Julián y Jorge eran gemelos y se parecían tanto que sin conocerlos bien no podrían diferenciarlos.

Crecieron juntos en una casita de ambiente semi rural, uno de esos pueblitos que ya se está comiendo la modernidad. Todos los sábados por la mañana se levantaban muy temprano a corretear las gallinas y tirar piedras al arroyo; vivieron una infancia feliz y relativamente común. Ya en su juventud se habían convertido en cómplices en toda la regla: pelaban juntos, se divertían juntos, no se miraban el uno sin el otro. Por esta razón fue tan difícil para Jorge la muerte de su hermano.

Julián fue diagnosticado con metástasis, solo tenía 26 años, nunca presentó síntomas y solo duró dos meses con vida después de su diagnóstico… A Jorge le cayó el mundo encima.

Jorge no sabía que era lo peor, perder a su hermano, a quien sentía una parte de él, o el miedo, miedo a la muerte, a su propia mortalidad. Después de todo eran iguales, también podía morir de cáncer de un momento a otro: NO LO PERMITIRÍA.

Después de su duelo se empezó a obsesionar con el cáncer y tomó la determinación de que la calamidad no lo alcanzaría, el cáncer no lo tomaría por sorpresa, lo evitaría a toda costa, el reiría al final.

Lo primero que hizo fue deshacerse de su cancerigeno celular.

Esa mañana de lunes se levantó decidido, eliminaría el cáncer de su vida. Se puso en marcha y se mentalizó para tener un excelente día; fue a desayunar a la cocina, abrió el refrigerador y miró un rato. Tuvo antojo de huevos con tocino, lamentablemente el tocino produce cáncer y las hormonas usadas en las gallinas hacen a sus huevos también cancerígenos… lanzó los huevos y el tocino a la basura, tal vez un cereal, luego pensó en los cereales procesados y también el cereal fue a parar al cesto… una avena con leche pusiera ser, lamentablemente la leche también es cancerígena, mejor la prepararía con agua. Estuvo a punto de meter su avena al microondas, pero reaccionó: ¿en qué diablos pensaba?, desconectó el microondas y lo sacó de la cocina para siempre.

Después de su decepción con la avena, comería una fruta y bebería agua, luego lo analizó bien: los plaguicidas de la fruta provocan cáncer, el agua de la llave también. Ese día no desayunaría, de ahora en delante cultivaría sus vegetales y buscaría como obtener agua saludable.

Jorge regresó a su cuarto, se desnudó mientras pensaba en su hambre, dio unos pasos al baño, giró un poco la perilla del agua y se metió, se enjabonó con gusto y se disponía a usar el champú cuando reaccionó a tiempo y lo lanzó al cesto de basura, ¡no más champú cancerígeno! Salió de la ducha, se vistió, no usó desodorante, se cepilló los dientes sin pasta y posteriormente llegó un momento de angustia: el bloqueador solar es cancerígeno, no usarlo también. Optó por usar una sombrilla.

Salió de su hogar y dio unos pasos hasta el auto, luego pensó en el auto: el esmog de los automotores hacía la ciudad cancerígena, respirar le provocaría cáncer, debía mudarse pronto al campo. Y no solo eso, la inactividad física también se lo desencadenaría, entonces regresó a la casa, se puso un tapabocas y se fue en bicicleta.

Dos calles mas adelante lo atropelló un automóvil.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS