Saturno aprende a escribir

Saturno aprende a escribir

Samantha Bardot

20/02/2020

Ella no era más que un ser de luz encarnado en un estuche terrícola de mujer humana, su lugar de origen… Saturno.

Había llegado recientemente para estudiar la raza humana y su comportamiento social, su única función era reportar todo lo que viera y aprender de sus experiencias. No solo debía ser una exploradora, sino que debía vivir y sentir como un terrícola vive y siente.

Para reportar a su planeta, no necesita escribir sobre un papel, ni siquiera saben qué es, las comunicaciones se generan a través de un sistema neuronal y no físico. Sin embargo, quiso traducir todos los “papers” que transmitía al español, el cual era el idioma que usaba en su interrelación con los seres que la rodeaban.

Para ello, primero debía aprender a escribir, todas esas grandes ideas que se le ocurrían. En la ciudad donde vivía, anunciaron la apertura de un taller de literatura y decidió inscribirse.

En ese taller se encontró a humanos tan peculiares como ella. Se sentía muy a gusto, todos tenían un planeta distinto rotando en su cabeza, ansiosos por plasmar sobre un papel todos esos pensamientos que se creaban en sus mentes.

Ese día, todo empezó como un gran juego de creatividad, cual si fueran niños empezaron a jugar juegos de palabras…siempre había jugado más con números, pero esta vez los números se sustituían en su cerebro por las letras del alfabeto.

Al principio se sentía un poco tonta, aunque en Saturno no saben qué significa eso, pero así se sentía. Con el pasar de las dinámicas, vió como se interrelacionaban las historias que cada uno tenía en su cabeza. Siempre resaltaba un compañero más literario que otro, que solo escribía las recetas de cocina de su abuela. También se visualizaba la diferencia al expresar la pasión por las palabras que reflejaban los humanos machos y las hembras.

La siguiente dinámica se trataba de armar una historia improvisada, agregando lo primero que viniera a la mente para completar una oración o frase del compañero anterior. Al final del curso, tocaba escribir una historia personal relacionada a una historia sin culminar. Todos y cada uno de los 40 participantes debían idear su propio final.

A ella, le costaba concentrarse en completar su historia, se sentía disminuida por su poca experiencia en la escritura; pero lo que más la detenía era la gran curiosidad que sentía de leer esas 39 historias diferentes que estaban siendo creadas de forma simultánea a su alrededor. Era como la creación de las interminables dimensiones paralelas que existían en el universo, las infinitas posibilidades de realidades que a diario crea la mente humana, para bien o para mal de su protagonista.

De seguro le hubiera gustado leerlas y hacer una gran historia de todas ellas, una que personificara todos y cada uno de los compañeros que allí la acompañaban, todo por un mismo fin: expresar la interacción de la cantidad de estrellas y satélites contenidas en nuestra respectiva imaginación…

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