​Recuerdos y pulverizaciones

​Recuerdos y pulverizaciones

fabianP

25/01/2020

El mundo tal como lo experimentamos y percibimos, nos fue dado desde que nacimos, fue formado a priori. Y repetición tras repetición no tuvimos otra opción que aceptarlo como cierto, aun cuando nunca nos permitieron evaluar sus premisas.
Mantenemos ese mundo hablándonos de él permanentemente, lo sostenemos, lo renovamos, le inyectamos vida.

La entronización de la razón como ser supremo hace que nos olvidemos que la descripción del mundo es solo eso: una descripción. Lo que la razón intenta permanentemente sostener, no es mas que un mundo creado por una descripción que nunca nos fue permitido revisar, con reglas dogmáticas y supuestamente inviolables y por las que estamos dispuestos a morir defendiendolas.

Desde niños nos transforman en personas tremendamente ocupadas en el mundo social, en la defensa de las premisas del mundo social y de nuestra imagen a los ojos de ese mundo. Este sistema es absolutamente ineficaz, porque para tratar con el mundo cotidiano, en realidad no se necesita tanta energía de nuestra parte. Lo que realmente necesitamos es acabar con el ego como supremo dictador y al instante enfrentar al mundo deja de llevarse toda nuestra energía. El problema es que permanentemente tenemos que defender nuestra imagen frente a los otros, nuestras ideas, impuestas o no, el valor de la razón, de nuestros principios, de nuestra moral o nuestra patria…y el único reducto conocido para ello es el ego… !

Que tremenda pasión tenemos por nosotros y nuestras ideas! Nos ponemos locos, nos enojamos, nos deprimimos si nos enteremos que hablan mal de nosotros o de muestras creencias, tenemos que saltar a defender nuestro valor, nuestro territorio, lo único que creemos posible de ser ‘nuestro’ y nos da nuestra supuesta identidad. El mundo es incomprensible y lo mismo somos nosotros y cada ser que lo habita No hay forma de explicarlos ni de preveerlos y por eso deberíamos tratarlos como lo que realmente son: misterios insondables, llenos de magia, asombro, imprevisibilidad y posibilidades infinitas. Enojarnos u ofendernos por los actos de nuestros semejantes significa considerar esos actos importantes. Esa es una manera de sentir que hay que abandonar. De ninguna manera los actos de otros hombres pueden estar por encima ni contrarrestar lo único viable e ineludible que tenemos a cada instante: nuestro encuentro permanente e inmutable con el infinito,, con la magia inconmensurable.

Tenemos todo lo que se necesita para este viaje extravagante e indescriptible: estamos vivos y el viaje es suficiente y completo en si mismo y por si mismo se explica.

Cuando dejamos de describirnos permanentemente el mundo social, aprendido y conocido a través de nuestro dialogo interno, cuando nos silenciamos, abandonamos las ideas conocidas y nos entregamos sin expectativas al asombro permanente de este instante, algo que había sido continuo hasta entonces, se detiene y se rompe…Y afloran facetas extraordinarias, percepciones nuevas, conocimientos guardados en alguna parte indescifrable nuestra, vagamente conocidos y a la vez extraños, como si las palabras los hubiesen borroneado a nuestra vista hasta ese momento…y entonces ya no hay vuelta atrás, el mundo ya nunca volverá a ser el mismo, la libertad de la conciencia se ha encendido y han comenzado por fin a desplegarse las alas para el único viaje que realmente vale la pena.

fabianP – jun 2016

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