Entraste en mi vida sin esperarte, te prendiste en todo mi ser sin pretensión de quererme soltar.
No me di cuenta cuando fue que te adentras en mí, que nos convertimos en uno solo ser.
No pensé que en eso pequeños momentos, de soledad y tristeza te fueras a empoderar de mí.
Ahora que recuerdo fuiste muy sutil, entraste de a poco en esos momentos, agachabas mi cabeza, encogidas mis piernas, abrazabas mis brazos y escuchabas mi padecer.
Me diste tanta confianza al poder mostrarte lo herida y confundida que me encontraba.
Que al pasar el tiempo ya no solo me escuchabas, sino que me invitaste a nuestra cama. En nuestra cama pasamos el invierno, el verano, los días, las noches que parecían menos dolorosas a tú lado.
Nos habíamos hecho un solo ser, que no nos importaba comer, arreglar o simplemente ducharnos, cuando sonaba el timbre de casa, no permitimos interrupciones nos amábamos tanto que no queríamos soltarnos ni por segundo. Las demás personas no conocían lo dulce que era tu compañía.
Hasta que al salir del dulce y prolongado abandono de este cuerpo cuando despertaba, me comencé a dar cuenta que ya no era tan placentero solo el engañarme el pretender que escapaba, porque hay seguía en el mismo lugar y con los mismos problemas al despertar.
Ya no era simplemente que me invitaras a la cama, me extendiste tu mano invitándome abandonar esta vida mortal.
Fué cuando comenzamos a tener disputas ya que en momentos eras dulce y otras gritabas, golpeabas y hasta comenzaste a demostrar tu lado oscuro en presencia de los demás. Tú sabías que teníamos que escondernos, que nadie entendería nuestra relación y peor que ya éramos uno solo.
Constantemente insistias que dejáramos esta vida mortal, y yo con reproche y sin saber que hacer te engañaba con conversaciones y volvíamos a escapar.
Un día me atacaste, me dejaste calva, otro me emborrachaste, me torturabas con las cosas que te había contado y que solo en tí confié.
Pero me insistías que partiéramos para que llegue la paz.
Entonces luche por arrancarte de mí piel, pero te negabas a dejarme, me amabas tanto que luchabas con uñas y dientes.
Lo que no esperabas es que en este mundo mortal, alguien tenía los brazos más dulces que los tuyos que una tarde habló conmigo y me dijo que no me fuera que me necesitaba como a nadie en el mundo.
Te lo conté, pero te negaste a mí abandono.
Qué comenzaste a querer alejar a esos brazos dulces que tenía este mundo mortal.
Pero esos brazos lucharon contra ti para abrazarme de diferente manera a la tuya, esos abrazos no se empoderanban de tomo mi ser, ya que no saben mentir, pero si necesitan de mi calor.
Poco a poco te fuiste, pero no puedo mentir hay días que me acompañas.
Pero te agradezco que poco a poco sueltas mi piel.
Lo suficiente para saber que no eres buena.
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