– ¿Verdad que lo estamos pasando bien, hijo? -dijo el hombre meciendo el columpio suavemente-. Además, tenemos el parque para nosotros solos…
El pequeño parque infantil estaba desierto. Llovía con tal intensidad que el arenero de juegos era un lodazal. Pero aquel hombre seguía empujando el columpio, impasible.
-Al final lo importante es que nos queremos -dijo el hombre mientras daba un nuevo impulso al asiento metálico. El agua caía implacable sobre él-. A veces papá pierde los nervios y te hace pupa…pero sabes que en el fondo te adoro…
La escena de aquel hombre que impulsaba el columpio bajo el aguacero era contemplada por dos hombres desde una relativa lejanía. Estaban en el interior de un coche, observando con unos binoculares.
-Ese puto majadero al final nos llevará a donde quiera que haya enterrado a la pobre criatura -dijo el primero pasando los prismáticos a su compañero. Éste dejó el cartel de “Desaparecido” con la foto de un niño que sostenía en sus manos.
– ¿Estás seguro de que su propio padre…?
El policía dejó la frase inacabada al mirar por la lente ocular y ver a aquel hombre bajo la lluvia meciendo el columpio vacío.
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