro estado mental en el que nos daremos cuenta de lo sabiamente que ocurrió todo para nuestro máximo progreso.
De Dharamshalla nos fuimos para Rishikesh y tú llegaste al ashram hablando de tus vymanas de tu famoso manuscrito. No había quien te callara por un instante. Ananda estaba muerta de la risa y tú estabas furioso de que se saliera por la tangente cada vez que la querías acorralar para que te respondiera tus preguntas de ingeniero, tus sandeces de Indiana Jones queriendo aparecer en la historia como el descubridor del arca perdida. Solo te faltaba el sombrero de safari, la escopeta de domador de leones africanos y los pantalones de dril corticos para reemplazar a los exploradores de las películas inglesas que abren sarcófagos prohibidos y resucitan momias egipcias. Te veías de lo más chistoso y nos burlábamos de ti a espaldas tuyas junto con la italiana y el japonés que en esa época compartían habitación conmigo. Supe que eras una persona terca observándote indagar cada mañana lo mismo, desde un lado o desde el otro, mediante preguntas capciosas y otras veces de manera insoportablemente grosera. Solamente querías saber si era posible que en la india antigua hubiese existido una tecnología y una civilización más avanzada que la nuestra y solo te interesaba Ananda para responder tus inquietudes sobre los comentarios que asegurabas que ella le había hecho a cierto manuscrito.
Ananda no afirmaba ni negaba haberlo hecho. Eso te exacerbaba. Te sacaba de tus cabales, te emputaba mejor dicho. Pero estabas a leguas de comprender la más mínima de sus palabras, porque como buen intelectual estabas hueco espiritualmente, completamente perdido. Y te las arreglabas para creer que comprendías mejor que todos nosotros la filosofía oriental, la ciencia de los vedas, las explicaciones de Aurobindo sobre el descenso de la fuerza supramental. Nos dabas cátedra en los recreos creyéndote que te prestábamos atención -cuando en realidad nos dabas lástima-, porque pasaban las semanas y no veíamos muy a las claras que el ego se te hubiera deshinchado ni siquiera un poquito. Eras de acero. Simulabas que habías dejado de interesarte en cápsulas interestelares y hasta te reías con nosotros cuando jugábamos con las palabras y te preguntábamos si te acababas de bajar de tu “nave interplatanaria”, cuando por las mañanas subías a pedir desayuno a nuestro balcón, despelucado como el monstruo comegalletas de plaza sésamo (serie de T.V. infantil, N del A) , como si te acabaran de sacar de una lavadora nuclear. Por fin dejaste de interrogar a Ananda para fingir que estabas en tu camino espiritual en vez de preguntar babosadas. Pero sabíamos que era un truco para desarmar a la maestra hasta que de puro querida te dijera lo que necesitabas. Y ella no cayó en la trampa. Ella también era de hierro y sabía que te estabas escondiendo de ti mismo, que no sabías hacer otra cosa que huir de tu dolor emocional tras la máscara del erudito.
Creímos que ibas a irte, que cualquier día nos dejarías una nota explicando con cualquier excusa tu imbecilidad de hombre. Las mujeres estamos mucho mejor preparadas para decirnos la verdad porque no nos enseñaron tanto como a ustedes a identificar la dignidad con la ignorancia de lo que nos pasa por dentro. A ustedes, pobrecitos, les impidieron llorar y de alguna manera les inculcaron la idea de que dejarse ver una lágrima es tan peligroso como que no se les pare o como quebrar en un negocio. Y no comprendías que estabas a salvo, que ninguna de nosotras te iba a dejar de admirar si te confesabas a ti mismo que estabas vuelto mierda por dentro.
Te salvó lo terco y lo orgulloso. Paradójicamente tus peores defectos se convirtieron en un reto interior igual de obsesivo que el de descifrar el manuscrito y terminaron por ser tus mejores aliados. Cuando ya había pasado un año te rendiste, gracias también a que se te habían acabado las lecturas y no encontraste nada más que estudiar que tus propios recuerdos. Entonces entraste en la etapa depresiva. Comías menos, a veces nada, en todo el día. No hacías preguntas en las clases. Te portabas como un robot, lavando tu vajilla de hojalata y calentando tu balde de agua para bañarte con la puntualidad de una rutina autista, sin hablar con nadie. Querías llamar la atención de nuevo, haciéndote el enfermito, afiebrándote de verdad. Y si no fuera por Ananda -quien me detuvo-, casi acudo a consentirte y a darte palmaditas de aliento. Solo seguías jugando a manipular. De creerte que eras un sabio y un genio, pasaste a pensar lo peor de ti mismo, que eras un fracasado, que tus investigaciones solo eran la fase maniaca de una enfermedad ciclotímica que padecías por herencia genética, que tus viajes por el mundo de los sueños eran nada más el producto de una química cerebral descontrolada. Una noche me dijiste que te quedabas con nosotros simplemente por evitar que te internaran en un manicomio, por impedir que alguien diagnosticara tu caso en Colombia y te declarara interdicto. Me dijiste que no creías en ninguna de nuestras ilusiones pseudoreligiosas pero que era preferible estar rodeado de locos espirituales que de locos psiquiátricos. Ananda se enteró por mí y para sorpresa mía no compartió mi escándalo, me dijo que estabas a punto, que teníamos que vigilarte para que no cayeras presa de tu propia sombra, pero que no era conveniente tampoco enterarte de que estabas a punto de iniciar tu camino espiritual, si desde el nivel del alma te ayudábamos un poco.
Hicimos traer a unos pandits (cantores de los textos sagrados o vedas, N del A), para que te sanaran la mente. Se instalaron en el patio de piedra que queda detrás del comedor principal y empezaron a enviarte su buena energía desde el anochecer hasta el amanecer de siete días seguidos y luego por siete días más desde el amanecer hasta el atardecer, en tres turnos diarios de cuatro cantores por vez. No se oía otra voz que la de ellos y la de los cuervos. Tu no saliste de tu habitación ni para meter comida desde la cocina, apenas tomabas la cantera con agua y galletas que te dejaba yo al pié de tu puerta. Obedeciste, eso sí, mi mandato de no salir de tu encierro hasta pasados 21 días, por prescripción de Ananda, aunque lo hicieras con desgana, escepticismo y hasta burlándote de nuestra esperanza. Ananda también hizo un retiro de silencio y aunque no nos pidió que hiciéramos lo mismo, sí nos advirtió que no habría instrucciones ni reuniones grupales hasta que las yagyas hubieran terminado y que no debíamos hablar entre nosotros sino lo estrictamente necesario.
No sé qué te pasó allá adentro. ¿Alguno de nosotros lo sabe? Simplemente te vi salir y no parecías Ramesh, era como lo del ave fénix resucitada de sus cenizas, o como una tortuguita recién escapada del cascarón corriendo hacia el mar feliz de estrenar patas. Te veías lindo. Eras un niño inocente. Así como me has descrito, toda silvestre, corriendo hacia tus brazos, agil como leopardo, libre y llena de amor, renovada; así te veías tu cuando te vimos entrar a la sala donde Ananda y yo te esperábamos. Entraste y fue la luz. Ananda pudo por fin penetrar en tu mirada y por primera vez llegaste hasta su corazón insondable de mujer. ¿Recuerdas que te pidió que te recostaras en su regazo, que te acunó y te cantó como a un bebé mientras todos llorábamos de alegría? Fue la escena más profunda de mi vida verte derretido en su amor universal, que también a mi me había alcanzado antes. Habríamos podido todos sentirnos ridículos porque la escena era pavorosamente íntima. Nosotros podíamos entenderla, los que habíamos seguido tu proceso de sanación dolidos de tu ira contenida, de tu rabia sin límites, de tu deseo de matar y torturar y hacer daño; que por fin se había transmutado en la fuerza incontenible del perdón.
¿Cual fue ese proceso? ¿Puedes escribirnos más sobre él? Ananda dijo que para ingresar a la tierra hueca necesitamos hacer a fondo una introspección, ser un grupo perfectamente íntimo. Y creo que necesitas confesártelo para tenerlo más claro todavía, hacerlo nuestro -del grupo de los siete- para que entremos desnudos a lo más íntimo de la Tierra.
RAMESH. DÍA QUINCE. MARZO 24
En cuanto a morir para nacer, creo que de alguna manera ya todos lo hemos vivido. La primera muerte, creo, fue habernos desprendido como lo hicimos de nuestras familias, en Colombia. Sé que nos dolió,- a mi particularmente-, no haber regresado sino para navidad. Pero es que simplemente no éramos ya capaces de formar parte del rompecabezas de apariencias, competitividad y trancones. Sin embargo la verdadera prueba no fue saber que habíamos renunciado al éxito y la felicidad que la sociedad nos tenía prometidos, era una maravilla haber visto derrumbarse esa mentira. Un simple cruce de miradas con una vendedora de verduras devota de Krishna en Delhi me hizo entender a mí que todas las glorias del ego eran poca cosa comparada con la experiencia de lo sagrado. Simplemente tuvo que haber un punto de quiebre en el que supimos que para nosotros la vida no consistía en hacer doctorados y tener hijos para pagarles sus post doctorados. Y eso, creo, fue comparativamente fácil, porque consistió nada más que en ser fieles a la vocación de buscadores espirituales.
Mi reto no fue ese -y por eso dices bien, Brujita- que lo mío comenzó de verdad durante esos veintiún días de agonía. Yo no era nada ¿entiendes? Y me acababa de dar cuenta que no valía un céntimo, es decir, que lo que exhibía con orgullo ante el mundo era basura. Después de intentar seducir a Ananda con mis preguntas inteligentes, mi erudición pasmosa; y de ver que ella no me validaba, no me atendía, no me daba la importancia que por toda una vida yo me había imaginado que tenía; empecé a sospechar que algo en mi no estaba bien, que algo en mí mentía. No te imaginas lo duro que fue saber que yo era un hipócrita, un mentiroso filibustero, un mercenario de falsas batallas. No me quedaba nada y por eso, en vez de penetrar de una vez en mi verdad, me convencí de que estaba loco, de que era bipolar. Eso tampoco satisfizo a Ananda y yo confiaba en su amor inmenso por mí, que no expresaba sino a punta de dureza. Yo sabía que quería rescatarme de mi angustia. Mi herida profunda estaba, ustedes lo saben, en la ruptura amorosa aquella de la que les hablé, que era por donde se asomaba otra puñalada que había recibido antes de esa. Y ambos dolores me llevarían de la mano hacia uno más antiguo aún que ni sospechaba que me estaba carcomiendo. ¿De verdad quieren que escriba sobre ello?
Se llamaba Juana maría nieto. Era venezolana. Mejor dicho es venezolana, porque no ha muerto. Pero uno convierte en cadáveres a las ex parejas para olvidarlas más fácilmente. La conocí por casualidad en un curso de terapia teatral al que me habías empujado a meterme tú, Retozo. No evito reconocer que amé cada centímetro cuadrado de su piel, que añoré por muchos años su charla inteligente y su porte elegante, inclusive su pose aristocrática heredada de su abuela. Yo caí redondo. Me dirigió la palabra segura de que estaría fascinado de llevar sus maletas a su habitación y de servirle de guía en la finca en la que estaríamos trabajando por un mes, bajo la dirección de pepe Escarmeta, un famoso terapeuta teatral traído desde España. Yo probaba si mi profesión sería la de terapeuta alternativo, estaba recién salido de una adolescencia rabiosa y me habían rechazado en la escuela de pilotos –aunque después me aceptarían-, por los puntajes del examen de matemáticas. Así que le expliqué a Juana cómo sacar mejor provecho de los horarios de comidas, de las duchas de agua caliente; y le hice varias preguntas para averiguar con diplomacia si estaba ennoviada. Ella entendió perfectamente mi motivo y fue más directa. Me dijo:
-Tú también me gustas, y creo que podríamos acostarnos durante este taller
No olvido la frase. Yo solo le estaba preguntando si alguien la recogería al terminar el retiro, para ofrecerle mi coche como transporte de regreso a Bogotá. Ella, en cambio, se me lanzaba de una, subrayando que terminada la experiencia teatral todo acabaría. Como soy más tradicional que muchos de ustedes me quedé mudo un rato y no supe sino empezar a acariciarle la espalda y a respirarle cerca de la oreja. Estaba de moda en esa década ser asertivo, -era la cualidad que una persona de mentalidad abierta debería demostrar-, así que me pareció muy interesante ella, muy directa, muy capaz de expresar sus deseos con claridad y al mismo tiempo poner límites. Mi intuición estaba en contra, pero mi intelecto astrológico me dijo que una mujer así era compatible con mi sol en acuario y mi casa cinco en virgo. Aunque en realidad lo que me empujaba sin que pudiera controlarlo era que sin duda nos íbamos a acostar. No dudé en preparar mi habitación con sábanas nuevas, velitas y copas de vino para llevarla luego de la dinámica de la noche a un ejercicio mejor todavía. A la hora de la comida practiqué también mi asertividad diciéndole que lo tenía todo preparado para hacer el amor, incluida la compra de una caja de condones. Se rió contenta, sin sorpresa, como si ya lo supiera.
Nunca me dijo “te amo”, “te quiero”, ni “cayó bajo en zalamerías”- como ella llamaba a mis expresiones de afecto. Quería tirar. Ahora lo puedo decir escuetamente, que ella necesitaba mozo, que le parecí una buena entretención de turno, que le gustaba mi verga. Eso era todo y a eso jugué, a ser su juguete masturbatorio por cuatro semanas mientras me armaba ilusiones de armar una vida juntos, o me decía a mi mismo que seguramente era el tipo de mujer que intentaba conseguir relaciones duraderas sin confesárselo a sus hombres, para atraerlos a su red más bien con el pretexto de que no le interesaba nada serio y dejarles a ellos la tarea de proponer extensiones al contrato. De modo que no tengo nada que reprocharle, porque nunca me prometió algo que no me hubiera dado. Su solución al asunto del amor era bien práctica: el amor es sexo, se mide en hormonas, se activa por feromonas; se termina cuando ya no hay motivos para seguir idealizando y se acompaña de buenos momentos de aparente sintonía afectiva y conversaciones divertidas para que tenga cierta estética. No se traga un salchichón sin más. Se coloca en una bonita vajilla, se decora el plato con otras delicias mediterráneas, se acompaña con un buen vino tinto de la mejor cosecha; y solamente luego se le da unos buenos mordiscos confiando en que hacerlo no se vuelva una rutina y en el cercano futuro la vida te ofrezca su siguiente delicia culinaria.
Sé que estoy hablando por la herida, pero también sé que lo que digo es justo. Aunque yo no la pasé mal, sino que, al contrario, pude ejercer todas mis aberraciones sexuales con la libertad que siempre había añorado. Por eso será que algunas tribus africanas tienen un dicho que reza más o menos así: “penetrada la mujer, sembrado el amor”, para justificar sus matrimonios arreglados a la conveniencia de las familias de los contrayentes -quienes ni se conocen, ni se desean, ni se han visto antes de la boda, pero terminan estableciendo parejas permanentes.
Me enamoré. No puedo saborear un pubis ni palmear unas nalgas sin presentir el alma de la mujer de la que abuso, que se monta en mí a caballo, que me mira a los ojos y me revela no solo que está arrecha, sino que viene de los cielos. No puedo. Y no me imagino lo triste que pueda ser que una mujer esté tan adolorida como para haber aprendido a no sentir lo mismo con sus amantes, por lo que siento una profunda lástima, hoy en día, por Juana. Tiene que ser que la maltrataron muy duro como para que se haya cerrado de ese modo. Y sé que estaba completamente anulada su capacidad de entrega porque recuerdo a la perfección la noche en la que le dije “te amo” y no pudo responderme sino “tienes unos lindos ojos” como apenada de ser incapaz de expresar algo, contenta de saber que me ofendía con su respuesta irónica, sedienta de venganza contra su padre tabernero que nunca la acunó en su pecho. Vi en ella a su madre amargada y existencialmente estéril que le hacía la vida imposible con cantaletas permanentes y frases ácidas. La pobrecita –luego lo entendí- era una sobreviviente emocional de un hogar fallido, había sido criada por su abuela porque no había recursos económicos sino en esa casa, porque la verdadera vocación de su madre era el suicidio. Todo muy complicado.
Pero yo jugué a la víctima de su utilitarismo sexual y queriendo sacar provecho de una aventura fácil terminé sacrificado en el altar de los estúpidos. Era la segunda vez que me pasaba, porque el que no aprende escarmienta. Unos años antes también había jugado a ser amante de turno, esa vez de una mujer mayor que yo, que actuó como mi iniciadora en las artes de lo que no tiene otro nombre mejor que “encoñamiento”, como dicen los costeños. ¿Quién me manda a meter en esos líos? Mi apetito. Mi gula de experiencias con mujeres, que parecía insaciable, -que indicaba también un afán angustioso por no enfrentar mi soledad-, no podía dejar de atraer su correspondiente karma.
Yo buscaba aprobación porque para mi mente infantil, en mi inconsciente, sólo estaría pleno y seguro, sólo sería amado, cuando fuera admirado y aplaudido. Ananda no me daba eso, me lo negaba sistemáticamente. Y yo quería su cariño, necesitaba que me prefiriera por encima de todos mis hermanos, que eran ustedes, tú, Brujita, la canadiense, el japonés y los demás. Faltaba que llegaran al Ashram, invitados por mí, los demás del grupo de los siete. Pero todavía no era mi hora de convencer de venir a los que se habían vuelto amigos de Retozo, a quien me encontré en Rishikesh, para sorpresa mía, porque yo creía que estaba tomando clases de danza en Pondicherry. Retozo, Shakti, Búho y Ronald se habían vuelto uña y mugre un mes atrás. Pero si hubieran llegado en esa época los habría detestado tanto como me repugnabas tu, Brujita, tan cercana a Ananda que parecían hermanas gemelas, tan sonriente y feliz que me generabas asco y desprecio. No te lo decía, pero pensaba lo peor de ti: que eras una chica “play” que se escondía de sus fracasos amorosos con pañitos de agua espirituales, que eras una lesbiana que no lo admitía pero que en realidad lo que querías era acostarte con la maestra, que eras fea sin remedio y que por eso no intentabas algo mejor que ser la más inteligente. En realidad eran celos, yo envidiaba tu paz interior, Brujita, yo me moría por conseguir la bendición de Ananda Ma, necesitaba curar mi mal de amor.
A uno los maestros no le hacen el trabajo que uno mismo tiene que hacer. Para superar la traición me aferré aun mas a mi afición de soñar desde niño con volar, le pedí a mis investigaciones de arqueología especulativa que me salvaran de la frialdad de las mujeres en el amor. Eso explica mi obsesión por el pilotaje y más tarde mi necesidad obsesiva de descifrar el manuscrito. Creo que Ananda vio todo esto de una sola hojeada cuando me la presentó Brujita, una tarde de abril. Y cuando pasó el tiempo me quedé sin siquiera eso. La pedagogía de Ananda consiste en robarnos todas nuestras mentiras hasta dejarnos ver nuestra desnudez, -que es una miseria-, pero también un trampolín para saltar.
Esos 21 días fueron lo mejor, lo más valiente que he hecho. He volado en bimotor del atlántico al pacífico emulando a los pioneros de la aviación, pero eso fue apenas exponer mi vida física a un accidente por mal tiempo. No fue nada. Cuando me expuse al peor peligro fue cuando obedecí la orden de quedarme en mi habitación sin salir, mientras los pandits recitaban sus invocaciones para impedir que me colgara de la viga del techo sostenido por un lazo en mi cuello. No me quedaba nada ¿entiendes? Debe ser lo que llaman la noche oscura, lo que pasa cuando se es atacado por “la sombra”, lo que le sucedió a tantos que tuvieron “la experiencia del desierto”. No sé cómo no entraron a impedirme que me matara si por tantas noches lo único que hice fue perder casi mis cuerdas vocales gritando hijueputazos, blasfemando a cielo abierto. Con una navaja hice pedazos el colchón de mi cama, enterrando la hoja cientos de veces mientras imaginaba que asesinaba a Juana y a todas las mujeres que me habían negado su amor incondicional y su sexo abierto. En mi imaginación las violaba y mataba cubriendo con excrementos sus cadáveres descuartizados. No se figuran cuanta oscuridad salió de mí durante ese encierro. Conocí los deseos de venganza, comprendí al hechicero negro en el que puedo convertirme. De alguna manera me conecté con lo más vil y realicé visualizaciones acompañadas de conjuros que repetía intentando crearle un cáncer en los ovarios a Juana. Le deseaba lo peor, me imaginaba las más diversas formas de contratar un sicario para regodearme luego con las descripciones que me hiciera del proceso de tortura y asesinato, la puteaba una y otra vez sin ser capaz de ponerle freno a mi odio, consumido por mi propia fealdad moral sin ser capaz de sentir ni un atisbo de perdón. No podía pensar en otra cosa. Miraba una lámpara y la veía a ella sangrando con el cuchillo que yo le enterraba, entraba al baño y me imaginaba mi orín cayendo sobre su rostro humillado. Era asqueroso verme a mí mismo convertido en un andrajo de odios que proyectaba sobre todas las cosas que veía en mi habitación; y por eso pensé que no había otra solución que mi propia muerte.
Las visiones de venganza eran más fuertes cuando en mi mente contrastaba momentos más íntimos y la despedida final, cuando me clavaba su daga feminista inspirada en sus doctrinas trasnochadas, extraídas de panfleticos gringos de crecimiento personal para mujeres sometidas. Recordaba cuando bailamos en la azotea del salón después de las sesiones de biodanza y yo sentía que la vida me entregaba por fín la mujer que le había pedido, o se me venía a la mente el olor de ese Shampoo de canela que ella usaba; o la sensación en mis labios de sus manos finas de estudiante de piano. Y luego la recordaba allí, en mi coche, frente a la puerta de su casa, cuando la llevé una vez finalizado el taller. Me repetía el diálogo – que digo, guerra final- que tuvimos con toda precisión, palabra por palabra, como si estuviera ocurriendo en ese mismo momento:
-Entonces mañana te llamo, para saber si te has repuesto- le decía yo. Voy a sacar tu maleta.
-Ya te dije que estoy mareada, desganada. No me llames.
-Solo para saber si no tengo que llevarte a un médico, para estar tranquilo.
-No tienes que preocuparte por mí. No me debes nada.
-Claro que no, no es por pagarte tus “servicios”. ¿Por quién me estás tomando?
-No seas como todos. Haberte acostado conmigo no te da derechos de jugar a que me proteges. Sé cuidarme sola. ¿Entiendes?
-Fresca Juana, ya….. Tranquila, yo solo quería….
-Mira, yo sé que para ti fue muy especial lo que vivimos…
-Pero…
-Pero nada. Tómalo con calma. Eres dos años más joven que yo, no habías tenido un “Affaire” como este antes, es natural que sientas apego.
-¿Ahora me vas a hacer la terapia?
-Solo quiero que esto no te vaya a doler, eso es todo.
-Así es, esto es todo. Es lo que le dicen las putas a los clientes, “esto es todo”. ¿Y cuanto quieres que te pague? No habíamos acordado un precio
-Ya, suficiente, no me jodas. Saca la maleta y vete. Yo te puse las cosas muy claras, las reglas del juego. Allá tu si quieres crearte un infierno y hacerte la víctima.
-Eso es lo que son para ti las relaciones, juegos…..y yo que era ¿una ficha? ¿Un dado?
-Una verga. ¿Oíste bien? ¡Un consolador¡
-Óyete bien. Oye tu rabia con los hombres. ¿Para eso viniste a hacer pose de psicóloga feminista en un taller de terapia histriónica? ¿Para seguir siendo una lesbiana que no ha salido del Armario?
-!Que te haya contado que he estado con mujeres no te da derecho, imbécil, a usar información que te di en un momento de confianza¡ Y si soy lesbiana o no ese no es tu asunto.. Pero no lo soy, para que sepas. Lo que pasa es que no soy como tú que no te atreves a salir del hotel mamá sino que se queda soñando con avioncitos ¡Quédate con la puta maleta o dame las llaves del baúl!
-No, no te vayas, Juana, no quise decir…….
-Tiras como un mico ¿sabías? Jadeas horrible, como si estuvieras en el matadero, eres un cerdo. Quita el seguro automático de las puertas o te rompo ya esta ventanilla.
-Por favor, tranquilízate. Y no me digas eso, me ofendes. Bajemos ya el tono, conversemos. ¿ok?
-! Quita el seguro ya¡ Quiero salir y no vas a volver a verme nunca. Esto me pasa por meterme con sardinitos.
Por fin, ya cansado de fingir serenidad, plenamente consciente de que no me quedaba ningún recurso para retenerla, le doy el toque final a la pelea con una estocada que espero que haga enardecer a la plaza de toros, en un espectáculo del que ya estaban pendientes el portero del edificio contiguo y otros vecinos. Le grito mientras la empujo con mis dos piernas de una sola patada fuera del carro:
-Eres una puta, una prepago, una lesbiana de barrio. Puta…….
Y pongo el acelerador a fondo completamente enceguecido, sin saber si la calle es de contravía. Dos cuadras más adelante yo freno, saco la maleta, la abro y tiro toda su ropa en la mitad de la acera. Vuelvo a arrancar produciendo un sonido agudo de los neumáticos contra el pavimento, como en las películas de persecuciones gringas.
La escena me venía una y otra vez a la cabeza hasta enloquecerme, poseído por la pesadilla. Pero quedaba un átomo de serenidad que quizás haya sido el que me salvó del suicidio. O habrán sido los cantos védicos, o el amor de Ananda, a quien sentía por millonésimas de segundo en mi conciencia, haciendo acto de presencia, como cuando en las tomas de yagé sientes al chamán tocando su dulzaina con dulzura, para hacerte saber secretamente que aun en medio del vómito y el malestar hay una ventanita de alegría que te espera al final del purgatorio.
Cuando tragué como ahogado el estiércol que hedía dentro de mi supe que no iba a poder reunir fuerzas para salir por mi mismo del túnel en el que me había hundido. Entonces le pedí en mi corazón a lo que fuera que hubiera creado el universo, que me salvara. Me desmayé a las doce de la noche de la veintiuna noche de encierro y no supe nada de mí sino hasta la madrugada, cuando uno de los terneros del Ashram se metió a mi cuarto a averiguar si los olores que salían de mi alacena eran indicio de comida que pudiera gustarle. Me empezó a lamer con esa lengua rasposa que tienen las vacas y eso me despertó. Pero no sentí disgusto, sino una ternura enorme por el animal, cuyo cariño sentí nítidamente, como seguí sintiendo en adelante el afecto infantil y puro de los animales cuando se me acercan. Fue la primera vez que mi alma estuvo completamente purificada en esta vida -y tal vez en muchas otras antes de encarnar en esta. Mi cuerpo estaba desgonzado como el de un niño recién nacido, confiando completamente en que la poesía de la existencia se interesaba por mí y me aseguraba el amor incondicional. Estaba siendo amado no por esa vaquita, sino por toda la tierra, por todo el sistema solar, por la galaxia. Era lo más hermoso que a un ser humano pudiera pasarle. Y me estaba pasando a mí.
Salí de la pieza y me dirigí al salón de charlas, para mostrarles que me estaba penetrando por todas partes una energía desbordante, que entraba y salía de mí sin que interviniera mi voluntad ni mi razón. Simplemente era una experiencia de calor, que subía como reptando por toda mi columna vertebral y me bendecía de un poder que estaba más allá de mi mismo. Era no solo una felicidad del cuerpo, sino también y sobre todo una especie de levitación, porque aunque daba pasos sobre la tierra y sin duda que mis pies tocaban el polvo del caminito que conduce de mi habitación al edificio principal; sin embargo yo no experimentaba mi existencia desde mi cuerpo sino desde más allá, no sé cómo decirlo. Y no se parecía a la libertad de soñar a voluntad vuelos interplanetarios, porque tenía una conciencia mucho más universal de mí mismo, en la que caminar descalzo y esquivando piedritas no me impedía seguir observándolo todo “desde arriba”, o “desde adentro” –no sé si me explico. Entonces entré al salón, los vi a ustedes y vi sus auras llenas de una luz rosada que impregnaba de un extraño olor a rosas todo el recinto. Recordé el amor infinito de mi madre cuando me sentía en su vientre estando yo en gestación. Sentí la mirada de Ananda como la de una mujer cósmica, absoluta, la madre de todos los seres, comprendiendo de paso por que lo hinduistas llaman “madre” a sus santas, a sus mujeres iluminadas, y fue imposible no abrazarla, no caer en su regazo como un niño, llorando de felicidad, liberado de mi herida y absolutamente dispuesto a comenzar, ahora sí, a vivir como se lo merece el ser humano: libre del odio, la rabia y la ira.
Creo que todos tenemos una especie de prisión hecha de emociones persistentes, que están allí como las estrellas en el cielo a mediodía, pero no se ven porque la luz del sol es tan intensa que solo cuando llega en la noche es posible. Y no nos gusta la transparencia de la oscuridad, que sin embargo hace posible sacar el telescopio y descubrir agujeros negros que te estaban chupando tu energía. No es cómodo admitir que todos nuestros esfuerzos por ser felices han fracasado, no queremos vernos al espejo para reconocer que allí no hay un rostro natural sino una cara maquillada de vanidades socialmente aprendidas que reciben el nombre de “vida exitosa”. La verdad da pánico. Entonces nos embriagamos de alguna manera, haciendo compras, volviéndonos adictos de algún objeto que nos produzca excitación suficiente como para no darnos cuenta de lo mucho que seguimos sufriendo. Toda nuestra sociedad está montada alrededor de las distracciones necesarias para ignorar sistemáticamente un dolor como el mío.
Mucha gente no quiere ser, es mucho más cómodo parecer. Hasta que no te encierran a las malas a reconocer las toneladas de basura que vienes acumulando y que hacen apestosa tu casa, por mucho sándalo que prendas y mucha meditación y oración que hagas no vas a poder vivir a gusto en tu cuerpo. Somos de lo más inteligentes para no interpretar las oportunidades que la vida nos brinda para conocernos a nosotros mismos y las llamamos desgracias. Una enfermedad, una pérdida afectiva, la muerte de un ser amado, una bancarrota, un accidente; nos parecen simplemente mal karma o castigo divino o mala suerte.
Eso era lo que me pasaba, y por eso estaba tan obsesionado con la experiencia de volar, porque quería encontrar mi libertad. No solamente perdonar a Juana o a otras mujeres que me volvieron mierda, sino hacerme responsable del dolor que yo mismo había puesto en sus manos para que me modelaran a su imagen y semejanza. Y no se trataba, como nos han enseñado los predicadores, de un perdón simple. Uno no puede proponerse amar así como así como así a su enemigo, no es tan fácil como oponerle un sentimiento al otro para vencer en una especie de guerra moral. Mentira , no funciona así, por eso los fanáticos de tantas religiones que interpretan el amor como un mandamiento no han hecho más que defraudarse a sí mismos y a los que los rodean. No lo van a lograr por el solo mérito de proponérselo. Por eso se convierten en inquisidores, torturadores, perseguidores de brujas, propiciadores de carnicerías llamadas guerras santas. No se conocieron a sí mismos. Yo comprendí la anatomía de mi ansiedad. Solo así pude recordar compasivamente a Juana y quedar libre hasta para recordarla con amor. La escena de la maleta y el arrancón en mi automóvil con puteada incluida nunca volvió a mi mente. Hoy la he recordado, porque ustedes me han pedido que cuente episodios. Pero yo ya era otra persona, un ave libre. Y lo he seguido siendo con altibajos, no se los voy a negar, pero ya nunca fui el de antes.
Paradójicamente Ananda comenzó a darme toda la información que necesitaba. Me citaba en la salita de la entrada del edificio verde, -la que quedaba a la derecha entrando por el corredor sur-, y de ocho a diez de la noche leíamos uno a uno cada aforismo del “Maharishi Bharadvaja Vimanika Sastra”. Ella no solo me ampliaba los comentarios que había escrito para el documento, sino que me pedía que los pusiera por escrito a la mañana siguiente, de lo cual resultó una versión mucho mejor aun. Yo iba atesorando el más importante documento que la humanidad actual podría recibir sobre la verdad oculta tras las leyendas de alfombras mágicas y edades doradas.
Varios impulsos iban surgiendo en mi mente conforme los secretos del Sutra se me iban aclarando y Ananda me ayudaba a comprender mis sentimientos uno a uno, con el mismo detenimiento y la misma parsimonia con los que comentaba el libro. Primero yo quería difundir las enseñanzas de Ananda, publicarlo. Vimos mí necesidad de ser famoso, de ser admirado, usando como medio la divulgación del texto. Nos reímos de eso, repasamos escenas de mi niñez en las que yo aprendía a obtener amor de mis padres buscando reconocimiento. Luego tuvimos largas discusiones sobre la pertinencia de convocar una rueda de prensa para anunciar el descubrimiento.
Concluimos que la sola idea de tener una nave así excitaba el deseo de tener poder, de ejercer la violencia y encontrar las razones para justificarla. Podía ser muy peligrosa esa información en malas manos. O muy beneficiosa, si los comentarios de Ananda matizaban el contenido, colocando en su lugar preciso los desarrollos tecnológicos de las civilizaciones antiguas que se nos mostraban en el trasfondo. Pero eso suponía un entrenamiento espiritual como el que Ananda me estaba dando a mí y a Brujita, y al que luego ustedes se sumaron, lo que nos llevaba de nuevo al principio tradicional de no transmitir ciertos textos sino entre ciertos grupos. El descubrimiento de la imprenta y la revolución francesa habían introducido el ideal de divulgarlo todo entre todos, y por eso era que quizás los custodios de la transmisión esotérica habían decidido compartirla. Este documento ya estaba entre un público especializado, el que tenía acceso a la edición del instituto de investigación sánscrita. Pero pensamos que sus lectores, quizás, no habrían pasado de maravillarse, no habrían tomado en serio la posibilidad de construir una nave. ¿O tal vez si? Si a mí me había trasnochado la idea de lograrlo ¿por qué no a otros estudiosos del tema? ¿O a equipos completos de personas, con el dinero, el tiempo, y los recursos para la empresa? Varios eruditos habían hecho público el asunto, como por ejemplo el italiano Roberto Pinotti en la conferencia espacial mundial que tuvo lugar en Bangalore, India, el 11 de octubre de 1988 -charla que fue ampliamente comentada por el periódico local “The Hindu”. La promesa era tentadora, una nave que podía desplegar poderes que ninguna superpotencia tenía. Al parecer era posible no solo volar en una máquina así, sino también desarrollar métodos para escuchar las conversaciones de los enemigos, obtener imágenes de sus actividades donde estuviesen por una especie de fotografía telepática, y hacerlos caer inconscientes ¿Tenía ya alguien estos conocimientos, pero en secreto? Corrían rumores de que los nazis lo habían intentado ¿Era cierto?
Los comentarios de Ananda habían sido entregados en 1993 al grupo de mi contacto en Cadiz. El libro que Ananda comentaba había sido una edición de corto tiraje, de 1973, encontrado en la Biblioteca “”Royal Baroda” de la traducción al inglés hecha por Josyer. Pero si el texto había sido terminado de dictar en 1923 era posible que los alemanes se hubieran interesado, que lo hubieran obtenido antes de su divulgación por otros medios, que lo hubiesen copiado sin conocimiento de sus custodios; teniendo en cuenta que sus líderes propiciaban al interior del partido nacional socialista las doctrinas esotéricas y no desconocían las teorías de teósofos como madame Blavatsky – que interpretaban a su antojo para justificar la diatriba anti-judía. Pero solo a una persona como Ananda se le habrían podido ocurrir ciertos pasajes. No habrían podido surgir de ningún funcionario Nazi, de eso estoy seguro. Y por eso yo pensaba que aunque hubiera llegado a manos de los seguidores del “fuhrer” este documento arqueológico similar, lo más probable es que hubieran fracasado en el intento de construir un ejemplar de la nave, ya que la preparación de los pilotos incluía prácticas espirituales que muy improbablemente serían del gusto de un Nazi.
Ananda nos mostró todo esto. Fue por ella que yo comprendí que cuando se pasa de las tecnologías mecánicas a las electrónicas, y de estas a las informáticas; el siguiente paso es el de las tecnologías de la conciencia que se desarrollaron en las civilizaciones perdidas, las que se niegan a reconocer los historiadores modernos. La espiritualidad es el grado más elevado de relación del ser humano con la naturaleza, pero la humanidad actual –y las agencias de investigación puestas al servicio del armamentismo y del dominio económico del mundo- no están listas para cpmprenderlo. Por eso nuestra maestra se ocupaba tanto de nosotros siete, pensaba que si recibíamos la preparación adecuada podríamos hacer la diferencia. Y por eso nos confió el secreto de los vymanas y de la tierra hueca. De hecho me dictó una carta que le entregué personalmente a Brujita, para que la vaya incluyendo cada vez que pueda en la bitácora. La misiva de Ananda está hecha para prepararnos. Ananda la tituló “preparativos espirituales para la inmersión en el interior terrestre”
PARVATI. DÍA DIECISEIS. MARZO 25
¡MENTIRA¡ No lean más. ¿Es que soy la única persona con cabeza en este grupo? No nos está pasando nada fantástico, no hay naves para viajar por otras dimensiones, no hay civilizaciones ancestrales con secretos que estemos develando, no hay un puto cofre con un tesoro que nos vuelve sabios. ¿Qué nos está pasando? Todo esto no es más que una paranoia colectiva, una fantasía de desadaptados. Y les tengo la prueba. La prueba es que Ramesh estaba tan desquiciado que ayer estaba feliz de lo que le estaba pasando, completamente convencido de que iba a iniciar no se cual aventura, y hoy está petrificado. ¿Me escuchan? Petrificado, sin vida, como un mineral.
Ninguno de ustedes me hizo caso y se los voy a cobrar muy caro, lo juro. Supongo que no lo saben, porque ya nadie se interesa por nadie en esta expedición maldita. Aquí va la noticia: Ramesh no tiene funciones vitales. No digo “está muerto” porque no lo parece. Pero no tiene actividad cardiovascular, ni respiratoria. ¿Me entienden? Sigue sentado en postura de meditación, derecha la espalda, la cabeza erguida. Pero está completamente lívido, como un cadáver. Su cuerpo se siente tan duro como un madero. Pesa enormemente. Está totalmente frío. Yo he visto monjes budistas en esa misma postura, igual de dignos, pero ya estaban muertos. Es lo que les pasa, de alguna manera el cuerpo no se entera de que el alma se haya ido y a veces por días y hasta semanas no hay olor a descomposición ni nada que indique de manera más evidente que se cumplió el final de un ciclo. Sin embargo, Ramesh no era ningún santo. Está muerto ¿no? Ayer, cuando pasé a verlo, estaba de muy buen humor. Tosía mucho. La dificultad respiratoria había aumentado y se le oían pitos en los pulmones cuando lo ausculté con el estetoscopio. Calcule que había infección e inicié tratamiento con antibióticos. Por eso hoy, cuando pasé a verlo, esperaba verlo mucho mejor. Y todo lo contrario, verlo así, ¡verlo así cuando hubiéramos podido evitarlo volviendo atrás todos, como un equipo! ¡no nos importó que uno de nosotros estuviera en peligro, tuvimos que seguir como unos imbéciles a los que opinaron que no había otra opción que seguir adelante con este jueguito heroico que no va para ninguna parte! Búho había ordenado que no nos moviéramos por lo denso que estaba el viento, -impenetrable. Pero si nos hubiéramos movido el módulo de Ramesh se habría quedado quieto, la caravana no habría partido en cualquier caso. Yo me devolví a llorar, lloré por horas. Me imaginé que ustedes estarían meditando, cada uno por su cuenta, y no quise interrumpirlos. Pero ahora lo saben. Mañana no me voy a mover, en protesta. Ni el módulo de Ramesh se moverá. Ahora él es una momia que murió de asma severa con infección broncorespiratoria. ¿Contentos? ¿Les parece suficiente con un cadáver de un amigo para romper por fin con este compromiso de tratarnos como extraños los unos a los otros, comunicándonos apenas con la escritura de esta bitácora?
Nos hemos vuelto fanáticos, eso está claro. Y Ramesh el que más. Persistir en dedicarnos a la meditación y al encierro en estas condiciones es absurdo. Estar aquí es equivocado. Muramos de otro modo, por favor. Muramos juntos, haciendo chistes, como el grupo lindo que siempre hemos sido. Pero no nos vayamos a la muerte de esta manera tan triste, tan sicorígida, tan tonta. No podemos volver, está bien, es técnicamente imposible. Pero veámonos a los ojos, démonos consuelo como siempre, en vez de parecernos a tantas sectas que entregaron sus vidas volviéndose el hazmerreir del mundo. Nos enceguece la esperanza de ayudar al mundo, esta no es la forma. Otros se han suicidado envenenándose con la excusa de que así se librarán del apocalipsis. No somos tan diferentes. Nos han lavado el cerebro, estamos dementes. ¿Si no es así cómo se explica que cuando le advertí a Ramesh que su estado de salud era gravísimo, unas horas antes de verlo convertido en una momia egipcia, me hubiera contestado “nunca he estado más cerca de mi verdad más profunda” con un gesto de desdén por mi preocupación, con una mirada de loco de atar que espantaba de lo seguro que estaba de sí mismo?
Por favor, respóndanme. A mí. No a ustedes mismos. Dejen ya esos monólogos escritos que parecen testamentos para ir a la tumba.
DÍA DIECISEIS. MARZO 25
PREPARATIVOS ESPIRITUALES PARA LA INMERSIÓN EN EL INTERIOR TERRESTRE
Partes 1 y 2. “una misión como ninguna otra. El reto de la tierra interior y el merkabah” “vyndara”
(Dictado por Ananda Ma a Ramesh para el grupo de los siete, digitado en la bitácora por Brujita)
Amados discípulos:
Los años que hemos pasado juntos en India han sido no solo la mejor y más feliz época de mi vida, sino también la más fructífera. Y eso se los debo a ustedes. No es común encontrar una entrega al despertar interior como la que ustedes han tenido, con todo y las dificultades que obviamente tenían que suceder entre nosotros. Le estoy dictando esta carta a Ramesh, quien la está escribiendo en su computador personal. Se las van a entregar por partes. No la lean de una vez. Dejen que la información se asiente y asimile paso a paso, de lo contrario podrían indigestarse. Lo mismo deberían hacer los lectores de estas ideas si llegan a ponerse en manos de la humanidad subiéndolo a internet o mediante publicación impresa.
Si reciben estas revelaciones es porque han llegado al polo sur, de lo contrario Ramesh no las entregaría. Ramesh ya les habrá pedido que hagan una bitácora comunitaria por escrito y se la vayan rotando. Espero que pongan toda su experiencia de vida allí, en lo que escriban, cosa que por lo demás se que les gusta a todos y que hacen muy bien. Ramesh ha recibido paso a paso instrucciones para darle al grupo, síganlas paso a paso.
Tengan cuidado. El karma de sus vidas pasadas ya está casi borrado; pero todavía pueden atraer dificultades externas y hasta riesgos para sus vidas. Ya lo saben, un accidente no es un accidente. Es una manifestación externa de una lección que el alma solo puede recibir de esa manera. La razón por la cual muchos exploradores de la Antártida han muerto es que desde esa zona de la tierra se pueden salir fácilmente del baúl del inconsciente temores provenientes de encarnaciones anteriores.
Lo que hacen parece un viaje, pero ustedes no van de turismo ni son una expedición científica o una comisión militar. Ronald, Búho y Brujita, tengan cuidado. Ustedes son las personalidades que mas tienden a exteriorizarse. Hagan un corte profundo en sus hábitos, corten con la actividad intelectual y la obsesión por objetivarlo todo. Deben concentrarse en todo momento como les enseñé, serenos en cualquier circunstancia que se presente, agradable o desfavorable. No conviene que se entusiasmen ni que se desesperen.
Recuerden, lo que van a intentar hacer no es cualquier hazaña. Ustedes no están conquistando tierras para la corona de España, como Colón. Lograr que ustedes siete pasen de la tercera dimensión a la quinta para ser admitidos en el interior de la tierra, es lo más ambicioso que pueda intentarse. Tenemos que lograrlo. Ha llegado la hora de que los seres humanos tengan acceso a los registros y a los lugares secretos.
No se sorprendan si les digo esto: que el viaje que van a hacer no es como lo están pensando. El interior de la tierra no es tridimensional. Tuvieron que viajar a tierras antárticas pero eso no es suficiente. Deben recordar todo lo que les expliqué sobre la cuarta y la quinta dimensión. Esto será tal vez un secreto en la NASA pero es algo que los atlantes consideraban un asunto tan publico que lo enseñaban en las escuelas, cualquier niño lo sabía explicar a los cinco años de edad. El planeta tierra está compuesto no solamente de tres dimensiones, materia atómica y energías electromagnéticas y gravitacionales; sino también de dos dimensiones adicionales y energía pránica. La cuarta dimensión y la quinta están llenas de vida, son universos en los que habitan conciencias muy inteligentes. Hay entidades que están atrapadas en sus propios ciclos de aprendizaje, a veces en niveles involutivos muy inferiores. Los monjes budistas tibetanos llamaban a esos habitáculos de baja y alta frecuencia “lokas”, y explicaban que las de baja vibración hospedaban seres que sufrían – purgatoriales-, y las de ondulación contraria seres que gozaban –celestiales. Pero también hay –que es lo que nos interesa- conciencias humanas no atrapadas en la tercera dimensión. (ver nota # 7 sobre física interdimensional)
Van a sucederles cosas que no serán objetivas ni subjetivas, sino psíquicas, es decir, de la cuarta y quinta dimensiones. Por lo tanto no les va a ocurrir simplemente un viaje, un traslado de lugar físico, como en la superficie de la tierra, sino que van a penetrar en realidades alternativas mediante sueños lúcidos. Se van a sentir en medio de una realidad tan concreta como la que Ramesh experimentó cuando condujo una nave que luego vio reproducida en un museo de Bogotá. Pero no van a lograr nada si al mismo tiempo dejan de investigarse a sí mismos. Uno puede irse de vacaciones y volver igual de ignorante sobre uno mismo. Pero en este caso el pasaporte para que puedan ingresar, quedarse un tiempo y regresar sin enloquecer es que terminen su proceso de sanación espiritual. Es un requisito técnico porque no se puede entrar sin construir un cuerpo grupal especial para entrar a ese ambiente astral- es algo que tengo que explicarles.
Son almas afines, eso es un requisito. Pero ahora necesitamos que hagan una nave para entrar y necesito que me entiendan muy bien cual tipo de nave será y cómo lograrán esto. Van a entrar a un ambiente y necesitan un vehículo que los proteja de los peligros de esa atmósfera. El agua puede ahogar, el aire puede quemar el cuerpo por el calor del rozamiento -por eso hay cabinas aéreas y submarinas. Ustedes también necesitan una, de material pránico. Así como para ir a la luna o a los fondos marinos se requiere un traje y un vehículo apropiado para ese ambiente, asimismo entrar en los espacios dimensionales requiere que ustedes preparen su mente y cuerpo; y tomen el vehículo correcto. Todo viajero necesita un medio de transporte y ustedes construirán el más avanzado de todos, que a su vez es la más antigua tecnología de las grandes civilizaciones. No la desarrollaron los humanos actuales, que ahora destrozan el equilibrio emocional y biológico de la madre tierra. Viene de antes. Y no es un OVNI, para que lo sepan de una vez. Se llama “Mer Ka bah”. Hay que dejar esa idea vulgar y manoseada por la televisión, el cine, y la especulación libresca sobre platillos voladores. No hagan chistes con esto. Es algo muy serio. Ramesh ha estado tras el rastro, pero estaba perdido. Yo le mostré el camino que iba del tipo de naves de las que hablaba el “Vimanika Sastra” al vehículo que ustedes usarán.
Viajarán al interior del mundo, que es como su corazón, como su lugar más íntimo. Allí se descubrirá para ustedes el sentido que ha tenido la vida en la tierra. Si se impregnan de su amorosa vibración contagiarán a los demás. Si solamente hicieran un descubrimiento geográfico abrirían nuevos territorios para que se haga turismo o se produzcan guerras por conquistar y defender nuevos recursos naturales que las naciones codicien.
Cada uno de ustedes es un ingrediente indispensable en este viaje. Shakti tiene en su conciencia y en su alma la clave para enseñarles a ustedes a usar la energía del sol y de la luna, que no solo proviene de afuera desde esos cuerpos celestes sino también desde el chakra raíz, el centro energético del que surge la energía creadora, la energía sexual, el que se ubica entre los genitales y el ano. Con ese combustible podrán poner a funcionar una nave energética grupal (no un aparato físico) para viajar los siete en ella a la tierra interior, al estilo de cómo lo hacían los atlantes en la yuga de plata. Será por lo tanto una nave tipo Vyndara, un merkabah Vyndara. (Ver nota # 8 sobre naves astrales, definición de “mer ka bah”, historia de la civilización atlante, relación entre las naves y los ambientes que cruzan, viajes por mundos sutiles, involución y evolución de las culturas y personas). Podrán ir en esa nave desmaterializando el cuerpo tridimensional y volviéndolo a materializar a su llegada, inclusive dejando un cuerpo físico a la entrada y corporeizándose simultáneamente en el interior de la tierra, es decir, practicando la ubicuidad. Ramesh comprende el contexto y los detalles de la tecnología mágica necesaria para manifestar esa forma de la geometría sagrada y darle realidad, que yo le he revelado en pormenorizadas charlas individuales, como les habrá ya contado. Búho y Ronald serán nuestro polo a tierra. Los demás son demasiado volátiles y por asuntos concretos todo puede fallar. Retozo les enseñará lo que se puede hacer con el cuerpo astral que se tenga a su llegada al interior de la tierra y será la persona indicada para enseñarles la libertad, la alegría y la expansión que se pueden experimentar “danzando” en otras realidades. Ella descubrirá para ustedes los misterios de la geografía sagrada, que es pura anatomía oculta. Tomen a Brujita como maestra en asuntos de sueño Consciente, de viajes astrales. Parvati, con su elevada sensibilidad, será quien mejor les ayude a desarrollar habilidades telepáticas para comunicarse con los habitantes de la tierra interior y con las valiosas reliquias que se guardan allí. Espero que tengan los recursos de divulgación que se requieran para darle a la humanidad el mensaje sin que se les pueda tachar de locos, místicos o estafadores a ustedes siete.
Repito, deben comprender cual tipo de nave tendrán que construir para viajar. Y no son los módulos de transporte que el Papá de Ronald nos financió. Supongo que ya lo sospechaban. Sé que les he dicho que los primeros en tener naves interdimensionales fueron los atlantes y por eso deben enterarse de esa civilización para hacer claro nuestro tema. (Ver nota # 8)
La humanidad actual está envuelta en una niebla que le impide ver más allá de sus propias narices. Se necesitan seres más evolucionados que los que produjeron las dos guerras mundiales y la guerra fría. De hecho hay almas que están llegando desde hace varias décadas como niños especiales, a veces extraordinariamente dotados de una glándula pineal activa que los hace sentirse diferentes al resto, como les ha pasado a ustedes siete. Y van a llegar más. Ustedes tienen que prepararles el terreno para que hagan su aporte en el cambio de era, este viaje es para eso. Si no nos abrimos a las frecuencias que están accesibles en la cuarta y la quinta dimensiones eso va a ser imposible. Entonces puede que sigan creciendo el temor y el anhelo de poder y dinero. Y si estas emociones siguen rigiendo las conciencias de la gente, esa inercia va a permitir que los poderosos hagan de las suyas controlando el mundo por medios económicos o militares y con las facilidades que les brinden los computadores y las telecomunicaciones satelitales,
BRUJITA. DÍA DIECISIETE. MARZO 26
Ramesh se ha comunicado conmigo. No te preocupes, Parvati. Está bien. Mucho mejor de lo que piensas. Y no, no ha muerto. Por eso –ya lo verás- pasarán los días sin que su cuerpo se descomponga ni cambie de color. La piel se ha puesto pálida, si, porque la circulación sanguínea se ha vuelto casi imperceptible. Pero aunque el corazón no late hay una irrigación lenta de sangre y oxígeno impulsada por la corriente vital, tan suave y tan lenta que tú no pudiste detectarla con tu estetoscopio.
Antes de quedar en estado vegetativo me entregó las instrucciones de Ananda que he empezado a retransmitirles a sus computadores. Yo estoy aquí, con él. Vi salir a Parvati, pálida, de la unidad móvil de Ramesh y entrar a su propio módulo. Sin pensarlo me vine a ver qué le pasaba. Y si, está inmóvil. Eso no es nada. No fue la gripa, no es el resultado de alguna neumonía. La debilidad puede haber ayudado, pero es otra cosa.
Cuando lo vi, comprendí inmediatamente. Me ha pasado lo mismo. Aunque a mí no me ocurría sentada en postura de yogui, sino acostada. No se me movía ni una pestaña. Mis padres pensaban que estaba muerta, se alarmaban igual que Parvati, pura ignorancia. ¡Es un viaje astral! No cualquiera, uno especial. En los comunes uno deja el cuerpo respirando, el corazón latiendo, el calor se conserva. Pero entonces hay que volver muy pronto, en cuestión de días, porque el organismo jalona de nuevo, afanado por la deshidratación, por el traumatismo del peso sobre las áreas de contacto. Les digo, de verdad duele la espalda, la cintura, la parte posterior de la cabeza cuando se vuelve. Por eso le hacen terapia de movimiento a los pacientes en coma, Porque se forman moretones. Sin embargo, cuando se tiene experiencia, es posible un abandono casi total de la atadura al cuerpo. Las funciones vitales son tan lentas que ni siquiera puede catalogarse la cosa como un estado catatónico. Pero el cuerpo no se muere, no se desintegra y hasta puede permanecer así por meses, años. Hay yoguis en India que entraron a voluntad en ese estado y volvieron un siglo después, certificado el hecho por autoridades legales y religiosas. Les tomó meses volver a ser capaces de mover una mano, retomar el control completo. Pero volvieron.
Sigo aquí, con su cuerpo a mi lado. Les estoy escribiendo desde su módulo. Acabo de estar en contacto con él, en el mundo astral, el universo que de niño él llamaba “el mundo del aire” cuando practicaba sueños lúcidos. Presentí que se estaba intentando comunicar y decidí viajar a encontrármelo. Primero leí con cuidado y tres veces las instrucciones de Ananda que Ramesh transcribió. Pensé que eran urgentes, que por eso Ramesh había decidido transcribirlas completas sin hacer su viaje astral primero. Me acosté a dormir, me desdoblé, el ambiente era brumoso. No era fácil deslizarse y mi cuerpo astral se sentía pesado, eso es muy raro. Volaba pero con dificultad y había algo así como un zumbido, un eco de fondo. Se me puso la piel de gallina –esto es chistoso, el cuerpo astral no tiene piel, pero eso sentí. Debe existir alguna correspondencia muy estrecha entre el mundo físico y el astral porque no se experimenta igual que desdoblarse en India, donde hay millones de personas atiborradas. Era espantoso lo solitario que se sentía estar allí, como si al estar desierto el polo sur tampoco hubiera gente al salir al plano astral. Ni fantasmas de personas dormidas, ni de muertos. Nada. Por lo mismo, fue facilísimo encontrar a Ramesh, era el único alrededor, me estaba buscando. Llevaba algún tiempo intentando salir de su asombro, sobreponiéndose al pánico de no estar pudiendo volver al cuerpo. Creía, como ustedes, que estaba muerto.
–No estás muerto hasta que el lazo energético se ha roto al cien por ciento –le dije leyendo su mente.
-¿Y es que no lo está? –me respondió sin sorprenderse siquiera de haberse topado conmigo.
-Tu cuerpo esta catatónico, frío, pero he visto el cordón de plata completo, sin fisuras. Míralo aquí mismo.
Yo me refería al delgadísimo hilo que aun vinculaba su fantasma astral con su cerebro, su bulbo raquídeo, en el mundo físico. El no lo había observado, había olvidado hacerlo presionado por la angustia. Se calmó y el color del aura cambió inmediatamente de tonos naranjas y verdes a un rosado suave.
-¿Dónde estoy? –me preguntó.
Yo no lo sabía tampoco. Traté de razonar. Nuestras mentes conversaban como si estuviéramos hablando por la boca, debido al viejo hábito del cuerpo astral que consiste en creer que tiene que regirse por las normas del mundo físico. Pero allí no hay aire, no hay cuerdas bucales, no hay ondas de choque en frecuencias altas y bajas. Pronto estuvimos intercambiando ideas sin necesidad de imaginar que modulábamos la voz.
Por un tiempo intentamos ver, oír, olfatear, tocar. Era inútil. Solamente había bruma y el silencio desértico. Le planteé que no se podía esperar el mismo registro astral que en un lugar poblado de la tierra. Asintió.
Esperamos. Nada. Pasaron minutos eternos.
Luego vino la experiencia. Lo vi difuminarse, iba disolviéndose en tonos transparentes y sonreía. Intentaba comunicarme algo, pero yo no podía recibir el mensaje. Sentí que se estaba yendo muy lejos. Entonces sí que lo creí muerto. Yo sabía, en teoría, que luego del desdoblamiento uno se desprende también del cuerpo astral al morir, para pasar al plano siguiente. Pero volvió sin mucha tardanza. O yo estaba muy tranquila y no desesperé y por eso el tiempo se me hizo breve.
-Acabo de estar allí –me dijo.
-¿Dónde?- De nuevo imaginé mi voz, que sonaba trémula.
-Es una base antigua, subterránea, a unos 4 kilómetros bajo la nieve, exactamente debajo de los módulos de transporte.
-Los módulos se hicieron para recorrer superficies, no para cavar –le dije burlándome como si estuviera pidiendo que fuéramos al sitio.
Se rió. Estaba contento. Ambos sabíamos que aunque se refería al lugar físico en el que nos encontramos ahora, en esta expedición, el lugar al que acababa de ir era astral, una dimensión dentro de otra dimensión.
-¿Y qué has visto?
-Es un hangar, una cueva. Todo indica que la usaron atlantes de la edad de bronce. Lo usual es que siempre haya materia etérica donde hay materia física, pero las civilizaciones prediluvianas también trajeron a la tierra tecnologías para chupar la energía etérica de ciertas zonas físicas, haciendo de este modo cavidades secretas, huecas, sin éter. Generalmente las hacían dentro de montañas que luego los pueblos reverenciaron como lugares sagrados, porque veían en sus sueños entrar y salir luces de ellas cuando acampaban cerca.
-Luces… ¿Ovnis? –le pregunté.
–No los llames así. Es un hangar de construcción, despegue, aterrizaje y escondite de todo tipo de naves. Pero no de naves con componentes de materia física tridimensional, de hecho si cavaran solamente encontrarían hielo y materia rocosa. Son Mer kha bahs tipo vyndara, de acuerdo con las explicaciones que me ha dado Ananda. Hay varios aquí. Son muy antiguos. Se conservan perfectamente porque la energía de la que se componen es mental, cada pieza fue soñada meticulosamente por sus creadores. Pero no funcionan. Están acopladas a la presencia espiritual de ellos como una llave a una cerradura, en cierto modo son la prolongación estabilizada de sus cuerpos mentales mismos. Solamente ellos pueden pilotarlas, del mismo modo que un perro bien entrenado sólo reconoce y obedece a su amo.
Ramesh se estaba luciendo, sacaba su erudición a flote. Eso no me asombraba. Pero me interesaba saber para qué diablos querría volar una de esas naves.
-Para viajar por el túnel de entrada y llegar hasta el centro de la tierra hueca –respondió en seco.
Luego, no sin antes despedirse y mandarme decirles que no se preocuparan por él y que practicaran mucha meditación, agregó:
-Diles a todos que estábamos siguiendo la pista de manera equivocada. Hemos llegado al lugar correcto, pero no habrá que recorrer ni un metro más, ni nos lo permitiría el clima ni las máquinas que hemos traído. El viaje se hará en un vymana tipo vyndara, de modelo colectivo, con los materiales que aportaremos cuando nuestras mentes se hayan armonizado.
Y desapareció de nuevo. Yo volví de inmediato al cuerpo. Habían pasado unos quince minutos en el reloj pero yo estaba exhausta como si no hubiera vuelto en varios días. Dormí y al despertar me puse inmediatamente a escribirles este mensaje.
RONALD. DÍA DIECIOCHO. MARZO 27
Me uno a Parvati. Estamos mal. Estamos alucinando. Los daños técnicos y la lentitud en el avance, la sensación de fragilidad, estar abandonados a nuestra suerte….todo esto explica que queramos aferrarnos a una ilusión. Para empeorarlo todo, Ramesh, que nos inspiraba, que nos guiaba, no respira. Tampoco se descompone, pero eso no prueba que esté vivo. Y he estado pensando que sería mejor volver a la base inglesa. Voto por esto. Tengamos algo de sentido común. El manuscrito de Ananda es muy interesante, si, pero es metafísica, es teoría. No sabemos a ciencia cierta si lo que dice tiene asidero. Volvamos.
BUHO. DÍA DIECIOCHO. MARZO 27
Voto por quedarnos. Estoy seguro que en la base no nos espera nadie, ni hay provisiones extras, ni hay fuentes de energía para calefacción, que si tenemos aquí. Lo sé porque analicé esa posibilidad y lo discutí con los científicos de la base, que estaban casi decididos a salir durante todo el invierno polar para volver en el verano. Opino que hay que meditar, me ha estado yendo bastante bien con eso. En esta tranquilidad se medita muy bien y cada vez me inclino más por creer que sí lograremos crear ese vehículo energético del que habla Ramesh. Creo que he prendido motores jeje ¡¡¡ se siente bastante real. Y Ronald, ponte a practicar. Lo creas o no, vamos a lograrlo por medios metafísicos. Yo no descarto continuar el viaje en caravana, hacia la entrada física que nos llevará al centro de la tierra. Y como jefe encargado de la expedición les ordeno que sigan poniendo sus módulos en funcionamiento de acuerdo al plan. Pero si es verdad que Brujita tuvo contacto con él, entonces hay un plan B ¿qué más queremos? ¡Optimismo!
SHAKTI. DÍA DIECIOCHO. MARZO 27
Yo también he sentido muy real la experiencia de crear y estar en un… ¿cómo es que lo llama Ramesh? Ah sí, en un “merkabah”, una nave viviente, de hecho he estado en la más profunda y amorosa situación de unidad con el cosmos que jamás tuve. Casi ni quiero hablar del tema. La cuarta dimensión es real y necesitamos practicar más. Y se necesita que lo hagamos todos al mismo tiempo, a la hora acordada, incluido Ronald y todos los que no se lo estén creyendo. Este no es el momento para dudar de un proceso espiritual que todos hemos tenido con Ananda, incluido tu, Ronald. Y tu Parvati, serénate, ya vas a ver a Ramesh muy pronto cuando logres unírtenos en el plano astral.
RETOZO. DÍA DIECIOCHO. MARZO 27
He hecho descubrimientos sobre el vehículo pránico, el “mer ka bah” que me tienen fascinada y que nos permitirán hacer el viaje dimensional. De hecho ya hice un pequeño experimento de soñar conscientemente junto con Brujita y les tenemos noticias. Les explicaremos luego. Pero es urgente meditar, ensoñar, crear nuestra mer ka bah, nuestra nave grupal de material pránico, de luz colectiva, diariamente. La total oscuridad lo facilita mucho. Estoy con Búho. Hay que avanzar físicamente tanto como se pueda, aunque sea una excursión sin buen pronóstico. Pero deben estar relacionados el viaje físico y el astral, de lo contrario Ananda no nos habría pedido que hiciéramos la jornada.
PARVATI. DÍA DIECIOCHO. MARZO 27
Está bien. Me callo. Meditaré con todos, veremos qué resulta de todo esto. Y ya perdiste la votación, Ronald, yo apuesto a tocar fondo. No niego que tengo mis dudas, sobre todo cuando el miedo me altera. Pero estoy sintiendo a Ramesh en mi corazón, siento su presencia aunque su cuerpo se haya ido. Discúlpenme por mi comentario pasado en la bitácora.
RAMESH. DÍA DIECINUEVE. MARZO 28
Por intermedio de Brujita, que sigue mi dictado, les escribo estas palabras. El método se llama escritura automática. Brujita entra en estado hipnótico, mi espíritu penetra en su cuerpo y mi mente usa sus dedos para tocar este teclado y poderme comunicar. Tengo una sensación pegajosa y siento mareo cuando uso su cuerpo de mujer. Además tener senos y útero y caderas anchas me causa una emoción ambigua de curiosidad y rechazo, porque no quiero perder mi masculinidad pero resulta fascinante tener genitales que entran en vez de salir y erguirse. Pero hago a un lado mi vértigo para darles mi mensaje. No debo demorarme porque cada minuto que uso su cuerpo la desenergetiza a ella un poco.
Ya Brujita les contó lo que he descubierto y donde estoy. Ahora necesitamos trabajar. Ananda me instruyó para cuando llegara este momento. Haremos una doble misión, continuaremos moviéndonos hacia la entrada de la tierra en nuestros módulos individuales hasta donde sea posible. Eso estará a cargo del búho, será un viaje físico. Pero también crearemos un mer ka bah de prana y éter con la energía de nuestras propias auras. No una para cada uno, sino una sola nave de energía para nuestros siete espíritus. ESTO ES IMPORTANTE. Sin esa nave no podremos entrar.
RAMESH. DÍA DIECINUEVE. MARZO 28
¿Ya lo entendieron? Entraremos al corazón de la tierra en un mer ka bah grupal, en una dimensión no física. Si todavía no lo comprenden lean de nuevo el manuscrito de Ananda.
Cada uno de nosotros tiene un cuerpo astral, un cuerpo etérico, un sistema de circulación pránica con 72.000 canales, y nueve chakras principales por los que circunvoluciona y cambia de frecuencia nuestra energía de acuerdo con nuestra vida emocional y espiritual. Además nuestra aura está rodeada de tres tetratedros o pirámides de sustancia etérica insertos alrededor de los dos canales de luz principales que giran alrededor de nuestra columna vertebral, llamados ida y pingala. Estas formas trigonométricas han estado inmóviles en los seres humanos durante los últimos trece mil años, desde que se olvidó la conexión espiritual cuando se hundió el continente de la Atlántida y dejó de funcionar en pleno la glándula pineal. Ahora reactivaremos todo nuestro potencial. Pondremos en movimiento dos de nuestros tetraedros haciéndolos girar a una velocidad muy cercana a la de la luz, uno en la dirección de las manecillas del reloj, otro en sentido contrario. Al girar se expandirán esas formas hasta crear un envoltorio con forma de OVNI de 18 metros de diámetro – a Ananda no le gusta el término “ovni”, dice que es amarillista , pero que le vamos a hacer si esa es la forma que tiene, la de dos platos unidos por sus bordes. Este es el merkabah individual, una nave de luz pránica y etérica capaz de transportar nuestro espíritu a la cuarta y a la quinta dimensión. Pero el interior terrestre vibra en frecuencias mucho más altas todavía y tiene incorporado una especie de sistema de alarma para evitar que accidentalmente un extraño como nosotros penetre sus misterios, ya sea que entre allí en un viaje astral inconscientemente o de manera deliberada. La alta energía interior de la tierra puede destruir la memoria y la integridad de una mente no preparada para contactar esas zonas, así que una especie de barrera dimensional impide que un merkabah individual haga contacto, encuentre la vía o siquiera permanezca por un segundo en el útero terrestre. Pero si se logra crear un merkabah grupal con la energía de personas espiritualmente preparadas y emocionalmente estables, es posible penetrar. Esa es nuestra meta.
Como algunos de nosotros somos emocionalmente más estables que otros, hay unos merkabahs que no servirían y hay uno que es el mejor, el más resistente. El método para crear una sola nave de luz que nos transporte a los siete al corazón de la tierra es identificar, desarrollar y agrandar el merkabah más poderoso y que esté en mejores condiciones. Ese debe ser rediseñado, ampliado –si cabe el término- para darle cabida a nuestros siete espíritus. Servirá como una especie de espermatozoide, viajará hacia el corazón de la tierra que será como un óvulo cósmico. Pero su cualidad deberá ser femenina más que masculina, será como una especie de fecundación de lo femenino por lo femenino, como un óvulo que entrará en otro óvulo. Por eso los merkabahs de los hombres no servirán. Así que escogeremos el merkabah de Shakti, Parvati, Brujita o Retozo y aprenderemos a nutrirlo. Será como ponerlo a engordar cediéndole nuestros propios merkabahs individuales como alimento.
El procedimiento será como sigue:
Primero, apenas despertemos y en ayunas; haremos media hora de ejercicio suave. Luego haremos meditación profunda por media hora, disfrutando de la bienevanturanza del Ser, como nos lo enseñó Ananda. Enseguida, sentados, por una hora, haremos la meditación de entrega a la conciencia de la madre tierra y del padre sol, enviando y recibiendo amor hacia abajo y hacia arriba. Después viene la activación de nuestro merkabah individual. Haremos las 21 respiraciones correspondientes, pondremos en rotación las dos pirámides de prana hasta generar el disco en forma de ovni alrededor de nuestro eje vertebral; y nos dirigiremos a buscar el merkabah de la mujer que de entre nosotros esté preparada para ensanchar el diámetro de su aura tres veces más de lo usual, 54 metros. ¿Cuál de ustedes cuatro, las mujeres del grupo? Nos lo dirá la intuición, lo sabremos en la práctica.
Durante el viaje astral en nuestros merkabahs personales, rodearemos al más grande y penetraremos en “ella” en esa merkabah femenina, hasta habitarla del todo. Buscaremos el que esté mejor preparado para albergarnos. Entonces, como seis óvulos que ingresan a un óvulo mayor, como seis ovnis que entran a reposar en una nave nodriza; incursionaremos en ella. Apenas sientan que han entrado, bajen la velocidad de rotación de los tetraedros a una cuarta parte de la velocidad de la luz. Eso hará que los tetraedros dejen de elongarse en forma de óvalo para retomar la forma de pirámide y el prana de cada uno de nosotros podrá ser absorbido por la matriz que nos contendrá, que entonces alcanzará un diámetro de 7 veces 18 metros, es decir, 126. Esto ocurrirá una vez cedamos la energía desacelerando la velocidad de giro de los campos contra rotatorios para que sea absorbida por la merkabah madre. Seremos como abejas descansando en su panal. La merkabah femenina nos contendrá a todos y nuestras mentes se estabilizarán. Podremos reconstruir de manera muy detallada las características de nuestros cuerpos físicos con materia etérica, al punto de aparecer inclusive ante nosotros mismos y ante los demás como si estuviéramos vestidos. Es obvio que no se necesita ropa en el mundo astral pero es igual de cierto que la costumbre hace que sea más cómodo soñarlo. Todo será real en la medida en que nuestra nueva composición energética será capaz de interactuar y percibir el ambiente etérico circundante, el de la nave y el del interior terrestre, mediante impresiones sensoriales muy semejantes a la de la vista, el olfato, el tacto, el gusto, el oído –aunque a veces habrá fenómenos mixtos, como por ejemplo olores que tienen cierto color o formas que tienen cierta musicalidad, o texturas que tienen cierto sabor característico. Una advertencia: cualquier emoción que surja y que desentone con el ambiente modificará los objetos que nos rodeen, el paisaje, el ambiente. Se notará inmediatamente. En el mundo físico uno se pone de mal genio y no parece que nada se afecte alrededor. En realidad sí, pero es un efecto más lento y leve. En la cuarta dimensión y con mayor razón en la quinta, se notará el efecto instantáneamente. La ira teñirá de rojo las piedras del camino por el que uno sienta que está caminando, tal y como sucede en los sueños. O hará que caigan rayos del cielo, por ejemplo.
Cuando estemos integrados iniciaremos el desplazamiento hacia el boquete físico de entrada al interior terrestre. Lo reconoceremos porque hay una espiral de luces semejante a un arco iris que lo circunda y señala, que penetra en la abertura como un remolino. Eso se ve en cuarta dimensión. En condiciones tridimensionales la entrada está protegida por una cortina de espejismos que hace pensar a los expedicionarios que hay una planicie helada. Por eso y porque es bastante inaccesible es tan raro que un ser humano tenga acceso. Ojalá lleguemos en nuestras orugas individuales hasta allí para que comprobemos que es imposible diferenciar con los ojos físicos el paisaje helado de la abertura circular que lleva al corazón terrestre. Desde el plano astral, en cambio, es un espectáculo. Del torbellino de luces salen y entran además esferas de luz doradas que son los envoltorios espirituales de diversos tipos de conciencias no humanas, relacionadas con lo que nuestras mitologías llaman seres elementales del fuego, el aire, el agua y la tierra: son conciencias terrestres encargadas de procesos naturales sutiles que en la literatura infantil se caricaturizan como gnomos, elfos, ondinas, hadas. Dirigiremos nuestra nave Vyndara por ese ciclón de energía. No sé lo que pueda ocurrirnos de allí en adelante.
SHAKTI. DÍA VEINTE. MARZO 29
Hoy me tiene muy deprimida no ver el sol. Ayer yo estaba radiante. Ustedes parecen tan campantes, tan estables. Yo ya no se qué hacer, me alarma mi propia variabilidad. De un día para otro paso a percibirlo todo de otra manera. Hablan de armar mer ka bahs, de viajar por mundos astrales en naves pránicas, de continuar con la quijotada. Yo no puedo más. Si yo estoy desnutrida, pálida, ojerosa, es que ustedes deben estar disimulando o que soy muy de malas, la más enfermiza del grupo. Pero como las reglas nos impiden vernos, tocarnos, sentirnos; no tengo más opción que creerles. Apenas si tengo energía para poner en funcionamiento mi oruga y seguir las instrucciones del búho sobre orientación de la caravana y la velocidad de desplazamiento de mi módulo.
BUHO. DÍA VEINTE. MARZO 29
Hay que seguir, ya les dije. Y como el cronograma del viaje se ha retrasado en un 50% debido a las fallas técnicas que hemos tenido y a los barrancos imprevisibles que hemos bordeado, es mejor que nos la juguemos toda a lograr armar el vymana grupal. Confieso que nuestras máquinas no llegarán a ningún lado, hay demasiadas fallas técnicas y los deslizadores no estaban bien diseñados para llegar por medios mecánicos al borde de la tierra hueca. Por un tiempo creí que si las variaciones de temperatura indicaban un aumento gradual de grados centígrados sería sintomático de estar llegando al borde de la entrada al interior terrestre. Pero luego comprobé que eran efectos atmosféricos. Ya ni siquiera estoy seguro de que hayamos avanzado en línea recta, pudiera ser que las fallas geomagnéticas hayan desviado la ruta día tras día y que hayamos estado viajando en círculo. Lo siento, es una gran humillación para mí no haber podido guiarlos. Pero Ramesh lo hará. El camino es por dentro.
Pensándolo bien, que no funcionen las cosas es una prueba de que el sentido de este viaje no era que tuviéramos nuestra aventurita de niños exploradores. Estamos metidos en un lío mucho peor, con una responsabilidad que Ananda nos profetizó que caería sobre nosotros, la de ser mensajeros de no sé cual verdad sobre el destino del ser humano.
RETOZO. DÍA VEINTE. MARZO 29
Si el camino es con un Vymana y por el mundo astral ¿Qué pasará con el cofre que Ananda me dijo que encontraríamos? Ananda se refería muy explícitamente a un objeto sólido, real. ¿ puede ser real ese mundo al que Ramesh quiere llevarnos? Si no encontramos el cofre todo estaría perdido. Si no hay un amuleto, un talismán, alguna cosa mágica que le permita a la humanidad superar la cultura troglodita en la que nos tienen embolatados, no veo que algo más pueda servir. No sirvieron las universidades, ni los sabios de la ciencia, ni las “organizaciones no gubernamentales”, ni las religiones para hacer que la vida humana fuera un escenario de felicidad y armonía. Solo nos quedaría la magia. ¡Tal vez el cofre sea también una especie de vymana!
DIA VEINTIUNO. MARZO 30
PREPARATIVOS ESPIRITUALES PARA LA INMERSIÓN EN EL INTERIOR TERRESTRE
Dictado por Ananda Ma a Ramesh para el grupo de los siete
Tercera y cuarta Parte.
Parte 3: “involución del alma en su recorrido involutivo”
El objetivo de viajar al interior terrestre es explorar la posibilidad de recibir apoyo de entidades espirituales que han estado pendientes de la evolución de la conciencia en la tierra. Hemos estado aislados por mucho tiempo y ha llegado la hora de volver a comunicarnos con otros seres en el universo.
El resultado de la empresa que ojalá cumplan ustedes podría ser que nos permitan de nuevo estar en comunicación telepática y física con humanidades evolutivas paralelas y superiores a la nuestra. Si eso se logra podremos recibir y compartir conocimientos que, como mínimo, nos permitirán resolver nuestros graves problemas mundiales a corto plazo. Podría ocurrir un encuentro de culturas a nivel intergaláctico. Y no es ciencia ficción.
Sin la colaboración de cada ser humano actualmente encarnado será totalmente imposible un buen desenlace y alguien tiene que encender su vela de primero si se quiere que toda una multitud ilumine un estadio. Hay entidades en otros planos ayudando con todo su entusiasmo a que recibamos la bendición. Es indispensable que cada persona de cada continente abra su mente un poco. La ayuda necesaria se ha calculado matemáticamente: por lo menos el uno por ciento de la población debe elevar su vibración hasta el nivel de la serenidad mental y si esto no ocurre entonces como mínimo la raíz cuadrada del uno por ciento de la gente tendrá que haber abierto su corazón al nivel del amor incondicional
Ustedes han sido entrenados para llegar a formar parte de este último grupo. Y sin descender al interior de la Tierra sería muy difícil que lo logren. Se necesita que prendan la mecha en Colombia. Es un país crucial para los cambios que vienen y por eso no es casual que los haya escogido a ustedes seis y a Ronald. Colombia, por razones kármicas, será un País crucial en el despertar mundial si todo sucede como se espera. En cierta manera todo está previsto y se nos ayudará de todas las maneras posibles. Está en juego el destino de cada alma y a la vez el de grupos de almas que han estado trabajando juntas en toda la tierra.
El encuentro cósmico entre culturas será altamente provechoso para nosotros si se realiza en el momento oportuno y nos preparamos de la manera adecuada. De lo contrario se retardará y no serán testigos de él sino nuestros nietos o tataranietos. La preparación principal consiste en elevar nuestra vibración personal. Somos como aparatos de radio transistorizados capaces de sintonizarnos con diversos niveles de sabiduría, voluntad y amor, o también de ignorancia y confusión.
El interés de Ramesh en naves avanzadas tiene una minúscula importancia pero también guarda alguna relación con todo esto, porque no debe parecernos extraño ni debe causarnos temor alguno cuando comiencen los contactos. No hubiera sobrado que los indígenas de Cuba y sus alrededores hubieran estado enterados de la existencia de los caballos y de los grandes veleros para que hubieran visto a los españoles no como dioses centauros sino como iguales que venían a caballo y en barcas sofisticadas. Ya han existido contactos con personas escogidas por sus cualidades especiales y su nivel de maduración intelectual, emocional y espiritual. También se han dado, desafortunadamente, algunos contactos entre seres de bajo nivel de conciencia y otros que están igualmente sordos y sometidos a la cuarentena, seres en quienes ha dejado de funcionar el “chakra del corazón”, ese vórtice sintonizador del amor que los humanos que vivimos en la superficie de la tierra tenemos a nivel de la glándula del timo. Ellos han buscado alianzas y propuesto negocios a gobernantes paranoicos y armamentistas obsesionados con el poder.
Para que me entiendan por qué es fundamental que viajen al corazón de la tierra deben comprender en cual momento estamos viviendo en la historia de la tierra. En sus colegios y universidades les han inculcado un panorama obtuso. Les han dicho, por ejemplo, que ha habido un proceso lineal, ascendente, evolutivo, que va desde el hombre de Cro Magnon hasta el viaje a la luna. Les muestran como el epítome del progreso la instalación del telescopio Huble y de la estación espacial internacional. Supuestamente la prueba de nuestra mejoría constante como especie es que tenemos tecnologías de punta y centros comerciales, casas climatizadas y vacaciones anuales. Es una versión miserable, arreglada en función de demostrar que hay que occidentalizar el mundo y norteamericanizar a occidente.
En India pensamos que la historia es cíclica, porque las razas humanas pasan por este planeta para hacer un aprendizaje y luego irse a practicar lo comprendido en otros mundos, en otros universos. Las almas son traídas a su nivel máximo de constreñimiento, que es la vida en un planeta físico tridimensional. Es lo que se llama involucionar e implica perder la conciencia espiritual para luego recobrarla, lo que parece un sinsentido- pero bien considerado es lo más sabio que existe. ¿Recuerdan la metáfora del alma como un hijo de un gerente que es enviado por su padre a trabajar lavando inodoros en la empresa? Si la olvidaron, lean la Nota # 9. (Ver Nota # 9).
Pero en este planeta ha ocurrido un error más grave, que sin embargo está previsto en los planes cósmicos como una posibilidad necesaria.
Parte 4: la humanidad en cuarentena
El nivel de sufrimiento actual, es decir, de ignorancia, ha sobrepasado el límite calculado como conveniente. De ese modo no impulsa procesos evolutivos sino que los retarda, los estanca y hasta puede invertirlos. Por eso es urgente que deje de incrementarse la ignorancia. Se necesita un elevado nivel de madurez para que una personalidad tome experiencias excesivamente traumáticas como lecciones espirituales. Por ejemplo un porcentaje bajísimo de Judíos en los campos de concentración nazis le encontraron un sentido a la experiencia. Muchísimos se pelearon con su propio concepto de Dios, se suicidaron, se anestesiaron ante tanto dolor hasta tomar por normal el asesinato, se acostumbraron a vivir solamente para conseguir un mendrugo diario y algo de calor en la noche, se volvieron ateos o se igualaron en crueldad a sus victimarios ofreciéndose como espías de sus propios compañeros al interior de las barracas. Si uno sufre un poquito por tener un ingreso económico menor que el de los jefes hasta se siente estimulado a conseguir un ascenso, eso está bien. Aspirar uno a ser más feliz y hasta sentir un poco de escasez enciende el deseo de evolucionar tanto en una bacteria como en un elefante y más aún en un ser humano. Pero cuando la insatisfacción es excesiva se convierte en un grave obstáculo, como cuando las condiciones de los trabajadores son tan paupérrimas que generan huelgas. Cuando hay protestas los gerentes deberían evaluar y corregir injusticias si han ocurrido. Pero cuando ya no se puede trabajar y en la acción de protestar resultan heridos de un lado y del otro hay que tomar medidas extraordinarias.
Eso pasó hace trescientos mil años aproximadamente, cuando un importante “gerente” encargado de la administración del área del universo a la que está adscrita la Tierra cometió un grave error. A nivel cósmico siempre se evita al mínimo la duración de una huelga, y casi nunca se llega al punto de que se requiera que los dirigentes vean en las noticias trabajadores furiosos insultando a las clases altas. Pero esto ha ocurrido, en muchas galaxias, en más o menos el 10 % de los casos. Ese porcentaje de error es necesario para que la evolución de los universos no siga siempre un curso tan rígido y predecible porque deja de ser divertido. Si le pides a un robot que haga un dibujo de un paisaje, sus líneas, luces y sombras quedarán impecables, pero el resultado es aburrido, demasiado perfecto. La misma evolución biológica está organizada de tal modo que haya azar y por eso no todas las especies que surgen se adaptan, algunas se extinguen. La creatividad de la vida es un delicado equilibrio entre la libertad y el ordenamiento.
Cuando se reconoció el grave error que se había iniciado en esta sección del cosmos, que agrupa muchísimas galaxias, unos seiscientos planetas con humanidades evolutivas en ellos fueron afectados. Allí se intervino con mucha rapidez. Pero el virus estaba muy expandido en unos treinta planetas como el nuestro, que tuvieron que entrar en cuarentena para evitar que se propagara información errónea que había sido aplicada en la administración de los pueblos y razas en los que estaban haciendo su aprendizaje millones de almas. En la tierra hemos quedado aislados momentáneamente, como cuando es encarcela a un delincuente a quien se desea socializar mediante nuevas oportunidades de estudio y reflexión sobre su conducta. En realidad es un suceso benévolo, aunque sea una molestia no poder viajar libremente e ir donde se desee. No hemos perdido definitivamente la libertad sino que hemos quedado restringidos a un espacio más pequeño. Nos toca recorrer los salones del penal aprovechando lo que pueda aprenderse en ellos, esperando a que abran las puertas cuando uno esté listo para responsabilidades cósmicas más gozosas.
Hay mejores enseñanzas fuera de la penitenciaría, que es una escuela apta para preparar a una persona para ejercer de nuevo la ciudadanía. Pero no es hora de poder ir a la universidad cuando aun se tiene la intención del delito.
Y somos responsables, no víctimas, de lo que ocurrió. De alguna manera le permitimos llegar allí a los que cometieron el error, por acción o por omisión; ya que permitimos que se aprovecharan de nuestra desidia o de nuestra complicidad. Por eso todos juntos fuimos puestos en cuarentena.
Cuando se produjo el error este fue detectado inmediatamente. Y se inició un proceso correctivo por etapas. Faltan apenas unos instantes cósmicos para que se conozca el resultado final. Pero trescientos mil años en la historia de la tierra son como una semana en los referentes del tiempo cósmico local -(y cómo una fracción de segundo desde el punto de vista del universo de universos, tal vez en otro momento les explique estas inimaginables escalas). Por eso nos ha parecido que ya llevamos demasiado tiempo haciendo guerras, sufriendo hambrunas, viendo desastres y hasta a veces parece que los vicios humanos siempre serán los mismos, que nada diferencia la sociedad corrupta actual de la que había en tiempos del imperio romano decadente. Inteligentísimas acciones fueron tomadas para evitar daños aun mas graves al ecosistema intergaláctico, incluyendo ciertas “inyecciones” de amor que vinieron a combatir la fiebre del odio que nos estaba envenenando. Esas misiones fueron encomendadas a seres de elevado nivel vibratorio que alcanzaron capacidades de transmisión de una energía muy elevada, como Jesús y Buda.
Volvamos a lo de la preparación que ustedes necesitan para lograr viajar al corazón terrestre. Lo más importante es vibrar en lo que en la escala auditiva son las notas altas y en la escala cromática los colores azules, rosa, violeta, dorados y blancos. Se experimentan emocionalmente como amor, esperanza, confianza, apertura, creencia en el apoyo de la vida, generosidad ilimitada y otras cualidades. Lo semejante atrae a lo semejante. Por eso sólo nos encontrarán y sólo nos encontraremos con culturas que incrementen su propio nivel de evolución incrementando el nuestro. Pero si vibramos en temor podemos atraer entidades que buscan controlar a otras generándoles miedo, así que es mejor ni siquiera tenerlas en cuenta, no hablar siquiera de ellas.
Han cometido una grave falta los productores de cine y películas inspiradas en invasiones hostiles a la tierra, ese tipo de basura. Vibrar en positivo es la primera norma. La segunda es estar intelectualmente listos. Esto es para saber qué esperar de una aproximación a ellos y cuáles son sus intenciones, saber algo de su civilización, de su comprensión de lo que nosotros llamamos arte, religión, política, tecnología, ciencia y entretenimiento -que para los occidentales son departamentos diferentes pero para muchos de ellos son una sola continuidad integrada de actividades espiritualmente evolutivas. Serán ellos quienes lo expliquen mejor, pero hay que evitar que esta vez los idolatremos. Cuando vinieron a visitar a los Incas y a sus predecesores teniendo como base las pistas de Nazca en Perú –y en muchos otros contactos del pasado- permitieron que se les tratara como dioses porque el abismo era demasiado ancho como para explicarles en realidad quienes eran. No iban a entender y fue necesario tratarlos como niños. La tendencia del ser humano a idolatrar, sin embargo, es demasiado profunda y desarraigarla no será fácil. En ese sentido estamos peor en la India que en occidente, con todo el guruismo que nos invade y que exportamos a occidente como ustedes nos exportan la Coca Cola. Los que más cerca estuvieron de no asumir una actitud reverencial fueron los tibetanos, los Muiscas y los sacerdotes Egipcios. Pero al pueblo raso era necesario dejarle continuar con su mentalidad religiosa, por eso Moisés hasta les inventó la figura de Yahvé, quien en realidad era una entidad que estaba interviniendo en la historia humana -a veces para ayudar pero no sin pensar en su propio beneficio.
Esta vez será un encuentro entre iguales, no porque estemos tan avanzados como ellos, ni más faltaba, sino porque ellos son también almas hermanas proyectadas en personalidades y escenarios espacio temporales, como nosotros. Los destinos cósmicos de los tipos de empresas creativas que tendrán en el universo varían para cada planeta, para cada zona de cada galaxia, para cada raza de cada humanidad inclusive. Eso depende de los que gobiernan amorosamente y con sabiduría el cuadro general del movimiento de las conciencias en el gran misterio del universo en expansión.
En el caso de la Humanidad terrestre hay un destino maravilloso que está reservado para nosotros y no para muchos de nuestros visitantes y en ese sentido solamente nuestra experiencia nos será útil. Si los tomamos por Dioses o si los tomamos por merecedores de guiar y controlar nuestra economía, nuestra ecopolítica y nuestra vida planetaria, cometeríamos un grave error y hasta los tentaríamos a creerse superiores a nosotros. No puede convertirse en un encuentro para cederles el control, eso no es lo que quieren ellos. Vienen como consejeros, a opinar, pero la votación es asunto exclusivamente nuestro -me refiero a la toma de decisiones. Pero compartimos muchos problemas en común sobre los cuales están ellos más adelantados.
SHAKTI. DÍA VEINTIUNO. MARZO 30
¡Lo de ayer fue super! Lo digo en serio. Nunca había ensoñado de este modo. Tenemos que probarlo una y otra vez hasta lograr la integración final, la unión completa. Sé que el impacto es muy grande y que cuando uno vuelve al cuerpo no lo recuerda, o no quiere saber nada del asunto. Y está bien, ayuda a no enloquecer. A mí me pasaba. Es tan real estar allí, en la cuarta dimensión, en el mundo que la gente normal confunde con un escenario de ilusiones. Juzgan que es menos verdadero ese mundo que el de la vigilia porque no saben permanecer coherentes, se les dispersa la energía de la atención y las cosas se ponen borrosas, se comportan inestables como cuando uno no sintoniza bien una emisora, la señal llega débil, intermitente. Pero ninguno de nosotros sintió algo así, estoy segura. Estuvimos allí por horas -si puede hablarse de alguna medida del tiempo.
Sé que Ronald, por ejemplo, lo borrará de su memoria. Que cuando se despierte no recordará nada. O dirá que fue un sueño. O solamente lo recordará a medias. Por eso voy a transcribirlo por completo en la bitácora, para que nadie lo olvide.
Ya habíamos cumplido con el recorrido programado para el día, los módulos no habían fallado en los descensos. Total penumbra. Yo me senté a meditar. Hice las respiraciones cósmicas, seguí las secuencias de mudras, puse a girar mis tetraedros etéricos y quedé envuelta en un merkabah de luz de 18 metros de diámetro alrededor de mi cuerpo. Lo sentí vibrando. La instrucción de Ananda era buscar con la intención los merkabahs de la primera persona del grupo que llegara a la mente. Se me antojó estar con Ramesh. Pensé que era la peor opción, porque era el único del grupo que no sabíamos si estaba sincronizado con la práctica. Al fin y al cabo, si su cuerpo ya no está vivo ni muerto, no sabe nuestras coordenadas.
Pero igual lo hice, era mi deseo. Al comienzo sentí pena, mi sentimiento era comérmelo a besos, para que les miento. Puro sexo. Me ha estado haciendo falta. Y por supuesto, Parvati, sentí vergüenza contigo, se que eres su novia y todo eso, pero igual le hice y tú me disculpas. Había que seguir el instinto y mis habilidades psíquicas no saben de moralina, que vaina con eso. Entonces me dije “adelante”.
De inmediato sentí a Ramesh. No era su cuerpo, claro, era su presencia -indudable. Y no estaba próximo, estaba adentro. Adentro mío, en mi merkabah ¡que susto! Yo no me esperaba tanto, pero sentí toda su energía masculina conmigo y fue muy, muy excitante. Un orgasmo diferente, pero sexual, muy potente. Sagrado y a la vez denso. Les digo que lo que siente un médium cuando se le mete un alma errante en medio de una sesión de espiritismo puede ser asco, euforia, risa; dependiendo de la personalidad del invasor. En mi caso fue una angustiosa delicia de tener un hombre adentro. Siempre imaginé que la penetración era solamente un indicio simbólico de un acto todavía mejor que toda mujer querría experimentar. Y este era el caso. No dejaba de gustarme sentir que su cuerpo era mío, que me lo había engullido completo, que yo era por fin una devoradora cruel, una serpiente que se traga entero un cabrito luego de apercollarlo hasta la asfixia. El pobre Ramesh era mi víctima y yo me alimentaba de su hombría, de su piel velluda, de su voz gruesa. Era algo así. Mi propia oquedad era un gusto. Saberme hueca para él, sentirme cueva para que guardara su limusina a escondidas de Parvati. ¡qué gozo me daba!
Y entonces lo sentí hablándome -sin palabras, pues claro. Intentaba comunicarse. Me calmaba. Me decía que era natural que estuviera reaccionando así y que había que dar el siguiente paso, incluir uno a uno a todos los demás del grupo.
-¿Dentro de mi merkabah?- me grité a mí misma. Estaba espantada. No solamente no quería meter en mi cama a otras mujeres, sino que quería fornicar exclusivamente con Ramesh –metafóricamente hablando, claro está.
Ramesh me insistió. Repitió que estaba bien que tuviera sentimientos sexuales sobre lo que estaba ocurriendo, porque estábamos en medio de un oculto ritual mágico. Me aseguró que la ceremonia alquímica ya había sido probada en la antigüedad por altísimos iniciados atlantes en la época en la que las conciencias evolucionaban en grupo, antes de que almas individuales como las nuestras fueran traídas a la tierra. Me incitó a comprobar que los prejuicios religiosos inculcados de la infancia y mis habituales celos hacia otras mujeres no deberían interferir con el experimento. El sabía que eso era lo que me molestaba de abrir mi campo de luz a otras presencias.
-¿y por qué tengo que ser yo el vientre contenedor del grupo?- me preguntaba con fastidio.
El leía mi mente. Me empujaba a reconocer las respuestas al instante. Yo tomaba conciencia de que estar con varios hombres al mismo tiempo no era algo que rechazara mi campo áurico, por el contrario. Ya en Colombia lo había hecho con mi cuerpo físico en rumbas que me daba encanto recordar, violando todas las normas morales sin la menor angustia. Pero la posibilidad de sentir a otras mujeres conmigo, de permitirles gozar de los mismos hombres que me dieran gusto, era un tabú para mí. Y aunque se tratara de una experiencia en el astral era igual de incómodo nada más imaginarlas conmigo. Una rivalidad antigua se me atravesaba de por medio, que yo sabía provenía de mi madre y mi abuela y muchas mujeres mas de mi familia hasta decenas o centenas de generaciones atrás. ¡yo tenía que pelear por mi hombre en contra de todas las mujeres imaginables! ¿Por qué iba a tener que incluirlas en un momento tan íntimo?
Pero Ramesh insistió hasta casi ponerse colérico. Estaba de verdad seguro y firme en lo que me decía. Y toda la misión de bajar al corazón terrestre dependía de esa decisión mía. Entonces cedí.
Las presencias masculinas fueron las primeras en sentir el llamado. La energía muy sexual que estábamos creando con Ramesh era lo suficientemente explícita como para hacerse notar y por eso las mentes de Ronald y del Búho, que estaban sincronizadas meditando, fueron atraídas. Sus merkabahs estaban desplegados y se introdujeron en el mío, que para mi sorpresa no tuvo el menor reparo en extenderse mucho más. La vibración se elevó. Aunque comparadas las fuerzas de Ramesh con las de mis dos nuevos amantes estos se sentían débiles, era satisfactorio. Pero había demasiado yang, demasiada fuerza masculina en el envoltorio que habíamos forjado. No percibí que entre ellos surgiera rivalidad por mí, cada uno estaba satisfecho de la porción de mi energía de hembra, que yo les brindaba y que podría comparar con la de una mujer que brinda sus senos a varios bebés al mismo tiempo. Seguía siendo un sueño sexual, pero ahora comenzaba a alcanzar una connotación sublime, como si de la energía de amante yo estuviera pasando al rol de madre. Mis pezones se erguían, mi vagina les hacía campo. Pero todo apuntaba hacia un tono musical de octava superior.
Entonces las llamé a ellas. Parvati, Brujita, Retozo; entraron en mi aura con una suavidad sorprendente. No sentí celos. La presencia de mis hombres era compatible con la de las mujeres. La atracción entre todos estaba desprovista de los sentimientos que hubiéramos podido tener en una orgía real, que siempre imaginamos que alguna vez ocurriría, en India, pero que nunca tuvo lugar. Y aquí estaba la explicación. El matrimonio de todos con todos era un hecho espiritual ahora, éramos una combinación limpia, perfecta. Se me vino a la cabeza la idea de que estábamos logrando un resultado largamente buscado por un alquimista medieval, que aunque nunca supe gran cosa de matemáticas tenía una intuición de que las cifras concordaban, el número de átomos y de enlaces covalentes era el preciso, la geometría de las moléculas utilizadas era correcta , el reactivo, el reactante y el catalizador hallados iban a cambiar para siempre la historia del amor. Sé que suena ridículo. No sé cómo mas decirlo. Pero eso fue.
Así comenzó a volar el merkabah. Cuando la energía fue armónica, sobre todo cuando mi empatía por las mujeres inundó el espacio de luz; la vibración del aura grupal se puso muy dulce, muy sutil. Y vino una sensación de ingravidez. En un medio ambiente la sustancia líquida más ligera tiende a subir y la más densa tiende a bajar. Parece que el mundo astral no es diferente. Nos empezamos a elevar y a ver por encima de nosotros, por sobre el campamento. Aunque no hubiera un rastro de luz solar se veía perfectamente el grupo de módulos de transporte abajo, la superficie helada y el generador de energía recargando motores. Yo pilotaba. ¡Todos nos sentíamos tan contentos, como niños estrenando juguete! Hice mover el vyndara, primero tímidamente por los montículos que acabábamos de superar, luego por una zona que yo creo que abarcaba cientos de kilómetros cuadrados. No se veían animales, nada se movía, ni siquiera había vientos atascados entre las soledades de hielo. Por insinuación del Búho puse mi intención en encontrar la entrada al interior terrestre. Entonces una ráfaga de luces color violeta nos rodeó por todas partes, encegueciéndonos, hasta que al rato notamos que eran las paredes de un túnel por el que avanzábamos con rumbo inequívoco. Eran las luces y los torbellinos de los que hablaba Ramesh. La velocidad descendió y estuvimos allí mismo, era la boca de entrada al corazón de la madre tierra.
Eructaba una bruma azulada y consistía en un círculo perfectamente redondo con labios curvados, sin ninguna arista o ángulo recto. Se sentía muy orgánico, pulsante, como si bajo su piel lo recorrieran venas y arterias. No era un cráter de un volcán, no era una hendidura geográfica que pudiera confundirse con un accidente geográfico. Todos lo sentimos. Me perdonan pero era un esfínter. Estaba caliente al punto de que no había hielo en kilómetros a la redonda, sino un bosque agradable y fresco, periférico, que se iba volviendo casi una selva tropical, ya decididamente caliente cuanto más se acercaba al orificio.
BRUJITA. DÍA VEINTIDOS. MARZO 31
Shakti, esto es para ti. Retozo, escúchame bien. Parvati, esto es crucial. Nosotras tenemos el potencial. Ya van dos viajes fructíferos, el que acaba de relatar Shakti y el de hace unas horas. Hemos empezado a lograrlo, llegando siempre hasta el borde del esfínter. ¿Y por qué no hemos podido sino sobrevolar la entrada? En ese momento, cuando es hora de penetrar, hemos tenido miedo, algo ha pasado con la energía grupal, se corta la integración. Hay que tomar conciencia del obstáculo. Estoy extasiada, si, de ser capaz de fusionarme a ustedes. Es tan pleno, es mejor que la mejor experiencia sexual, es el límite. Y para mi, que no he tenido ni tantos hombres ni tantas experiencias como ustedes dos, Shakti y Retozo; es la solución perfecta, es un placer que me podría volver adicta. Eso y nada más que estar con ustedes seis, con tres mujeres y tres hombres amándome, entremezclada con sus yings y sus yangs en un solo viaje seminal…
Pero hay que mejorar. Y creo que sé lo que nos impide entrar, hay muchos tabúes por reconocer y varias tomas de conciencia pendientes.
Primero, celos entre mujeres. Ya lo mencionaste, Shakti. Cuando sentías que en el vyndara tenías que hacernos campo a nosotras tres, eso chocaba contra tu hábito de toda la vida, el de competir por un hombre contra todas tus amigas, el de ver como rivales potenciales a todas las mujeres que te rodearan, comenzando por tu madre que te quitaba el amor de tu padre, ahí comienza la cosa.
Segundo, miedos a la homosexualidad entre los hombres. Sentí que Ronald se fastidiaba de sentir tan cerca la energía del Búho y la de Ramesh, que lo mismo le pasaba a ellos. Pero lo más conflictivo para los hombres era sentir al mismo tiempo que esa especie de rivalidad primitiva por el amor exclusivo de una mujer, esa otra sensación de atracción por la masculinidad de los otros. La fusión astral los enfrenta con el hábito social de repelerse sexualmente. Esto no nos pasa ya tanto a las mujeres, la sociedad no nos rechaza tanto cuando somos cariñosas entre nosotras.
Tenemos que hacer conscientes estos miedos y sentimientos cuando nos encontremos al borde, porque la intuición nos dice que si entramos al interior terrestre la convivencia con estas emociones será permanente.
Somos una sola mujer nosotras cuatro y son un solo hombre ustedes tres. Esto es importante asumirlo. Y somos una sola unidad sexual y amorosa nosotros siete, aunque el ego y los prejuicios nos digan que hay algo arriesgado o equivocado en unirnos como una sola nave de luz astral. Parvati, por favor, termina de poner entre paréntesis tu moralismo. Deja ya de relacionar lo que hacemos con orgias y aberraciones “swinger”, se que has estado pensando burradas como esa que te retraen la energía y te impiden entregarte al grupo. O comprende que cuando la gente prueba este tipo de experiencias sexuales en grupo, lo que en realidad está buscando es una unión espiritual que no les va a ser posible en el plano físico, mientras que a nosotros se nos ofrece en un plano vibracional elevado. Lo que estamos haciendo no se clasifica como bueno ni malo, es simplemente magia, magia blanca. Retozo, por favor, no temas perder tu libertad ni tu creatividad. Lo que has ganado no vas a perderlo por compartirlo con nosotros. Tu cuerpo es puro juego gracias a tantos años que llevas danzando, estando viva y eso lo sentirás aun mas volando con nosotras. Hagamos una nueva prueba, esta vez más conscientes.
BRUJITA. DÍA VEINTITRES. ABRIL 1
La situación ha cambiado radicalmente. Hoy hago constar, en esta bitácora, que todos nuestros cuerpos físicos excepto el mío, han caído a un estado catatónico como el que Ramesh experimentó primero que todos nosotros. Yo he logrado no romper del todo mi vínculo con mi cuerpo, soy capaz de comer, de sentarme a escribir, de realizar una que otra tarea de mantenimiento de los equipos de calefacción de los módulos de mis compañeros de viaje. Pero luego de no más de cinco horas estoy completamente exhausta, me quedo dormida profundamente y soy totalmente incapaz de despertarme cualquiera que sea el ruido o circunstancia que ocurra en mi ambiente. Mi conciencia, a diferencia de la de mis compañeros, es capaz de estar a la vez en el interior terrestre y en este módulo autómata de supervivencia en el polo sur. Pero sólo por esta cantidad de tiempo.
Ignoro cuál sea la causa de mi extraño don, que sin embargo no me permite estar totalmente alerta en el plano astral cuando simultáneamente, por ejemplo ahora, tecleo estas palabras. A veces tecleo a nombre mío, soy yo la que escribe. Otras veces Ramesh me posee y escribe a nombre suyo usando mi sistema nervioso. Los demás han aprendido a hacer lo mismo, me usan para escribir sus bitácoras y dejar plasmadas sus impresiones sobre lo que van viviendo en el interior terrestre. Soy su médium de aquí en adelante. Pero son incapaces de usar sus cuerpos físicos, yo soy la única que lo logra.
Sé que en este momento mi cuerpo de energía está con los de mis seis amigos. Estamos reunidos en torno a una fuente de agua de manantial; y nos conmueve haber empezado una incursión que ya parecía imposible. Es el interior de la tierra y lo estamos recorriendo. Estamos conversando, podemos “respirar” y “percibir” con los que siguen pareciendo nuestros “cinco sentidos”, además de intuir y sentir nuestro entorno como si formara parte de nuestro propio cuerpo. Pero cuando estoy simultáneamente en mi cuerpo físico, como ahora sentada escribiendo –con hambre- no logro sentirme totalmente despierta en el plano astral. Allá o aquí –ya no sé cómo expresarme- en el interior terrestre, las voces de mis compañeros se sienten lejanas, como venidas de lo profundo de un pozo, como cuando uno se ha abstenido de dormir por más de tres días y una sensación de estar viviendo en una película exótica hubiera reemplazado la convicción sobre la realidad circundante. Mis reflejos –desde el punto de vista de mis amigos- se ven lentos, mi mirada se observa perdida, me cuesta trabajo hablar. Apenas si logro parecer presente. Pero apenas se me duerme el cuerpo, cuando he terminado mi trabajo físico aquí –o allá, ya no se cómo hablar- y he cumplido con la misión de actualizar la bitácora en el polo sur, me despierto del todo al otro lado, en el interior terrestre, y soy lúcida como nunca y rápida al pensar y estoy completa. Mi cuerpo físico se desgonza y cae como un títere tras la función, a la espera de mi siguiente regreso. Todo esto que describo se llama en la literatura de lo paranormal “bilocación”, la habilidad de estar a la vez presente en el cuerpo físico y en el mundo astral.
RETOZO. DÍA VEINTICUATRO. ABRIL 2
Esto me ha cambiado para siempre. Antes podía dudarlo, decir que estos eran mundos simbólicos, mitologías esenciales para darle sentido a la vida. Pero son mundos reales. Y no puedo demostrarlo, solamente dar testimonio. Pero lo digo y en voz alta, Brujita se encarga de escribirlo en la bitácora. ¡Estoy aquí! Es el interior terrestre. Estamos todos los siete. ¡Pudimos llegar!
Ya veo por qué Ananda me insistió tanto en que viniera, me decía que lo que yo verdaderamente buscaba como bailarina era habitar este cuerpo astral con plena conciencia. Si, la danza es una búsqueda de libertad. Y no hay libertad de movimiento tan perfecta como la que me brinda haber dejado mi cuerpo biológico en el polo sur, para pasarme a vivir en el corazón del mundo. Voy y vengo a mi antojo, y es tan real como ir por la leche a la tienda de la esquina.
Contaré cómo llegamos. Fue esencial que nos diéramos cuenta de que nos estábamos sintiendo incómodos unos con otros en la matriz que Shakti nos aportaba. Era por asunticos emocionales no resueltos entre nosotros, pero antepusimos el perdón y el olvido. O sobre todo el deseo de conquistar el corazón terrestre.
Cuando nos acercamos a los labios del agujero polar, empezamos a tener una sensación indudable de estar en un lugar orgánico, en un sitio de nuestro cuerpo más que en un lugar de la geografía. Yo lo supe, lo sentí primero. Y Ananda nos lo decía, pero nunca pensé que hubiera que tomarlo tan literalmente, que viajar al interior de la madre tierra era necesariamente un viaje al interior de uno mismo. Sonaba bonito. ¡Pero que sorpresa sentir que el vymana grupal no solamente penetraba, sino que algo entraba al mismo tiempo en nuestros cuerpos conforme avanzábamos! Mi profesión es andar pendiente de mi cuerpo, tal vez por eso estaba tan consciente de las sensaciones que mi vehículo astral me daba. De alguna manera yo sentía que el placer me inundaba mientras entrábamos por el esfínter de la tierra y simultáneamente se abría como una flor de loto mi chakra de energía ubicado entre los genitales y el ano. ¡Era como entrar en mi propia anatomía!
La nave volaba como en una película, se deslizaba segura, evadiendo obstáculos como si lo hubiéramos sabido hacer siempre. Pensé en la película del viaje al centro de la tierra. ¿Habría venido Julio Verne el aquí antes, en un vymana? Porque lo que se veía no era fundamentalmente diferente. Una red de túneles compleja nos halaba como si estuviéramos guiados por un piloto automático, y una sensación vertiginosa de desplazamiento se enmarañaba con sensaciones cromáticas, luces, destellos. Pero lo que más nos afectaba era la certeza intuitiva de que nos estaban observando.
Por fin, el paisaje se abrió a un gran espacio luminiscente. Supimos que había llegado la hora de deshacer el merkabah grupal, para “bajarnos” en nuestros cuerpos astrales individuales. Sucedió al instante. En una experiencia común cada persona crea un ambiente astral propio y por eso los sueños parecen subjetivos, pero esta vez veníamos fusionados y por lo tanto la realidad que veíamos era la misma. No estaba teñida de temores y emociones tóxicas, eso nos permitía ver el interior terrestre como realmente es. Y aquí está el problema, porque si es hueco, físicamente hueco, en un viaje astral no se puede determinar qué tanto. Se ve como realmente es en el mundo astral y se puede suponer que guarda paralelismos con los paisajes que se verían en un viaje físico. Para nosotros era una cúpula gigantesca en la que se respiraba una claridad total. Pero eso no era lo importante. Vimos y caminamos juntos por la ribera de un rio azulado, bordeado de helechos y orquídeas. La temperatura era fresca, más agradable a la piel que cualquier otro lugar de la tierra. Lo importante es que nos observaban. Lo sentíamos. No estábamos solos.
Y aquí comienza lo que no puede contarse. O puede narrarse pero no será comprensible. O se comprenderá pero será imposible creer. Igual nuestro deber es ponerlo por escrito.
BUHO. DÍA VEINTICUATRO. ABRIL 2
Hay un problema. ¿No se dieron cuenta que al girar la nave se inclinaba en exceso, que una especie de película o atmósfera protectora que nos recubría se debilitaba con periodicidad, y que en ambos casos nuestro nivel de energía decaía, como si perdiéramos la concentración, como si fuéramos a volver a nuestros cuerpos en el polo sur? El problema es más grave. Entiendo que la actividad metabólica de nuestros cuerpos allá es casi nula y que ya todos nuestros organismos están en estado de hibernación. Solamente Brujita puede pasar unas horas en su vehículo físico mientras simultáneamente está con nosotros. Pero aunque yo instruyera a Brujita sobre los procesos farmacológicos y térmicos a los que tendría que someternos para resucitarnos, ella no resistiría ejecutándolos, se quedarían a medias, porque toman mínimo 36 horas de atención continua con cada paciente. De lo contrario nadie volvería a recobrar latidos cardiacos, actividad cerebral, capacidad perceptiva, movilidad muscular. Dicho en otras palabras, no sé cómo podremos volver a la vida física, no creo que vayamos a poder hacerlo. Y sospecho que el debilitamiento del vymana grupal que hemos notado en los despegues y desplazamientos está reflejando la proximidad a la muerte física de nuestros cuerpos en el polo.
RAMESH. DÍA VEINTICUATRO. ABRIL 2
Ananda nos hizo venir sin darnos todos los detalles porque de lo contrario la habríamos tomado por mitómana y timadora. Que nos hubiera sanado y ayudado a encontrar una gran paz es una cosa. Otra muy diferente es que nos hubiera dicho que deberíamos contactar a los atlantes que se refugiaron en el centro de la tierra cuando se hundió su civilización.
Nos venían siguiendo el rastro y respetuosamente nos dejaron descender y explorar el jardín de orquídeas que encontramos rodeando el gran lago. Sentíamos su presencia. Pero nos estaban evaluando. No querían asustarnos volviéndose visibles, preferían que los sintiéramos con el corazón primero. Y su cercanía brindaba mucha confianza. Era un gran alivio saber que no estábamos solos en esa gran burbuja atmosférica y que nos estaban cuidando.
Se presentaron en grupo, no había al comienzo un individuo en particular encargado del contacto. Puesto que sus mentes están unificadas en una misma red de conciencia, los sentíamos a todos como un solo organismo, una misma unidad de seres intraterrenos. La comunicación no requería como intermediarias a las palabras, pero se cuidaban de no azorarnos con varias corrientes de pensamiento telepático simultáneo, sabían que somos un poco lentos para procesar cadenas de conceptos. Y en general preferían usar imágenes. Nos hacían ver, como en una película de proyección holográfica, lo que estaban relatando. Al mismo tiempo nos hacían sentir las emociones, enjuiciamientos y comentarios que les merecía la información que nos daban. Recibíamos todo en nuestras mentes directamente.
Cuando pasaron unas horas – o lo que calculábamos que en la superficie terrestre habría tomado unas horas- estuvieron satisfechos con lo que habían percibido sobre nosotros. Habíamos pasado la evaluación espiritual y sicológica y nos premiarían con un contacto visual directo. Entonces mandaron su emisario. Se llamaba Jhazel.
Este ser se mostró visualmente como la versión astral que mas podría parecerse, según nos dijo, a un habitante de la Atlántida de hace 20.000 años. Era más alto que un humano, de unos 2.50 metros. No tenía cabello, el cráneo estaba alargado hacia atrás. Lucía gargantillas y pulseras que me parecieron emparentadas con las de los incas por los mandalas geométricos y los engastes de láminas de un metal pulido de aspecto mate, parecido al oro. Tenía voz para cantar – no para emitir largas frases de palabras- y emitía mantras sagrados, de tonos muy dulces y femeninos. Parecía andrógino, suficientemente masculino como para que sintiéramos su fuerza, su autoridad; pero al mismo tiempo suave como un papel de arroz, cadencioso al caminar como una nativa africana, orgulloso de su raza rojiza. Sin vello, la piel lisa, las piernas largas al igual que las manos. La mirada profunda, los ojos claros e imposibles de sondear, translúcidos, con un tono azul marino que se tornaba verdoso a ratos. Causaba temor reverencial, atracción sensual, empatía fraterna y gran ternura; todo al mismo tiempo. El torso estirado y flexible y todo su cuerpo parecían diseñados para que pudiera alcanzar las estrellas con solo empinarse. Lo cubría una manta delgada de algodón blanco que dejaba descubierto un hombro y que le caía sin que pudiera adivinarse si podría asemejarse su pecho al de una adolescente recién entrada a la pubertad.
Retozo tiene razón en que nada de lo que sigue puede narrarse tal y como ocurrió. Pero puede traducirse. Igual que la experiencia de un sueño es totalmente diferente a la de relatarlo cuando estamos despiertos, la de un encuentro en un viaje astral puede convertirse en un relato como el que voy a hacer. Será como proyectar un cubo hecho de palitos, con la luz de una lámpara, en un papel blanco: La sombra del cubo tendrá dos dimensiones, algunos de sus ángulos no tendrán 90 grados, pero es lo que mejor puede hacerse para traducir un objeto tridimensional en una superficie plana. El lector tiene que intentar imaginarse el objeto original. Jhazel se comunicaba con corrientes de afecto a las que se le unían ideas y sus mensajes no solamente transportaban información sino sobre todo poesía, música, pintura. La realidad fluía desde el, no simplemente la representación de la realidad. Cuando mencionaba a alguien ese alguien aparecía, se presentaba vivo actuando como actuó, su energía estaba allí. Cuando describía un lugar este reemplazaba el escenario donde estábamos Jhazel y yo conversando para convertirse en el pasado o el futuro del que hablaba. Se vivía. En cambio, cuando vemos una película o leemos una novela no es posible vivir, uno no se mete tan de lleno sino en momentos especiales. En fin, que le vamos a hacer. Así que intentemos dar cuenta de lo que ha ocurrido hasta ahora.
PARVATI. DÍA VEINTICINCO. ABRIL 3
El grupo está absorto y no quiere pensar con sentido común. El búho nos ha advertido en la bitácora que vamos a morir. Y que el vymana grupal falla cuando nuestros cuerpos se acercan a la muerte. Estamos jugando con fuego. ¿Nadie va a hacer nada? Se lo transmito a Brujita para que quede constancia escrita. Para que se sepa por qué hemos muerto cuando se recojan nuestros cadáveres, si es que alguien los encuentra. ¿Seguiremos vivos en este mundo astral intraterreno si el vymana grupal se descompone, se disuelve, se hace inmaniobrable?
RAMESH. DÍA VEINTICINCO. ABRIL 3
Jhazel me ha asegurado que las intermitencias, fallas de vuelo y pérdidas de potencia lumínica quedarán reparadas cuando hayamos asimilado los conocimientos que él va a darnos. Dice que se trata de un problema de adaptación al nivel vibracional y al tono dimensional intraterreno. Y que cuando se estabilice se equilibrarán también los cuerpos físicos que tenemos hibernando. No dice que el peligro de que se desencadene la muerte no exista. Pero asegura que ya no hay vuelta atrás: o comprendemos lo que va a contarnos y a mostrarnos o nos quedamos atascados. Yo no veo otra salida que creerle, al fin y al cabo es nuestro guía -en eso se ha convertido- en este nuevo territorio.
Jhazel nos ha llevado a su colonia atlante. No sé cómo describir la extrañeza que nos ha causado estar entre miles, tal vez cientos de miles, tal vez millones de atlantes como él; en una ciudad que tiene la forma de un domo, de un iglú gigante, dentro del cual una atmósfera de magia, armonía, creatividad y poder lo define todo. Estamos completamente pasmados y se comprenderá bien que nos importe muy poco a la mayoría de nosotros si moriremos o no en el polo sur. Es demasiado fascinante estar entre criaturas míticas, paisajes que ni Dante ni el Bosco ni Dalí ni Bretón pudieron imaginar; como para no abandonar cualquier apego a la vida física.
Los atlantes no están menos asombrados que nosotros, es la primera vez en trece mil años que se permite un contacto con la especie humana. Nos llaman “supra-terrenos” porque vivimos en la superficie terrestre. Y se llaman a sí mismos “intraterrenos”. Estamos casi paralizados, no sabemos qué preguntar, ni a donde ir, ni que hacer. No hay sensaciones de hambre, frio ni cansancio en ningún momento. Esta pasividad la ha interpretado Jhazel como un deseo nuestro de saber quiénes son ellos, por qué viven en el interior terrestre, cómo llegaron allí, que tienen que ver con la historia y la civilización humana, por qué se han mantenido ocultos y con cuales excepciones; qué esperan de los seres humanos en estos momentos, qué les preocupa de los problemas mundiales; y cómo pueden o no ayudarnos a resolverlos. La verdad es que no hay nada que nos interese más en este momento que saberlo todo.
Estamos sentados en círculo en un ágora flotante encima de una especie de jardín zoológico en el que abundan seres muy ágiles, alados, que están a medio camino entre el reino vegetal y el animal. Son como orquídeas sus extremidades y como águilas sus cabezas, en todo caso muy amables e inocentes. Jhazel se expresa sin prisa, no hay premura alguna; y le va a dictar simultáneamente a Brujita lo que irá contando para que lo teclee en la bitácora. Somos todo oído.
JHAZEL. DÍA VEINTICINCO. ABRIL 3
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Por intermedio de la mujer que el grupo humano visitante llama “Brujita”, quien se encuentra ahora en estado de ubicuidad, dicto estas palabras a la vez que les doy a ustedes mi primera lección sobre la historia oculta de la tierra. Habrá una clase por cada día terrestre. Luego de cada proyección holográfica podrán irse a descansar y a conocer la ciudadela atlante, a visitar sus alrededores. De una vez se las presento: se llama Aghartha. No les daré palabras para que se representen en la imaginación lo que les cuente. Les haré ver, sentir, oler, tocar, oír -como si estuvieran allí- todo lo que ha sucedido. Los llevaré con mi energía, los arrastraré dentro de mi aura, a los registros akashicos de este planeta y de este sector del universo. Es la primera vez que nos dirigimos a un grupo que represente a los habitantes de la superficie terrestre. Soy la voz de mi comunidad y estoy en perfecta sintonía con cada una de las otras entidades de mi grupo que se expresan por intermedio mío y toman conciencia de cada información que les doy en cada instante.
Somos atlantes refugiados de la civilización que existió en un extenso archipiélago situado entre América y Europa y que se hundió hace trece mil años. Los griegos llamaban Poseída a la más grande y la última en hundirse de sus islas. Muchas razones nos han persuadido a migrar al interior terrestre esperando que la evolución de la humanidad sea propicia para tener un contacto directo con ustedes. Y no es que hayan llegado ya al nivel de conciencia que esperábamos que lograran, sino que la situación del planeta ha llegado a límites que nos obligan a apresurar este diálogo antes que sea demasiado tarde tanto para los que viven en la superficie en el plano tridimensional y material, como para los que habitamos el corazón de la madre tierra en la dimensión astral. Todos en últimas dependemos de la salud terrestre. Nosotros no estamos exentos de la extinción solamente porque vivamos –casi- sin cuerpos físicos. La energía de la que nos alimentamos vibracionalmente y de la que dependen todas nuestras “tecnologías” -como ustedes dirían- se llama vril. El vril es la sustancia de la vida y si la tierra muere el vril deja de emanarse, eso sería nuestro fin. La tierra está en peligro.
Durante el último siglo ustedes han descubierto, desarrollado y utilizado la energía atómica. Además han industrializado la producción de bienes y servicios usando recursos terrestres de manera inconsciente, polucionando la tierra y causando desequilibrios ecológicos. Simultáneamente se han quedado estancados en un nivel de conciencia egoísta e infantil. No son felices ni en los países en los que se ha logrado casi todo en términos de satisfacciones de consumo, ni en donde las guerras y la injusticia prevalecen. No disfrutan la existencia ni saben lo preciosa que es la vida de la que forman parte. Han devaluado la función del arte, la poesía y la música. Viven pegados de un televisor, un dispositivo de comunicación personal u otra pantalla. No saben resolver sus problemas y se enredan en discusiones internacionales y nacionales llenas de gente pretenciosa y terca. Son como un niño de 9 años que ha descubierto dinamita debajo de su cama y se pone a jugar con mechas y fósforos a pocos centímetros del taco principal del explosivo, confiado en que nunca volará su casa. Nuestra intervención como hermanos mayores se ha vuelto necesaria pero debe hacerse de cierta manera, no podemos aparecer de pronto y decir “hola, aquí estamos”, no es tan simple. Lo estamos haciendo de diversas maneras, mucho más sutiles. Y les hemos permitido entrar en el corazón terrestre, los hemos atraído aquí, como parte de ese plan. La maestra de ustedes siete, Ananda, nos facilitó la misión. Ella los captó a ustedes en primer lugar y les dio la preparación básica para que el nivel vibratorio de sus cuerpos astrales fuera compatible, aunque todavía imperfectamente, con el de nuestra civilización interior.
Les daré mi mensaje por partes, que dividiré como lecciones
LECCIÓN UNO. LAS HUMANIDADES Y LAS ERAS.
ABRIL 3. DÍA VEINTICINCO
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Ahora les voy a dar una noticia: en este planeta han hecho su proceso de aprendizaje muchas humanidades. La tierra es como una universidad, un puerto dónde prepararse para salir a intervenir en el plan creativo del universo. Cuando una promoción está lista para partir se le hace una ceremonia de graduación y todos se van al mercado laboral cósmico –por decirlo así. Luego viene otra bandada de almas a hacer el mismo curso. Los estudiantes se llaman almas. Son creados y enviados al nivel más bajo de conciencia para que comiencen a avanzar, azuzados por el deseo de no sufrir y de ser felices. Cuando estas almas llegan a los cursos superiores, entonces producen sociedades amorosas, sabias, y llegan a constituir civilizaciones avanzadas en las que están libres de problemas. Son “edades de oro”, como las llamaba el historiador griego Heródoto. En india las llaman eras “Krita” o “Krita yugas”. Yuga significa “época”, “era”, etapa”. En una Yuga menos avanzada esas humanidades hacen culturas correspondientemente menos ideales y más llenas de conflictos apodadas metafóricamente por su menor valor “plata”, “bronce” y finalmente “hierro”. La ignorancia llega a su culmen con la de hierro, que en India llaman “kali” yuga. Las almas menos maduras, recién involucionadas –es decir, recién llegadas a la escuela- , comienzan por encarnar en la edad de Kali –la peor parte de un ciclo que finaliza- e idealmente se deberían estar graduando en la mejor etapa del ciclo siguiente, en la yuga Krita. Lo logran mediante muchísimas experiencias, cambiando de vehículo físico inimaginables veces – es decir naciendo una y otra vez, encarnando- para acopiar las experiencias de múltiples personalidades diferentes. Necesitan un cuerpo físico con el que se identifican y sin el cual hasta llegan a creer que no podrán seguir existiendo. Podemos imaginar esto como un ciclo permanente de Yugas, igual que en un colegio hay un ciclo constante durante siglos en los que se enseñan a docenas de generaciones las mismas cosas y cuando se gradúan se les manda a estudiar por fuera, a una universidad.
No es el colegio el que debe evolucionar, son las almas las que deben demostrar los avances para obtener el título de ciudadanos cósmicos. Pero un observador que no perciba a los alumnos que se gradúan cada doce años, sino solamente las mismas metodologías que se aplican en el colegio por siglos, podría decir que no se está logrando nada, que el colegio es una burla, que no tiene sentido seguir allí, y eso es lo que cierto tipo tergiversado de budismo ha llamado “samsara”, “la rueda del karma”. Nietzsche , el filósofo Alemán, lo llamaba “el eterno retorno de lo mismo” . Pero no se trata de una cárcel de la que no se pueda salir, sino de una escuela en la que todos tus profesores se interesan por tu graduación. Lo que no tiene sentido es no aprobar los cursos porque se trata de graduarse para estudiar mas y luego servir a la sociedad cósmica.
Otra mala interpretación de las yugas o eras es la de que cada etapa es peor que la otra, como si la original fuera la edad de oro. No es tan simple. El hecho de que los supraterrstres estén pasando por la edad de hierro y de que la humanidad tenga un vago recuerdo de una edad de oro no significa que las cosas desmejoren con el tiempo. Las almas solamente evolucionan. Otra cosa es que comiencen ese aprendizaje encarnando en la era de más bajo nivel de conciencia, la de hierro, kali yuga. Muchas mitologías de la India indujeron una versión pesimista de la vida tomando las cosas así, afirmando que el universo es creado por el Dios Brahma y que cuando decaen las virtudes y pululan los vicios viene el Dios Shiva a destruirlo todo para renovarlo de nuevo y restablecer la armonía y la bondad original en un nuevo universo. Es como si uno pensara que los alumnos comienzan por el grado más alto y pasaran a los más elementales hasta quedarse analfabetos. Ninguna escuela funciona así. ¿Cuál punto es el original en un círculo? Ninguno y cualquiera, eso depende del que uno escoja como el primero.
Repasemos. Podríamos llamar humanidad a cada grupo de millones de almas que se debieran graduar cursando un ciclo completo de cuatro yugas, comenzando por la yuga de hierro del ciclo anterior y terminando por la edad dorada del ciclo siguiente. Nuestros sabios, que le dieron estos conocimientos a algunos maestros espirituales en India, tienen certeza de que por lo menos se han cumplido en la tierra dos ciclos completos, cada uno de 26.000 años, divididos en 4 etapas de 6.500 años cada una, desde la de oro, pasando por la de plata y bronce, hasta la de hierro- que en sánscrito se llaman Krita, Dwapara, Treta y Kali.
Al conjunto de 4 eras se le llama un ciclo cósmico. Se mide como un fenómeno astronómico que se llama precesión equinoccial. También puede dividirse el ciclo entre los doce signos del zodiaco a los que apunta el eje terrestre durante un ciclo, cuando este eje es imaginariamente proyectado en el cinturón ecuatorial celeste, punto que se mueve pasando por unos dos mil años por cada signo -2135 años para ser más exactos. Este movimiento se debe al bamboleo de la tierra, que imita al de un trompo antes de caer, dando un círculo completo cada 26.000 años. Este recorrido zodiacal va de Tauro a Aries, de Aries a Piscis, de Piscis a Acuario, etc. Estamos precisamente, como ya saben, entrando en acuario.
De alguna manera el plan de estudios evolutivo para cada humanidad se adecúa a las cualidades y defectos propios de cada tendencia zodiacal, que tiñen las civilizaciones y pueblos que nacen, crecen, difunden su influencia –a veces mediante el colonialismo o el imperialismo- y finalmente mueren. La etapa de acuario actual es especialmente importante en adquisición de saberes espirituales, aunque también en conocimientos científicos y tecnológicos al servicio de la sabiduría y el amor.
Hay almas repitiendo estudios, por no haber pasado los exámenes. Algunas, por decisión propia, se quedan como profesoras del colegio para ayudar a los alumnos nuevos del siguiente ciclo aprovechando la experiencia adquirida–en el budismo se llaman Bodhisatvas. La graduación nos libera de tener que repetir los estudios y se llama iluminación en el Budismo, salvación en el Cristianismo, ascensión en escuelas como la del Conde Saint Germain.
Hubo un continente llamado Lemuria. Era extenso y se prolongaba en una plataforma continental que se ha ido hundiendo, de la que quedan islas que ocupan el océano pacífico. Hawaii es uno de sus remanentes. Cubría el hemisferio sur por indonesia, Japón, Corea, Australia y llegaba hasta Suramérica occidental. La isla de Pascua es un apéndice suyo. La humanidad atlante tuvo a sus ancestros allí. No es para contarlo ahora, pero un profundo proceso psíquico y biológico dio lugar allí a una criatura inteligente y humana. Eso culminó en el penúltimo ciclo de 4 eras que comenzó en el año 46.000 antes de Cristo para terminar hace 24.000 años, en el año 22.000 antes de Cristo.
El siguiente ciclo, el actual, tuvo por escenario inicial la Atlántida, el continente perdido del que ya hablaba Platón, situado entre Europa y América, formado por grandes archipiélagos de enormes tierras emergidas como consecuencia del hundimiento de las de Lemuria. Su remanente son las Antillas.
Los atlantes vivimos la edad de oro del ciclo de precesión equinoccial terrestre en el que está la humanidad actual, Eso ocurrió entre el 22.000 A.C. y el 16.000 A.C. La edad de plata correspondiente ocurrió del 16.000 al 10.000 A.C. También nos correspondió a nosotros, los atlantes, vivirla en dos etapas: la primera en nuestra tierra original, otra parte como exiliados. La de bronce fue del 10.000 al 4.000 A.C. y corresponde a experiencias que tuvimos cerca del polo norte y en India. Y la Kali Yuga, de hierro, en la que los comportamientos humanos son los más ignominiosos comenzó en el año 4.000 A.C y terminó en el año 2012. Esta fue la peor etapa porque las almas que encarnan en estas épocas son menos evolucionadas, sufren más, están recién comenzando su aprendizaje y han involucionado, recién creadas por la divinidad. Las almas que fuimos atlantes en la edad de bronce necesitábamos pasar a un nivel evolutivo superior, no a una edad de hierro. Ya les contaré lo que sucedió para lograrlo. Por eso han sido los humanos supraterrestres, ustedes, los que han tenido que pasar por esta dura etapa de hierro.
En muchos planetas lo que suele suceder es que las almas evolucionan pasando de la edad de hierro a la de bronce, plata y oro; en ese orden. En ese caso el planeta tiene civilizaciones que están pasando por un ciclo ascensional, evolutivo. Un historiador observaría que todo tiempo pasado fue peor. Pero también en un planeta que acaba de pasar por un ciclo evolutivo puede convenir que se inicie un ciclo involutivo, descendente. En ese caso se pasa de una edad de oro a una de plata, bronce y hierro –por ejemplo porque la civilización de oro inicial es la continuación o ha sido fundada por almas iluminadas, espiritualmente maduras, del ciclo evolutivo anterior (en ese mismo planeta o en otro planeta del que han venido como colonizadoras). Un historiador que contemplara esto observaría que todo tiempo pasado fue mejor. También hay planetas que solamente albergan civilizaciones de oro, o de plata, etc; y entonces un historiador diría que no hay demasiado progreso ni retraso con el paso del tiempo. Si un planeta es como un salón, es como decir que hay salones que albergan sucesivamente a estudiantes de mayor a menor edad, o de menor a mayor madurez, o solamente de la misma edad. No importa. Lo que importa es que las almas evolucionen y que haya “salones de clases” en que puedan estudiar, es decir, eras planetarias. Esos salones están disponibles uno a uno en un mismo planeta, sucesivamente, en orden ascendente o descendente. Y cuando no se puede ocupar un salón de un planeta debido a un retraso o a un avance demasiado rápido para el promedio de tiempo que le toma a un alma evolucionar; siempre es fácil encontrarle algún nuevo salón de clase en el universo donde quiera proseguir sus estudios y (o) salir a prestar servicios. El caso de la tierra y de unos seiscientos planetas más es, sin embargo, mucho más complejo porque fue objeto de una cuarentena, un aislamiento cósmico–esto voy a ir explicándolo paso a paso.
En los casos en los que la evolución espiritual se hace en un ciclo planetario descendente, involutivo, el progreso no es muy evidente y hasta podría parecer que ocurre lo contrario si solamente se tiene en cuenta la apariencia de los hechos históricos. Porque lo que se ve por fuera es la historia de la civilización. Se ven surgir y decaer imperios, o se ve por ejemplo que el ser humano ha pasado del paleolítico al neolítico, y desde allí hasta el siglo XX. La versión oficial que ustedes los humanos aceptan de su historia es que el ser humano surgió de primates y que desde hace unos 150.000 años comenzó a evolucionar tecnológicamente, volviéndose cada vez más inteligente, habilidoso y culto; hasta ser lo que es hoy. Ustedes en sus universidades no admiten aun que la Atlántida y la lemuria existieron, y en ese esquema no pueden observar – aunque haya evidencias arqueológicas- que hubo civilizaciones tecnológicamente más avanzadas que la actual, y espiritualmente superiores a Europa, Asia y Occidente. Pero nosotros los intraterrenos conocemos la historia completa.
BRUJITA. ABRIL 3. DÍA VEINTICINCO
Las palabras de Jhazel me han atravesado de lado a lado. Noté que su poder era enorme desde antes de ingresar a este salón de clase, este domo flotante y membranoso de techos y paredes transparentes, que me parece más bien una especie de burbuja que flota en un acuario. Y miro hacia afuera y no se a que prestarle más atención, si a los seres medusiformes y alados que nos rodean como algas de vapor con ojos, o a la mirada y el tono de voz de Jhazel cuando nos muestra la historia oculta de la tierra. Nos la muestra, no nos la cuenta. Porque cuando su mente se sintoniza con algún evento del pasado proyecta en nuestras mentes toda la información que se ha grabado al respecto en la memoria etérica del planeta. Y es posible sentir todo dentro del salón, los personajes y sus palabras y actos están vivos y uno en primera fila como un fantasma atestiguando sus presencias, la energía que emanan sus psiquismos, hasta la textura de su ropa y el olor de sus alientos. ¿Qué se puede decir después de haber sentido perfectamente la rotación del sistema solar en su ciclo de 26.000 años, después de haber comprendido el maravilloso plan galáctico que se ha establecido para la evolución de especies humanas? El cine tridimensional y los sistemas acústicos avanzados son sistemas irrisorios para representar la realidad comparados con esto.
Pero no es por eso que me he quedado congelada, incapaz de moverme. Es por el poder que emana el aura de Jhazel. Y todavía no identifico si es un poder de amor, sabiduría o bondad, o de todo lo contrario; no sé si es de cualidad femenina o masculina. Pero me deja completamente paralizada. Y todos lo han notado, que mi cuerpo astral perdió su habilidad para desplazarse. Pero mi cuerpo físico ubicuo en el polo sur es perfectamente capaz de seguir tecleando esta bitácora, de ir al baño si es el caso, de tomarse un té. Y lo más extraordinario es que no puedo pensar como antes, me he vuelto imparcial respecto a todo lo que “veo” que Jhazel nos cuenta y también en relación con lo que le está ocurriendo al grupo de los siete. Mi cuerpo astral no se mueve ni se irá de esta burbuja hasta que Jhazel termine sus lecciones, que serán nueve. Pero mi mente de alguna manera puede estar instantáneamente en donde quiera que se le necesite para contar la historia. Debe ser que ya mi conciencia no está identificada ni siquiera con el mundo astral y por eso he ascendido al plano mental. Mientras que mis seis compañeros y hasta Jhazel necesitan todavía levitar con sus astrales para moverse por la arquitectura de sofisticados objetos que han diseñado con energía vril, demorándose algún tiempo para llegar de un punto a otro; para mí se ha vuelto inmediata la experiencia de estar en cualquier lugar y de intentar hacerlo. Me tele transporto. Ellos vuelan.
Pero lo que más me sorprende es que me sienta incapaz de tomar partido. De alguna manera entiendo que los deseos y pasiones de cada quien son parte de una orquestada y perfecta obra de teatro. Y sé lo que piensan, lo que esconden, lo que mienten. Pero no puedo juzgarlos. Estoy en la posición perfecta para contar estos sucesos como si no formara parte de ellos, para transcribir las bitácoras de mis amigos como un robot. Hasta de mi misma soy capaz de hablar en tercera persona.
RETOZO. ABRIL 3. DÍA VEINTICINCO
No hay días ni noches porque no hay un sol aquí adentro, pero las conciencias atlantes parecen haberse puesto de acuerdo en tener ciclos de descanso y de actividad. Aunque el cansancio no existe sino para cuerpos físicos, cuando ha pasado un tiempo de retos y compromisos los extraños seres de este laberinto de luz parecen querer cerrar sus sentidos y meterse en el silencio y la quietud del interior terrestre. Eso se diría que es su “noche”. Y todo esto para decir que cuando “atardeció”, al terminar la primera lección me ocurrió algo que debo registrar. Jhazel nos dijo que podíamos salir del domo flotante y recorrer libremente la ciudadela porque se notaba que la curiosidad nos ganaba. Nos ofreció como guía a su asistente “zetheide”, un ser femenino que tiene a Ramesh hipnotizado. Para mi es más bien andrógino y su cuerpo de luz se mueve como una ola- se diría que está hecho de agua más que de otra cosa por sus movimientos sinuosos. La ciudadela no está construida sobre una base, ni plana ni montañosa; sino que flota en un espacio cuyos contornos no existen, así que las “calles” no giran alrededor de cuatro puntos cardinales sino que la ubicación de un “lugar” siempre tiene tres….-¿Cómo los llamó el búho?- ¡ah sí!, tres «vectores”. Pero de nada sirve porque las moradas no tienen una posición fija como en una ciudad física que depende de un terreno. Hoy un templo o un lugar para asambleas está en estas coordenadas y mañana en otras. Y no importa tampoco porque si se domina el arte uno intuye por donde elevarse o descender o desplazarse en un plano -inclinado o paralelo con respecto a otros planos que se usan como referentes-, como lo hacen los pilotos de un avión teniendo en cuenta siempre la superficie terrestre. . En fin, solo lo entiende el que lo ha probado.
Y volviendo al punto. Cuando salimos con “la” guía adelante, con Zetheide, que iba encarretando a Ramesh y al resto del grupo -con un tonito a vendedora de agencia inmobiliaria o a guía turística que me estaba exacerbando-; yo tuve un sentimiento extraño. Sin duda supe que debería perderme y entrar a probar la textura interior de un “tronco” de un “árbol”, una especie de ser viviente con aspecto de flor, más animal que vegetal pero en todo caso lleno de ramificaciones ambarinas que salían de una más gruesa y principal. Lo llamaré “estructura arborescente”. Me atrajo.
Mi aura se sintió aliviada al penetrar en eso, como si el magnetismo de la ciudadela atlante hubiera quedado atrás y se flotara mejor y más libremente. Pero sobre todo como si nadie estuviera leyendo mis pensamientos. Y eso me sorprendió, porque la sensación demostraba que todo el tiempo desde que el vymana grupal había penetrado en la cuarta dimensión del interior terrestre “alguien” una o muchas mentes, se habían estado entrometiendo en la mía; aunque solamente hasta ahora me diera cuenta. Es como cuando entras poco a poco a un centro comercial ruidoso pero el sonsonete y la pesadez de los consumidores no te afecta sino de modo inconsciente, porque el veneno te lo meten de a poquitos. Y una hora después tienes un cansancio profundo y una sensación densa de que te extrajeron el alma a punta de luces de neón y fuentes artificiales de agua con papás Noel por todos lados acosándote para que compres sus ofertas. Algo así. Era muy liberador no sentir la atmósfera de Aghartha.
Recorrí los alvéolos del lugar, que se me parecía cada vez más a un pulmón con bronquios y espumas celulares. Era interesantísimo y me venían recuerdos de mis clases de anatomía. Lo mejor era sentir la inteligencia de las gelatinas que como ladrillos tejían las paredes tubulares palpitantes que yo recorría. Me parecieron histiocitos tinturados de azul, iguales a los que uno mira en el portaobjetos de un microscopio. Y entonces me di cuenta que era como estar metida en mis propios escondrijos respiratorios, en lo más íntimo y cósmico de mi cuerpo. En ese momento se me presentó Tertioburus –ese era su nombre.
Comunicación no verbal, por supuesto. De alma a alma. Estaba allí también –me dijo- escondido del rango de sintonización atlante. En Aghartha tienen controlado y supervisado todo lo que cada quien piensa. Lo que yo llamaba “árbol” era según Tertioburus una entidad de alta frecuencia que flotaba en los ambientes del corazón terrestre, inmune a las influencias de Jhazel.
-¿Te escondes de Jhazel y de Zetheide? –Le hubiera preguntado si hubiera necesitado lenguaje.
– No soy Atlante pero me las he ingeniado para venir aquí a buscarte a ti y a tu grupo de amigos- me habría contestado.
Tertioburus me explicó el motivo de su presencia. Me mostró imágenes de su propia ciudadela, que se llama Isidris, y me anunció que había sabiduría para el grupo de los siete esperando por nosotros en ese lugar. Me advirtió que nada de lo que me estaba pasando o me ocurriera en Isidris podía revelársele a los atlantes, y que para eso nos vacunaría con una especie de amnesia temporal cada vez que estuviéramos en presencia de Jhazel, quien sin duda se enteraría de todo con su habilidad telepática.
¡Lo que me empujó a no dudar mas en aceptar su ofrecimiento fue cuando,–mediante un método de inmersión en la realidad igual de impactante que el que usaba Jhazel en el domo flotante- me hizo ver el cofre sobre cuya existencia me había hablado Ananda, con su contenido cristalino! Comprendí que la arquilla había estado allí desde antes de que yo naciera y que el propósito de mi vida y el de la de todos y cada uno de mis amigos del alma, del grupo de los siete, y hasta de Ananda y de la tierra, estaba relacionado con contemplar por fin ese tesoro.
–Tengo que ir contigo ahora mismo –grité con todo mi corazón.
LECCIÓN DOS. LA HUMANIDAD ATLANTE
ABRIL 4. DÍA VEINTISEIS
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Entre el año 22.000 y el 16.000 ac los atlantes disfrutamos de una época maravillosa en la superficie terrestre. Fuimos sabios, felices, creativos, expansivos, armoniosos. Teníamos un cuerpo más energético que físico y completamente desarrollado, anatómica y fisiológicamente superior al de los supraterrestres. Lo materializábamos a voluntad hasta hacerlo aparecer como un cuerpo físico tangible, igual de concreto que el de ustedes. O lo desmaterializábamos también para viajes en el sistema solar. Con gran facilidad nos desprendíamos del cuerpo físico denso y viajábamos al mundo astral y a otro más sutil y bello todavía, el mundo mental. Teníamos bellas ciudades más parecidas a bosques que a centros urbanos en las que seducíamos a plantas y animales para que se acomodaran a nuestras necesidades y nos crearan un entorno amable y propicio. La civilización de Lemuria acababa de decaer y de ser destruida por erupciones volcánicas submarinas, tsunamis y terremotos; porque su edad de hierro había llegado a su fin. Pero las almas más evolucionadas e inteligentes de Lemuria se habían ofrecido para ayudar a fundar la civilización de la era de oro de la Atlántida. Algunas migraron a tiempo a nuestro archipiélago antes de la destrucción. Otras reencarnaron en la Atlántida para evolucionar aun más y expresar toda su sabiduría en una cultura que sería la envidia de cualquier nación. Pero lo importante era que habíamos llegado al mayor nivel de conciencia que un ser humano pueda alcanzar en la universidad terrestre.
En un planeta normal esas almas atlantes saldrían del planeta a cumplir funciones en otros sectores del sistema solar, la galaxia, el universo. Se graduarían y se irían a trabajar. Pero, como ya les contaré, a ellas les correspondió un destino diferente. En todo caso dejaron de liderar la vida de las comunidades en las islas. Comenzaron a encarnar en el archipiélago almas demoradas en su aprendizaje y otras que venían de un nivel de conciencia más bajo. Se sintió poco a poco su influencia, su liderazgo, y así el subcontinente decayó. Las agujas del reloj se movieron –como tenía que ser en todo ciclo- a la edad de plata. En la edad de oro lo más importante era el valor del amor, la felicidad y la armonía entre todos los seres y con el planeta. La finalidad de la educación era desarrollar un buen corazón. Sus gentes eran como niños inocentes, sencillos e ingenuos. Vivían rústicamente y la naturaleza no generaba ninguna incomodidad para ellos, porque el ambiente, el clima, los animales y vegetales se adaptaban a sus necesidades y deseos. Miraban, por decirlo así, más hacia dentro de sí mismos que hacia afuera. O más bien, se escuchaban interiormente, como si estuvieran meditando todo el tiempo. Eran calmados y lentos. Las personalidades más reverenciadas fueron los maestros espirituales. Al final se fueron exteriorizando, la naturaleza circundante empezó a llamarles la atención. Quisieron comprender el lenguaje de los árboles, hacerse mejores amigos de los animales. La era de plata fue del 16.000 ac al 10.000 ac. Y lo más importante al comienzo – en sus primeros 3.000 años, del 16.000 ac al 13.000 ac- fue la producción cultural, el arte, la música, la belleza. La finalidad de la educación era desarrollar la intuición, la videncia. Se sentían muy a gusto con las experiencias sensuales que les proporcionaban sus cuerpos físicos, ya menos hechos de energía, mas hechos de materia que los de los atlantes de la era de oro. Teníamos entonces puertos marítimos colosales, fabricados con materiales marmoleos finísimos, artísticamente perfectos, que luego inspiraron los diseños de las grandes capitales de los egipcios, de los mayas, de los Incas. Construíamos opulentas pirámides escalonadas y lisas para propósitos astronómicos y energéticos. Teníamos aeronaves junto a las cuales sus mejores aviones actuales son un hazmerreir. Pero ya solamente unos pocos tuvieron un corazón infinitamente inocente y compasivo. Los poetas y seres sensibles eran las figuras más preciadas y consultadas por la comunidad para tomar decisiones y resolver problemas. No tenían muy desarrollado el intelecto, la mente crítica, no les era necesario pensar conceptualmente para vivir bien. El arte no era solamente para el goce estético, sino que se usaba para controlar la creatividad de la naturaleza. Con sonidos sagrados y vibraciones de color los poetas de aquellas épocas intervenían en los reinos minerales y biológicos y creaban piedras preciosas nuevas, metales excelentes – durísimos, supermaleables ; plantas medicinales y animales domésticos prodigiosos. Lo lograban penetrando en la dimensión astral mediante sueños conscientes, y comunicándose a ese nivel con los espíritus colectivos de las especies creadas para habitar la tierra.
Pero a la mitad de cada ciclo de 26.000 años suele haber catástrofes transformadoras para obligar a las almas a evolucionar. Cuando había transcurrido la mitad de la edad de plata, en el año 13.000 ac, el archipiélago atlante –que siempre fue inestable- comenzó a sufrir fallas geológicas cada vez más agudas. Esto, sumado a un deshielo de la Antártida que subió el nivel de las aguas y produjo lo que en todas las mitologías se ha llamado un gran diluvio universal, hizo que la isla principal se hundiera. Se la tragó el océano en un sólo día. Los sobrevivientes se adaptaron de diversos modos. Ya había clases sociales diferenciadas y con mayor o menor acceso al conocimiento profético. Algunos ya sabían lo que ocurriría y lograron emigrar más al norte de Holanda y los países bajos, luego tomarían el nombre de hiperbóreos. La civilización atlante continuó desarrollándose allí y en las islas que no quedaron sumergidas, en el Caribe, en las Antillas y en las costas orientales de América del norte –donde dejaron como remanente a sus descendientes, los indígenas pieles rojas. Inclusive en las islas canarias construyeron puertos y ciudades – actualmente hundidas- que la arqueología subacuática intenta hoy explicar. La civilización atlante terminó su era de plata recuperándose en otras tierras y mares diferentes a los de su isla natal principal y con una población diezmada. De millones que eran pasaron a ser cientos de miles.
En la era de bronce que le siguió –del 10.000 ac al 4.000 ac – hubo obsesión por los adelantos tecnológicos. Yo, Jhazel, empecé a encarnar entonces en este planeta. Era la primera vez que me asignaban estudiar en esta galaxia. Los atlantes de entonces se estaban olvidando de sí mismos. Casi no reconocían sus propios cuerpos como sistemas de energía y una minoría practicaba el viaje astral. La finalidad de la educación era saber la mayor cantidad de cosas posibles y aprender a explorar las que faltara conocer. Más que místicos o poetas eran ya ingenieros, técnicos. Se volvieron muy inteligentes. Desarrollaron el intelecto y por lo tanto muchos se volvieron intelectualmente soberbios. Solamente muy pocos tuvieron desarrollada la intuición y las habilidades parapsicológicas se volvieron excepcionales. Querían viajar por agua, tierra y aire a todos los lugares de la tierra; y lo lograron en vehículos geniales en los que combinaban todavía algunas metodologías psíquicas, mágicas, de dominación del mundo astral; con inventos cada vez más sofisticados de tipo mecánico, electrónico y nuclear como los que la humanidad supraterrestre ha venido redescubriendo desde hace unos dos siglos. Necesitaban desarrollar la matemática, aprender a hacer experimentos con la naturaleza –y ya no sabían siempre consultarle a los seres vivos si estaban de acuerdo con los experimentos.
Muy pronto, cuando fueron capaces de viajes largos y observaciones aéreas, tuvieron la cartografía completa de la superficie terrestre. Y se encontraron con una sorpresa. Averiguaron que no eran la única humanidad existente
RONALD. ABRIL 4. DÍA VEINTISEIS
Hoy, luego de la lección de Jhazel; retozo estaba muy inquieta. Y no por las revelaciones sobre la Atlántida, eso ya lo sospechábamos. Insistió tanto en que la acompañáramos a pasear por la ciudadela que Shakti, el Búho y yo no pudimos negarnos. Ella misma no recordaba la razón de su obstinado propósito pero cuanto más nos alejábamos de Jhazel más nítidamente le venían a la mente ideas sobre conducirnos a un escondrijo. Nos llevó al portal arbóreo, luego fuimos guiados por Tertióborus a Isidris.
SHAKTI. ABRIL 4. DÍA VEINTISEIS
Comparar a Isidris con la ciudad atlante es como poner el amor a la libertad al lado de la fascinación por la magia. Y yo sé que me quedo mil veces más a gusto con lo primero. ¡Estoy feliz y se lo quiero gritar a las seis direcciones y a los cuatro elementos! ¡Por fin he llegado a mi patria! Tertióborus es el amor puro, sé lo que digo. Cuando lo ví lo abracé con toda mi alma, como si nos hubiéramos conocido de toda la vida. ¡Es mi hermano, mi amigo del alma, lo amo! Está lleno de vida y nos la infunde por todas partes.
Retozo y yo nos vimos a los ojos y lo supimos de inmediato: el objetivo de nuestra misión es quedarnos a vivir en Isidris. La ciudadela atlante puede ser extraordinaria, la sabiduría que tienen es invaluable, pero donde realmente viven en amor y en libertad no es allí. Lo preocupante es que Ramesh se vea tan embelesado con Jhazel y todo lo que nos enseña. Si, sus lecciones son reveladoras. Pero se siente que los atlantes son como una masa de borregos. Todo funciona en su mundo, pero no piensan ni se comunican ni actúan con alegría. Y en cambio en Isidris cada quien es una celebración de sí mismo y nadie se parece a nadie.
BUHO. ABRIL 4. DÍA VEINTISEIS
No tenemos tiempo para contar todo lo que nos ha ocurrido en Isidris, pero que conste que tenemos dudas de las intenciones de Jhazel con nosotros. Tertióborus nos ha mostrado que el destino de la Tierra es llegar a una sociedad exactamente igual a la que el disfruta. La suya es una prueba piloto perfecta que se ha venido probando, perfeccionando, desde hace miles de años. Y está lista para implementarse en la superficie terrestre. ¡No coincide para nada con lo que aprobarían los atlantes!
Sin embargo no es el momento de intentar siquiera comunicarle nada de esto a Ramesh o a Parvati, estamos apenas comenzando a comprender. Parece que estamos cerca del cofre del que hablaba retozo. Pero no puedo decir nada mas, temo que al transmitir esto a Brujita para que lo teclee puedan interferir la comunicación Jhazel y sus congeneres.
LECCIÓN TRES. LA HUMANIDAD ANNUNAKI Y LA CREACIÓN DE LOS SUPRATERRESTRES
ABRIL 5. DÍA VEINTISIETE
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Como les decía, los atlantes averiguaron que no eran la única humanidad existente. Esto no se lo esperaban. Les parecía tan obvio creer que estaban solos, que nunca se habían puesto a explorar la Tierra para buscar contactos con nadie. Lo usual, lo mejor para facilitar la evolución en un planeta, es que no haya más de una migración de almas pasando por un ciclo. En la mayoría de los casos nunca hay dos o más humanidades evolucionando al mismo tiempo y pasando cada una de ellas por una era diferente. Pero este planeta, la Tierra, ha sido una excepción. Así que los atlantes quedaron doblemente atónitos. Descubrieron que los “homo sapiens” habían sido genéticamente creados por una raza humana anterior, originaria del planeta más alejado del sol. Tiene una órbita excéntrica, está mucho más allá de Plutón y cuando pasa cerca del sol, cada 3.600 años, lo hace metiéndose entre Marte y Jupiter. Se llama Nibiru. Sus visitantes fueron adorados como dioses por egipcios, hebreos y sumerios. La Biblia los llamaba “nefilim”, se llaman también Anunakis. Vinieron hacia el año 450.000 ac y hacia el año 300.000 ac intervinieron genéticamente unos primates nativos africanos moldeándolos con su propia carga genética. Querían convertirlos en trabajadores obedientes para labores de minería en África del sur con el fin de extraer oro terrestre y transportarlo a Nibiru para solucionar desequilibrios atmosféricos de su planeta nativo. Lograron dotarlos de habilidades lingüísticas, intelectuales y manuales para someterlos como esclavos. Pero un grupo de ellos quedó libre y suelto y se dispersó poblando grandes áreas.
Esto sucedió del siguiente modo: los Anunaki fieles al líder “Enlil” estaban en contra de la supervivencia y multiplicación de los humanos que había diseñado genéticamente “Enki” – el rival de Enlil- para labores de esclavitud en las minas de oro surafricanas. Y temían darle autonomía a sus creaciones. Por eso se resistieron en primer lugar a darles capacidad reproductiva, fracasando en ese empeño, y en segundo lugar a otorgarles conocimientos, cultura y civilización, para que no se les igualaran. Enki se las arregló subrepticiamente para que una pareja de esclavos suyos tuvieran capacidad sexual y reproductiva, por lo que pasaron de ser clones fabricados a ser una raza autónoma; y por eso Enlil los expulsó de los jardines urbanos en los que los tenían trabajando en Mesopotamia –es lo que pasó al mito bíblico como ”la expulsión del Eden. Sus descendientes huyeron y se dispersaron. Esto ocurrió hacia el año 300.000 ac.
Del año 200.000 ac al 100.000 ac un glacial casi extermina los grupos humanos dispersos que se habían adaptado en dos tipologías principalmente, la que ahora llaman “Hombre de Cro-Magnon” y la del “hombre de Neandherthal”. La segunda, menos astuta, se extinguió. Los descendientes del Cro-Magnon ya habían migrado a muchos sitios de Asia y Europa pero su evolución es casi nula y sobreviven con un mínimo de tecnología, sagacidad y tenacidad. Sin embargo sus descendientes no van a ser capaces por si mismos de producir cultura y civilización, para eso van a requerir posteriormente ayuda de los Anunakis. De hecho van a surgir muchas ramificaciones regresivas, decadentes, con conductas casi animalescas a partir de ellos.
En el año 100.000 ac el clima se calienta de nuevo y surgen matrimonios entre los varones Anunakis que la biblia llama nefilims y mujeres descendientes del cro-magnon. Es lo que el antiguo testamento llama “unión de los hijos de los dioses con las hijas de los hombres” Estos mestizos serán llamados luego por la mitología “semidioses”. Enki les va a dar cargos gubernamentales en antiguas ciudades de sumeria, entre los ríos Tigris y Éufrates, a algunos de ellos.
Luego vino el diluvio -del que ya hablamos- en el año 13.000 ac. Los Anunaki poseían naves espaciales y observatorios orbitales, así que se enteran con suficiente anticipación de la catástrofe que va a ocurrir cuando una enorme capa de hielo se deslice hacia el mar en la Antártida. Enlil se alegra de que eso destruirá a la humanidad creada por Enki. Pero este se las arregla para salvarlos y advertirles lo que ocurrirá para que tomen precauciones –esto pasará a la biblia como el mito de Noé. Para entonces los Anunakis han creado una fabulosa civilización, una colonia de Nibiru con decenas de ciudades en babilonia. Pero luego del diluvio –que tuvo mucho de tsunami- todo queda anegado, arrasado, inundado. Lo han perdido todo. Y Enlil admite que no podrán reconstruirlo ni seguir en la tierra sin la ayuda de los humanos.
Por esa época los atlantes ya habíamos pasado por el cenit de nuestra era de bronce. Nos habíamos dedicado a entender el universo. No lo logramos siempre por medio de experimentos y métodos científicos, como ustedes lo han hecho desde hace 4 siglos; sino que la mayor parte de las veces lo obtuvimos de contactos y conversaciones con otras humanidades no terrestres. Habíamos desarrollado aeronaves completamente basadas en leyes electromagnéticas, energía nuclear y antigravedad que ustedes en la superficie terrestre llaman ovnis. Desde nuestro nivel cultural nos parecía que lo que estaban haciendo los Anunakis y la humanidad que habían creado era de muy bajo nivel, muy primitivo. De hecho los Anunakis estaban en una etapa evolutiva inferior a la nuestra, al final de su propia edad del bronce. Tenían tecnología aeroespacial basada en cohetes, la que nos parecía ridícula comparada con la nuestra, que era interdimensional y supralumínica. No vivían en un estado de completa ignorancia respecto a la vida de la galaxia, pero casi. En cierto modo estaban aislados, segregados de las culturas espirituales más valiosas de este sector del universo, con las que nosotros manteníamos contacto. Los despreciábamos y no estábamos seguros de apoyar el experimento genético que habían hecho para crearlos a ustedes, los supraterrenos. Las intrigas y guerras que luego vimos crearse entre los líderes Anunakis nos demostraron más adelante que, por lo menos en lo que a los colonos de Nibiru terrestres se refiere, no estaban menos dominados por sus bajas pasiones que la mayoría de los primitivos humanos que habían diseñado como esclavos –al fin y al cabo habían usado la mitad de sus propios genes.
La recuperación de la tierra y la evolución de la civilización van a ocurrir por etapas. Pero si hubieran dejado a los nómades humanos a su propia suerte todavía hoy en día no habrían inventado la escritura. Toda la civilización fue un legado que los Anunakis, adorados como dioses, les hicieron a los humanos. Por eso no floreció la civilización en apartadas regiones de la tierra, como Australia – a las que el homo sapiens había migrado-, pero en las que nunca se interesaron los colonos provenientes de Nibiru.
Había una diferencia abismal entre esos dos tipos de humanidades. Los Anunakis que colonizaron la tierra vivían en promedio 360.000 años en su planeta natal y por eso los humanos los llamaban inmortales –generación tras generación de humanos los veía aparecer siempre iguales como si no envejecieran. Eran tecnológicamente comparables a un egresado de una universidad puesto al lado de un niño que deletrea vocales. Mientras que los Anunakis con su avanzada ingeniería fundan su segundo espacio-puerto en la península del Sinaí y con la finalidad de producir energía construyen la pirámide que erróneamente se atribuye a Keops en Egipto, la humanidad vive lo que se llama la época paleolítica. En el año 11.000 ac le entregan a los descendientes de Noe-ziusudra semillas aptas para el cultivo y animales domesticados. Egipto pasó a ser terreno de disputas entre el Anunaki Seth y su rival Osiris. Horus, hijo de Osiris desató una guerra, y como revancha se provocó un segundo tropel que destruyó la maquinaria que funcionaba en la gran pirámide. En el año 7.400 ac les empiezan a entregar, a los mejor preparados y más inteligentes, conocimientos de astronomía, matemáticas, música, arquitectura, medicina. Ya para el año 3.760 ac los mestizos gobiernan ciudades como semidioses, confabulados con sus padres Anunakis, en ciudades del valle de Mesopotamia como Eridu y Nippur. Además, desde Nibiru, viene a visitarlos el dirigente supremo de su planeta natal, Anu, quien interpreta como voluntad divina la salvación de la raza humana y les ordena no solo tolerarlos, sino darles más cultura y otorgarles los beneficios de la civilización. Con motivo de su visita se construye en su honor una nueva ciudad, Uruk.
Son los inicios de la más antigua cultura civilizada que han tenido ustedes: la cultura sumeria. Su lenguaje, medicina, astronomía, sistema legal, calendario, lenguaje escrito, nivel de alfabetización, vestuario, matemática, arte y literatura fueron muy superiores a los de babilonia; y comparativamente iban a ser muy inferiores los caldeos, los hebreos, los hititas, los fenicios. Y seis siglos más tarde se inician las dinastías faraónicas en Memfis, con lo que ya habrá dos civilizaciones humanas en la tierra: Egipto y sumeria. La tercera surgirá dos siglos más tarde, en India, bajo el dominio de la mujer Anunaki Inanna, girando también alrededor de sus principales ríos. Luego surgirá una cuarta: Acadia.
Los primeros Anunakis enviados a la tierra tuvieron hijos y nietos terrícolas cuyos promedios de vida eran cada vez menores –debido a la influencia de la geobiología, pero que en todo caso vivían miles de años. Y aunque celosos y apasionados, los antecesores fueron más sabios que los sucesores. De hecho el deseo de ser alabados como dioses infló su ego cada vez más, se volvieron humillantes, soberbios. La obsesión por el poder dominó a los que se sintieron con más derechos al mismo. Se traicionaron, se persiguieron, se aliaron, se asesinaron unos a otros. Pero para mantener a los humanos bajo control les inculcan, desde tiempos postdiluviales, una religión basada en la devoción, la admiración, el respeto y la obediencia a los reyes y reinas Anunakis dirigentes de las ciudades que fundan en tres regiones: Mesopotamia en medio oriente, el Nilo occidental en Africa del norte y la península del Sinaí. La obediencia política queda así amarrada al culto religioso de cada ciudad y por eso surgen celos religiosos. Al rey de una ciudad no le gustará que la reina de otra población sea adorada por sus propios gobernados súbditos –y por eso Yahve (otro nombre de Enki) prohibirá a los descendientes de Abraham que rindan culto a dioses paganos (esto será el inicio del monoteísmo).
RAMESH. ABRIL 5. DÍA VEINTISIETE
Jhazel nos está revelando quienes somos, de dónde venimos y para donde vamos como humanidad. ¿Y de qué manera reaccionan Búho, Shakti, Retozo, Ronald? Con desdén, pereza, incredulidad. Al salir de clase los he visto escabullirse donde yo no pueda seguirlos, se aíslan energéticamente – para evitar el lazo telepático- como si temieran que los acompañe o sepa a donde van. Yo en cambio, junto con Parvati,-Brujita sigue entumecida, inmóvil-, recibimos con dicha las visitas guiadas que Jhazel ha ofrecido para hacernos conocer el funcionamiento de la Ciudadela atlante. Ha dispuesto que un ser cristalino, Zetheide, nos lleve a conocer los foros, los templos, las plazas, las geometrías indescriptibles de una comunidad que vive en la era de plata. ¿Cómo podré poner esto por escrito alguna vez en esta bitácora? Me siento avergonzado ante los atlantes por haber liderado una partida de indolentes. Solamente yo, Parvati y Brujita parecemos agradecidos por el legado que se nos está transmitiendo aquí.
PARVATI. ABRIL 5. DÍA VEINTISIETE
No me cabe duda, el grupo está dividido. Siento una energía extraña. Y creo que la culpa la tiene retozo, no me pregunten por qué. Es como si no quisieran que yo, Ramesh y Brujita participáramos de algún secreto que tiene con los demás. Aparentan, pero uno conoce a su gente. Yo me doy cuenta. En clase con Jhazel permiten que la película increíble de la historia humana los atrape, pero guardan cierta apariencia, tienen cierta distancia. Saben que lo que están aprendiendo hay que aprovecharlo. Pero hasta ahí. Y yo más bien creo que lo que Jhazel quiere de nosotros va más allá, nos está ofreciendo no sólo su información sino sobre todo su amistad sincera. Es obvio que los atlantes necesitan algo de nosotros, de lo contrario no nos estarían dando toda esta educación. Necesitan nuestra simpatía y algo más, que todavía Jhazel no se atreve a pedir.
Veo que Ramesh está pleno, es como si su vida estuviera por fin justificada con estar aquí. Le importa un bledo si va a perder su cuerpo entumecido en la Antártida. Y eso me preocupa. Yo quiero volver al mundo físico, yo quiero amarlo y tener hijos con él y volver de toda esta jornada a hacer una vida. A él, en cambio y a los demás, me parece que la normalidad les queda corta, que no podrían volver a adaptarse al mundo cotidiano luego de un tiempo tan largo en estas profundidades astrales. Soy como todas las mujeres, esperando a que su hombre “cambie”. Pensaba que cuando saciara su sed filosófica, Ramesh podría centrar su atención en mí. Y no digo que no me ame. Pero está cada vez mas sumido en los paisajes y los personajes que Jhazel nos presenta, nos hace vivir, en cada lección. Con seguridad estamos más muertos que vivos. Y el vymana grupal ha dejado de funcionar por la división de energía que se ha presentado. Ya ni siquiera intentamos activar el mer ka bah de grupo, estamos dispersos. Es claro que si solamente pudimos descender al interior terrestre como grupo, no podremos ascender de nuevo si no reunimos nuestra intención y nuestro propósito. Pero cada quien hala para su lado.
LECCIÓN CUATRO. LA ANOMALÍA EVOLUTIVA DE LA TIERRA Y LOS ESCONDITES ATLANTES
ABRIL 6. DÍA VEINTIOCHO
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Resumiendo, hacia el año 2.000 ac había tres humanidades conviviendo evolutivamente en un mismo planeta: 1-Nosotros, los atlantes; 2- los Anunakis –o más bien su colonia terrestre, también tuvieron bases en la Luna y Marte- ; y 3- ustedes los supraterrestres. Nosotros estábamos en la edad del cobre, nos interesaba sobre todo la sabiduría y la ciencia para comprender el cosmos, pero no habíamos olvidado del todo nuestra sabiduría espiritual ni nuestras tecnologías astrales. Los Nibiruanos estaban definitivamente en un nivel de conciencia de la era de hierro. Tenían conocimientos y tecnologías, pero no los usaban para explorar el universo y filosofar sino para sacar a su planeta de una crisis atmosférica a costa de la esclavitud y de la dominación de los humanos. Y ustedes los humanos supraterrestres apenas daban sus primeros pasos en el año 4.000 ac cuando comenzó su era de hierro –la de mayor ignorancia y sufrimiento.
El problema es este: las almas van reencarnando de una era más baja a una más elevada. En un planeta normal eso se expresa como la aparición de una civilización más armónica. Pero ni lo que estaban haciendo los Anunakis ni lo que estaba ocurriendo con los humanos en sumeria y Egipto servía para crear una civilización del nivel espiritual que se necesitaba para las almas de nosotros, los atlantes hiperboreos. En el año 24.000 ac las almas atlantes mas evolucionadas, la mayoría de nuestra bandada, se habían graduado en la edad de oro nuestra, pero por motivos que explicaré más adelante no podían salir, como es usual, a otros sitios del universo. Como ya no necesitaban cuerpo físico optaron por abrir espacios astrales en el interior terrestre, esperando que más adelante les abrirían las puertas interdimensionales para salir a trabajar en lo que estaban preparadas, en servir al plan divino en otras galaxias por ejemplo. Y con ellas se hizo una excepción, porque les permitieron posteriormente evadir la cuarentena y fugarse. Pero otras almas con menor nivel de experiencia habíamos venido a encarnar como atlantes postdiluvianos y necesitábamos un escenario planetario que la superficie terrestre no nos estaba ofreciendo, porque estaba parcialmente ocupada. Las almas de nosotros los atlantes de la edad de cobre teníamos ya que ir pasando a una edad de plata para cosechar los aprendizajes aprendidos. Lo usual en un planeta es que, terminada una era, las almas migren a otro planeta en el que se esté pasando por la era que corresponde a la etapa evolutiva inmediatamente más elevada. O que se queden en ese mismo planeta a construir esa nueva civilización superior. Pero la cuarentena a la que había sido sometida la tierra no nos permitía lo primero y la ocupación de la superficie terrestre por Anunakis y humanos no nos permitía vivir libremente. No nos podíamos mostrar a los Anunakis ni a los humanos para no interferir en el natural proceso independiente de evolución que debe seguir cada humanidad. Por otra parte, en el interior de la tierra las almas iluminadas que habían sido atlantes de la edad de oro no podían recibirnos en el interior terrestre, porque no estábamos a su nivel. No necesitaban cuerpos físicos para vivir allí. Nosotros, los atlantes restantes…..bueno, ya les contaré. En nuestro caso, aunque ustedes nos están viendo en nuestro cuerpo astral, la cosa es un poco diferente.
Estábamos desamparados, sin hogar. Para colmo, hacia el año 4.000 ac la civilización de edad de cobre que estábamos viviendo tenía que terminarse, para dar paso a una edad de hierro en el planeta Tierra. Los colonos Anunakis no pertenecían realmente a la evolución asignada al ciclo terrestre, eran invasores mineros aprovechando el oro que encontraban. Y su nivel de conciencia era de cobre decadente, es decir, solo un grado por encima del que tenían los humanos primitivos que habían creado. ¿Qué habrían hecho ustedes si hubieran estado en nuestros zapatos en ese entonces?
Nosotros decidimos intervenir. Nos las habíamos arreglado para permanecer desapercibidos, indetectados, en Hiperborea y en otros lugares. La situación de predominio político de los Anunakis no nos gustaba. Queríamos apoyar la evolución del nivel de conciencia de los humanos y nos dolía ver que los dominaban mediante artilugios religiosos en vez de enseñarles a mejorar. No los ayudaban a ser autónomos, más bien los enredaban y usaban en sus propias rencillas e intrigas políticas y militares. Les enseñaron a cultivar, a pastorear, a construir con ladrillos. Pero fomentaban el fanatismo y les impedían pensar por sí mismos, inculcándoles temores metafísicos y dejándolos pensar que la devoción a los dioses era un asunto de aplacar sus iras y atraer sus favores mediante sacrificios rituales. Así que intervinimos en tres frentes: 1-El subcontinete indostánico –India y Pakistán actuales-, 2-el continente americano –mas al centro y al sur que en el norte- y 3-Egipto.
No todos los Anunakis se obsesionaban por el poder y las intrigas políticas. Algunos nos parecieron espiritualmente merecedores de información y apoyo. Los contactamos en secreto e hicimos pactos con algunos de ellos para ayudar a grupos humanos de nuestros tres frentes. Nuestro primer interés fue crear condiciones para un hábitat propio de la era de plata en el que pudieran reencarnar nuestras almas. Ibamos a hacer un experimento singular. Ya que la tierra tenía que pasar a la era de hierro pero nosotros no podríamos emigrar a otro planeta ni ir al interior terrestre, decidimos crear un laboratorio artificial , aislado del resto de las humanidades terrestres, donde pudiéramos construir nuestra civilización de la era de plata; para no frenar nuestra evolución. Para eso íbamos a necesitar la ayuda, por un lado, de los mayas, los aztecas, los Toltecas en Centroamérica; de muchas culturas nativas suramericanas que terminarían conquistadas e integradas por los Incas; y por otro lado de los humanos que habitaban la India.
Algunos de nuestros desplazados atlantes postdiluvianos se aislaron de nuestra cultura principal y se integraron a pueblos de América central y América del sur en calidad de líderes. En Colombia se llamaron, por ejemplo, Bachué y Bochica, los fundadores de la cultura Muisca. En el Perú y Bolivia Viracocha los inspiró y condujo a la construcción del centro ritual de Tiwanaco, y acompañó también como guía espiritual a los mochicas y a los Incas. Estos pueblos eran de diversas procedencias. Unos habían migrado desde el medio oriente y eran las llamadas “tribus perdidas de Israel”. Otros eran mezclas étnicas de origen lémur y mongol que habían llegado por la cadena de islas del pacífico sur. En realidad nadie llegó por el estrecho de Bering, por el ártico, esa es una teoría equivocada.
Volviendo al tema, para crear una burbuja artificial donde pudiéramos aislarnos y vivir nuestra era de plata necesitábamos una maniobra especial. Consistía en aislar dimensionalmente nuestra isla refugio, hiperborea, y eso requería mucha ayuda psíquica, astral, y pránica. Era una complicada ingeniería de bioplasma vril. Dicho en términos que ustedes los supraterrestres puedan comprender, el plan era crear un lugar donde vivir –provisional, artificial, pero preferible a nada- que iba a estar a medio camino entre la vibración de la materia densa a la que iba a quedar confinada la tierra durante la edad de hierro, y la verdadera vibración superior de belleza y armonía que típicamente tiene un lugar en el que esté viviendo una humanidad de la era de plata. Si lo lográbamos sería como desaparecer del mundo, porque ni los humanos ni los Anunakis serían capaces de detectarnos. Podríamos seguir con lo nuestro y dejar a los demás con lo suyo, sin interferir ni ser interferidos en nuestra evolución natural.
Se necesitaba coordinar con perfecto tino una serie de influencias cósmicas y planetarias para las que necesitábamos una gran precisión astronómica. Un Anunaki, Thot, se alió con nosotros y se puso en la tarea de levantar observatorios astronómicos perfectos. Stonhenge, en Inglaterra, fue uno de ellos. En Tiwanaku, Bolivia, se levantó un laboratorio especial, apoyado por instrumentos líticos que se ubicaron en donde miles de años más tarde se construiría la ciudadela de Macchu Picchu. Para que todo el rompecabezas del proyecto funcionara se necesitaría mano de obra humana calificada, y eso nos daba la oportunidad de probar qué tan listos estaban los humanos para recibir un tipo de sabiduría espiritual que los Anunakis ni siquiera sospechaban que existiera. Con ese fin empezamos a contactar y a entrenar humanos americanos e indostánicos, chamanes, líderes de las clases dirigentes, que nos sirvieron de intermediarios y que tradujeron nuestros requerimientos e información a un lenguaje que pudieran entender sus seguidores. De hecho, hubo también hijos producto de la unión de atlantes y humanos, sobre todo en India. Nacían con habilidades parapsicológicas poderosas y canalizaban sabiduría de alto rango. Dieron origen a la cultura de los Rishis, los sabios videntes de los Himalayas que comprendieron la naturaleza vibratoria del universo y plasmaron sus intuiciones geniales en la literatura védica que luego inspiró lo más elevado de la mística del vedanta, el Yoga, Los Upanishads, el Budismo y el Hinduismo.
Pero en India hubo problemas. La civilización atlante tenía en el año 4.000 ac colonias secundarias de refugiados post diluvianos en España, Portugal, Irlanda, las Américas e India. Pero el principal lugar de nuestra cultura, como dije, era la isla hiperbórea, al norte de Europa, en tierras de extrema latitud norte. Allí nadie nos observaba, ni siquiera los Anunakis, porque teníamos una tecnología que nos invisibilizaba. Las colonias secundarias se dejaban contagiar demasiado por el bajo nivel de vibración de la era de hierro que iba entrando y perdieron su rumbo volviéndose cada vez más materialistas. Lograron pasar desapercibidas por los Anunakis pero se engolosinaron con el poder tecnológico y militar y desviaron el proyecto de crear un oasis artificial para vivir la era de plata en hiperborea, con el de conquistar las tierras de la India. Colonizaron las costas occidentales del subcontinente, que ya están hundidas parcialmente, y estalló una guerra entre los colonos de India y los refugiados del atlántico. Fue sobre todo una guerra aérea, hecha con naves antigravitatorias –ovnis. Usaron tecnología laser, tretas de invisibilidad, trucos de obstrucción telepática de las habilidades mentales del enemigo, maniobras de evasión y persecución en la extratósfera y en el espacio exterior; en fin, todo un abanico que a ustedes los supraterrestres les parecería hoy una novela de ciencia ficción. En India reinaba un descendiente de colonos atlantes llamado Rama que fue quien entró en conflicto, luego de años de exilio, con los pueblos atlantes que vivían frente al estrecho de Gibraltar, -sus propios parientes, muy lejos del mediterráneo, que los habían exiliado. Intentó recuperar sus tierras, heredadas de su padre, cuando sus enemigos lo asediaron al límite de raptar a su esposa en una aeronave que se la llevó a la isla de Ceilán. Hubo explosiones atómicas que todavía hoy se pueden comprobar midiendo la radioactividad en ciertos lugares de Pakistán. Su pueblo adoraba a Rama como a un Dios, porque era hijo de atlantes, poseía una inteligencia sobrecogedora y exhibía poderes yóguicos como el de la teletransportación y el dominio de los 4 elementos. De todo esto quedó un registro legendario en la epopeya India del Ramayana y en otra posterior, El Maha Bharatha –esta referente a otra guerra en la que participaron los nietos de Rama, -los Pandavas- contra sus primos, -los Kauravas.
Los atlantes estában –y lo estamos aun- dotados de una gran habilidad para lo psíquico. Manejaban a su antojo la energía vital, que en India llaman Prana, así como ahora ustedes usan a su antojo la electricidad, que es una energía más burda. Y eso les permitía hacer prodigios paranormales –telepatía, levitación, telekinesis, (todos los poderes que alcanzaban los grandes yoguis son tecnologías pránicas). Sin prana no hay vida, porque la inteligencia sagrada que hace que todo funcione a la perfección en cualquier organismo es prana. Lo que hace que la molécula del ADN exista y regule la vida es el vril. Así como los practicantes de yoga obtienen prana respirando aire de la atmósfera, los atlantes extraían vril absorviéndolo simultáneamente por dos vías, una “celeste” y otra “terrestre”, la coronilla y el coccis –entre los genitales y el ano-, en dos centros energéticos que tenemos allí. Sabían unir ambas corrientes de energía, descendente y ascendente, en la glándula pineal, en la mitad del cerebro, detrás del entrecejo.
Esta glándula los humanos la tienen degenerada de su tamaño normal, comparable a una pelota de ping pong, pues su tamaño actual es el de un guisante seco. La tienen pero no la usan y si no la usas, la pierdes. El ser humano actual ha perdido casi todas sus dotes intuitivas, porque ese era el órgano por medio del cual en las eras de bronce, plata y oro se puede percibir la cuarta dimensión y su atmósfera etérica, así como la quinta dimensión y su atmósfera astral. Como no las perciben no creen que existan ni desarrollan tecnologías para moverse por entre esos niveles de la realidad. Solamente producen máquinas, a lo sumo máquinas propulsadas por energía atómica, que sigue siendo una energía mucho más burda que el prana. Sus cuerpos se han limitado desde hace trece mil años a moverse por entre la tercera dimensión, y han permanecido ignorantes de todo lo demás, involucionados al tope, confinados a lavar inodoros en el castillo del universo, completamente aislados de posibles ayudas espirituales que otros seres evolutivos puedan darles.
Un meteoro cayó encima de Hiperborea en el año 2.000 ac, casi al tiempo que otra catástrofe ocurría por culpa de una guerra civil entre los Anunakis en el año 2024 ac. Y el experimento de una hiperborea trans-dimensional no se pudo realizar tanto por una catástrofe como por la otra. Los anunakis hicieron estallar dos bombas nucleares en medio oriente. Las nubes radiactivas borraron de un solo trazo todo vestigio de la cultura sumeria, que era entonces la cultura humana más avanzada. Lo que queda de ese legado cultural pasa a manos de Abraham y de su heredero Isaac – y allí empieza el protagonismo de los hebreos y de los judíos en la historia. La sensación de caos se extendió y el apoyo humano para el proyecto atlante se esfumó, primero en India, con las guerras de Rama y los Pandavas; y luego en Suramérica y Centroamérica, porque muchos Anunakis se trasladaron a estas nuevas tierras en búsqueda de otras oportunidades, o huyendo del infierno político del medio oriente o a esclavizar indígenas centroamericanos para proyectos metalúrgicos nuevos. A tierras del actual Méjico los annunakis trasladaron humanos de aspecto negroide de origen africano, representados luego en esculturas en piedra que son el dolor de cabeza de los que afirman que no era posible viajar de Africa a América en la época de los Toltecas. Como siempre, los Anunakis se presentan como autoridades divinas para dominar a los aztecas y a los mayas. Obstruyen sus procesos evolutivos e impiden una buena relación de nosotros los atlantes con ellos, como la que veníamos logrando.
En Egipto habíamos impulsado la creación de escuelas humanas de sabiduría secretas, que tuvimos la precaución de ocultarles a los Anunakis y a los hijos mestizos que tuvieron en mujeres humanas –los que los humanos ignorantes llamaban dioses y semidioses. Hermes Trimegisto llevó esa influencia a Grecia donde Pitágoras y otros iniciados famosos como Platón, Heráclito Anaximandro y Parménides recibieron la transmisión de los secretos cósmicos atlantes. Todo se explicaba en un tablero de 64 cuadros formados por ocho filas y ocho columnas, como el de un ajedrez. Se llama “tábula máxima hiperborea”. En ellos cabía la sabiduría que se cifró en las imágenes de lo que luego se llamó el tarot egipcio. Pero de algún modo los hebreos, presionados por los Anunakis que eran sus mentores, rivalizaron con esas escuelas e iniciaron una persecución en su contra. El conocimiento se perdió, pasando a muy pocas manos; y solamente se conservó de manera más o menos pública una columna de las ocho, en un libro que se llama el Kybalion.
Cuando cayó el meteoro en hiperbórea estábamos preparados y prevenidos sin embargo para implementar un plan alterno: refugiarnos en el interior terrestre. Sabíamos que la tierra es hueca y que tiene entradas por ambos polos y con ayuda de muchos humanos habíamos estado cavando desde siglos atrás una amplia red de túneles de apoyo para entrar y salir no solamente por los polos sino por otras latitudes más favorables. Desde tierras de la actual Costa Rica, desde la isla del sol en el lago Titicaca, desde Sacsayhuaman en Perú, desde el desierto del Gobi en Asia Occidental; habíamos explorado el interior terrestre con meticulosidad y habíamos diseñado ciudades cavernosas aptas no solamente para nosotros sino también para humanos voluntarios que se ofrecieron a acompañarnos a cambio de sabiduría. Unos meses antes del impacto ya estábamos instalados en el interior terrestre. No todos los hiperbóreos, solamente una fracción de nosotros, los que nos habíamos mantenido vibrando en una frecuencia de amor suficientemente compatible con la madre tierra.
Pero no fue fácil. Todavía dependíamos de suministros de la superficie terrestre y para conseguirlos teníamos que ponernos en riesgo de ser vistos en nuestras naves. Muchos humanos nos podrían confundir con Anunakis si nos vieran, pero estos de seguro se percatarían de que estaban compartiendo el planeta con una civilización tecnológicamente superior si no nos ocultábamos correctamente. Y entonces podrían temernos y desear atacarnos, o intentar obtener nuestra ingeniería para dar curso a su desenfrenado deseo de poder y gloria. En suma, podríamos alterar la norma cósmica de dejar que cada cultura pase por su ciclo evolutivo separadamente, sin interferir ni ser interferida por otras humanidades que estén en otros niveles de conciencia. Pero en el interior terrestre nos faltaban muchas cosas y nos sobraban otras. Teníamos abundancia de minerales para mantener y mejorar nuestras flotas de transporte submarino y aéreo. Desarrollamos métodos muy sofisticados para cavar bóvedas gigantes y construir paisajes parecidos a los de la superficie terrestre con sistemas artificiales de iluminación diurna y nocturna que imitan a la perfección la salida y puesta del sol, la rotación de las estrellas nocturnas y los ciclos de la luna. Sin embargo nuestro destino era pasar a la edad de plata, una era en la que la tecnología y la ciencia debe ser menos importante y lo principal sea que el gozo poético, la vida artística y la contemplación de la belleza impulse a las almas a comprender que la verdadera felicidad consiste en acercarse a la fuente sagrada de la que emana el universo –lo que erróneamente sus religiones primitivas y monoteístas denominaron Dios. Pero dependíamos de la tecnología para sobrevivir en un ambiente tan hostil como el interior terrestre. Y –repito- nos estaba vedado crear esa civilización en otro planeta, debido a una cuarentena evolutiva a la que fue sometido este sector del universo.
RAMESH. ABRIL 6. DÍA VEINTIOCHO
A la salida de la clase Jhazel me pidió que lo acompañara para hablar en privado. Me costó trabajo seguirlo. Siempre que termina una lección me toma bastante tiempo tomar contacto. Poner los pies en la tierra después de haber estado uno casi que sumergido en un viaje al pasado, es doblemente difícil si lo que te rodea no deja de ser igualmente exótico. Y Aghartha, la ciudadela atlante, es de todas maneras una especie de sueño. Te despiertas de un sueño en otro sueño y ninguno de los dos parece más concreto que el otro. Así que cuando Jhazel empezó a interrogarme sobre la vida de Retozo, de Shakti, del Búho y de los demás; tardé un rato en preguntarme para qué quería saber con tanto detalle cómo nos habíamos conocido. Me estaba extractando de mi mente todo lo que podía sobre mi pasado con ellos y yo me hallaba casi sin voluntad, consciente de querer colaborar con su inquisición. Pero algo me inquietaba. Es como si no me quisiera explicar cuál era su objetivo al tener esta comunicación individual conmigo. Por fin se dio cuenta de mi sorpresa y me hizo entender que algo pasaba con ellos, que se había detectado un peligro en la seguridad de Aghartha que de una manera que todavía no descifraba estaba relacionada con sus acciones en la ciudadela en los tres días pasados. Quería que le ayudara a averiguar cómo penetrar en la mente de Brujita para saber qué tipo de cosas estaban escribiendo en la bitácora cada uno de ellos. Yo no sabía cómo ayudarle. Me sorprendíó que ni con sus habilidades psíquicas pudiera desarmar el hermetismo de Brujita. Le prometí colaborar en lo que pudiera asegurándole además que mi confianza en todo el grupo era absoluta, no sin confesarle que estaba esperando una respuesta más agradecida de ellos respecto al valioso conocimiento que nos estaba entregando.
Cuando estoy con Jhazel siento su influencia poderosa, es como un rayo, muy masculino, imponente. Si usara su poder para agredirme, para controlarme, sin duda yo quedaría convertido en un títere. No es que no tenga voluntad a su lado sino que no quiero tenerla, deseo por momentos entregarme con plena confianza a sus designios.
LECCIÓN CINCO. O EVOLUCIÓN SUPRATERRESTRE O ESTANCAMIENTO TOTAL
ABRIL 7. DÍA VEINTINUEVE
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Han transcurrido cuatro mil años desde que nos refugiamos en el interior terrestre – del año 2.000 a c hasta hoy, año 2012- y seis mil años ya desde que se inició nuestra evolución como cultura de la yuga de plata. Y seguimos dependiendo de un estilo de vida tecnológico, materialista. Nuestros vymanas, nuestros sistemas de túneles y nuestras ciudades fabulosas nos aburren. Ya para este momento de una era de plata normal deberíamos haber logrado no depender de un organismo biológico, de un cuerpo. ¡Pero nuestros cuerpos astrales, que son los que ustedes han contactado; y nuestra ciudadela astral, Aghartha, que es a la que los hemos traído; dependen todavía –óiganlo bien- del sostenimiento en hibernación de nuestros cuerpos físicos! Si. Igual que ustedes, dependemos para vivir de un cordón umbilical energético que transmite vril, prana, bioplasma –como lo quieran llamar- desde nuestros cuerpos físicos hibernados a nuestro ambiente astral artificialmente adaptado a una civilización de la era de plata. Sin esa fuente biológica de nuestra atmósfera astral desaparecería nuestra cultura y nuestras almas quedarán estancadas hasta que la cuarentena a la que está sometida la tierra se levante y sea posible reencarnar en otro planeta. Pero eso puede tardar quien sabe cuánto tiempo.
Como comprenderán, nuestra situación es desesperada. Necesitamos un lugar donde evolucionar hacia el final de la era de plata y ya no nos sirve este paisaje artificial en el interior de la tierra. En una edad de plata real se necesita apoyo de elevadas entidades espirituales que no van a acercarse a la tierra mientras estemos en cuarentena. Y la cuarentena no se va a levantar hasta que ustedes, los humanos supraterrestres, superen el nivel de conciencia bajísimo en el que siguen atrapados, al final de esta era de hierro, esta kali yuga. Por eso necesitamos ayudarlos a elevarse espiritualmente, para que todo el planeta como una sola entidad merezca de nuevo la confianza de las entidades perfectísimas que nos consideraron una amenaza potencial, una influencia virulenta y epidémica para otros sectores de la galaxia. Su decisión fue no dejar abiertas las puertas para ningún grupo de almas que hubieran estado en la tierra y en ese paquete quedamos atrapadas las almas de los que ahora vivimos en el interior terrestre.
En nuestro estado actual tenemos que encarnar en nuestros cuerpos hibernados de manera individual cada 2 años terrestres para habitar nuestros cuerpos biológicos por un período mínimo de un mes, con el fin de ejercitar nuestros sentidos, músculos, articulaciones y fisiología en general. De lo contrario esos cuerpos se entumecen y mueren. Aprovechamos para prender, probar y reparar nuestras aeronaves antigravitatorias; con las que salimos furtivamente a diagnosticar el estado de conciencia de los supraterrestres. Estuvimos muy atentos y hasta nos dejamos ver descaradamente durante la segunda guerra mundial, pero desde entonces no hemos dejado de observarlos con intensidad.
Nuestros organismos biológicos están en suspensión en un lugar secreto de la superficie terrestre, bajo un mandala o disposición simétrica de pirámides enterradas que al unirse forman un diseño sagrado que se llama la flor de la vida. Allí mismo hay cientos de hangares donde le damos mantenimiento a nuestras naves, que son a la vez plataformas de despegue y aterrizaje. Bajo estricto juramento y por siglos tuvimos ayuda humana en nuestras instalaciones. Eran monjes budistas seleccionados de los mejores monasterios, entrenados para seguir unas rutinas de mantenimiento de nuestros equipos. Ningún ingeniero supraraterrestre actual podría comprender los principios mixtos de mecánica cuántica y biofísica del plasma vril que se utilizan para hacer funcionar todo el complejo. Y los monjes tenían la sencillez necesaria como para comprender que sus mentes eran demasiado estrechas para descifrarlo, pero seguían al pié de la letra los protocolos que les dimos para ejecutar con regularidad. A cambio de su servicio les dábamos revelaciones sobre la naturaleza de la realidad y las leyes del universo evolutivo –no siempre las entendieron o las supieron traducir a sus semejantes. Luego todo se automatizó porque vimos el peligro que implicaba que esa información sobre nuestro paradero estuviera al alcance de algún torturador capaz de sonsacar misterios. Tuvimos sospechas de que nos estaban siguiendo la pista porque hubo una expedición al Tibet de parte de unos exploradores que había enviado una escuela de sabiduría originada en Egipto. Hicieron preguntas, intentaron sobornar Lamas, fueron burlados varias veces y finalmente regresaron por donde habían venido, frustrados. Eso sucedió hace poco, en el año 1.500 después de Cristo.
BRUJITA. ABRIL 7. DÍA VEINTINUEVE
Incapaz como estoy de mover mi cuerpo astral en Aghartha, me he convertido en una especie de cámara de video que lo capta todo pero no interviene en lo que testifica. Estoy en todas partes, aquí en la Antártida, allá con ellos inmiscuida en las lecciones de Jhazel que me hacen perder la cordura cada vez que nos inserta su versión erudita de los hechos. Noto los celos de Ramesh cada vez que Shakti se desconecta de él y huye con los otros hacia Isidris. Me sorprende. No sabía que la quisiera de esa manera, que estuviera disimulándose tanto, a si mismo, que su profundo amor no es Parvati. Y que con quien quisiera fusionarse es con el poder inmenso de Hembra que Shakti tiene guardado. Por eso se descompone cuando no puede vigilarla ni saber lo que hace. Y ya delira con el supuesto de que, puesto que el Búho también se esconde de su radar cada vez que terminan las reuniones de Jhazel, es que tienen algo, que son amantes. Lo veo iracundo y perdiendo energía intentando resolver su herida de macho celoso. Lo desconozco. Quiere no haberle ofrecido al búho su amistad jamás. Vibra muy bajo y esto hace que su aura decaiga, se debilite. Pierde la claridad. Le quiere entregar su alma a Jhazel, no tanto por devoción a la magia atlante, sino mas bien por despecho, porque se siente abandonado y quiere morir de amor frustrado. Aunque no lo reconoce. O imagina métodos para matar al búho cuando le vuelve a subir el voltaje, que es generalmente tras la excitación de haber recibido las toneladas de historia que Jhazel nos está inyectando como si fuéramos vacas de engorde.
Busco con mi conciencia el paradero de los fugados y observo a todos, menos Parvati y Ramesh, entrando por la entidad arborescente rumbo a Isidris. Tertióborus los guía, cautivando a cada uno con lo que más le gusta, como quien da bombones a unos niños inocentes. Les ofrece un pastel al que no pueden resistirse, lo llama “libertad”. Se despiertan en ellos toda suerte de emociones: envidia de ese estilo de vida, deseo de abandonar toda intención de volver a sus cuerpos en la Antártida para ofrecerle al mundo los hallazgos de la misión. Lo mejor, lo que más les gusta, es el placer que se siente de estar allí, en medio de miles de mujeres y hombres que viven a sus anchas, sin coerción alguna. Danzan, los abrazan, los reciben en su comunidad llena de gozo y arte, vibran de energía. Retozo es la más convencida. Como si encontrara lo que había estado buscando desde niña con el cuerpo y los malabares, la ingravidez y la quintaesencia de la alegría. Shakti no tiene nada con el Búho sino algo más intenso todavía. Ni me imagino lo que sentiría Ramesh, ahora que los celos lo gobiernan, si la viera como la estoy viendo yo, entregada a su frenesí, explorando las delicias del orgasmo en el plano astral sin medida ni restricción, obteniendo una sexualidad sin límites con uno y otro, en grupo y en pareja como en Isidris se permite, como lo más natural del mundo. Es el sueño del artista, es el cielo de los manjares musulmanes para los guerreros que han muerto en la guerra santa, es la utopía de los sibaritas. Hay arte de primera, música de todo tipo, creadores por todas partes. Isidris es Venecia en tiempos del renacimiento, es Atenas la de los trágicos, la de las ágoras, la del incesante mundo nocturno neoyorkino, la de los platos que no terminan de servirse para el gusto de los paladares mediterráneos. Y Tertióborus los ha llevado allí, a ese festival permanente de sensualidad, un carnaval de rio de janeiro magnificado en el que no hay un cuerpo físico que se canse; con alguna intención que no termino de descubrir. Los ha dejado divertirse a su anchas, los suelta para que exploren y conozcan a los poetas, a los artistas; para que sin tener que darles un discurso sobre la superioridad de su civilización intraterrena- comparada con Aghartha- experimenten en alma propia que la de los atlantes podrá ser muy edad de plata pero también la más aburrida de las sociedades posibles. Cuando el tiempo llega para traerlos de vuelta a la ciudadela atlante con el fin de que Jhazel no sospeche que los está secuestrando para su causa, Tertióborus los conduce de nuevo por el escondrijo arborescente y los deja amnésicos pero con una nostalgia indudable que les produce cierto fastidio de haber vuelto a las lecciones de Jhazel. Y Ramesh sigue sin comprender, escandalizado, el desdén de sus amigos hacia tanta sabiduría.
LECCIÓN SEIS. DOS FUERZAS OCULTAS SE DISPUTAN LA TIERRA Y UNA INYECCIÓN ARCANGELICAL
ABRIL 8. DÍA TREINTA
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Si les ha parecido increíble todo lo que les he revelado, esto no sé cómo les parecerá: hay grupos ocultistas manifiestamente interesados en impedirnos que le ayudemos a los supraterrestres a evolucionar. Y forman parte de una gran red de confabuladores. Han estado manipulando la historia humana de las maneras más inteligentes para impedirles avanzar. Hacen lo que quieren con sus líderes, quienes la mayor parte de las veces ni siquiera se enteran de ser unos títeres ciegos a las influencias bajo las que toman decisiones que afectan a millones de personas. Nunca han estado tan cerca como ahora, en pleno siglo XXI, de salirse definitivamente con la suya. Y nosotros los atlantes nunca estuvimos tan cerca de impedírselos como en el siglo XX. Esta es la mejor parte de la historia que les hemos venido contando.
Todo comenzó poco después de lo que el mito bíblico llamó la destrucción de “Sodoma y Gomorra”, que en realidad fueron poblaciones Anunakis sacrificadas durante una guerra civil ocasionada por las luchas intestinas entre ellos. Cuando la cultura sumeria fue barrida por las nubes radiactivas, en el año 2024 ac, comenzó la civilización de Babilonia. Egipto ya llevaba muchas dinastías de corrido, y los Anunakis gobernaban indirectamente, por medio de sus hijos mestizos, los que los humanos llamaban semidioses. Se les construían pirámides escalonadas o “zigurats”, a veces de ladrillo cocido, otras veces de piedras megalíticas; en la cima de las cuales vivían y eran adorados. El pueblo debía ofrecerles trabajo esclavo, ofrendas, respeto y adoración total. Eran reyes sacerdotes. Estaban básicamente divididos en dos bandos, unos a favor de los descendientes de Enlil, otros a favor de la familia de Enki. El poder en Egipto, Mesopotamia, Palestina y otras regiones pasaba de un lado al otro según las artimañas para ganar o las debilidades al perder de unos y otros. Y el nivel de conciencia humano bajó notoriamente en esa maraña de acontecimientos. No solamente se perdieron los conocimientos espirituales que sabiamente les habíamos transmitido los atlantes a algunos ejemplares humanos; sino que la formación astronómica, astrológica, médica, ética, matemática y cívica que los Enkiitas le habían podido inculcar a las gentes en sumeria se desvaneció. Primaba la superstición y la violencia. Y Enki decidió formar para sí un pueblo de seguidores en los que pudiera concentrarse para recibir apoyo en sus luchas políticas contra su hermano Enlil, gentes a las que además protegería del dominio de los egipcios, que en general se inclinaban más por la dinastía de los Enlilitas.
Ese pueblo fue Israel. Enki se apareció a Abraham, a Isaac y a Jacob; que no comprendiendo de que juego iban a formar parte lo adoraron como a un dios, o, mejor, como al único Dios. Se reservó una tierra para los hebreos, la tierra prometida y se les ayudó a luchar contra el Faraón que los quería retener como esclavos. Huyeron y fueron guiados fuera de Egipto. Recibieron instrucciones morales en el monte Sinaí cuando Moisés acudió a una cita a la que llegó Enki -al que llamaron Yahve- en una nave de propulsión atómica que pasó al mito como una zarza ardiente.
Enki gozaba de un nivel espiritual aceptable. Realmente estimaba a los humanos. No solo los había creado en un laboratorio genético con ayuda de una bióloga Anunaki, sino que había amado a mujeres humanas.
Era nuestro aliado natural. Decidimos influir en él por medio de sugestiones hipnóticas, metiéndonos en sus sueños. Al principio le presentábamos nuestra presencia y lo acostumbrábamos a nuestra energía disfrazados de paisajes de Nibiru, que el añoraba. Lo hacíamos soñar que había vuelto a su planeta natal y que allí era recibido con todos los honores por su dirigente máximo, Anu. Luego nos presentamos como elevadas entidades espirituales pero sin confesarle nuestra ubicación intraterrestre. Y le dimos la sabiduría que constituyó luego la tradición de la cábala, que él le transmitió a sus principales seguidores, los sacerdotes líderes del pueblo de Israel. Cuando se despertaba se sentía particularmente inspirado sin recordar de donde ni de quien estaba extrayendo las claves universales de las leyes de la vida. Creía que era de sí mismo de donde brotaba el conocimiento que impartía a los escritores del Talmud, a los profetas del antiguo testamento. Pero éramos nosotros actuando en él para que le transmitiera a la humanidad principios superiores.
Sin embargo sus enemigos Anunakis no carecían de habilidades telepáticas y astrales. Nos detectaron. Y aunque no pudieron seguirnos el rastro algunos sospecharon que actuábamos desde la tierra. Entonces crearon sus escuelas de sabiduría rivales y las estructuraron como una organizada Jerarquía de adeptos con adherentes humanos. Se opusieron a los cabalistas. Y de este modo la lucha por el poder entre Anunakis tuvo su reflejo en la disputa por la verdad entre los cabalistas y los que siglos más tarde se llamarían “herméticos”. Había herméticos y cabalistas judíos así como egipcios, pero la mayoría de los cabalistas eran del primer grupo y casi todos los herméticos eran egipcios. Los cabalistas no funcionaban en jerarquía sino en hermandades dispersas gobernadas democráticamente. No rara vez se espiaban los unos a los otros.
A los atlantes nos interesaba que los judíos elevaran su nivel espiritual para hacer de ellos una comunidad de avanzada que pudiéramos mostrarle a los evaluadores galácticos encargados de sostener o levantar la cuarentena. A los Anunakis –incluyendo a Enki – les importaba más que la humanidad se mantuviera obediente. Enki quería que los judíos comprendieran el propósito de la vida solamente hasta el punto en que le fueran fieles como pueblo, y por eso fomentó una religión que los conformara dentro de unos límites ideológicos y morales excluyentes. Una espiritualidad universalista y libertaria no le convenía y por eso les inculcó una ideología etnocéntrica, fundamentalista y rígida; para que marcharan como un ejército. Pero ya les había dado bases cabalísticas a los mejor dotados para la filosofía y ellos comenzaron a sospechar esa contradicción entre el fariseísmo y el amor a Dios. Entonces nosotros los atlantes comenzamos a influir en los rabinos cabalistas mediante viajes astrales a sus sueños para alimentar su rebeldía. Por otra parte las hermandades herméticas desarrollaron vacunas astrales para impedirnos entrar a sus sueños hasta que desistimos de nuestros intentos de derrotarlos por esa vía. Y los conocimientos que recibían los herméticos eran muy seductores. Realmente creaban en ellos la sensación de que estaban avanzando por la senda espiritual, aunque en realidad solamente estaban cultivando sus habilidades intelectuales con información cósmica interesante. Pero no estaban avanzando en su nivel de conciencia. Habían reemplazado las verdaderas experiencias misticas por graduaciones ceremoniales y actos litúrgicos hermosos, llenos de simbolismo profundo, pero que no los transformaba interiormente. Los inteligentes Anunakis les estaban dando limosnas de sabiduría en vez de verdadero alimento, convenciéndolos de paso de que lo que estaban comiendo eran manjares y de que se estaban convirtiendo en maestros espirituales. De esta forma los principales cerebros humanos los seguirían sirviendo, ya no como esclavos, ya no como ignorantes analfabetos; pero si como filósofos, Arquitectos, Gobernantes, Ingenieros, Pintores, Músicos y personas cultas.
Se presentó, sin embargo, una alternativa esperanzadora. Desde regiones lejanas de la galaxia se decidió que era hora de intentar liberar esta zona de seiscientos planetas –incluida la tierra- de la cuarentena colectiva y el aislamiento individual a la que habían sido obligados. Para eso enviarían la elevada vibración y presencia de una entidad arcangelical que fuera capaz de disolver las influencias de ignorancia, ego y soberbio narcicismo que obviamente exhibían los Anunakis. La enviarían a la tierra, uno de los principales focos de resistencia de la región. Este planeta era para ellos como el Bronx de Nueva York, como el Cartucho de Bogota, un antro de seres desviados del curso natural de la evolución en el cosmos. Ustedes ya saben en detalle por qué se había tomado la decisión de poner en cuarentena esta zona de la galaxia, eso se los explicó ya su maestra, Ananda, en el manuscrito que les legó para prepararlos a este viaje.
En fin, se necesitaba que esa entidad arcangelical imantara la materia terrestre con su bendición, no nada más a nivel atómico y subatómico, no simplemente en lo biológico; sino en las dimensiones astrales y mentales. En otras palabras tendría que encarnar, vestirse de un “bah” muy burdo para adaptarse a las condiciones terrestres. Su esencia elevadísima y su profunda felicidad inherente serían capaces de amortiguar la pesada vibración que habían causado las guerras Anunakis. Su misión era como la de un cubo de hielo intentando aplacar el calor de un vaso lleno de agua hirviente. El amor podría morir en su intento de aplacar las culturas egoístas, patriarcales, militares y pendencieras que pululaban en el medio oriente. O el hielo podría seducir al agua hasta congelarla por completo. Este experimento podría resultar de un modo u otro. No se había probado su efectividad nunca antes.
Otra analogía para entenderlo es la de una inyección de tinta azul en una naranja. La tinta es el amor, la naranja es la tierra y la misión es convertir en azul el jugo de la fruta. La tinta tiene que sufrir una penosa compresión en la jeringa, está acostumbrada a vivir en una vaporosa condición de libertad, amor y bienaventuranza. Pero ahora tiene que descender, volverse concreta como un líquido y quedarse influyendo en el aspecto de la naranja. Tiene que renunciar temporalmente a su inmensa felicidad para entrar al “Cartucho” a reformar drogadictos y delincuentes cósmicos.
Ya habrán imaginado de qué estoy hablando. La energía Arcangélical fue llamada, antropomórficamente, “Arcangel Miguel”, la jeringa fue Jesús de Nazareth, el color azul era el amor o espíritu crístico que impulsa la evolución de todos los seres en el universo y el experimento fue lo que pasó al mito como la preparación, el nacimiento, la predicación, la tortura y muerte de un alma que evolucionó encarnando repetidamente entre familias judías, finalmente llamado, en su última vida pública, Jesús.
Todavía no es nada evidente que el experimento haya sido exitoso, dos mil años después de realizado. Más bien las apariencias dictan que el ser humano no ha terminado de hastiarse de sus bajas conductas. La promesa de una redención total, rápida y fulminante, de la ignorancia y la crueldad, en realidad nunca existió. Ni podía existir, porque lo correspondiente a la agenda era que continuara la era de hierro hasta finalizado el segundo milenio después de Cristo. A los judíos Enki les vendió la idea de que les entregaría un líder político que los llevaría a convertirse en una nación poderosa –como consta en el antiguo testamento. Por eso no reconocieron a Jesús como su líder. Y los cristianos con San Pablo a la cabeza universalizaron la promesa redentora dándole un significado más moral que político, y ampliándola a todo el género humano. Esa fue una buena estrategia. Hoy se cuentan 2.100 millones de fieles que se adhieren al ideal del amor universal, la igualdad entre todos y la misión de derrotar a las fuerzas del mal con las armas del bien para obtener el beneplácito divino el día del juicio final.
Ese ideal no está mal. Forma parte de la educación de una humanidad evolutiva enseñarle que su conducta no es la mejor e inducirla a investigar cómo mejorarla. Pero la religión, no solamente en este caso, se convirtió en regaño y amenaza, en un discurso atemorizante y en una ciega persistencia en métodos que no han transformado la cultura mundial hasta un nivel deseable para el final de la era de hierro –aunque excepcionalmente ha producido minorías de personas y comunidades, no siempre sabias pero realmente amorosas .
Los atlantes vimos con optimismo el experimento de insuflar una vibración arcangélica en la Tierra para lograr el levantamiento de la cuarentena. Y la cuarentena se levantó pero eso no significaba que se pudiera terminar antes de tiempo la era de hierro. Uno no suprime un curso en un colegio nada más porque ahora sea posible recibir estudiantes de intercambio o profesores ilustres provenientes de mejores centros educativos, cuando antes había murallas que lo impedían.
El final del aislamiento terrestre fue un cambio estupendo aunque nada evidente. En Europa la estupidez propia de unas personalidades inmaduras se siguió reflejando en guerras, tiranías y fundamentalismos. Roma era cada vez más decadente y pisoteaba a todos los pueblos que podía. Las invasiones mongoles destruyeron los brotes de cultura con sus carnicerías de aldeas inocentes .Los cristianos fanáticos y convertidos en una horda de intolerantes destruyeron las bases de la cultura helenística, saquearon la Biblioteca de Alejandría, que era la que reunía a los pocos humanos inteligentes que filosofaban en los primeros siglos de la era cristiana –incluida hipathia la mujer que comprendió la mecánica elipsoidal celeste 1.500 años antes que Kepler. El emperador Constantino hizo del cristianismo la religión oficial del imperio y luego la iglesia Católica heredó las responsabilidades políticas con la misma mentalidad imperial y tiránica. La religión oficial persiguió a los místicos cátaros por experimentar la elevación espiritual auténtica, y convirtieron en un ídolo al humano Jesús confundiéndolo con la energía arcangelical que habitaba el astro Sol y que se había “sacrificado” dejando su morada para comprimirse en este planeta. La libertad de opinión no existía. El expansionismo islámico impidió que crecieran los oasis culturales que quedaban en India. Las pestes y la superstición asolaron Europa. Se reprimía a los pensadores, a los que sabían reírse, jugar, ser creativos o disfrutar de la belleza. Todo se percibió como pecaminoso. Los unos explotaban la miseria y la ignorancia de los otros. Los reyes gobernaban guiados por caprichos personales sin considerar a sus pueblos. Luego de 15 siglos en este estado de cosas hubo un oasis cultural minoritario, el renacimiento, que le dio en Italia y Francia un respiro a la brutalidad espiritual; pero rápidamente el cientificismo, amangualado con la industrialización, convirtió a Inglaterra y luego a toda Europa y sus colonias en un purgatorio de activismo laboral, consumismo y analfabetismo mediático. Las mayorías todavía siguen ciegas al sentido espiritual de la vida por el que han venido a encarnar en este planeta. Desde este punto de vista no parece que el levantamiento de la cuarentena haya servido para algo.
Sin embargo no es así. Sólo en cierto sentido. Y con todo y que el efecto del final de esa especie de “toque de queda” cósmico fue parcial porque se ha permitido que nos visiten almas evolucionadas, que encarnen entre nosotros, pero ni una sola alma terrestre ha podido emigrar. Desde que esa dosis extraordinaria de vibración de amor crístico se insufló en la naturaleza terrestre, comenzaron a visitarnos almas muy interesadas en apoyarnos. Unas han encarnado, otras han trabajado indirectamente -por ejemplo a veces por intermedio de nosotros, los atlantes.
Los Anunakis fueron soltando su apego a la colonia terrestre porque ya desde épocas postdiluviales habían encontrado métodos más fáciles para obtener mayores cantidades de oro en menos tiempo, explotándolo en las costas occidentales de Suramérica. Además se desgastaron con sus propias rencillas y encima de todo perdieron buena parte de sus instalaciones para naves nodrizas en Marte y la luna, debido a fenómenos naturales. Los semidioses, es decir, sus hijos mestizos –dicen que Alejandro Magno fue uno- los fueron reemplazando en muchas funciones. Y los más antiguamente llegados a la tierra envejecieron y vieron las cosas con menos apasionamiento –para ellos habían pasado 450.000 años, casi toda su vida útil.
Nunca dejamos de aportar lo que pudimos aunque nos hubieran anunciado – en el siglo VI ac que el experimento del “arcángel miguel” estaba en curso. De hecho tuvimos mucho que ver con la preparación para ese acontecimiento, que no hubiera podido realizarse si Buda no se hubiera iluminado. Poco antes del experimento arcangélical los humanos ya se volvían más autónomos y capaces de gobernarse a sí mismos. Los filósofos griegos fueron los pioneros en dudar de las religiones politeístas que los Anunakis habían implantado para hacerse obedecer de las hordas humanas presentándose a sí mismos como dioses. En Egipto aparecieron como Horus, Isis, Osiris,Anubis; en grecia como Zeus, Apolo Afrodita; en India como Indra, Varuna, Lakshmi. Pero siempre eran doce principales gobernando en consejo y decidiendo a su antojo los destinos humanos. Los filósofos del Asia menor fueron los primeros en razonar que una deidad con características humanas no podía ser un auténtico principio creador. Eso nos hablaba bien de la inteligencia de su especie. Vimos a sus filósofos intentando sinceramente acercarse a la verdad. Con los pocos ingredientes que tenían lograron platos exquisitos cocinados con lógica y pasión por comprender sus problemas y descifrar el universo. Pero les faltaba la comprensión directa, la experiencia mística; que apenas habían atisbado Pitágoras, Platón y Plotino.
BRUJITA. ABRIL 8. DÍA TREINTA
Veo. Lo veo todo. Nunca supe como ahora lo que significa estar en todas partes y en ninguna. Cuando vuelva (si vuelvo) a mi estado normal; sentiré quizás una tristeza profunda de estar confinada al punto de vista al que me obliguen mis cinco sentidos. No hay nada como ser independiente de lo que ofrezcan los ojos, los oídos, la piel, la lengua, la nariz; para comprender el mundo. Ni me deja de sorprender que cuando ocurre esta percepción flotante, omnisciente, -que ha de ser parecida, aunque en menor medida, a la otorgada a la gran conciencia que crea y recrea el universo-, todo es perfecto. O simplemente una compasión infinita me impide juzgar a nadie.
Ramesh por ejemplo. A cambio de conocer la historia secreta de la civilización humana parece haberle vendido su alma a Jhazel. Y no puedo estar a favor ni en contra. Es lo que es. Sucede lo que tiene que suceder. Retozo está haciendo planes para escapar definitivamente hacia Isidris con todos sus amigos, incluyendo a Ramesh, a Parvati y a mí. Conmigo van a tener problema porque en el plano astral uno no se mueve si no quiere -y no es que quiera o no sino que me es imposible. Estoy convertida en una estatua de prana en el salón de clase, incapaz de pestañear siquiera, como una escultura de mármol. Tal vez si renunciara a estar en la Antártida tecleando la bitácora y durmiera mi cuerpo físico podría tener algo de energía para trasladarme por Aghartha. ¿Pero que falta me hace? Ninguna si todo lo veo, y lo veo todo. Sé que intentarán engañar a Ramesh y a Parvati diciéndoles, no que Jhazel tiene algún defecto (eso los espantaría) sino que han encontrado un portal para salir a la superficie terrestre. Noto que Ramesh ya da por sentado que si no viaja a donde sea que quiera estar Shakti, no va a estar tranquilo. Y que sobre todo por eso seguirá los pasos de los demás hacia el escondrijo arborescente. Parvati se ha dado cuenta hace rato que Ramesh ya no es el mismo y le ha dicho que averigüe, si lo necesita, que es lo que siente por Shakti. Se lo ha dicho con todo el dolor de quien ama la libertad del otro y tiene además el orgullo propio necesario como para no querer amarrar a nadie a la fuerza.
Planean esperar a que terminen las lecciones de Jhazel para tampoco perderse lo reveladoras que puedan ser y porque saben que mientras el atlante no pare de exhibir toda su parafernalia holográfica Ramesh no se moverá un centímetro -en realidad el Búho tampoco está dispuesto a despreciar la información que está obteniendo, con la que ya está pensando en escribir un libro para cuando vuelva a la vida biológica. Luego, se irán. Y no quieren volver. Retozo, quien lo dijera, se ha puesto al liderazgo de la fuga. Pero Shakti la secunda con energía. Vivir en Isidris les parece el epítome de las delicias. Pero Tertióborus los distrae constantemente para que no pregunten por el cofre porque no tiene idea de lo que se trata. Ha pensado seducirlos por etapas. Primero, ofrecerles afecto, diversión y placeres de todo tipo para que la necesidad emocional quede colmada y la sed espiritual se duerma, confundida de tanto abrazo, tanta sexualidad y tanta belleza artística. Segundo, empujarlos así a concluir que los ideales atlantes son erróneos, porque la “verdadera” espiritualidad tiene más humor que seriedad, más alegría que trascendencia, mas liviandad que profundidad (solamente en parte estoy de acuerdo). Las relaciones abiertas, la fluidez del amor, la libertad completa en la preferencia sexual, el amor de grupo, la sicodelia hippie; les será mostrada como un avance significativo en la historia de la conciencia humana por estar estos valores más cerca de la vida cotidiana de Isidris que cualquier otro conjunto de prácticas. Tercero, inducirlos a que revelen la existencia de Isidris, pero no la de Aghartha, a la humanidad supraterrestre. Les ayudarán a volverse figuras famosas, personajes célebres que se presenten como mediadores entre la más avanzada sociedad intraterrena y la más atrasada comunidad internacional del siglo XXI. Así, poco a poco, los Agharthianos se irán presentando ante los medios de comunicación y los gobiernos del mundo. Darán información robótica, informática y aeroespacial a las multinacionales chinas, japonesas y norteamericanas –que ayudarán a fusionarse- para que construyan vymanas y dominen el transporte antigravitatorio. No necesitarán encarnar en cuerpos biológicos, sino que se aliarán con las elites que tengan el poder, la información, el sistema bancario y monetario mundial; para controlar las conciencias individuales y grupales a cambio de más y más diversión organizada. Perfeccionarán el ideal del confort, las vacaciones, la buena vida.
Este cuadro del futuro se lo quieren presentar los Isidrinos primero que todo al Búho, para que, siendo el más afín con la utopía, convenza al grupo entero de no revelar la existencia de los ideales atlantes. Podrían simplemente inducirles una amnesia definitiva sobre el tema, pero les parece mejor sembrar en sus mentes una completa y consciente programación de fidelidad, alianza y lealtad a los objetivos de la comunidad que representa Tertióborus. Con claridad noto que en Isidris detestan el horizonte de una evolución del espíritu humano hacia estados de conciencia cada vez más cercanos a la conciencia mística. No. No quieren que alguna vez los individuos se unan en un trance nirvánico al todo, a la conciencia pura, a la fuente inmanifiesta de la que surgió todo en el universo, se le llame como se le llame.
BUHO. ABRIL 8. DÍA TREINTA
Tertióborus me ha hecho el honor de llamarme en privado para pedirme que guíe a mis amigos a colaborar con un plan fabuloso: nos ha escogido para que seamos una especie de cuerpo diplomático que se ponga en comunicación con todas las naciones de la tierra para informar y llevar pruebas de la existencia de esta ciudadela perfecta, con la finalidad de que sea tomada como un modelo para la transformación de todas las sociedades de la tierra. Me ha demostrado con argumentos irrebatibles cómo lograrán ayudarnos a los supraterrestres a solucionar todos nuestros problemas. No es el momento de explicarlo aquí, pero su proyecto no tiene fallas. Y he prometido ser su apoyo incondicional.
En resumen, no tardaremos más de un siglo en tener una nueva tierra, con el apoyo de los Isidrianos. Las rutinas tediosas de trabajo para entonces habrán desaparecido y la vida humana será más significativa, poética, contemplativa y armoniosa. La robotización de los procesos productivos en la que nos guiarán nos dará más tiempo libre a todos. Con el control del flujo de dinero de todos los capitales mundiales, podrán organizar las cosas; primero, para erradicar la pobreza al tiempo que se reduzca la tasa de natalidad; segundo para evitar las guerras por recursos y tierras; tercero para elevar el nivel de ingresos hasta igualar el nivel de vida de la mayoría –conservando al mismo tiempo una élite minoritaria más prospera, obediente y fiel- e implantar los ideales de consumo en toda la población mundial sin excepciones, y cuarto para hacerse reconocer como los grandes sabios que habremos de respetar y escuchar de allí en adelante, pues sabremos que solucionaron todos los padecimientos y problemas humanos en un solo siglo de reformas.
Para el siglo XXII planean tener ya convertido en un complejo urbano esplendoroso los cinco continentes, haber revertido los daños ecológicos, crear ciudadelas flotantes y submarinas autosuficientes en los océanos pacífico y atlántico, y finalmente, con el beneplácito de todos, abolir las nacionalidades, las culturas locales y por supuesto hacer aparecer como inventos atrasados y primitivos las monedas, billetes y divisas que no se adapten al nuevo sistema de flujos de intercambio de bienes y servicios equitativos y abundantes para todos. Los documentos de identidad y las tarjetas debito y crédito serán reemplazadas por chips insertados en las manos que facilitarán la organización automática de los recursos del planeta para su distribución justa y generosa entre la gente. Tendremos centros comerciales gigantes, universidades en abundancia, complejos industriales amigables con el medio ambiente, escuelas de formación de artistas por todas partes.
Los Isidrianos no aspiran a la cesación del deseo, que les parece idéntica a la muerte del proyecto continuo de la creatividad. Ni quieren que alguna cosa alguna vez obstaculice de cualquier modo la absoluta autodeterminación, la libre acción de las voluntades creadoras. Aman el genio, la invención, la novedad, la conquista. Son vikingos cósmicos. Aman la epopeya. Se ven conquistando luego de la tierra la galaxia y los billones de mundos que nos rodean para reproducir el gozo de la multiplicación de la libertad, los placeres sensuales y estéticos, la inmortalidad del individuo si es posible. No ven como una tragedia que haya individualidades separadas de otras, cada una diferente, cada una con una idea distinta para poner a prueba, experimentando y cometiendo errores para aprender cada vez más, riéndose de la vida y retándola con heroísmo. No aspiran a la vacuidad, al reposo, al cielo, al éxtasis de la contemplación de Dios después de la muerte; sino que prefieren un destino heroico, infinito, que aunque se viva en soledad es una vida valiente, que no consiste en descansar alguna vez. No ven para qué porque no se quejan de vivir en modo alguno. No llaman a la vida un valle de lágrimas como los judeocristianos, ni se imaginarían que habría nada deplorable en estar destinados a un eterno reencarnar y repetir cíclicamente encarnando una y otra vez, como los hinduistas o los budistas. Es como si, implícitamente, se hubieran puesto más allá del budismo o del cristianismo; en lo que se refiere no al ideal del amor, sino a la aspiración de una meta última con la que cese todo afán. Al amor lo llaman afecto, lo definen como una emoción de gusto por la compañía de otros seres. No lo identifican con el sacrificio, con la renuncia a la felicidad propia, ni con un deber moral, sino con un placer afectivo. Les parece odiosa la posibilidad de quedarse inmóviles alguna vez. Quieren una vida eterna de conquistas personales y experiencias expansivas. Su religión, si es que puede decirse que tienen alguna, es un ferviente sí a la vida tal como se presenta. Y esto es lo que quieren compartir con todas las naciones del mundo por medio de nuestra acción diplomática. Estoy seguro que Ananda, cuando nos convenció de venir aquí, sabía el regio papel que cumpliríamos.
Tertióborus me ha advertido, eso sí, que no debemos permitir que nos afecten las ideas que nos está metiendo Jhazel en la cabeza con sus disparatadas versiones de la historia. Tampoco quiere que demos noticia de la existencia de Aghartha, porque puede incitar a la gente a imitar el modelo de la sociedad atlante, tan diferente de la que ayudaremos a impulsar. Como esto que digo no se lo podrá decir Brujita a Ramesh por estar encalambrada, incapaz de musitar palabra, me atrevo a hacérselo escribir para que quede registro en la bitácora.
LECCIÓN SIETE. LA ESCUELA DEL RAYO DE ANK Y LA DEL CAMINO DIAMANTINO EN UNA GUERRA ONÍRICA
ABRIL 9. DÍA TREINTA Y UNO
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Nuestra historia continúa con el nacimiento de una escuela ocultista que estaba a favor de los conocimientos que Enki consideraba más importantes para conservar y legarle a la humanidad. Se llamaban “Escuela del rayo de ank” y por muchos siglos no tuvimos nada en contra de ellos, aunque tampoco nos deslumbrara lo que postulaban como grandes revelaciones. La dirigía un consejo de científicos Anunakis que trabajaban en llave con los humanos más inteligentes de cada pueblo existente en Europa, Asia y América. Transmitían principios de geometría sagrada, de arquitectura astronómica. Pero solamente les interesaba la ingeniería y las tecnologías que pudieran desarrollar para dominar la materia y el mundo tridimensional. Hicieron monumentos haciendo levitar piedras que pesaban toneladas: le enseñaron a adorar al sol y a las estrellas a los aztecas; y a los mayas les dieron además sus elaborados calendarios que los convirtieron en maestros del tiempo. Incentivaron el amor a la madre tierra.
¿Por qué íbamos a oponernos a esa labor educativa? Ayudaron a encauzar las energías de los seres humanos en direcciones diferentes a las de las guerras en las que se enfrascaban los parientes de Enki. Nutrieron el desarrollo de la religión y la construcción de centros ceremoniales en Ollantaytambo, Perú, en chichen Itzá, Méjico. Fue muy tarde cuando nos dimos cuenta del terreno que habíamos perdido. No habíamos trabajado con el mismo ahínco en la escuela ocultista que fundamos para contrarrestar el relativo materialismo que ellos habían divulgado. La escuela del rayo de ank había infiltrado la iglesia católica, el budismo extremo oriental y el Islam para que se enseñara una actitud de tácita prohibición a la verdadera curiosidad espiritual. Permitían que sus fieles en Europa y Asia se conformaran con el ideal de portarse bien para ir al cielo, o reencarnar en una mejor vida. En Suramérica no pasaban de entretener a la mayoría de los chamanes, Taitas, Qeros y mamos; con trucos para curar enfermedades, y en Centroamérica no intervinieron para impedir que se volviera popular la magia negra mediante sacrificios nauseabundos de sangre humana.
Nuestra escuela esotérica, creada para rivalizar con ellos, se llamó “camino diamantino”. Preparamos por muchas vidas al discípulo que finalmente logró obtener el estatus del buda cuando encarnó como el príncipe Sidhartha Gautama en India en el siglo VI ac. Ese fue un logro extraordinario. Por primera vez en la historia de los humanos uno de ellos lograba finalmente alcanzar el Nirvana, se graduaba como ciudadano cósmico por sus propios medios y en un ambiente tan hostil de aprendizaje como el que ofrecía la Tierra, gobernada por la cultura materialista que monopolizaban los Anunakis. Ni siquiera nosotros los atlantes lo habíamos logrado, así que realmente estábamos sorprendidos de presenciar la iluminación del buda. Obviamente su entrada en el nirvana llamó la atención en la galaxia y por eso comenzaron a pensar que quizás la tierra no era un basurero tan despreciable después de todo. Eso tal vez los inspiró a probar el experimento arcangélico.
Así que el “Camino Diamantino” sirvió de apoyo a la difusión del budismo profundo aunque “el rayo de ank” infiltrara a los tibetanos en el siglo IX dc, incitándolos a adorar deidades antropomorfas. Ya habíamos influido en los Esenios para que apoyaran a Jesús en su preparación interior destinada a recibir la elevadísima vibración arcangélica de “Miguel” que vino de su morada en el Sol a derruir las entidades astrales que estaban contaminando la tierra. En todo caso cientos de monjes budistas se iluminaron. Y a pesar de los infiltrados en la cristiandad que se empeñaron en perseguir a los místicos acusándolos de herejía, muchos cristianos lograron, si no la iluminación, por lo menos la santidad. Todo eso nos llenó de entusiasmo. Creímos que el levantamiento de la cuarentena se haría por fin en sentido doble: no solamente llegarían almas nuevas a inspirar la evolución de los humanos y los Anunakis hacia esferas superiores, no solamente se percibiría por fin que la exploración del mundo tridimensional y de la materia eran solamente un abrebocas de las aventuras verdaderamente interesantes a emprender en el cosmos; sino que el clima espiritual iba algún día a permitirnos salir de nuestro escondite intraterreno hacia un nuevo planeta. Era la única solución que nos quedaba para poder pasar por fin a nuestra era de plata. Habíamos intentado inclusive encarnar como humanos para hacernos monjes budistas y seguir esa senda, pero las vibraciones de un cuerpo humano nos enfermaban y nos impedían lograr los niveles de conciencia que solamente una edad de plata en un ambiente ideal podría ofrecernos.
Nuestra desilusión cobró fuerza muy pronto. Aunque los Anunakis habían, aparentemente, emigrado de la tierra rumbo a Nibiru -poco después de impulsar el Islám, hacia el siglo VIII dc-, la escuela del rayo de ank influía cada vez con mayor eficacia en la historia humana, movida por su propia iniciativa y sin necesidad de líderes Anunakis. Muchos judíos, que al comienzo siguieron exclusivamente las enseñanzas de Enki -su Dios Yahve- sintieron que la cábala y la geometría sagrada, la alquimia y otras ciencias ocultas eran compatibles con la actividad política. Se mezclaron con escuelas dirigidas por médiums de todo tipo y muy pronto ya no supieron distinguir los conocimientos fiables de los dudosos. Tenían buena voluntad muchos de ellos, pero les faltaba experiencia intuitiva directa, experiencia mística personal y una buena guía. Se perdían, se enmarañaban en todo tipo de lecturas y de prácticas, como sucedió desde la revolución de los años sesentas en el siglo XX. Además en Europa no podían ejercer plenamente su vocación de buscadores espirituales por miedo a caer en manos de la policía eclesiástica y de los torturadores del Vaticano. Por su parte otras escuelas místicas no alcanzaban el nivel necesario. Los místicos sufíes del Islám eran excepciones raras en su medio ideológico monoteísta, que también los vigilaba de cerca. Surgió el budismo popular y comenzaron en el sureste asiático a rascarle la barriguita a la estatua del hombre divinizado, para pedirle favores y quemarle incienso en vez de hacer un camino interior en serio. Los sacerdotes hinduistas y la clase brahmánica venían atacando al budismo por haber democratizado la religiosidad y ya ni en India, sino solamente en Tíbet, se preservaban las enseñanzas, las transmisiones originales.
Con el paso de los milenios y los siglos los atlantes fuimos pasando de ser espectadores pasivos a actores involucrados. Necesitábamos hacer algo menos utópico que esperar que la especie humana entrara en el nirvana en plena edad del hierro. La escuela del rayo de ank estaba tan campante planificando la fundación de diversas logias secretas, que decidimos apostarles un pulso inyectando en Europa algo de nuestro propio cuño. Iniciamos también por nuestra cuenta una especie de campaña secreta, de influencia que inspirara el surgimiento de escuelas nuevas de buscadores espirituales y de ideas renovadoras que cambiaran la historia. Sabíamos lo que la escuela del rayo de ank –con las mejores intenciones en muchos casos- se proponía. Habían visto la influencia opresiva de la iglesia católica desde finales del imperio romano. Ya habían pasado diez siglos en Europa durante los cuales los individuos, subyugados por la ideología religiosa, no habían gozado de autonomía, libertad, independencia, ni inteligencia propia. Y querían darle jaque mate a esa situación de adormilamiento artístico, filosófico, cultural. En eso tenían toda la razón y coincidíamos con ellos. Nos alegramos de que fomentaran la cultura renacentista en Italia, la revolución francesa, el derrocamiento de las tiranías y la instauración de las democracias, el protestantismo en Alemania, el enciclopedismo y la revolución científica. Pero sabíamos que eso no se lograría sin una lucha frontal contra la religión. Y aunque también nos parecía que el poder político de la iglesia era el principal obstáculo para la evolución del alma humana, presentíamos que el triunfo de la ciencia y la aparición de la sociedad burguesa , el pragmatismo y la colonización de América, África y Asia; se convertirían en cientificismo, armamentismo, revolución industrial, sociedad de consumo y lo que han terminado siendo hoy la mayoría de las sociedades: entidades sin vida espiritual dominadas por los medios de comunicación que montan farsas democráticas para darle paso a los imperios económicos multinacionales que se están engullendo el planeta y terminarán por privatizarlo y dominarlo con estrategias mucho más eficaces que las antiguas.
Lo sabíamos. No esperábamos que fuera de otro modo muy diferente. Es natural que en cada una de las tres eras de 2165 años que componen cada yuga alguna escuela filosófica influya en los sucesos históricos. Y la del rayo de ank ya había incidido en la época de guerras y conquistas heroicas que había sido aries, del 4.000 ac al 2.000 ac. Le correspondía entonces a Piscis que alguna fe reemplazara la brutalidad armada con ideales de amor que aunque se convirtieran a veces en fe ciega y fanatismo político mostraran un camino diferente al de la fuerza. Además los seres humanos tenían que pasar del pensamiento mágico religioso a la cultura racional y científica pasando antes por el monoteísmo judeocristiano e islámico. Pero eran solamente cambios ideológicos, no transformaciones profundas. Sabíamos que no serían suficientes para cultivar la habilidad de la compasión y el amor. Ni siquiera les serviría toda la inteligencia filosófica y científica que desarrollarían para volverse tolerantes. Harían guerras con sus inventos, mejores armas con sus descubrimientos, se enloquecerían con sus ideologías que los pondrían a rivalizar unos con otros. Serían los mismos egos del imperio romano pero con mejores herramientas para despreciarse entre sí. La fraternidad promulgada por la revolución francesa se convertiría en igualdad estadística en las mesas de votaciones, nada más. Privatizarían el mundo y dañarían los ecosistemas. La vida humana se volvería hueca, transcurriría frente a un televisor, frente a un computador, en un centro comercial o en un estadio de futbol. Las poblaciones mejor acomodadas dejarían que la verdadera cultura fuera reemplazada lentamente por la estupidez de la información sobre la actualidad y cuando más en erudición sobre la antiguedad. Las masas dependerían cada vez más de los aparatos de telecomunicación, de las redes de información, de las realidades virtuales que reemplazarían la vida y la sabiduría, la experiencia y la poesía por la comodidad tecnológica y los lavados de cerebro. Las minorías étnicas y los millones de empobrecidos, acosados por la presión de la supervivencia, no tendrían tiempo ni fuerzas para protestar. Todo desembocaría en la anulación de la conciencia crítica y del deseo de una vida significativa. Y mientras tanto la desigualdad, la xenofobia y las peores calamidades – hambrunas, desastres naturales- azotarían a la mayoría de la población en los suburbios, países, continentes subyugados.
Lo sabíamos. Lo aceptábamos. Son cosas que tienen que pasar en una edad del hierro. Pero en este planeta atípico había que vigilar de cerca los hechos. Nuestro deber era impedir que la influencia de la escuela de ank en todo este proceso se saliera de las manos de las entidades que vigilaban desde la quinta dimensión la evolución de la tierra. Si todo desembocaba en una nueva hegemonía mundial, si de nuevo un grupo, unas familias se apoderaban del destino de toda la humanidad mediante trucos bancarios y estratagemas económicas, la dominación y la explotación de una mayoría por una minoría se convertiría en un gran obstáculo para que se elevara la vibración terrestre y los atlantes pudiéramos librarnos de la cuarentena.
Ahora entiéndanme bien: nada de esto ocurre en forma muy deliberada. No hay una conspiración consciente por la hegemonía mundial que un grupo de multimillonarios y poderosos ha decidido diseñar para apoderarse del mundo paso a paso. No es exactamente así. Da la impresión de que eso estuviera pasando cuando se estudia la historia, porque hoy en día todo converge. Es como si todo lo que pasó en este planeta en los últimos cinco siglos condujera a la formación de los gigantescos poderes económicos de las multinacionales que hoy manejan a su antojo a los gobiernos de las naciones más poderosas. Es “como si” pero en realidad las personas que trabajan en el banco de la reserva Federal de Estados Unidos y las familias que tienen el poder, los que se reúnen para discutir agendas mundiales a escondidas de la opinión pública; son simples títeres de las influencias psíquicas de la Escuela de ank. En cierto modo son inocentes víctimas de lo que les sucede. Podrían luchar contra lo que les pasa si pusieran algo de voluntad espiritual para lograrlo, pero esto no ocurre porque las satisfacciones y placeres de las vidas que tienen los vacunan contra cualquier acto de conciencia. Su cinismo, su hipocresía, su egoísmo han sido características que se han sembrado en esas familias, a nivel inconsciente. Podríamos llamarlas “posesiones” o invasiones energéticas. Y sabemos que fueron realizadas por una de las cofradías de la escuela de ank mediante conocidas prácticas de incursión astral. Se meten en sus sueños, les implantan ideas y emociones que luego toman como propias y que se hospedan en sus auras de ahí en adelante. La animosidad del pueblo judío por el dinero, la invención de la usura y la banca fue implantada en ellos. La evolución de la propaganda hasta los niveles apabullantes de efectividad que hoy en día tienen los medios de comunicación para apagar la conciencia crítica de millones de habitantes fue inculcada de ese mismo modo en sus inventores. La idea de enriquecerse con la guerra, de manipular la historia financiando a las partes en conflicto para debilitarlas a ambas y luego posesionarse de sus recursos fue puesta en práctica por primera vez en épocas de los Anunakis por discípulos de Enki.
Tuvimos que intervenir mediante el mismo método. Necesitábamos humanos que hicieran contrapeso a los elementos peligrosos de las influencias de la escuela de ank. Los primeros adeptos los hicimos penetrando en los sueños de las mentes más avanzadas del oriente medio y África. En plena edad media europea los árabes nos parecieron uno de los grupos más inteligentes y espiritualmente disponibles para recibir apoyo. Así que nos comunicamos con ellos de varias maneras. Por una parte nos aparecimos y nos presentamos a Mahoma para darle el poder creador que necesitaba para fundar una religión. El sintió la inspiración y la fuerza que luego se extenderían en un gran imperio. Pero nos pesaba en la conciencia haberle dado tanto poder psíquico, cuando vimos que las invasiones musulmanas no eran menos violentas, despóticas y fanáticas que las cruzadas católicas. Para prevenir y contrarrestar esa excesiva confianza en sí mismos insuflamos los más bellos sentimientos místicos en los poetas del islám. Los sufíes, los derviches, los creadores del algebra, los astrónomos de Jaipur, los traductores de Aristóteles al árabe, los autores de las leyendas de las mil y una noches fueron nuestros aliados por muchos siglos. La cultura griega no se perdió del todo gracias a ellos. Nos gustaba su temperamento, eran alegres y vivían a sus anchas. Nos molestaba ver sexualmente reprimidos a los europeos, tristes sus rostros conventuales, monótonos sus cantos gregorianos, enfrascados en una agonía metafísica, obsesionados por un Cristo sangriento. Y nos agradaba el amor a la vida de los árabes, su hedonismo en la comida, su ciega pero optimista confianza en Alá. A veces lograban ser justos y amorosos como lo dictaba el Corán, aunque también se ponían furiosos contra todo lo que no respaldara sus creencias como cuando destruían templos hinduistas. Los atlantes aborrecemos la desigualdad entre hombres y mujeres, eso no pudimos cambiarlo en los árabes.
Nuestra otra área de influencia fue en china y las estepas rusas. Dimos confianza a los mogoles para que hicieran su imperio, nos metimos de lleno en los sueños de Gengis Khan. Incitamos a los chinos para que construyeran la gran muralla y les ayudamos con el Taoismo para que buscaran el ideal de una vida graciosa y fluida. Confucio nos parecía demasiado serio pero nada nos parecía más cercano a la Atlántida que la vida armónica, protocolaria y moderada de los poblados chinos inspirados en la moral del divinizado maestro. Hacíamos todo lo que podíamos para civilizar a los pueblos de la tierra que no estaban bajo la influencia de la escuela de ank, no porque fuéramos enemigos de sus ideales, sino porque comprendíamos los peligros que esos mismos valores contenían. Cuando se desarrollara la historia humana la libertad se convertiría en libertinaje, la individualidad y la vida privada se transformarían en individualismo y anestesia respecto al sufrimiento ajeno, la igualdad y la fraternidad acabarían reduciéndose a un asunto de oportunidades laborales e ingresos económicos semejantes. El comunismo y el capitalismo terminarían convirtiéndose en sistemas políticos semejantes, porque finalmente para ambos bandos el ideal de la vida humana sería el de una buena casa, un buen empleo, un buen automóvil y una infraestructura industrial, comercial, urbana y rural eficientes. Nada más. A la vida espiritual no le llegó invitación a la fiesta: todo sería, o la religión del partido comunista con Stalin convertido en Gurú, o la exaltación sectaria del partido de “Rugby” televisado con las nenas en minifaldas haciendo barra a su equipo favorito. Si no hacíamos algo por evitar que el futuro del mundo fuera plano, chato, fofo; nos podríamos arrepentir luego.
Escogimos las almas más aptas para ejercer nuestra tutoría. Leonardo da Vinci era de ellos, pero Albert Einstein fue nuestro. Tenían a la dinastía de los Merovingios de su lado, pero nosotros, en vez de infiltrarnos en los reinos y las sucesiones del poder cultivábamos a las mentes más influyentes: Espinoza, Leibniz, Hegel, Bach. La escuela del camino diamantino era en realidad un conjunto muy disperso de grupos que a veces ni se conocían entre sí, pero que vibraban en una misma frecuencia. Como eran una familia espiritual que nosotros alimentábamos en el mundo astral, las personas que estaban de nuestro lado tendían a reunirse espontáneamente, a conocerse mutuamente y a establecer alianzas de todo tipo: económicas, románticas, religiosas, políticas, conyugales. Eso ocurría libremente, sin que nosotros lo provocáramos, pero nos convenía y no nos parecía extraño que ocurriera. Al fin y al cabo lo mismo pasaba con los humanos que entraban a formar parte de la influencia Anunaki. Por ejemplo los rosacruces, muchos de ellos, fueron almas influidas por nosotros. Y muchos masones. Y mucha gente de la sociedad teosófica. Pero de ninguna manera podría afirmarse que todos los de esta o esta otra logia eran almas influidas por la escuela del rayo de ank o por la de nosotros los atlantes. Llamábamos “escuela” a la instrucción, a las sugerencias que implantábamos en los sueños astrales a nuestros grupos de almas humanas. Pero nunca hubo un sitio de reuniones físico, ni tampoco escogíamos a un grupo humano para que creara una sociedad secreta con la que luego mantuviéramos alguna especie de comunicación mediumnica. No. Lo importante era influenciar al alma. Y si las personas en su estado de vigilia se asociaban o no, se etiquetaban o no como de una hermandad secreta, eso no era trascendente. Por eso carecen de toda solidez las acusaciones que puedan hacerse a cualquiera de eso grupos esotéricos, sociedades secretas: porque en cada una de ellas había, tanto almas conquistadas por la escuela de ank, como almas asociadas al camino diamantino, que por supuesto no se sentían a gusto unas con otras dentro de esas mismas logias y sin saber por qué terminaban en disputas internas. Los detalles de la historia de países y monarquías, conquistas militares y avances culturales no había necesidad de dirigirlos. Bastaba con la influencia psíquica en el plano astral para que los humanos se comportaran en la dirección que una escuela los necesitaba. Si, por ejemplo, ya era hora de acabar con la monarquía en Francia no había que incitar a los adeptos a hacer algo específico, como decapitar a sus reyes, o montar barricadas para enfrentarse con el ejército leal a la corona. Era suficiente con colocar emociones violentas en el inconsciente de los líderes populares, una pisca de deseos de autonomía política, y dejarlos obrar con libertad cuando se despertaran por la mañana. De ese modo se les dejaba sentir que eran ellos mismos quienes hacían sus decisiones. ¿Qué mejor estrategia de titiritero que hacerle creer a sus marionetas que no existen los hilos?
SHAKTI. ABRIL 9. DÍA TREINTA Y UNO
Hoy, antes de reunirme con Retozo y los demás para asistir a la cita con Tertióborus, hice mi propia correría por este paraíso astral. El Búho está radiante porque se siente el escogido, el ganador de un premio y el héroe de la película. Puro ego. No creo que su motivación principal sea, como dice, cumplir una misión, honrar la palabra que le dimos a Ananda. Simplemente quiere el protagonismo que todo este tiempo le había robado Ramesh. No se da cuenta. Sin embargo, estoy de su parte. Debemos llevar la noticia. O deben ellos, porque ahora me pregunto si no será mejor de una vez por todas quedarme a vivir aquí. Que ellos se encarguen de salvar el mundo, de jugar a James Bond y a Indiana Jones. Yo puedo tener otros planes ¿no? Me parecería perfecto, por ejemplo, pasar una temporada aquí. ¡Que mi cuerpo en la Antártida se pudra! ¿Aquí para que lo necesito? Es un estorbo. Con mi cuerpo astral tengo una libertad mayor, casi infinita, y con el beneficio de que todas las experiencias del gusto, del tacto y del sexo que yo quiera darme van a estar disponibles sin que yo me desgaste y hasta que yo lo quiera. ¿No es esto el cielo?
En Isidris he presenciado muchas más opciones: los hombres y las mujeres no son el único sexo. Hay andróginos realmente sorprendentes. En el mundo astral no hay necesidad de cirugías ni siliconas: simplemente pones la energía vital al servicio de tu voluntad, y resultas del otro género en cuestión de días, o te mantienes con tu genero pero te pones la apariencia del contrario según la ocasión. No se le llama homosexual ni heterosexual a nadie porque no hay identidades definidas ni preferencias sexuales definitivas. Simplemente tienes la experiencia que quieres cuando quieres por el tiempo que desees con quien prefieras tomando la apariencia corporal que necesitas según tu gusto del momento. Es como si se viajara al futuro en ciertas ciudades pioneras del orgullo gay. Realmente se divierten en Isidris. No usan ni necesitan ningún estimulante. ¿Para qué se necesitarían bebidas desinhibidoras, substancias psicodélicas, en un lugar que ya de por sí es el inconsciente humano hecho realidad, en el que todos los placeres tienen cabida?
RAMESH. ABRIL 9. DÍA TREINTA Y UNO
Jhazel me ha abierto los ojos como nadie antes. Mejor que Ananda, me ha mostrado una radiografía del mundo en el que vivo. No eran huesos fáciles de ver pero el esqueleto de las apariencias históricas se ha revelado. Simplemente la humanidad no ha hecho más que permitir que jueguen con ella a la pelota, como si los muertos en las guerras, los comienzos y los finales de los reinos, los armisticios y los procesos colonizadores, las migraciones y las invasiones no fueran sino pases y saques de banda en un partido de futbol. Hay dos equipos. Y sin duda uno tiene que escoger un favorito. Las manipulaciones de la escuela de ank no han sido favorables para la raza humana a la que yo y el grupo de los siete pertenecemos. Jhazel lo ha mostrado con detalles. El camino diamantino y las tradiciones atlantes son una joya, son la espada de excalibur, son el cáliz del grial que vamos a llevar de vuelta a nuestro regreso para que toda la opinión pública mundial lleve a los gobiernos del mundo a identificar y exterminar las avanzadas del materialismo. El mundo actual se ha vuelto chato, unidimensional, fofo, culturalmente analfabeto y cada año aumenta la ceguera espiritual. ¡Estamos identificándonos con la realidad física sensorial como si no existieran los mundos superiores, las edades de plata y oro a las que estamos destinados, la cuarta y la quinta dimensión, las felicidades divinas que nos merecemos en nuestro proceso evolutivo! Y lo más grave es que no veamos otro horizonte, que sigamos creyendo que no somos más que los descendientes inteligentes de algún primate bestial. Nuestro origen es una intervención genética anunaki pero a la vez somos parte de un plan divino. Estamos hechos no para explotar la tierra y convertirla en un producto que se compra y vende, sino para habitarla y amarla con gratitud moviéndonos del estado brutal de la sociedad de consumo que somos, a la sociedad telepática y psíquicamente superior que por ejemplo los habitantes de Aghartha han logrado. Nuestros científicos siguen creyendo que somos una excepción biológica producida por el azar y las leyes del caos genético. Negamos el fenómeno OVNI como si no hubiera ya suficiente evidencia. Nos empeñamos en explicar con hipótesis babosas la construcción de monumentos antiguos que no podrían existir sin que hayan existido civilizaciones más adelantadas que la europea. Seguimos produciendo novelas y películas de ciencia ficción en las que nos enseñan que nuestra mejor y única alternativa es explorar otros planetas y sistemas solares para encontrarnos quizás con otras razas guerreras, devastadoras y decadentes con las que habrá que hacer alianzas y conspirar traiciones para dedicarnos al único objetivo posible en un universo sin sentido: sobrevivir y competir por ser los mejor adaptados y los más fuertes.
BUHO. ABRIL 9. DÍA TREINTA Y UNO
La historia es otra, no la que nos está contando Jhazel inteligentemente, llevándonos con astucia a sus amañadas conclusiones. Lo que quiere es muy sencillo si se avizora para donde va: todo su discurso es para ponernos en contra del mundo moderno con su ideología retrógrada. Lo que quiere Jhazel es llevarnos a pensar que vamos de mal en peor porque no salimos aun de una supuesta edad del hierro, la kali yuga; cuando lo más destacable de la historia de la civilización es que haya surgido la revolución francesa, la separación de los tres poderes, el divorcio de la iglesia y el estado, la instauración de las democracias por todo el mundo, el surgimiento de la ciencia y el decaimiento del oscurantismo religioso, el proceso independentista de todas las monarquías Europeas y de sus tiranías coloniales, la fundación de un país libre y soberano como Estados Unidos de América
Y veo cómo Ramesh traga entero todo lo que le dicen, adulado como está por el favoritismo que obviamente Jhazel le profesa. El argumento de que hay humanidades que tienen niveles de conciencia diferentes es simplemente una buena excusa para justificar luego, a la manera en que lo hicieron en India, un sistema social clasista y un gobierno aristocrático. Si el olfato no me miente aquí hay gato encerrado aunque no nos hayan permitido escuchar sus maullidos todavía. Pero si antes me daba tedio soportar a Jhazel, ahora voy a mantenerme más que despierto en sus lecciones, no sea que termine dominado por el hipnotizante lavado de cerebro que ha afectado el buen juicio de Ramesh.
LECCIÓN OCHO: INTERVENCIONES
ABRIL 10. DÍA TREINTA Y DOS
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Ustedes se preguntarán que tan ético era lo que estábamos haciendo. Yo les respondo que era necesario. Si las entidades desencarnadas que estaban sometiendo a la humanidad no hubieran encontrado resistencia de parte nuestra, ni siquiera tendríamos este planeta en crisis que a duras penas sobrevive. Las jerarquías galácticas habrían tomado la decisión de destruirlo por considerar imposible la curación. Habrían practicado sin duda la eutanasia del planeta Tierra. Y eso hubiera retardado enormemente la evolución de millones de almas.
Pero cada vez se hizo más complicado el asunto. Los siglos XVI, XVII, XVIII y parte del XIX los habían ganado en Europa las influencias de la escuela de ank. El protestantismo, el afán por el trabajo productivo, el amor a las máquinas y a los relojes, la obsesión por el dinero habían ganado mucho terreno. Estados unidos e Inglaterra marcaban la pauta y definían para todo el resto del mundo el significado de la palabra “felicidad”. Todos querían imitarlos. Francia se volvía escéptica, el Vaticano se alejaba más que nunca de la misión crística. La vida humana se volvía una cosa cortesana, solapada, acompañadita de remilgos estilo Mozart. Los estilos de vida más inocentes y dulces de los indígenas de todos los continentes se extinguían casi del todo por efecto de la barbarie colonizadora. Y decidimos que era hora de compensar tanta racionalidad, tanto “progreso”, tanta “industrialización”, tanto urbanismo. Trabajamos duro para que la segunda mitad del siglo XIX fuera nuestro, porque el materialismo había avanzado demasiado. Estaba bien que la era de las creencias ciegas de la religión medieval se estuviera extinguiendo, pero se extendía demasiado rápido la incredulidad general respecto a cualquier tema metafísico. Las gentes cultas se comportaban como si las emociones y los instintos no existieran, pero todo era una farsa hipócrita de clasismo, colonialismo, sexismo y esclavismo despiadado. Sin embargo nadie lo admitía. Los atlantes pusimos entonces las semillas de muchas novedades en las conciencias humanas. Los más receptivos eran los que menos habían caído en manos de las culturas francesas e inglesas. La cultura alemana se mostraba resistente al debilitamiento espiritual que había producido el racionalismo cristiano. Impulsamos nuevas filosofías en Charles Darwin, en Arthur Schopenhauer, en Friedrich Nietzche, en Wolfang Goethe para que las facultades intuitivas del ser humano fueran reconocidas y amadas, para que el amor a la vida y el reconocimiento de los misterios de lo irracional erradicaran la ingenuidad de los moralistas. Dimos inspiración a Ludwig Van Beethowen y a Richard Wagner para que hicieran música que se pareciera a los truenos del instinto, a los pintores impresionistas para que se quejaran del realismo y la perspectiva mostrando que el entorno es mucho más que lo que ven los ojos. Estábamos encantados de apreciar la influencia del romanticismo en Europa, el cansancio con la civilización que cantaban los poemas de Baudelaire y Rimbaud. Y decidimos dar un resoplido de trompeta abriendo canales de mediumnismo y poderes parapsicológicos en varias personalidades escogidas para recibir y transmitir información espiritual que teníamos reservada para el mejor momento del contraataque de la escuela diamantina. Les transferimos poder, magnetismo y gran capacidad para influir en las mentes de sus semejantes.
Este último fue nuestro gran error y al mismo tiempo nuestra gran apuesta. Pero todavía nos pesa en la conciencia haberlo hecho porque tuvo consecuencias que se nos salieron de las manos. O tal vez tenía que ser así, no lo sabemos. En este punto tenemos que confesar que nosotros, los atlantes, obramos con descuido, precipitación y poca responsabilidad. A Sigmund Freud y a Carl Jung los escogimos bien, no nos dieron sorpresas desagradables y en cambio le abrieron las puertas a la psicología profunda, que resulto ser una de las pocas actividades de autoconocimiento que se practicaron en el siglo XX. Con Salvador Dalí y André Bretón nos divertimos, el surrealismo fue muy saludable. Pero hubo un hombre al que debimos haber detenido. Nunca pensamos que causaría un revuelo tan grande. Lo confesamos: se llamaba Adolf Hitler. Actuó por cuenta propia, pero no hubiera tenido el impacto que tuvo en la historia si los atlantes hubiéramos, por lo menos, intervenido en su contra a tiempo. En ese sentido somos responsables de uno de los peores descensos del nivel de conciencia de la humanidad que alguna vez ha ocurrido. La segunda guerra mundial aceleró, contra todas nuestras intenciones, el éxito de las influencias de la escuela de ank; porque movilizó totalmente a la humanidad hacia un extremo de la balanza. No estábamos de acuerdo con el nazismo en ningún sentido, que eso quede claro. Pero lo que produjo la derrota de Alemania fue no solamente la desaparición de una abominable ideología racista, sino también de una cultura que conservaba una espiritualidad profunda que ya no podrá recuperarse. ¿Qué quedó sino la guerra fría entre comunistas y capitalistas durante toda la segunda mitad del siglo XX? Rusia y Estados Unidos han sido escenarios tristes de un mismo materialismo vestido con ropas diferentes. Y por eso ahora necesitamos que ustedes, habiendo estado en el interior terrestre oyendo de primera mano la confesión de nosotros, los atlantes, les cuenten a todos los países del mundo la verdadera historia terrestre.
BRUJITA. ABRIL 10. DÍA TREINTA Y DOS
Retozo empieza a tener dudas. A la salida de la lección ocho se dirigió a Isidris y acometió a Tertióborus sin preámbulos. Le pidió que la llevara al cofre. El se puso a darle vueltas, a decirle que el inconsciente era muy persistente y que toda su búsqueda espiritual se había cifrado en ese símbolo, pero que era nada mas un asunto de metáforas. Y que como todo estaba sucediendo en el plano astral porque las ciudades intraterrenas estaban en la cuarta dimensión, pues se lo estaba tomando demasiado literalmente. Le dio instrucciones para visualizar un cofre o cualquier cosa que quisiera y experimentar de inmediato su manifestación frente a ella, cosa que sin duda es facilísima en Isidris y Aghartha, ciudades mágicas. Y luego la siguió instruyendo sobre las estrategias apropiadas para hacer conocer el modelo de sociedad que planean implantar en toda la tierra (porque ya hubo una reunión en la que el búho los convenció a todos –excluidos Ramesh y Parvati- de que el siguiente paso a dar es volver a la superficie a difundir la buena nueva.
Pero retozo lo está pensando, hay algo que no le suena. Sabe que el cofre es algo más y no le gusta la excesiva confianza del búho en el proyecto del que lo han nombrado líder. Ahora hay nuevos factores en la ecuación –piensa retozo. Si por ejemplo hay en verdad dos escuelas esotéricas que se disputan el mundo, Isidris sin duda estaría fundada por la que Jhazel llama “escuela de ank”. Pero Tertióborus no lo ha confesado abiertamente, mientras que Jhazel sí. ¿Por qué lo oculta? Porque no quiere que se note que su interés en “llevarle la solución de todos sus problemas a los supraterrenos” obedece a móviles más egoístas: vencer a la escuela diamantina, ganar la batalla milenaria por imponer los criterios que alguna vez fueron afines a los deseos de Enki. Ahora, además de asistir a sesiones de aleccionamiento en el domo flotante de Aghartha, cuatro de los siete han empezado a recibir instrucciones con Tertióborus que yo atestiguo sin que se den cuenta de mi presencia. Les han dicho que el país más avanzado de la tierra es Estados Unidos. Les han explicado que el triunfo de la segunda guerra mundial de parte de los aliados fue una batalla en la que Dios le ganó a las fuerzas oscuras. Les han hecho pensar que por lo tanto en la historia hay fichas o blancas o negras y que, lo acepten o no, se trata de un asunto del bien contra el mal, como en la escatología cristiana. Y adivinen quienes son los enviados del demonio: los atlantes. Pues claro.
Pero hay un problema para que adoctrinen así a retozo. Ananda siempre nos enseñó a mirar el mundo como una escala de grises. Y Retozo es inteligente. Sabe cuando la están manipulando, atemorizándola, poniéndola entre la espada y la pared a escoger si quiere la condenación eterna o más bien prefiere ser la “vedette” que salga a contar en CNN y en todos los noticieros de los cinco continentes que una especie inteligente va a compartir su tecnología con los terrícolas. Eso la halaga. Pero más al búho. El búho siempre quiso ser una figura pública para exhibir su erudición y ejercer el mesianismo y la megalomanía. A Shakti francamente le importa un pito lo que peyorativamente llama “asuntos de política y discusiones de hombres”. Le da lo mismo quien pudo ganar la segunda guerra mundial y bostezaba cuando le preguntábamos que pensaba ella que habría ocurrido en la Tierra si hubieran ganado los nazis. ¿Qué es peor, un mundo racista y científicamente militarizado, policivo; o este mundo americanizado y ahora en invadido por productos “made in china” científicamente comercializado? A retozo no le parece mejor ninguno, ambos le parecen un vomitivo. Ronald confía en el criterio del Búho para no tomarse el trabajo de pensar por sí mismo. No se escandaliza por la privatización del ADN de las especies biológicas de los países en vías de desarrollo por parte de multinacionales que van a monopolizarlo todo y a privatizar hasta el derecho a respirar. Y Shakti ni entiende cómo se enriquecen los que amangualados con los gobiernos popularizan la venta de semillas manipuladas para obligar a los campesinos a depender de los suministros de mas semillas, incapaces de producirlas en sus propias granjas, amarrados al sistema de crédito y endeudamiento que más tarde los expropia de sus tierras cuando los mercados fluctúan, los precios bajan, o los fenómenos naturales destruyen las cosechas. Todo esto, nos explicaba Ananda, es un invento sofisticado de la privatización del mundo, la olla de agua hirviendo en la que nos cuecen tan lentamente que ni siquiera pegamos un grito.
Retozo, quien lo dijera, es la menos parcializada del grupo en este momento. Ni Jhazel ni Tertióborus la toman en serio como no sea para apreciar su carita de niña bonita y su cuerpo esbelto de maromera urbana. Por eso se enfocan en conseguir como aliados a Ramesh y al Búho. Olvidan que ella es una maestra de la compensación y que todo lo compara con su contrario. No solamente ha aprendido a caminar por la cuerda floja, sino que sabe que así está ocurriendo a toda hora: uno puede caer de un lado o del otro si se deja empujar demasiado por el viento y no compensa el peso con el palo de equilibrio. O si tiene miedo. O si mira hacia abajo. O si visualiza siquiera la posibilidad de la muerte. O si deja de mirar hacia el punto de llegada. Y el cofre siempre fue su punto de llegada. Se imagina lo que será del futuro si todo se convierte en un gran show, en un “reality” con cámaras en el que las acciones de cada individuo estén tan bien monitoreadas que gracias a ello nadie abuse de nadie y todo se produzca y disfrute con justicia – como promete Búho que ocurrirá cuando se imponga el modelo de Isidris.
En parte le gusta el cuadro, está cansada de ver la pobreza de India y de Colombia, la corrupción de unos y otros, las mafias, los desmadres. Una sociedad organizada: pinta bien –piensa. Por otra parte, demasiado organizada: controlada y promovida la producción artística (siempre y cuando no atente contra el modelo –eso no le cuadra-) y permitido el placer en todas sus formas -eso es lo que más le tienta a Shakti. Desvinculada la reproducción y la crianza de niños de los asuntos sexuales y las relaciones humanas, como en la novela de Huxley, toda libertad para escoger con quien pasarla bien y obtener compañía será aprobada: eso le parece maravilloso. Retozo se imagina experimentando un matrimonio mixto, como los que ha visto en Isidris, tan parecido a la fiesta de intercambios amorosos que ha tenido con el grupo de los siete. Ella comienza a preguntarse de qué lado están los Isidrianos, por qué no están aliados ni quieren que sepan de ellos los atlantes, por qué estos a su vez no parecen tener noticia de los primeros, qué quieren de los supraterrestres a cambio de su aparente generosidad tanto los unos como los otros.
LECCIÓN NUEVE. HITLER
ABRIL 11. DÍA TREINTA Y TRES
Discurso de Jhazel tecleado por Brujita
Voy a contarles cómo fue que Hitler se nos salió de control. También debo ponerlos en contexto. Era una época en la que el interés por lo esotérico dominaba el interés de los que estaban desilusionados de la religión pero también descreían del mesianismo materialista de las ciencias. Para eso hay que explicar cómo fue que en las décadas anteriores al tercer Reich influimos en la fundación de una institución que se llamó “Sociedad Teosófica”. Su lider de origen Ruso “madame Blavatsky” había puesto de moda el mediumnismo entre los aristócratas europeos y había un clima de gran curiosidad por asuntos metafísicos. Pululaban las teorías sobre la vida después de la muerte, los espectáculos de hipnotizadores, el mesmerismo, las sesiones de espiritismo. Rasputín había popularizado el interés por los poderes de la mente en Rusia, al ganarse la amistad de la familia real de los zares. Los ingleses recibían la influencia espiritual de los indostánicos a los que habían conquistado. Se leían novelas sobre países exóticos y costumbres orientales. Se traducían y estudiaban los textos sagrados de las grandes sabidurías místicas de India, China y Japón. Los más pudientes viajaban a explorar por si mismos los misterios de Egipto, los ashrams de India, los enigmas de las religiones africanas. La gente quería comprobar por sí misma que existían realidades que desbordaban la lógica y que trascendían la materia. Se negaban a aceptar no solamente las creencias dogmáticas de la religión sino también el frio escepticismo de la ciencia. Y eso nos gustaba, estábamos dispuestos a estimularlo. Por otra parte, había una rencilla pendiente entre los pueblos germanos, que nunca habían interiorizado realmente el cristianismo, y el resto de Europa. Y la semilla esotérica encontró un mejor caldo de cultivo entre ellos y entre los protestantes que entre los católicos. Helena Blavatsky, de origen Ruso, era una mujer que nos llamaba especialmente la atención por sus dotes psíquicas y decidimos incrementar sus capacidades. La pusimos en contacto mediúmnico con una entidad atlante que se presentó como “el tibetano” que le dio el 90% de la información metafísica que ella difundió entre sus seguidores en New York y en el mundo entero. Fueron reveladas grandes verdades. Pero al recibir las transmisiones telepáticas ella tenía que traducirlas no solo a un lenguaje sino a una cultura en la que pudieran comprenderse los secretos que entregaba. Su cerebro tenía que decodificar lo que recibía con su mente en el plano astral y ese era un gran esfuerzo en el que lo más fácil era convertir complejas verdades en asuntos sencillos, distorsionando su verdadero sentido a veces por completo. Así que sus libros empezaron a llenarse de imprecisiones que iban a ser malinterpretadas por sus lectores, de ideas que ella extractaba de su propia imaginación, de documentos que leía y de teorías sobre la evolución de la humanidad en las que sin darse cuenta estaba introduciendo sus propios prejuicios políticos aristocráticos y los de sus amigos íntimos, algunos de los cuales formaban parte de movimientos románticos que extrañaban las religiones paganas precristianas de los pueblos germanos, vikingos y nórdicos. El cristianismo oficial, contrario al verdadero espíritu de las primeras comunidades, al espíritu de hermandad que se respiró en las catacumbas, había atacado como si fueran malignas muchas cosas. La iglesia había despreciado el valor sagrado de la tierra y de los seres vivos, había repudiado a las mujeres como si fueran las amantes del diablo, y había introducido el odio hacia el cuerpo, la sexualidad y las emociones fuertes de amor hacia la vida. Todo esto lo había hecho prometiendo otra vida mejor en el cielo. Pero las religiones paganas no habían infundido esas exageraciones, esas acusaciones paranoicas. Ni habían quemado brujas, ni habían hecho sentir vergüenza a nadie por tener deseos sexuales, ni tenían el peso de la culpa de haber negociado el cielo a cambio de impuestos para construir catedrales o emprender cruzadas. Y por eso muchos querían rescatar una espiritualidad que en vez de negar el valor de la vida lo afirmara. Federico Nietzche, el filósofo, lo expresaba mejor que nadie. Y los atlantes lo apoyábamos. No estábamos en contra de los ideales del amor cristiano, sino reticentes al poder de la iglesia Católica en el mundo y de acuerdo con los psicólogos que diagnosticaban el origen de buena parte de nuestras enfermedades mentales en la represión sexual patrocinada por el moralismo.
En ese clima pasó lo imprevisible. La primera guerra mundial había culminado con un tratado político –el de Versalles- que humilló y endeudó al pueblo alemán hasta obligarlo a vivir en la miseria, pero el orgullo patrio y la personalidad altiva de su gente no había muerto. Habían aportado la gran música, la gran literatura, la gran filosofía a la cultura occidental. No se sentían tratados como se debía. Y por otra parte los hilos del poder en el mundo estaban cada vez más en manos de los grandes bancos –manejados muchos de ellos por familias judías- y a cargo de los multimillonarios de la industria- muchos de ellos magnates norteamericanos-, que habían hecho por cierto grandes dividendos con los negocios de la guerra. Los alemanes se sentían traicionados por el resto de Europa y estaban resentidos. ¿Qué otra cosa necesitaban con urgencia sino un líder que les devolviera la autoestima que habían perdido? La escuela de ank estaba de nuevo ganando puntos. Los políticos se dejaban manejar por los ricos. Las democracias caían en manos de los banqueros y no de los electores. El mundo se dirigía de nuevo hacia el materialismo económico. Por eso no nos dimos cuenta de lo grave que fué que surgiera Hitler ni de que se apoderara de la democracia alemana sino hasta que fue demasiado tarde. Hasta nos alegrábamos de saber que el amor a la patria y a la tierra formaran parte de sus arengas. No preveíamos que sus ojos azules, encendidos en una mezcla de arrogancia y confianza, de apasionada creencia en el futuro de Alemania, se convertirían en el peor veneno del siglo XX.
Habríamos podido evitarlo, pero confesamos ahora ante toda la humanidad que no solamente no lo hicimos sino que hasta le dimos apoyo, indirectamente, no por acción sino por omisión, al comienzo de su carrera hacia el poder. Cuando hicimos contacto con su psiquismo en el mundo astral notábamos una extraordinaria energía, una gran voluntad para conseguir lo que se proponía. Eso era admirable. Era astuto e intelectualmente ágil. Eso de por sí no era un defecto. Y era apasionado. Tenía un odio profundo hacia su padre pero pensábamos que eso podríamos sanarlo y ni sospechamos lo mucho que crecería, convirtiéndose en un asco despiadado hacia los judíos. Nos pareció que por medio suyo y de otros como el, rehacios a caer en la negación de otras realidades diferentes a las que la ciencia y el ateísmo decían que eran el único escenario de la vida humana, podríamos refrenar la peligrosa inclinación de la humanidad hacia una cultura mundial hueca, sin valores profundos. Estábamos completamente equivocados. Fuimos muy ingenuos. No tuvimos en cuenta que los buscadores de experiencias metafísicas pueden quedar profundamente afectados por una especie de narcicismo delirante cuando toman la decisión de aliarse con entidades contrarias al plan evolutivo basado en el principio del amor. Permitimos que Hitler obtuviera lo que en la jerga esotérica se llama un “aliado dévico de un alma colectiva”. Esto hay que explicarlo y para hacerlo debemos hablar un poco de alquimia y de la leyenda del grial.
La alquimia medieval, interpretada correctamente, es una guía no para convertir el plomo en oro, sino para alcanzar niveles de consciencia superior. Los alquimistas no buscaban un fenómeno químico, sino que lo simbolizaban mediante unas prácticas que visibilizaban exteriormente, en sus laboratorios, lo que habían alcanzado psicológica y espiritualmente. Sus hornos, sus cucharas, sus menjurjes de hierbas, sus destilaciones de sustancias coloidales, eran simplemente manifestaciones de procesos de ampliación de su conciencia en los que estaban inmersos.
En 1911 Adolf Hitler se encontraba obsesionado, diligentemente, en la solución de los enigmas del poema que inspiraba el nacionalismo Alemán, el Grial, que giraba alrededor de la vida de los caballeros y sus damas en los albores de la Edad Media. También estaba de moda en ciertos círculos añorar las mitologías nórdicas, celtas, vikingas; y en especial las leyendas precristianas de la cultura alemana. La leyenda del grial, el anillo de los Nibelungos y otras historias rondaban la cabeza de quienes soñaban con la unificación de los pueblos de cultura alemana en una sola nación: los pangermanistas. Richard Wagner, el músico, Oswald Spengler, el historiador y Friederich Nietzche, el filósofo; pensaban cada uno a su modo cómo sería una cultura europea sin cristianismo, preguntándose cuáles serían las bases de una espiritualidad más heroica, afirmativa, épica. Juzgaban la moral cristiana como hipócrita, la filosofía del amor y la caridad como una debilidad espiritual. Y Hitler había dado con una reproducción de una de la ilustraciones de la obra de Basilio Valentín, un alquimista del siglo XVI, que había descrito en una serie de cuadros los temas centrales del famoso poema germánico “Parsifal” de Wolfram von Eschenbach, la obra clásica medieval de la leyenda del grial. Se la había mostrado un librero amigo suyo, antisemita, que jugaba además el rol de mentor espiritual suyo en las artes de la magia negra, llamado Ernst Pretzsche. Este aseguraba que todas las claves para lograr hacer contacto con la mente de entidades poderosas estaban en esa ilustración. Esta reproducción en particular que Hitler tenía representaba a los caballeros Parsifal, Gawain y Feirifis, los tres héroes de la historia, que estaban ante la ermita de Treverezent, el anciano y sabio guardián de los secretos del Grial. Allí estaban representados los grados ascendentes que se suceden en el camino hacia la consecución de los niveles superiores de consciencia, mediante símbolos heráldicos e insignias de armas de los caballeros. Señalaban los diversos escalafones por los que habían pasado en la búsqueda del Grial. Las imágenes de cinco animales indicaban el nivel de cercanía al grial que se hubiera conseguido: en orden ascendente eran un cuervo, un pavo real, un cisne, un pelícano y un león. Y el sexto, un águila representaba la culminación de proceso, según Hitler. Cada uno indicaba, sucesivamente, el logro de ciertas habilidades psíquicas respectivas: el emprendimiento de un camino luego de superar una fase escéptica, el don de concentrarse en ciertas imágenes con un acto de decidida voluntad creadora, la muerte de los deseos egoístas y la debilidad personal para servir a los objetivos mas elevados de la raza, la entrega irreversible de la propia alma al alma colectiva de la nación y la unificación completa de la consciencia con el espíritu de la comunidad. La meta superior a estos pasos era alcanzar los poderes más elevados a los que un hombre podría aspirar para asumir el destino histórico del mundo.
En la ilustración se veía que el sendero que conduce al Grial es una espiral ascendente alrededor de una montaña en miniatura sobre la cueva de una ermita. Una liebre que representaba las dudas morales e intelectuales, corre hacia el sendero. Un poco más allá, en la ladera de la montaña, una gallina muy gorda incuba sus huevos en un nido simbolizando la fuerza de voluntad que se requiere para el desarrollo de la visualización concentrada, la capacidad de materializar pensamientos creadores como realidades concretas. Más arriba, en el sendero estrecho y retorcido, un león bloquea el camino, simbolizando toda la esfera de los sentimientos, es decir, las simpatías y las antipatías, los placeres y las aversiones, que el que busca el Grial tiene que aprender a dominar y a mantener bajo control. Para conquistar al león tiene que conseguir que sus sentimientos sean tan despersonalizados y objetivos como sus pensamientos egoístas. Y enseguida en el camino hay un dragón al que hay que derrotar, que simboliza los poderes de los instintos desatados, los impulsos y los deseos, el apetito insaciable de la serpiente que lucha encarnizadamente contra la fuerza de voluntad más inquebrantable cuando ésta intenta dominarlo. Por último, un símbolo que representa el logro de haber trascendido todas las limitaciones del mundo tridimensional, sensorial, material: un cubo de basura con un sol y una luna desechados. Sobre el cubo de basura había una extraña cocina de hechicero con chimeneas humeantes que indicaba una armonía interior del conocimiento imaginativo, la inspiración y la intuición con las que el caballero que aspira a la obtención del Grial puede atravesar el puente entre dos mundos: el terrenal y el sobrenatural.
Hitler no se interesó mucho por este símbolo, obviamente. Significaba la tolerancia, la ecuanimidad y el respeto por la igualdad de todos los hombres; una ecuanimidad nacida de la confianza total en Dios. Ahora que ya es dueño de sus pensamientos, sus sentimientos y su Fuerza de Voluntad, el aspirante debe ser capaz de discernir de inmediato entre lo que es moralmente real y lo que no lo es, entre lo eterno y lo efímero. Sobre todo, debe valorar la capacidad concedida por Dios para llegar a la libertad espiritual, toda su vida debe convertirse en dedicación total a servir a la humanidad. En el poema “Parsifal” eso era lo que ocurría cuando el caballero toma el sendero de la humildad que conduce al aniquilamiento del egoísmo en el fuego consagrado del amor de Cristo.
Hitler, antes de la primera guerra mundial, era un artista arrinconado en un inquilinato de Viena, huraño y reacio a trabajar en otra cosa que no fueran sus acuarelas mediocres y el estudio de la mitología de los caballeros teutones, la historia medieval y en especial la historia alemana que Leopold Potsche, un ferviente nacionalista, le había inculcado como si fuera una clase de religión. Recogía al azar las más variadas doctrinas del yoga y del ocultismo para mezclar a su gusto, con el fin de hacerse a una cosmovisión que le sirviera para detestar a los judíos y concebir el desarrollo espiritual y el despertar de los poderes parapsicológicos de tal manera que coincidiera con sus deseos de grandeza para sí mismo y para los descendientes de los bávaros. Estaba dispuesto a lo que fuera para comprobar por medio de experiencias místicas que su misión era ser el mesías de Alemania y el líder de una nueva raza de superhombres que conquistaría la tierra. Y por eso le vino como anillo al dedo la insinuación de Ernst Pretzsche, un hombre diminuto, encorvado, panzón; que había estudiado ocultismo medieval, alquimia y astrología por influencia de su padre, Wilhelm Pretzsche, un entusiasta de las costumbres y los rituales mágicos de los antiguos aztecas que había regresado de una larga estancia en la patriótica comunidad germano parlante de la ciudad de México. Cuando volvió a su país de origen en 1892, Ernst Pretzsche se había entusiasmado por el movimiento wagneriano de pangermanismo impulsando la circulación de literatura antisemita por toda Viena. A través de su librería, especializada en ocultismo y otros temas afines, se hizo bastante famoso en extensos círculos de adeptos, quienes respetaban en gran medida sus conocimientos en el terreno de la magia de los rituales.
Hitler no dudó en hacer la prueba cuando su mentor y librero le insinuó que una experiencia con peyote podría acortar el camino para contactar espíritus de baja vibración. Ya se sentía llamado a tomar sobre sí el futuro de la humanidad y entidades oscuras habían estado merodeándolo para poseerlo. Esto lo había sentido especialmente al contemplar una reliquia famosa, en la casa del tesoro del Hofburg: la lanza de Longino que había atravesado el pecho de Jesús crucificado, entre la cuarta y la quinta costilla. La leyenda decía que quien la poseyera poseería el mundo, y según las investigaciones del futuro “fuhrer” era cierto: siempre había sido el talismán preferido de los emperadores y conquistadores más renombrados de la historia antigua y medieval, había sido la compañera de Carlomagno, de Nicolás I, de Constantino el grande. Repetidas veces había entrado allí el artista fracasado a sentir la cercanía de ese objeto asociado con la sangre de Cristo, con el libre albedrío humano, y con las potencias del bien y del mal y los poderes supremos. A su lado sentía Hitler que entraban en el las fuerzas que lo llevaban al paroxismo, incontrolables, a las que sin duda les ofreció su alma como recipiente. Pero sentía que algo más profundo tenía que sucederle aun para lograr la alianza con los poderes que otorgaba la lanza de Longino. Ya había logrado ciertas dotes mediúmnicas y una relativa sensibilidad a las presencias que lo tentaban. También había desarrollado una férrea determinación de salir del anonimato para tener un protagonismo histórico al que se sintió llamado desde que, viendo la ópera Parsifal de Richard Wagner, sintió el llamado a la grandeza. A medias pero en cierta forma había pasado por las etapas del cuervo, el pavo real, el cisne y el pelícano. Esas etapas se pueden lograr sin que haya realmente una apertura de los centros energéticos asociados al amor incondicional. Basta, para obtenerlas, no ser una persona centrada en la actividad intelectual egóica y no tener desarrollado el sentido de la individualidad sino en la medida en que la propia identidad se confunda con la vida del clan, tribu o raza al que uno pertenezca.
Hitler sentía que tenía que alcanzar el nivel del león y alcanzar el grial. Y sabía que eso significaba despertar el “tercer ojo”, la capacidad visionaria, mediante una peculiar estimulación de la glándula pineal de la que repetidamente se hablaba en el yoga. Con este órgano, el más elevado de todos los órganos espirituales, se desvelan los secretos del Tiempo y del «Archivo Akásico». Con el «ojo pineal» se pueden ver también los acontecimientos de vidas anteriores en la tierra en forma de recuerdos trascendentales. Sin embargo al futuro “fuhrer” el ascetismo oriental se le antojaba fofo, deslucido, parecido a las prácticas que detestaba del cristianismo y a las que tantas veces su autor favorito, Federico Nietzsche, había tildado de moral de los débiles. Pero por encima de todo le parecían muy largas estas y otras disciplinas del despertar interior. Si se tomaba todos esos años de prácticas respiratorias y mentales no alcanzaría a estar listo para liberar a Alemania de la nociva influencia de las razas inferiores. Pretzsche convenció a Hitler de que practicara todas las disciplinas preliminares de la búsqueda del Grial, tales como la concentración profunda, el control impersonal de los sentimientos, y el intento de dominar los deseos primarios. Con seguridad esas habilidades solamente las logró mediocremente. Pero según Pretzsche, sin una preparación así las drogas contenidas en el peyote por sí solas no orientarían su visión ni le harían objetivamente receptivo a las realidades que encerraba la dilatación de la mente. La mezcalina, el principio activo del peyote, compensaría artificialmente y de manera momentánea la poca habilidad que el futuro dictador habría tenido que tener para conseguir verdaderamente las elevadas virtudes del Grial, pero le permitiría conseguir un aliado metafísico poderoso. Recibió así la instrucción de probar la droga que procuraba la clarividente visión de los aztecas, el mágico peyote, que era venerado como una deidad. Según había leído, el cerebro, el sistema nervioso y los sentidos eran los auténticos instrumentos que confinaban al hombre de un modo tan efectivo en la consciencia tridimensional.
Adolf Hitler recibió de Hans Lodz, un herborista por cuyas venas corrían los últimos vestigios de la clarividencia atávica de las tribus germánicas, una pócima a través de la cual experimentó por primera vez el macrocosmos y los misterios de la reencarnación. Allí, en la quietud y soledad de los bosques, aislado de los ruidos y las distracciones de la gran ciudad, Hitler había hizo su primera incursión en el terreno de la dilatación de la mente. Esta iniciación artificial le permitió a Adolf Hitler «leer» la «crónica cósmica» los registros akáshicos del destino humano, en los cuales el pasado, el presente y el futuro se experimentaban simultáneamente como una sola trama karmica. El peyote, tomado en un bosque en las afueras de Viena, habría podido borrarle totalmente el sentido de su identidad durante la experiencia. Eso no ocurrió, porque su tenaz egolatría y su indudable determinación de aprovechar la experiencia para obtener lo que se proponía compensaron el efecto disociador de la mezcalina. Pero Hitler ignoraba su condición psicótica y pseudo esquizofrénica que, acompañadas de un estado físico casi anémico, producido por su estilo de vida paupérrimo, le causarían un efecto devastador. Y en vez de llevar su mente a un conjunto de imágenes llenas de colorido y movimiento, en niveles superiores de consciencia que están separadas por completo de toda experiencia sensorial y terrenal, experimentó la ruptura de esa especie de burbuja protectora que nos protege del impacto prematuro de un gran poder cósmico para el que solamente debe uno prepararse mediante prácticas graduales. Adolf Hitler experimentó lo contrario a la «gracia», en la que la gloria de la vida divina se manifiesta. Y sintonizó su consciencia con otra entidad que apoyaba sus metas siniestras e inhumanas de poder personal, de tiranía y de conquista del mundo. No hicieron su aparición energías arquetípicas que impulsan al ser humano hacia su potencial superior, como animales fabulosos o serafines de los que hablaban ciertos místicos, sino que recordó escenas en las que, en medio de imágenes que reflejaban funciones bioquímicas de su cuerpo como los latidos del corazón, la respiración y el metabolismo; y sin perder su identidad, descubrió anteriores encarnaciones en la tierra. Usando sus habilidades de concentración siguió su costumbre de ir a lo esencial y tuvo la comprensión lúcida de lo que él llamaba «las corrientes universales de pensamiento divino», que habían inspirado al trovador a componer Parsifal y a Richard Wagner, su ópera más importante alrededor del punto central de la Lanza del Destino. Sintió la cercanía de pensamientos y arquetipos como cosas más concretas que ninguna otra en el mundo tridimensional y entró en una especie de película mitológica en la que se veía a sí mismo, simultáneamente, en el pasado, el presente y el fututo, como si un mismo destino enlazara las personalidades que había tenido y la que habría de tener en la historia del siglo XX. Escenas de la edad media, flashes silenciosos, aislados y momentáneos de Italia o Sicilia, imágenes de situaciones en las que los personajes aparecían vestidos con ropas medievales y con las armas y los utensilios propios de los siglos IX y X, produjeron un mosaico en el que se reconoció a sí mismo como la reencarnación del personaje histórico camuflado por el nombre del wagneriano Klingsor, Landulf de Capua y señor en el siglo IX de la Terra di Labur, el vasto territorio que se extendía desde Nápoles hasta Calabria, incluyendo Capri, y que cruzaba el mar hasta Sicilia. No se vio a sí mismo como un antiguo héroe germánico resplandeciente, sino como el personaje más terrible de la historia del Cristianismo. También podía ser, en consecuencia, toda otra personalidad que se sumó al “collage” psicodélico : por ejemplo el que años más adelante recibía la bienvenida de Grandes multitudes que llenaban las orillas del rio Ring y se alineaban a ambos lados de la Ringstrasse para dar la bienvenida al “führer” en Viena, la capital de su país natal, cuando la campana de la capilla Real de los emperadores de la dinastía de los Habsburgo sonó para celebrar la anexión alemana de Austria y su incorporación al Tercer Reich.
Los atlantes no estábamos al tanto de nada de esto. Nos enteramos mucho tiempo después de la segunda guerra mundial por medio de Walter Stein, que fue uno de nuestros más leales aliados, y de un importante psíquico a quien le había servido como asistente: Rudolf Steiner, quien fue consejero personal de Winston Churchill. El gran líder inglés de la segunda guerra mundial. No habíamos espiado de cerca los pensamientos y las acciones del sicópata austriaco, simplemente sabíamos que poseía una voluntad inquebrantable. Por esa época la escuela diamantina centraba sus esfuerzos en promover la libertad y la creatividad en todos los continentes, pero no nos tomábamos en serio los fervores que se iban cocinando en Alemania. Habíamos, si, ayudado a madame Blavatsky a alcanzar ciertas intuiciones sobre la evolución de las razas humanas, pero no lo habíamos hecho con la intención de postular la superioridad de los arios. Sin embargo no debimos darle esa información porque se usó mal: en vez de comprender que había diversos grados evolutivos en diversos pueblos de distintas eras zodiacales yugas y ciclos, correspondientes a almas iguales en esencia pero diferentes en nivel de conciencia, algunos estudiantes de teosofía interpretaron que había diferencias substanciales entre las razas, que las hacían definitivamente superiores o inferiores en relación unas con otras, y que los individuos inferiores no tenían derecho a dignidad alguna. Fue lo que ocurrió conforme se crearon las ideologías racistas y antisemitas que prepararon el clima del nazismo. Había móviles políticos evidentes para reforzar esas teorías. Pero lo explosivo en el caso de los seguidores del “fuhrer” fue que le mezclaron a todo esto magia negra que involucró no simplemente usar símbolos y hacer invocaciones ofreciéndose como depósito de entidades luciferinas, sino además desatar prácticas de sadismo sexual, sacrificios humanos y otras aberraciones.
El que mejor compuso una filosofía para vender antisemitismo fue Alfred Rosenberg, quien se convirtió en el pensador oficial del partido nazi. Había sacado de contrabando de Moscú un documento que se titulaba “Las Actas de los Sabios Hombres de Sion”, que le entregó a Dietrich Eckart, un importante miembro de una sociedad oscura llamada “sociedad Thulle” en la cual los nazis se congregaban para conspirar. (Ver Nota # 10).
Las Actas hicieron crecer la ola de odio y por esa escalera subió Adolf Hitler al poder. La cínica propuesta que supuestamente habían acordado los sionistas era combinar el uso de la fuerza económico militar y de la hipocresía política para llevar al extremo del sufrimiento a todos los pueblos de la tierra promoviendo y patrocinando las guerras entre ellos con el fin de que, presas de total desesperación a causa también de hambrunas y plagas, aceptaran ser gobernados por un poder mundial hegemónico que les permitiera sobrevivir, aun a costa de perder su libertad y autonomía. Rosenberg escribió, con estas bases endebles, el manifiesto nazi por excelencia: “El mito del siglo XX” cuyo remoto origen estaba en conspiraciones y odios Rusos antisemitas relacionados con otro dudoso documento “las actas de los sabios de Sión”. Esta es una larga historia (ver nota # 11).
Pero como Hitler se había hecho amigo de fuerzas oscuras, el poder político que le daba inventar un chivo expiatorio se multiplicaba al cuadrado con la energía que recibía en rituales que atraían entidades antievolutivas. Al parecer había sido alumno de Dietrich Eckart, quien le inculcó la horrible magia sexual que había probado antes otro famoso mago negro, Aleister Crowley. La logia de Aleister Crowley, el Astrun Argentinium, era el producto final de un corto y muy dudoso renacimiento de la magia astrológica y ceremonial que tuvo lugar en Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX. Dietrich Eckart dirigía para los miembros de los círculos internos de la Sociedad Thulle las prácticas de invocación de entidades oscuras que los apoyaron en su proyecto de dominación mundial, mediante rituales en los que se utilizaban como puentes de comunicación las bajas frecuencias astrales producidas por explosiones de pánico de víctimas animales o humanas torturadas con procedimientos que es mejor ni mencionar. Aspirando a servir a las entidades así atraídas confiaban en lograr cualquier cosa que se propusieran. El concepto esencial que seguían era el de desarrollar la voluntad y el poder mental. Los accesorios de la ceremonia mágica, como luces, colores, círculos, triángulos, perfumes, no eran para ellos más que ayudas para concentrar la voluntad del mago. Y Hitler ya venía desequilibrado emocionalmente cuando entró en contacto con Eckart, pues este encuentro fue posterior al de la falsa lucidez que le había producido el episodio con mezcalina.
Heinrich von Sebottendorf había fundado la “sociedad Thulle” como un ramal de la logia antisemita de la antigua orden germánica .Su verdadero nombre era Rudolf Glauer. No había podido desarrollar ninguna habilidad parapsicológica mediante filosofía oriental ni por medio de prácticas sufíes en Turquía, por lo que se había conformado con usar los escritos de Madame Blavatsky para recrear un mito sobre la Atlántida que á nosotros, los atlantes, nos habría dado un ataque de risa o de furia leer, por distorsionado. La sociedad Thulle tenía historias pangermánicas imaginativas y seductoras para seducir a sus miembros primíparos, pero también poseía un circulo interno que comprendía que el poder político dependía de las alianzas que hicieran con fuerzas oscuras mediante rituales de magia negra. Y nos estaban involucrando, dañando nuestra imagen ante la humanidad supraaterrrestre, al inmiscuirnos en sus leyendas nazis. Porque, en efecto, hubo una colonia atlante en el polo norte, pero estaban mezclando verdades con mentiras.
La leyenda de Thule hablaba de una isla desaparecida de algún lugar limítrofe con Groenlandia que había sido el centro mágico de una civilización desaparecida, tan antigua como la raza alemana misma. Dietrich Eckart y el general Karl Haushofer, dos distinguidos miembros del círculo interno afirmaban que unos seres, combinaciones de hombre y otros seres inteligentes del más allá, pondrían a disposición de los iniciados los medios para posibilitar a Alemania la consecución del dominio del mundo y ser la cuna de la futura raza de los Superhombres. Eso complementaba la profecía de Glauer de que los poderes latentes y las facultades que dormían en la sangre de la raza aria reaparecerían en el siglo XX, para despertar al pueblo alemán a las glorias de su antiguo legado y conducirlo hacía la conquista del mundo. Toda la mitología nacionalista alemana era una añoranza romántica para restablecer el prehistórico mundo mitológico de la antigua madre patria. (Ver Nota # 12)
BRUJITA. ABRIL 11. DÍA TREINTA Y TRES
Shakti, Retozo, Búho y Ronald se han ido definitivamente de Aghartha. No han regresado para la lección novena. Cuando Jhazel entró al domo flotante ya lo sabía –se lo había anunciado Zetheida.
La mente del maestro atlante es impenetrable. Puedo saber lo que piensan mis amigos, pero no lo que maquina él. Vi que comenzó su lección con la parsimonia de siempre, como si no notara la ausencia de Quorum, ni le importara, ni le tuviera que preguntar a Ramesh o a Parvati si sabían el paradero de sus compañeros. Simplemente manipuló la energía vril, como siempre, extrayendo de los alrededores prana de diversos colores y densidades para transformarlos en la película holográfica y multisensorial que, como era habitual, hacía presenciar en primer plano y como si se estuviera en el lugar de los hechos todo lo que relataba.
Al terminar la lección sale como si no tuviera alumnos, sin despedirse ni esperar preguntas como las otras veces, como si él mismo fuera un espectro robotizado diseñado para dar cátedras. Parvati le pregunta a Ramesh si entiende la situación, ella misma no sospechaba nada. Se entera: Ramesh le transmite lo que acaba de pasar, le cuenta la discusión que tuvo con el Búho poco antes de recibir la novena lección. Eso fue así:
Ramesh estaba en una “biblioteca” de Aghartha, un lugar que Zetheida le había indicado, donde podía “tocar” diferentes objetos para recibir ciertos “relámpagos” provenientes de ellos con los que se recibía una enorme cantidad de información relativa a cada pieza particular. Búho y los otros tres se le acercan, él se sorprende de verlos allí. Se miran a los ojos Ramesh y el Búho: inmediatamente se enteran de todo lo que les ha ocurrido, lo que les ha pasado, lo que han decidido. Ramesh está sorprendido: a su mente han llegado imágenes de Isidris, conversaciones del Búho con Tertióborus y con Shakti, escenas en las que retozo guía a Ronald por la estructura arborescente. Lo mismo le pasa al Búho. Las energías con las que cada uno intenta convencer a su rival de que el partido que han tomado es el correcto se pueden visualizar: son formas mentales dinámicas de estructuras geométricas diferentes. Totalmente incompatibles. Cada uno ha sido impregnado por la influencia de dos lugares tan disímiles como las dos ciudadelas. No hay acuerdo.
Pero ambos saben que este duelo astral los está poniendo en peligro, que el grupo va a desintegrarse si no se reconcilian. ¿Y cómo? ¿Cómo si el agua y el aceite no se mezclan? Las afiliaciones las veo tan rígidas como los dos equipos. Parvati no se va a pasar al lado de los Isidrianos ni alguno de los cuatro del lado de los atlantes. Es un rasgo que se nota en el aura de cada uno, una configuración de color que curiosamente es la misma para los que están del mismo bando. Tertióborus ha impreso sus ideas de tal modo que sus hipnotizados tienen atrás del “omoplato” una nubecilla coloidal del tamaño de una manzana, a tres centímetros de la “piel” astral, que oscila entre el rosado y el rojo, pulsando como un corazón de forma dodecaédrica. En cambio, la ideologización de Ramesh y Parvati se visibiliza como una especie de vórtice plateado del que emana un pulso de luz dorado incandescente, detrás de la cintura, a unos veinte centímetros de la “piel”. Ambas partes saben que se trata de una reunión crucial pues aunque no estamos presentes ni Parvati ni yo, del forcejeo depende el destino a favor o en contra de la misión que les encomendó Ananda. Saben que si no se integran podrían no salir sanos ni salvos del interior terrestre porque, con auras tan distintas, no podrán conformar un vymana grupal igual de poderoso al que apenas les sirvió para entrar. Se esfuerzan por obligar a la otra parte a ceder. Sin palabras, es la primera ocasión en que veo con el ojo de la intuición que en un debate hay una guerra tan real como la que se hace con aviones y ejércitos. Las ideas, las convicciones; son fuerzas concretas en conflicto, actúan como entidades orgánicas, quieren implantarse en las auras de los seres inteligentes, sustraerles sus nutrientes como raíces que chupan minerales de la tierra, reproducirse saltando como pulgas de un perro al otro cuando inician campañas evangelizadoras; y eventualmente aspiran a exterminar a las que no se les parezcan, en una especie de racismo intelectual. En ese momento comprendo cómo fue que las palabras de Hitler en sus discursos multitudinarios no eran simples emisiones de conceptos que se recomponían en los cerebros de los nazis cuando decodificaban mentalmente los significados de los sonidos del lenguaje Alemán. No: hay algo más en el poder de la palabra. Las ideas son seres vivos que buscan cómo parasitar las auras humanas, y somos literalmente manejados, poseídos, usados por ellas como si fuéramos títeres –no importa si se trata de la propaganda racista o de la perorata religiosa.
Ambas pandillas persisten un poco más. Las auras de los seguidores se modulan hacia estados más vibrantes o más tenues –correspondientemente mas azules o mas grisáceos dependiendo de lo que le esté ocurriendo con sus líderes, y estos a su vez succionan energía vital de sus adeptos, a veces agotándolos casi del todo, dejándolos inertes, cuando lo requieren para hacer un contraataque sorpresivo en el campo de batalla. Todo está ocurriendo mientras se miran en silencio Ramesh y el Búho. Lo intentan de nuevo, no quieren por otra parte ese final triste para una vieja amistad, para un relato tan bello como el que han tejido con sus vidas los siete. Aunque pasan preciosas “horas” del tiempo Aghartiano, no observo cambios en las texturas ni en los contornos grabados por las creencias e implantadas en los dos líderes de las dos polaridades. Eso significaba para mí, mientras lo veía, el final.
RAMESH. ABRIL 11. DÍA TREINTA Y TRES
Estoy exhausto. Mientras camino por los pasadizos de Aghartha y le dicto estas palabras a Brujita, me siento cada vez más solitario e incomprendido. Vengo de una escena de mi vida que marca el final de todas mis esperanzas, de un encuentro con Búho y mis compañeros, a quienes no veía desde la lección octava. Alguien ya lo habrá contado en la bitácora, supongo; porque esto parece el final de una epopeya fallida en la que los héroes no dimos la talla. Hemos fallado y le estamos incumpliendo a Ananda la promesa que le hicimos. Somos una gran decepción para nosotros mismos y para nuestras familias y naciones. Nos hemos dividido. Y no puedo hacer nada para remediarlo. No saldremos del interior terrestre. Parvati, yo y – supongo- Brujita, hemos comprendido que las enseñanzas de Jhazel son el salvavidas que necesita la humanidad, pero no podremos volver a nuestros cuerpos físicos sin un vymana grupal, que ahora, divididas nuestras energías en dos polos, no seremos capaces de rehacer. Quedará la bitácora. Pero ¿alguien la leerá, cómo será transmitida al mundo -si Brujita logra seguir usando su cuerpo físico, si sobrevive el invierno polar-, y quien creerá en ese texto sin que estemos nosotros allí para dar testimonio del contacto con los intraterrestres? Nadie se lo va a tomar en serio. Es demasiado fantástico.
Solamente me queda una opción: seguir las indicaciones que me ha dado Jhazel. Hace rato le conté lo que pasó entre nosotros, el ya lo sospechaba. No nos había contado que existía Isidris para no causarnos pánico. Pero la verdad es que la guerra entre la escuela de ank y la del camino diamantino ha llegado al plano astral y se libra aquí mismo. Los Isidrianos, persiguiendo a sus rivales, los siguieron al interior terrestre y construyeron su ciudadela adyacente para espiar mejor sus movimientos y contrarrestar los esfuerzos atlantes por elevar el nivel de conciencia humano. Su paraíso artificial les sirve también para traer a líderes mundiales y personas famosas, en viajes astrales que la mayor parte de las veces no recuerdan o rememoran vagamente como sueños ilusorios. Cuando los tienen aquí implantan en ellos ideales de vida que luego intentan poner en práctica en sus países de influencia. Nada muy diferente de lo que han hecho con mis cuatro amigos: les han mostrado la manzana que no pueden evitar morder y luego les han puesto un precio de compra por mas frutas iguales: traicionar la misión que una vez nos unió.
Pero Jhazel dice que sabe cómo contrarrestar las estrategias Isidrianas en este caso. Me ha dicho que si encontramos primero que ellos el cofre del que tanto hablaba Retozo, y lo traemos a Aghartha, él sabrá cómo usar el inmenso poder que contiene para hacerle caer en cuenta al grupo del búho lo grave del error que están cometiendo dejándose seducir por Tertióborus. Y le he prometido que iré a Isidris a decirle al Búho que me rindo, que he recapacitado; para ganarme la confianza de ellos nuevamente y conseguir el paradero del cofre. De esto solamente tiene que enterarse la bitácora y como Brujita está paralizada no dirá nada. Parvati tampoco será mi confidente. Oiré con ella las lecciones que faltan sin decirle nada.
BRUJITA. ABRIL 12. DÍA TREINTA Y CUATRO
Temo por nuestro futuro. Hemos llegado al corazón terrestre gracias a nuestra unidad grupal, característica sin la cual no es posible construir un vymana capaz de mover nuestros cuerpos astrales a la superficie. Pero un simple vistazo basta para notar que hemos dejado de pensar y actuar como un organismo. Cada quien es tentado al máximo por su mayor ambición. Y cada avidez es diferente. Como si de alguna manera este espacio interior estuviera diseñado para atraparnos, para ser la ballena de Jonás, observo que hemos perdido el control de la situación y estamos a ciegas. Ronald es la pereza. Sigue como un borrego al uno o al otro, en este caso al búho, para no responsabilizarse de nada, con su excusa de que todo en la vida es perfecto y otras filosofías baratas que hacen su vida cómoda y le permiten ir por ahí, sin rumbo, sin hacer ningún esfuerzo, como quien comprende muy mal la actitud taoísta. El búho ya se casó con Tertióborus y su utopía y desde que le sigan ofreciendo ser el mesias de la nueva era y la estrella de moda no va a poder caer en cuenta de la trampa en que ha caído. Su ego se infla sintiéndose la mano derecha de Tertióborus no menos que el de Ramesh cuando Jhazel lo corona como hierofante en cada lección con sus guiños de aprobación a la gratitud servil y a la credulidad pasiva con la que recibe cada idea que se expone. ¿Cómo sabemos que las superpelículas holográficas en las que nos sumergen tanto en Aghartha como en Isidris no son más que un lavado de cerebro? Pero todos racionalizan lo que les pasa para no ver la sombra que proyectan. Ramesh se dice que la filosofía evolutiva de la conciencia ha de gobernar la historia humana. Y que para eso se ofrece a sí mismo como víctima sacrificial en la misión a que Jhazel lo mande. ¿Cómo se llama eso? Orgullo potenciado al cuadrado vestido de piel de oveja. El búho se autoconcibe como el único del grupo intelectual y científicamente capaz de presentar con seriedad y convincentemente al mundo académico y mediático que su expedición tuvo contacto con los hermanos intraterrestres que quieren ayudar a la humanidad a salir de su crisis ecosistémica. ¡Vanidad a la vista! Shakti no se imagina un paraíso mas hedonista que Isidris y está dispuesta a dejar morir su cuerpo físico con tal de gozar eternamente. La vida le parece un acto sexual continuo festejado con manjares del paladar y del arte: lujuria. Retozo lo da todo por la aventura: sin cambiar a cada instante una experiencia por otra y esta por la siguiente se siente amenazada por el tedio, que para ella es como el infierno. Con nada está satisfecha, porque la diversión lo es todo: Eso se llama gula. Parvati se muere del miedo, es todo lo contrario de Retozo. Su obsesión es estar bajo el amparo de Ramesh, que la consiente como a una hija y la sobreprotege desde que la conoce para que no tenga que salir a explorar el mundo. Se ha prostituido: entrega su alma a cambio de afecto y renuncia a su libertad por abracitos limosneros. ¿Y yo? Como siempre jugando a la distante, la desapegada, la que no participa de los hechos, la que no apuesta para no tener que perder. Y en realidad me muero de las ganas de estar en el pellejo de Shakti o de Retozo, secretamente las envidio y las odio por ser más hembras. Ya quisiera yo ser tan arrojada como una puta de callejón oscuro que se sube a cualquier automóvil que le ofrezca asilo, o tan divertida como una contorsionista de circo apenas cubierta con una tanga fosforescente. Pero no: heme aquí convertida en una estatua de sal sin ni siquiera haber contrariado la voluntad divina ni haber volteado a ver la destrucción de Sodoma. Mi estrategia siempre ha sido la de la zarigüeya: paralítica ante el primer peligro. Y por eso en vez de participar de los sucesos me retraigo aquí, a escribir esta bitácora.
Lo veo todo como es, objetivamente. No vamos para ninguna parte ni estábamos preparados. Ananda nos confió una responsabilidad excesiva y aunque nos preparó al máximo, no nos esperábamos esto. No es el purgatorio, no es el infierno, no es la epopeya de Dante, pero no vamos a poder salir en ningún momento. Si este es no solamente un lugar en el interior terrestre sino además un estado del alma, todos y cada uno nos quedaremos soñando lo que más nos guste: Ramesh y el Búho que salvan al mundo, Parvati que la aman para siempre, Retozo Y Shakti que Isidris las elige como sus “vedettes” favoritas, Ronald que ahora sí por fin tiene a quien admirar y seguir, un verdadero padre. Y yo ¿Cuál será mi bardo? ¿Cómo quedaré atrapada en mi propio psiquismo?
No es que sufra por pensar en ese, nuestro más probable destino. No soy capaz de añorar una vida que nunca tuve. Tal vez les pase a todos lo mismo, quizás no hemos sido más que unos maestros del escapismo cada uno de nosotros y jamás, en realidad, hayamos de verdad iniciado un camino espiritual. ¿No decía el maestro que solo la verdad nos hará libres? Pues he aquí la verdad: únicamente hemos vivido en la mentira. Nunca estuvimos más alejados de nosotros mismos. ¡Es tan absurdo! ¡Todos estos años, todo este viaje para llegar al lugar más recóndito! ¿Y qué encontramos? La farsa que llevamos por dentro, nada más. Siete versiones de los hechos, que no se dan la mano sino que se lanzan el puño para disentir. Y que provienen de la “crema y nata” de un Ashram en el que una excelente maestra dio lo mejor de sí para preparar a los que consideró mejor dotados para el reto. Si esto es lo mejor que podemos hacer ¿Qué podría esperarse de gente “menos preparada” que nosotros? Nada. O lo mismo que puede esperarse de un pintor de baja calaña al que le da por conquistar el mundo sin haberse conocido primero a sí mismo, que resuelve su complejo de inferioridad con un bigotito ridículo y una esvástica. Y por eso el grupo se encuentra en su máximo nivel de desintegración. A menos que algo milagroso ocurra….
BRUJITA. ABRIL 13. DÍA TREINTA Y CINCO
A Parvati le ha dicho Jhazel que los demás han sido asignados a una tarea secreta en Aghartha y que por eso no vienen a clase. Eso le basta. Se la pasa, entre una lección y la otra, haciendo experimentos con las formas de vida astrales. Siempre le fascinó el milagro de la vida animal y vegetal ¿cómo no ahora, cuando puede comunicarse con todo tipo de formas de vida, cocrear con ellas diversas estructuras fisiológicas, alas, extremidades, habilidades perceptivas. Se quedaría de por vida entretenida inventando criaturas elementales, ninfas, sirenas, silfos, ondinas. ¿Quién no? Parvati es lo más cercano que existe a la inocencia creativa de un niño y nos ha enternecido siempre por eso, porque “tenía palito” para atraerse el amor inmediato de los perros, los gatos, los pájaros; en el ashram de Ananda. Y ahora está en su salsa. Zetheide la ha llevado a una especie de laboratorio de creación de entidades astrales que los atlantes llevan operando desde hace siglos, en el que preparan la fauna y la flora con la que poblarán el planeta que se les asigne cuando entren en su era de oro. Los resultados que se obtienen aquí se transfieren al lenguaje de ADN y hasta podrían interpretarse para producir mutaciones nuevas en la Tierra. Ha tratado de explicárselo, fascinada, A Ramesh, cuando vuelve de sus excursiones científicas con Zetheide, pero solamente quien lo ha presenciado puede comprenderlo y en verdad, a Ramesh, ni le va ni le viene el asunto. Ahora, con la historia de la Lemuria y de la Atlàntida, está más que absorto en el asunto del futuro terrestre y tiene conversaciones frecuentes con Jhazel para planificar y evaluar los viajes de espionaje que lo ha enviado a ejecutar en Isidris con el fin de conseguir el famoso cofre.
Pero el cofre no le interesa exclusivamente a Jhazel. Ahora Tertióborus ha entrado en escena y quiere usar igualmente al Búho para no perderse el instante en el que retozo los lleve a lo que parece ser, en mi opinión, el verdadero objetivo de la “amistad” que le han ofrecido los intraterrestres a unos y otros. Búho ha convencido a Retozo de tener como prioridad encontrar el cofre. Tertióborus les ha dicho que si lo logran podrán salir los cuatro a la superficie terrestre sin necesitar el Vymana grupal de siete personas que usaron para llegar, recuperarse a plenitud en sus cuerpos físicos, y volver como unos héroes de la Antártida a la civilización supraterrestre con pruebas del contacto, información científica y sicológica suficiente como para hacerse creer de la NASA y de las agencias de inteligencia, e instrucciones para los líderes del mundo. El mensaje será simple: “los Isidrianos son tecnológicamente superiores a ustedes y desean brindarles toda la asesoría que se necesita para que en menos de un siglo se hayan resuelto todas las crisis mundiales y hayan alcanzado el nivel de una sociedad libre de problemas. Pueden tomar este ofrecimiento por las buenas, y también pueden oponerse, caso en el cual se aplicarán medidas parapsicológicas para lograrlo por las malas, por el bien de la mayoría”. A mi ese plan me parece delirante y peliculesco ¿Cómo van a hacerse tomar en serio unos mochileros colombianos que pasaron una prueba de supervivencia en el polo sur y que dicen que estuvieron en estado de hibernación haciendo un viaje astral en el que contactaron una civilización intraterrestre? Es para morirse de la risa. O para pensar que salieron tocados de la cabeza.
En todo caso el espionaje prescrito por Jhazel ha sido todo un éxito porque Ramesh les ha hecho creer a que de verdad está ahora de su lado: pidió perdón, les dijo que había sido su manía de liderarlo todo la que había influido en su negativa a desear lo mejor para el mundo –la implantación del modelo político Isidriano – y agregó que también había descubierto que estaba celoso del búho por haberse llevado consigo a Shakti, cosa que lo hizo todo todavía mas creíble, -porque es verdad y se le nota, que ama a Shakti por encima de todo. Shakti lo abrazó, se fueron juntos a recorrer lugares y Ramesh quedó satisfecho de que Búho no ofreciera resistencia al amor que le tiene a ella.
Yo hice un nuevo intento por penetrar en la mente de Jhazel y en la de Tertióborus, pero están blindadas casi del todo. No me dejan saber cuáles son sus verdaderas intenciones. Y tengo razones para saber que las hay porque de lo contrario no habrían tomado la precaución de impedirme entrar. Me pasa lo mismo con cada persona que guarda un secreto. Por ejemplo ahora que Ramesh le miente a Parvati sobre la ausencia de Búho y sus secuaces; experimento cierta resistencia al intentar la fusión telepática, que sin embargo puedo vencer. Algo no me termina de convencer sobre la aparente generosidad tanto de los Aghartianos como de los habitantes de Isidris.
Pero noto actuaciones extrañas que comprueban mi corazonada. Jhazel se hace obedecer ciegamente. Zetheide le tiene pánico: cuando se le acerca a su jefe casi siento temblar a esta mujer sumisa y mientras él le da órdenes veo que se debilita la intensidad y el brillo de su aura. El la controla totalmente. Y lo mismo veo que pasa con todos los demás atlantes que de una manera u otra interactúan con Jhazel. No le tienen afecto. Si lo pienso bien, Aghartha es un lugar emocionalmente frío, no se sienten lazos de amor entre sus gentes. ¿Por qué, si están tan evolucionados? ¿O es que cuando se llega a ese nivel de conciencia el afecto se vuelve innecesario? Está bien, el emocionalismo no es sinónimo del verdadero amor. Pero ¿no resulta sospechoso que los atlantes parezcan una sociedad militarmente organizada? Es obvio que funcionan en una estructura piramidal. El “papa” es Jhazel, debajo de él hay tres “Arzobispos” y sometidos a cada uno de ellos doce “obispos” que tienen como esclavos suyos una cadena de mando no menos rígida. No importa mencionar aquí en detalle los nombres que les dan a cada uno de los rangos. Pero es una especie de iglesia Vaticana. Es muy sencillo: se trata de un régimen tiránico. ¿Cómo no se da cuenta Ramesh, que siempre ha ido por todas partes ufanándose de ser librepensador, pseudo anarquista y amante de las libertades democráticas? Porque jhazel no se lo permite: Zetheide es quien lo guía en cada uno de los recreos, llevándolo a hablar con atlantes previamente advertidos acerca de la información que pueden y deben o no darle al visitante supraterrestre so pena de castigo inminente. Lo mismo que en un régimen comunista cuando reciben visitantes de las comisiones de vigilancia de los derechos humanos, lo mismo que cuando Hitler hizo las olimpiadas y recibió con bombos y platillos a todas las delegaciones de turistas extranjeros para mostrarles las amplias libertades de opinión y de prensa de las que disfrutaba el pueblo Alemán.
Una y otra vez la misma historia. Y cuando Ramesh intenta evadírsele a Zetheide y se interesa por vagar a sus anchas, ella lo redirige con diplomacia y dulzura sin que el pobre tonto se dé cuenta que hay gato encerrado. Me molesta. Me intriga. Y más me incomoda que Jhazel esté tan obsesionado por el cofre de retozo, como si le faltara eso, o algo, para sentirse totalmente seguro y a salvo, como si sus planes no estuvieran asegurados hasta tener en su poder ese misterioso objeto.
Pero Isidris no es mejor: aunque por todas partes se siente alegría y demostraciones de afecto, risas; y caminar por sus vericuetos sea como estar siempre en medio de un festival de Rio de Janeiro, hay un “no se qué”, algo artificial, baladí, plástico; en el tipo de felicidad que experimentan. No le parece así al Búho ni a Shakti o a Ronald y a Retozo. Ellos por ahora se sienten a sus anchas. Pero yo, que veo las cosas con la distancia de quién está detrás de cámaras, sospecho.
La sociedad atlante marcha perfectamente: todo en ella es armonía, eficacia, perfección en la conducta visible de cada persona respecto a cada uno de los oficios y roles que cumple, que tiene asignados. Eso no me basta, aunque deslumbre a Ramesh y a Parvati. Porque me produce carraspera precisamente que los vea “marchar”. Es un verbo espantoso. “Marchan” las hormigas, los ejércitos, los creyentes, las sectas. Todos hacen lo que les dice su colmena y rinden culto a la abeja reina. Eso es un asco para mí. Y también me da vértigo y deseos de vomitar la sola idea de vivir en un circo infestado de payasos, glotones y donjuanes: eso me está pareciendo que define la farsa de Isidris. Si soy capaz de notar que no hay igualdad ni fraternidad en Aghartha, es porque tengo también la habilidad de darme cuenta que en Isidris, aunque abunden los placeres y la belleza, no son felices. Ambos clanes quieren usarnos para implantar en la superficie terrestre una sociedad como la que tienen. Y uno tiene esa necesidad de propagarse, de imponer los propios valores, de evangelizar a la fuerza a quien sea por los medios que toque utilizar, cuando teme no estar en lo cierto. Ambas partes dudan de sí mismas sin que puedan admitirlo. Se sienten vulneradas solamente porque existe el partido contrario. Imaginan que el cofre de retozo tenga algún secreto que las blinde totalmente. Y no logro descubrir lo que les falta a ambos bandos.
Por eso quieren imponerse sobre la contraparte, acabar con la opinión contraria. De nuevo la misma historia: los comunistas quieren destruir Estados Unidos, los nazis necesitan acabar con los Judíos, los fascistas desean barrer con los comunistas. Todos quieren el poder total para ya no poder dudar más de sí mismos. O se inventarían un nuevo enemigo si alguna vez tuvieran por fin su tercer Reich: el terrorismo, la banca internacional, los palestinos, cualquier chivo expiatorio sería suficiente. Todos los hombres lo han hecho todo con tal de no admitir que aun no han hallado la verdad Las mujeres somos diferentes. ¿Por qué no nos escogieron a mi o a Shakti para dividir nuestro grupo y manipularnos a su antojo? Porque no nos obsesiona el poder, no le tenemos pánico a la inseguridad, hasta disfrutamos que la vida sea un enigma.
BRUJITA. ABRIL 15. DÍA TREINTA Y SIETE
Yo si decía que tanto hablar de la vida de Adolf Hitler era por algo: Jhazel es un secreto admirador del líder del Arianismo. Se lo ha confesado a Ramesh cuando perdió los estribos en medio de una discusión acalorada. Sucedió así:
El dictador atlante había terminado de proyectar su última lección sobre la historia terrestre y Parvati se había ido, como siempre, al laboratorio de formas vivas. Al día siguiente llamó a Ramesh a su palacete: una estructura icosaedrica flotante encima de una laguna de aguas azul ambarino. Podía considerarse un honor especial recibirlo allí, donde ni siquiera entraban sus “arzobispos”. El interés del huésped por los detalles más mínimos acerca de la vida cotidiana y las capacidades psíquicas de los atlantes dominó la atmósfera de la conversación. La materialización de objetos y talismanes por medio del poder mental era el epicentro. Jhazel dijo, con la clara intención de forzar a Ramesh a cumplir la misión que le había entregado, al menor plazo posible:
-Y ahora, cuando ya te he entregado los anales de la Tierra, ha llegado el momento de que pases de ser un simple visitante a convertirte en un iniciado avanzado de la escuela del camino diamantino. Tus compañeros no se lo merecen, se han desviado totalmente de su búsqueda interior atrapados en la telaraña hedonista de Isidris. Pero te he observado atentamente a ti, y tienes el calibre que se necesita. Vas a ser por fín parte de esta hermandad suprema y tendrás acceso a información mucho mas secreta todavía que la que te he revelado. También tendrás más responsabilidades y pagar con sufrimientos inenarrables cualquier acto de traición, pero estoy seguro que eso no ocurrirá porque tu aura es impecable.
Ramesh se sintió halagado como nunca. Lo estaban escogiendo de entre todos. Y como no se negaba a la nueva posición que le estaban dando, Jhazel procedió a dar el siguiente paso: hizo pasar a su invitado a un templete adyacente, donde tenía preparada una ceremonia de nombramiento honorario en la escuela del camino diamantino. Sus nuevos lemas como iniciado serían: lealtad, voluntad, arrojo y silencio. Juró y recibió un anillo con un extraña calavera, que no le gustó para nada, pero hizo lo que se le pedía sin tener un momento para meditar en lo que hacía. Entonces se le explicaron los nuevos valores que había prometido defender, y cuando llegó el momento de la exposición del último, Jhazel le dijo:
-Silencio es el complemento indispensable de los otros tres, porque tu honor dependerá de que confirmes tu lealtad, tu arrojo y tu valentía con la perseverancia del que comprende que las perlas no son para los cerdos y que por lo tanto hay verdades diferentes para personas de diferente rango en nuestra logia. Las verdades más elevadas son para los de más jerarquía, y por eso ahora tendrás en tu bolsillo piedras preciosas que no podrás enseñar a tus amigos ni a supraterrestre alguno ¿entiendes? Y voy a revelarte la primera: es simplemente una aclaración sobre las lecciones que les he dado. Como recuerdas, hemos estado repasando la historia de la tierra y les he dicho que los atlantes estamos esperando un momento para salir de este planeta e inaugurar nuestra era de oro en otra parte. La verdad que ahora, en tu grado de miembro honorario, debes saber y proteger -respecto a la cual has de guardar un sagrado e inconmovible secreto-, es que la mayor parte de los Agharthianos ha decidido no emprender ese viaje, sino fundar dos colonias en la superficie terrestre encarnando en cuerpos físicos humanos especialmente diseñados para ese elevado fin. Quedarán localizadas, una en la Antártida y la otra en Groenlandia; ambas en la periferia de las entradas sur y norte que conducen a un antiguo y complejo sistema de túneles que no solamente llevan al interior físico del planeta sino que permiten la explotación de valiosos recursos minerales y energéticos que los supraterrestres desconocen cómo usar, porque son tecnologías pránicas avanzadas, relacionadas con corrientes geománticas que se llaman “líneas ley”.
Jhazel se anticipaba a las objeciones que surgían en la mente de Ramesh, que comenzaba a inquietarse:
–No pretendemos invadir el espacio vital de la humanidad a la que tú perteneces, sino recuperar un territorio que fue nuestro, el de hiperbórea, y usar como se debe uno con el que ustedes no saben que hacer ni están preparados para proteger, el de la Antártida. Y si, es cierto que la edad de oro es una cultura de tipo espiritual que no requiere que las almas estén encarnadas en un cuerpo tridimensional, pero esto es diferente. El cuerpo que usaremos para vivir físicamente en la superficie será diseñado por medio de técnicas genéticas avanzadas en laboratorios humanos que ya se están construyendo en secreto con dineros y recursos aportados por otros miembros honorarios diamantinos como tú, que nos permitirán intervenir en esas mutaciones mediante operaciones pránicas. El resultado será un cuerpo “ascendido”, es decir, un organismo capaz de moverse en el mundo físico pero a la vez hecho para transmutarse a voluntad en un plasma energético de cuarta dimensión que no estaría sujeto a las leyes de la física tridimensional. Con ese “bah” podremos usar los Vymanas que tenemos guardados en una base secreta y movernos a nuestro antojo por el universo para una misión mucho más elevada que la de disfrutar una edad de oro, un magno proyecto del que todavía no te he hablado. Y si, en ese caso tendremos que presentarnos ante los supraterrestres por primera vez en miles de años. Pero lo haremos cuando se hayan preparado cientos de miles de organismos ascendidos, que ocuparemos simultáneamente. Para evitar que el temor que se desate ante nuestra presencia los incite a declarar una guerra contra nosotros, que no solamente perderían porque los armamentos de nuestros Vymanas son muy superiores, sino que sería un desastre nuclear y ecológico; provocaremos una emergencia, un fallo total de toda la infraestructura informática y electrónica mundial. ¿Qué cual lugar ocuparán ustedes? Bueno, espero que me entiendas y que no confundas el precepto de darle a cada quien su lugar con el enjuiciamiento del que hemos sido objeto en el pasado, el de que promovemos una sociedad racista. No es exclusionismo, no es etnofobia; sino comprensión de que en el universo todo está organizado según escalones, según jerarquías. Y como la humanidad supraterestre está en un rango evolutivo más bajo, pues tendrá que aceptar que estará supeditada a nosotros, que deberá servirnos con fidelidad y eficacia, que desde entonces seremos los gobernantes autorizados para resolver en este planeta todos los problemas que ustedes evidentemente no hacen más que agravar. Con nuestra sabiduría y bajo el mando nuestro ustedes superarán la injusticia social, la pobreza, la enfermedad…..porque les estaremos ofreciendo conocimientos que ni siquiera sospechan.
Ramesh empezaba a atar cabos. Las leyendas sobre los nazis en la Antártida, sobre el interés de las SS por los ovnis empezaban a calar en la cosmovisión de Jhazel, quien respondió enseguida:
-Y como te estás dando cuenta, nuestro proyecto se intentó plasmar por primera vez con el apoyo de Alemania antes de la segunda guerra mundial. Así que lo que les dije a ti y a tus amigos en las lecciones públicas merece una ampliación que ya tú estás listo para guardar en secreto. Por favor, deja por un momento de pensar en el partido nacional socialista alemán con los prejuicios que te inculcaron en las películas de Hollywood financiadas por los Judios desde mediados del siglo XX. Se trata de algo más complejo, no es un asunto de los buenos contra los malos. Lo que pasó fue que la cultura alemana era la más compatible con la de los atlantes y por eso la escogimos para los primeros contactos e influencias. Se nos salió de las manos porque no queríamos una expansión bélica y territorial como la que emprendió su líder, pero nuestra intención era simplemente fortalecer lazos de amistad con un pueblo que amaba sus tradiciones, su folclor, y que a diferencia de otros no le estaba vendiendo su alma al afán productivo, a la industrialización, al materialismo. En vez de querer verlos secarse espiritualmente, quisimos apoyar sus ideales, su amor por la vida, su vitalidad. Nos sentíamos afines con Wagner y su música, con las leyendas del rey Arturo y Parsifal, con todo ese mundo literario y poético que no se conformaba con producir un ser humano esclavizado para el trabajo como el que quería el comunismo y también el capitalismo. Y entonces influimos en Federico Nietzche para que tuviera su revelación del superhombre, que es el organismo que estamos diseñando ahora, en el que encarnaremos los Atlantes para dirigir la historia. Seremos como dioses inmortales sobre la tierra, con nuestros “bahs” perfectos, que serán inmunes a la enfermedad y al envejecimiento. Solamente podremos morir por accidente, asesinato o suicidio. Y así acumularemos la experiencia que ya tenemos con la que iremos adquiriendo al viajar por el universo. En vez de repetir lo que han hecho todas las civilizaciones, entrar en la edad de oro y luego seguir los destinos que la divinidad tiene previstos para las humanidades graduadas en la escuela cósmica; trazaremos nuevos cursos de acción disfrutando de libertad sin límites. Ni siquiera obedeceremos los planes que el gran arquitecto tenga para nosotros, sino que seremos creadores en el pleno sentido de la palabra, experimentando nuevas posibilidades. Sera una gran aventura, una epopeya cósmica y tendremos total autonomía para elegir hacer lo que queramos eternamente, heroicamente.
Ramesh escuchaba la perorata, pero Jhazel sabía que no estaba logrando emocionarlo lo suficiente, presentía que algo estaba fallando en su estrategia para enrolarlo en su causa. En vez de dejarse seducir por los planes delirantes en los que intentaba comprometerlo, preguntó por Parvati. Se le respondió que no estaba lista todavía pero que podría verla con frecuencia si intentaba poco a poco instruirla hasta forjar sus convicciones en la causa. Preguntó por mí. Hizo un gesto como indicando que nada podía hacer para descongelarme y que mi miedo a la acción, origen de mi parálisis, no podía ser deshecho sino por mi propio esfuerzo. En suma, le hizo entender que podía escoger entre alcanzar un mérito esotérico que únicamente se habían merecido contados líderes supraterrestres y seguir siendo el personaje ordinario de siempre con su noviecita tierna y su amante ocasional, sus amigos desleales y su pequeño mundo.
-¿Pero podré salir a la superficie a contar lo que he descubierto en el interior terrestre?- preguntó Ramesh en un estado limítrofe con el pánico.
Jhazel le explicó que esa sería simplemente su primera y menos noble misión en el extranjero. Que solamente obtendría permiso para salir de Aghartha si cumplía con ubicar y traer el cofre. Que según sabía lo que contenía este inapreciable objeto era un talismán de poder antiquísimo que si llegaba a las manos de Tertióborus podría ser usado para la destrucción de los atlantes y por consiguiente conllevaría la más penosa involución del espíritu humano. La identificación con la materia y la cárcel tridimensional sería el resultado inevitable del triunfo del modelo Isidriano en el planeta, que ya en todo caso se estaba imponiendo cada vez más a menos que ese mismo poder fuera usado para derrotarlos, como era su plan. Y que solamente mediante su espionaje se podría lograr ese robo, porque cualquier intrusión de los atlantes era inmediatamente detectada por los sistemas de alarma de las avanzadas tecnologías psíquicas de la escuela de ank.
Súbitamente, Ramesh se encontraba entre la espada y la pared. ¿A qué hora se había metido en semejante lio? La personalidad imponente del dictador no daba pié a una negativa y resultaba evidente que estaba haciendo su cobro a cambio de las atenciones prestadas. Nada es gratis ni existen acciones desinteresadas.
Pero Ramesh fue diplomático. Desvió el tema. Quiso saber más acerca de las personalidades que habían alcanzado el grado iniciático que se le acababa de ofrecer. Jhazel se empezaba a enfurecer y lo disimulaba con respuestas cortas. Ramesh insistió: quería saber exactamente a cual bando iba a defender.
-No estás listo para eso ahora- le dijo el tirano. Que te baste con saber que todo lo que te he mostrado sobre la historia de tu primitiva manada de supraterrestres está ceñido a la verdad –agregó con desprecio.
Ramesh se asustó más todavía. Controló sus emociones para no evidenciar la sorpresa que le causaba la explosión de su nuevo comandante en jefe. Este cambió inmediatamente la estrategia: empezó a mostrarle cómo sería la tierra cuando se respetaran las diferencias entre los diversos grupos humanos y se le asignara a cada uno una función de acuerdo con su nivel de conciencia. La sociedad armónica- explicaba- se basa en el reconocimiento de diferentes “dharmas” o vocaciones para cada grupo humano de acuerdo con su registro kármico. Continuó su lección con un tono amable, suave, para seducir ahora a Ramesh ya no con el miedo, sino con el afecto y la lógica. En palabras su discurso habría sido más o menos así:
-“Volveremos a comprender la profunda sabiduría que regía la sociedad aria, en India, hace miles de años. Los hiperbóreos hicieron de esta una de sus mejores colonias, dividiendo en cuatro castas la comunidad para que las labores de todos los beneficiaran a todos por igual. Cada quien, de acuerdo con su inclinación natural, su raza, su herencia genética, su procedencia familiar; servía a los demás, ya fuera para ir a la guerra y proteger al pueblo de enemigos externos, ya fuera para labrar y cosechar la tierra, desarrollar la ganadería, elaborar artesanías, establecer redes comerciales; o dirigir con sabiduría la vida espiritual y política de los reinos. Nadie envidiaba ni aspiraba a competir con alguien de otra casta, porque ni el ascenso ni el descenso en la escala social estaban contemplados. El dinero y su adquisición no eran los motivadores principales de ninguna familia o pueblo, persona o grupo. Lo principal era vivir con honra, y el honor de cada quien era ser y haber sido el mejor ejemplo para otros de acuerdo con su lugar en la comunidad: el guerrero más valiente, el alfarero más hábil, el rey más noble. ¿Qué se puede objetar a un ideal así? Los sencillos practicaban la virtud de la humildad y los mejor dotados para dirigir al grupo desarrollaban la cualidad de la benevolencia y la magnanimidad. Como aquí, en Aghartha. Tú lo estás percibiendo con tus cinco sentidos y lo sabes intuitivamente ¿no? Y ahora tienes la oportunidad de poner tu granito de arena en este plan consiguiendo para mí el cofre.
Ramesh tenía dudas. Preguntó si no era ese mismo el argumento que habían esgrimido los nazis para excluir de su amada Alemania a los Judíos, los gitanos, los homosexuales y todo grupo de “parias” que consideraban inferior al punto de que ni siquiera merecía pertenecer a su sistema de castas. El aura de Jhazel volvió a enrojecerse, como siempre que alguna voluntad se desalineaba aunque fuera ligeramente de la suya. Volvió a amenazar a Ramesh, esta vez indicándole que la suya no podía ser una actitud de defender a los débiles porque esa era la moral de esclavos que precisamente había llegado al extremo de promover la existencia de todo tipo de subnormales, tullidos, mongólicos e inadaptados en el mundo moderno. Defendió la eutanasia de personas deformes, inferiores o inhábiles, que eran una carga para la sociedad; la esterilización de las mujeres en familias transmisoras de enfermedades genéticas no prevenibles, la selección y aislamiento de las razas dadas a la pereza o al excesivo festejo –insinuando a los afroamericanos y a los latinos como blanco. En fin, sacó a relucir todo su abanico de convicciones. Y cuando vio lo que había hecho y notó que Ramesh no se ponía firme, en posición de soldado en guardia, para demostrar que no estaba del lado de los débiles sino de los aristócratas del mundo; perdió definitivamente su mesura: puso como ejemplo admirable a Stalin; no por abrazar la causa comunista sino por tener los cojones como para utilizar el asesinato y los campos de concentración cuando era necesario para mantener un orden estable. Luego le hizo un altar a Mussolinni, le cantó letanías a Franco y hasta a Trujillo, descatimó las revueltas pacífcas de Gandhi y Mandela y dejó escapar su frase final:
-Adolf Hitler fue el último gran caballero que buscó, encontró y le ofreció el grial al género humano.
Acababa de presentársele a Ramesh tal y como en realidad era. Intentó matizar la frase, recalcar de nuevo que al “fuhrer” se le había pasado la mano con los campos de concentración, pero ya había perdido la plena confianza de su interlocutor. Sin embargo, el contratado espía disimuló con gran inteligencia su decepción, usando la misma capacidad que tenía para hacerse pasar en Isidris como un copartidario del Búho, convenciendo ahora a Jhazel de que antes de que pasada una semana estaría de vuelta con el cofre, porque había estado “trabajando” a Retozo para que se enfocara en el hallazgo y se lo confiara exclusivamente a él cuando lo obtuviera.
BRUJITA. ABRIL 23. DÍA CUARENTA Y CINCO
Desde el día treinta y ocho hasta hoy no he podido levantarme a escribir. Mis amigos intentan enviar sus mensajes pero luego desisten, porque no logran establecer contacto y presienten que algo me impide el simple esfuerzo de teclear. Estoy muy débil. Esto que hago ahora lo logro de milagro. Recorrí los módulos de supervivencia y en cada uno de ellos, aunque no huele a cadáver putrefacto, se siente la muerte. Llevamos mucho tiempo en viaje astral, me temo que le hemos exigido a nuestros cuerpos que esperen demasiado tiempo. Si yo misma, que me he mantenido en mi cuerpo casi 12 horas al día, nutriéndolo, tomando agua; y ya estoy agotando mi capacidad fisiológica ¿no será imposible para mis compañeros de viaje? Y a palo seco: ¡porque no hay equipo alguno para hibernar, para hidratar siquiera los cuerpos en espera de sus almas extraviadas en el centro de la tierra!
No tengo energías para ver lo que ocurre allá mientras escribo aquí. No por ahora. No sé que habrá pasado esta semana. Duermo casi todo el día, apenas logro comer algo y vuelvo a la cama, en un estado parecido a la depresión, pero más físico que mental; y hoy, con una ocasional dosis extra de entusiasmo, alcanzo a escribir esto para que por lo menos se sepa que hasta la fecha estaba viva.
BRUJITA. ABRIL 30. DÍA CINCUENTA Y DOS
Me llegan relámpagos de conciencia. Recuerdos de los últimos siete días y de los ocho anteriores quizás. Pero no se en cual orden narrarlos, no se cuales poner antes y cuales después. Si antes lograba tener una presencia relativamente continua en Aghartha, en Isidris; ahora es una situación intermitente con largas brechas de inconsciencia. Tanto más me debilito en este mundo físico, tanto más me desvanezco en el de allá.
Ramesh se ha dado cuenta de todo, gracias a la metida de pata de Jhazel cuando defendió al “fuhrer”. Entiende que el grupo de los siete ha caído en un mundo en el que aun la obsesión por el poder, por el placer y por el control de la historia definen la motivación por la vida. Aspira a algo más pero se ve incapaz de encontrar una salida. Sabe que no va a aliarse tampoco con los enemigos de Aghartha. Que lo único consecuente consigo mismo es no tomar partido, así se gane el odio de unos y otros, incluyendo a sus amigos.
Sé que vi a Ramesh en Aghartha y que se escondía furtivamente con Retozo para hablar de algo que le ocultaban al resto. Parvati estaba con ellos y participaba del secreto ¿Cómo hizo Ramesh para convencerla de olvidar su fascinación biológica para escapar al otro lado? No lo sé. Sentí que Ramesh ya no admira a Jhazel pero que tampoco ha podido ayudar al Búho a ser menos reticente. Aparentemente espera a que retozo le diga qué es el cofre. ¡No! Ya se lo ha dicho. De eso conversaban en secreto: no quieren ni que el Búho sepa que el cofre fue descubierto, ni que por lo tanto se entere Tertióborus. Pero tampoco vi a Ramesh llevándole esa información al equipo atlante, de lo que deduzco que ni se han puesto de un lado ni del otro. ¿Por qué?
Siento a Jhazel menos impenetrable, más poroso a mi investigación. Está iracundo. Se arrepiente de haberle dado toda esa información al grupo y no estar obteniendo nada a cambio. Ha enviado a Zetheide a Isidris para que, camufladamente, los ubique a todos y los traiga a la fuerza o…no lo sé…es capaz de encerrarlos hasta hacerlos enloquecer…..hay un peligro grave.
Mi forma astral no está tampoco en Aghartha, ni en el salón flotante ni en otra parte. Eso es lógico: sintomatiza mi debilidad. Retozo vibra con mayor energía que cualquiera de nosotros, de hecho la siento sumida en una felicidad inalcanzable.
RETOZO. ABRIL 31. DÍA CINCUENTA Y TRES
¡Soñé Con él! Debo contarlo. Debe registrase en la bitácora. Es lo más importante que pueda decirse. He descubierto donde estaba el cofre, qué contiene, y cómo se puede usar lo hallado ahí para ponerle fin a esta estúpida rivalidad entre atlantes e Isidrianos y a la maligna influencia que tienen en la historia terrestre. ¡Era tan obvio el paradero del objeto que Ananda me anunciaba que sería el semáforo en verde para poder avanzar! Es muy simple, pero como siempre en estos casos lo más cercano es lo último en ser notado.
No hemos dormido nunca desde que estamos en el interior terrestre ¿Verdad? ¿Y saben por qué? Porque no hay cansancio, el cuerpo astral no se desgasta al mismo ritmo que en la superficie. ¡Pero yo estaba tan triste de haber visto desintegrarse el grupo, estaba tan mal! Y perdí mi energía y me dormí. Es absurdo: ¡dormirse cuando uno está en un sueño astral! Pero es posible. Me pasó. Ocurrió. Es como encontrar una caja dentro de otra caja. Los estados de conciencia pueden contenerse unos a otros. De hecho esa es mi definición del universo ahora: el cosmos es una serie de por lo menos siete dimensiones que se contienen unas a las otras, siendo la séptima la que corresponde a la mas interna, las más íntima, la pepa de la fruta semejante a la cajita más pequeña.
Lo que hicimos fue viajar de la tercera a la cuarta, donde se encuentran Isidris y Aghartha. Y nuestro método fue el viaje astral en un vymana grupal hecho con la energía sobrante de nuestras auras emocionales, hechas de vril, de prana. ¿Que hice ahora? Descubrir cómo viajar al quinto nivel, que ya no es el astral sino el mental, aprendiendo a dormirme, es decir, a desconectarme, del cuarto. La clave me la dio el cofre.
Por supuesto, no se trata de ninguna lámpara de Aladino. ¡Hay que ser tan supersticioso como Jhazel para creer una cosa asi! Tertióborus es igual de tonto. Y por eso no encontraban lo que imaginaban sería su “arma” contra el enemigo, “el poder” que se requeriría para implantar sus criterios en el destino planetario. ¡Demasida fabula nazi, lanza de Longino, caliz del grial! Estuvieron todo este tiempo detrás de nosotros porque habían recibido información un tanto borrosa sobre mí. Sabían que uno de nosotros tenía instrucciones de Ananda para encontrar la dimensión quinta. Y era cierto, yo las traía, pero sin saberlo.
Me había dicho que en mi había un cofre, que debía abrirlo. No que fuera un objeto real, ni en el plano físico ni en el astral. Y ahora me da risa, yo estaba abre que abre todas las cajitas que me mostraban en Aghartha…no era nada de eso.
Cuando me estaba quedando dormida, recordaba mis clases de escapismo, de magia y de ventriloquía. Es una costumbre que traigo porque en los talleres nos entrenan para repetir mentalmente, antes de ir a la cama, los trucos aprendidos. Me vino a la mente un cofre que me regaló Ramesh en la época de la universidad. Tiene bordes dorados y un trébol de cobre incrustado, es de cedro. Y contiene, que casualidad, seis cofres cada uno dentro del otro. No importa, en todo caso lo recordé. Y cuando lo recuerdo siempre me da alegría, se me sube la energía, era una época dorada, de tantos ideales bonitos.
Entonces fíjense: exhausta, me voy durmiendo, pero antes de quedar noqueada por la inconsciencia experimento una ligera elevación de energía. Eso me vacuna contra el sopor pero a la vez no me despierta del todo. Y me digo: voy a entrar a este cofre a dormir un rato, lo que ocurre de inmediato. Me sorprendo: me doy cuenta que estando en un sueño astral me he dormido y soñado que entro en mi cofre a dormir. No sólo sé que sueño sino que se que sueño dentro de un sueño. Y ¡Eureka! La quinta dimensión, la puerta dimensional que quizás buscan los atlantes desde hace milenios a pesar de la nefasta influencia de Jhazel, que según me cuenta Ramesh no era sino un lobo disfrazado de oveja.
Y lo importante no es tener la llave para abrir la puerta. Es el lugar al que ahora podemos entrar. Pensémoslo bien: nos están poniendo a luchar en una guerra ideológica que ha dividido a la humanidad desde tiempos de los Anunakis. Tanto Jhazel como Tertióborus nos quieren poner de su lado manipulando nuestras mayores debilidades. Y no vinimos aquí para eso. Lo digo porque he visto que la nueva puerta nos conduce a una comprensión más elevada aun que la que han logrado en las dos ciudadelas visitadas.
Hay que seguir. Yo puedo llevarlos porque fui y vine. Se lo expliqué a Ramesh en una reunión secreta que tuvimos, a escondidas del resto, con Parvati. Me explico: he observado que cada vez que viajamos tenemos unas sensaciones que describiría como bastante “anatómicas”. ¿Recuerdan? Al entrar por el agujero astral del polo sur terrestre hubo evocaciones –me perdonan, pero no hay otro término- anales. También eran un tanto sexuales. No sabíamos por qué. ¿Se los digo? Esta es mi teoría: nuestra incursión ha sido en la anatomía de la tierra, que no es diferente de la humana. La Tierra tiene culo y tiene chakras y así como el polo norte es la coronilla el polo sur es lo que sabemos. Si quieren ríanse, pero por ahí fue por donde entramos. ¡si hubiéramos oído mi hipótesis antes de embarcarnos no nos hubiésemos sentido muy motivados! ¡Qué risa!
Me sostengo: ¿Recuerdan lo que sentimos cuando pudimos armar el vymana grupal? Era la orgía entre los siete que siempre imaginamos pero nunca nos atrevimos a organizar. Muy sexual la sensación ¿verdad? Shakti nos llevaba en su vientre, en su vagina, en su útero; y para los hombres era inconfesablemente la mejor penetración de su vida. A las mujeres nos costó tiempo vencer los celos entre nosotras hasta que logramos que las energías de tres hombres al tiempo en cada una de nosotras fueran compatibles. ¿Por qué? Porque estábamos pasando por el chakra raíz de la madre tierra, que es un organismo vivo de naturaleza sexual femenina, como la matriz pránica que Shakti nos ofreció. Luego entramos más hasta llegar a Aghartha: las sensaciones eran de una especie de tambor, de latido, porque el planeta tiene un corazón que pulsa, interno. Aunque sea de magma y fuego en el plano físico, es de naturaleza cardiaca en su núcleo. Aghartha es algo así como una Aurícula, o un ventrículo; e Isidris lo mismo. Debe haber alguna especie de estructura arborescente, de tipo sanguíneo, arterial, venoso o linfático que le permita a un organismo microscópico pasar de una de esas cavidades cardiacas a la otra; porque –recuérdenlo bien- para ir de Aghartha a Isidris había que pasar por esas ramificaciones pránicas, cromáticas, que yo descubrí para guiarlos hacia las ofertas hedonistas de Tertióborus.
Y aquí estamos: hemos descubierto cómo pasar de la cuarta a la quinta dimensión por medio de un “cofre”. ¿Saben cuál es el cofre, si seguimos con mi teoría? Es un lugar del corazón humano que ningún cirujano cardiovascular se atreve a tocar, porque su complejidad neuronal es tal que su solo contacto con cualquier objeto desarmoniza por completo los ritmos naturales del electrocardiograma y hasta puede inducir la muerte. El cerebro comanda las acciones del organismo, pero al cerebro lo dirige el hipotálamo, esa glándula que puede apodarse “cerebro del cerebro”. Pues lo mismo: el corazón tiene un corazón que lo hace latir: es ese complejo haz neuronal sagrado, es decir, intocable. Y esa es la puerta que encontré al entrar en mi cofre acostándome a soñar dentro de un sueño.
Ahora el peligro: sabemos por Brujita que nuestros vehículos físicos están cadavéricos y que sería un milagro recuperarlos. Los hemos descuidado totalmente porque no vinimos preparados al polo sur. No para esto. Los tibetanos hacían ayunos especiales durante semanas, se taponaban los agujeros del cuerpo con ungüentos apropiados, dejaban al cuidado del cuerpo abandonado a monjes entrenados especialmente para atender emergencias y ayudarles a recuperar la vida cuando volvían de viajes astrales extraordinarios. Pero nosotros no hicimos nada de eso. Y ahora entramos en terreno doblemente desconocido. Si la ley de analogía nos guiara, diríamos que tendremos que abandonar nuestros cuerpos astrales ahora, si es que queremos cruzar la puerta. ¿Estarán aquí para que los recuperemos, cuando volvamos por ellos? ¿Se habrán dañado? ¿Y donde debemos guardarlos- es decir, dejarlos dormidos, hibernantes- tomando la precaución de que nadie los toque o dañe mientras regresamos por ellos?
Ramesh tiene una idea: opina que no debemos ocultarnos ni en Aghartha ni en Isidris, porque Jhazel ha de haberse dado cuenta ya de que nos estamos fugando sin darle el cofre como pago por sus lecciones. Pero en la Biblioteca estuvo tocando una pieza de museo que le transmitió un mapa para llegar a un lugar al que los atlantes no van sino cada dos años, un espacio solitario en cuarta dimensión, a 800 metros bajo tierra, a treinta kilómetros al norte de Katmandú, en Nepal. Es una especie de parqueadero de Vymanas atlantes del que le habló Jhazel –sin darle por supuesto la ubicación- en el que además de naves están los cuerpos físicos hibernados de todos y cada uno de los ciudadanos de Aghartha. A los Isidrianos tampoco se les ocurrirá buscarnos allí cuando Tertióborus se sienta igual de enfurecido contra el Búho como Jhazel lo está contra Ramesh, porque es un enclave atlante.
Pero claro. Falta convencer a los tres alienados por la hipnótica propuesta de convertir la tierra en un gran centro comercial. ¡Si será bien pendejo Búho! De Ronald podría esperarse: que un hijo de papi millonario quiera una pesadilla del comfort como la que les pintó el yuppie ese de Tetioborus, vaya y venga. Pero que el Búho, que tiene toda la cultura que tiene, caiga tan bajo como para creer que una sobreoferta de bienes y servicios en una comunidad de naciones que no se hagan la guerra es la utopía final ¡eso es un desmadre! Shakti no va a ser problema, creo. Le contaremos cual es la manía narcisista de Jhazel, que se quiere parecer al “fuhrer” mintiéndose a sí mismo con la ilusión de que quiere lo mejor para su pueblo; y ella recuperará el sentido común. Además la sola idea de viajar aun más adentro, a la cajita que está dentro de esta cajita, le hará olvidar en un segundo su ideal de quedarse. Ella es nómada por esencia. Y ojalá Brujita pueda seguir bilocada, para que la bitácora siga siendo posible.
BRUJITA. MAYO 3. DÍA CINCUENTA Y SEIS
Desplazo libremente mi conciencia a donde quiero y hasta cierto punto lo veo todo como una gran película de la que no formo parte. Tomo partido por mis amigos pero no dejo de ponerme en los zapatos de Jhazel, furioso como está por haber confiado en Ramesh y decidido a matarlo antes que permitir que sus planes se divulguen.
La base en la que se encuentran los vymanas atlantes conforma un territorio mucho más extenso que el que me imaginaba. De alguna manera se las han arreglado para llegar allí y los veo a los seis. Algo ha de haber pasado para que no exista disputa entre Ramesh y Búho, porque no detecto ya rivalidad entre ellos. Seguramente conversaron, se pusieron de acuerdo, se pidieron perdón mutuamente y volvieron a ser amigos. El grupo está unido y sin ninguna atadura por Isidris o Aghartha, pero como ni pierden el tiempo recordando lo que quedó atrás no puedo entrar en sus mentes a averiguar los detalles de la reconciliación.
Desde hace dos días examinan el lugar y con especial atención los cuerpos físicos, casi embalsamados, de los atlantes. Son más altos que los de un ser humano promedio, de unos dos metros y medio de longitud la mayoría. El cráneo es alargado hacia atrás, como el de algunas estatuas egipcias que representan a sus dioses faraones. Están suspendidos en cámaras vidriosas que los aíslan del polvo y la mugre. Dan la impresión a la vez de estar a punto de despertarse y de llevar allí siglos, como porcelanas intactas, como estatuas de cera perfectas, inmunes al tiempo. Allí fueron dejados esos cuerpos que esperan el momento en que las autoridades de la galaxia levanten el toque de queda impuesto al planeta Tierra, para migrar hacia donde les permitan evolucionar a su deseada edad de oro. O tal vez nunca se levanten de las cámaras de cristal en las que han sido puestos en guardia. El plan B que Jhazel acaba de revelarle a Ramesh es usar cuerpos nuevos, “ascendidos”, divinizados, iguales a los de los dioses de las mitologías teutonas, imponentes como Wotan y Odin, mejor diseñados todavía para los viajes intergalácticos si se hace realidad el proyecto de someter a los supraterrestres y levantar dos bases polares.
Retozo ha diseñado un plan de entrenamiento para que sus amigos aprendan a entrar en la quinta dimensión usando el truco de entrar a “dormir” en un cofre soñado. Y todos aprenden con celeridad. Ya dominan la técnica de abandonar sus cuerpos astrales. Al principio sentían gran desorientación y miedo porque no tener límites es cosa difícil. En ese sentido es un gran salto: cuando tienes cuerpo físico y cuando tienes cuerpo astral, en ambos casos sientes que lo que eres llega hasta cierto lugar en el espacio, tienes una especie de piel que define lo que está “adentro” lo que “eres”, diferenciándolo de lo que está “afuera”, lo que “no eres”. Pero esto es diferente: simplemente “eres” y estás donde deseas con la velocidad del pensamiento. Ya no hay que recorrer distancias. Si necesitas comunicarte con alguien, ya estás con él. No porque te lo encuentres “allá afuera” de ti, ni en algún lugar en el espacio, sino porque simplemente estás conectado con la sola intención de estarlo. O es también como si lo tuvieras “dentro”.
Esto ha sorprendido a Ramesh: que aunque los vymanas atlantes son fabulosos, su tecnología es comparativamente pobre comparada con lo que se puede hacer en la dimensión quinta. ¡Si ya no hay distancias, ya no hay que viajar a ninguna parte, ya no se necesita un “bah”, un vehículo! ¡El supremo vehículo es la carencia absoluta del mismo, en la desnudez perfecta de una conciencia simultánea de conexión con todo lo que existe! Así que ya lo saben hacer, abandonan sus cuerpos astrales, algo que los atlantes ni sospechan que sea posible. Jhazel sigue encerrado en su obsesión de viajar por el universo, cuando eso, en la dimensión superior a la que habitan, es del todo innecesario.
Falta la segunda fase: entrar juntos, y yo con ellos, al lugar secreto del corazón, al plexo nervioso intocable donde retozo nos asegura que se encuentra nuestro siguiente paradero.
Los Vymanas se cuentan por cientos, miles, cientos de miles quizás. Están en perfecto estado. Aunque son naves físicas, no parecen expuestas ni a la corrosión, ni al desgaste de sus piezas. Es poco lo que puede hacerse con ellos, porque la visita astral de parte de mis amigos es solamente eso: una presencia energética sutil. Y sin su cuerpo físico no puede Ramesh presionar botones ni abrir compuertas ni probar mecanismos materiales para investigar si son ciertas o no las hipótesis que elabora acerca de cómo funcionan los aparatos para desmaterializarse, para evadir las leyes de la gravedad, para escurrirse del imperio de las inercias y lograr hacer giros de 90 grados a velocidades subliminales contradiciendo las normas del movimiento continuo y sin afectar a sus ocupantes con la brusquedad de los empujones centrífugos.
Pero la atención del grupo ya no está en los avances atlantes. Que los monjes tibetanos hayan conocido el escondite, que hubiesen sido o no en algún siglo cómplices de la civilización intraterrena, que si los atlantes decidieran resucitar en sus cuerpos y viajar en sus naves para conformar una flota inmensa capaz de humillar todas las tecnologías humanas con un simple gesto; nada de esto los ocupa ya. Lo que quieren, lo que deseo yo también, es dar el siguiente paso. Si no vamos a inmiscuirnos en la lucha por el poder que se viene librando entre Isidrianos y Aghartianos, si no vamos a tomar partido por los Ariósofos alemanes ni por lo sionistas, ni por la escuela de ank ni por la diamantina, entonces debemos averiguar cómo ir más profundo aun dentro del vientre de la tierra. Y ese lugar sin espacio ni distancia alguna de donde estamos y de lo que somos no puede ser otro que el lugar secreto dentro del corazón.
SHAKTI. MAYO 10. DÍA SESENTA Y TRES
Le voy a decir a quien lea esta bitácora lo que acabo de informarle a mis compañeros de expedición. Es algo que los va a pasmar: el viaje al lugar secreto del corazón de la madre tierra consiste en subir aun más por la columna vertebral, pasar por el chakra de la garganta, cruzar por el tercer ojo, el sexto vórtice; y finalmente salir por la coronilla. Conforme esto ocurra estaremos subiendo por el eje terrestre que une la entrada hueca de la Antártida con el orificio de Groenlandia: Saldremos, ya no en viaje astral, sino con nuestra alma pura, sin necesidad de vymana alguno, por el polo norte y nos dirigiremos sin necesidad de desplazamiento por el espacio, en forma instantánea, hacia la constelación de las pléyades, que es el lugar desde donde se nos ha estado ayudando desde hace millones de años a evolucionar hacia la dimensión quinta, la del amor puro.
¿Qué cómo lo sé? Acabo de ir y acabo de volver en un instante. Tuve la experiencia completa. ¿Le añado más? La zona está habitada por conciencias de un elevado nivel y una de ellas quiere contactar a Ramesh para darle información que nos falta recoger sobre la historia oculta de la tierra.
Me ocurrió así: cuando Retozo nos puso por enésima vez a dormir para soñar el cofre, yo entré en ese estado de flotación que todos estamos experimentando al entrar en la quinta dimensión. Pero recordaba que habíamos tenido diversas sensaciones anatómicas y fisiológicas, deseos sexuales por ejemplo cuando ingresamos en el vymana grupal, vivencias pulmonares y arteriales cuando entramos en Aghartha e Isidris. Y estaba expectante, todo mi ser ha estado siempre anhelando conocer lo mas interno de la tierra. Simplemente no me esperaba la intuición que tuve: que en vez de ir mas adentro todavía de la región donde quedaban las ciudadelas intraterrestres, el “interior” mas puro del planeta no se encuentra, a nivel astral, adentro de la bola geológica, sino en el amor con el que ha sido creada, cuidada, y supervisada la evolución de todas las especies vivas. Y ese “lugar” donde viven las elevadas conciencias que tuvieron a su cargo en la misión creadora maternal de darnos a luz, parirnos, criarnos, soportar y corregir nuestras necedades; está en la constelación de las pléyades. Me vino así, como con un chasquido, esta revelación: que debiéramos viajar por fuera del planeta, al cielo, saliendo por el polo norte hasta llegar a la biblioteca y al laboratorio originarios que planificaron todo: los dinosaurios, el cometa que los extinguió, la llegada de los Anunaki, todo.
Sutilmente yo me preguntaba si no tendría que ocurrir en esta fase del viaje alguna especie de experiencia orgánica similar a las anteriores. Y eso intenté, y me ocurrió de inmediato, cuando comencé a flotar: vi una gran serpiente, sin duda el arquetipo de la energía Kundalini y salté a ella como quien se lanza a la corriente del rio amazonas. Me excitaba y me daba una risa imparable estar canoteando y evadiendo remolinos a una velocidad vertiginosa, como si fuera una montaña rusa de las gigantes. Vi mi tráquea y mi garganta, jugos digestivos y encimas salivales haciendo su labor de reciclaje de aminoácidos, vi la epiglotis y las amígdalas como en un popurrí caleidoscópico. Subí al entrecejo que se me presentó en mi sueño como una gran bola de cristal en la que compartían un mismo lugar el pasado y el futuro donde no había ninguna diferencia entre ellos. Y finalmente presencié lo sublime: una gran aura circular rodeada de llanuras nevadas, heladas, glaciales; por la que emanaba una luz boreal idéntica a la que han fotografiado y filmado tantas veces en el ártico. Se oía música. Estoy segura que los grandes compositores tenían alguna especie de comunicación con los sonidos que yo estaba escuchando, porque aunque no eran las mismas secuencias ni los mismos tonos, era como estar escuchando a Mozart, a Bach, a Beethowen, inclusive a Stravinsky. Se veían también colores y texturas que habrían fascinado a Picasso, a Grau, a Obregón; o con los que quizás hayan soñado ellos antes de hacer milagros con sus oleos y sus vinilos.
Todo duro un segundo o una eternidad, no lo sé. Lo que sí me sorprendió fue que la bitácora se esté anotando una semana después de mi partida. Debe estar ocurriendo algo con el tiempo, ahora que ya no somos viajeros de la cuarta sino de la quinta. ¿Pasa más rápido que en las ciudades intraterrestres? Tiene sentido: es un viaje más lejos. Son las leyes de la teoría de la relatividad ¿no? Si viajas más lejos y más rápido en tu lugar de origen el tiempo pasa más rápido que lo que te pase a ti. ¡Algo me ha quedado de las conversaciones que teníamos con Ramesh en India!
BUHO. MAYO 11. DÍA SESENTA Y CUATRO
Debo ser el más estúpido de todos. No logro soñar el cofre, ni siquiera alcanzo a quedarme dormido. Sigo pensando en Tertióborus, en Jhazel, en el mundo que acabamos de dejar atrás. Si no logro dormirme ni soñar con el bendito baúl, mucho menos voy a poder salir por la coronilla del planeta rumbo a esa tal estrella. No es que tenga dudas ya, eso está superado. Sé que fuimos presa de la dualidad, del eterno conflicto entre la oscuridad y la luz; y que tanto en una ciudadela como en la otra ambas polaridades intentaban arrastrarnos. Pero me pesa la culpa, conmigo mismo, por haber visto tan a fondo mi propia sombra. Yo era otro: odiaba a Ramesh por conciliar con Jhazel, usaba todos mis trucos para conseguir aliados en contra suya y lo logré. No sabía lo mucho que lo envidio por tener el lugar que ocupa en el grupo, por no perder su compostura ni en los peores momentos. Ahora lo confieso y no se me quita la vergüenza.
Ni siquiera es que en el fondo me importara que la humanidad siguiera un modelo o el otro con tal de que no fuera el que Ramesh apoyaba, así de lejos llegaba mi rivalidad con él. Por eso lo que me impactó cuando nos dijo que Jhazel era un lobo disfrazado de oveja, o cuando retozo informó que ya sabía cuál era el cofre y cómo podíamos usarlo; no fue que confesara su error, sino que lo hiciera primero que yo. De nuevo se me adelantaba en nobleza, me ganaba en sinceridad, le demostraba al grupo que para él lo primero es la verdad y tener la razón es secundario. Me sentí humillado sin que nadie lo supiera porque de inmediato vi que yo no creía, en realidad, en la utopía que Tertióborus nos había pintado. Me desarmó saber que Jhazel era un farsante aunque su relato de la historia terrestre fuera verídico –esto lo sé porque su mismo enemigo, Tertióborus, me confirmó que todo lo que se nos estaba diciendo en el domo flotante era básicamente correcto. Me quedé indefenso: si Ramesh estaba confesando su error ¿por qué no iba yo a hacer lo mismo? Por un rato discutimos, pero era cuestión de minutos que yo cediera, en realidad no tenía buenos argumentos para defender la visión estúpida de un mundo hipercivilizado, requetecontrolado y vacío, definido por masas de consumidores convencidas de ser felices, hatas de placeres a los que se vuelven adictas y en realidad llenas de tedio y tristes, dominadas por la televisión, internet y toda la parafernalia tecnológica para invadir y robotizar las mentes hasta secar el alma. Las circunstancias de estar en Isidris explicarán tal vez que yo me haya dejado fascinar por su líder y hasta hubiese involucrado a Shakti, a Retozo y a Ronald en mi delirio. Pero yo había puesto mi íntima conciencia de estar persiguiendo una falsa ideología en el patio trasero de mi casa, con tal de lucir la fachada de líder y sabelotodo que me pesa tanto. Esta es el ancla que no me deja navegar a los paraísos que ya surcan mis amigos.
Para colmo, pienso que si no los conozco mal Jhazel o el mismo Tertióborus han de estar cerca acechándonos. No pueden matarnos porque no tenemos cuerpo físico, pero esta envoltura astral sí que pueden disolverla, dañarla, desintegrarla de alguna manera. Algo harán para evitar que nos vayamos tan campantes, como si no les debiéramos nada. Y quieren el cofre y piensan que pueden usarlo en su beneficio, no se van a quedar de brazos cruzados, creen que es una especie de arma. Serían felices los unos si pudieran destruir la ciudadela de los otros, no piensan en otra cosa. Es como si vivieran en el purgatorio, en cierto modo: no saben cómo desapegarse de su obsesión por imponer en el mundo su criterio, y el temor de que el equipo rival les gane la partida no los deja en paz nunca. Todo se lo imaginan a su modo, y como no tienen más gafas para mirar la vida que las de la guerra, el combate y la oposición; no se les pasa por la cabeza que “el cofre” sea simplemente una metáfora para describir la técnica que nos ha enseñado Retozo. ¡Que sorpresa se llevarían si les transmitiéramos el método para entrar en la corriente de la kundalini terrestre, como lo hizo ya Shakti! Pero no lo lograrían, como no lo he logrado yo, por un simple motivo: no sintonizan su nivel vibratorio y el de las pléyades, y por tanto no se establece el impulso para ascender y salir por el polo norte. Es lo que tristemente me está ocurriendo a mí: conozco el método, pero no se me da la experiencia, no me lo tengo ganado.
Si vinieran y nos dañaran de algún modo nuestros vehículos astrales nos quedaríamos flotando entre dos mundos, creo. Porque ni podríamos volver al mundo material ni tal vez tampoco trascender al siguiente, no lo sé.
BRUJITA. MAYO 12. DÍA SESENTA Y CINCO
Ronald no lo logra. Callado como siempre, me ha dado desde el inicio del viaje la impresión de que aunque experimente todo del mismo modo que nosotros, no termina de creérselo. Por eso no escribe en la bitácora, porque no termina de entender si descender al interior terrestre de este modo es solamente un sueño subjetivo, o realmente está ocurriendo. Le da susto creer cualquier cosa, inclusive que si me dicta sus experiencias voy a poder teclearlas en el mundo físico, el único en el que cree. Al pobrecito tanto método científico y tanta cultura europea lo mutilaron del todo. Está maniatado, no por la culpa y el raciocinio -como Búho- sino por su escepticismo sanguíneo. Recibe las instrucciones y trata de seguirlas. Pero si continúa actuando como un robot, como un zombie, no va a poder contactar ls dimensión del corazón.
Lo que no puede enseñar Retozo, con todo y lo buena profesora que es, consiste en tener el alma dispuesta al amor. La técnica no basta. Solamente haber cultivado en la vida la experiencia de entregarse parece servir como requisito para sintonizar con la energía que se despierta, se eleva y nos lleva al destino de este viaje. Las mujeres llevamos la ventaja. No parece haber un camino lógico para ascender rumbo a Alcyone.
BRUJITA. MAYO 13. DÍA SESENTA Y SEIS
Ananda nos enseñó más de una vez que si temes algo lo atraes. Si se cumple siempre la regla en la vida cotidiana, con mayor rapidez y de forma más inmediata en el plano astral. Y miren: Tertióborus encontró, como perro que olfatea cadáver, al Búho. En vez de dormir y soñar su cofre, como estábamos haciendo todos, estaba despierto explorando los diseños de los vymanas atlantes. Tomaba nota de las formas nada usuales de los más antiguos cuando su mentor lo tomó por sorpresa. Búho se apena, se enfurece, le discute, promete no volver a dudar de su sabiduría, se desdice, lo ataca, le argumenta en contra poniéndose a favor de Jhazel; y finalmente queda exhausto. Entonces llega Jhazel, como siempre radiante y sereno, disimulando las intenciones que tiene hacia todos nosotros, que sin duda no son las de dejarnos continuar esta odisea. Pregunta por Ramesh y pide explicaciones sobre nuestra huida, sin mencionar nada sobre el cofre porque está en frente de Tertióborus, su archienemigo. Búho se niega a pensar siquiera la respuesta para que no le lean la mente. Y lo logra. Los líderes de las dos ciudadelas se miran el uno al otro y sus auras se ponen rojas de ira hasta que del puro desgaste de odiarse se empiezan a debilitar y deciden recargar baterías volviendo cada uno a su hábitat y abandonando al Búho. No detectan a ninguno de los cinco que duermen, incluido Ramesh, que por lo menos logra entrar al cofre aunque sin ascender por el eje de kundalini que une los polos terrestres. Hay algo que ocurre en esta región astral donde los vymanas se encuentran, porque es obvio que perjudica las habilidades psíquicas y el poder magnético que evidentemente tienen en sus comunidades tanto Jhazel como Tertióborus. ¿Cómo es que no pudieron ubicar los cuerpos astrales dormidos de los que venían a interrogar, cómo es que no persistieron en su intento de impedir que nos llevemos la historia oculta de la tierra para contársela al mundo y que toda la verdad sobre la manipulación de la que hemos sido objeto se destape para deshonra de las logias de ank y diamantina? Se han ido sin su codiciado cofre, sin aproximarse siquiera al nuevo talismán en el que ponen sus esperanzas bélicas.
Este lugar nos favorece, fue brillante ubicarnos aquí para dar el siguiente paso.
PARVATI. MAYO 14. DÍA SESENTA Y SIETE
Excepto a Shakti y a mí, a los otros no les está quedando fácil aprender. Cierto, sí, la técnica ya la dominan. Saben abandonar el cuerpo astral. Ya ni siquiera sienten temor, descontrol ni desorientación cuando comienzan a flotar en la simple conciencia de sí mismos, desprovistos de tiempo y espacio. Mis compañeros se quedan así, en ese estado de perfecta libertad. No hay necesidad alguna. ¿Es esto el nirvana? Ni hambre, ni sed, ni deseo, ni no deseo, ni bien, ni mal, ni necesidad de optar, ni estancamiento, ni movilidad, ni gozo, ni sufrimiento, ni olvido, ni recuerdo. Es la vacuidad, es perfecto. No se desea seguir allí, ni se desea salir de ese estado, ni se recuerda que uno puede tener y ha tenido una experiencia de sí mismo en un escenario en el que transcurre el tiempo y se franquea el espacio, en el que hay tres dimensiones si uno está despierto, o cuatro si uno está en un viaje astral soñando conscientemente. Es tentador quedarse allí para siempre. No porque uno sienta apego al estado flotante, ni aversión a la vida astral o al mundo cotidiano –de todo eso nada se recuerda. Sino porque no se siente responsabilidad alguna. Yo comprendo que mis amigos no quieran dar el paso siguiente. Cuando regresan del lugar secreto en el corazón saben que acaban de entrar al cofre y que ha sido extraordinario. Pero siempre han olvidado hacer lo que les he indicado: hacer de cuenta que tienen manos y que en ellas sostienen por tres minutos una esfera lumínica que los impregna de un amor y de una compasión infinita por todos los seres que existen en el universo. Deberían entonces, como me ocurrió a mí, sentir que se fusionan con una conciencia misericordiosa de unidad, con el amor mismo; y que ya no existe para ellos dualidad alguna. Si eso les pasara sentirían -al volver al cuerpo astral- que ya no se identifican con lo que piensan –como les sucede por igual a los supraterrestres y a los intraterrestres- sino con ese amor incondicional en el que se han convertido. Entonces estarían listos para hacer la tarea esencial de este viaje al interior terrestre: intentar estar en el sistema estelar de Alcyone, en la constelación de las pléyades. No ha ocurrido todavía.
Pero Buda volvió y eso me da esperanzas. Los incito a practicar una y otra vez. Trato de comprender por qué me pasó a mí primero que a ellos y la respuesta es obvia: nunca tuve una actividad mental tan acentuada como ellos. ¿ En qué me diferencio de mis compañeros? No pienso tanto. Soy más del mundo del sentimiento y la experiencia del presente que de la discusión acalorada, soy menos mental. Por eso se burlaban de mí en el ashram, porque mientras que ellos debatían en clase con Ananda todo tipo de teorías, yo me dedicaba a mirar por la ventana los pajaritos y a imaginarme lo que se sentiría hacer un nido, poner huevitos y tener polluelos. Siempre fui más inocente, más cándida, menos intelectual. Como los animales, las plantas, los seres vivos me fascinaban; siempre estuve enamorada de la vida y sintiendo una responsabilidad por cuidarla. Eso fue lo que me ayudó a no amodorrarme en mi nirvana cuando entré en el cofre, lo que me impulsó sutilmente a no quedarme flotando sino intentar ir a Alcyone. Espero que el exceso de mente no se vaya a convertir en un obstáculo grave, especialmente para los hombres del grupo.
RAMESH. MAYO 15. DÍA SESENTA Y OCHO
Siempre, no sé por qué, amé por encima de todo la constelación de las pléyades desde que tomé mis primeras lecciones de astronomía. Y como ahora hemos descubierto el viaje instantáneo, cuando Retozo nos puso el ejercicio de colocar en nuestra mente el lugar al que más cariño le tuviéramos yo coloque instintivamente en mi conciencia el sistema de Alcyone, una de las siete hermanas del mito griego relativo a este grupo estelar,el de las hijas de Titán. Está a cuatrocientos cuarenta años luz de la tierra. Pero mi sensación no fue la de moverme hacia mi estrella favorita, sino la de que todo el universo se desplazaba para que yo quedara frente a ella. Mi alma permanecía quieta, inmóvil, y todo a mi alrededor se reacomodaba a mi antojo para que mi deseo de ver a alcyione se materializara. Era como si alrededor mío hubiese una esfera en la que se proyectara mi entorno de acuerdo a mi voluntad y la más brillante de las pléyades lo supiera. Me sorprendí de estar no frente a una, sino frente a dos estrellas, porque es un sistema binario: ambas gravitan la una con la otra alrededor de un eje común que tienen a una distancia que es igual a la mitad de la que existe entre Júpiter y el sol. Y tres estrellas más orbitaban al sistema binario; Alcyone b, c y d. Circunvolucionando esta última hay ocho planetas. El tercero de adentro hacia afuera lo sentí habitado y quise que “se me aproximara”. Así fue de inmediato. Como si yo estuviera en alguna especie de teatro holográfico apareció a pocos miles de kilómetros, la perfecta y nítida emoción de saber que estaba en contacto con una humanidad plenamente capaz de vivir en armonía y sintonizada con la fuente del amor.
No tuve que descender porque todo venía a mí. Ni buscar un alma sabia que pudiera hablarme sobre ese planeta, porque apareció inmediatamente una voz suave rodeada de luz blanca que se presentó como un antiguo guardián de la evolución terrestre, de nombre “Apis”. Me inspiró confianza inmediata, simpatía total. Sentí su innegable deseo de saciar mi necesidad de comprender. Yo estaba confundido, angustiado; por la inesperada reacción de Jhazel, en quien venía poniendo toda mi esperanza. Y él quiso calmarme tan pronto como me vio. Sabía que lo que yo necesitaba era una narración más completa, en la que yo pudiera aclarar por qué la espiritualidad atlante, con todo y lo fascinante que era, se quedaba sospechosamente corta al permitir que coquetearan con ella personajes y épocas tan oscuras como las de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial. Las enseñanzas de Jhazel estaban incompletas porque no le interesaba que supiéramos lo que enseguida será transcrito en la bitácora, tal como me lo reveló “Apis”.
LA LEMURIA Y LA ATLÁNTIDA. DEL TANTRA AL PATRIARCADO. LA RED CRÍSTICA DE TERCER NIVEL
Discurso de Apis, hermano pleyadiano
tecleado por Brujita
Lo que les ha contado Jhazel es cierto, pero es una versión incompleta de los hechos porque enfatiza en la guerra psíquica que se ha librado en su planeta tierra. Lo que él quería era obligarlos a tomar partido. Lo que le interesa a él y a sus coetáneos es tener el poder, asumir el control, gobernar. Es la obsesión de los que no han experimentado la superioridad del amor, de los que no han penetrado en la quinta dimensión. Todo esto que les cuento es para que comprendan cuales son las fuerzas en juego en este crucial momento de la historia de la tierra. La historia es una novela con solamente dos protagonistas: el amor y el miedo. Y lo que viene para la humanidad será una continuación de ese guion de cine. Pero para que me entiendan les tengo que ampliar en mi exposición la historia de cómo fue que surgieron las fuerzas oscuras en este planeta y en esta sección del universo. Hitler, en realidad, solamente era el títere de los espíritus que lo poseyeron, a los que se les entregó el y sus compinches de las SS como médiums. La tierra es un escenario en el que se confrontan energías e inteligencias muy poderosas que también se manifiestan en otros planetas y galaxias. La escuela diamantina y otras hermandades simplemente juegan al ajedrez cósmico. Los atlantes y también sus oponentes creen que son las fichas blancas, porque nadie se autodefine como el lado oscuro de la batalla. ¿Se imaginan a los musulmanes o a los enviados del papa en las cruzadas diciendo de sí mismos que representan las fuerzas del mal? Por supuesto que no, cada quien mantiene su amor propio diciendo que obra para bien de todos. Y aunque saben que ni son perfectos ni saben siempre jugar como se debe, dicen haber tenido siempre las intenciones más puras y amorosas. Pero ustedes no saben bien todavía la historia de ambos bandos haciéndose mutua resistencia y en los que muchas veces colaboró -no siempre con mala voluntad ni deliberada intención-la escuela del rayo de ank. Las fichas negras no siempre han sabido que estaban impidiendo la evolución terrestre, de hecho han creído muchas veces que lo que hacen es lo que más le conviene a la mayoría. Así que esta no es la historieta animada de los buenos contra los malos, es mucho más complicado. Y la cosa no se resuelve con un juicio final en el que un juez decide quien se condena y quien se salva, porque todas las fichas han sido necesarias en el plan divino. Pero tampoco es verdad que hay decisiones correctas e incorrectas, el universo sigue un camino que lleva a la felicidad y definitivamente ciertas acciones nos alejan y distancian a los demás de ese amoroso destino. Por eso no podemos decir que la escuela diamantina ni que la escuela de ank sean del todo fichas blancas o negras, pero tampoco podemos evitar denunciar la oscuridad innegable con la que de ambos lados se ha actuado y se han movido los hilos de los títeres humanos.
Obviamente las fuerzas oscuras estuvieron al mando de la Alemania nazi. Pero también estuvieron influyendo en los empresarios norteamericanos que proveyeron tanques, maquinarias y avances tecnológicos en la primera guerra mundial – entre ellos Henri Ford- y definitivamente se han apoderado de las almas que reencarnan en las familias reales y aristocracias que han ido utilizando las leyes del capitalismo para hacerse con el poder mundial y el control de los medios de comunicación, el dinero y el trabajo. Las mayorías humanas están cada vez mas ciegas respecto al servilismo consumista en el que han quedado atrapadas. No todas son judías, y el problema en el siglo XXI ya no es un asunto de sionismo versus antisemitismo. Su interés es alejar del amor al ser humano y eso se puede hacer bajo cualquier bandera, con cualquier ideología. Las fuerzas oscuras simplemente aprovechan las circunstancias que encuentran. No son los grupos humanos de los que se apoderan, ni todos los individuos de un grupo oscuro están dominados en la misma medida ni con la misma conciencia por las energías que los influyen. Algunos hasta son totalmente inocentes de lo que sucede. Y por eso no valen de nada las persecuciones y los exterminios, casi ninguna institución humana ha estado inmune. Han infiltrado a la Iglesia católica tanto como a los masones que son sus enemigos, a los grupos evangélicos tanto como a los grupos “Nueva Era” que aquellos acusan de satánicos. Han permeado a los rosacruces no menos que a las elites de “calavera y huesos” que se reúnen en lujosas mansiones. Han influido y luego dejado de actuar en el inconsciente de todo tipo de sociedades secretas, ashrams, cofradías, logias. A veces parece que se camuflan como sociedades benefactoras de la humanidad, y no siempre se alejan de ellas dejando que más tarde esas corporaciones sean instrumentos reales del amor humano. Nada de esto es simple, sería demasiado intrincado contarles la historia al detalle.
En la época de los reinos antiguos usaron las almas de muchos reyes descendientes de Enlil, para oponerse a los planes de Enki –porque en la antiguedad el nivel de conciencia moral del pueblo judío era uno de los más elevados. También han usado al comunismo, al capitalismo, a los fanatismos de derecha y de izquierda de todas las religiones. Y su mejor táctica ha sido acusar al bando enemigo de ser el intermediario de las fuerzas oscuras: Hitler satanizó a los Judíos, los aliados a los nazis, en la guerra fría los norteamericanos a los rusos y viceversa, y luego tuvimos a los terroristas y al Islám para inventar caricaturas del demonio que justificaran invasiones norteamericanas y más conflictos en el medio oriente con el fin de controlar los precios del petróleo. Los extremistas islámicos satanizan a los norteamericanos y así cada quien termina sintiéndose del lado de las buenas causas, la justicia y la libertad. Esta antigua estrategia consiste en infundir miedo y proyectarlo sobre un enemigo imaginario para cohesionar el propio grupo y ponerlo en pié de guerra. Se vuelve más eficaz cuando produce el mismo efecto paranoico y culpabilizador en ambas partes, se divide el territorio enemigo en dos bandos opuestos y se le ayuda a ambas partes a combatir y a temer a la otra sin que ninguna se entere. Lo usaron, por ejemplo, los ingleses para apoderarse de la India. Y ahora el escenario es el planeta.
La vacuna contra el temor es la confianza. Mejor aún, el amor. Pero necesitamos superar una larga tradición de temor. El miedo es una energía de la que se alimentan, literalmente, las fuerzas oscuras. Por eso ellas se deleitan creando sucesos que hagan sentir frágiles, indefensos, expuestos a la muerte a otros seres: porque eso alarga la vida de la oscuridad. Y eso ocurrió desde que dejaron de sentirse unidas en el amor, cuando el universo fue creado. Por lo tanto las fuerzas oscuras existen desde el origen. Pero algunas de ellas decidieron libremente no buscar la luz: ese es el primer tipo de fuerzas oscuras. Y otras desean alcanzarla, pero aun no lo logran en su proceso evolutivo: ese es el segundo tipo. Y como les contaré, a ambos tipos de fuerzas les dio hospedaje el nazismo.
El primer tipo de fuerzas oscuras eran entidades cristalinas compuestas de energía vital dorada, encargadas de labores creadoras en galaxias en formación. Una de ellas sintió que poseía suficiente sabiduría científica y poder de voluntad como para alterar las leyes físicas y espirituales escogidas para este universo, sin consultar nunca más con entidades anteriores a ella y con mayor experiencia. Como en una epidemia, convenció de su proyecto emancipador a muchas otras que se le unieron. Y como les habrá contado su maestra Ananda, llegaron a esta parte de la galaxia nuestra, intentaron imponer sus criterios sobre el curso de la evolución del planeta tierra, entraron en conflicto con las entidades angélicas y arcangélicas leales al plan original de las fuerzas del amor, y fueron castigadas, puestas en cuarentena, aisladas del resto del cosmos mientras se decide su suerte en un alto tribunal. Las del segundo tipo son entidades, por decirlo así, más “naturales”, porque están presentes como contrapeso al impulso evolutivo en cualquier planeta, con la finalidad paradójica de que su influencia anime a las almas a superar la inercia, la identificación con la forma densa de sus cuerpos físicos y del espacio tridimensional. Pero en relación con ellas hubo, en nuestro planeta, un accidente adicional del que no les he hablado: el que ocurrió en la Atlántida, muy relacionado con el final de esa civilización.
La Atlántida era un archipiélago de 10 islas del océano atlántico, una de ellas llamada Udall. A ella llegaron los sobrevivientes de Naakal, que eran los antiguos habitantes del continente de Lemuria, hundido ya para entonces en el océano pacífico en una serie de eventos geológicos y volcánicos. Eran seres muy psíquicos que sabían que su frágil plataforma continental se hundiría y que habían tomado medidas de emigración también rumbo al lago Titicaca, en Perú, y a América central. Mil años antes de huir a Udall los lémures, de piel oscura, habían descubierto en Naakal cómo usar la energía vital, el vril; para crear un bebé inmortal mediante la unión astral de un hombre y una mujer que se amaran místicamente. Eso también convertía a los padres en inmortales. La primera pareja que lo logró no envejecía, y con el paso de las generaciones todos reconocieron que eran inmortales y les pidieron que les enseñaran cómo hace lo mismo. El fenómeno se llama ascensión, y es un largo proceso tántrico de naturaleza espiritual que empezó a enseñarse en esa, la primera escuela de misterios que tuvo la tierra. Llegaron a ser mil personas, 333 familias de tres miembros que habían procreado un hijo sin tocarse físicamente. Y el experimento que estaban llevando a cabo era muy interesante en la evolución de la conciencia humana y estaba muy relacionado con la comprensión de la polaridad. En Udall estas mil personas, los seres mas avanzados de su civilización, crearon una cultura mas intuitiva que racional, mas contemplativa que utilitaria; en resumidas cuentas mas femenina que masculina. Su ciencia y su tecnología era más psíquica que material, más vitalista que mecánica, y era prodigiosa, en muchos sentidos más avanzada que la que actualmente enorgullece a los supraterrestres. Lo más parecido que ha existido en su historia es la sicotrónica. Lo primero que hicieron al llegar a Udall fue dividir la isla con un muro longitudinal, orientado en dirección este oeste, de 14 metros de alto por seis de ancho; que cruzaba otro muro transversal en dirección norte sur. La división en 2 hemisferios longitudinales, el de la derecha y el de la izquierda, corresponde a la de los dos hemisferios del cerebro humano, el derecho, femenino, y el izquierdo, masculino. Y clasificaron la población a un lado o al otro de la isla según tuvieran mayor o menormente desarrollada una cualidad ying o yang. A cada lado, a su vez, la población se dividió en el sector norte y sur. El sector norte del lado izquierdo era mas masculino que femenino, y se reflejaba en su contrario complementario que era el sector sur del hemisferio derecho, mas femenino que masculino. Y el sector norte de la derecha era más femenino que masculino, reflejándose como en un espejo en su contrario, el sector sur de la izquierda, mas femenino que masculino. Los más masculinos eran por lo tanto los del noroccidente y los mas femeninos los del suroriente. Pero en todo caso los del hemisferio derecho eran comparativamente más femeninos que masculinos, incluyendo los del sector norte; y los del hemisferio izquierdo más masculinos que femeninos, incluyendo los del sector sur.
Esta disposición geográfica era para desarrollar una sofisticada magia creadora por medio de la más elevada ciencia intuitiva. Sobre esas cuatro áreas se practicaron rituales de transformación personal y colectiva que crearon cambios genéticos y energéticos, morfológicos y de apariencia física, -psicológicos también-, en sus habitantes y en la geografía de la isla. Estaban potenciando las energías creadoras, que tienen todo que ver con la geometría y con la música. Al desarrollar las diferencias complementarias aumentaban el poder creativo de la naturaleza en la isla, la convertían en una especie de paraíso experimental biológico. Y cuando le agregaron al mapa 10 puntos adicionales de energía que unidos entre sí conforman la figura que en la cábala se llama el árbol de la vida y a esa estructura le hicieron emerger una bellísima figura que se llama la flor de la vida; entonces lograron crear una especie de gran mente viviente, un mer ka bah de energía sagrada que estaba diseñado para los propósitos más elevados y que se expresaba mediante una gran aura de cientos de kilómetros cuadrados de base con vórtices de energía. Ese gran mer ka bah era una gran mente colectiva y a la vez una súper estación de envío de información y energía que sirvió para llamar a millones de Lemurianos que se habían refugiado por toda la superficie terrestre. Así, millones de lemurianos refugiados se enteraron de que deberían reunirse en la Atlántida para continuar con la enseñanza que les prometía la enseñanza tántrica y la inmortalidad física, que las 333 familias deseaban compartir con todos sus semejantes.
Si un proyecto tan fabuloso se hubiera cumplido, no estarían en la tierra metidos en una encrucijada tan grave. Los que los atlantes llaman “supraterrestres” vivirían en un mundo guiado por el corazón y la intuición, la sabiduría femenina de hombres y mujeres guiaría sus actos. Pero ocurrió lo que después se repitió de tantas maneras: una cultura racional, fría, masculina, con una tecnología propia de la edad del hierro, impuso sus criterios hasta desequilibrar la relación con la Tierra desatando energías oscuras. El desarrollo emocional y mental de los lemurianos refugiados en la Atlántida era equivalente al de una niña de 12 años de edad. Si hubiéramos visitado la isla nos habríamos contagiado de toda esa inocencia, de la profunda ternura e ingenuidad y sencillez de sus habitantes. Eran muy vulnerables, crédulos, hermosos, como lo eran tantos indígenas cuando llegaron los conquistadores a América. Y esa estructura energética solamente les permitía ocupar 8 de los 10 puntos energéticos claves del mer ka bah de vida que habían creado. Los otros dos estaban vacantes y eso era como una invitación abierta, atraía la atención de pueblos en el universo que estuvieran buscando un lugar para asentarse. Dos razas extraterrestres acudieron: una que luego estaría muy emparentada con los hebreos, que estaba intentando lograr de nuevo culminar una etapa evolutiva tras haber fallado en otro lugar; y otra que venía de marte, nuestro planeta vecino que hace un millón de años fue muy parecido a la tierra. Estos seres se habían aliado a las entidades cristalinas oscuras que habían decidido volverse autónomas, de las que hablábamos hace un momento. Como resultado de esa alianza la vida en marte había desaparecido porque los espíritus oscuros habían intentado crear sin la fuerza del amor, solamente usando tecnología racional como lo empiezan a hacer hoy en día los genetistas. La conexión divina se perdió y estos colonos de marte perdieron el vórtice energético del corazón, el cuarto chakra, se volvieron completamente racionales, fríos, robóticos, programados para la eficiencia. Carecían totalmente de intuición y empatía, no tenían capacidad alguna para apreciar la belleza o el bien; solamente les interesaba la sabiduría –que confundían con el desarrollo científico y el poder tecnológico. Y como tenían diferentes criterios acerca de cómo resolver los problemas que creaba en su planeta la decisión de haberse independizado de la luz, empezaron a existir guerras entre ellos. Construyeron un mer ka bah sintético con pirámides contrarotativas y lograron ver el futuro. Algunos de ellos vieron que se crearía un nicho en ese décimo punto de la Atlántida, propicio para asentarse. Y lo hicieron hace 65.000 años uniéndose a la trayectoria evolutiva supraterrestre que luego daría lugar a la civilización atlante. No pidieron permiso, simplemente se acomodaron con todo y sus naves, sus costumbres. Fue como una violación. Y por supuesto no tenían un permiso cósmico para hacerlo, vinieron y se impusieron por la fuerza. Punto.
Como resultado, la trayectoria evolutiva conforme a los valores femeninos que se había planeado en la escuela de Naaakal sufrió un revés. Y con el paso de los milenios la cultura atlante osciló del predominio de las cualidades ying, femeninas; a yang, masculinas. Las tecnologías sicotrónicas de los atlantes Ying fueron desapareciendo, la imposición de lo racional sobre lo intuitivo y lo psíquico ganó terreno, y la diferencia de criterios entre las dos culturas llegó a su climax hace 16.000 años cuando tuvieron que tomar una decisión respecto a un cometa que –mediante sofisticadas tecnologías de cristal- supieron que caería sobre el océano atlántico: podían evitar que sucediera mediante armas laser –como proponían los de mentalidad racional-, o permitir que la voluntad divina actuara, sin importar las consecuencias. Esto los atemorizó mucho porque tenían fresca en la memoria una hecatombe que habían enfrentado 10.000 años antes cuando, debido a un cambio del eje de la polaridad magnética terrestre. La disputa sobre la decisión a tomar no les dio tiempo para evitar los hechos y el cometa cayó en carolina del sur, Estados Unidos, que entonces estaba cubierta por el mar. Y desde entonces los colonos de Marte decidieron nunca más tomar una decisión pasiva frente a un fenómeno natural, en vista a la enorme destrucción que les causó ese evento. Y no solo eso: determinaron tomarse el poder. Nunca más consultarían la opinión de ninguna otra cultura acerca de qué hacer en la historia terrestre, y lo tendrían todo bajo control. Entonces recordaron que los mer ka bahs sintéticos que habían construido en marte les habían permitido 50.000 años atrás ver el futuro con anticipación para tomar medidas cautelares. Y vino lo más grave: iniciaron la construcción de un artefacto igual, en la zona que hoy se llama “triángulo de las Bermudas”.
Como es obvio por la caótica situación energética que se presenta hoy en día allí, el experimento falló. Fue la peor de las ofensas que se le hayan hecho a la conciencia terrestre, la herida más grave que se le haya infringido al delicado equilibrio de las leyes evolutivas para un planeta. No recordaban exactamente cómo hacer funcionar el dispositivo. Y como se trataba de una poderosa tecnología interdimensional que afectaba las estructuras perfectamente simétricas del espacio tiempo y de las múltiples dimensiones de la realidad, no hicieron bien los cálculos. Además, usaban energías que no provenían del amor y la sabiduría personal, del aura psíquica transmutada de sus propios cuerpos etéricos y astrales. Y eso rompió las membranas interdimensionales provocando la irrupción de seres de bajísima vibración que no estaban diseñados para entrar en la tierra tridimensional. En un organismo hay barreras, delicadas membranas, para evitar por ejemplo que el contenido de los intestinos vaya a parar al corazón, o los organelos del citoplasma celular vayan a interferir con su presencia en el núcleo de la célula. Y lo mismo pasa en el cosmos, una peritonitis es muy grave. Al rasgar esas fronteras naturales entre conciencias y presencias de líneas evolutivas disimiles, nuestro planeta se infestó de todo tipo de espíritus dominados por bajas pasiones y deseos densos. Pero como no tenían cuerpos físicos para actuar en el mundo cotidiano y saciar sus apetitos, invadieron las auras de los seres humanos disponibles para recibir su influencia. Y comenzó la peor plaga astral que haya cundido por entre las mentes humanas. Estratégicamente, sofisticadamente, con una astucia gradual y sumamente eficaz; penetraron, habitaron y comenzaron a manejar como marionetas a casi el 99 % de los humanos. Las mentes inocentes de los descendientes de la escuela de Nakaal, débiles en la medida en que sus cuerpos energéticos desarrollados eran principalmente emocionales, fueron invadidas por primera vez por lujurias, odios, gulas, iras, vanidades, perezas, miedos, orgullos, envidias. Los descendientes de los colonos marcianos, aunque más racionales, también recibieron el influjo, predispuestos a este por otro motivo: estaban desconectados del amor universal. Aunque se dieron cuenta de su error y lograron sellar algunas rasgaduras interdimensionales la civilización atlante se deterioró rápidamente, su nivel de conciencia decayó. No lo parecería a primera vista porque en los siguientes tres mil años hicieron grandes obras megalíticas de ingeniería y arquitectura, pero conforme avanzaban en prodigios materiales sus mentes se volvían cada vez mas ciegas a los mundos espirituales, que antes les habían sido cotidianamente perceptibles. Hubo matrimonios mestizos, y en esas mezclas de energía y karmas familiares de tipo yang y ying siempre predominan los descendientes yang; todo lo cual sumado dio como resultado que la mentalidad guerrera, patriarcal, positiva y violenta de los descendientes marcianos se volviera el temperamento promedio de la Atlántida. Perdieron la visión astral, se volvieron casi escépticos respecto a las leyes cósmicas, se hicieron excepcionales los nacimientos de personas con capacidades psíquicas y la telepatía y la clarividencia solamente las dominaban iniciados muy entrenados especialmente aislados desde recién nacidos en escuelas de misterio secretas y alejadas de los impredecibles y peligrosos cambios políticos.
Tres mil años después de este desbordamiento de entidades astrales oscuras que produjo el experimento fallido del triángulo de las bermudas, hacia el año 10.500 ac hubo un siglo infestado de guerras civiles y batallas aéreas con armas de destrucción masiva dirigidas contra civiles. Nada muy distinto de la primera y la segunda guerras mundiales. Los reyes se disputaban el poder y unas familias aristocráticas intrigaban contra las otras, en una complicada trama de espionaje, celos y traiciones muy parecida a la historia de Europa y de la civilización occidental antigua y medieval. Y muy pocos humanos con un nivel elevado de sabiduría entendían que era lo que estaba pasando. Pero tres de ellos, que hoy en día son maestros ascendidos, pidieron ayuda y consejo a entidades galácticas igualmente preocupadas por el inminente aborto del plan de la evolución terrestre que se salía inclusive de los parámetros normales de una entrante edad del hierro. Ellos fueron Thot, Argot y Ra. Oraron y fueron atendidos. Se les instruyó para que vacunaran la conciencia terrestre desde el hundimiento de la Atlántida, que estaba a punto de ocurrir, hasta nuestros días. Y todo ese proceso lo estuvimos guiando, dirigiendo, evaluando y supervisando nosotros, los pleyadianos, por encargo de elevadas conciencias espirituales que nos hicieron el encargo.
El proceso de instalación duraría 12.500 años y el “encendido” de la red de luz crística así construida tendrá lugar al comenzar la era de acuario. Deberían ubicar los puntos geomagnéticos medulares del planeta y construir en ellos ciertos dispositivos que servirían también para propósitos astronómicos- que hoy valoramos por su carácter monumental-; pero que serían principalmente emisores de una gran red de amor que evitaría en nuestra época la desaparición definitiva del experimento terrestre.
Thot, Argot y Ra esperaron cuatro mil años –cumpliendo las instrucciones que les dimos- para iniciar la instalación de la gran red. Y cuando el momento astrológico fue propicio volaron a Egipto, a la meseta de Gaship, en la tierra de Kem, en un momento en el cual solamente habitaban allí descendientes primitivos y peludos del Hombre de Cro magnon, descendientes de fugitivos del jardín del Eden de los Anunnakis. Estos tres sabios inmortales hicieron el primer punto, un edificio de forma rectangular, a un kilómetro y medio de la cara sur de la gran pirámide, en Egipto. Matemática y geométricamente alinearon ese punto con las otras dos pirámides según ritmos logarítmicos espirales que luego describió en tiempos modernos un genio llamado Fibonacci y a su vez sincronizaron las energías así desplegadas en Egipto con todos los otros nodos de conciencia que construyeron a lo ancho y largo de la superficie de los cinco continentes. Este sería el esqueleto de una gran red de energía Consciente asociada al fenómeno de la vida y de la evolución de la conciencia humana, que prepararían a lo largo de milenios para que contuviera en germen el cambio hacia un nivel de conciencia crística en nuestros días. La red está en un rango de 80 a 100 kilómetros sobre la superficie terrestre, tiene forma esférica, y ya está lista. Una serie de ceremonias y rituales realizados entre 1960 y el año 2010 por parte de indígenas de todas las etnias del mundo acompañados por algunos occidentales, han activado las interconexiones necesarias para que la elevación de la conciencia tenga curso. Esta allá arriba disponible para que decidamos tener una nueva cultura mundial, desde el 4 febrero de 1989. A nivel de la cuarta dimensión posee 83.000 puntos nodales que tienen espirales áureas , formas geométricas sagradas, que coinciden con lugares estratégicos como Saksayhuaman ,Wayna Picchu y Macchu Picchu en Perú, la Isla Morea en el pacífico sur; y por supuesto la esfinge y la gran pirámide en Egipto.
Y no es la única red, sino la más reciente. La función de cualquier red es mantener unidas las experiencias de todos los individuos de una misma especie: es lo que explica que haya una sola mente colectiva de la que aprenden sus conductas y a la que aportan sus experiencias todos los individuos, así como lo hacen ustedes los supraterrestres con internet. De hecho para cada especie biológica hay una red propia, y por eso con cada especie que se extingue desaparece una red de conciencia. Hace 100 años había unos 30 millones de ellas, hoy quedan unos 15 millones. Las primeras las descubrieron por observación satelital hacia 1950 las agencias militares de Rusia y Estados unidos por separado. Como era la guerra fría, hicieron experimentos para averiguar si no solamente al afectar las redes morfogenéticas se afectarían las especies biológicas, sino también para manipular las masas humanas del país enemigo o propio. Desplegaron bases militares en lugares geográficos completamente irrelevantes para una guerra convencional, enmascarándolos de sedes de investigación metereológica, haciéndolos coincidir con los puntos nodales de esas redes biológicas. Desviaron de sus trayectos migratorios a cientos de ballenas y aves, produjeron extraños comportamientos en insectos del Amazonas, pero finalmente aceptaron que no sabían de qué modo influir con exactitud ni de cual manera en las conciencias humanas sin arriesgarse a producir un caos mayor.
Pero esta red sintética creada por estos tres maestros ascendidos une además a las especies entre sí y con el cosmos entero, por lo que se llama red de tercer nivel, o crística. Todo esto se relaciona con lo que Jung, el psicólogo, llamaba inconsciente colectivo, mente colectiva, mente grupal. La primera fue la que usaron los aborígenes Australianos, de primer nivel. En la evolución de la humanidad esa red de primer nivel involucraba el desarrollo de los tres primeros chakras o centros energéticos del aura. Servían al instinto reproductivo, la constitución de identidades comunitarias mediante un mito común, la territorialidad y el orgullo narcisista de tribu, el afianzamiento del poder grupal. Las de segundo nivel son las que hemos tenido funcionando hasta ahora, pero que ni por su diseño ni por las interferencias de las fuerzas oscuras nos han facilitado la paz mundial. Implican el desarrollo de los chakras cuarto y quinto, pero no han cumplido con su cometido: desarrollar el amor incondicional y universal, fomentar la capacidad creativa y la capacidad de logro. Los supraterrestres han logrado un meritorio desarrollo intelectual y han manifestado tecnología y civilización con una creatividad desbordantes. Pero no han logrado superar, trascender, la primitiva identidad de comunidades particulares: naciones, tribus, razas. Esa red de segundo nivel es una tecnología obsoleta, porque aunque sirvió en el pasado para congregar grupos más pequeños, luego se convirtió en el origen del exclusionismo y el mutuo desprecio de unos grupos hacia otros. En una época ayudó a conformar la civilización, porque la evolución humana tenía que pasar por etapas sociales más complejas que las del nomadismo. Se pasó de las sociedades recolectoras y cazadoras a las agrarias en virtud a esas conciencias colectivas. Pero la xenofobia, el racismo, la persecución religiosa son sus resultados extremos. Las redes de primer y segundo nivel no están diseñadas para un mundo unido y en paz: facilitan la unidad nacional pero no evitan que la misma nación que congregan se ponga en contra de otra conciencia colectiva de otro pueblo. No están pensadas para la Era de Acuario. Posibilitan la guerra entre familias, tribus, reinos, naciones; porque crean sentimientos de orgullo grupal y hacen pensar a sus líderes que tienen el derecho de invadir a sus vecinos y hasta de conquistar el mundo.
Hitler hizo un contacto psíquico profundo con el alma colectiva de la nación alemana cuando, con sus amañadas tácticas de magia negra, logró hacerse recipiente de la energía de su pueblo. Para él, que era un pobre dibujante fracasado y egomaniaco, sin formación espiritual; fue como una experiencia mística. Y como sabía comunicar su fervor y conectar mediumnicamente a su público con esas poderosas fuerzas, hizo que millones de seguidores igualmente indefensos fueran poseídos también por ese fervor que ocurre cuando uno logra escapar por un instante de su pequeña esfera egóica. Al ponerlos en contacto con el inconsciente colectivo los hizo probar una fugaz receta de escapismo del yo. Las masas nazis se sentían transportadas a un mundo diferente. En medio de un discurso histriónico y con unas buenas estrategias de comunicación, era fácil para el “fuhrer” era hacerlos vislumbrar lo que se siente ser grupo, dejar de ser individuos aislados. Poco más o menos lo mismo ocurre cuando te vuelves hincha fanático de tu equipo de futbol favorito en un estadio, solamente se trata de una falsa experiencia “espiritual”. En realidad simplemente estás reforzando tu deseo de poder, tu sombra, tu oculto deseo de ser inmortal, tu inconfesado anhelo de humillar y violar a quien se te ponga enfrente. Para no confesártelo a ti mismo te dices que lo que piensas y haces es en nombre de tu amor a la patria, al grupo, al equipo. Pero el agravante en el caso nazi fue que las entidades que se habían entrometido en la historia terrestre cuando se desajustó el triángulo de las Bermudas aprovechaban para meterse en el aura de los manifestantes, nutriéndose del odio y el miedo; que eran las emociones predominantes que el “fuhrer” inoculaba por medio del poder de su palabra. Fue un fenómeno de posesión masiva.
Y así es como las fuerzas oscuras desbocadas por el desbarajuste atlante hicieron fiesta con la segunda guerra mundial. Las bajas pasiones de los nazis eran el alimento de las entidades astrales que, escapadas de sus fronteras naturales, vinieron de sus madrigueras a buscar hospedaje en humanos debilitados espiritualmente y poderosamente egóicos. Hitler fue poseído por entidades rebeldes a la evolución, que quisieron independizarse de las leyes evolutivas regidas por el principio del amor. Una de ellas dominó su mente desde que hizo su experiencia con peyote hasta que murió, aislado, en la Patagonia argentina, dos décadas después de su supuesto suicidio con Eva Braun -que fue una farsa que se tragó entera la opinión pública mundial.
BRUJITA. MAYO 16. DÍA SESENTA Y NUEVE
Todo está dicho con lo que Apis nos ha revelado. Una gran red crística, capaz de elevar la conciencia humana por encima de todo nacionalismo, de toda ideología, está lista para activarse en la tierra. La segregación, el exclusionismo que produjeron todas las religiones, todos los sistemas políticos y económicos; no podrá dominar ya las mentes humanas. Ni siquiera a los ciudadanos de Aghartha o a los de Isidris les quedará reservada la posibilidad de imponer sus ideas, toda evangelización será contraria al nuevo espíritu de la era de acuario. La mentalidad guerrera, la cultura patriarcal, la predominancia de la mente sobre el corazón; han sido trascendidas.
Pero Apis sabe que la buena nueva no se cumplirá por sí misma, sin que la humanidad trabaje para lograrlo. Y para que eso ocurra tiene que producirse una especie de epidemia. Se lo explicó así a Ramesh cuando terminó su exposición. Yo presenciaba el encuentro de sus dos almas en la esfera de las pléyades porque por lo visto lo que me viene pasando desde que estoy bilocada es que ya estoy, desde hace días, flotando en la quinta dimensión que acaban de empezar a explorar mis amigos. Y por eso voy al instante a donde se me necesita, en este caso a la transmisión de la mayor revelación de la que nos hemos convertido en depositarios durante este viaje. Apis nos la ha dado. Pero le advirtió a Ramesh que aunque los hermanos de Alcyone hayan puesto todo su empeño en ayudarnos a construir la red de compasión, que yo no solamente llamaría crística sino búdica –porque su frecuencia vibratoria es la del amor por todos los seres sintientes-; aun así el libre albedrío está operante. Si no escuchamos este mensaje y lo convertimos en una experiencia contagiosa de entrar en el rincón más secreto del corazón, la activación del más sublime destino que nos ha sido regalado no tendrá lugar.
A Ramesh se le contestaron todas sus preguntas en la conversación íntima que presencié que tuvo. Apis le recordó que en lo más oculto de las escrituras Bíblicas, los judíos llamaron al lugar secreto “cámara secreta del corazón” y los sabios de la antigüedad en India lo llamaron en los textos sagrados de los Upanishads “el lugar diminuto del corazón”. También sabían de su existencia los portadores de saberes de diversas etnias indígenas, pero muy poco hay escrito sobre el tema porque era el secreto más preciado y su valor solo podía ser reconocido por experiencia directa, viajando allí, no leyendo. Lo confundieron algunos con el chakra del corazón, lo ubicaron otros arriba o abajo o al frente del órgano físico. La verdad es que hay un Alcyone adentro del órgano cardiaco físico de cada ser humano y que cuando pasamos a soñar nuestros viajes astrales lo seguimos llevando con nosotros a esa altura y en ese lugar del pecho, tanto los intraterrestres como los supraterrestres –es una ironía que Jhazel y los atlantes, con toda su magia y avances, lo sigan ignorando. Solamente en algunas tribus remotas de lugares del mundo muy exóticos se conservaba, hasta hace unas décadas, y en muy pocas manos, la tradición y la técnica para entrar a ese lugar, formaba parte de sus ceremonias pero luego no hubo descendientes interesados en recibirlas de sus padres. ¿Por eso sería que Ananda estaba tan urgida de enviarnos a rescatar ese saber?
Lo que sentí que le pasó a Shakti, a Ramesh, a Retozo, me tiene a borde del llanto. Es lo más delicado y revelador que me ha pasado en toda mi búsqueda espiritual. Apis les enseñaba a percibir cada cosa en unidad con todas las otras, no de forma separada. Lo lograba simplemente sintiéndolos, amándolos. Y les mostraba que todo cuanto es creado en el universo se produce en ese acto de contemplación unitiva, incluido el planeta tierra y todo lo que nos ha ocurrido en él. Yo estaba y sigo totalmente conmovida de haber sentido el poder creador del amor, que no sabe nada de diferencias, para el que todo es uno y está en unidad con todo. Se palpaba que nada que verdaderamente exista ha sido creado desde otro lugar que no sea el lugar secreto del corazón, y que si hay algo que no haya sido gestado en ese vientre, en esa merkabah, es falso, ilusorio, artificial y en realidad no existe. Lo que no está conectado con el amor no existe y el universo es incapaz de hacer que perdure, va a morir por su propia esencia. Y no estoy hablando del amor como eso que surge entre dos personas, que hoy es un gusto ardoroso y mañana un desprecio profundo, esa es otra expresión de la conciencia dual. Apis dijo que ese tipo inferior de emoción viene del lado masculino, derecho, del cerebro y del mundo astral, no de la quinta dimensión. En el mundo astral –explicaba- los sentimientos están polarizados y son todavía duales, como comprobamos cuando el amor se torna en odio y viceversa. Es un amor condicionado a que el otro haga lo que nos interesa y conviene, como el que nos profesaba Jhazel antes que se viniera lanza en ristre a perseguirnos por haber tomado nuestro propio camino en vez de entrar a balar en su rebaño. En la dimensión crística, en cambio, el amor existe eternamente sin que ninguna circunstancia lo condicione. Y desde ahí crea unidad y gozo para toda la vida en todas partes.
Ramesh sentía todo esto dentro de sí, sabiendo que Apis simplemente estaba despertando en él un conocimiento dormido. Y su deseo inmediato era no perder la conciencia que estaba alcanzando, no subirse de nuevo a la cabeza, a la mente, no bajarse nunca más del lugar secreto de su propio corazón. Apis apoyaba su aspiración. Ambos sabían que todas estas enseñanzas eran eternas y que no podrían permanecer ya más tiempo ocultas a la humanidad, que era solamente una cuestión de tiempo que cada ser humano las comprendiera dentro de sí, y que cada vivencia como esa, que Shakti, Ramesh, Parvati y yo estábamos teniendo; se multiplicaría en el mundo. Sabíamos que simplemente éramos los primeros de la gran transición, de un evento mundial magnífico y próximo, que como todo se daría en su justo momento.
Apis fue claro en su conversación con Ramesh al señalar que solamente quienes entran en el lugar secreto del corazón terrestre, Alcyone, pueden ayudar a que la humanidad pase del estado dualista y bélico actual a una paz permanente. Es la única y necesaria posibilidad que nos queda para lograrlo. No pudieron las religiones ni las ideologías políticas inculcándonos creencias que nos hundían cada vez más en el dualismo de la mente, en la conciencia maniquea que no sabe ver sino oposiciones, rivalidades, enemigos y conflictos. Esa forma egóica de percibir el mundo es típica, según Apis, de las culturas que aun no llegan, o que dejaron de estar, en la edad de oro; y como pudimos experimentarlo directamente incluye a los intraterrestres. ¿Qué hacían en Aghartha, en Isidris? Juzgarlo todo como bueno o malo, amigo o enemigo, pensando en ellos mismos primero que todo y olvidando que sus conclusiones son solamente puntos de vista. No les importaba cómo pudieran afectar sus proyectos para el mundo a las personas que han manipulado o querrán poseer en un futuro inmediato, siempre y cuando siguieran sintiéndose cómodos con la porción de la verdad que tomaban por el pastel entero y haciéndosela tragar sin digerir al primer advenedizo que encontraran al paso.
Lo importante no fue que Apis nos completara la historia oculta de la tierra, sino que hayamos estado en su presencia impregnando nuestras almas de la suya. Esto, más que la bitácora, es el regalo para todos que en realidad podremos traer de vuelta de esta expedición. Un corazón despierto puede mover por simpatía a uno que esté dormido. Pero leer este diario no sirve sino para que quede claro que lo más importante que hay que encontrar mientras existamos, es atraer por afinidad un corazón que sea capaz de imantarnos. Esa fue la labor de Apis cuando estuvimos con él: ser la primera vela encendida de donde pueda pasar el fuego, ojalá a velocidad vertiginosa, de unos a otros.
BRUJITA. MAYO 23. DÍA SETENTA Y SEIS
El experimento de volver es mucho más difícil de lo que pensábamos. Cuando Ramesh intentó volver de Alcyone siguiendo las instrucciones de Apis, se encontró a medio camino entre dos emociones. Quería quedarse para siempre flotando en el amor compasivo y la comprensión total sobre todo lo que existe. Pero también intentaba recordar que la aventura de tener un cuerpo físico y una personalidad humana era una experiencia meritoria. Sin embargo, por mucho que se esforzaba en desear encarnar otra vez, no lograba sino una convicción muerta, racional, lógica. Y eso no funciona para volver al cuerpo astral.
Observo ahora mismo este gran salón lleno de vymanas y tecnologías atlantes y no hallo por ninguna parte el cuerpo astral de Ramesh. No ha vuelto. Intento contactar su alma pero no logro sentir que me acerco a la vibración de las pléyades, como si una puerta se hubiera cerrado. Y llevo varios días repitiendo el ejercicio de pedirle que no sea egoísta, que vuelva, que comparta con nosotros el fruto obtenido. Nada.
Shakti en cambio hizo el viaje y volvió. No piensa nada. Su mente está en blanco. Recuperó la forma astral pero parece un zombie, o un yogui, o una estatua. No se mueve. No puedo adivinar lo que le ocurre. Y le pasa lo mismo a Parvati, aunque ella sí se desplaza de un lugar a otro mirando las cosas con una mirada ensimismada, que para el efecto de ponerme en comunicación produce la misma frustración que con Ramesh. Ya no es ella misma, de hecho no la siento allí, sigue ausente.
El Búho y Ronald, quienes nunca pudieron usar el cofre; se encuentran tan pasmados como yo. Intentan hacer reaccionar a Shakti y a Parvati, lo han intentado todo inútilmente. No se explican a donde fue a parar el cuerpo astral de Ramesh ni se imaginan siquiera lo que ocurrió en las pléyades.
Retozo es caso aparte. Está completa. Su mente no se quedó en el filo de la navaja sino que hasta dice que sigue en contacto permanente con Apis. Ahora hace cosas con su cuerpo astral que me tienen asombrada: lo transforma a voluntad en todo lo que quiere y se siente lúcida al millón por ciento. Dice que el viaje la recargó de un potencial eventualmente infinito, divino, sobrehumano. Está eufórica. En vez de portarse como un sonámbulo hace planes para nuestro regreso al polo sur en nuestros cuerpos físicos. Dice que está dando aviso, telepáticamente, para que un equipo especial de rescate nos busque y reanime en nuestros módulos experimentales. Está confiada. Asegura que todos eventualmente seremos capaces de recuperar la conciencia astral, que el Shock en el que se encuentran Shakti y Parvati es temporal, que Ramesh tardará más en volver de su limbo pero finalmente estará con nosotros. Se comunica conmigo sin dificultad. Sin embargo noto que decae de pronto, se sumerge sin aviso en una especie de depresión, un peso triste la hace dudar de todo y querer desaparecer sin dejar huella. Y luego como si fuera una montaña rusa se levanta de nuevo hasta la cima. Pero no la veo estable y eso me dice que algo oculta, que también está afectada por el experimento. Entrar al cofre no era un juego cualquiera.
¿Y yo? Estuve pero no estuve. Salí, si, por el polo norte. Llegué, si, en una fracción de eternidad, a la famosa constelación, pero desencarnadamente, diríamos. No como Ramesh, ni como Shakti, ni como Parvati: ellos estuvieron presentes -se dejaron afectar, quiero decir. Yo en cambio padezco -desde que me biloqué- de una imparcialidad enfermiza, de una neutralidad insobornable. En cierto modo estoy en la misma situación de Ronald y el Búho, aunque yo sepa –y ellos no- que los niveles de conciencia unitarios experimentados en el corazón de Alcyone son el tesoro que Ananda nos mandó a buscar. Yo lo sé, pero no creo haberme transformado en el proceso, ni para convertirme en una momia astral ni para ser una ciclotímica espiritual como Retozo. No soy una luz prendida. Sigo siendo una ratoncita de biblioteca con la cabeza demasiado grande y el intelecto lleno de algoritmos que no cambian al mundo para nada. Si no me equivoco soy la misma de siempre y eso no cambiará aunque vuelva a mi cuerpo y tenga la suerte de que alguien ponga de nuevo a circular mi sangre y a respirar a mis pulmones. Eso creo.
BUHO. MAYO 24. DÍA SETENTA Y SIETE
He convencido a Ronald y a Retozo de que nos devolvamos como sea, hay que salir del plano astral y tener cuerpo físico otra vez. No podemos quedarnos a esperar que aparezca Ramesh, sobre todo si es verdad que ya vamos en el día sesenta y ocho –suponiendo que la bitácora no se haya descuadrado. Lo que no le dije a nadie antes se lo digo ahora a los únicos dos amigos que me quedan en su sano juicio (aunque eso es mucho decir): si nos pasamos del día ochenta será imposible sobrevivir en el polo sur. Por lo tanto hay que llegar antes del 6 de junio. Y hay una razón objetiva: programé los sistemas de calefacción yo mismo, haciendo con precisión los cálculos de lo que durarían prendidos los motores de hidrógeno que los alimentan. Verifiqué varias veces: a los ochenta días exactamente se paralizan. Por lo tanto el interior de los módulos estará tan congelado como el polo sur (a menos sesenta grados centígrados) el 7 de junio, suponiendo que la temperatura externa esté a 65 grados bajo cero. Y nuestros cuerpos pasarán del estado de hibernación al de la muerte.
Retozo dice que será capaz de crear un útero para crear un vymana grupal como el que nos trajo al centro de la tierra, y que allí meteremos a la fuerza a Shakti y a Parvati, estén recuperadas o no, mañana mismo. Brujita no será problema: puesto que sigue bilocada, ya está allá, donde se escribe esta bitácora. No necesitamos llevarla. La última vez que vi su cuerpo astral fue cuando se quedó inmóvil en el salón de clase de Aghartha, pero creo haber recibido mensajes suyos que dicen que esa envoltura pránica ya se difuminó, que no me preocupe por eso.
No es que no tenga mis dudas de tipo ético sobre la decisión de devolvernos sin Ramesh. Pero, por otra parte ¿Cómo sé que no está ya de regreso en su módulo? Y en todo caso llevamos varios días esperándolo y el tiempo apremia. Hay que crear ese Vymana ya mismo.
RETOZO. MAYO 24. DÍA SETENTA Y SIETE
Brujita no entiende. Nadie podría en realidad ponerse en mi lugar. Y no es para decir que soy más afortunada que el resto, porque nadie es juez capaz de saber y comparar, por ejemplo, a Ramesh conmigo. Quizás el esté en un nivel de conciencia mucho mas cristalino que el mío, por algo no volvió. Se quedó quien sabe dónde. ¿Qué sé yo?
En todo caso todavía no comprendo lo que me pasa, es una exploración que no termina. Si cuando estudiaba danza lo apasionante era llegar cada vez mas allá de las limitaciones que uno cree que tiene el movimiento, las que constriñen a un ser humano con brazos y piernas ¿cómo podría no estar eufórica ahora, cuando cada cosa que imagino, siento, pienso; se hace posible? No es fácil ser ilimitada, tener un horizonte infinito abierto. Juego a que soy una cosa u otra y en cualquiera que piense me convierto. Es pavoroso: ya no tengo que ser retozo, la mujer, la colombiana que huyó hacia India y luego se puso a pelear con molinos de viento en el polo sur. Simplemente eso fue un rol, un papel que jugué hasta que llegué a las pléyades, una obra de teatro que tuvo su momento y lugar de representación en un escenario del mundo, pero solamente eso. Ya no me ata mi pasado, ya no tengo que ser en función de lo que he sido. ¡Ni siquiera físicamente! ¿Se comprende lo que digo? No dependo del cuerpo que dejé hibernando en la Antártida. Puede morir, puede desintegrarse, no me importa. Y lo sé de primera mano. Brujita pensará otra cosa, lo mismo Ronald y el Búho : que crean que la muerte es su peor enemigo y se aferren a esa suma de sangre y músculos que desean revivir, a la que quieren volver como si no lograrlo fuera el gran peligro. Óiganlo bien: Ramesh (probablemente) y yo (de seguro) hemos alcanzado la inmortalidad. No es que el resto no sean inmortales -por supuesto que lo son ya que tienen un alma que reencarna, que no es afectada por la muerte física-, sino que ya no necesitamos morir. Así es: somos capaces de tener por el tiempo que queramos, en forma continua o intermitente, en la tercera dimensión o en la cuarta, la apariencia que deseemos para cumplir con la tarea que se nos antoje, haciéndonos pasar si queremos por una criatura normal, con todas las características de sus semejantes en el escenario que escojamos conveniente.
¿Se entiende? No, seguro no, ni una jota. Lo digo más concreto. Soy capaz de aparecer donde desee, por ejemplo en cualquier país, en cualquier calle de una ciudad; tomando la apariencia de cualquier persona o de una que aun no ha nacido. En el caso, por ejemplo, de que decida tranquilizar a mi familia acerca de mi suerte en esta expedición, puedo ahora mismo tocar el timbre del apartamento de mi madre, darle un abrazo, entrar, tomar las onces mientras la pongo al día de todas mis andanzas; y salir de allí dejándola convencida de que me ha visto, tocado y hablado, segura de que me salvé de los peligros del clima polar y sigo viva. O puedo aparecerme como Ronald en Londres y darle las gracias a su padre por el apoyo que nos brindó, dejándolo igualmente satisfecho. O me le puedo aparecer a Jhazel en el plano astral para persuadirlo de no seguir enclaustrado en su ideología neonazi. Solamente me es imposible volver a las pléyades. Podría funcionar perfectamente como un organismo: comer, dormir, necesitar abrigo y techo. Y puedo además, en un radio de influencia de veintiún metros trazando una esfera desde mi corazón físico; trasladar junto conmigo al lugar y tiempo que prefiera los objetos físicos o astrales que estén en el perímetro: la ropa que llevo puesta, los muebles, personas, animales o máquinas que queden incluidas, sin importar su consistencia o peso. Por ejemplo, podría hacer una copia en un dispositivo usb de la bitácora que hemos escrito, y entregársela a alguien para que la publique, como hemos planeado.
Me explico mis nuevas habilidades como un efecto secundario de haber vibrado en quinta dimensión y haber estado preparada para ello. Mi mente estaba lista, mi sanación emocional era suficiente, no hubo incompatibilidad entre Apis y yo, eso me fusionó con las almas que habitan Alcyione. Por lo mismo, por no haber estado del todo limadas las asperezas kármicas, es que creo que están tan colapsadas Shakti y Parvati. Ronald y el Búho se salvaron del atolondramiento que produce un salto repentino a la atmósfera Pleyadiana y por eso sus personalidades y sus cuerpos astrales están intactos. Por eso temen morir. Les he dicho que seré para ellos el Vymana que necesitan para volver, porque metamorfosearme en un útero que los saque del centro de la tierra no es ningún problema para mí, y en cambio para ellos es un asunto de vida o muerte. Pero yo ya no dependo de que mi cuerpo físico resucite de su letargo antes de ochenta días.
BUHO. MAYO 25. DÍA SETENTA Y OCHO
Ahora comprendo lo que sintió un personaje de un cuento de Edgar Allan Poe cuyo título no recuerdo, en el que un hombre muere encerrado en un Ataúd cuando vuelve de un estado catatónico, días después de haber sido enterrado, pues lo habían dado por muerto. Aunque a mí no me huele a tierra, ni araño inútilmente la madera de mi sepulcro buscando un orificio para respirar, el pánico y la completa convicción de que no tengo salida son mi único pensamiento. He intentado con desesperación ya varias veces despertar en mi cuerpo físico, en mi módulo de transporte. Pero no lo logro. Nuestros vehículos astrales –los de Ronald, Shakti, Parvati y el mío- están ya en la superficie terrestre, pero se niegan a formar parte de la que ahora nos parece una sensación asquerosa: estar metidos en un bulto de carne y huesos, sangre y linfa, un corral de materia vulgar, maloliente y cenizo igual al de los animales, el cuerpo físico. Tan pronto como intentamos congraciarnos con ese manojo de nervios y tripas nos sentimos igual de asfixiados y embalsamados que el personaje del cuento de Poe.
No solamente nos resulta nauseabundo a nosotros volver al cuerpo, sino que este mismo parece rechazarnos: es una enemistad mutua. Supongo que algo parecido sienten las almas cuando poco a poco las obligan a habitar el cuerpo de un bebé que ha nacido. De la libertad ingrávida a la compresión tridimensional hay un paso que se asemeja a un castigo, es como la expulsión del paraíso.
Me pregunto si habremos perdido la ocasión. Como en las carnicerías, hay un momento en que aunque se haya refrigerado muy bien una pierna llega el momento de botarla, se ha vuelto vieja, inservible. ¿Estaríamos sintiendo estas nauseas si hubiéramos intentado encarnar sólo unos pocos días después de haber partido? ¿Es que ya estamos físicamente muertos?
Para peor, estamos notando que Brujita es cada vez menos capaz de sintonizar lo que le dictamos que escriba en la bitácora. Es como si se alejara cada vez más de nosotros, como si le estuviera pasando todo lo contrario. En vez de volverse cada vez más incompatible con la materia biológica, se compenetra rápidamente con el mundo tridimensional hasta el punto de tener que darnos un triste adiós de despedida.
¿Y a dónde iremos, si volver al centro de la tierra no es nuestro objetivo, ni parece haber para nosotros un lugar en el mundo? Yo diría que Retozo y Ramesh fueron al cielo, que Ronald, Shakti y yo hemos quedado atrapados en el purgatorio y que solamente brujita volverá a la vida. De Parvati no estoy seguro. Nada es nuevo bajo el sol: hemos recorrido en cierto modo el camino de Dante, el de “La Divina Comedia”.
PARVATI. MAYO 25. DÍA SETENTA Y OCHO
¿Cómo podría? No puedo. Mi placer es infinito, mi libertad es total, mi sonrisa cubre todo lo que existe. No les puedo simplemente decir lo que me pasa. ¿Han visto la postura del Buda cuando en total serenidad ni se muere de la risa ni sufre como un crucificado? Simplemente es: su comprensión está más allá de sí mismo, es una bondad que no sufre y que lo atraviesa de lado a lado, que simplemente él permite que se escape hacia el mundo desde el epicentro de su mirada. No hace nada, no existe ya. Y sin embargo su manera de existir es la realización suprema, la culminación del propósito de la vida de un ser humano. Ya no le pertenece ningún logro, no ha conseguido ninguna meta. No puede ufanarse de estar iluminado porque ha perdido totalmente la noción de ser alguien. Y es pura consciencia despierta, es la alerta misma. No atiende a nadie, no escucha lamentos, no oye peticiones de sus adoradores. Y así, indiferente, ama y bendice infinitamente a todos por igual, a los que lo conocen e intuyen que su gozo no tiene medida y a los que lo ignoran y hasta confunden con un dios barrigón. Emana y vibra porque ha alcanzado la pureza. Sonríe, pero no cree que haya algo allá afuera, en el mundo, que produzca risa o llanto, felicidad o sufrimiento. Ama a cada ser vivo que se afana en creer que tiene que sobrevivir a toda costa, porque sabe que su urgencia no solamente es inútil sino innecesaria: ya cada quien es inmortal a su modo en cada instante en el que persigue a sus presas o es cazado por sus acechadores. No hay muerte, no hay vida como lo contrario al entierro, a la cremación, al suicidio, al accidente. La vida no tiene contrarios y por eso no hay que temer que nos ocurra alguna cosa.
De modo que no opinen sobre mí, sobre lo que me pasa. Que camino como sonámbula, que soy una descerebrada, que se pasó el tiempo en el horno de Alcyone y quedé tostada: todo eso les prohíbo que digan. No me juzguen. Sé que mi cuerpo astral apenas si se ha recuperado del viaje y que a duras penas es capaz de sostenerse, ya eso es un logro de cordura y paciencia, una especie de sacrificio que he hecho para acompañarlos porque podría sin problemas abandonar todo intento de volver entre ustedes. Con gran dificultad han logrado forzarme a entrar en el Vymana en el que Retozo se convierte para transportarnos a la superficie terrestre, lo siento por eso, les pido disculpas, no puedo colabora más. Me queda imposible musitar palabra, ya de hecho haber logrado transmitir estas ideas a la mente de Brujita es una proeza que me ha costado una hernia. Me es casi imposible intentar creer que soy Parvati y que tengo algún papel que cumplir entre ustedes o en el mundo.
¿Le han pedido a una biblioteca que se resuma en un párrafo? ¿O han intentado que el gentío que cabe en un estadio de futbol salga del campus por una ventana de uno de los baños en diez segundos? ¿Entonces cómo es que tu, brujita, me pides que vuelva y me haga persona, que sea visible de nuevo? Y no se lo pidas a Ramesh tampoco, a él le pasó lo mismo que a mí en presencia de Apis. Pero su caso es más difícil que el mío y por eso no creo que alguna vez logre siquiera comunicarse, su bienaventuranza es mayor que la mía y la de Retozo juntas. Búho: tienes razón. Es completamente irrelevante esperar que nuestro cabecilla aparezca de vuelta, el ya no depende ni de conseguir un Vymana ni de encarnar de nuevo en su cuerpo que se congelará y morirá en el polo sur dentro de siete días exactos.
En cuanto a la sensación de volver al cuerpo en la Antártida, difiero de lo que puedan estar sintiendo Ronald, Búho, Shakti: no me da asco. Es que ni siquiera puedo entrar, rozarlo, acercarme. Mi yo está repartido por todo el cosmos, si quieren que lo diga de algún modo. ¿Entonces que me importa que mi vehículo astral haya sido transportado al paisaje donde se encuentran -bajo toneladas de hielo- los módulos? No gano sino que pierdo volviendo a mi manojo de carne ¿Para qué entonces tanto alboroto por despertarme, si en ese caso sufriría un suplicio como el de Cristo al sorprenderme atolondrada en un cuerpo aterido? Mi astral volvió del centro terrestre pero si ni siquiera me había podido adaptar a quedar confinada en esa envoltura pránica ¿no es de lo mas iluso esperar que logre dar el siguiente paso?
SHAKTI. MAYO 26. DÍA SETENTA Y NUEVE
¿No es conmovedor y hasta cómico estar despidiéndonos? Y hay que hacerlo rápido, Brujita es una médium que se debilita. Como yo lo veo esta es una historia con final feliz sin importar que muramos al final o no. Nos hemos convertido en las almas al otro lado de la bola de cristal. ¿No es gracioso? Antes queríamos contactar espíritus, tener acceso al mundo de lo desconocido. Ahora hacemos la llamada telefónica desde el más allá, desesperados por encontrar un destinatario que nos escuche.
Mi viaje no fue exactamente igual que el de ustedes. Para mí Alcyione no fue el lugar donde me iluminé, ni donde obtuve la inmortalidad o dones especiales. De hecho lo importante no fue llegar. Lo que me asombraba era estar haciendo el recorrido. Ustedes querían llegar, yo en cambio estaba fascinada con el método para lograrlo. Haber descubierto cómo movernos a nivel intragaláctico tiene implicaciones enormes, en las que ustedes no han pensado. Es como haber descubierto la penicilina. ¿Se imaginan si la humanidad llegara a hacer uso de esta tecnología de transporte? Hemos descubierto, no el viaje espacial hacia afuera; sino el viaje hacia el lugar más tierno del alma. No hemos encontrado una fórmula para superar la velocidad de la luz ni para enviar una sonda a la estrella más cercana. Es mucho mejor. Aparentemente los cielos estaban allá lejos y por eso la NASA les disparó cohetes. Pero las galaxias no solamente se encuentran a distancias enormes en lugares inalcanzables. Hemos descubierto que siempre estuvieron dentro de nosotros y que por eso era posible, siempre lo fue, llegar a Alcyione. El universo entero no está más allá de las fronteras del aura de cada ser humano.
¿Les digo cómo me di cuenta? Por las sensaciones que generaba el viaje y por las pistas que nos estaba dando Retozo. Eran experiencias espaciales, sí, eso no puede negarse. Pero eran muy fisiológicas, muy anatómicas. ¿Se acuerdan? Apenas abandonamos el astral nos comenzamos a sentir flotantes, exorbitados, sin referentes. Pusimos la intención de ir al corazón y a su lugar secreto y de inmediato fue como estar en la columna vertebral sintiendo ráfagas de luz, más exactamente dos corrientes de energía, una muy masculina, otra muy femenina. Se llaman Ida y pingala en el tantra yoga. Y se sentía que alimentaban, respectivamente, la vida y la cultura de Aghartha y de Isidris. Luego se empezó a formar un tubo de luz neutra, la energía kundalini misma que se estaba despertando y que nos hacía levitar hacia la coronilla. Vimos órganos, arterias, nervios de todos los órganos adyacentes conforme pasábamos por el pecho, la traquea, los senos paranasales, el hipotálamo y la glándula pineal inclusive. Luego vino la explosión de salir por la coronilla -muy orgásmica- y enseguida todo ese placer de la velocidad, ese vértigo de estar burlándonos del espacio y el tiempo, ese caleidoscopio de luces y sonidos. Yo me acordaba de la novela de Julio Verne en la que una súbita erupción hace escupir por un volcán del centro de la tierra a sus pintorescos excursionistas. Era evidente que no estábamos haciéndole competencia a los astronautas, que no habíamos salido de otro lugar que no fuéramos nosotros mismos, y que no íbamos hacia un lugar que no estuviera ya en nuestra propia cosmografía interior, dentro del aura.
Ramesh ya pensó todo esto y en cierto modo me siento responsable de hacer lo que él haría si volviera a tener un cuerpo. Todo ser humano es capaz de ensoñar si se entrena para ello. Ser consciente de soñar mientras se sueña no es una habilidad extraordinaria, a cualquier niño se le puede educar para lograrlo. Dejar parqueado el cuerpo físico para salir a dar una vuelta en el astral será un don normal my pronto para mucha gente. Y ahora que hemos podido entrar al centro de la tierra y ubicar el cofre para aprender a abandonar también el vehículo astral, hemos sido como Cristobal Colón. No solamente hemos descubierto nuevas tierras sino que le hemos mostrado la ruta a los que vendrán tras nosotros. ¿Entienden? Hecho algo la primera vez, las siguientes serán pan comido. Hemos iniciado una oleada migratoria que finalmente traerá a todos los seres humanos a colonizar su propio corazón. Y no quedará deshabitada Europa, los reinos de Isabel la Católica y Fernando continuarán allí poblados, porque seguiremos en la Tierra cuidando nuestra patria física al mismo tiempo. No será la Utopía materialista de Tertioborus ni la aristocracia fascista de Jhazel, sino la Nueva Tierra en la que quedará incluido el cielo.
Lo mejor es esto: que la influencia amorosa de Apis y de todos sus semejantes será posible para muchos como nosotros que lean la bitácora y la tomen como cartografía que los lleve al lugar secreto de su corazón. No se necesitará exclusivamente que una especie de contagio espiritual inunde la tierra. Podrán ir directamente a comprender, a empaparse de compasión y luz para traerla de vuelta.
¿Saben que haría yo si mi cuerpo me recibiera y saliera con vida de la Antártida? Iría a Colombia a enseñar, y desde ahí me movería hacia otros países. América será el epicentro de la nueva influencia, desde allí partirán grandes flotas de barcos rumbo al nuevo mundo de Alcyione, ya no cargadas con prisioneros y evangelizadores sedientos de oro, sino con buscadores sinceros de la sabiduría perdida. Traerán tesoros que impedirán que la ciencia se convierta en un trampolín de tecnologías de guerra y que la economía se vuelva un mazo para someter a las mayorías y destrozar los ecosistemas.
RONALD. MAYO 26. DÍA SETENTA Y NUEVE
Sé que he dicho poco o nada sobre mí en esta bitácora. Pido excusas, soy perezoso para expresarme. A veces estaba demasiado absorto por lo que nos estaba ocurriendo como para acordarme de dictarle frases a brujita. En otros casos simplemente no había terminado de digerir lo que sucedía. Lo estaba experimentando pero no lo creía. ¿No es increíble que mi escepticismo sea tan grande que ni ocurriéndonos todo lo que sin duda nos ha ocurrido yo pudiera terminar de convencerme? Y tengo pocas opiniones sobre lo que han pensado, sentido y escrito mis amigos en este documento porque no he podido leer nada desde que salimos en viaje astral, yo solamente me enteraba de todo cuando podía leer los diarios en una pantalla. En realidad ya no es hora de decir algo, todo se está terminando.
Por si no lo han hecho ya, en todo caso, quiero en nombre de mi grupo darles un mensaje a las familias de mis amigos. Un náufrago escribe algo en una roca por si alguien lo lee décadas después de su muerte. Se imagina la angustia de los que nunca más lo volvieron a ver y quiere consolarlos. Quiero que sepan que si no llegamos a poder encarnar de nuevo en nuestros cuerpos hibernados en el polo sur, no se trata de una tragedia. Cada uno de nosotros es feliz a su modo ahora y lo seguirá siendo. Nunca los abandonamos a ustedes sus padres, sus hermanos o sus amigos colombianos; por desamor o desprecio. Siempre los hemos recordado, siempre los hemos tenido en cuenta. Pero uno nace con una obsesión que no puede quitarse de encima, y eso nos puso en esta misión suicida. Suicida pero gloriosa. En nuestra opinión hemos logrado demostrar que hay otros mundos, que el planeta tierra ha tenido un pasado maravilloso y puede tener un futuro increíble.
Padre: en realidad esta nota es para ti, para que sepas que aunque nunca fui muy expresivo contigo, siempre te amé. Y que se que me amabas y deseabas que mi vida fuera plena. Y que se que en el fondo sabías que te estábamos engañando para que financiaras la expedición, pero lo hacías para verme feliz.
BRUJITA. MAYO 26. DÍA SETENTA Y NUEVE
Hoy ocurrió algo pasmoso. Debido a que mis niveles de energía han mejorado y estoy pudiendo permanecer despierta y activa hasta seis horas (que aprovecho para hacer yoga, meditar y recuperar mi estado físico), yo esperaba que mi habilidad para ser testigo de lo que les sucede a mis amigos se incrementara también. Todo lo contrario. A las siete de la mañana de hoy perdí contacto y ahora, diez horas después, no lo he recuperado. Ni logro mediumnizar las anotaciones en la bitácora que ellos quieran escribir, ni los veo o siento de alguna manera. Me siento completamente sola y estoy angustiada por ellos.
Pero esto no es lo más grave. Algo les está pasando a sus cuerpos. Iban a intentar volver en un vymana grupal pero aquí no pasa nada. He pasado revista a sus módulos, uno por uno, y siguen no solamente hibernando sino que la piel se les está poniendo de un color grisáceo, mortecino. Casi diría que empiezan a oler, pero puede ser por la impresión funeraria que me causan. Es horrible verlos así y me deprime pensar que nadie vendrá a rescatarnos. Es obvio que yo sola no podría llegar a ninguna parte, el Búho es el único que sabe entender estos instrumentos de navegación y tomar las decisiones adecuadas. Pero lo peor es que una capa de hielo sólida se ha apoderado y ha cubierto y taponado la mayoría de los vehículos. Suponiendo que pudieran ponerse en funcionamiento los deslizadores ¿tendríamos la fuerza de empuje necesaria como para desenterrarlos? Hay toneladas de hielo encima. Era de esperarse que eso ocurriera, yo sola ni tenía las fuerzas para salir a despejar el terreno todas estas semanas. Lo único que pude hacer fue barridos superficiales y clavados de banderas para no perder la ubicación de cada módulo, pero el clima siempre me ganaba la partida y deshacía casi todo el trabajo de despeje que lograba tener hecho. En todos los casos pude llegar a las puertas de acceso gracias al lanzallamas, derritiendo las costras blancas que ocultan los vehículos casi del todo.
BRUJITA. MAYO 27. DÍA OCHENTA
10 am
Yo sobreviviré, pero ellos no. En mi última inspección corroboré mi sospecha, por lo menos en lo que al Búho, a Retozo y a Ronald se refiere: sus cuerpos se descomponen. Hieden. Estoy tristísima.
Para que por lo menos sus cadáveres queden intactos decidí que se congelen. Apagué sus sistemas de calefacción y redirigí la energía que gastaban sus módulos hacia mi propia unidad de transporte.
Son dos de mis amigos del alma……..voy a ponerme a llorar un rato.
12 am
No me atrevo a entrar en el módulo de Shakti, de Parvati, de Ramesh. Lo intenté pero al llegar a la compuerta me imaginaba que la escena se repetiría: el hedor se me metería hasta en los huesos mezclado con la oscuridad penetrante, sería difícil olvidarlo. Y no me gusta ver la muerte. Sin embargo no tengo ninguna evidencia de defunción que me permita congelarlos y luego de todo lo que hemos visto ya no me parece imposible ni siquiera la resurrección. Además da lo mismo. Los sistemas se apagarán mañana, el día ochenta, de todos modos. Aunque tengo más salud que nunca no me queda mucha vida.
BRUJITA. MAYO 27. DÍA OCHENTA
5 pm
No me lo explico. Si vi el cadáver descompuesto de Retozo ¿Cómo es que acaba de entrar para despedirse de mí? Me dijo que mañana haría un viaje a Colombia para llevar la Bitácora, me felicitó por haber cumplido con mi tarea escrupulosamente. Me dio una noticia: “todos, excepto yo, hemos muerto”. ¿O dijo mas bien que todos hemos vuelto a nacer? Dio a entender, en todo caso, que se acerca un gran final que es un gran comienzo. Mencionó algo sobre Julio Verne y la vuelta al mundo en ochenta días, como si le causara gracia notar cierta coincidencia entre su novela y nuestra aventura. Se puso a hacer cuentas en una agenda. Me hizo reír, ya no sé por qué. Nunca sentí que alguien me mirara tan dulcemente. Yo ya estaba débil por el frío, por eso tal vez no recuerdo bien algo que dijo sobre las sorpresas que trae “en estos casos” el día ochenta y uno.
Y me dejó tranquila. Sé que moriré congelada hoy mismo, ya ha comenzado a fallar la calefacción y en tres días ni siquiera habrá energía para prender este computador. Pero nunca he estado tan en paz y tan feliz como ahora.
Luego le dije algo pero no respondió. Supe que ya no estaba conmigo. Iluminé el exterior de mi módulo con mi linterna y la vi por la ventanilla caminando descalza, vestida con un delgado sari azul de seda que le encantaba ponerse en India. Me pareció natural que no llevara ropa abrigada, como si ya ni se diera cuenta del frío. Salió sin abrir la puerta, como tele transportada por su propia belleza.
NOTAS
Nota # 1 (por Ronald)
Los gases y materiales que giraban alrededor del sol se aglomeraron formando un anillo a la distancia que actualmente tiene la tierra del sol, luego colapsaron atraídos gravitatoriamente y formaron una bola que giraba sobre sí misma -en la que muchos materiales se fueron yendo a la periferia impulsados por la fuerza centrífuga, formando las placas tectónicas. Se encostraron formando la capa terrestre sólida, que incluye la litósfera, la corteza y el manto superior. Los materiales más pesados se fueron acumulando debajo de los ligeros aunque no tanto como para conformar un interior completamente sólido. La tierra giraba muy rápido sobre sí misma, lo cual generaba una fuerza centrífuga muy elevada que jalaba hacia la periferia de la esfera terrestre la materia sólida que la gravedad jalaba hacia adentro, y en esa negociación de tire y afloje no quedó completamente sólida en su interior, como afirman los geólogos tradicionales. Más abajo, donde ningún taladro de ninguna petrolera ha llegado, detrás del manto, a unos 800 kilómetros de profundidad, se formó una bóveda ahuecada de forma esférica. Hay una esfera hueca dentro de la Tierra. Sus paredes internas o techo son para quien viviera en ellas un piso sobre el que puede caminarse. En la superficie de la tierra caminamos sobre un terreno que percibimos como plano pero que en realidad es convexo porque la tierra es redonda – Por eso vemos desaparecer primero la vela de un barco y luego el casco, en el horizonte, cuando se aleja por el mar. En ese techo interior de la bóveda intraterrestre se camina sobre una superficie que es cóncava aunque se perciba como plana –por eso veríamos desaparecer primero el casco del barco que se alejase en un mar interior que hubiese allí. Y si uno mirara “para arriba” estaría mirando hacia el centro geométrico de la tierra. La fuerza centrífuga lo habría apartado todo del centro de esa esfera –dejando además achatada la zona ecuatorial- pero quedaron gases menos pesados que entraron en combustión, igual que el sol, conformando un sol interior rodeado de materia que ilumina todo.
Nota # 2 (por Ronald)
Lo que produce la gravedad, lo que hace que las cosas pesen, es la cantidad de masa que tienen. Así que allí adentro un ser humano podría ponerse de pié y mirar hacia arriba para ver ese sol interior, parado en el cascarón externo de esa esfera hueca. Su cuerpo pesaría menos y sería atraído en sentido contrario al de una persona de pié en la superficie terrestre, del mismo modo que los habitantes del polo sur tienen sus cabezas dirigidas “hacia abajo” desde el punto de vista de los moradores del polo norte, y viceversa. Un intraterrestre tendría luz, calor, y hasta podría vivir en un clima edénico en el que las cosas serían menos pesadas que aquí arriba, pero suficientemente reales como para poder caminar con un cuerpo que no tendría que ser tan bajito como el que tenemos en la superficie. La masa centrifugada casi se cerró sobre si misma, pero dejó abiertos dos poros, uno en cada polo por los que puede accederse al interior. Y las auroras boreales que se observan en estas latitudes se deben a que parte del fulgor del sol interior se escapa por estas aberturas. Pero casi nadie ha podido entrar porque las condiciones climáticas de una expedición terrestre lo impiden, con el agravante de que las brújulas se vuelven tanto más locas cuanto más se aproximan al paralelo 90, lo que impide que un viajero pueda orientarse.
La tierra y su interior hueco se habría formado así: cuando la materia estelar y gases que formaron nuestro sistema solar se aglomeraron por la atracción gravitatoria para crear el sol, quedó girando alrededor de este una serie de anillos de materia como los de Saturno. Esta materia se aglomeró formando esferas de materia que se agrandaba conforme atraía mas y mas materia que atraía, meteoritos. Así se formaron algunos planetas del sistema solar que en muchos casos son también esferas huecas por tener cantidades semejantes de materia similar a la de la tierra que giró sobre sí misma como lo hacen las galaxias. Las formas galácticas parecidas a esferas huecas no son extrañas en el universo porque las rigen las mismas leyes. Habría, entonces que descartar la antigua idea de que la tierra alguna vez fue una masa sólida o fundida, y que el centro está compuesto de hierro fundido. Puesto que el caparazón de la tierra tiene un espesor de 1.290 kilómetros, el núcleo de hierro debería tener un diámetro de más de 11.290 kilómetros y 33 870 kilómetros de circunferencia. También habría que descartar la antigua idea de que cuanto mas profundamente se penetra en la tierra mas calor hace. El radium y la radioactividad producen este calor. Todas las rocas de la superficie contienen partículas diminutas de radium.»
Nota # 3 (por Ronald)
Hay más datos inexplicables que me sirvieron para “demostrarle” a mi papá que nuestra expedición no es tan loca como parece. Gracias a ellas pude disimular que lo que en realidad quiero es no abandonar a mis amigos, sin que me importe que estén psicóticos. Pero yo me sabía los argumentos de ramesh para descrestar incautos. Por ejemplo el de que si de verdad hay un Polo Norte Magnético al que apuntan todas las brújulas¿ cómo se explica que los rusos hayan observado que no es un punto sino una línea larga, una línea circular que constituye el borde de la concavidad polar? Se le puede decir Polo Norte Magnético a cualquier punto en este círculo porque en ese lugar la aguja de la brújula apunta hacia abajo. Un explorador sube por Canadá y Groenlandia y llega allí y clava su banderita, convencido de haber llegado al lugar mas septentrional de la tierra. Otro hace lo mismo pasando por Europa e Islandia y hace lo mismo. Pero ninguno de los dos ha llegado al que el otro visitó, a diferencia de dos conquistadores del Everest, que sí llegan al mismo sitio. Simplemente no se imaginan que la brújula se comporte así porque han llegado al borde de un cráter tan amplio que no se percibe como un ombligo que los lleva al interior terrestre. Les han enseñado en la escuela que no existe esa concavidad y por eso no la presienten, como por miles de años ningún marinero percibió que la superficie de los océanos se curva porque les habían inculcado que era plana.
Nota # 4 (por Búho)
Un avión que se mueva en línea recta conservando un sentido horizontal paralelo a la pista terrestre de la que despegó, poco a poco tendrá más altura porque la forma curva de la superficie de la tierra es convexa. Por eso los pilotos corrigen el rumbo en viajes intercontinentales bajando la nariz del avión un poco cada cierto tiempo si quieren mantener la misma altitud. Pero la convexión de la boca de la entrada polar es más drástica, mucho más angulada inclusive que cuando apenas se entra en los círculos polares ártico y Antártico. Y los pilotos de avión que por casualidad pasaran por el polo sur no tendrían en cuenta que al seguir en línea recta haciendo su corrección de nariz habitual están en realidad ganando una altitud suficiente como para pasar por encima de la entrada a la tierra interior y perderse la aventura. Los altímetros no miden directamente, sino por cálculo matemático, la distancia a tierra, y para un barímetro la diferencia es insignificante. En cualquier caso los aviones no pasan por esa línea simplemente porque una ruta comercial así implicaría gastar mas combustible. Se llega más rápido por los laditos. ¿Y las naves militares o de investigación? ¿Alguien más fuera del contraalmirante Byrd habrá entrado por error en la tierra hueca, corrigiendo el rumbo bajo la sospecha de que la convexidad corresponde, no a una Antártida plana, sino a un cráter amplio pero muy pendiente?
A falta de avión y como premio de consuelo he traido una brújula giroscópica como la de los aviones actuales. Funciona como un trompo levitante, así que no solamente se mueve hacia los lados en dos dimensiones, largo y ancho, sino que también cabecea verticalmente. Siempre está paralela al piso porque al girar el eje se produce una fuerza perpendicular a la de la gravedad. Si la tierra tiene unos labios circulares por el polo sur y vamos a entrar por su boca, cuando entremos y nos acerquemos a la línea magnética la aguja no se volverá loca sin saber dónde queda el norte como le ha pasado a los exploradores del ártico. Pero tampoco indicará vagamente el norte sin que se note la inclinación, como les pasó a los desapercibidos exploradores antárticos. Apuntará hacia abajo como si se la comiera el piso porque ese es el camino más corto para sentirse atraída por la línea magnética que jala desde el norte. No apuntará en un plano paralelo al piso. De acuerdo a nuestra teoría de la depresión polar, la brújula debería mostrar una disminución de elevación, debido a que la tierra se aleja en forma de curva en el Polo sur. Así sabremos que estamos llegando. Ronald se quedará boquiabierto y pedirá perdón por jugar a ser el apostol Tomás -que necesita meter el dedo en las heridas de la mano resucitada de Jesús.
Nota # 5 (por Búho)
Mis cálculos indican que debemos movernos siete grados de latitud sur en setenta días antes que la larga noche invernal nos enloquezca, se nos acaben las provisiones o se dañen las máquinas que nos impulsan. Estamos a 76 grados de latitud sur. Sabemos que las temperaturas cálidas se sienten a los 83 grados. Necesitamos un margen amplio de error aunque sepamos que a no más de 7 grados comenzaremos a comprobar que el clima se vuelve más cálido por las brisas provenientes del interior terrestre. Veremos llanuras, tal vez Mamuts como los que Byrd observó. Aunque se nos hayan acabado los concentrados y las malteadas que hemos traído, en ese momento podremos alimentarnos de animales y frutos exóticos. Pero siete grados son 2.800 kilómetros y estamos deslizándonos a 10 Kilómetros por hora. Ahora tenemos luz y necesitamos aprovechar la visibilidad. Más tarde tendremos que reducir la velocidad porque no será fácil con tormentas o en la oscuridad. Hoy tuvimos 4 horas de luz y cada vez habrá menos, eso nos dá 40 kilómetros de avance diario por unos días. Ya hicimos en unos 15 dias. Pero luego tendremos que reducir velocidades y tiempos de viaje diarios, el día dura cada vez menos. Hay que contar con obstáculos, enfermedades, tropiezos en el camino, varadas. Eso es parte de la contingencia de cualquier viaje. Desde que iniciamos el recorrido el 27 de febrero, cuando teníamos 16 horas de luz diarias, hemos hecho 189 horas de avance, un total de 1.890 kilómetros. Faltan unos 850 kilómetros. El 31 de marzo las condiciones de visibilidad y frío serán terribles y solamente habremos avanzado 290 kilómetros más viajando de día. Nos faltarán 560 kilómetros para la zona segura y tendremos que ahorrar en gastos de energía, estaremos a -70 grados centígrados. El promedio de duración del dia será de una hora. Cada vez habrá menos apoyo de las fotoceldas eléctricas para poner a marchar los motores de hidrógeno y los convertidores de agua a hidrógeno. La mayor parte de la energía tendrá que usarse en movilidad, la menor parte en calefacción, pero aun así solamente tendremos para iluminación de la ruta y recarga de baterías por una hora diaria. Entonces solamente lograremos movernos 10 kilómetros diarios y necesitaríamos 56 dias adicionales de gran lentitud en la marcha, cansancio físico extremo y altísimo nivel de riesgo psicológico por depresión invernal. Este es el momento de avanzar todo lo que se pueda.
He enumerado todas las condiciones que tendrían que cumplirse para que sobrevivamos:
- Que la tierra sea hueca y salgan de su interior vientos cálidos.
- Que soportemos tres meses de invierno, llegando al paralelo 82 en ese tiempo
- Que encontramos fuentes de alimentación adicionales a las que traemos como provisiones gracias a la presencia insospechada de oasis de vegetación y fauna en medio de las llanuras heladas de metros de espesor.
- Que las bajas temperaturas combinadas con la baja presión atmosférica no pongan en riesgo las estructuras de los módulos.
- Que los cultivos hidropónicos resulten transportables en los remolques deslizantes.
- Que los vientos katabáticos que llegan a superar los 300 kilómetros por hora no nos trunquen la esperanza con tormentas de ventisca y jornadas sin visibilidad
- Que aseguremos los equipos en menos de 20 minutos cada vez que detectemos tormentas de nubes que forman verdaderos muros de ventisca seca pegados al hielo.
- Que las tormentas de nubes no nos cieguen ni tapen los vidrios frontales de los módulos para poder saber adónde nos dirigimos.
- Que las tormentas solares no afecten nuestros sistemas de comunicación para pedir auxilio ni se nos dañen las balizas de posicionamiento.
- Que no se nos afecte el equilibrio y la orientación como le ha pasado a otros que ya no diferenciaban el suelo del cielo.
Nota # 6 (Por Ramesh)
El legado había sido confiado a Subbaraya Sastri, un Pandit o escolar védico en India, de la Casta o clase social de los brahmanes. Era un erudito tradicional, y había heredado de memoria, como es normal entre ellos, este y otros manuscritos. Recibió autorización para divulgarlo y comenzó a dictarlo para su primera traslación por escrito el primero de agosto de 1918. Actuó como secretario Ventakachala sharma, que terminó de recibir esta transmisión en 23 cuadernos el 8 de agosto de 1923. Constaba de 6.000 lineas y 3000 versos en sánscrito técnico. Se le dio el título “Maharishi Bharadvaja Vimanika Sastra”. Subbaraya fue perseguido por vincularse al movimiento de no cooperación de Gandhi y murió sin ver la publicación, dejándole los cuadernos en custodia a su hija y a su nieto, Venkatrama Sastry. Por 20 años se mantuvo oculto. La publicación tardó hasta 1973, cuando, después de un trabajo laborioso de traducción al inglés con un equipo de expertos fue expuesta a la luz la edición bilingüe financiada y dirigida por la academia de investigación sánscrita dirigida por G.R Josyer.
Voy a tener que darles otras fechas y datos, pero es para que me tomen en serio. Lo que digo está muy bien investigado. En una conferencia en India, en 1988, realizada en Nueva Delhi, un estudioso de los eventos legendarios relatados por la epopeya indostánica del Maha Bharatha, el doctor Kunwarlal Jain Bas, afirmó que era posible asegurar que existió un imperio de gran esplendor en el año 4.000 antes de Cristo; aunque los estudiosos occidentales afirmen que no hubo nada digno de atención sino desde que las invasiones arias llegaran al subcontinente en el año 1.500 A.C. Y agregó que ese había sido el reino de Rama, que luego la leyenda identificó con la encarnación de un Dios. También dijo que el análisis de sus fuentes, los libros llamados puranas, permitían establecer que otros personajes importantes como Vishnu e Indra habrían sido también protagonistas de otras grandes civilizaciones en el año 11.000 A.C. Y que manu, a quien se atribuye un antiguo código de conducta, dataría del año 30.000 A.C. Así que cada vez surgen más profesores serios que piden que se revisen nuestros anticuados prejuicios sobre la historia.
Romper paradigmas es de lo más difícil, porque a nada se aferra más la gente que a sus creencias. Por eso muchos evitan proponer nuevas teorías, y por eso nos enseñaron varias estupideces. La primera es que todo lo importante sucedió en Grecia y Roma, o en el medio oriente y entre los judíos; y que todo lo demás son adornos: China, Egipto, los mayas. Eso se llama eurocentrismo y consiste en creer que los occidentales somos superiores al resto de la humanidad porque hemos producido democracias, industrialización y tecnología científica. La segunda estupidez reza que sólo ha ocurrido lo que se haya probado científicamente, eso es como decir que aunque una persona tenga muchos recuerdos sobre su vida sólo son reales los que sea capaz de demostrar mediante fotos, grabaciones u otras pruebas. Por supuesto que ocurrieron, y esa persona lo sabe, porque lo recuerda. Puede que a veces lo rememore de una manera más vaga, o mezclando muchas emociones cuando intrepreta lo que le pasó. Pero lo recuerda. Y si tiene memoria de ello, ¡entonces que nadie le diga que esa no es su historia, que atrevimiento! Así es como subvaloramos los mitos y las leyendas, que es lo más significativo de la historia y lo que más pistas contiene.
La tercera idiotez en la que se cree es que, puesto que solo la escritura es una prueba fehaciente de que algo haya ocurrido, sólo cuando se encuentran documentos escritos se puede hablar de que hayan existido culturas complejas. Estas y solo estas serían capaces de realizar prodigios arquitectónicos o técnicos y eso no pudo haber ocurrido hace más de seis mil años, con Egipto, sumeria y Babilonia. Todo lo que haya ocurrido antes solo pudo ser la humanidad primitiva, la edad de bronce, la edad de piedra, el canibalismo, la magia y la superstición. Los académicos no opinarían lo mismo si se hubieran conservado los libros que fueron quemados por fanáticos cristianos en la Biblioteca de Alejandría a finales del imperio romano, en el siglo tercero después de Cristo, uno de los cuales se titulaba “La verdadera historia de la humanidad en los últimos cien mil años”.
Nota # 7: (del manuscrito de Ananda, reubicado aquí por Brujita)
Imaginen una entidad que solamente conozca las dimensiones de lo largo y lo ancho pero no las de lo bajo ni lo alto, nada mas esas dos dimensiones que no le permiten saber acerca del “arriba” ni del “abajo”. Puede moverse adelante, atrás, a la derecha y a la izquierda, pero no puede subir ni descender. Ahora supongamos que va avanzando por una manzana, por la zona de arriba de la fruta que se hunde en el interior junto con la ramita de la que cuelga en el árbol. Es un geógrafo de la segunda dimensión, así que toma notas cartográficas precisas de la ruta que sigue, tomando como referencia el eje longitudinal de la manzana que para él es una línea. Es un descenso hacia la tercera dimensión pero conforme se produce el viaje esta entidad no se percata, nunca será capaz de ver hacia los lados las paredes tubulares por las que desciende, el túnel por el que va. A ustedes les puede pasar lo mismo. Van viajando por la tercera dimensión hacia la cuarta pero no se están dando cuenta. De hecho solamente se han dado cuenta de cambios en el clima y paisaje. En el ejemplo nuestra entidad puede que llegue al punto final del descenso por el interior de la punta de la manzana hasta tocar las semillas en el corazón de la fruta, y puede que se encuentre con otra entidad que ha logrado lo mismo, y que también ha registrado en mapas bidimensionales todas las coordenadas que ha seguido en su ruta por el mismo eje longitudinal. Eso es lógico para ambas porque se puede llegar a un mismo punto desde adelante o desde atrás por una línea. Luego llegan a las semillas internas dos entidades más que aseguran haber llegado en un ángulo de 90 grados en relación con el eje. Todavía es lógico porque en un mundo bidimensional se puede llegar a un mismo punto en un plano cartesiano que tiene un eje x y un eje y. Pero luego llegan entidades desde “arriba” que al comparar sus cartas geográficas con las primeras cuatro no comprenden cómo llegaron allí ya que no estaban en el mismo plano de las otras cuatro. El plano solamente corta cuatro de esas rutas pero no las de las entidades que venían de “arriba” ya que el concepto de “arriba” no existe en unplano bidimendional. Concluyen que alguien está equivocado pero corroboran que todos trazaron bien la ruta. ¿Qué les ocurre? Que no saben que puede existir mas de un plano en el universo en el que viven. Nada más pueden imaginar un plano que corte la línea que recorre longitudinalmente la manzana. Solamente en la tercera dimensión pueden percibirse manzanas, objetos con volumen, y múltiples planos en los que pueden trazarse múltiples rutas en línea recta para llegar a las semillas.
Hay que cambiar de lógica para poder sentirse orientado cuando se pasa de una dimensión a otra, a menos que quiera uno llegar a conclusiones falsas. La verdad es que los exploradores bidimensionales de nuestro ejemplo tenían la razón y podrían juntos, buscando una hipótesis compatible con sus dos observaciones, llegar a una teoría de la tercera dimensión que aunque no sean capaces de ver, podrán explicar mediante diagramas en un papel bidimensional. El problema, en nuestro caso, es que el interior de la tierra es a la vez tridimensional y psíquico. Pero como en el mundo cotidiano creemos que “aquí adentro de la cabeza” todo es sicológico mientras que “allá afuera” en el mundo todo es científico y “real” , entonces ustedes pueden enloquecer con lo que les va a pasar cuando se adentren más, o tal vez ya les esté pasando.
Nota # 8 (del manuscrito de Ananda, transpuesto aquí por Brujita)
La Atlántida pasó por cuatro etapas, cada una menos evolucionada que la anterior, hasta que se hundió en la de más bajo nivel de conciencia. Y en las etapas más elevadas tenían medios de transporte proporcionalmente complejos y sutiles, pero luego fueron naves cada vez más burdas y materiales, parecidas ya casi a las que usamos nosotros para viajar por la tercera dimensión. Sin embargo cuando se hundió la Atlántida no todo involucionó, ni tuvo que descender de vibración en el planeta Tierra. Es como si un niño pasara a ser un adolescente, es algo muy parecido. Ya no juega con sus carritos de pilas sino que piensa en tener novia, pero no necesita botar los juguetes que tenía, o las fotografías de sus años infantiles. Guarda los principales, los esconde quizás de sus eventuales amigas, para que si entran en su habitación se lleven la impresión de que se trata de un muchacho que admira bandas de Rock. El niño piensa, sabiamente, que es bueno conservar algo de la etapa que ha vivido, para llevar un registro de su identidad como individuo, para hacer su propia historia. Y sabe que muchas de sus cualidades infantiles las necesitará quizás más tarde, cuando se sienta tan seguro de sus nuevas características como hombre que hasta pueda portarse infantilmente un rato, de vez en cuando, como lo hacen los adultos. Esto mismo pasa en la historia de la tierra. Cuando se pasa de una etapa a la siguiente se conserva algo de la anterior que pueda necesitarse, para que no se pierda el fruto. Los atlantes, al presentir que iban a extinguirse, guardaron lo más preciado de su cultura para que otros capaces de valorarla y hacer buen uso de esa información lo encontraran más tarde. Esos tesoros los dejaron bien ocultos porque sabían que el nivel de ignorancia espiritual aumentaría y que la información que iban a dejar debería llegar a manos de personas idóneas. Y como eran expertos en el manejo del prana, que es un poder maravilloso bien usado -pero catastrófico usado sin sabiduría- no quisieron que ese conocimiento desapareciera pero tampoco que fuera accequible a cualquiera. ¿Dónde están esos tesoros, las pistas que nos conduzcan hacia ellos? Por supuesto, en todas las huellas que dejaron en América, Europa y Asia central, e India. Y ustedes nos dirán si en el interior de la tierra.
Los pueblos del ciclo atlante en su edad de oro no necesitaron vehículos burdos, físicos, para trasladarse. Estába recién finalizado el último ciclo de 26 mil años de la humanidad anterior, que fue el del continente, también hundido, de Lemuria. Esa cultura también había tenido grandes habilidades psíquicas, poderes mágicos, así que estaban muy cerca de épocas en las cuales la cuarta y la quinta dimensión eran mejor conocidas y más familiares para esas personalidades que la tercera. La materia astral es muy obediente a las mentes de seres así, el prana es una extensión natural de la voluntad y el deseo de ellos, la materia no es tan densa. No tenían tan desarrollados los órganos de los sentidos que a nosotros nos atan al mundo objetivo, y por lo tanto su intuición y sus habilidades telepáticas eran tremendas. No habían involucionado tanto. Sus almas, sin embargo, no adquirían aun la experiencia de las personalidades independientes, la individualidad no existía, y esa era una lección que tendrían que aprender dolorosamente reencarnando como atlantes y luego en épocas de gran individualismo como la nuestra –ya lo veremos luego, sin individualidad no es posible realmente el descenso del amor crístico ni de la compasión budista. Eran personalidades grupales, se sentían íntimamente cohesionados a sus tribus y pueblos. Es difícil imaginarlo porque lo más natural para nosotros es sentirnos personas libres, individuos diferentes unos de otros con vidas privadas y asuntos íntimos. Pero para hacernos a una idea, es como lo que les ocurre en cierto modo a los pueblos orientales más que a los occidentales, a los indígenas más que a los “civilizados” -sobre todo a los de India, China, Japón- antes de que empezaran a occidentalizarse. Y en fin, sus “bah”, sus cuerpos, eran casi que, diríamos, teletransportables. Eran vehículos tan sutiles que casi no podríamos decir que se diferenciaran de ellos mismos. Pero por darles un nombre el Vimanika sastra llama a esos vehículos “Shakura”. Estaban donde querían estar simplemente que casi con la sola intención, era muy rápido. La Lemuria tenía esos habitantes sobre todo en su edad de oro, luego fueron apareciendo formas astrales y etéricas que modelaron organismos biológicos más parecidos a los de los primates, con rasgos humanoides. Y aunque esa historia es más complicada de lo que parece porque hubo otras vertientes de humanización a partir de formas primates –que son las que nuestros antropólogos Rastrean científicamente, la del Neandhhertal y el Cro Magnon- finalmente tenemos en la edad de hierro lemúrica a los predecesores de los atlantes, plenamente encarnados en organismos humanoides aunque con cerebros alargados y con glándula pineal grande, no como la nuestra.
Los organismos atlantes de la edad de oro eran así, pero la mayoría de sus habitantes tenían cuerpos muy energéticos y relativamente teletransportables. Eso lo perdieron más adelante en su historia, cuando la materia aumentó su densidad, las habilidades psíquicas disminuyeron, se sintieron identificados con los objetos concretos que percibían con sus cinco sentidos más desarrollados y por lo tanto el mundo tridimensional los ataba con mayor poder. Pero comparados con nosotros seguían siendo seres maravillosos -aunque de cualquier manera tribales- con personalidades grupales. Ya habían descendido a cuerpos físicos pero se independizaban de ellos con gran facilidad. No los ataba tanto la materia tridimensional y sin embargo eran capaces de comprender que puesto que el cuerpo es una proyección tridimensional del alma puede ser transportado en una nave de energía. Esto significa que practicaban la ubicuidad, podían estar en varios sitios a la vez. Eran capaces, por lo tanto, de dejar el cuerpo físico anclado en la Atlántida, quizás dormido y hasta a veces despierto realizando alguna actividad rutinaria, mientras que una copia del mismo se iba de viaje a conocer otros lugares de la galaxia, pudiendo aparecer como un cuerpo físico concreto, palpable con los cinco sentidos, capaz de percibir el lugar visitado y de interactuar con seres que no apreciarían ninguna diferencia entre sus propios cuerpos y los de los visitantes sino hasta que notaran que estos eran inmunes al dolor, la enfermedad y la muerte. Algunos hasta se desplazaban a varios lugares a la vez en prodigiosas hazañas de ubicuidad. Los relatos de Jesús resucitado podrían comprenderse desde esta perspectiva, y también los milagros de ubicuidad que han manifestado algunos santos católicos, como el padre Pío. En todo caso estos legendarios atlantes desarrollaron tecnologías pránicas basadas en formas geométricas poderosas, arquetípicas, que eran parte de una amplísima ciencia que llamaríamos hoy en día trigonometría sagrada. El prana circulaba alrededor de la columna vertebral por estructuras dinámicas generadas alrededor de sus cuerpos en forma poliedros regulares -como el octaedro y el tetraedro o pirámide- que tenían un papel estructural que se llenaba de una luz propia. Igual que para hacer edificios armamos unas vigas de soporte estructural primero y luego añadimos ladrillos, estos magos de la cuarta dimensión generaban “cabinas de prana en armazones geométricos de materia astral”. Al encenderlas producían una luz intensa, como la de una estrella, y por eso hay tantas leyendas de “estrellas” que bajan del cielo, incluida la que guió a los tres reyes magos al pesebre donde había nacido Jesús y se posó encima. Ese tipo de luz solamente fue comprendido en Egipto durante la Dinastía Dieciocho. La luminiscencia se generaba cuando dos campos contra rotatorios de luz giraban en el mismo espacio, activados por ciertos patrones de respiración. Transportaban el espíritu o conciencia de sus portadores, que se llama “ka”. Luz se dice “mer” en egipcio, por lo que se podrían llamar vehículos o naves luminosas para transportar la conciencia o “mer” “ka” “bah”. Esos “merkabah” se llaman “vyndara” en el vimanika Sutra.
El plan involutivo de esas almas necesitaba cumplirse y pasaron a una etapa de más bajo nivel de conciencia todavía. La materia se había vuelto más densa, más parecida a la actual. Ya no podían practicar la ubicuidad, sus naves no podían llevar proyecciones capaces de materializarse como cuerpos sólidos en planetas alejados del cuerpo físico mortal y enfermizo que se quedaba en casa. Si querían irse permanentemente a algún lugar fuera de la isla en que vivían necesitaban llevar su cuerpo en un barco de madera, como nosotros. Pero todos ellos, sin excepción podían viajar astral y etéricamente con enorme facilidad, de forma consciente y voluntaria, dejando dormidos sus cuerpos mientras tanto, recordando todo lo que les había sucedido cuando volvían. De entre la población actual de la Tierra, una persona entre un millón, muy pocos tienen una elevada habilidad innata para el viaje astral, como Brujita, Ramesh y Shakti. Esos viajes son simplemente desdoblamientos en los que una parte se queda y las otras se van, en ese caso la protección que se debe llevar es de tipo emocional, es la preparación psicológica. Sin embargo esto era para ellos muy limitante. Recordaban perfectamente que milenios antes habían podido visitar otros planetas comprendidos dentro del sector del universo puesto en cuarentena. Añoraban esa libertad, eran almas viajeras; y eso los hizo comenzar a investigar sobre las leyes de la materia, las leyes de la naturaleza y las de los cuerpos físicos de minerales, vegetales y animales; para desarrollar tecnologías que les permitieran viajar en sus cuerpos físicos. Su método no fue el pesado y lento proceso que los científicos actuales siguen mediante tediosos experimentos inductivos y complicadas discusiones teóricas para contrastar hipótesis y validar teorías. Fue más divertido y simple: pidieron la información a entidades no humanas encargadas de aportarle inteligencia a los procesos atómicos, moleculares minerológicos y biológicos que hacen que en la naturaleza todo evolucione perfectamente. Los judeocristianos las llaman arcángeles y ángeles, en india las llamamos “devas”. No es tan diferente de como obtuvieron su inspiración, a veces sin recordarlo, científicos como Albert Einstein y Leonardo Da Vinci. Ustedes se sorprenderían de lo interesante que puede ser conversar y entrevistar ángeles científicos, son muy pedagógicos y muy profundos, además te enseñan no solo con conceptos que debes asimilar sino con imágenes y símbolos que te entran a la mente con una fluidez maravillosa, tanto que puedes creer que las ideas que acabas de tener son tuyas. Estas entidades saben explicarte todo lo que quieras, la teoría de la relatividad general, la física cuántica y las leyes de Newton son su abecedario.
Para ese momento los atlantes estaban más organizados socialmente. Durante las épocas anteriores habían estado dispersos en clanes y no les interesaba demasiado construir poblados porque no eran sedentarios, ya hemos dicho que viajaban mucho y eso los hacía poco apegados a posesiones arquitectónicas. Pero ahora sus cuerpos físicos densificados los obligaban a volverse muy sedentarios. Ya no se nutrían de prana con la misma facilidad que antes porque la atmósfera terrestre había cambiado para favorecer la evolución de las razas humanas que venían avanzando desde sus ancestros neanderthales y cro magnones en otros continentes, en Africa, Asia y Europa. Entonces necesitaban aprender a modelar las materias primas para hacerse vestidos y casas, a dominar la agricultura y la ganadería, a represar y canalizar el agua; y eso requería que algunos de entre ellos se volvieran artesanos, campesinos; mientras que otros, libres de esas labores, se dedicaban a tener vidas mas intelectuales, artísticas y místicas. Se produjo división de clases según los oficios especializados para que la sociedad entera pudiera funcionar, si los unos compartían los frutos de su trabajo con los otros que hicieran lo mismo. Los místicos e intelectuales y poetas guiaban con amor la sociedad cuidando que todos estuvieran cómodos y prósperos mediante normas éticas básicas y festividades continuas asociadas a las estaciones y las cosechas. Para compartir los frutos del trabajo era más fácil tener ciudades donde vivieran juntos trabajadores tan diferentes, y como se multiplicó la población surgieron grandes ciudades megalíticas de millones de habitantes. Esto hizo nacer la política, fue necesario que las decisiones importantes las tomara una minoría y que esta minoría tuviera poder sobre las mayorías.
Conforme avanzaban los siglos el nivel de conciencia decayó y tener poder se convirtió para las familias dirigentes en algo más importante que servir a la población, empezaron a tomar decisiones que empobrecían y degradaban la calidad de vida de las mayorías, incitando a luchas intestinas.
Los conocimientos de física avanzados que los devas entregaron sirvieron para aprender a construir cosmonaves capaces de contraer el espacio-tiempo en la parte frontal y expandirlo en la parte trasera, creando especies de “agujeros negros” en los que las leyes de la física eran inoperantes, haciendo posible viajar más rápido que la luz, poniendo entre paréntesis algunos axiomas de la teoría de la relatividad de Einstein. Funcionaban con campos electromagnéticos impulsados por energía solar, y energías subatómicas asociadas con el elemento mercurio. Esos motores de mercurio y “agni” o radiación solar usaban además la electricidad que la tierra produce al rotar sobre su eje, como cualquier dinamo. Ponían un campo a girar contra otro y así levitaban de manera similar a los trenes japoneses actuales que se desplazan sobre rieles de cargas magnéticas que por ser de la misma polaridad repelen el fuselaje –polos iguales se repelen en dos imanes. Esas naves se burlaban de la gravedad porque dejaban fuera de su perímetro la influencia de la masa que los rodeaba y la curvatura que la misma crea alrededor de otros cuerpos, curvatura que se llama gravedad. Por tanto no necesitaban propulsión ni tenían que vencer la resistencia de atmósfera alguna sino que la horadaban, es decir, taladraban la realidad tridimensional. Les permitía despegar de la realidad tridimensional en la que estaban anclados en su continente atlante y aterrizar en cualquier lugar tridimensional de la tierra o del sector del universo en cuarentena. Hicieron muchas expediciones para observar y hasta para ayudar a entidades humanas y no humanas, con el fin de lograr una imagen más clara del propósito de la vida en el universo y del papel de su pueblo en ese gran proyecto de amor. Pero no eran naves para explorar la cuarta y la quinta dimensión, quiero que eso quede muy claro. Por lo tanto no eran espiritualmente mucho mejores ni iguales en su nivel de conciencia a un Buda o a un Jesús o a un San Francisco de Asís o a un Paramahansa Yogananda. Eran humanos de la clase alta atlante con cerebros alargados y habilidades psíquicas especiales para desdoblarse en planos astrales, capaces además de viajar en cosmonaves con sus cuerpos físicos completos de un lugar tridimensional a otro. Nada más. Cometían errores como cualquier entidad evolutiva y de hecho la obsesión por el poder los llevó a divisiones internas, a guerras civiles que incitaron a sus militares a que se rediseñaran las naves para incluir en ellas armas atómicas y electromagnéticas, además de reorientar la magia blanca para usar el prana con fines destructivos hacia sus enemigos. Estas naves eran circulares para facilitar la contrarotación de los dos campos electromagnéticos. El autor del vymanika Sutra las llama naves “rukma” y de hecho el texto que nos legó a principios del siglo XX es para construir una de esas naves, pero eso no es lo que necesitamos saber hacer para ir al interior de la tierra. Construir una nave Rukma requeriría de equipos humanos y laboratorios muy complejos trabajando por mucho tiempo y aunque lográramos penetrar en una de ellas a la tierra hueca no podríamos sino visitar la dimensión tridimensional del interior terrestre, lo cual no sería de gran valor espiritual.
Y ahora que hemos comprendido cómo cada tipo de nave corresponde a una época diferente de la historia Atlante, pasemos a explicar el cosmos interdimensional, la relación entre las naves y los ambientes que cruzan y los viajes por mundos sutiles.
El Vimanika Sastra del que nos hablaba Ramesh da las instrucciones para construir un vehículo material capaz de volar haciendo caso omiso de la fuerza de gravedad, que se convierte en una especie de mundo propio, independiente de cualquier influencia que el entorno pueda tener en él y que literalmente crea un vacío a su alrededor, un aura espaciotemporal que lo libera de las leyes de la física de Newton y en cierta manera también de las descritas por Einstein. Es como el hoyo de vacío que se produce en un estanque cuando se destapa y el agua rota vaciándose el contenido. Es como un espaciotiempo propio que se desliza sin resistencia por entre el espaciotiempo tridimensional al que ustedes están habituados, en cierto modo comparable con un agujero negro ambulante. Abre un agujero en la realidad, y por eso nada le opone resistencia. Gracias a eso puede adquirir velocidades de desplazamiento alucinantes y violar todas las leyes de la aerodinámica. Se crea poniendo un vórtice de energía a rotar contra otro que gira en sentido contrario, algo así como un tornado que se refleja en un espejo. Hay medios mecánicos para hacer cosas semejantes con campos de energía electromagnética, lo que puede ser un experimento muy peligroso. Una de esas pruebas se llamó “experimento filadelfia”. Fue realizado por la marina norteamericana en 1943 para verificar el efecto de un campo magnético producido por generadores de pulso sobre una embarcación que se vió opacada por una luz verdosa que hizo que todo se volviera invisible, incluida la tripulación, en un radio esférico de 100 metros. Algunos marinos murieron, otros enloquecieron, y otros más se esfumaron instantáneamente.
Pero nuestro propósito no es exactamente el de lograr viajar en un vehículo así. Para que me entiendan, tengo que explicarles algo de cosmología y otro poco de anatomía energética.
El universo es como un queso lleno de agujeros que lo atraviesan y se interconectan. Los matemáticos humanos llevan ya unos dos siglos comprendiendo que hay realidades que no pueden percibirse con los cinco sentidos. No solamente han comprendido y utilizado los campos de energía para desarrollar la tecnología electricomecánica y electroinformatica de la que se sienten tan orgullosos, sino que además han desarrollado lenguajes matemáticos para establecer con precisión la existencia de una cuarta, una quinta y hasta una onceava dimensión, sin las cuales no sería comprensible el funcionamiento de la luz ni de las partículas elementales ni la de la energía atómica. Todo a su alrededor les está demostrando que lo perceptible es muy pequeño comparado con lo real, que son reales muchas cosas imperceptibles. El uso de celulares, de radios, de televisores, de electrodomésticos; debería ya haber creado un gran impacto. Pero insistimos en creer que el mundo está hecho de lo que ya ningún científico que se respete llamaría en propiedad “materia”. La materia no existe. Solo es posible el energetismo, el materialismo contradice todo lo que han descubierto nuestros premios Nobel. Y las tres dimensiones, largo, ancho y alto son nada más las proyecciones de la cuarta esfera, como un dibujo de un cubo en un papel no es más que la proyección bidimensional de un cubo real, necesariamente tergiversada porque el cubo real tiene todos sus ángulos rectos mientras que el dibujado tiene algunos ángulos agudos y obtusos. La cuarta dimensión es la proyección de la quinta, la quinta de la sexta, esta de la séptima. En la séptima habita propiamente el alma, así que de allí para “abajo” todas las personalidades que proyecta son sus versiones necesariamente tergiversadas en la sexta, quinta, cuarta y tercera. No hay proyecciones a la segunda ni a la primera.
Cada proyección a una dimensión más restringida, más baja, es como un traslado de un trabajador a un rango menor. En nuestro caso nos han mandado a lavar baños, a otras humanidades les ha correspondido empezar de jefes de personal, por decirlo de algún modo. Mientras más bajo te degraden mejor y más interesante será el cargo que te den cuando asciendas por tus méritos a gerente. Y cuando desciendes, todo eso se llama involución. Pero bien comprendido no estás bajando, estás estudiando para gerente, y por eso en todo momento ascendiendo. Es muy bueno lo que te está pasando aunque te sientas restringido al mundo físico tridimensional cuando te ponen a servir tintos y a trapear los pisos. Te bajan de hijo del gerente por un día al ambiente no tan lujoso de la oficina que te dan como jefe de departamento, por una hora te llevan a que trabajes en un cubículo más modesto como secretaria, luego te ponen ahora sí a pasar trabajos por años como aseador de baños. Te cambias de uniforme en cada caso y te revistes de guantes y elementos de protección adicionales en el tercero. Para cada uno de esos ambientes necesitas un traje diferente que te proteja del tipo de peligros que ese ambiente posee y que te permita vivir de la manera más parecida que puedas a como lo haces en tu ambiente nativo, el que tenías cuando vivías con toda comodidad en la mansión de tu papi.
Al descender o involucionar necesitas adaptarte para pasar de una dimensión vibratoria más elevada a una más restringida. Vas a ir sintiendo que tus movimientos son menos libres, que te puedes mover con menor facilidad como cuando te vas poniendo ropa. Te sientes libre sin ropa, menos en ropa interior, aun menos con pantalón y camisa, casi preso con abrigo y guantes al salir a enfrentar una nevada. Además del traje puede que necesites un vehículo, que te traslada por ese ambiente a la vez que te ofrece abrigo, una protección adicional en ese ambiente. ¿Qué es, si no, un módulo lunar, un submarino, una cabina de avión? Es un ropaje que te protege de las inclemencias del ambiente por el que te transporta. Al bajar pasas de un hábitat más sutil a uno más denso, es decir, cambias de atmósfera. Haces una transición de un estado de mayor a uno de menor libertad. Cada esfera dimensional tiene su “medio” ambiente. Por ejemplo estás en la luna y tu ambiente es el vacío espacial impregnado de radiaciones, luego bajas a la atmósfera haciendo un salto libre antes de abrir tu paracaídas y te sientes pesado e incómodo porque la gravedad terrestre te ha atrapado y tu medio es aéreo, hay oxígeno y nitrógeno a tu alrededor. Después te meten al mar y te mueves con menos rapidez en el aire, con más resistencia de parte del material que te envuelve, de tu nueva “atmósfera” líquida. Te sientes lento aunque estés de nuevo más o menos libre de la gravedad como cuando flotabas en el espacio. Del mismo modo ocurre durante un proceso que dura millones de años y al que las almas son enviadas. Bajan, en el caso nuestro, al agua turbia, densa y burda de nuestro planeta, a veces haciendo algunas paradas intermedias. En ese proceso se revisten de trajes y vehículos. El alma viene de una dimensión muy sutil, la séptima, en la que todo está comunicado con todo, un estado de unidad en el que aunque cada conciencia está dotada de individualidad a la vez goza de unidad amorosa con todas las otras de su grupo, y por medio de su grupo con la totalidad. Al descender a la quinta dimensión se reviste de una especie de halo luminoso, vaporoso. Ese ambiente se llama astral y por eso mismo se llama “cuerpo” astral a esa densificación nebulosa que le sirve de vestido y vehículo. Al descender a la Cuarta se transporta en un cuerpo muy parecido al físico, en un ambiente llamado etérico -les daré detalles sobre todo esto más adelante.
Hagan de cuenta que les encomiendan llevar un helicóptero al fondo del mar y de allí a un lugar profundamente escondido a kilómetros bajo el sólido fondo submarino. Es como lo que le sucede al alma cuando le piden que encarne en un cuerpo físico. En este ejemplo el cuerpo astral es como el helicóptero, el cuerpo etérico es como un submarino en el que se guarda el helicóptero y el cuerpo físico es como una super resistente máquina gigante capaz de taladrar el fondo submarino, dotada de un compartimiento para guardar el sumergible dentro de sí. El cuerpo astral, por así decirlo, se mete en un vehículo etérico, llamado “cuerpo” etérico, como cuando metes un helicóptero en un submarino para protegerlo del denso ambiente del agua que puede dañarlo. A su vez, este submarino lo tienes que proteger en la cabina de una máquina hecha para taladrar y moverse por entre las rocas de las montañas, que es en nuestro caso el cuerpo o vehículo físico con el que nos identificamos tanto, que nos sirve para movernos por el mundo tridimensional. El helicóptero, hecho para el amable y libre ambiente del elemento aire, se mete y protege en un submarino, hecho para la más resistente y pesada atmósfera acuática, que a su vez se abriga en una máquina gigante de titanio super resistente hecha para moverse por entre las montañas de durísimas rocas taladrándolas. Imaginemos que el piloto del helicóptero pasa a conducir el submarino cuando guarda su aeronave en este vehículo oceánico y que después pasa a manejar la máquina taladramontañas una vez guardado el submarino en ella.
Les digo todo esto para que comprendan no solamente que tener un cuerpo es perfectamente igual a tener un vehículo, sino que esta misma es la definición de una “nave”. “Nave” se dice “bah” en egipcio antiguo y se traduce como “cuerpo”, “vehículo”, “nave”. Las características de una nave, de un “bah” dependen de las leyes que rigen la física en la atmósfera que le corresponde atravesar, y por eso hay naves para viajar por la quinta dimensión, por la cuarta. En la tercera dimensión en la que estamos tenemos naves para aire, como aviones; para tierra, como trenes y automóviles; y para agua, como barcos y submarinos.
Las formas de las naves se adaptan al medio para que les ofrezca la menor resistencia posible, siendo así aero-dinamicas, acua-dinámicas, etc. La rueda es el invento para que sea mínima la resistencia que una superficie ofrezca a un cuerpo que se arrastra sobre ella, y la forma cónica o aguda es la apropiada para la parte delantera de un ave o pez, de un avión o lancha. Dos alas o dos aletas son lo indispensable para mantener en balance un cuerpo central, tórax y abdomen o cabina, que se cargue entre ellas -en agua o aire- y por eso los aviones se parecen a las aves y los peces a los submarinos. Uno se pregunta en consecuencia cómo debería ser la forma de una nave para moverse por entre el cuarto elemento que nos falta mencionar: el fuego -por ejemplo para viajar dentro del sol o en una atmósfera de plasma de alto nivel radiactivo. ¿O que aspecto tendría un “bah” para moverse por la cuarta o la quinta dimensión? ¿ y de cuales materiales tendría que ser construida, que sean resistentes a los eventuales peligros de exponerse a esas atmósferas? ¿Cuál sería la forma fuego-dinámica ideal? ¿ y la eterico dinámica, o la astral dinámica? De aquí surge una pregunta igualmente fascinante, equivalente: ¿cómo somos en el plano etérico y en el plano astral? ¿Cómo lucen nuestros vehículos allí?
Sabemos cómo luce nuestro “bah” físico, parecido al de los primates, con piernas y brazos, cabeza tórax y abdomen. El cuerpo etérico es sumamente parecido, pero por el no fluyen sangre y linfa, ni tiene órganos; sino que circulan corrientes de energía muy importantes para darle soporte estructural e instrucciones de funcionamiento inteligentes a las células biológicas de los seres orgánicos y a los átomos de los minerales. No se descompone inmediatamente que muere el físico, y eso es lo que llamamos “fantasmas”.
Imaginemos de nuevo un helicóptero dentro de un submarino dentro de una máquina gigante taladramontañas. Son como el cuerpo astral dentro del etérico dentro del físico. Cada uno habita en el siguiente y el último los carga a todos. Pero ninguno de ellos es el alma, que es más bien como nuestra divinidad interior que libre de todo peligro da instrucciones a control remoto a un piloto que va descendiendo de una nave a la otra y en cada ocasión se siente un poco diferente porque asume cada vez un rol diferente en cada nave. El robot es un “yo” conductor de su respectivo vehículo. Cada uno de sus roles es una proyección holográfica del alma, pero el gerente real del proyecto, que es el alma, tiene una relación más cercana con el piloto de helicóptero y sabe mejor cual es el propósito de su viaje. El robot del submarino no tanto y el del taladramontañas hasta puede ignorar -y con frecuencia lo hace- que es lo que lleva en su bodega.
La mayoría humana se dedica al placer, al poder y al prestigio como el robot del taladramontañas, atolondrado en los subsuelos submarinos, ignorante respecto a los placeres que podría experimentar si se liberara del pesado ambiente de las rocas para navegar las aguas, o trascendiera las aguas para disfrutar las delicias del vuelo. Cuando el robot del helicóptero pasa al submarino se olvida de volar, cuando asume el rol de taladrar se olvida de navegar por los mares. Y cada vez tiene más dificultades para avanzar y disfruta menos de su oficio.
El piloto del helicóptero se llama mónada-no depende del tiempo ni del espacio- y el del submarino yo astral –lo experimentamos al soñar y es más libre que el yo con el que funcionamos cuando estamos despiertos. El de la máquina taladradora de rocas se llama ego o mente intelectual y estamos identificados con el en nuestra vida cotidiana. El gerente es la mónada, el alma. El truco de cambiarles el nombre a ustedes cuando me toman por maestra es para que dejen de identificar el nombre que les pusieron sus padres con lo que ustedes son y busquen una identidad diferente, la del yo superior.
Nota # 9 (colocada por Brujita, del texto memorizado por Ramesh que le dictó y ordenó memorizar Ananda)
Metáfora de la involución: se le obliga a un hijo de un destacado gerente a conocer la empresa de su padre, comenzando por la posición más humilde, digamos, por ejemplo, la de aseador -en realidad el gerente y su hijo son la misma persona, porque cada alma se envía a si misma a aprender (pero para ser pedagógicos distinguiremos al gerente de su hijo). En fín, el muchacho va a conocer mucho mejor las necesidades y problemáticas de cada área y nivel de la empresa si se pone por un tiempo en los zapatos de cada tipo de empleado que trabaje allí. Su padre es muy sabio no soltándole en herencia el mando de la organización de una sola vez, porque entonces no valorará ni conocerá a fondo cada asunto en la práctica. Tampoco convendría simplemente y nada más que pagarle en la universidad una carrera de administración empresarial antes de darle el puesto de gerente, porque sus conocimientos teóricos serían buenos pero no suficientes para tener tanta responsabilidad de pronto. Y se trata no solo de enseñarle a dirigir amorosamente un personal y un proceso productivo, sino de prepararlo para que cree nuevas empresas propias. Cada alma humana viene con esa misión y pasa por esta escuela. Cada uno de ustedes ha vivido innumerables vidas. Y así como un niño pequeño no quiere ir a la escuela sino que en los primeros días de asistencia preferiría quedarse con su madre en casa, asimismo hay cierto nivel de incomodidad y de fastidio con la vida física cuando nacemos y a lo largo de nuestra existencia. Sin embargo el alma no baja “ella misma” a la limitada experiencia de un cuerpo físico: se proyecta en una personalidad. Es como si el hijo del gerente de este ejemplo no viajara personalmente a la empresa a trabajar en todos esos cargos bajos, intermedios y altos; sino que enviara una imagen holográfica móvil a adquirir esa experiencia lavando baños, sirviendo mesas, contestando llamadas, dirigiendo departamentos de compras de insumos; y esa proyección fantasmagórica se encontrara con de cientos de hijos de su mismo padre que están pasando por la misma escuela: miles de personas que van más adelante o más atrás en el proceso de aprendizaje. Todos en la empresa son aprendices de gerente, inclusive el gerente a cargo solamente es un pasajero presto a irse para asumir el reto de crear y sacar adelante empresas aún más interesantes y complejas.
Pero las proyecciones holográficas olvidan que existen sus versiones originales y se toman a sí mismas por reales, como si una película proyectada en un telón creyera que no necesita del aparato donde está rodando la cinta de celuloide. Cuando esto les ocurre automáticamente olvidan que sus vidas son una escuela y que su destino es prepararse para crear y administrar nuevas empresas. Entonces buscan objetivos menos elevados en sus vidas, asumen que nunca ascenderán hacia cargos elevados. Como creen que nunca llegarán a tener en sus manos la dirección de una empresa, se dedican a pasarla lo mejor posible y a hacer lo mínimo necesario. Les da pereza y se llenan de pasatiempos. Entonces ven de ese mismo modo a los hologramas que los rodean. Cada quien lucha por su propio bienestar en desmedro de la felicidad ajena y se hacen sufrir unas a otros. Piensan que robarle a la empresa lo más que puedan en el menor tiempo posible trabajando al mínimo es una actividad muy inteligente. La empresa va quebrando poco a poco sin que nadie se sienta responsable de sacarla adelante y todos tienen la ilusión de que cuando llegue la bancarrota de todos modos no importará, porque ya estarán pensionados – (por eso no se difunde con suficiente eficiencia la conciencia ecológica ni se toman medidas para evitar el calentamiento global.
Así es como la gente queda atrapada en este mundo tridimensional y se pierde la conciencia del alma. Esto es lo que ha ocurrido en la tierra. En otros planetas el aprendizaje ha continuado sin que las proyecciones holográficas o personalidades olviden de manera tan drástica que en realidad son hijas del gerente con destinos gerenciales pasando por una escuela. Y ese es el origen de los exagerados niveles de sufrimiento y de lo que recibe no muy acertadamente el nombre de “maldad” que en realidad es simple ignorancia espiritual, producto del olvido de nuestro origen divino.
Nota # 10 (colocada aquí del discurso de Jhazel, por Brujita)
Pretendidamente, el acta era un informe de los procedimientos del Congreso Mundial Judío, celebrado en Basilea en 1897, en el que, según se aseguraba, se habían hecho planes y tomado resoluciones a fin de alcanzar el dominio del mundo. Supuestamente un desconocido le había entregado la información a Rosenberg sin dejarse interrogar. Los thulistas decidieron enmascarar la publicación de las Actas por medio de un editor independiente. Las “Actas de los Sabios Hombres de Sión” surtió el efecto de hacer creer a los intelectuales alemanes cual era la causa de la derrota de Alemania en la primera guerra mundial: una pretendida conspiración judía. El libro se vendió como arroz pero sirvió para alimentar la paranoia sobre una red internacional y secreta que conspiraban para controlar el capital mundial y manipular, e incluso dominar, la política mundial. Y a estas acusaciones se añadió la de que una Conferencia Internacional Judía celebrada en Basilea no se había ocupado, como había asegurado que era su intención, del debate de las posibilidades de que los refugiados judíos tuvieran un hogar permanente en Palestina, sino de planificar la dominación del mundo entero. Es increíble que lo que comenzaron persiguiendo demostró ser lo que envidiaban hacer ellos mismos, con más ahínco, inconscientemente. Los acusaban de estarse preparando para la llegada del Anticristo, que sería judío. Bajo la dirección del Anticristo los judíos alcanzarían sus metas. Para hacer más creíble esta versión antisemita aseguraban que un mensajero judío, que se encargaba de tomar las notas taquigráficas en la Conferencia de Basilea había sido sobornado para divulgarlas.
Nota # 11 (reubicada aquí del discurso de Jhazel, por Brujita)
Las Actas de Sión resultaron ser un apéndice de una obra titulada “el Anticristo”, escrita por un autor ruso llamado Nilus, discípulo del filósofo Soloviev. La historia de la teoría conspiracionista para provocar el antisemitismo no había comenzado en Alemania sino en Rusia. Nilus, un escritor de religión y filosofía que pertenecía al círculo del Zar de Rusia, había escrito un libro titulado “Las pequeñas señales anuncian grandes acontecimientos — El Anticristo está cerca” en el que incorporaba las ideas de un francés, Maurice Joly, agregándole a la sopa ingredientes de otro texto: el anticristo, de Soloviev. Maurice Joly, había publicado treinta años antes una sátira en la que había reciclado ciertas ideas de Maquiavelo sobre cómo dominar a las masas y además había anticipado la importancia de los medios de comunicación para controlar la vida política y económica. Soloviev era un escritor ruso, cristiano místico, defensor del patrimonio espiritual judeocristiano, antecesor del evolucionismo de Theillard de Chardin. Y Nilus simplemente había volteado al revés las profecías de Soloviev. Si Soloviev creía que los judíos serían el blanco de terribles persecuciones ordenadas por el Anticristo, Nilus decía que la bestia se apoderaría del alma de un judío que sería un poderoso demagogo. Si Soloviev escribía que solamente los judíos, por haber conservado su religión, serían capaces de identificar las fuerzas luciferinas, Nilus preparaba el terreno para que los nazis satanizaran a los judíos. Y se calló las proféticas palabras de Soloviev, en las que predecía con increíble precisión cómo es que los seguidores del anticristo harían lámparas con la piel de los judíos y hasta afirmaba que el Anticristo se manifestaría después de que su instrumento humano, cumplidos los 33 años de edad, se hubiera recuperado de un corto período de ceguera, cosa que de hecho le ocurrió a Hitler en 1921, en su trigésimo tercer año de vida, cuando asumió la dirección del partido nacional socialista.
A Nilus lo apoyó en Rusia, para publicar su obra, el general zarista Ratchkovsky. Este quería difamar a los semitas publicando las actas falsas con la autoría de Nilus, para que adicionalmente el Zar, aplaudiendo la estrategia, nombrara al escritor como consejero espiritual de la corte, en vez de optar por Rasputín, un curandero francés que creían era un espía. El régimen aristocrático de los Zares rusos, culturalmente cristiano hasta los tuétanos, estaba enfrentando la oposición del partido socialdemócrata radical de los Bolcheviques dirigido por Lenin. Y los judíos rusos no eran amigos del Zarismo. A Rachkovsky le pareció buena estrategia para alimentar la oposición a los Bolcheviques culpar a los judíos del materialismo radical si además se afirmaba que el bolchevismo era el instrumento del Anticristo, apoyado por los judíos de todo el mundo. La falsificación de las Actas podría convertir la contrarrevolución en una cruzada espiritual, fomentando las creencias religiosas de las masas. Ratchkovsky apoyó a Nilus sin consultar al zar pero este consideró que esgrimir unas actas falsas para atacar a los judíos que conspiraban contra el imperio ruso era una artimaña inmoral y además nombró a Rasputín como nuevo confesor de la familia Romanov expulsando a Nilus de su círculo de allegados.
Nota # 12 (reubicada aquí del discurso de Jhazel, por Brujita)
Muchas ideas y prácticas de la sociedad Thulle provenían de una logia de dudosa reputación, el “Alba Dorada” que tenía cinco Templos situados en Inglaterra y en París. Militaban en ella -ya sea como adeptos de magia negra, ya sea como adherentes curiosos no enterados de las despreciables practicas ocultas- personalidades destacadas como el Premio Nóbel W. B. Yeats y tal vez Bernard Shaw. Habían recibido de un tal Samuel Liddell Mathers, seguidor de la Doctrina Secreta de Madame Blavatsky , ciertas iniciaciones que según el provenían de unos «Superhombres» con los que había estado en contacto. Contaba que al estar en contacto con ellos a uno se le paralizaba su respiración antes de entrar en un estado de crisis nerviosa acompañada de sudores fríos y hemorragias de la nariz, la boca y los oídos. Mathers se convirtió en el patrón de uno de los «magos negros» más infames del siglo XX: Aleister Crowley, quien fundó su propia logia, el Astrum Argentinum. Hacia 1912 había alcanzado el Noveno Grado de una logia falsa y clandestina de Berlín, la «Ordo Templi Orientis». Se aseguraba que Crowley había hecho prácticas perversas en las que invocaba inteligencias oscuras cuando estuvo en la «Abadía de Thelema» (La abadía de Thule), en Sicilia. Estaba imitando los pasos de Landulf II de Capua, la antigua reencarnación de Adolf Hitler. El alba dorada había sido el resultado de una secesión no autorizada de la sociedad rosacruz, fundada por Robert Wentworth Little en 1865.
BIBLIOGRAFIA
( Por la mujer del sari )
- Melchizedec Drúmbalo, El antiguo secreto de la flor de la vida, vol I, II, ed Teohua,2004. También http://www.youtube.com/watch?v=hHhpS8SS4Mo y http://www.youtube.com/watch?v=uAm-kbzT7xw
- Sitchin, Zecharia, Encuentros Divinos, Viajes Al Pasado Mítico,Al Princiio De Los Tiempos, El Doceavo Planeta, Las Expediciones De Crónicas De La Tierra, todo en ed obelisco, ediciones entre 2002 y 2010
- Steiner Rudolf, el evangelio según san mateo, ed Kier, 2003
- Urantia foundation, El libro de urantia, 1996
- Reed William, the phantom of the poles,.www.forgottenbooks.org
Schuré edouard, la atlantida. Evolucion planetaria y origen del hombre
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