Charlie, ¿me fuiste infiel?

Charlie, ¿me fuiste infiel?

Julinho Alvarez

19/01/2020

Tengo que reconocer que Charlie siempre andaba en busca de un mejor empleo: mejor sueldo, menos horas, pero sobre todo, que se ubicase más cerca a su casa. Y lo encontró. Hasta ahora recuerdo cuando me lo dijo: Elena, empiezo la otra semana en un Call Center. Me alzó con sus brazos y dio muchas vueltas, provocandonos mareos a los dos.

Charlie era demasiado cariñoso, hasta el punto de hacerme sentir verdaderamente incómoda. No me agradaba su cariño excesivo. Eso de levantarme con sus brazos y hacerme girar, como si estuviésemos en el baile del Príncipe y la Cenicienta, no iba conmigo.

Ser cariñosa o melosa nunca fue lo mío. Desde pequeña fui una chica fría, rancia, pero muy bella, eso sí. Todos las personas decían que era demasiado tierna de bebé, como un pequeño conejito.

Charlie fue el chico más cariñoso que había conocido. Cuando caminábamos me abrazaba desprevenidamente por detrás y besaba mis cachetes con suavidad. Yo hacía gestos de asco, de incomodidad, pero a él no le importaba.

Un día, estábamos en el colectivo y como siempre él de espeso dale con sus abrazos. Yo le daba quejas, y él no reniegues, amor y seguía con sus manos sobre mi espalda. De un momento a otro le grité ¡ya, basta!. Eso creo que le afectó, pues me dejó tranquila el resto del día. Al otro día, seguía con lo mismo, y dale con abrazarme ¡qué gente terca!.

Charlie llevaba dos meses en su nuevo empleo cuando se mostró totalmente cambiado. Ya no me abrazaba, ni me besaba, y peor aún, ya ni me miraba. Tenía la vista distraída cuando caminábamos, pensando dios sabe qué. Cuando íbamos al cine o al parque ya no le oía decirme cursilerías. Y no podía reclamarle, hubiese sido contradictorio de mi parte.

No estaba aliviada por el cambio radical de Charlie, más bien, comencé a preocuparme. En realidad, sus tontas caricias me hacían sentir rara pero amada. Algo que, estoy segura, mi padre no logró hacer en su momento. No por el hecho de que también le considere una persona fría, sino porque se fue de casa cuando yo tenía 1 año.

Pero no quiero hablar mucho de él, hace algunos años fue asesinado, y los policías ni pudieron encontrar al homicida.

Y bueno, así como había perdido completamente a mi padre, pude sentir cómo también perdía a Charlie. Pero ahora la culpa era mía, o tal vez no. Pensé en una posible infidelidad, pero necesitaba pruebas sólidas para eso.

Tras esa suposición inicié mi espionaje a Charlie. No podía resignarme a ser la culpable de todo esto.

Él salía a las 10 de la noche. Me oculté detrás de un poste, al frente del portón de salida, y esperé.

Charlie salió acompañado de dos chicas. El muy bandido las tenía abrazadas, una en cada brazo. Yo sé que no es una pista de infidelidad contundente, pero me hirvió la sangre al verlo así con esas malas putas.

Logré controlarme y me alejé de ese lugar. Estaba angustiada. No quería perderlo ni por mi culpa ni por la de él. Lo amaba, eso es cierto. Así que lo cité al día siguiente en mi casa, con la excusa de que tenía que decirle algo sumamente importante.

Esa noche, no paré de hablarle:

Charlie –dijo Elena muy entusiasmada– quiero que sepas que te quiero demasiado. Si tú tuviste la culpa o yo la tuve pues eso ya no importa. ¿Sabes por qué?.

. . . –Charlie mantenía los ojos muy abiertos, parecía que la miraba–.

Porque ahora la distancia ya no será un problema para ambos –Elena miraba dulcemente el rostro de Charlie, estaba un poco pálido– ya no vas a necesitar ver a tus amiguitas, por que me tienes a mí. ¿Qué te parece eso, mi amor?

. . . –Charlie no decía nada, aunque daba la impresión de querer hablar porque estaba con la boca entreabierta–.

Y por cierto, sé que muchas veces me he mostrado indiferente a tus caricias, a tú cariño.–Elena ahora lo acariciaba, Charlie tenía fría la cara y sus labios color violeta también– no quiero perderte nunca, Charlie.

Elena empezó a sollozar abrazando la cabeza decapitada de Charlie, que tenía unos ojos brillosos y una mueca horrible de terror con la boca.

La cabeza, posada sobre el escritorio, mojaba todo con la sangre que salía de su garganta abierta.

El cuerpo yacía bajo la cama y el pene, también desmembrado, fue guardado en un crofrecito dorado que Charlie le había dado al cumplir un año de relación.

Elena salió de la habitación y se dirigió a la cocina para lavar el cuchillo, el mismo que usó para matar a su padre.

Fin

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