La vez que confundí a papá con una polilla

Cuando era pequeña vivía en el campo, en una gran casona antigua. Tenía una pequeña hermana, la cual era mi sombra; para su desgracia. Ya que vivía metiéndome en problemas y ella era arrastrada. Tenía ocho años en ese entonces y Amelia cinco.

En ese tiempo el Internet era un sueño, bueno creo que existía en alguna parte; pero nosotras nunca nos habíamos enterado. Mal que mal era 1995. Así que toda la información que recibíamos era por la televisión. Televisión abierta, ni soñar en televisión por cable, eso no llegaba al campo.

Una tarde estábamos con mi hermana frente al aparato. Ya ni recuerdo de que era el programa. En la pantalla mostraron la leyenda del hombre polilla, fue algo que nunca olvidaría. Un ser mitad hombre mitad polilla. Cada vez que era visto ocurría una desgracia en el lugar. Al parecer era como un mensajero o un observador, pero su presencia significaba que algo malo iba a pasar.

No sé en que momento se me cruzó aquella idea por la cabeza, sin duda la mente de un niño no procesa de la misma forma la información que un adulto. Como cuando me dijeron que el número de la bestia era el 666 y a mí se me ocurrió llamar por teléfono. Mas fue en ahí, cuando urdí mi plan.

Siempre nos acostábamos a las nueve, cuando comenzaban las noticias, así que me quedé esperando las doce metida en mi cama. No logré permanecer despierta; por suerte, había puesto mi radio despertador a esa hora. La música comenzó a sonar, rápido la apagué para no despertar a nuestros padres. Con mi hermana, teníamos nuestro dormitorio en el segundo piso. En cambio, la habitación de ellos estaba en el primer piso al otro lado de la casa, pero aún así, tenía miedo de despertarlos.

―¿Qué pasa? ―Mi hermanita se había despertado, frotaba sus ojos con sus manitas.

Yo tomé la linterna de la mesa de noche, agarré la sábana de mi cama e hice que ella se levantara. Nos sentamos a los pies de las camas, cubriéndonos con la sábana. Sostenía la linterna encendida entre mis manos.

―¿Qué haces, Lila? ―Quería saber.

―Vamos a invocar al hombre polilla, Amy ―respondí.

Amelia me miró con espanto.

―¿Por qué? ―Se notaba en su voz angustia.

―Porque sí. Quiero ver como es realmente.

―¿Y si nos hace daño?

―No seas cobarde ―la regañé.

La lógica de mi hermanita era mejor que la mía, mas no le hice caso. Las lágrimas comenzaban aflorar en sus ojos.

―Hombre polilla, hombre polilla, ven… ―comencé a recitar.

Repetí una y otra vez. Las gotas de lluvia golpeaban la ventana, el viento comenzaba a ser más fuerte; amenazaba con un temporal. Continué repitiendo hasta que oímos unos pasos. Amy se puso más blanca de lo que ya estaba, yo me quedé quieta escuchando. Aquellos pasos comenzaban a subir la escalera.

―Lila, escondámonos ―dijo tomándome del brazo.

Su rostro era un mar de lágrimas.

―Shhh… ―La hice callar.

Debo reconocer, que comenzaba a perder mi valor, pero estaba anclada al piso.

La puerta se abrió, una luz entró por ella acompañando a los pasos. Amelia no paraba de sollozar. Había llegado a nuestro lado, en un solo movimiento levantó la sabana y nosotras nos abrazamos gritando.

―¿Qué hacen a esta hora? ―Era la voz de nuestro padre.

Se agachó donde estábamos. Amy se colgó a su cuello llorando.

―Te confundimos con una polilla ―dijo entre gimoteo.

Él me miró extrañado.

―Quiso decir con el hombre polilla. Estábamos esperando que apareciera.

Vi que se le escapaba una sonrisa, pero rápidamente se puso serio.

―¿Qué le andas diciendo a tu hermana? Eso no existe, es solo un mito. Ahora acuéstense. Y si van al baño lleven linterna, que la luz se acaba de cortar.

Sentí un escalofrío.

―¿Puedo dormir con ustedes? ―Mi hermanita no deshacía su abrazo.

Él acarició su cabeza y la cargó.

―Lila, acuéstate ―me ordenó.

Le obedecí. Mi padre se fue llevando a Amelia en brazos.

Todo aquello no me dejó dormir. El temporal comenzó a disminuir, hasta que ya no se oía. Las nubes se corrieron, dejando que la luna iluminara la noche.

Un mal presentimiento me recorrió la espalda. Me levanté a ver por la ventana. Ahí estaba, la silueta de un hombre en penumbras sobre la colina. De un salto volví temblando a mi cama.

Había traído la desgracia a mi casa.

Me costó volver a dormir, mas el cansancio logró derrotarme.

A la mañana siguiente, el sol tocaba mi rostro. Abajo no se escuchaba ningún ruido, lo que era extraño, ya que pasaba de las diez de la mañana. Algo poco común en mis padres, ya que a más tardar se levantaban a las nueve.

Baje las escaleras con sigilo.

Todo estaba en calma, pero aquello hacía que mi corazón latiera más rápido.

Llegué frente a la puerta de mis padres. Por debajo escapaba un líquido rojo. Al abrirla, pude ver la pieza llena de aquel manto carmesí. En la cama estaban los cuerpos de mis padres y mi hermana. Mutilados, desgarrados y devorados.

Retiré los otros capítulos, dejando solo el inical. Más adelante la resubiré en otra plataforma (Amazon) con correcciones y cuatro nuevos capítulos que extenderán mejor el relato que concentré en el epílogo. Apenas lo suba, dejaré de forma gratuita por los cinco días que me permiten.

Aparte, esta historia tiene una continuación, así que si quieren que la vaya subiendo por aquí, capítulo a capítulo, coméntenlo, sino lo subiré directamente en Amazon cuando esté lista. Por Instagram revelaré la portada.

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