1
Abrió sus ojos con lentitud, estiró sus brazos sin pudor queriendo sacar la somnolencia que parecía seguir abrazándola como una cálida y esponjosa mochila en su espalda.
Su marido aun dormía. Se levantó a preparar el desayuno, prendió el televisor. No le prestó mayor atención al noticiario matinal.
Mientras cortaba unas rebanadas de queso, miró con atención su mano izquierda: le faltaba su anillo de bodas. Repasó mentalmente su día anterior para intentar recordar en qué momento se lo había sacado. No lo consiguió. “ya aparecerá” pensó con tranquilidad, no era la primera vez que lo perdía.
El agradable aroma a café recién preparado y el tostado del pan, consiguieron lo que no lograba de otra manera cuando eran días de descanso: despertar a su marido.
Aun en pijama, con el pelo enmarañado y sus ojos hinchados, se acercó a besar a su mujer. Se sentó y se preparó jugo de naranja.
Algo distraído le dio volumen al televisor.
— ¿Qué locura es esta?, ¿escuchaste querida?, dicen que el oro de todo el mundo ha desaparecido.
La mujer escuchó extrañada. Miró las manos de su esposo con una sonrisa nerviosa en su rostro: en una de ellas faltaba el anillo que siempre había usado desde que se casaron.
2
En la azotea del céntrico rascacielos, sentado al borde de la cornisa, y sin mostrar ningún signo de pánico el delgado joven fumaba con tranquilidad mirando el horizonte.Vestía unos raídos jeans, un abrigo negro con capucha y unos gruesos bototos con hebillas plateadas que brillaban con la luz del sol en su amanecer. Su rostro era suave y bien proporcionado, cubierto de una incipiente barba descuidada al igual que su largo cabello, solo sus ojos desentonaban con esa apariencia juvenil, parecían tener mil años.
A su lado empezó a originarse un pequeño remolino con chispas de energía. No le impresionó el inusual evento que se producía y que había finalizado con la aparición de un hombre vestido de negro.
El desgarbado joven saludó de manera lacónica y sin voltearse a mirar al recién llegado.
— Hola Lucifer, milenios sin verte.
—Azrael, la poderosa Muerte, un título bien ganado, — contestó el bello ángel mirándolo con intensidad,
—¿Aun trabajando? — Preguntó sarcástico.
—De eso se trata la obediencia. Creo que aún no lo entiendes—. Respondió el ángel de la Muerte.
— La sumisión no es mi fuerte y menos el tipo de trabajo que realizas, digamos que no tengo tu vocación─, replicó divertido el antiguo rebelde.
— Solo quien ama al Creador de todo, es capaz de aceptar su sabiduría— insistió la Muerte, y mirándolo a los ojos agregó ─. Aunque no lo creas, pronto descansaré.
—Bien, como tú digas. Hoy no es un día para discutir-. Respondió resuelto y sin darle importancia a lo que acababa de escuchar.
— Veo que estás de buen humor— dijo Azrael.
— Así es. ¿No te parece divertido la forma en que empiezo mi mandato?, preguntó con los ojos brillosos y una sonrisa que no podía disimular.
La Muerte lo miró sin lograr entender si el ángel caído estaba a la altura de la divina asignación. ─Te han dado la potestad para abrir los sellos, utilízalos con sabiduría—.Aconsejó el joven de rostro pálido.
—¿Te has preguntado por qué solo cuatro?
—Con eso me basta— contestó Lucifer con seguridad, luego agregó.
—Míralos, corren desesperados por un pedazo de roca dorada. ¿De qué les sirve?, solo de adorno y muestras de un insignificante poder. ¿No te parece un buen castigo a su desmedida ambición?
La Muerte miró las concurridas avenidas, donde una multitud de individuos semejantes a hormigas, caminaban desordenadamente entre pasos peatonales, luces rojas y verdes a las que obedecían, y rodeados de vehículos que ensuciaban el aire que respiraban.
— El Padre te ha dado la oportunidad de redimirte. No la desperdicies.
— No me la ha dado, me la he ganado— respondió Lucifer con arrogancia y con un extraño brillo en sus ojos agregó. —Le demostraré que estaba equivocado, soy el indicado para corregir la peligrosa senda que han elegido estas criaturas.
Azrael suspiró con profundidad, mientras miraba al ángel caído se preguntaba ¿Cómo puede ser que una esencia privilegiada en la existencia, superior a todas las otras formas de vida, no fuese capaz de evolucionar, crecer y corregir sus antiguos errores?
“De las desgracias de multitudes, se han levantado grandes imperios”. Pensó en esta sentencia y lo que significaba para él mismo.
Lucifer se quedó contemplando el inmenso mundo que esperaba por él, se imaginaba coros celestiales alabando su cometido en este mundo tan insignificante, pero a la vez tan atractivo. Se dejó acariciar por la calidez de la estrella de la mañana que iniciaba su ciclo con rigurosidad desde que el caos había sido ordenado.
Levantó sus manos. Una energía luminosa apareció dejando en su poder un dorado pergamino. Estaba listo para abrir el segundo sello.
Miró con desdén las multitudes confundidas que caminaban en ese perturbador abismo que se dibujaba bajo sus pies.
—Pronto les negaré la posibilidad de alejarse de ellos mismos.
Un sudor helado recorrió por el cuerpo de Azrael al escuchar la destemplada sentencia del ángel rebelde.
Se despidió casi con tristeza. —Nos vemos pronto Lu.
Un torbellino de aire gélido junto a chispas doradas rodeó su cuerpo antes de desaparecer.
3
Internet dejó de funcionar para siempre… y la noche se presentaba puntual sobre París. La luna llena aparecía entre nubes oscuras cargadas de lluvia antecediendo el otoño que pronto se dejaría sentir sobre la gran ciudad y de manera premonitoria también sobre los hombres.
Lucifer estaba sentado junto a una de las gárgolas en la parte superior de la catedral de Notre Dame. Le gustaba mirar desde las alturas a esos pobres desdichados.
Azrael apareció a su lado.
—Mira el poder desatado con la apertura de este segundo rollo— le dijo contrariado el ángel caído. Luego agregó, —Nunca me imaginé que algo tan superficial, tan inconsistente, fuese capaz de perturbar de tal manera a los moradores de la Tierra. Es casi vergonzoso que sientan como un castigo la privación de esta distracción.
Su mirada parecía perdida en la distancia, entre las luces nocturnas que adornaban la milenaria arquitectura.
—No logro entenderlos. El quebrar las bases de su economía, pareció no importarles tanto. Algunos ajustes por aquí, otros por allá, convencer a las masas del nuevo orden económico y todo volvió a la normalidad, pero esto es distinto.
Míralos— insistió vehemente. —Sin distracciones su vida parece no tener sentido.
Día tras día escapando de sí mismos ¿tanto les atemoriza su propia compañía? ¿Tan insoportable es su soledad? que prefieren evadirse en estúpidos juegos virtuales, buscando la aprobación de individuos que escasamente conocen y que fingen estar interesados unos por otros, mintiendo para sentirse admirados.
Miró con tristeza a su ocasional compañía.
—¿Acaso no se dan cuenta cómo la vida se les escapa? Preguntó al joven de rostro pálido.
El ángel de la muerte suspiró con profundidad antes de contestar.
—Se llaman así mismo Homo sapiens. De escasa arrogancia no se les puede acusar. Y hablando de soberbia- continuó— ¿no te parece que has desperdiciado el poder del segundo rollo?
—¿Por qué lo dices?
—Esta herramienta de comunicación que has bloqueado, es accesible solo para un poco más de la mitad de la población, no para todos. Respondió Azrael con una pequeña sonrisa en su rostro, luego continuó. —Sabemos que no solo está diseñado para la entretención, con seguridad entorpecerá el intercambio de información en los movimientos bancarios, las rutas aéreas y comerciales además de una serie de dificultades, pero este caos inicial pronto será controlado.La humanidad se caracteriza por su capacidad de adaptación, y,
por último, esta ausencia de conexión virtual, quizás les permita volver a conectarse con la realidad y sociabilizar entre ellos como lo hacían en el pasado.
Lucifer escuchaba pensativo, era difícil para él reconocer un error. Su mirada se endureció.
—Tienes razón debo presentarme al mundo, es hora de que me conozcan…el tiempo ha llegado para que el temor se anide en el corazón de los hombres.
4
Los televisores en todos los hogares y las pantallas de publicidad en las principales avenidas del mundo fueron intervenidos. Una especie de estática pudo apreciarse antes de que apareciera la figura de un hombre encapuchado. Sus facciones parcialmente ocultas con un fondo oscuro parecían presagiar lo que venía a continuación.
El mundo se detuvo para contemplar ese indefinido rostro que parecía seducir a las muchedumbres.
Sus palabras sonaron destempladas y frías, pero también expresaron autoridad y determinación.
—El mundo clama por ser salvado. La corrupción y la maldad se han anidado en el corazón de los humanos.
Las sociedades en las que viven van en contra del orden natural; guerras, contaminación, deforestación y abuso contra los débiles parecen ser virtudes por todos aceptadas casi con indiferencia.
La furia de su mensaje traspasaba las pantallas, sus ojos se iluminaron de un rojo aterrador al continuar.
—Escuchad con atención. Todas estas abominaciones terminan hoy.
Presidentes, reyes, zares, dictadores, generales, líderes religiosos y magnates de la economía, deben abdicar de inmediato. Tienen doce horas para dejar sus puestos.No han estado a la altura de su mandato y pronto dejarán de ser necesarios. Doce horas—Repitió.
Sus palabras se detuvieron por unos segundos, respiró con profundidad antes de continuar.
—Cada uno de vosotros, los ahora interpelados, no tendrán excusa de que no han sido advertidos, ya que yo estaré con ustedes en estas últimas horas de misericordia para que los que quieran ser salvados, se salven.
Renuncien a sus jefaturas, vayan a sus hogares, besen a sus mujeres, abracen a sus hijos y atiendan a la piedad ofrecida. De no hacerlo desaparecerán para siempre de la faz de la Tierra.
Luego de una pequeña interferencia, las señales volvieron a sus programaciones habituales, pero permaneció en ellas un cronometro que empezaba inclemente una cuenta regresiva.
Las multitudes que habitaban las cuatro esquinas del mundo no lograron entender el significado de este extraño mensaje. Estaba claro para ellos, que algo inusual estaba sucediendo.
Una sentencia de muerte contra los poderosos de siempre, de alguna manera compensaba el resentimiento anidado por años en sus corazones, pero ¿quién sería capaz de llevar a cabo semejante amenaza?
Luego de unas horas, siguieron ensimismados con la rutina de siempre, solo el morbo les hizo seguir con atención el desenlace de esta noticia.
No obstante, para algunos, esta amenaza no era un asunto para tomarlo a la ligera: 140.000 individuos miraban con incredulidad la irritación que apareció en sus antebrazos. La marca del ángel caído estaba en ellos, y esto los hizo temblar de miedo pues era el número seis, seis, seis.
5
El mundo esperaba expectante que el tiempo se cumpliese.
Los palacios de gobierno de los distintos países y las grandes corporaciones simulaban tranquilidad, aunque habían sido cerrados todos sus accesos y mantenían atrincherados fuerzas especiales y francotiradores dispuestos a su alrededor como nunca se había visto. Helicópteros sobrevolaban su espacio aéreo y las suspicacias contra antiguos enemigos volvían a activar sus servicios secretos de seguridad.
La plaza de San Pedro también estaba acordonada por militares atentos a su entorno sin lograr entender cómo se podría hacer realidad la inusual amenaza contra los líderes del mundo.
Sentado en el opulento sillón del pescador, rodeado de todos los príncipes de la iglesia, el santo padre mantenía la mirada fija en el cielo de la capilla Sixtina donde el hombre acercaba su mano para recibir la bondadosa protección de su creador. Le pareció que el tiempo se había detenido en ese preciso momento donde esos dedos ansiosos eran incapaces de aferrarse a la cercanía del Padre.
Los atemorizados cardenales, entretanto, no podían sacar sus ojos del cronómetro que avanzaba con inusitada velocidad. De vez en cuando miraban incrédulos su antebrazo donde parecía haber sido grabada a fuego la infame marca.
Alrededor de ellos, una perfecta circunferencia de soldados dispuestos codo a codo con las manos en su armamento y la mirada sagaz esperando el inminente ataque anunciado.
El silencio en el interior del sagrado recinto solo era interrumpido por oraciones que elevaban los purpurados en murmullos ahogados que más bien parecían lamentos faltos de esperanza.
El tiempo se estaba cumpliendo. Solo faltaba un minuto para que se cumpliese la hora señalada.
Las vistas de los penitentes estaban petrificadas en el marcador frio y puntual, que avanzaba sin misericordia hacia la hora cero.
10 segundos…el silencio aterrador se adueñó de lo que ahora parecía ser la cámara mortuoria de los condenados.
9… los segundos parecía haber acelerado su paso.
8… manos nerviosas limpiaban las afiebradas frentes de los purpurados.
7… se escuchó un grito ahogado ¡Señor protégenos!
6… nuevos murmullos de oraciones sufrientes.
5… el santo padre se levanta del sillón y extiende sus manos al cielo.
4… nadie se mueve, incluso las respiraciones cesan para no distraer la agonía de los príncipes.
3… los soldados aprietan con fuerza sus armamentos para evitar el temblor de sus manos.
2… ¡hágase tu voluntad!
1 segundo…
0… el tiempo parece haberse detenido.
Las campanas de la iglesia empiezan a sonar con delicadeza. Cada replicar parecía hacerles recordar lo maravilloso que es vivir.
Sonrisas nerviosas empiezan aparecer en sus preocupados rostros entendiendo que cada campanada los alejaba más de la fallida ejecución anunciada.
6
Lucifer estaba sentado en el ala derecha de la cruz que coronaba el obelisco de la plaza de san Pedro.
El viento cálido de la noche parecía acariciarlo con dulzura. La luna llena opacaba el brillo de las estrellas convirtiendo la cúpula nocturna en un velo de luto que pronto envolvería la ciudad sagrada.
El ángel caído miró con desprecio las figuras de piedra de los santos padres de la iglesia que custodiaban desde las alturas el principal templo cristiano.
La respiración agitaba su pecho al ver a aquellos santones que habían convertido su figura en una bestia, un ser despreciado por toda la humanidad. Él, el mayor de los ángeles enlodado por una insignificante forma de vida.
Después de milenios haría justicia, había esperado con ansias este momento, pero extrañamente no le produjo paz en su corazón, solo pensó en la estupidez de estas pretenciosas criaturas
La sexta campanada sonó aletargada, el momento había llegado. Ninguno de los marcados había renunciado a su cargo. Es muy difícil desprenderse del poder y de los beneficios asociados a esto. Pensó lucifer.
El dorado rollo apareció entre sus manos mientras recitaba algunos conjuros elevando murmullos al cielo, luego lo partió por la mitad y al instante el pergamino se desvaneció en pequeños pétalos de cenizas.
Su amenaza se convirtió en realidad: el jinete del caballo pálido cabalgó desbocado en busca de aquellos desgraciados señalados con la marca de la bestia. Los sentenciados empezaron a desvanecerse incapaces de entender que la garra de la muerte los apresaba para siempre. El santo padre fue el último en caer, sus ojos desorbitados por el terror y su mente nublada se resistía a aceptar la macabra escena de los cuerpos de sus colaboradores esparcidos sobre el mármol, aun con espasmos involuntarios deslizando un delgado rastro de sangre por sus ojos y espuma sanguinolenta por la comisura de sus fríos labios.
El pontífice alzó su puño al cielo con una ira que no podía contener ante la indiferente ausencia de su creador, quiso gritar exigiendo una explicación, pero no tuvo tiempo. Una convulsión involuntaria le hizo escupir un borbotón de sangre antes de que su cuerpo cayera con violencia sobre los inertes cuerpos de los purpurados.
Los soldados retrocedieron con incredulidad con las armas dispuestas buscaban un objetivo a quien disparar, luego de unos segundos, y sin que mediase una orden, se alejaron en completo desorden tratando de evitar ser las siguientes víctimas del silencioso asesino.
7
Azrael miraba divertido el incesante ir y venir de Lucifer. Éste caminaba con las manos enlazadas detrás de su espalda. Su hermoso rostro parecía contraído por la ira. Sus cejas enarcadas le daban una apariencia de ferocidad que era incapaz de ocultar.
Se dejó acariciar por el frio viento que fustigaba incansable la azotea del rascacielos en la ciudad de Nueva York.
Había pasado una semana de la apertura del tercer rollo y para ser honesto jamás se había esperado la inusitada reacción de los hombres luego del traumático acontecimiento que había acabado con la vida de quienes dirigían los destinos de la humanidad.
— Raza estúpida y arrogante. Las señales anunciadas se precipitan ante sus ojos y esta manada de ciegos no son capaces de entenderlas. Arrebatamiento, ¿cómo pudieron tragarse toda esa mierda? Aceptar que un puñado de individuos que se han enquistado en el poder a fuerza de mentiras y corrupción, sean elegidos para dirigirse al cielo como recompensa por sus actos. ¿Cómo esta mentira puede darles tranquilidad? Su mundo se desmorona y ellos siguen con sus patéticas vidas como si nada sucediera a su alrededor.
La Muerte escuchaba silencioso. Le divertía ver a Lucifer en ese estado de alteración, casi humillado por la respuesta de los humanos a la desaparición de sus líderes.
El ángel continuó descargando su indignación.
— He actuado con benevolencia con esta raza sumisa y resignada, pero han colmado mi paciencia, ya basta de indulgencia.
Con un extraño brillo en sus ojos rojos se retiró del lugar.
Azrael sintió la furia contenida en el rostro del antiguo rebelde. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en el inmenso poder contenido en los rollos y en manos de quien se encontraba.
Suspiró agitado y su vista se detuvo en la estrella del atardecer que empezaba a ocultarse detrás de las colinas en el lejano horizonte.
8
El eclipse total de sol que pronto se presentaría en todo su esplendor en la ciudad de Nueva York era seguido con interés por estudiosos, y con curiosidad por la ciudadanía general.
Desde el inicio de los tiempos los hombres se habían sorprendido por estos fenómenos celestes, y en su ignorancia los asociaban a una manifestación de la ira divina. Pensaban que era una premonición de las calamidades que pronto se presentarían para castigarlos por su conducta, pero eso era cosa del pasado, hoy la ciencia era capaz de explicarlos e identificar su llegada con absoluta precisión, sin embargo, a pesar del avance del conocimiento y el desarrollo de la tecnología, ese temor ancestral aún permanecía oculto pero latente, y Lucifer lo sabía.
La amenazante figura que se había presentado para increpar a los grandes líderes, hoy volvía aparecer, esta vez para amenazar a cada uno de los habitantes del planeta.
Todas las alarmas se encendieron en los organismos de seguridad, el enemigo público número uno volvía a desafiarlos.
El extraño estaba apareciendo en la pantalla de los televisores de todo el mundo, esta vez su rostro no estaba cubierto.
La perfecta armonía en sus facciones parecía embriagar a su obligada audiencia. Su mirada inocente y juvenil y sus labios aterciopelados eran una agradable invitación a dejarse hechizar.
Esta primera apreciación se convirtió rápidamente en un desconocido y nuevo terror que hizo temblar a los moradores de la Tierra al escuchar sus primeras palabras.
—yo soy Lucifer.
Las policías de distintos países se habían unido en una agencia central preparada para capturar al amenazante individuo. Los investigadores quedaron perplejos al escuchar estas palabras. Sin que lo acordaran todos quedaron estáticos en sus posiciones, el silencio se apoderó del gran salón que segundos antes bullía de movimiento y agitación, ahora solo se escuchaba el sonido incesante de las computadoras, registrando datos e intentando sin resultado identificar la posición de la señal.
El antiguo rebelde continuó.
—Yo soy Lucifer, señor y portador de la luz.
La oscuridad se cierne sobre vosotros. Los clamores de los inocentes pisoteados por la maldad, han llegado a las puertas del cielo.
Vuestros pecados se han multiplicado por milenios y la maldad es moneda corriente contra ustedes mismos y contra todo aquello que los rodea. Su destino estaba escrito, desaparecerían para siempre de la faz del universo, pero hoy la misericordia se presenta en mi corazón.
Un nuevo pacto espera por ustedes, mi clemencia les permitirá seguir viviendo, los guiaré por un nuevo camino, con mano dura cuando sea necesario y con dulzura cuando lo merezcan, pero debo también advertirles que el que no esté conmigo, contra mi estará.
Soy el señor de la luz, sin mi seguirían en la oscuridad, pero es necesario que así sea, es necesario que las tinieblas reinen en su mundo para que puedan purgar sus pecados,
El sol se apagará porque yo lo he ordenado, y volverá a presentarse cálido y acogedor cuando yo lo ordene.
Y esto tiene que suceder para que busquen su redención.
Cuando la hora llegué, los esperaré a la orilla del rio Éufrates, y allí sellaremos nuestro compromiso.
Después de una pequeña interferencia, las señales volvieron a la normalidad.
9
Los hombres de ciencia presentes en los medios televisivos y escritos no solo invalidaron las amenazas del extraño que se hacía llamar Lucifer, se burlaron de aquel demente que pretendía tener el poder de quebrar las leyes matemáticas del universo.
En interminables coberturas de noticias, intentaban tranquilizar a la población alejándolas de supersticiones y falsas profecías a través del estudio científico. “Este fenómeno cósmico estaba previsto y anticipado en términos de duración, identificada el área geográfica en que se produciría, el momento de inicio, de la finalización y la duración del eclipse total. Todo descrito con absoluta precisión. Nadie en su sano juicio podría creerle a un individuo que se arroga la potestad de orquestar a su antojo estas manifestaciones celestiales” aseguraban con absoluta confianza.
Y el eclipse esperado con ansias por la comunidad científica se presentaba puntual. Las multitudes esperaban este acontecimiento con un interés distinto, un cierto morbo por las inusuales amenazas del extraño que se llamaba así mismo Lucifer.
La Luna avanzaba con letanía en su eterno movimiento, eclipsando con suavidad la colosal estrella. Abajo en el planeta Tierra, las grandes urbes seguían con su rutina habitual, aunque de vez en cuando, en plazas y espacios abiertos detenían su agitado caminar para mirar hacia los cielos.
Y el punto culmine del fenómeno celeste se presentaba preciso en la hora y lugar señalado.La Luna apagaba el Sol transformando la habitual luz diurna en una repentina oscuridad.
Los moradores de la Tierra quedaron maravillados con la hermosa tonalidad de una penumbra que solo en sus sueños se pudiesen haber imaginado.
Y los minutos pasaron… y la Luna siguió su órbita habitual… y el Sol y todas las estrellas no volvieron a iluminar el mundo de los hombres.
Un manto de luto envolvió por completo la morada de los hombres.
Donde era día fue noche, y donde era noche siguió siendo noche.
Todos sus temores se volvieron realidad. El tiempo pareció detenerse y nadie fue capaz de explicar lo que estaba sucediendo, y tampoco era necesario, en sus corazones ya lo sabían: habían sido declarados culpables.
El tiempo en que debían purgar sus pecados había llegado y sabían muy bien lo que tenían que hacer.
10
Lucifer miraba extasiado la multitud que se congregaba alrededor del lago. Los penitentes vestidos de blanco parecían perderse en el horizonte.
Sonrió con satisfacción, todo había salido según sus planes.
La humanidad completa se presentaba rendida a sus pies. Estaban aquí por él y para él, ansiosos de escuchar las palabras de su nuevo redentor.
Subió la escalinata de terciopelo rojo hasta llegar al trono dorado que parecía iluminarse por los rayos del coloso de fuego. Se sentó con magnificencia, con el regocijo propio de un rey frente a sus súbditos.
Se dejó encantar por esa grata sensación de gloria y veneración que le brindaban.
Su voz llegó a cada rincón del planeta.
—Escuchad con atención. Hoy como humildes penitentes han venido a mi encuentro de manera voluntaria. Arrodillados ante mi presencia claman por indulgencia y ésta les será concedida. Hoy sellaré con vosotros mi nuevo pacto, regocijaos, porque mi corazón es bondadoso y las buenas nuevas por fin se presentan ante ustedes.
La mirada del ángel caído parecía brillar y su pecho acompañaba la excitada respiración que agitaba todo su ser.
—Hoy las escrituras se cumplen, porque yo seré su padre y ustedes serán mis hijos— gritó delirante esperando la ovación de los presentes…pero esto no sucedió.
Un rayo cruzó el firmamento, las multitudes miraron con temor hacia lo alto.
El silencio se apoderó del lugar, los vientos amainaron, el movimiento de las aguas se detuvo por completo hasta transformarse en un gigante espejo del cielo en su atardecer. La muchedumbre reunida se miró con inquietud.
Lucifer se levantó contrariado de su trono. Dirigió su mirada al infinito mientras apretaba sus puños con indignación.
Del cielo bajo un intenso haz de luz que obligó a los temerosos penitentes a cubrir sus ojos, luego una esfera de chispas caóticas se manifestó frente a su presencia. Las descargas de rayos que la conformaban giraron con estruendo hasta desvanecerse por completo. El recién llegado mantenía una rodilla en el suelo, portaba un rollo en una de sus manos y su vestimenta oscura parecía serpentear, danzando sutilmente con un viento inexistente en ese momento. Se levantó y bajó la capucha que cubría su rostro.
Lucifer se acercó contrariado por la interrupción, con el rostro desfigurado por la ira empuñó su espada.
El ángel de la muerte sin inmutarse observó la nerviosa mano indecisa del antiguo rebelde.
—Azrael ¿Qué haces aquí?
— Te dije que pronto mi trabajo terminaría, pero tú no sabes escuchar— respondió con tranquilidad el joven de rostro pálido.
—¿A qué te refieres?
—Nunca serás un verdadero padre para estas criaturas, solo pretendes usurpar un puesto que no te corresponde.
— Te equivocas— respondió con el rostro desencajado por la furia— Seré el mejor padre que estos patéticos seres hayan tenido. Les daré lo que ellos necesitan y los apartaré del mal, los corregiré y los haré únicos, dignos de admiración en todo el universo. ¡Yo seré su dios y ellos serán mis hijos! — Gritó con arrogancia.
Azrael pareció mirarlo con tristeza, luego sus ojos se volvieron fríos y distantes. Lo apuntó con el dedo y lo recriminó.
— La ira y el deseo desmedido nuevamente nublaron tu corazón. Tenías un mandato y se te entregó un gran poder, sin embargo, lo utilizaste en función de tu propia vanidad, solo querías ser igual a Dios.
Su respiración agitada de pronto se serenó, aunque sus ojos parecían seguir desprendiendo fuego.
—La sentencia por tu soberbia ha sido decidida: Mil años de penitencia es tu castigo. Cargarás cadenas que te mantendrán arrodillado para redimir tus pecados, tus bajezas y arrogancia.
¿Querías ser venerado como Dios? ¿eso era todo lo que deseabas?… ¡contesta!
El ángel caído sin responder extendió sus alas y desenfundó su espada dispuesto a la lucha. Su mirada feroz y su rostro contraído por la furia parecía iluminarlo con aura oscura y terrorífica.
El ángel de la muerte le dio la espalda sin inmutarse. Miró con tristeza a la expectante multitud ahí reunida. Abrió el pergamino negro con símbolos dorados, lo extendió al cielo y luego de susurrar su lectura lo partió por la mitad.
Lucifer se arrodilló impotente, una solitaria lágrima bajó por su mejilla mientras veía resignado a la muchedumbre desvanecerse en polvo arrastrado sobre las aguas del gran lago.
Azrael miró la desolación y absoluta soledad que reinaba en el ahora desierto lugar. Suspiró con intensidad, luego caminó y se inclinó frente a Lucifer. También su rostro pálido estaba cubierto por lágrimas, después de mirar con compasión al ángel caído acarició con suavidad su sufriente rostro, y entendiendo que no podría consolarlo, solo dijo.
—Consummatum est.
Luego se alejó entre rayos de energía zigzagueantes hasta desaparecer.
Lucifer quedó solo, arrodillado, sin moverse, y con la mirada perdida en la nada.
Su condena recién comenzaba.
Miró el cielo lejano y frio, y entre un murmullo interrumpido por sus lágrimas musitó con una tristeza que parecía rasgar su alma.
-—Nuevamente no lo has entendido… solo quería que estuvieras orgulloso de mi.
***
El ángel de la muerte, acompañado de chispas doradas que lo envolvían, se trasladó hacia un bosque que parecía encantado por la paz y quietud que podía sentir en cada tallo, en cada rama de los árboles mecidos suavemente por el viento del atardecer.
Su rostro evidenciaba cansancio. Caminó respirando ansioso ese olor a hierba húmeda. Sus manos acariciaban cada arbusto que lo separaba del sereno lago al que se dirigía.
Aun le quedaba un último trabajo.
Se detuvo cerca de la orilla. De sus manos surgió otro rollo, lo miró con veneración antes de levantarlo al cielo.
Un rayo cruzó el universo hasta partir en dos el antiguo pergamino.
Comenzó su último caminar. Con cada paso que daba su cuerpo empezaba a envejecer, el momento del descanso había llegado. Sus manos arrugadas y temblorosas acariciaron por última vez su rostro decrepito.
Una tímida sonrisa asomó al contemplar a dos niños que jugaban despreocupados bajo la sombra de un magnifico árbol que parecía brillar por el sol del poniente.
sus ojos agradecidos se dirigieron al infinito, hizo una reverencia antes de que su cuerpo se desvaneciera en particular doradas que fueron arrastrados por un viento cálido depositándolas en las tranquilas aguas cristalinas.
FIN
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