Había una vez un dragón que tenía mucha curiosidad por saber que había sobre las nubes.

El dragón era todavía joven y sus precoces alas no podían aun hacer cumplir su sueño, entonces al dragón solo le quedo imaginar.

Al tener una gran imaginación el dragón podía vislumbrar un atisbo de esperanza en su pobre vida en la superficie sin poder alzar el vuelo. Vislumbraba que sobre ese manto esponjoso, había ciudades echas de conocimiento, había una vida sin resentimiento, una vida sin pavimentar una vida para vivir.

Eso al dragón le apenó mucho, porque sabía que hasta dentro de muchos años, el no estaría preparado para llegar a aquel idílico lugar.

El dragón, lleno de rabia, se prometió a sí mismo una cosa, jamás viviría en la superficie como los demás dragones, si no podía volar sobre las nubes, volaría por encima de sus limitaciones, si no podía tener todo ese conocimiento, afrontaría cada aprendizaje como si estuviera vacio, así se podría llenar, si no podía vivir como el quería, lo intentaría con todas sus fuerzas, sin importarle lo que otros le dijeran, y lo haría hasta el día que pudiera subir ,a lo que para el era, un escalón más, en el que posar tu consciencia.

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